Luego del primer encuentro con Osky pasaba más tiempo en casa de él que en la mía!
Estudiando, o jugando con mi amiga, pues siendo hija única, mientras no estaba su padre disponíamos a nuestro antojo de su casa con alto grado de intimidad. Lo que nos permitía profundizar en nuestras conversaciones y juegos sin los temores naturales a ser oídas o descubiertas. Así hablábamos de chicos y de cómo serían desnudos, cuál sería el tamaño de su pene, o nos adentrábamos en las páginas de Internet descubriéndolo. Otras veces nos veíamos desnudas frente al espejo, comparando nuestros cuerpos. Y otras nos hacíamos confidencias de que nos gustaría que nos hiciese tal o cual chico.
Su padre era un cuarentón atractivo, que me llamaba poderosamente la atención, con su pelo negro, su perfil anguloso y dos grandes ojos cafés. No podía verlo solo como el padre de mi amiga, pues su apariencia, me atraía. Y no podía dejar de mirar a hurtadillas su entrepierna cuando se sentaba en el sillón relajadamente marcando un bulto sobre el pantalón.
Llegó un momento en que se dio cuenta, pues, de vez en cuando se estiraba más sobre el asiento dejando, con simulada distracción, que el paquete fuera más destacable, y consiguiendo inevitablemente que yo dirigiese un mayor número de veces mi mirada hacia él, acción en la que como es lógico fui sorprendida en alguna ocasión, aunque trataba aparentar que era otra cosa lo que miraba, o que mi mirada había pasado accidentalmente por allí.
Las primeras veces no le dieron seguridad de que no fuese así, pero la repetición del hecho término por convencerlo de mi interés, pues comenzó un acercamiento nuevo, como era el explicarme alguna fórmula matemática, cuando nos ayudaba en el estudio, apoyando una mano sobre mi hombro. Gestos que podían parecer naturales, pero que conllevaban en su reiteración, o en su mayor intensidad en ausencia de mi amiga, un contenido y un significando diferente.
Aun no estando segura de ese significado, lo intuía y me gustaba. Así que solicitaba más que antes la ayuda escolar tratando de respirar su perfume cuando estaba cerca. De modo, que esta interpretación de demandas y gestos se fue incrementado hasta conseguir, sin decir nada, el convencimiento de ambos de un deseo oculto. Él y yo lo sabíamos.
En una ocasión en que mi amiga había salido con su madre a pasar el día, ante una visita inesperada sin poder avisarme por estar yo fuera de casa, me presenté para el cotidiano estudio diario encontrándome con su ausencia. Tras explicarme los detalles su padre, me indicó que eso no era problema, para que si yo quería, estudiase allí aun no estando ella. Pareciéndome muy bien y deseable, como si intuyese el devenir de algún excitante acontecimiento, con el nerviosismo consecuente.
Como siempre, le pregunté sobre algunas dudas en los estudios, y él se extendió en las explicaciones con todo lujo de detalles, mientas la mano que siempre ponía en mi hombro, después de un rato movía el pulgar rozándome el cuello. El contacto me puso muy nerviosa y excitada a la vez. Pero sobre todo deseaba que no cesase. Deseaba su contacto. Y como transcurrido un tiempo, su mano se había aproximado más aun rozándome con la base del pulgar, con un esfuerzo para superar los nervios, hice un gesto de aceptación al girar la cara un segundo para sentir, por un momento, mejor su caricia.
¿Sabes una cosa?- me dijo respondiendo a mi gesto mientras se sentaba a mi lado en otra silla.
¿Qué?- respondí un poco asustada-
No quiero que te ofendas… pero a pesar de la diferencia de edad, me gustas mucho.- comentó-
Un color se me iba y otro se me venía. Se me secó la boca y temblaba, sin dejar por ello de sentirme excitada y atraída.
Temí que un rechazo pudiese cortar lo que estaba pasando, así que venciendo mis temores, me atreví a decir entre dientes que a mí me ocurría lo mismo.
Ah, preciosa – me dijo mirándome a la cara mientras la sujetaba en las entre sus manos, para después darme un ligero beso en la mejilla, que repitió mientras me decía que le encantaba que así fuese-
¿Y has fantaseado conmigo?- preguntó-
Afirmé con un movimiento de cabeza temblorosa, sin atreverme hablar.
¿Y te tocaba al tenerlas? – preguntó de nuevo
Volvía a afirmar de la cabeza.
¿Así? – dijo mientras pasaba una mano en uno de mis pechos y me rozaba para hacerme sentirla pasar por el pezón a través de la ropa-
Sí. – Dije en un susurro-
Comenzó a pasar su mano de uno de mis pechos al otro, sobre la remera, con más consistencia, mientras me miraba a la cara. Eso me excitaba. Sentía la presión de sus dedos fuertes, y luego el suave pellizco que ellos me daban en los pezones produciéndome calor, y empezando a conseguir que mi concha segregara flujos que empezaron a humedecerme.
Me hablaba en voz baja, al oído, entre beso y beso en el cuello, diciéndome que cuanto le excitaba verme después de aquel primer encuentro sexual, a la vez que comenzó a pasarme la mano entre las piernas. El calor de sus labios y el roce de su mano iban incrementando mi excitación, que en ninguna manera, tenían parangón con las fantasías imaginadas hasta el momento. La realidad, unida a la novedad de la experiencia estaba creando un clima cuyo morbo era mucho más placentero de lo que yo podía suponer.
Con sus caricias no solo me excitaba, sino que iba tanteando mis respuestas, comprobando por su parte, al ser cada vez más atrevidas, mi nivel de aceptación de sus pasos. Percibiendo en mi entrega progresiva que no tenía reservas, al poco tiempo estaba pasando sus dedos por mi vagina, rodeándome el clítoris tras correr la tanga.
Me levantó de la silla a la vez que lo hacia él, y sin dejar de besarme en ningún momento, me llevó hasta el sofá donde nos sentamos y retomó sus caricias, no sin antes bajarme la minúscula tanga, a lo que yo le ayudé devolviéndole los besos y pisándolas para terminar de sacármelas de los pies.
Así él volvió a poner sus dedos entre mis labios acariciándome el clítoris y pasándome un dedo por la entrada de la vagina, buscando seguramente hasta donde podría llegar. No dijo nada, pero al comprobar que su dedo medio entraba sin ninguna dificultad en mi lubricada vagina, se dio cuenta de que podría terminar dentro de mí.
Yo estaba con los ojos cerrados, sintiendo sus dedos en mi concha y en el pezón, a punto de acabar y la respuesta a un primer contacto, como mostraban mis caderas girando en círculos al compás de sus caricias. Así que cuando se puso de rodillas entre mis piernas y me pasó la lengua, acabé entre gemidos, abriendo los muslos y aproximando levantando mi pelvis en un arqueo de mi cuerpo, para que él pudiese rematarme en unos apretados lengüetazos.
Me quedé, agradecida, semi-tumbada en el sofá con las piernas abiertas por un momento. Mientras él cambiaba de posición levantándose frente a mí, para desabrocharse el cinturón y bajarse los pantalones, descubriendo una hermosa pija que puso frente a mi cara, a la vez que preguntaba si yo estaría dispuesta a chupársela de nuevo.
La verdad es que mientras él me excitaba no dejaba de pensar en cómo o cuando podría acariciarle. De modo que me incorporé sentándome en el sofá. Rodeé con mi mano el hermoso miembro y comencé por darle unos tímidos besos. Que con la sensación de calor que emanaba, su extrema dureza, el placer que me produjo desplazarle la piel hacía atrás descubriendo su glande y el tacto en mis labios, comencé a desearle de nuevo. La puse en mi boca como imaginaba hacían los personajes fotografiados en las páginas porno de Internet, y comencé una chupada que me estaba encantando.
Después de un rato de caricias con mi lengua, en el que él me repetía, una y otra vez lo caliente que le estaba poniendo y cuanto le gustaba, apoyándolo con adelantamiento de su cadera que hacía que por momentos se le pusiese más dura. Me preguntó si le dejaría penetrarme, tras comentarme previamente que no disponía de preservativos. Contestándole yo que lo deseaba enormemente.
Caminamos juntos despacio, hasta el dormitorio, mientras yo seguía acariciando su pija y él me besaba en los labios.
Se aproximó a mí y noté como su verga rozaba mi concha unas cuantas veces, produciéndome escalofríos, para después tras buscar la entrada de mi vagina con sus dedos a colocarme la punta de su dura verga, y comenzar a empujar.
Noté como se abría camino dentro de mí en una entrada rápida y suave, mientras sus manos apoyadas en mis caderas tiraban hacia atrás de mí, ensartándome profundamente. Comenzó a apretar y aflojar sin retirarse apenas. En cada empujón notaba el endurecimiento de su falo, provocándome un incremento progresivo de placer al que yo ayudaba girando mis caderas pera intensificarlo al sentir su roce dentro.
Apenas tardé en estar al límite. Mis gemidos y el movimiento profundo de mi cuerpo apretándome contra él le avisaron de que estaba acabando, lo que acelero él, en una profundísima penetración que realizó aproximando su pelvis y tirando de mis caderas casi hasta hacerme daño, provocando el recrudecimiento de mis gemidos y sollozos.
Mi orgasmo y los profundos movimientos le llevaron a él también al clímax, noté como se tensaba apretándome más aún. Su empujón, casi me levantó en vilo por unos segundos para después notar como su pija entraba en convulsiones dentro de mí. Sus violentas contracciones y la presión incontrolada de sus manos me avisaron de que estaba gozando brutalmente.
Manteniéndose dentro de mí, hizo que nos recostásemos de lado en la cama donde nos quedamos largo rato, hasta mucho después de dejar de sentir yo la presión de su verga en mi interior.
Continuara!
Estudiando, o jugando con mi amiga, pues siendo hija única, mientras no estaba su padre disponíamos a nuestro antojo de su casa con alto grado de intimidad. Lo que nos permitía profundizar en nuestras conversaciones y juegos sin los temores naturales a ser oídas o descubiertas. Así hablábamos de chicos y de cómo serían desnudos, cuál sería el tamaño de su pene, o nos adentrábamos en las páginas de Internet descubriéndolo. Otras veces nos veíamos desnudas frente al espejo, comparando nuestros cuerpos. Y otras nos hacíamos confidencias de que nos gustaría que nos hiciese tal o cual chico.
Su padre era un cuarentón atractivo, que me llamaba poderosamente la atención, con su pelo negro, su perfil anguloso y dos grandes ojos cafés. No podía verlo solo como el padre de mi amiga, pues su apariencia, me atraía. Y no podía dejar de mirar a hurtadillas su entrepierna cuando se sentaba en el sillón relajadamente marcando un bulto sobre el pantalón.
Llegó un momento en que se dio cuenta, pues, de vez en cuando se estiraba más sobre el asiento dejando, con simulada distracción, que el paquete fuera más destacable, y consiguiendo inevitablemente que yo dirigiese un mayor número de veces mi mirada hacia él, acción en la que como es lógico fui sorprendida en alguna ocasión, aunque trataba aparentar que era otra cosa lo que miraba, o que mi mirada había pasado accidentalmente por allí.
Las primeras veces no le dieron seguridad de que no fuese así, pero la repetición del hecho término por convencerlo de mi interés, pues comenzó un acercamiento nuevo, como era el explicarme alguna fórmula matemática, cuando nos ayudaba en el estudio, apoyando una mano sobre mi hombro. Gestos que podían parecer naturales, pero que conllevaban en su reiteración, o en su mayor intensidad en ausencia de mi amiga, un contenido y un significando diferente.
Aun no estando segura de ese significado, lo intuía y me gustaba. Así que solicitaba más que antes la ayuda escolar tratando de respirar su perfume cuando estaba cerca. De modo, que esta interpretación de demandas y gestos se fue incrementado hasta conseguir, sin decir nada, el convencimiento de ambos de un deseo oculto. Él y yo lo sabíamos.
En una ocasión en que mi amiga había salido con su madre a pasar el día, ante una visita inesperada sin poder avisarme por estar yo fuera de casa, me presenté para el cotidiano estudio diario encontrándome con su ausencia. Tras explicarme los detalles su padre, me indicó que eso no era problema, para que si yo quería, estudiase allí aun no estando ella. Pareciéndome muy bien y deseable, como si intuyese el devenir de algún excitante acontecimiento, con el nerviosismo consecuente.
Como siempre, le pregunté sobre algunas dudas en los estudios, y él se extendió en las explicaciones con todo lujo de detalles, mientas la mano que siempre ponía en mi hombro, después de un rato movía el pulgar rozándome el cuello. El contacto me puso muy nerviosa y excitada a la vez. Pero sobre todo deseaba que no cesase. Deseaba su contacto. Y como transcurrido un tiempo, su mano se había aproximado más aun rozándome con la base del pulgar, con un esfuerzo para superar los nervios, hice un gesto de aceptación al girar la cara un segundo para sentir, por un momento, mejor su caricia.
¿Sabes una cosa?- me dijo respondiendo a mi gesto mientras se sentaba a mi lado en otra silla.
¿Qué?- respondí un poco asustada-
No quiero que te ofendas… pero a pesar de la diferencia de edad, me gustas mucho.- comentó-
Un color se me iba y otro se me venía. Se me secó la boca y temblaba, sin dejar por ello de sentirme excitada y atraída.
Temí que un rechazo pudiese cortar lo que estaba pasando, así que venciendo mis temores, me atreví a decir entre dientes que a mí me ocurría lo mismo.
Ah, preciosa – me dijo mirándome a la cara mientras la sujetaba en las entre sus manos, para después darme un ligero beso en la mejilla, que repitió mientras me decía que le encantaba que así fuese-
¿Y has fantaseado conmigo?- preguntó-
Afirmé con un movimiento de cabeza temblorosa, sin atreverme hablar.
¿Y te tocaba al tenerlas? – preguntó de nuevo
Volvía a afirmar de la cabeza.
¿Así? – dijo mientras pasaba una mano en uno de mis pechos y me rozaba para hacerme sentirla pasar por el pezón a través de la ropa-
Sí. – Dije en un susurro-
Comenzó a pasar su mano de uno de mis pechos al otro, sobre la remera, con más consistencia, mientras me miraba a la cara. Eso me excitaba. Sentía la presión de sus dedos fuertes, y luego el suave pellizco que ellos me daban en los pezones produciéndome calor, y empezando a conseguir que mi concha segregara flujos que empezaron a humedecerme.
Me hablaba en voz baja, al oído, entre beso y beso en el cuello, diciéndome que cuanto le excitaba verme después de aquel primer encuentro sexual, a la vez que comenzó a pasarme la mano entre las piernas. El calor de sus labios y el roce de su mano iban incrementando mi excitación, que en ninguna manera, tenían parangón con las fantasías imaginadas hasta el momento. La realidad, unida a la novedad de la experiencia estaba creando un clima cuyo morbo era mucho más placentero de lo que yo podía suponer.
Con sus caricias no solo me excitaba, sino que iba tanteando mis respuestas, comprobando por su parte, al ser cada vez más atrevidas, mi nivel de aceptación de sus pasos. Percibiendo en mi entrega progresiva que no tenía reservas, al poco tiempo estaba pasando sus dedos por mi vagina, rodeándome el clítoris tras correr la tanga.
Me levantó de la silla a la vez que lo hacia él, y sin dejar de besarme en ningún momento, me llevó hasta el sofá donde nos sentamos y retomó sus caricias, no sin antes bajarme la minúscula tanga, a lo que yo le ayudé devolviéndole los besos y pisándolas para terminar de sacármelas de los pies.
Así él volvió a poner sus dedos entre mis labios acariciándome el clítoris y pasándome un dedo por la entrada de la vagina, buscando seguramente hasta donde podría llegar. No dijo nada, pero al comprobar que su dedo medio entraba sin ninguna dificultad en mi lubricada vagina, se dio cuenta de que podría terminar dentro de mí.
Yo estaba con los ojos cerrados, sintiendo sus dedos en mi concha y en el pezón, a punto de acabar y la respuesta a un primer contacto, como mostraban mis caderas girando en círculos al compás de sus caricias. Así que cuando se puso de rodillas entre mis piernas y me pasó la lengua, acabé entre gemidos, abriendo los muslos y aproximando levantando mi pelvis en un arqueo de mi cuerpo, para que él pudiese rematarme en unos apretados lengüetazos.
Me quedé, agradecida, semi-tumbada en el sofá con las piernas abiertas por un momento. Mientras él cambiaba de posición levantándose frente a mí, para desabrocharse el cinturón y bajarse los pantalones, descubriendo una hermosa pija que puso frente a mi cara, a la vez que preguntaba si yo estaría dispuesta a chupársela de nuevo.
La verdad es que mientras él me excitaba no dejaba de pensar en cómo o cuando podría acariciarle. De modo que me incorporé sentándome en el sofá. Rodeé con mi mano el hermoso miembro y comencé por darle unos tímidos besos. Que con la sensación de calor que emanaba, su extrema dureza, el placer que me produjo desplazarle la piel hacía atrás descubriendo su glande y el tacto en mis labios, comencé a desearle de nuevo. La puse en mi boca como imaginaba hacían los personajes fotografiados en las páginas porno de Internet, y comencé una chupada que me estaba encantando.
Después de un rato de caricias con mi lengua, en el que él me repetía, una y otra vez lo caliente que le estaba poniendo y cuanto le gustaba, apoyándolo con adelantamiento de su cadera que hacía que por momentos se le pusiese más dura. Me preguntó si le dejaría penetrarme, tras comentarme previamente que no disponía de preservativos. Contestándole yo que lo deseaba enormemente.
Caminamos juntos despacio, hasta el dormitorio, mientras yo seguía acariciando su pija y él me besaba en los labios.
Se aproximó a mí y noté como su verga rozaba mi concha unas cuantas veces, produciéndome escalofríos, para después tras buscar la entrada de mi vagina con sus dedos a colocarme la punta de su dura verga, y comenzar a empujar.
Noté como se abría camino dentro de mí en una entrada rápida y suave, mientras sus manos apoyadas en mis caderas tiraban hacia atrás de mí, ensartándome profundamente. Comenzó a apretar y aflojar sin retirarse apenas. En cada empujón notaba el endurecimiento de su falo, provocándome un incremento progresivo de placer al que yo ayudaba girando mis caderas pera intensificarlo al sentir su roce dentro.
Apenas tardé en estar al límite. Mis gemidos y el movimiento profundo de mi cuerpo apretándome contra él le avisaron de que estaba acabando, lo que acelero él, en una profundísima penetración que realizó aproximando su pelvis y tirando de mis caderas casi hasta hacerme daño, provocando el recrudecimiento de mis gemidos y sollozos.
Mi orgasmo y los profundos movimientos le llevaron a él también al clímax, noté como se tensaba apretándome más aún. Su empujón, casi me levantó en vilo por unos segundos para después notar como su pija entraba en convulsiones dentro de mí. Sus violentas contracciones y la presión incontrolada de sus manos me avisaron de que estaba gozando brutalmente.
Manteniéndose dentro de mí, hizo que nos recostásemos de lado en la cama donde nos quedamos largo rato, hasta mucho después de dejar de sentir yo la presión de su verga en mi interior.
Continuara!
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