En carne propia
La belleza y contemplarla es una cosa. No tiene nada de malo ver algo hermoso. De hecho mi trabajo consiste en gran medida en la búsqueda de la belleza pero el deseo es algo mucho más profundo algo que te moviliza y en este caso yo había pasado de la contemplación al deseo sin escalas. Durante mucho tiempo había contemplado a mis dulces hijastras que se iban lentamente convirtiéndo en unas sensuales minas que por ser casi idénticas y de rasgos elegantes tenían un atractivo irresistible. El problema que se me presentaba ahora es que no podía olvidar lo que había presenciado Después de escucharla y verla así ya el delgado hilo que unía en mi mente a las adorables niñas con las despampanantes mujeres se había roto por culpa de Valeria.
La mañana siguiente fue tan tensa como estar conectado a un detector de mentiras. La noche anterior me hice el dormido así que era la primera vez que miraba a Diana después de lo que había pasado con Vale. Cuando bajé para desayunar la veo que salía en bata de la cocina
- Hola remolón, como dormiste? - me dice y me da un beso. No podía decirle que casi no dormí pensando en lo zorra que había estado su hija la noche anterior. Aparte supuestamente ya había dormido cuando ella llegó a la cama.
- Bien mi reina, tenía cansancio acumulado - me justifiqué. Mientras hablábamos miré por encima de su hombro y allí estaban las gemelas. Sentadas en las largas banquetas del desayunador. Tardo unos segundos en distinguirlas cuando están juntas pero esta vez la mirada de Valeria fue de tanta complicidad que era obvio reconocerla al instante. Estaba tomando su capuchino y al verme alejó la taza y se pasó la lengua por el labio superior de su boca. Ese gesto fue tan provocativo que me quedé paralizado sin poder hablar siquiera. No sabía si mi hijastra me estaba seduciendo o era la misma de siempre y mi calentura nublaba mi visión.
No podía ser tan verde de estar delirando así con mi esposa en el mismo cuarto. Saludé tibiamente y fui a servirme un café mientras aclaraba mi mente. Mientras la máquina iba llenando mi taza, trataba de pensar en otra cosa. Tenía que re-programar mi agenda ya que esa semana tenía una cirugía. Bajé la mirada un instante mientras le escribía a mi secretaria Ailén. Me quedé unos segundos mirando hacia abajo. El cuero negro del zapato de Tatiana que se movía inquieta dándome la espalda me distrajo. Inconscientemente empecé a levantar la mirada, subía por esa media blanca que envolvía como una funda esa pierna delicada hasta la rodilla donde esa pierna un poco bronceada por el sol de Miami, me recordaba la suavidad que había sentido en mi mano. Era exquisita. Llegué hasta su falda que se levantaba un poco por la banqueta dejando casi todo el muslo al descubierto hasta las puertas de esas nalgas preciosas.
Miré a Diana alarmado al darme cuenta de lo que estaba haciendo. Me miró casual al ver el movimiento de mi cabeza y me tiró un beso. Me sonreí nervioso. Valeria que estaba junto a su hermana se dio vuelta cuando su madre puso sus ojos en el celular, se llevó la mano en la boca y junto sus hermosos labios en forma de beso, luego sopló con su palma extendida hacia mi. Ni su madre ni su hermana se percataron del beso que me arrojó. Me guiñó un ojo y se fue a buscar su mochila. Vi esa cola parada alejarse con un andar muy gatuno. Me controlé para no llevar mi mano a la entrepierna pero sentía movimiento dentro de mi pantalón.
- Papá, apurate con ese café. Ya nos tenemos que ir - me dijo Tatiana que con esa sonrisa fresca y dulce.
Yo seguía impactado por el comportamiento de su hermana.
- Alejandro las va a llevar. Yo tengo que organizar unos temas así que salgo más tarde - le respondí. Dio un saltito de la banqueta, me dio un beso en la mejilla y otro a Diana previo a salir detrás de su hermana. Por unas horas iba a estar lejos de la tentación lo que me daba un poco de tranquilidad. Miré por la ventana como el auto se alejaba con las sensuales rubias pero la calentura no cesaba.
Me fui a donde estaba Diana. Yo se que halagar sus pechos en este relato puede sonar egocéntrico ya que fui yo quien se los operó pero la verdad es que mi mujer es en todo una dama sensual dueña de una belleza única. Innegablemente si mis hijastras son tan sensuales es por ella. Era una MILF de manual para quien la viera, con esa melena rubia hasta los hombros, sus pechos voluptuosos y sus caderas grandes que redondeaban una cola trabajada en el gimnasio con tanto éxito que era tan firme como si la hubiera retocado en mi quirófano. La calentura que tenía me llevó a tomarla de los pechos y empezar a besarla de atrás
- Por qué no aprovechamos antes de que me vaya para pasarla bien mi reina? - le dije al oído
- Mi amor, esto era lo que tenías que organizar acá? - me dijo con una sonrisa mientras acariciaba mi cuello y devolvía mi beso con uno en la boca. Apreté esos grandes pechos y sentí su suspiro. Mi verga iba tomando volumen. La levanté de la cintura y envolvió mi cintura con sus piernas mientras yo agarraba esa cola redonda y carnosa por debajo de su bata. Abrió las finas capas de la bata y traía un camisón tan corto como el de sus hijas. Eso me calentó mucho. Agarrada como la tenía la llevé contra la pared y sentí como metía sus manos entre sus piernas y mi cuerpo desabrochando mi pantalón.
- Si! Mi amor! - le dije al sentir su mano sacando mi verga erecta del boxer. Ella me respondió con gemidos mientras besaba mi cuello. Lamí mis dedos y los pasé entre sus muslos mientras movía su tanga. No perdí el tiempo. La calentura acumulada me tenía mal. Se la metí tan fuerte que dio un grito. La besé para que no nos escuche ningún empleado. Afirmado de su cola empecé a cogerla con toda la pasión. Sus gemidos en mi oído me estimulaban y el movimiento se hacía más rápido.
- Dale amor! Así me gusta! - me decía arrastrada por la calentura. Abusando de esa excitación le dije
- Quiero esa boca bebé - Apoyó sus pies en el piso y se agachó sin dudar. Envolvió mi inflamada verga con sus labios carnosos y me comenzó a dar una mamada tan intensa que me recordó las primeras que me daba. No pude controlarme más y puse mis dos manos en su nuca hundiéndola hasta su garganta.
Cerré los ojos por el placer que me daba mi excitada esposa y la imagen de Valeria despeinada limpiándose la boca con los dedos la noche anterior cruzó como un flash por mi memoria. Mi falo se llenó y empecé a largar un abundante chorro caliente en la boca de mi mujer que tuvo el instinto de soltarse pero yo presioné con fuerza hasta que salió toda la leche que tenía para dar. Di un gemido fuerte y aflojé.
Diana abrió la boca y parte de mi semen se derramó por su cara. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro para mi tranquilidad. Me di cuenta que mi atrevimiento no había sido mal tomado. Se que a mi mujer no le hace ninguna gracia que le acabe en la boca, pero hacía rato que no teníamos un arranque como el de esa mañana.
Le besé la frente mientras se limpiaba con una servilleta y se iba a bañar. Por la hora ya estaría por terminar de hacer las camas la empleada y bajaría en pocos minutos. Así que se retiró rápido camino a la ducha. Me acomodé un poco la ropa y me peiné en el baño de abajo para salir al trabajo con una sonrisa de oreja a oreja. Como el chófer no había regresado aún me fumé un cigarrillo afuera. Me perseguí un poco al repasar lo ocurrido. Había acabado por la excelente mamada de mi amada esposa o había sido por el recuerdo de su traviesa hija después de ser cogida? El Auto llegó y me subí apurado.
- Todo en orden jefe? - me preguntó el chofer, que recordaba mi preocupación por la noche.
- Complicado - respondí sin entrar en detalles. No volvió a repreguntar. Mantuvo la vista al frente hasta llegar. Durante la jornada en el consultorio bajé un cambio y llegué a relajarme incluso.
Cuando salí, el auto de vidrios polarizados me esperaba en la puerta. Me subí mirando el celular y cuando abrí la puerta trasera encontré a las gemelas con las camisas muy desabrochadas como siempre y tres cuartos de tetas a la vista. Con unas sonrisas idénticas me dijeron al unisono
- Hola Pa! - Estaba tan metido en mis cosas que olvidé que Alejandro las busca antes de pasar por mi.
No era común que Valeria me diga Pa. Siempre me habla por mi nombre. No era casual tampoco.
- Vení con nosotras. Siempre vas adelante - Dijo Tatiana con un tono pícaro, clásico de cuando se complotaba con su hermana. Dude un poco en meterme a la boca del lobo.
- Mejor no. Vamos más cómodos así - traté de evadirlas pero la juguetona rubiecita se bajó del auto y me empujó para que suba. Una vez que me senté entró detrás de mi. Quedé en el medio de esas cuatro espectaculares tetas que por el calor estaban sudadas y brillaban como faros para mis ojos.
Pude ver como el chofer trataba de disimular una sonrisa en el espejo retrovisor y me sentí un poco incomodo. Las chicas venían con las piernas cruzadas y muy pegadas a mi. Si bien el Mercedes es más que amplio para los tres en el asiento trasero, parecía que mi inusual presencia ahí las apegaba especialmente.
El aire acondicionado estaba encendido y en el interior del auto no hacía calor pero yo sentía el sudor que caía de mi frente mientras hacía mi mejor esfuerzo por no mirar esos espectaculares escotes que se formaban en las camisas de las exuberantes colegialas.
- No tenes calor Ari? Aflojate un poco esto - me decía Vale tironeando del segundo botón de mi camisa. Las dos son increíblemente competitivas. Tal vez por eso fue que Tatiana quiso participar de la juguetona actitud de su hermana
- Si pa, mirá como venimos nosotras - agregó Tati como si hiciera falta. Mientras decía eso sacudía la solapa de su camisa y llegaba a verse el bretel negro de su sostén. No pude evitar mirar esas enormes tetas a centímetros de mi cara.
- Si ya veo jeje - dije nervioso y desabroché un botón. Valeria me dio unas palmadas en la pierna satisfecha porque obedeciera a sus caprichos. Respiré profundo. Sentía como la dureza en mi pantalón aumentaba.
Sentía sus piernas carnosas rozando las mías de ambos lados con cada curva que tomaba el auto y mi calentura no aflojaba un segundo. Cualquier hombre envidiaría mi posición en ese momento. Yo traspiraba pensando en que las gemelas no noten mi apretada erección.
Al llegar a la casa bajamos. Yo con mi portafolio y las chicas con sus mochilas. Cada una de uno de mis brazos como si yo fuera una especie de trofeo, tan apegadas como durante el viaje.
- Disculpen chicas, se olvidan eso - les señaló el conductor desde la puerta. Nos dimos vuelta y las dos corbatas estaban tiradas en el asiento.
- Yo voy - dijo Valeria y de un corto trote llegó al auto y para mi deleite se agachó estirándose sobre el asiento con una rodilla apoyada adentro y la otra pierna haciendo tierra. Esa cola quedó en pompa y en el esfuerzo por llegar al otro lado su falda tableada se levantó mostrando esa espectacular cola casi por completo. Alejandro sorprendido no pudo evitar mirar y morderse ante ese culo tan expuesto. Yo me quedé embobado viendo como se movía como hamacando esa infartante cola durante más tiempo de lo pensado.
- Ay no llegaba! - Dijo risueña con los dos corbatines en la mano al incorporarse. Por la media sonrisa que tenía en su cara supuse que no era algo casual. Tatiana se apretó de mi brazo luego del show que nos había dado su hermana y casi que me arrastró para que entrara con ella.
Almorzamos en una calma relativa. Mi mujer me contaba de la receta nueva que había preparado Santino, el cocinero. El viejo me miraba esperando mi veredicto desde la cocina. Yo estaba tan distraído que no lo noté. Diana me tocó el pie y cuando lo noté levanté mi pulgar para provocar una sonrisa en el más veterano de mis empleados. Las chicas se habían quedado en uniforme, por eso era que yo casi no levantaba la cara de mi plato humeante. Cada vez que levantaba la mirada era imposible no ver de reojo tanta piel.
Mi esposa no se si lo notó o fue por motus propio pero luego de tomar un sorbo de vino miro a sus hijas y moviendo la cabeza de un lado a otro como diciendo que no largó
- Chicas que les dije de andar tan despechugadas? - les recriminó a las gemelas.
- Ma estamos en casa no pasa nada. Hace calor - le dijo Valeria como siempre con su voz de mando
- Aparte tenemos vestidos más escotados que esto - rumoreo por lo bajo Tati, haciéndome reír
- Amor no es para tanto - trate de bajarle el tono. Las dos con esa sincronía característica miraron a su madre con una sonrisa socarrona al ver que les daba la razón.
Luego la conversación varió para mi suerte. Mi mujer me recordó que esa tarde iba a estar en la fundación. - Tenemos que organizar la donaciones con las chicas esta tarde. Me llevo el Porsche para llevar unas cositas de acá - comentó. Ella como varias señoras de nuestro circulo social participa en tareas solidarias. En parte por sus buenos corazones y en parte por el aburrimiento de amas de casa con una tropa de empleados. Para mi estaba bueno porque a ella le hacía bien. Para las gemelas era una excelente noticia ya que su madre cuando se pone controladora suele agobiarlas.
- Bueno reina. Yo me duermo una siesta y vuelvo al consultorio. Andá tranquila - le respondí mientras cruzaba cubiertos. Las gemelas terminaron de almorzar y se retiraron a su cuarto. Esas faldas pasaron por al lado de mi cara y con un auto control heroico me contuve de mirar.
Fue una calma que se retiren como me venía pasando desde que regresaron de Miami
Mi mujer se arregló y salió con unas cajas hacia la cochera. Yo subí y vi que las hermosas hermanitas estaban alistándose para dormir también. Puse el cuarto bien oscuro ya que no me gusta tener nada de luz cuando duermo. Me quité la ropa y me metí a la cama. Me quedé dormido como un bebé. La noche difícil que había tenido me pasó factura. Cuando desperté no entendía nada. Sentí que mi esposa abría la puerta del cuarto y tomé consciencia de que habrían pasado varias horas. Para mi sorpresa cerró la puerta y se metió en la cama conmigo. Sentí su cuerpo caliente pegarse al mío. Parece que mi mujer se había quedado mimosa desde el desayuno. Estaba oscuro como una cueva pero sentía sus manos acariciando mis abdominales.
Con lo estimulado que venía ese día no lo dude. Me si vuelta y empecé a acariciar su espalda hasta llegar bien abajo. Estaba con un babydoll de seda y al llegar al final agarré su cola. Sentí toda mi mano cubierta por esa nalga me hizo que apriete fuerte y en ese momento sentí una risa muy aguda que me hizo soltarla y prender el velador alarmado.
- Tatiana! Que haces acá! - le dije descolocado, hablando lo más bajo que me salió. La piba estaba hecha un infierno. La seda blanca la hacía parecer un ángel pero las curvas impresionantes no eran para nada angelicales. No podía creer que tenía a ese minon en mi cama.
- Dale Pa, no pasa nada. Es nuestro secreto - me dijo juguetona. La lujuriosa mirada sobre su hermana me había dejado en posición adelantada y Tati en esa competición permanente que tienen quiso ganarle de mano a Valeria al parecer.
- Estás confundida corazón - la frené con la voz entrecortada por la calentura que me despertaba.
- Yo creo que no - me dijo acariciando mi verga bajo las cobijas. Apreté su mano para detenerla
- Shhh - me dijo poniendo sus labios en piquito muy cerca de mi cara. Su mano entró en mi boxer. Sentí esa manito suave, de largas y cuidadas uñas que empezaba un sube y baja a lo largo del tronco.
El movimiento era lento como probándome. Notó que lejos de resistirme fui apoyando mi cabeza en la almohada para disfrutar de la habilidosa mano de mi sensual hijastra. Tati entendió que había ganado el tira y afloje así que sonrió como la consentida que es. Apagué el velador tal vez por la culpa pero para ella fue una señal. Sentí que se acomodaba y volvía a taparse con las cobijas. Empezó a darme besos muy calientes con sus labios y su lengua al rededor de mi torso. Yo rendido al placer acariciaba su cabello largo y rizado Sentía que su lengua iba dibujando un camino descendente que ya había cruzado por mi ombligo. Me imaginé lo que se venía y no me equivocaba. Esa lengua inquieta llegó hasta mi verga. La levantó con sus manos y empezó a recorrerla del lado de abajo lentamente.
Era un placer único. Con el morbo a flor de piel esperé que llegue hasta la punta y cuando la sentí jugando con esa indomable lengua puse mi mano en su nuca
- Si mi bebota! - le dije caliente como nunca en mi vida y sentí como la envolvía con sus deliciosos labios. No pude domar la excitación y empujé su cabeza. Escuché que respondió con una especie de gemido que duplicó mi calentura. Empujé con las dos manos y se la metí hasta la garganta. Escuché como la nena se ahogaba con la boca llena de carne. La dejé hacer y esa boca era todo lo que se podía esperar para un pete. Esos labios y esa succión intensa eran la gloria. Sentía que chupaba como una profesional. Siempre la vi como la más inocente pero era un lobo con piel de cordero. Por la habilidad con la que exprimía mi verga no era la primera vez que hacía uno de estos trabajitos.
La liberó y empezó a chupar con la misma intensidad mis testículos. Su mano seguía recorriendo mi falo mojado. Bajé sus breteles y ella riendo se movió para que caigan abrí mis piernas y la traviesa muchacha se acomodó entre mis piernas y yo que ya me había inclinado empecé a amasar esas impresionantes tetas con las dos manos mientras se divertía lamiendo mi verga. Estoy acostumbrado a ver y tantear pechos por mi profesión pero esas tetas naturales y firmes que llenaban por completo mis manos eran la gloria. Los pezones duros y suaves me ponían como loco. Consciente de que estaba llegando al límite volvió a devorarla con esa boca insaciable y retomó la mamada con una velocidad e intensidad que pedían leche a gritos.
Yo no pude con el morbo y prendí la luz. Tiré al demonio las cobijas para ver esa carita y cuando la vi traspirada y despeinada con mi verga en su boca morí de placer. Esos ojos celestes medio encandilados se cerraron y se entreabrieron de a poco fijándose en mi cara como para ver cada gesto de placer. Esa actitud tan de puta me pudo y estallé en su boca. La consentida pendeja no detuvo su marcha para nada y mis acabadas continuaron hasta que ya no pude más. Entonces mi sensual hijastra se la quitó de la boca y me mostró todo lo que había recibido mientras movía el espeso liquido con su lengua.
- Que puta hermosa - solté envalentonado por lo sumisa que estaba la nena. Ella se sonrió y tragó como si estuviera tomando su bebida preferida. Se levantó, se acomodó la ropa y me hizo seña de silencio formando una cruz con su dedo indice y sus brillantes labios. Se rió con picardía y se fue en puntas de pie.
Mi telefono vibraba en la mesita de noche. Recuperé un poco la compostura y le dije a Aimé que estaba en camino. Me quedé unos segundos recuperando el aliento y pensando en lo que acababa de hacer y me levanté con una sonrisa de felicidad total...
La belleza y contemplarla es una cosa. No tiene nada de malo ver algo hermoso. De hecho mi trabajo consiste en gran medida en la búsqueda de la belleza pero el deseo es algo mucho más profundo algo que te moviliza y en este caso yo había pasado de la contemplación al deseo sin escalas. Durante mucho tiempo había contemplado a mis dulces hijastras que se iban lentamente convirtiéndo en unas sensuales minas que por ser casi idénticas y de rasgos elegantes tenían un atractivo irresistible. El problema que se me presentaba ahora es que no podía olvidar lo que había presenciado Después de escucharla y verla así ya el delgado hilo que unía en mi mente a las adorables niñas con las despampanantes mujeres se había roto por culpa de Valeria.
La mañana siguiente fue tan tensa como estar conectado a un detector de mentiras. La noche anterior me hice el dormido así que era la primera vez que miraba a Diana después de lo que había pasado con Vale. Cuando bajé para desayunar la veo que salía en bata de la cocina
- Hola remolón, como dormiste? - me dice y me da un beso. No podía decirle que casi no dormí pensando en lo zorra que había estado su hija la noche anterior. Aparte supuestamente ya había dormido cuando ella llegó a la cama.
- Bien mi reina, tenía cansancio acumulado - me justifiqué. Mientras hablábamos miré por encima de su hombro y allí estaban las gemelas. Sentadas en las largas banquetas del desayunador. Tardo unos segundos en distinguirlas cuando están juntas pero esta vez la mirada de Valeria fue de tanta complicidad que era obvio reconocerla al instante. Estaba tomando su capuchino y al verme alejó la taza y se pasó la lengua por el labio superior de su boca. Ese gesto fue tan provocativo que me quedé paralizado sin poder hablar siquiera. No sabía si mi hijastra me estaba seduciendo o era la misma de siempre y mi calentura nublaba mi visión.
No podía ser tan verde de estar delirando así con mi esposa en el mismo cuarto. Saludé tibiamente y fui a servirme un café mientras aclaraba mi mente. Mientras la máquina iba llenando mi taza, trataba de pensar en otra cosa. Tenía que re-programar mi agenda ya que esa semana tenía una cirugía. Bajé la mirada un instante mientras le escribía a mi secretaria Ailén. Me quedé unos segundos mirando hacia abajo. El cuero negro del zapato de Tatiana que se movía inquieta dándome la espalda me distrajo. Inconscientemente empecé a levantar la mirada, subía por esa media blanca que envolvía como una funda esa pierna delicada hasta la rodilla donde esa pierna un poco bronceada por el sol de Miami, me recordaba la suavidad que había sentido en mi mano. Era exquisita. Llegué hasta su falda que se levantaba un poco por la banqueta dejando casi todo el muslo al descubierto hasta las puertas de esas nalgas preciosas.
Miré a Diana alarmado al darme cuenta de lo que estaba haciendo. Me miró casual al ver el movimiento de mi cabeza y me tiró un beso. Me sonreí nervioso. Valeria que estaba junto a su hermana se dio vuelta cuando su madre puso sus ojos en el celular, se llevó la mano en la boca y junto sus hermosos labios en forma de beso, luego sopló con su palma extendida hacia mi. Ni su madre ni su hermana se percataron del beso que me arrojó. Me guiñó un ojo y se fue a buscar su mochila. Vi esa cola parada alejarse con un andar muy gatuno. Me controlé para no llevar mi mano a la entrepierna pero sentía movimiento dentro de mi pantalón.
- Papá, apurate con ese café. Ya nos tenemos que ir - me dijo Tatiana que con esa sonrisa fresca y dulce.
Yo seguía impactado por el comportamiento de su hermana.
- Alejandro las va a llevar. Yo tengo que organizar unos temas así que salgo más tarde - le respondí. Dio un saltito de la banqueta, me dio un beso en la mejilla y otro a Diana previo a salir detrás de su hermana. Por unas horas iba a estar lejos de la tentación lo que me daba un poco de tranquilidad. Miré por la ventana como el auto se alejaba con las sensuales rubias pero la calentura no cesaba.
Me fui a donde estaba Diana. Yo se que halagar sus pechos en este relato puede sonar egocéntrico ya que fui yo quien se los operó pero la verdad es que mi mujer es en todo una dama sensual dueña de una belleza única. Innegablemente si mis hijastras son tan sensuales es por ella. Era una MILF de manual para quien la viera, con esa melena rubia hasta los hombros, sus pechos voluptuosos y sus caderas grandes que redondeaban una cola trabajada en el gimnasio con tanto éxito que era tan firme como si la hubiera retocado en mi quirófano. La calentura que tenía me llevó a tomarla de los pechos y empezar a besarla de atrás
- Por qué no aprovechamos antes de que me vaya para pasarla bien mi reina? - le dije al oído
- Mi amor, esto era lo que tenías que organizar acá? - me dijo con una sonrisa mientras acariciaba mi cuello y devolvía mi beso con uno en la boca. Apreté esos grandes pechos y sentí su suspiro. Mi verga iba tomando volumen. La levanté de la cintura y envolvió mi cintura con sus piernas mientras yo agarraba esa cola redonda y carnosa por debajo de su bata. Abrió las finas capas de la bata y traía un camisón tan corto como el de sus hijas. Eso me calentó mucho. Agarrada como la tenía la llevé contra la pared y sentí como metía sus manos entre sus piernas y mi cuerpo desabrochando mi pantalón.
- Si! Mi amor! - le dije al sentir su mano sacando mi verga erecta del boxer. Ella me respondió con gemidos mientras besaba mi cuello. Lamí mis dedos y los pasé entre sus muslos mientras movía su tanga. No perdí el tiempo. La calentura acumulada me tenía mal. Se la metí tan fuerte que dio un grito. La besé para que no nos escuche ningún empleado. Afirmado de su cola empecé a cogerla con toda la pasión. Sus gemidos en mi oído me estimulaban y el movimiento se hacía más rápido.
- Dale amor! Así me gusta! - me decía arrastrada por la calentura. Abusando de esa excitación le dije
- Quiero esa boca bebé - Apoyó sus pies en el piso y se agachó sin dudar. Envolvió mi inflamada verga con sus labios carnosos y me comenzó a dar una mamada tan intensa que me recordó las primeras que me daba. No pude controlarme más y puse mis dos manos en su nuca hundiéndola hasta su garganta.
Cerré los ojos por el placer que me daba mi excitada esposa y la imagen de Valeria despeinada limpiándose la boca con los dedos la noche anterior cruzó como un flash por mi memoria. Mi falo se llenó y empecé a largar un abundante chorro caliente en la boca de mi mujer que tuvo el instinto de soltarse pero yo presioné con fuerza hasta que salió toda la leche que tenía para dar. Di un gemido fuerte y aflojé.
Diana abrió la boca y parte de mi semen se derramó por su cara. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro para mi tranquilidad. Me di cuenta que mi atrevimiento no había sido mal tomado. Se que a mi mujer no le hace ninguna gracia que le acabe en la boca, pero hacía rato que no teníamos un arranque como el de esa mañana.
Le besé la frente mientras se limpiaba con una servilleta y se iba a bañar. Por la hora ya estaría por terminar de hacer las camas la empleada y bajaría en pocos minutos. Así que se retiró rápido camino a la ducha. Me acomodé un poco la ropa y me peiné en el baño de abajo para salir al trabajo con una sonrisa de oreja a oreja. Como el chófer no había regresado aún me fumé un cigarrillo afuera. Me perseguí un poco al repasar lo ocurrido. Había acabado por la excelente mamada de mi amada esposa o había sido por el recuerdo de su traviesa hija después de ser cogida? El Auto llegó y me subí apurado.
- Todo en orden jefe? - me preguntó el chofer, que recordaba mi preocupación por la noche.
- Complicado - respondí sin entrar en detalles. No volvió a repreguntar. Mantuvo la vista al frente hasta llegar. Durante la jornada en el consultorio bajé un cambio y llegué a relajarme incluso.
Cuando salí, el auto de vidrios polarizados me esperaba en la puerta. Me subí mirando el celular y cuando abrí la puerta trasera encontré a las gemelas con las camisas muy desabrochadas como siempre y tres cuartos de tetas a la vista. Con unas sonrisas idénticas me dijeron al unisono
- Hola Pa! - Estaba tan metido en mis cosas que olvidé que Alejandro las busca antes de pasar por mi.
No era común que Valeria me diga Pa. Siempre me habla por mi nombre. No era casual tampoco.
- Vení con nosotras. Siempre vas adelante - Dijo Tatiana con un tono pícaro, clásico de cuando se complotaba con su hermana. Dude un poco en meterme a la boca del lobo.
- Mejor no. Vamos más cómodos así - traté de evadirlas pero la juguetona rubiecita se bajó del auto y me empujó para que suba. Una vez que me senté entró detrás de mi. Quedé en el medio de esas cuatro espectaculares tetas que por el calor estaban sudadas y brillaban como faros para mis ojos.
Pude ver como el chofer trataba de disimular una sonrisa en el espejo retrovisor y me sentí un poco incomodo. Las chicas venían con las piernas cruzadas y muy pegadas a mi. Si bien el Mercedes es más que amplio para los tres en el asiento trasero, parecía que mi inusual presencia ahí las apegaba especialmente.
El aire acondicionado estaba encendido y en el interior del auto no hacía calor pero yo sentía el sudor que caía de mi frente mientras hacía mi mejor esfuerzo por no mirar esos espectaculares escotes que se formaban en las camisas de las exuberantes colegialas.
- No tenes calor Ari? Aflojate un poco esto - me decía Vale tironeando del segundo botón de mi camisa. Las dos son increíblemente competitivas. Tal vez por eso fue que Tatiana quiso participar de la juguetona actitud de su hermana
- Si pa, mirá como venimos nosotras - agregó Tati como si hiciera falta. Mientras decía eso sacudía la solapa de su camisa y llegaba a verse el bretel negro de su sostén. No pude evitar mirar esas enormes tetas a centímetros de mi cara.
- Si ya veo jeje - dije nervioso y desabroché un botón. Valeria me dio unas palmadas en la pierna satisfecha porque obedeciera a sus caprichos. Respiré profundo. Sentía como la dureza en mi pantalón aumentaba.
Sentía sus piernas carnosas rozando las mías de ambos lados con cada curva que tomaba el auto y mi calentura no aflojaba un segundo. Cualquier hombre envidiaría mi posición en ese momento. Yo traspiraba pensando en que las gemelas no noten mi apretada erección.
Al llegar a la casa bajamos. Yo con mi portafolio y las chicas con sus mochilas. Cada una de uno de mis brazos como si yo fuera una especie de trofeo, tan apegadas como durante el viaje.
- Disculpen chicas, se olvidan eso - les señaló el conductor desde la puerta. Nos dimos vuelta y las dos corbatas estaban tiradas en el asiento.
- Yo voy - dijo Valeria y de un corto trote llegó al auto y para mi deleite se agachó estirándose sobre el asiento con una rodilla apoyada adentro y la otra pierna haciendo tierra. Esa cola quedó en pompa y en el esfuerzo por llegar al otro lado su falda tableada se levantó mostrando esa espectacular cola casi por completo. Alejandro sorprendido no pudo evitar mirar y morderse ante ese culo tan expuesto. Yo me quedé embobado viendo como se movía como hamacando esa infartante cola durante más tiempo de lo pensado.
- Ay no llegaba! - Dijo risueña con los dos corbatines en la mano al incorporarse. Por la media sonrisa que tenía en su cara supuse que no era algo casual. Tatiana se apretó de mi brazo luego del show que nos había dado su hermana y casi que me arrastró para que entrara con ella.
Almorzamos en una calma relativa. Mi mujer me contaba de la receta nueva que había preparado Santino, el cocinero. El viejo me miraba esperando mi veredicto desde la cocina. Yo estaba tan distraído que no lo noté. Diana me tocó el pie y cuando lo noté levanté mi pulgar para provocar una sonrisa en el más veterano de mis empleados. Las chicas se habían quedado en uniforme, por eso era que yo casi no levantaba la cara de mi plato humeante. Cada vez que levantaba la mirada era imposible no ver de reojo tanta piel.
Mi esposa no se si lo notó o fue por motus propio pero luego de tomar un sorbo de vino miro a sus hijas y moviendo la cabeza de un lado a otro como diciendo que no largó
- Chicas que les dije de andar tan despechugadas? - les recriminó a las gemelas.
- Ma estamos en casa no pasa nada. Hace calor - le dijo Valeria como siempre con su voz de mando
- Aparte tenemos vestidos más escotados que esto - rumoreo por lo bajo Tati, haciéndome reír
- Amor no es para tanto - trate de bajarle el tono. Las dos con esa sincronía característica miraron a su madre con una sonrisa socarrona al ver que les daba la razón.
Luego la conversación varió para mi suerte. Mi mujer me recordó que esa tarde iba a estar en la fundación. - Tenemos que organizar la donaciones con las chicas esta tarde. Me llevo el Porsche para llevar unas cositas de acá - comentó. Ella como varias señoras de nuestro circulo social participa en tareas solidarias. En parte por sus buenos corazones y en parte por el aburrimiento de amas de casa con una tropa de empleados. Para mi estaba bueno porque a ella le hacía bien. Para las gemelas era una excelente noticia ya que su madre cuando se pone controladora suele agobiarlas.
- Bueno reina. Yo me duermo una siesta y vuelvo al consultorio. Andá tranquila - le respondí mientras cruzaba cubiertos. Las gemelas terminaron de almorzar y se retiraron a su cuarto. Esas faldas pasaron por al lado de mi cara y con un auto control heroico me contuve de mirar.
Fue una calma que se retiren como me venía pasando desde que regresaron de Miami
Mi mujer se arregló y salió con unas cajas hacia la cochera. Yo subí y vi que las hermosas hermanitas estaban alistándose para dormir también. Puse el cuarto bien oscuro ya que no me gusta tener nada de luz cuando duermo. Me quité la ropa y me metí a la cama. Me quedé dormido como un bebé. La noche difícil que había tenido me pasó factura. Cuando desperté no entendía nada. Sentí que mi esposa abría la puerta del cuarto y tomé consciencia de que habrían pasado varias horas. Para mi sorpresa cerró la puerta y se metió en la cama conmigo. Sentí su cuerpo caliente pegarse al mío. Parece que mi mujer se había quedado mimosa desde el desayuno. Estaba oscuro como una cueva pero sentía sus manos acariciando mis abdominales.
Con lo estimulado que venía ese día no lo dude. Me si vuelta y empecé a acariciar su espalda hasta llegar bien abajo. Estaba con un babydoll de seda y al llegar al final agarré su cola. Sentí toda mi mano cubierta por esa nalga me hizo que apriete fuerte y en ese momento sentí una risa muy aguda que me hizo soltarla y prender el velador alarmado.
- Tatiana! Que haces acá! - le dije descolocado, hablando lo más bajo que me salió. La piba estaba hecha un infierno. La seda blanca la hacía parecer un ángel pero las curvas impresionantes no eran para nada angelicales. No podía creer que tenía a ese minon en mi cama.
- Dale Pa, no pasa nada. Es nuestro secreto - me dijo juguetona. La lujuriosa mirada sobre su hermana me había dejado en posición adelantada y Tati en esa competición permanente que tienen quiso ganarle de mano a Valeria al parecer.
- Estás confundida corazón - la frené con la voz entrecortada por la calentura que me despertaba.
- Yo creo que no - me dijo acariciando mi verga bajo las cobijas. Apreté su mano para detenerla
- Shhh - me dijo poniendo sus labios en piquito muy cerca de mi cara. Su mano entró en mi boxer. Sentí esa manito suave, de largas y cuidadas uñas que empezaba un sube y baja a lo largo del tronco.
El movimiento era lento como probándome. Notó que lejos de resistirme fui apoyando mi cabeza en la almohada para disfrutar de la habilidosa mano de mi sensual hijastra. Tati entendió que había ganado el tira y afloje así que sonrió como la consentida que es. Apagué el velador tal vez por la culpa pero para ella fue una señal. Sentí que se acomodaba y volvía a taparse con las cobijas. Empezó a darme besos muy calientes con sus labios y su lengua al rededor de mi torso. Yo rendido al placer acariciaba su cabello largo y rizado Sentía que su lengua iba dibujando un camino descendente que ya había cruzado por mi ombligo. Me imaginé lo que se venía y no me equivocaba. Esa lengua inquieta llegó hasta mi verga. La levantó con sus manos y empezó a recorrerla del lado de abajo lentamente.
Era un placer único. Con el morbo a flor de piel esperé que llegue hasta la punta y cuando la sentí jugando con esa indomable lengua puse mi mano en su nuca
- Si mi bebota! - le dije caliente como nunca en mi vida y sentí como la envolvía con sus deliciosos labios. No pude domar la excitación y empujé su cabeza. Escuché que respondió con una especie de gemido que duplicó mi calentura. Empujé con las dos manos y se la metí hasta la garganta. Escuché como la nena se ahogaba con la boca llena de carne. La dejé hacer y esa boca era todo lo que se podía esperar para un pete. Esos labios y esa succión intensa eran la gloria. Sentía que chupaba como una profesional. Siempre la vi como la más inocente pero era un lobo con piel de cordero. Por la habilidad con la que exprimía mi verga no era la primera vez que hacía uno de estos trabajitos.
La liberó y empezó a chupar con la misma intensidad mis testículos. Su mano seguía recorriendo mi falo mojado. Bajé sus breteles y ella riendo se movió para que caigan abrí mis piernas y la traviesa muchacha se acomodó entre mis piernas y yo que ya me había inclinado empecé a amasar esas impresionantes tetas con las dos manos mientras se divertía lamiendo mi verga. Estoy acostumbrado a ver y tantear pechos por mi profesión pero esas tetas naturales y firmes que llenaban por completo mis manos eran la gloria. Los pezones duros y suaves me ponían como loco. Consciente de que estaba llegando al límite volvió a devorarla con esa boca insaciable y retomó la mamada con una velocidad e intensidad que pedían leche a gritos.
Yo no pude con el morbo y prendí la luz. Tiré al demonio las cobijas para ver esa carita y cuando la vi traspirada y despeinada con mi verga en su boca morí de placer. Esos ojos celestes medio encandilados se cerraron y se entreabrieron de a poco fijándose en mi cara como para ver cada gesto de placer. Esa actitud tan de puta me pudo y estallé en su boca. La consentida pendeja no detuvo su marcha para nada y mis acabadas continuaron hasta que ya no pude más. Entonces mi sensual hijastra se la quitó de la boca y me mostró todo lo que había recibido mientras movía el espeso liquido con su lengua.
- Que puta hermosa - solté envalentonado por lo sumisa que estaba la nena. Ella se sonrió y tragó como si estuviera tomando su bebida preferida. Se levantó, se acomodó la ropa y me hizo seña de silencio formando una cruz con su dedo indice y sus brillantes labios. Se rió con picardía y se fue en puntas de pie.
Mi telefono vibraba en la mesita de noche. Recuperé un poco la compostura y le dije a Aimé que estaba en camino. Me quedé unos segundos recuperando el aliento y pensando en lo que acababa de hacer y me levanté con una sonrisa de felicidad total...
6 comentarios - Géminis II: En carne propia
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