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Vacaciones con mis primos (15)

Vacaciones con mis primos
En capítulos anteriores
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14

(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)

Caminé por las calles del pueblo. A lo tonto, estaba bastante lejos de donde me alojaba con mis primos. Anduve cinco minutos, hasta que escuché que alguien me llamaba a lo lejos. Corriendo hacia mí venía mi primo Enrique. Se le veía bastante enfadado. Y lo confirmé cuando sin previo aviso, al llegar a mi lado, me dio un puñetazo en el hombro Retrocedí.

“¿¡Te has vuelto loco!?”

“¿Y TÚ? ¡TODA LA NOCHE FUERA DESPUÉS DE HABERTE IDO ASÍ!”

“¡Eso no te da derecho a…!”

“¿A QUÉ NO ME DA DERECHO? SOY EL MAYOR DE LOS CUATRO. Y DECIDES IRTE SIN DAR EXPLICACIONES, APAGAR EL TELÉFONO, Y PASAR LA NOCHE FUERA DE CASA. PODRÍAS HABERTE MATADO, O TE PODRÍAN HABER HECHO ALGO”

“Estás montando una escena…”, dije, consciente de que había personas en la calle que se habían detenido para mirarnos, y otros nos observaban desde sus ventanas.

“¡Oh, y eso te preocupa, pedazo de gilipollas! ¿Tú sabes la noche que hemos pasado?”

“Necesitaba pensar”.

“¡Oooooh, que el señorito quería pensar! ¡¿Pensar en quién, imbécil?! ¿Pensaste en Rocío? ¿Pensaste en mi hermana? ¡Han estado toda la noche en vela preocupadas por ti!”

“No era eso lo que quería…”

No era eso lo que quería”, repitió mi primo, burlándose de mi pobre excusa. “Ya estás volviendo a casa a hablar con ellas, que te hundo la cabeza”.

Me encaminé hacia la casa con mi primo detrás. Estoy segurísimo de que intentaba fulminarme con la mirada, pero al no detectar calor en la nuca, supe que no había desarrollado poderes para asesinarme con un láser. Cuando llegamos a nuestra calle, él se detuvo.

“¿No vienes?”

“No, voy a ver a Irene. Le dije que me acercaría después de haber dado caza a un imbécil”.

“Gracias por el piropo. Que usted lo folle bien”, respondí y abrí la puerta de casa.

Apenas cerré, dos figuras aparecieron y me vi envuelto en muchos brazos. Sentí lágrimas sobre mis hombros antes de atinar a distinguir las cabelleras roja y morena de Rocío y Yolanda. Pude fijarme en sus caras. Me sentí fatal por ellas. Tenían ojeras, señal de la falta de sueño. Sorprendentemente iban vestidas de calle, lo que me hizo pensar que tal vez habían salido de noche a buscarme.

“Primo… estás bien…” gimoteó Rocío.

“Lo siento, lo siento…. No te vuelvas a ir así”, dijo Yoli.

“Chicas, soy yo el que lo siente… no debí haberme ido así”.

Con cierto esfuerzo conseguí que al menos fueramos al dormitorio. Allí logré que se sentaran, y me ocupé de limpiarlas. Les quité las lágrimas con mucho cuidado, y les ofrecí sendos pañuelos para que se sonasen. Me parecieron tan delicadas en ese momento. Realmente podía ver sus sentimientos en aquella situación. Aquello las había herido. Y había que acabar con eso.

“Ayer me di cuenta… de que tenías razón… desde el principio”, balbuceó Rocío, intentando contener el llanto. “Cuando vi la reacción de Alicia”.

“Esto estaba mal. Pero no te escuchamos”, continuó Yolanda.

“Entendemos que esto tiene que acabar, pero…”, Rocío volvió a lagrimear.

“No nos des de lado… cualquier cosa menos eso…”, Yolanda tampoco podía evitar llorar de nuevo. “No te alejes. Podemos soportar que estés con cualquiera, pero no que te vayas de nuestro lado. Por favor”

“Eso no va a poder ser”, dije.

Su llanto se paralizó. Se quedaron heladas. Y ahí aproveché mi momento para hablar.

“No puede ser porque yo no he tenido razón nunca. Ni cuando quise negarme a hacer esto con vosotras, ni cuando me fui ayer así. Estaba muy confundido cuando me largué, pero ahora tengo las cosas claras. Os quiero. Y no hay nada que pueda cambiar eso. Por muchas Alicias que aparezcan, lo que siento por vosotras no lo he sentido por nadie antes”.

Mis primas parecían no entender que les dijera eso. Obviamente se esperaban todo lo contrario.

“Pero sí que os equivocasteis en algo. Lo de ocultarnos, eso ha sido la mayor mierda de todo esto, lo que ha podido hundirlo. No tengo miedo. Ya no. Y si seguimos juntos, quiero que lo podamos hacer público.”

“... Estás loco”, dijo Yolanda, pero no pudo disimular una sonrisa.

“Es posible, pero me da igual. Os quiero. Os quiero mucho. Y no voy a permitir que lo que una rubia piense… O lo que los demás puedan pensar. Os amo”.

Y me lancé a por ellas. Estaban sentadas una junto a la otra, así que pude hacerlas caer sobre el colchón fácilmente. No se opusieron. Estando sobre ellas, me agaché para besar ligeramente los labios de Yolanda. Hice lo mismo con Rocío. Y empecé a alternarme entre una y otra. Noté el sabor salado de las lágrimas que habían echado, pero me daba igual.

“Dime que esto no es un sueño… por favor”, pidió Rocío.

“No lo es”.

“¿Y qué haremos si la gente…?”, preguntó Yolanda.

“Que le den por culo a la gente”.

Nos quedamos un rato largo sin decir nada, simplemente disfrutando de nuestra compañía mutua. Entonces me acordé de que tenía algo que confesar todavía.

“Por cierto, chicas… anoche estuve en casa de Ainhoa”.

“¿Ah, sí? ¿Y te intentó violar de nuevo o fue voluntario esta vez?”, quiso saber Rocío. No había maldad en sus palabras, simplemente se preocupaba por mi.

“Fue voluntario.”

“Perrilla afortunada…”, dijo Yolanda en voz alta.

“¿No os enfadais?”

“Tenemos un novio guapo deseado por muchas chicas, y no eres de piedra. Además, ni que fueras el único que lo ha hecho con otras…”, siguió Yolanda.

“Ya, pero bueno, como ya lo había hecho con Alicia…”

“Ni que esto fuera una competición”, rio Rocío. “No te preocupes por lo que hiciste anoche. Más bien por lo que vamos a hacer por la mañana”.

En ese momento Yolanda se levantó y fue hacia la puerta de la calle. Echó la llave y puso el pestillo. Nadie podía entrar e interrumpir.

“No quiero que nadie nos moleste”, comentó con total naturalidad, mientras se iba despojando de la ropa. Vi cómo su camiseta dejaba paso a su sujetador, su pantalón corto caía desvelando sus braguitas, pero pronto ni siquiera la ropa interior la cubría. Miré a Rocío, y ella había aprovechado para desnudarse también.

“Si realmente vamos a salir en público, esto hay que celebrarlo”, comentó, y con la ayuda de la prima, me desnudaron. Yo me dejé hacer, por supuesto. Sus manos tocaban mi torso con cuidado, según me quitaban la camiseta. Me desabrocharon la bragueta con mimo, dándome un beso en el pene, aún cubierto por la ropa interior, pero seguía siendo excitante.

“¿Os apetece un baño?”, preguntó Yolanda.

Por supuesto que nos apetecía. Nos fuimos al baño. Nos costó un poco llegar, ya que Rocío insistía en caminar pegada a mi espalda, y yo no soltaba a mi prima Yoli, pero era la señal de que todo estaba bien entre nosotros. Llenamos la bañera y nos metimos en el agua tibia.

Por temas de espacio yo me senté en el medio, “atravesado”, es decir, a lo ancho de la bañera en vez de a lo largo, con las piernas sobresaliendo. Rocío se tumbó a mi izquierda, a lo largo, y Yoli a mi derecha. Pasaron las piernas con cuidado por encima de mi, de forma que yo lo tenía fácil para recorrerlas con mis manos. Yoli aprovechó lo cerca que estábamos entonces para empezar a pajearme. Lentamente, teníamos mucho día por delante.

“Esto es como un sueño”, dijo mientras su pulgar acariciaba mi glande.

“Pues es muy real”, respondí. Me eché hacia ella para darle otro beso.

“La verdad, te quedaste ayer muy mal después de que os pillaran”, asintió Rocío.

“Oh, es verdad… nos quedamos a medias ayer…”, dije. “Eso no está nada bien”, el gemido de mi prima cuando empecé a acariciar suavemente sus labios vaginales. “Rocío, ¿te importa si termino lo que ayer no pude?”, añadí, mientras fingía que no escuchaba los suspiros de Yoli.

“Mientras me dejes mirar… y luego pueda disfrutar yo también…”

Con cierta dificultad, giré, quedando de espaldas a Rocío. Ella lo tenía fácil para mirar desde donde estaba, asomada por encima de mi hombro, dejando sus firmes pechos y sus tiesos pezones tocando mi espalda, y Yoli se pudo subir sobre mis piernas. Se sentó sobre mi pene, pero no se lo metió.

“Espera… no tenemos condones a mano…”, recordó.

Mierda, era cierto. Podíamos hacer “la marcha atrás”, pero en realidad eso aumentaba el riesgo de embarazo. Pero Rocío intervino.

“Prima, tengo la píldora del día después. Podéis hacerlo así, sé que llevas tiempo deseándolo”.

“¿La has tenido todos estos días?”

“Sí, pero no te enfades conmigo, por favor. Pensé que sería mejor usarla sólo en ocasiones especiales, como hoy…”

Yoli asintió y levantó sus caderas. Levanté mi pene y volvió a bajar con cuidado. Sonrió. Estábamos unidos sin gomita de por medio. Puse las manos en sus caderas y empezamos a movernos. Hacerlo a pelo era mucho mejor, sin duda. Su coño calentito me estaba poniendo a mil.

Vamos… sin contenerte… hazla gritar de placer”, propuso Rocío en mi oreja. Y por supuesto, obedecí.

La sujeté con más firmeza y la penetré más rápidamente. Podía ver el placer en su rostro, sus ojos cerrados se fruncían a cada golpe de placer. Veía sus dientes mordiéndose el labio inferior, sentía mi polla desplazandose dentro de su vagina provocándome mucho placer. Noté a Rocío detrás dándome unos ligeros pero estimulantes besos en el cuello.

“Me corro… me corro…”, gimoteó Rocío.

“Yo… también… me corro”

“Juntos… juntos…”

Lo conseguimos. Eyaculé un buen chorro de semen dentro de su chocho mientras ella me indicaba por un agudo gemido que había tenido su orgasmo. Me detuve y nos detuvimos a descansar. Yoli no se levantó. Se quedó apoyada sobre mi, aún ensartada con mi falo.

“¿Te ha gustado, Yoli?”, preguntó mi prima Rocío.

“Mucho… no me extraña que te guste hacerlo así…”

“Es muy grande la diferencia, sí. Deberías ir a que te receten pastillas anticonceptivas. Sería más fácil”.

“Iré al médico en cuanto volvamos de las vacaciones”.

“Y ahora, ¿me vas a dejar que me lo tire yo?”

Yoli asintió. Sin darse mucha prisa, se levantó. Mi polla no se había bajado, ya que seguir dentro de ella me excitaba mucho. Rocío se limitó a limpiarme un poco el pene antes de ponerse de pie en la bañera, caminar con cuidado delante de mí (y al pasar su pierna por encima ofrecerme una espectacular panorámica de su coño), y ocupó el lugar donde había estado Yolanda.

“No te muevas, primo”, dijo mientras su coño engullía todo mi rabo. “Sé que estás cansado. Déjamelo a mi”.

Me guiñó el ojo y empezó a cabalgarme. La verdad, después del primer polvo del día, no me venía mal que ella tomara las riendas. Subía y bajaba con energía, como ella sabía hacerlo. De una forma muy pasional, y que sin embargo, era tierna. Esa sentida. Me quería, como yo la quería a ella. Yoli miraba desde atrás con mucho interés.

“Permíteme…”, dijo Rocío. Tomó las muñecas de Yolanda con mucha suavidad, y se las llevó a sus tetas. Una bella imagen. A Yolanda parecía no importarle, pero noté que se ensanchaba la sonrisa de Rocío con aquello. Probó a estimular sus pezones, y supe que le gustaba ya que sentí que su cuerpo se retorcía por el gusto.

“Voy a acabar…”, le avisé.

“Pues venga… acaba dentro…”, me instó.

Por supuesto no iba a ser de otra forma. Me corrí como un bendito dentro de ella, quien no se detuvo hasta que estuvo satisfecha. Ella sí liberó mi pene al acabar, y se quedaron un rato mirándolo. Sólo por aquello fue imposible que se me bajara de nuevo. La atención sobre él me ponía cachondo.

“Me da pena no tener dos penes… así podría daros placer sin tener que turnaros”, comenté.

“Oh, no es necesario dos penes para darnos placer a la vez”, dijo Rocío.

Y tenía razón. Salimos de la bañera, nos secamos, y nos volvimos a la cama. Estábamos especialmente lujuriosos, pero aún así no había nada sucio en lo que hacíamos. Era nuestra ocasión de practicar nuestro amor libremente.

Rocío se puso en cuatro, con el culo y el chocho ofrecidos hacia mi, y le indicó a Yolanda cómo ponerse: de pie, con las piernas abiertas, encima de ella. Entendí perfectamente lo que debía hacer. Estimulé un poco el coñito de Rocío antes de volver a penetrarla, y mientras la embestía, me dediqué a comerle el coño a Yolanda. Mi lengua recorría sus paredes vaginales, sus labios delicados, su clítoris estimulante, al tiempo que mi polla se deslizaba contenta dentro de Rocío, con la lubricación que suponía mi corrida de unos minutos antes.

“Por favor, sigue así… mmmm, ¡sí! Sí… ah… qué bien se siente… me encanta…”, gimoteo Yoli. “Te quiero”.

“Qué bonito, declararle tu amor mientras te come el coño”, bromeo Rocio, sin maldad, mientras me la follaba, pero aún así le di un azote en la nalga. “Yo también te quiero mucho”.

Intenté responder que yo tambien las queria, pero mi boca estaba invadida con la vagina de Rocío, así que apenas se me entendió, aunque supongo que debieron saber qué decía. Además, el hecho de intentar hablar así debió gustarle mucho a mi prima Yoli, ya que se sujetó a mi cabeza para no caerse en ese momento. Aún así fue la primera en caer derrotada sobre la cama. Rocío, sin embargo, me pidió que me detuviese, y en ese momento empezó a chupármela. Me fijé en que se estaba masturbando.

“Joder con la prima… es buenísima…”, comentó Yolanda con envidia mientras miraba su técnica. Yo me corrí en ese momento, llenando la boquita de mi prima. Ella se tensó un poco, sentí su mano moviéndose extraño. Había culminado también,

“Te enseñaré. Tenemos mucho tiempo por delante”, afirmó sonriente. ”Vas a ser una folladora de primera”.

A Yolanda pareció gustarle la idea.

“¿Y por qué me has…? Es decir, podríamos haber acabado como siempre”, le dije, ya que no entendía por qué me había hecho parar.

“Porque quiero que me des un poquito de sexo oral ahora, y no iba a pedírtelo justo después de correrte dentro”, explicó Rocio.

“Oh… gracias”, dije. Realmente no me apetecía probar el sabor de mi esperma.

“Y Yoli te la puede ir chupando mientras tanto”.

“¿Y qué pasa conmigo?”, preguntó Yoli. “Yo también necesito… un momento”.

Rocío bajó un poco la mirada. Juntó las manos. Yolanda parecía nerviosa.

“Prima… ¿me dejarás que te chupe un poquito ahí abajo?”

“¡Estás…!”, juraría que Yolanda quiso decir “loca”, pero se contuvo. Esa palabra era tabú en nuestra nueva relación. “¡No puedes hacer eso!”

“¿Ah, no? ¿Por qué?”, quiso saber Rocío, muy seria.

Pero a Yoli no pareció ocurrísele ningún argumento en contra. Finalmente, asintió.

“¿Vas a tener cuidado?”

“Siempre lo tengo. Y más contigo”.

Nos pusimos de costado sobre la cama, haciendo un círculo con nuestros cuerpos. Yo tenía delante el sexo de Rocío, húmedo, preparado para recibir mi lengua en su interior. Yolanda tenía a mano mi pene, podía sentir su respiración sobre mi glande. Y por supuesto, Rocío se estaba conteniendo las ganas de abalanzarse a por el coño de Yoli, que lo tenía totalmente ofrecido.

“Portaos bien”, fue la frase de Rocío antes de atacar en primer lugar. Y supe que Yoli iba a gozarlo mucho cuando la escuché gemir de un modo muy erótico antes de poder engullir mi polla. Yo, desde mi posición, me pude quedar unos segundos contemplando la escena: una de esas diosas que eran mis primas le estaba comiendo el coño a la otra. Yo eso lo había soñado.

Me centré de nuevo en el sabor de los juguitos de Rocío. Me encantaban. Era un sabor que difícilmente podría explicar con palabras, pero me gustaba recorrerlo con mi lengua. Tengo que decir que no soy enemigo del pelo en la entrepierna, pero que ella lo tuviera depilado, incluso sin ser completo, facilitaba mucho el recorrido de mi lengua por su cavidad vaginal. Localicé su clítoris y me dediqué a estimularlo durante lo que me pareció un minuto entero, antes de darle otro minuto de relax y luego volví a atacar.

Al mismo tiempo, notaba que Yoli estaba teniendo algun problemita para chupármela. La posición para ella no era la más cómoda, pero sé que se debía al placer que estaba recibiendo de Rocío. Ella había follado más que nosotros, también con mujeres, y parecía conocer perfectamente cómo hacerle el cunnilingus.

Y aún así, conseguí que fuera ella quien culminase primero. Rocío se detuvo un momento para disfrutar de su orgasmo, antes de dejar libre mi cabeza y seguir devorando el chocho de Yoli. Aproveché para acercarme a ver cómo se lo comía.

Espero que a mí me puedas enseñar a hacer esto”, le dije. Ella asintió, y me enseñó un poco cómo podía mejorar, y en ese momento eyaculé en la boquita de Yoli. Sentí que sus labios no dejaban mi polla hasta que eyaculé por completo. Me aparté para dejarla respirar cuando terminé, de forma que ella se pudo poner bocarriba y Rocío remató su trabajo de comerle el coño.

Rocío se tumbó al lado de Yolanda. Jugueteó con su cabello moreno. La mano de Yoli se enredó a su vez en los rojos cabellos de Rocío.

“¿Te ha gustado?”

“Muchisimo… no te ofendas, primo, pero ella… es una profesional…”

“No me ofendo”, respondí.

“Si otro día te apetece repetir, puedo hacerlo de nuevo. No necesito que me lo hagas tú”, prometió Rocío. “Me basta con que me dejes jugar”.

“Gracias”, susurró Yoli. “¿Te apetece que nos besemos?”, propuso.

Sobra decir que Rocío estaba como loca por aquello, asi que le faltó tiempo para subirse sobre el cuerpo de Yoli, esta vez más relajada, y empezaron un ligero beso. Sentí un escalofrío sobre mi pene empalmado, y resultó ser la mano de Rocío, que me estaba masturbando. Era muy erótico verlas así.

“¿Le dejamos correrse sobre nosotras?”, propuso Yoli, en una pequeña pausa del beso.

“Claro… chica sucia”, bromeó Rocío sin maldad.

Se incorporaron para mi deleite, y separaron ligeramente sus cuerpos. Me corrí mucho sobre sus tetas y sus vientres, y remataron mi excitación limpiándose mutuamente con la lengua.

“Creo que el primo ha soñado alguna vez con vernos así”, bromeó Rocío.

“Eso está bien, le ha servido para saber que le gustamos nosotras”, añadió Yoli.

Habíamos decidido comer, ya que con la tontería nos estaba dando la tarde. No nos complicamos mucho la vida. Una ensalada y macarrones de una cacerola que habíamos guardado en la nevera. Lo llevamos al comedor, y Yoli y yo nos sentamos.

“¿Te vas a quedar de pie?”, pregunté a Rocío.

“No. Me estaba preguntando… si me puedo sentar encima de ti…”

“¿En-encima?”

Me sorprendió que me dijera que quería ir dilatando su culo. Quería sexo anal. Pero Yoli no pudo impedimentos, asi que antes de empezar, mi prima dejó caer un chorro de saliva sobre mi pene, y se sentó, amoldandose poco a poco a mi rabo. No tardó mucho en tenerlo por completo dentro.

“Me encantaría que siempre fueras mi silla…”, dejó caer.

Yo aguanté toda la comida con aquella única penetración. No hablamos mucho, pero en ese momento, las palabras sobraban ya. Habíamos dicho todo, estábamos felices, en pleno apogeo de la alegría de empezar una relacion con alguien que de verdad te gusta y a quien quieres.

Una vez terminamos, volvimos al cuarto. Separé las nalgas de Rocío. Sin duda la había dejado bien dilatada, como también comprobó Yoli. Se la metí y empecé a follarme su culito con cuidado.

“Primo… yo también quiero”, dijo Yoli en tono de niña pequeña. “¿Me lo darás?”

“Claro, mi amor… túmbate sobre Rocío”

Ella me hizo un gesto de “okay” con la mano. No dudé en que le gustaría sentir el cuarpo de Yol contra el suyo. Asi que esta se echó sobre Rocío, con las tetas sobre la espalda de mi prima pelirroja, y empecé a dilatar su sexy culito.

“Así que te gustó hacerlo por el culo, ¿eh, primita?”, soltó Rocío. “Me alegra que sea así. Se puede disfrutar mucho, si te lo hacen con cariño y cuidado”.

“Por eso me gustó que él me lo hiciera. Nos da mucho cariño y con mucho cuidado”, dijo, mientras mi dedo se iba abriendo paso dentro de su ano. Mi pene seguía follándose a Rocío con delicadeza. “Lo disfruté mucho”

No tardé mucho en tener el culo de mi prima preparado, así que hice lo que me pidieron: fui alternando. Follé durante unos minutos a Yoli, hasta que Rocío se cansó de esperar, y volví a su culo. No tardó mucho Yolanda en protestar pidiendo su parte. Yo entendía que eso era un juego, pero me esforcé aun así por satisfacer a ambas.

“Chicas, me corro…”

“Dentro de mi…”, pidio Yoli.

“No hagas caso… sabes que te quieres correr dentro de mí”, añadió Rocío.

En esos momentos yo estaba dentro del culo de Yolanda. Salí, y le di un par de acometidas al ano de Rocío. Me aparté rápidamente, y entonces me corrí. Manché sus culitos y sus chochos con mi semen.

No salimos de casa en toda la tarde. Yo aún les debía un orgasmo a cada una… y la deuda continuó cambiando hasta que llegó la noche.

Lamento informar de que esta semana he tenido poco tiempo para escribir, y de que la semana que viene tendré menos, así que no se cuándo podré publicar otro capítulo. Mientras tanto...

Sara, novia trans (continuando)
Autoexperimentando, Fantasía: cambio de rol con mi novia, Recibí ayuda de mi amiga especial, Trío con pareja amiga, Masaje con final más que feliz, A las órdenes de mi amiga trans, Polvo con mi ex… y mi novia, Vestido para mi novia (trans), Adicto a la polla trans, Cuarteto bisexual (o parecido), Fin de semana con amigos (I), Fin de semana con amigos (II), Ayudando a una amiga

La amiga de mi hija (continuando),
Se me declaró la amiga de mi hija, La elección de la amiga de mi hija, Trío prohibido, Reconciliación tabú

5 comentarios - Vacaciones con mis primos (15)

Aguss269911 +1
Cada ves mejor, espero que no te tardes mucho +10
ReckBlack +2
Cada vez me encanta más, buen trabajo, gran relato
quintcorp
Esta bueno el relato te dejo 10, para cuando el siguiente.
gonza066
Que onda ya palmo esta novela, me gustaria ver el desenlace