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El Clan de los placeres

En las lejanas tierras de Eldforth habita un clan, cuyos placeres sexuales van en un amplio abanico de prácticas lujuriosas en honor a la diosa Erina. Orgías familiares. Desfloraciones a la luz pública. Sacrificios llenos de éxtasis y la poligamia con el picante toque de incesto son sólo algunas de las excitantes situaciones que fluyen por estas personas.

Katrina acaba de convertirse en una mujer, y comienza su vida sumergiéndose en los bajos instintos de su clan. Sin embargo, enemigos del exterior buscan apoderarse de ella: los bárbaros, que son saqueadores y violadores, que viven para el placer y la depravación.

Capítulo 1

Yacía desnudo y echado sobre el lecho matrimonial. El pene erecto en toda su altura, con las variadas venas recorriéndolo desde la base hasta la cúspide coronada por una pequeña y fina abertura. Se sacudía tiernamente mientras mi madre lo estimulaba con las manos y sus dedos masajeaban el escroto. La respiración de Aiden se hizo un poco más rápida.
Vi que mamá sonreía de gusto. No me extrañaba. Ella tenía muchísima experiencia en las artes amatorias de nuestro clan. Sus tres esposos, mis tres padres, la tomaban varias veces a la semana, poseyéndola y rellenando cada uno de sus tres orificios principales. Yo lo había visto. Había visto a mamá sometida por tres de esos caballeros, con la vagina, el ano y la boca ocupada en brindarles placer a todos.
—¿Ves? Una correcta incitación puede hacer mil maravillas con un hombre. Tienes que mover la mano así, de arriba hacia abajo. Acércate para ver mejor.
Me moví hacia donde estaba ella. Mis pechos se bambolearon traviesamente.
—Tus pezones están levantándose —sonrió mamá— ¿Estás lista?
Frotándome la vagina, advertí una traviesa humedad que no estaba allí minutos antes. El vientre me bullía como si tuviera abejas corriéndome por cada órgano y la sangre martillaba en mis oídos. Le mostré mis dedos a mamá, y ella se los llevó a la boca para probarlos con exquisita expresión analítica.
—Estás lista. Siéntate.
Era una costumbre del clan que la madre supervisara la primera relación de su hija, y tenía, entre otras tareas, elegir al hombre adecuado y prepararlo para el acto.
A mí me habían concedido el honor de dejar de ser una niña. Convertirme en mujer irremediablemente llevaba a este momento. Uno que mi mamá iba a registrar en el Santo Libro de Erina, nuestra diosa de la procreación y la familia.
—Bien, adelante —asintió, remojando la pluma en el tintero y poniéndolo sobre la hoja apergaminada.
Intercambié una mirada con Aiden. Mi primo y yo habíamos crecido juntos, y teníamos la misma edad. Él también se convertiría en hombre después de que su polla me llenara por completo. La ceremonia era para los dos.

—¿No vamos a esperar a mi tío? —pregunté, mientras cruzaba una pierna al otro lado de Aiden y sus manos se posaban sobre mis caderas.
—Mi hermano dijo que vendría, pero se ha tarda…
—¡Lo siento! —exclamó tío Helm, entrando a la casa. Venía empapado por la tormenta que retumbaba afuera—. ¿Ya ha comenzado? Oh, Jenn ¿comenzaste sin mí?
—Tu hijo ya está listo, y quisiera decir lo mismo de su padre. Todavía no comenzamos, pero ya estábamos a punto.
Sacó su libro y remojó la pluma en el tintero. Ambos hermanos se pusieron uno al lado de otro, admirando con interés el momento en el que nos uniríamos.
Aiden me sonrió. Claro. Para él no iba a ser doloroso.
Coloqué su miembro justo en la entrada de mi virginal abertura. Era un miembro más largo que grueso, y estaba tan caliente que casi me quemó la mano. Les eché un último vistazo a mi mamá y a mi tío, y ambos me sonrieron, felices de que el hijo de cada quien iba a liberarse de sus ataduras infantiles mediante el ritual de ascensión.
Sin más, apoyándome en el velludo pecho de Aiden, dejé caer mi trasero sobre él. Su polla se clavó y se abrió paso a través de mi vagina con una fuerza intensa que me hizo soltar un grito de dolor. La separación de mi cuerpo me llenó de un extraño sentimiento de negación, como si me rasgara demasiado por dentro. Me brotaron lágrimas de los ojos y los apreté para impedir que siguiera llorando.
Mi primo cubrió mis pechos con sus manos y tiró de los pezones. Me incliné más hacia él para besarlo, y todavía con su miembro dentro de mí. Palpitaba como si tuviera una consciencia propia y con cada movimiento estimulaba mis nervios, remplazándolos por el placer en vez del dolor.
La lengua de Aiden se mezcló con la mía. Intercambiamos un poco de saliva dulce con nuestras lenguas. Tenía un aliento fresco y unos labios afrodisiacos que me impulsaron a querer unirme a él en más de un sentido.
—Mueve la cadera —pidió mamá, y así lo hice. Tal y como ella me había enseñado, expulsé el pene de mi cuerpo y volví a sentarme sobre él, experimentando el mismo ardiente dolor—. Hazlo más rápido. El clítoris tiene que ser estimulado correctamente.

Asentí. Mi tío quiso acercarse para limpiarme el sudor y las lágrimas, pero mamá no lo dejó. Era un momento en el que los padres no podían intervenir. Sólo se valía mirar. La próxima luna llena, podríamos organizar una orgía familiar en honor a la diosa Erina, pero no hasta entonces.
Apretando los dientes, empecé a cabalgar sobre la erecta polla de mi primo. Los jadeos escaparon de mi garganta por primera vez, como si en cada grito, mi infancia se fuera para dar paso a una mujer adulta. Eso significaba muchas cosas, y entre una de ellas, era que ya podría elegir a mi primer esposo.
Por un momento miré a Aiden, preguntándome si la matriarca del clan estaría dispuesta a permitir que nos casáramos. Éramos familiares, sí, pero demasiado cercanos como para eso. El incesto no estaba tan bien visto en términos matrimoniales, y mucho menos a la hora de procrear. Teníamos la libertad de pasarla bien con nuestras familias en una ceremonia de sudor y placer. No más allá de eso.
De pronto me di cuenta de que ya no me movía para mitigar el dolor, sino para aumentar el placer. Mi pecho daba fuertes tumbos. Las manos de mi primo se cerraron alrededor de mis nalgas y las golpeó con la palma de la mano. Mi tío observaba la escena con una lujuriosa sonrisa, como si quisiera intervenir. Le sostuve la vista un rato.
—¿Qué se siente ver a tu sobrina con tu hijo? —le pregunté.
—Excelente.
—No harás nada hasta la próxima luna llena —advirtió mamá, sabedora de que su hermano era un caballero guarro, capaz de acostarse con prácticamente cualquier hembra del clan. Mamá, por su parte, era más leal a los principios familiares— ¿Cómo te sientes?
—Bien… oh, bien, demasiado bien —reí, montando más rápido y más fuerte. Mamá movió la cabeza con un gesto afirmativo.
—Así debe ser. Ya están apuntados en el libro. Son adultos ahora. Felicidades. Hija, ya puedes elegir un esposo si lo deseas. Aiden, tú puedes participar en los combates para ganarte el derecho de ser el hombre de alguna mujer del clan.
—Gracias, tía.
El rostro de mi primo estaba rojo. Mi sudor goteaba sobre su pecho. Sus uñas se clavaban en mis nalgas. Mis senos se bamboleaban traviesos sobre su torso. Me recosté sobre él y luego, instintivamente, me hice para adelante y permití que chupara mis pezones. La succión me produjo un poco de dolor, el cual ignoré.
—Pueden cambiar de posición si lo desean —sugirió mi tío. Miré a mamá, interrogativa. Ella asintió y se levantó de su sitio. Sus nalgas hermosas y redondas se movían traviesas debajo de la minifalda de piel que llevaba. Sacó un libro del estante, y lo abrió frente a nosotros. Mi primo y yo nos tomamos un segundo, agitados, y miramos las hojas apergaminadas.
El libro estaba lleno de posiciones sexuales. Hombres entre hombres y mujeres entre mujeres. También había una sección de hombres con hombres, pero era un tabú y la homosexualidad entre caballeros no se practicaba. Sólo se permitía la interacción cuando una mujer estaba entre ellos. Las razones eran simples: dos mujeres eran símbolo de maternidad, amor y sexo. Era casi normal que tuvieran relaciones entre ellas. Entre dos machos, no estaba bien visto.
—Esta —elegí. Una gotita de sudor cayó sobre la hoja, y mamá se apresuró a limpiarla.
Me coloqué a gatas, con el culo levantado. Mi primo se apresuró a ponerse a mis espaldas. Separó mis carnes y hundió su miembro en mi apretada raja. El placer se hizo presente en un delicioso mete y saca. Mi cuerpo femenino estaba hecho para el sexo, y se amoldaba perfectamente para recibir a Aiden.

Me dio de nalgadas fuertes hasta que seguramente quedaron rojas. Luego, tirando de mi cabello llevó mi cabeza para atrás. Se estaba poniendo algo salvaje. Sus huevos chocaban con mi trasero y con cada embestida, me brotaban gritos de mi garganta. Miré por encima de mi hombro, y mientras tío observaba todo visiblemente excitado, mamá sólo contemplaba con paciencia y rostro quirúrgico la forma en la que me follaban. Sonrió un poco y volvió a su expresión. Su mirada estaba puesta en mi abertura, fieramente penetrada por aquella carne.
—Me… me vengo.
—Con confianza —dijo mi tío a su hijo—. Está en días infértiles ¿verdad, Jenn?
—Lo está. Me aseguré de eso.
—Hazlo más… rápido —le rogué a Aiden, y este me obedeció enseguida. Oía sus jadeos detrás de mí, con su glande excavando por doquier y finalmente, una emanación caliente de semen entrando a mi cuerpo. Su pene se estremeció por mi interior, haciendo que expulsara un gemido de agonía mezclado con un gozo increíble e imperturbable.
—Expulsa —dijo mamá, y oprimí los músculos para que el chorro de semen caliente me saliera por la vagina. Tío se acercó con un pañuelo para limpiarme y aprovechó para darme un pellizco en la nalga.
—Bueno —mamá nos hizo sentarnos frente a ella. El miembro de Aiden se había reducido de tamaño. Mis pezones también. Tío nos dio unos trapos con agua perfumada para enjugarnos el sudor. Hacía demasiado calor dentro de la casa—. Necesito que pongan sus firmas en los libros, donde se registra que son adultos y que aceptan sus responsabilidades.
Dejar el testimonio de lo que acabábamos de hacer era muy importante, pues confirmaba que todo era legal. Sin eso, mamá y tío serían pasados por la horca por atreverse a violar un mandamiento de Erina. Una vez terminado, nos abrazamos entre todos y disfrutamos del banquete que mamá y sus dos siervas habían preparado para la ocasión.
—¿Has sabido sobre los movimientos de los bárbaros? —quiso saber mi primo, con visible interés en ese tema. Ahora que era un hombre, podría unirse a las filas del ejército del rey y luchar por mantener nuestras tierras salvo.

—Se mueven hacia el oeste. Dicen que intentarán entrar por el mar, aunque esa zona está bien protegida.
—Nunca lo lograrán —fue la seca respuesta de mi hermana mayor, sentada en medio de sus dos esposos—. Son un montón de salvajes con el cerebro demasiado pequeño para eso.
—Aunque hay que admitir que son bastante lindos —canturreó Jeneh, la pequeña de la familia. Todavía le faltaban algunos años para que su ritual diera inicio, pero su hombre ya estaba decidido. Se trataba de Darvan, un sujeto alto y musculoso que era un guerrero retirado debido a una herida en la pierna. Tenía casi dos metros de altura, lo cual hacía que, al lado de mi hermanita, que apenas llegaba al metro y medio, formaran una pareja muy extraña.
Mamá no veía con buenos ojos a Darvan. Le intimidaba que semejante mastodonte lastimara a su hija.
—¿Te unirás a los soldados? —preguntó mi hermana mayor. Emelia tenía a sus dos maridos comiéndole el cuello, pero ella no parecía darse cuenta de eso.
—Sí. Quiero pelear y proteger al clan.
—Tranquilos —ordenó mamá, al ver cómo las manos de los esposos de Emelia le apretaban los senos—. En la mesa no se comporta así. Si quieren sexo, vayan a su casa.
—Son ellos, mamá —protestó Emelia ante el llamado de atención. Jeneh y Darvan sonrieron y se dieron de comer en la boca—. Aiden ¿es que te has vuelto loco? Es peligroso unirse a la guardia.
—¿Dices que mi hijo no es apto para eso? —replicó tío Helm, ofendido—. Sólo míralo. Es enorme.
—Darvan es más grande —añadió la pequeña Jeneh.
—Dejen de ofenderse así. En mi mesa se come tranquilamente. Mival, Jeras, aléjense del cuello de Emelia por un rato. Aiden, Helm, basta de sentirse insultados por la menor de las provocaciones. Jeneh y Darvan, si ya terminaron, pueden ir a darle de comer a los perros.
—Sí. Vamos, Darvan. Cárgame.

El enorme guerrero fácilmente subió a Jeneh sobre su espalda, y se fueron juntos del comedor. La cabeza de mi hermana casi rosaba el techo.
—En cuanto a ti, Aiden, espero que pienses muy bien lo que vas a hacer. Será necesario tenerte aquí. Escaseamos de mujeres, y cada gota de semen es importante para que nuestro clan resurja.
—Por eso podemos tener hasta tres esposos. Es el paraíso —comentó mi lujuriosa hermana mayor.
—No es sólo por placer. Es necesario. Somos mujeres. Somos procreadoras y nuestro deber es darlo todo por el clan. No podemos combatir como los hombres, pero sí podemos darles hijos, placeres y demás. ¿Entendido?
—Sí… —dijimos mi hermana y yo.
—Terminen de comer. Emelia y Katrina. Ustedes lavarán los platos. Yo iré a hablar con la Matriarca.
—Sí…
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Hola! uno de mis grandes hobbys es la fantasía, así que he decidido compartir un capítulo de algo mas... profundo para mí. Espero les guste esta historia que transcurre en un mundo diferente al que suelo escribir. Estará plagado de mucho sexo, batallas y una trama que intentaré hacerla más interesante día a día. Gracias y no olviden comentar 🙂

6 comentarios - El Clan de los placeres

mirageeeeeeeee +1
me encantó...me dejaste al palo
Hamer30
Gracias! la segunda parte ya está.
daniloco90 +1
Me encantan estas historias de tribus y clanes dan mas juego para contar historias pero me gustaria que fueran mas largas
Hamer30
Espero que así sea jaja. La segunda parte la acabo de subir. estará en mi perfil
masitasexxx +1
Excelente! A seguir esta apasionante historia
Hamer30
Gracias! en mi perfil está la segunda parte!
Jodoon765 +1
Me gusto, espero sea una saga larga!
Hamer30
Esperemos que sí jejej. visita la segunda parte
CRMena +1
Se escucha interesante, mucho ánimo y esperamos las próximas entregas. Saludos y feliz inicio de semana 🙂
Hamer30
uff, gracias por su apoyo! en mi perfil encontrarás la segunda parte