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Crónicas de la facultad: Un verano con Liz

Crónicas de la facultad: Un verano con Liz


El verano es raro. Hay días en esta estación en los que llueve hasta que parece que se caerá el puto cielo. Pero también hay días en los que hay un cielo azul despejado y hermoso,incluso en la ciudad. En estos días, hay un calor curioso que te invade el cuerpo. ¿Es el sol? ¿Es la humedad? No, la verdad, es que sólo estás caliente.El verano es la época perfecta para tirarte a alguien y dejarse tirar.

Eran de mis primeros semestre en la carrera. Había hecho ya varios buenos amigos. Me iba bien en general. No podía quejarme. Fue en mi primer verano en la facultad que conocí a Liz. Era una chica pequeña, morena, de cabello extremadamente largo, castaño oscuro y lacio recogido siempre en un desprolijo chongo. Era bonita, pero no más que eso. Tenía unos brillantes ojos que miraban despectivamente a todo el mundo. Tenía una linda figura, pero no exuberante. Sus caderas no eran muy prominentes y sus piernas eran delgadas. No obstante, su culo pequeño, pero redondo y definido, atraía la mirada. Así como sus tetas. La holgura de sus blusas a veces dejaba ver que sus pechos eran ligeramente más grandes de lo que aparentaban.

Teníamos amigos en común, y entre las clases nos veíamos frecuentemente. No teníamos mucho en común, ni mucha plática, pero había algo que me atraía de ella. Probablemente era su actitud cínica. Era difícil hablar bien con ella, en parte debido a que,a pesar de que lucía como una persona encantadora, pequeños atisbos de su perra interna salían a la luz. Por alguna razón eso me atrajo bastante. Comenzamos a hablar poco a poco. Unos días después, no podíamos soltarnos. Ella no dejaba de abrazarme. Yo disfrutaba el tacto con su cuerpo y sentir sus firmes tetas a través de la tela. Había días en los que me daba cuenta, con la vista y con el tacto, que sus pechos estaban libres debajo de la tela de sus blusas. Ella se limitaba a mirarme seductoramente, con una ligera sonrisa en sus labios angostos.

Llegó un momento en el que me obsesioné con las tetas de Liz. No podía dejar de pensar en las veces en las que sus pezones erectos se traslucían a través de la tela de sus camisas y se contoneaban libremente con cada paso que daban. El deseo de tocarlos,acariciarlos y apretarlos se me metía en la cabeza en los momentos más inoportunos. Mi verga dura era la señal más clara: me quería coger a Liz ese mismo verano.

No obstante, no fue nada fácil.

Ella sabía la influencia que tenía sobre mí. Había veces en las cuales se sentía tal tensión entre nosotros que era increíble que no nos hubiéramos arrancado la ropa ya.Sin embargo, había otras veces en las que me detenía de golpe, hablándome de un antiguo novio, con el cual todavía tenía contacto y algunos asuntos pendientes.Me hablaba de él con tal entusiasmo que yo no podía más que hacer que escuchar con irritación. ¿Quién la entendía? Bueno, de igual forma, era mi culpa. La deseaba tan irracionalmente que no me importaba del todo escuchar sus historias de romances pasados.

Hubo veces en las que los veía juntos en la facultad. Se veían alegres los dos juntos y yo,estúpidamente, sólo podía ver con envidia. Pero por extrañas situaciones (osea, el tipo le había sido infiel), las cosas no volvieron a funcionar como antes con ellos. Ella no me contaba nada, pero pude notar que el ex novio se había desvanecido tan rápido como había aparecido. No sabía cómo sentirme,realmente. Extrañamente, la tensión se hizo más fuerte entre los dos igual de rápido y sin aviso. Probablemente era la fórmula de su despecho con mi calentura.

Una semana después nos estábamos besando salvajemente en oscuros pasillos por primera vez. Fuimos lento, pero sabíamos que había un hambre que sólo podíamos saciar de una manera.
Nos escondíamos de la vista de nuestros amigos y de las personas en general. Al principio comenzamos con besos y caricias comunes. Sin embargo, as cosas no tardaron en calentarse.
Encontramos un lugar dentro de la facultad, por donde la mirada de los demás no pasaba muy seguido. Aunque no nos importaba mucho. Fue en ese lugar donde mis manos se introdujeron por primera debajo de su blusa, sintiendo su blanda y ardiente carne. Recorrí su abdomen ligeramente abultado y espalda con dedos ansiosos. Ella lo aceptó de buena manera. Supe en ese instante que ella deseaba más, pero no se lo di en ese instante. Pude haber acariciado sus tiernas tetas y ver cómo su rostro dulce se contraía de placer,pero no lo hice esa vez. Había que calentar más las cosas.
La siguiente vez que fuimos a nuestro lugar secreto, entre besos intensos y húmedos ella metió su mano desesperada a mi pantalón,palpando mi verga dura con ansia. Mientras mis manos dentro de su pantalón,detrás de su ropa interior, se aferraban a la carne suave y tierna de sus nalgas, pero sin ir más allá. No sabía por qué, pero quería calentarla hasta llevarla al borde de la locura.

-Tócame- me rogaba al oído con un gemido extasiado y frustrado-. Quiero sentir tus dedos dentro de mí… Hazlo…

-Todavía no- respondía yo, extrañamente complacido. Probablemente sentía satisfacción al verla derretirse así por mí después de esas ocasiones en las que me despreció por su ex. He de admitir que era ligeramente sádico y cruel, pero eso me prendía más-. Puede que después.

Pasó la semana siguiente. Seguimos con los besos húmedos y vulgares, mordiendo y chupando nuestros labios lascivamente. Mientras, mis manos se deslizaron debajo de su blusa,por su espalda desnuda y con una habilidad que no sabía que tenía, desabroché su brasier. Ella reaccionó sorprendida cuando sus deliciosas tetas fueron víctimas de la gravedad de nuevo, pero no reclamó ni se enojó. Al contrario.

“Sé que te mueres por hacerlo”, me susurró al oído con voz sensual y retadora, “Lo sé, apriétalas. Quiero sentir tus manos hasta que me duela”.

No tuve opción más que obedecer. La sensación de la carne de los pechos de Liz reafirmaba su perfección. Sus pezones se endurecieron debajo de mis palmas. Ella comenzó pujar ligeramente. Su rostro se contrajo de placer, mientras mordía su labio inferior. Sus manos, como hábiles serpientes, se deslizaron por mi pantalón. Como por arte de magia, ella extrajo mi falo. Me sentí expuesto, pero eso sólo logró excitarme más. Apreté con más fuerza las tetas de Liz. Con un gemido apagado,ella comenzó a masturbarme con las dos manos. Apreté con más fuerza. Su rostro se contrajo en una mueca de placer y dolor fusionados. Comenzó a masturbarme más rápidamente, casi con violencia. Volvimos a besarnos, mordiendo con apasionada ferocidad nuestros labios. Mis dedos pellizcaban delicadamente sus pezones. Una de mis manos liberó su presa y con ansia se introdujeron a su pantalón,y más allá, dentro de su braga. Sintiendo el suave y espeso vello de su pubis,descendí lentamente.

-¡Ah!- exclamó ella,respirando pesadamente. Tenía los ojos entreabiertos. Se quejaba. No sé si de dolor o de placer. Me lamía los labios- Ahí… sí, así…

Su vulva estaba inundada con sus néctares, así como toda su entrepierna. Estaba más que mojada. Sentí un gran placer al sentir la calidez y humedad de su vulva. Acaricié suavemente, pero sin piedad, su hinchado clítoris. Nos miramos a los ojos, retadoramente. Ella apretaba mi miembro deliciosamente. Sabíamos lo que nuestras miradas decía: el primero que se viniera, sería inferior, de alguna manera, al otro. Seguimos con el frenesí masturbatorio, retándonos con nuestras miradas entrecerradas, ebrias de excitación.

Un par de minutos después, me rodeó con los brazos,hundiendo la cabeza en mi hombro, mordiendo mi camisa, mientras contenía los gritos. Su cuerpo tembló sobre mi mano. Mis dedos terminaron mojados por los jugos de su orgasmo. Cuando sus piernas se recobraron del placer, nos volvimos a besar ferozmente, acaricié por última vez sus tetas antes de abrocharle el brasier. Ella protestó ligeramente, pero no se resistió. Se limitó a seguir jalándome la verga con pereza, como si fuera un sueño.

-Te vienes muy rico- confesé, sonriéndole con malicia.

-Estoy toda mojada por tu culpa, cabrón- exclamó entre divertida e irritada. En sus ojos se veía el deseo de venganza-. Me las vas a pagar.

 A partir de ese momento, nos volvimos adictos a ir a ese punto ciego de la facultad. Íbamos al menos una vez por semana.Pudimos haber conseguido un cuarto de hotel, o simplemente ir a la casa de Liz para coger desenfrenadamente. Pero preferíamos sólo meternos mano en público.Sentir la adrenalina correr por nuestros cuerpos al saber que podían atraparnos era lo que más nos excitaba. Sentirnos observados nos calentaba. Ella me acariciaba el mimbro a través del pantalón cuando estábamos en público. Yo hacía lo propio nalgueándola sonoramente en cualquier parte de la facultad,mientras algunos curiosos sólo se limitaban a mirar de reojo, incómodos o celosos, qué sé yo.
Dejamos de usar ropa interior la mayoría de los días. Descubrimos que ésta sólo entorpecía nuestras manos. Yo me limitaba a disfrutar cómo Liz vestía esos días sólo unos leggins negros que delineaban su culito y unas blusas holgadas que no bastaban para ocultar el bamboleo de sus tetas libres. A ella no parecía importarle la atención que atraía.

En todas las veces que fuimos a nuestro lugar secreto ella jamás logró que me viniera antes que ella. Liz recibía cada orgasmo que yo le daba con una nota amarga de derrota. Descubrí lo competitivos que podíamos llegar a ser entre los dos. Eso no hacía más que subir el tono de las cosas.
Cuando supo que no ganaría con las manos, intentó obtener la victoria a base de otras técnicas.
Estábamos de costumbre,sudando y con la ropa revuelta. Liz tenía mi miembro entre sus manos, y lo frotaba con furor. Lo gozaba, pero no me venía. Ella se dio cuenta de eso, así que sin más, soltó mi verga casi con desprecio.

-Ya vente, por favor- me pidió con voz seductora y queda, mientras me miraba con malicia a los ojos,sonriendo ligeramente. Sus manos subieron su blusa, mostrando su suave abdomen y sus perfectos pechos hinchados- Quiero tu semen en mis pechos…

Le besé la mejilla y le dije al oído:


-Pues tendrás que esforzarte más.

La sonrisa se le borró de los labios. Me miró con furia, mientras se volvía a bajar la blusa. Creí que del enfado se iría. Pero no. Se agachó frente a mí hasta quedar en cuclillas, y con brusquedad se metió mi pene a la boca. La forma tan súbita con la cual había pasado me sorprendió. Ella comenzó a mamar salvajemente. La sensación de su lengua y labios húmedos fue increíble. Cerré los ojos y sólo pude gemir levemente, embriagado por las sensaciones. Era tal el entusiasmo con el cual ella me la chupaba que de alguna manera ella había logrado metérsela hasta la garganta. Comencé a sentir el orgasmo llegar. Creí que le llenaría toda la boca con mi leche. Ella así lo deseaba y no tenía intenciones de negarme. Deseaba darle gusto por fin.

Sin embargo, las cosas cambiaron pronto. En nuestro frenesí, no habíamos escuchado las voces que se acercaban lenta, pero constantemente. Cuando nos percatamos, ya era tarde: nos atraparían. Ella sacó mi miembro de su boca con premura y se levantó,arreglándose rápidamente el cabello y limpiándose la saliva. Yo sólo pude introducir a mi “amigo” en mis pantalones de nuevo. Pero mi camisa,desabrochada por la pasión de Liz, permaneció así cuando el vigilante dobló por la esquina y nos encontró en el pasillo, sudorosos y con la ropa revuelta,nerviosos ya más que excitados.
Como era de esperarse,nos corrió del lugar, diciéndonos que si nos volvía a encontrar en cualquier parte de la facultad haciendo sea lo que sea que estuviéramos haciendo, las cosas irían mal para nosotros. Y nosotros sólo pudimos asentir, apenados.

Desde ese día,abandonamos nuestro lugar especial por varios días. Las clases se pusieron más complicadas, por lo que Liz y yo empezamos a pasar poco tiempo los dos juntos en la vida real. Cuando nos veíamos, nos dábamos cuenta que nos teníamos las mismas ganas de siempre. Pero la falta de tiempo hacía que yo rechazara las ocasiones en que ella me invitaba a su casa para terminar lo que habíamos dejado pendiente. Por su parte y por las mismas razones, ella declinaba mis invitaciones de ir a un hotel. Nos mandábamos mensajes sexys y nudes para mantener nuestra calentura.

-Te extraño- y después de mandarme una foto de sus tetas perfectas, agregó-. Y ellas te extrañan…

-Tengo muchas ganas de besarte a ti y a ellas…

Le mandé una foto de mi verga endurecida

-Creo que yo también te extraño.

-No sabes cuántas ganas tengo de metérmela en la boca… y que te vengas ahí

-Mejor en tus tetas, por favor.

Ella tardó en contestar.Cuando lo hizo me había mandado otra imagen y un breve pero poderoso mensaje:

-Mejor cógeme.

Esa noche me hice varias pajas viendo la foto del culo moreno de Liz abierto, mostrando su deliciosa, inflamada y húmeda vulva.

Pasó una semana. Fue una semana muy pasada, porque hubo rondas interminables de exámenes. Estaba cansado. No obstante, por fin iba a tener un día relajado el viernes de esa semana. El jueves dormí perfectamente. Tuve un día regular. Justo cuando decidí volver a casa, recibí un mensaje de texto. Era de Liz.

“Hola. ¿Sigues en la fac? ¿Te puedo ver a las 6? Por fa”.

Lo pensé un momento. Faltaban dos horas para las seis de la tarde. No tenía ganas de esperar, pero de verdad quería verla. Fue por ello que con cierta resignación decidí esperarla fuera de su salón hasta esa hora, mientras leía un poco.

Cuando llegó la hora y la vi salir del lugar, supe que había valido la pena la espera. Ella se veía fresca, al natural, sin maquillaje. Iba con un vestido largo de algodón blanco y detalles azules, sostenido sólo por dos tirantes delgados sobre sus hombros.Iba con el largo cabello suelto al aire. Se deslizaba sensualmente hasta su cintura. No la había visto tan fresca desde hacía varias semanas. En ese momento el corazón me dio un vuelco y mi pija reaccionó, como un pedazo de hierro atraído por un imán. Cuando me vio, me sonrió. Se acercó y sin que lo esperara, me beso apasionadamente la boca. Nos besamos, sin mediar palabra,hasta que sus demás compañeros se fueran y fuéramos prácticamente los últimos en el edificio.

Después comenzamos a platicar de cómo habían estado esos días. Bromeamos sobre otras cosas. Nos pusimos al corriente. Sin embargo, mientras ella hablaba, sólo podía pensar en lo mucho que se me antojaba Liz. Ella me descubrió mirando su pequeño escote.Ella rió de buena gana, para después verme de una manera enigmática. Lujuriosa.

Volvimos a besarnos.Esta vez, con la misma locura de antes. Al poco tiempo, las cosas se calentaron. De pasar por su cabello y cuello, mis manos pasaron a la espalda baja y nalgas de la chica. Ella, por su parte, hizo lo propio, primero aferrándose a mi espalda y luego a mi verga endurecida. Nos manoseamos como antaño. Pero supe que esa vez era distinto. La deseaba demasiado.

- Necesito metértela ahora mismo- le susurré al oído.

-Sí, hazlo, por favor-contestó ella, apretando su cadera contra mi pene-. Te necesito ya, ahora…

-¿Hay alguien en tu casa?

-Sí- contestó ella, mirándome con ligera frustración-. Mi abuela está de visita y ahorita mi casa está a reventar- hizo una pausa, en la cual logró deslizar su mano en mi pantalón y acariciarme la verga. Después preguntó pícaramente-. ¿Y si vamos aun hotel?

Recordé todo lo que tuve que pagar y comprar esa semana y la respuesta fue obvia.

-No… creo que no se puede. Estoy en ceros- respondí decepcionado. Finalmente, en un intento desesperado, pregunté- ¿Y si vamos a donde siempre…?

-No, mejor ahí no- respondió Liz mordiéndose un labio de ansiedad-. ¿Y si nos vuelven a cachar ahí?

No me quedó más que admitir que bien podía ser cierto. Igual yo quedé medio tocado por lo que había pasado con el vigilante. Sin embargo, y de una manera casi providencial, los dos volteamos a la derecha y lo vimos: era un salón completamente vacío en un edificio casi vacío. Nos miramos el uno a otro, como sabiendo lo que pensaba el otro.

-Pero… ¿Y si nos cachan?- Preguntó ella, insegura.

Cinco minutos después,estábamos dentro del salón, con la puerta cerrada y cubiertos por la penumbra de la tarde. Nos besábamos loca y salvajemente de nuevo. Estábamos muy calientes por el tiempo que habíamos estado deseándonos que pareciera que queríamos comernos mutuamente. Besé hambrientamente su delicioso cuello hasta bajar a sus clavículas, y de ahí, a su pecho. Liz se sobresaltó cuando solté uno de sus tirantes y liberé una de sus frondosas tetas. Ella gruñó de placer cuando comencé a lamer su oscuro y erecto pezón. Sus gemidos llenaron el silencio cuando empecé a chupárselo delicadamente. Me acariciaba la cabeza mientras que con su otra mano liberaba su otro pecho, dejándose el torso desnudo. Disfruté de sus pechos lo más que pude, y ella me dejó ser. Una de mis manos se deslizó debajo de su vestido, encontrando su lugar hacia la entrepierna de Liz, surcando la superficie húmeda de su tanga, sintiendo su vulva, que rogaba por ser tocada. Introduje mi mano y acaricié el vello de su pubis. Mis dedos se hicieron camino hacia su abultado clítoris. Ella comenzó a temblar, mientras gemía ligeramente. Mi mano fue más allá. Dos dedos fueron suficientes para ponerla a punto de caramelo. Dejé sus voluptuosos pechos y volví a besarle el cuello y la boca salvajemente.

-Me encanta cómo gimes- le dije al oído, lamiéndole el lóbulo de la oreja.

Ella sólo jadeaba, respirando pesadamente, contoneando sus caderas al son que dictaban mis dedos. Al ritmo que ella quería. Con maestría, bajó mi cierre y sacó mi pene, el cual ya estaba más que listo. Se ensalivó la mano y comenzó a masturbarme con premura. Ambos nos quejamos en el silencio penetrante del lugar. En cierta parte, nos dejó de importar la posibilidad de que nos atraparan de nuevo. Ella hacía pausas para desabrocharme la camisa y besar mi torso desnudo. Yo, para besarle el cuello y chuparle las tetas.

Llegó un momento en el que tiró de mi miembro hacia ella, hizo que quitara mi mano e hizo que mi verga comenzara ya frotar su carne íntima, rogando más que insinuando. Sentí su calidez y su humedad. Éramos como dos perros en celo.

-Ya métela… -exclamó en un susurró Liz. Tenía los ojos entrecerrados, sintiendo como mi falo le rozaba el clítoris. Comenzó a jalarme más hacia ella. Tanto que empecé a sentir como mi miembro se deslizaba deliciosamente dentro de su ser.

-Espera- ordené casi sin voluntad, recobrando la razón por un momento- deja que me ponga el condón…

-No ya, así- me ordenó, jalándome hacía ella ansiosamente-. ¡Cógeme ya así! Te necesito ya... Así es más rico…

No me resistí más. Ya estaba más adentro de ella que fuera. Le levanté la pierna derecha con el brazoy comencé a darle lentamente, con resignación. Ella comenzó a pujar de placer,aferrándose con sus uñas a mí espalda. Yo gruñía. Tuve que procurar no venirme dentro. Así estuvimos por cinco minutos, de los cuales, los últimos le estuve dando con un desenfreno y fuerza tal que su pequeño cuerpo cimbraba con mis embestidas. Pero ella sólo pujaba de placer. Cuando estuve a punto de llegar al punto de no retorno, me retiré de ella.

-Espera…

Ella rió despectivamente.

-¿Ya tan rápido? Creí que valdría más la pena.

Me limité a verla con irritación. Lo peor es que me excitaba lo despreciable que podía llegar a ser con las personas.

-Quiero tirártelo en la boca, no adentro- contesté mientras sacaba un condón de mi mochila y me lo ponía.

-¿Y crees aguantar?- me miró maliciosamente.

En su boca había una sonrisa de niña malcriada, la cual borré con una mordida en sus labios. Mientras la besaba, hice que se recargara en una de las paredes. Hice que se volviera bruscamente y se agachara, mientras se sostenía con los brazos de la pared. Me agaché y le levanté la falda,descubriendo su pequeño y redondo culo enmarcado con una pequeña tanga morada,la cual bajé hasta sus rodillas. Ella no se resistió. Pude contemplarla así,doblada. Su vulva perfecta estaba más que lista, húmeda. Se me antojó tanto que terminé por hacerle un oral así. Al parecer la sorprendí, porque gritó de sorpresa y placer. Chupé delicadamente su botón de carne mientras mis dedos se introducían desenfrenadamente en su coño mojado. Ella lo gozaba de sobremanera. Uno de mis dedos, húmedo con sus fluidos, comenzó a acariciar su ano.

-¿Qué haces? No, espera- exclamó ella entre gemidos.

Sin embargo, después de un rato, se relajó. Metí mi dedo. Ella sólo pujó de incomodidad, pero no se resistió. Pasados un par de minutos, ella estaba de nuevo jadeando de placer, mientras mis dedos la invadían por ambos frentes.

Súbitamente me detuve.Me levanté y me bajé los pantalones hasta las rodillas. Mi pija pedía más, y Liz también. Me miró por sobre su hombro cuando la penetré por segunda vez. Su cara se contrajo de placer puro. Volver a sentir su apretada vagina succionando mi verga. Sin sutilezas, comencé a embestirla con fuerza. Ella pujaba de dolorosa satisfacción. Mis manos se aferraron a sus tetas, como si mi vida dependiera de ello. Ver cómo su espalda se arqueaba con cada embestida era un espectáculo demasiado erótico. Mi mano latigueó una de sus nalgas sonoramente. Liz gritó con gusto.

-Qué rico…- Jadeaba ella quejumbrosamente-. Eso, dale, cabrón… métemela toda... párteme en dos con tu verga…

Volví a nalguearla con fuerza. Ella volvió a gritar. Ya no nos importaba disimular. Estábamos entregados completamente a la lujuria del momento. De un momento a otro ella hizo que me retirara. Nuestros labios volvieron a unirse ansiosamente y ella me empujó hacia el escritorio, en el cual me recargué. Frente a mí, Liz me miró lascivamente. Ensalivó de nuevo mi verga y poniendo su pierna derecha sobre el escritorio y rodeándome con sus brazos la nuca, hizo que la volviera a penetrar. La puse en la posición correcta cargándola de las nalgas, mientras ella me montaba. La posición fue perfecta: pudimos besarnos y pude degustar de nuevo sus tetas perfectas, inflamadas por la excitación. Ella me mordía los labios, mientras trataba de aferrarse a mi cuello. Me hundía las uñas en la carne. Me mordía el cuello. Sus caderas se contoneaban rítmica y violentamente sobre mí como si quisiera romperme el falo. Y sí, por fin se estaba cumpliendo el sueño que había tenido hasta ese entonces. En ese momento creí que esa había sido la mejor cogida que había tenido. Ella gozaba con cada centímetro de mi verga. Yo me sentía al borde del orgasmo. Un orgasmo que me dejaría seco.

Pero un ruido nos interrumpió súbitamente. Mejor dicho, era una voz desagradablemente conocida:la voz del vigilante, acercándose por el pasillo fuera del salón. Cada vez más cerca.
Alertado, hice que Liz se detuviera.

-¿Qué pasa?- Preguntó nerviosa ella, pero con restos de placer aun en su rostro.

-Alguien se acerca- contesté, mientras la cargaba y la ponía de nuevo en el piso.

Casi desnudos,sudorosos y con cara de bien cogidos. La tanga de Liz reposaba en el frío piso de linóleo, junto con mi camisa. Si el tipo llegaba a abrir la puerta, estábamos muertos. La voz estaba más cerca, cada vez más cerca.

-Ven aquí. Tengo una idea- me susurró al oído Liz ansiosamente mientras me jalaba, tirando de mi verga-. ¡Y no hagas ruido!

Avanzamos rápidamente del escritorio hacia una de las esquinas más oscuras del salón, donde las ya profundas tinieblas podrían salvarnos. A medio camino, Liz se detuvo para recoger su ropa interior y mi camisa. Tropezamos con unas cuantas bancas, pero logramos llegar a tiempo. Ya en la esquina, me senté recargado contra el muro. Liz estaba sobre mí, en cuatro. Escuchamos la voz del vigilante hablar a través de la radio.

-… sí, te digo que los vi. Eran dos. Al parecer entraron…

Era obvio que hablaban de nosotros.

En el tenso silencio escuché otra voz, asombrada.

-¡Cómo es que todavía la tienes parada!- exclamó Liz en un susurro. Su carita denotaba genuina sorpresa. Su boca se contrajo en una O, mientras me quitaba el condón. Y era cierto. A pesar de estar tan nervioso y tenso, mi pene se negaba a caer. No hasta que pudiera cumplir con su fin.

No le presté mayor atención. Escuchaba los pasos del tipo fuera de la puerta.

-Déjame checar- dijo el vigilante a otra voz incorpórea en la radio.

Algo me sorprendió y me puso en alerta. Pero fue una alerta ambigua.

-¿Qué haces?- susurré ansiosamente a Liz, entre aterrado y complacido. Ella sólo se limitó a seguir mamando mi verga en la penumbra, como si no estuviéramos en esa situación o su vida dependiera de ello.

El pomo de la puerta chilló, siendo torcido para que la persona fuera pudiera entrar. Yo comencé a gemir quedamente. Traté de guardar silencio, pero me costaba trabajo. Me vendría tremendamente tarde o temprano. La maestría de Liz era capaz de eso incluso en ese momento. Incluso la sensación de su larga cabellera acariciando mi abdomen me prendía. Su lengua lamía mi glande con fruición, a la par de que la puerta de la entrada se abría, dejando entrar un haz de luz. Quise gritar.No sé si de éxtasis o de pavor. Pero no hice que Liz se retirara.

La cabeza del tipo se asomó por la entrada, volviéndose a todas partes. En ese instante Liz, en un movimiento extraño pero acertado, me metió su tanga a la boca, como ordenándome callar. Y es que pronto eyacularía, y eso era un mensaje muy claro: ahógame con tu leche, pero no vayas a gritar. Ella aceleró el ritmo, mientras el vigilante seguía decidido a encontrarnos entre las tinieblas. La chupada de Liz fue talque pude sentir la punta de mi verga en su garganta, como si estuviera dispuesta a comérsela entera.

-Qué raro…- dijo el vigilante, como sorprendido y resignado-. No hay nadie aquí, Lalo. A lo mejor ya se fueron…

Su fea cabeza salió y cerró detrás de sí la puerta del salón.

En ese momento exploté.

Tuve un orgasmo colosal. Pude sentir cómo los chorros de semen llenaban la boca de la sensual chica, quien, sorprendida, lo recibió lo mejor que pudo, pero fue demasiado para ella. Con una ligera arcada, se sacó mi verga de la boca. Sin embargo, yo seguía eyaculando. La mayoría le cayó en el cabello. Un poco terminó en su pómulo,otro tanto lo derramé en sus tetas y mi abdomen. El resto terminó en mi pantalón y en su vestido.

Aun respirando con dificultad me saqué su tanga de la boca. Ella parecía no saber qué hacer con tremendo buche de leche en su boca.

-Puedes… puedes escupirlo, no te preocupes- le dije agitado. Reí ligeramente al verla medio confundida y con las mejillas abultadas.

Ella se volvió, me miró con extraña ternura mientras sonreía aun con la boca llena de semen. Después de eso, se los tragó sin rechistar ni nada. Comenzó a reír alegremente, mientras me miraba respirar agitadamente, sudoroso y ya con la verga media muerta.

-Por fin has perdido- me dijo maliciosamente mientras un par de hilos gruesos de mi leche le escurrían por la mejilla y el mentón.

Se abalanzó para besarme tiernamente en los labios. Aunque su intención también era embarrarme parte de mi semen en la cara, para molestarme. Forcejeamos y jugamos así, tendidos por un breve rato en el piso de ese cada vez más oscuro salón. Eso sólo fue otro preludio. Terminé con ella sentada en mi cara, contoneándose al ritmo de sus orgasmos. Mi lengua no le dio descanso alguno. Ella lo agradeció gimiendo sonoramente en la oscuridad.

Después de eso (unos veinte minutos después, en lo que nos limpiamos y nos vestimos de nuevo), salimos del salón, riendo aun y bromeando, molestándonos mutuamente.

Nos fuimos de la facultad y la acompañé hasta su casa, que quedaba a una hora del complejo y a dos horas de mi casa. Pero no me importó. Al llegar, nos despedimos con un largo beso. Mientras se iba, y sutilmente, le apreté una nalga por última vez,a lo cual ella se volvió sonriendo, pintándome el dedo medio.

Estaba muy complacido. Estaba tan bien cogido que no podía pedir nada más. Como trofeo, tenía en mi bolsillo la tanga morada de Liz. Un muy buen recuerdo.

Después de una semana, nos volvimos novios. Ahí comenzamos a tener altibajos, pero no puedo negar que hubo partes que disfruté. Cogimos un par de veces más, pero no fueron tan épicas como la primera vez que lo hicimos en aquel salón. Duramos nueve meses. En el final, ella terminó engañándome con su ex novio. Terminamos mal y no voy a negar que me dolió.
Hubo veces en las que la veía en la facultad. Me costaba trabajo verla junto con ese tipo cuando llegaban a comerse a besos. Hubo veces en las que ella llegaba a verme, sólo para después morderse el labio ansiosamente y volverse, fingiendo ignorarme.

Caí en cuenta después que esa era la misma expresión que hacía ella cuando le acariciaba las tetas. Sigo sin saber qué significa, aunque ya ahora no me complico más. Lo cogido nada me lo quita.

Gracias por leer

5 comentarios - Crónicas de la facultad: Un verano con Liz

tizka_17 +1
Muy bueno! Ojalá compartas más material de esa hermosura. Saludos.
RPG2525
Muchas gracias, de verdad. Y no, jaja, lo siento. Las imágenes que puse son de otras fuentes
PedroValdez71 +1
Buenisimo de muy buena calidad todo y la redacción de primera
ve por otro
RPG2525
Muchas gracias. Y por supuesto que habrá otros más.
Shellshock31 +1
Da gusto leer un relato tan bien redactado, tomándose el tiempo para generar esa expectativa palpitante rn el lector. Espero ver más.

Saludos
RPG2525
Muchas gracias. Sí, un poco de empeño no le hace mal. y por supuesto que habrá más
dantraloco +1
Ay las urgencias de la juventud y la potencia jajajaja
Espero que antes de romper se la metieras por el culo, que se lo merecía jaajjaj
Buen post, van ocho puntos
RPG2525 +1
Muchas gracias, hombre