Como ya relaté, tiempo atrás, mi marido, Martín, viajante de comercio y buen hombre, con el pasar del tiempo de casados, en el sexo, se volvió muy predecible y rutinario. Hasta que descubrí que lo era conmigo y no con mi amiga Liliana – ella me contó, sin tapujos, su encuentro con él (y yo lo relaté en este mismo foro) - .
Dudé, un tiempo, en enrostrarle su asimetría: falto de bríos y sal, conmigo pero ardiente, osado y brioso con mi amiga.
La noche de mi cumpleaños, una vez que se retiraron parientes y amigos:
-¡Ufhhh Martín, me voy a duchar antes de acostarme-
-¡Buenooo, te espero!!! Salí del baño sin bombacha, querida, que te voy a dar otro regalo de cumple. –
“Esta es la mía” me dije mentalmente. Le clavé los ojos en sus ojos y:
-Confío que será la mitad de intenso del que le diste a Liliana en Mar del Plata, ¡por lo menos!!!-
No se lo esperaba. Quedó sin capacidad de réplica un largo rato.
-¡Que …. Decís? …¿Como ……?-
-Ella me lo contó y ….. bien pormenorizado.-
En pro de la brevedad de esta introducción al relato de hoy, diré que luego de hacerlo forcejear para zafar de su situación apurada, le confesé que yo también le había sido infiel.
Al final ambos aceptamos:
* nuestra parte de “culpa” en el enfriamiento de la acción en nuestra cama y
* mantener el “status quo”, esto es, no privarnos de disfrutar de eventuales futuros “entreveros” extramatrimoniales. Con discreción y reserva, entre nosotros y, por supuesto, para los demás.
Esa noche comenzamos a “recuperar” el apasionamiento en nuestra relación carnal hasta, en breve tiempo, volver a su nivel más alto.
Ni ese día, ni antes, ni después consideramos compartir experiencias simultáneas.
Esta que relato ahora, sucedió sin buscarla.
Dejé mis hijos al cuidado de mi madre, aproveché unos días de vacaciones pendientes y acompañé a Martín, en un viaje de trabajo a una ciudad fronteriza con Uruguay.
Allí conocimos, por casualidad, una pareja, Manuel y Flavia, de edad madura, que se alojaba en el mismo edificio de departamentos (de alquileres temporarios) que nosotros y entablamos una relación amistosa. Salimos, por las noches, a recorrer la ciudad, cenar y tomar unas copas.
Rondaba él los cincuenta y tantos años y ella unos pocos menos. Ambos de físicos, aspectos y trato muy agradable.
Al tercer día, ya entrados en un nivel de mayor confianza, las conversaciones incluían alusiones y chistes de sexo. Martín mechó alguna velada mención de lo que hacía conmigo y lo buena que yo era. Se ruborizaron, rieron y dijeron que ellos no llegaban hacer esas cosas.
A solas, esa noche, comentó que él se sentía muy a gusto en compañía del matrimonio e indagó que me parecía a mí. Le dije que estaba encantada.
No hizo ninguna alusión a un intercambio de parejas.
La noche siguiente, durante la cena en un restaurante junto al río y “bajadas” unas cuantas copas de vino, Martín, para mi sorpresa, calentó el ambiente soltando, como comentario, que los suponía una buena pareja para hacer una fiesta privada ya que se había fijado que Manuel me miraba mucho y a él le daba “un no sé qué” Flavia tan recatada en el tema del sexo.
Ella, en principio algo contrariada por la conversación, se vio arrastrada por el marido, que rápidamente se “prendió” en la chanza diciendo que yo le echaba más miradas que lo normal y que su mujer, a pesar de ser tan anticuada, observaba a Martín indiscretamente.
-¿Qué decís Manuel? Por favorrrr ¿Estas ebrio?-
-“In vino veritas” o en castellano “en el vino está la verdad”- replicó Martín.
Reímos, Flavia, sonrojada, incluida. Y Martín asumió que yo acompañaba su idea indecorosa y que nuestros amigos “la miraban con cariño”.
Al volver al edificio de departamentos, en la puerta del nuestro, mi marido, redobló la presión:
- ¿Ustedes ven películas porno?-
Manuel, riendo, dijo que alguna vez, pero que no ponían en práctica lo que los actores hacían en ellas.
-¡Qué lástima que aquí no trajimos ninguna!!! ¿Pero qué les parece si pasan y cerramos la noche con un cafecito o una última copa?-
Flavia asintió con un leve inclinar de la cabeza.
Una vez adentro, nos sentamos en el living. Casi enseguida Martín se llevó a Flavia a la cocina, con la excusa de preparar juntos el café – obviamente para estar a solas con ella y dejarme a mí, a solas con Manuel – Supuse que éste aprovecharía para insinuarse, en cambio se disculpó y fue a la toilette cercana y dejó la puerta levemente entreabierta.
Instantes después oí el “estruendo” de un chorro, caudaloso, cayendo en el agua del inodoro. La imagen de una “manguera” importante se me presentó en la mente. Sumada al porte varonil, a su corpulento y bien proporcionado cuerpo con un pecho peludo que asomaba a través de su camisa, a una cara masculina atractiva, a su cabello corto entrecano y a un no menos apetecible bulto en su entrepierna que se marcaba bien cuando volvió a sentarse, me hizo ponerme mojada con solo imaginármelo desnudo.
Servidas las cuatro tacitas y otras tantas copitas de licor del minibar, la conversación continuó con la tónica de toda la noche. Martin, ya lanzado comenzó a tirar dardos envenenados y a calentar el ambiente preguntando, en son de broma, aunque yo sospeché que muy en serio, que si se atrevían a divertirse de verdad.
Ambos se rieron pues el vino y las copas ya les habían hecho desinhibirse. Martín, ante su no negativa, mandó a Manuel a sentarse en el sofá conmigo y él ocupó su lugar al lado de Flavia en otro sillón.
Ella se ruborizo, más cuando su nuevo “vecino” amagó acariciarle los pechos. -¿Qué haces estás loco…? ¿delante de ellos….?-
Me pregunté si ya no se los había amasado en la cocina.
El amague se volvió manoseo concreto al entrar la mano invasora dentro de su blusa.
Manuel, a ver que ni nos miraban los de enfrente, metió una mano en mis tetas y la otra bajo mi pollera y me susurró al oído
-¡… Mmmm está ya mojadita y lista para una buena co …. mida! --.
Decidí también yo pasar la acción manoseando el paquete de mi pareja, y le respondí:
-¡…. Mmmm esto también está ya tomando forma y temple para una buena y sabrosa fiesta….!!-
Lancé una nueva mirada al sillón de enfrente.
Ella ya se dejaba tocar descaradamente - Martín la besaba con fruición - y suspiraba por las caricias en su sexo y los pellizcos de la otra mano sobre sus pezones.
-Dale, mamita, levántate que nos vamos a la habitación que, esta noche, la vamos a pasar super – le dijo en voz alta, para que escuchásemos nosotros dos, Martín.
Lo mire con descaro, mientras Manuel les dijo:
-Nosotros nos quedamos con la habitación de al lado. Que la pasen de primera. Con mi amiga, estoy seguro, que así será.-
-¡Uffff esto va ser mucho mejor sobre un colchón - dijo y, rápidamente, me agarro de un brazo, me obligó a levantarme, nos encaminamos al dormitorio, me tiro sobre cama y me abrió la blusa, desabrochó el corpiño, me saco los pechos y los mordisqueo mientras, con su mano bajo la pollera, me acaricio la concha haciéndome soltar gemidos de placer.
Al rato se incorporó de rodillas sobre el colchón, se sacó la camisa y soltó el cinturón para bajar el pantalón. Ver su vello sobre ese pecho masculino y varonil, y como empujaba un bulto enorme dentro de su slip pidiendo salir afuera, incrementó mi humedad de entrepiernas.
Me desnudó sin miramiento y pasó a lamerme la cachucha trabajando con su lengua con maestría. Me volvía loca….. era un experto y yo estaba como poseída de tanta excitación, me hizo levantar las caderas y gritar de placer. Pasó a meter dedos en mi sexo, sacarlos mojados y chuparlos con cara de depravado. No aguanté más y le regale un orgasmo descomedido y ruidoso.
En cuanto recuperé el aliento, él estaba otra vez de rodillas luciendo su enorme bulto en el slip.
- Liberá la bestia - le dije sonriendo y fijando mi mirada sobre aquel macho a la espera de que diera el paso y se desnudara.
Se rió, bajó de la cama, parado se quitó el pantalón y el slip blanco.
Quede atontada, unos segundos, al ver desplegarse y balancearse, cerca de mi cara, aquel enorme garrote que superaba en grosor y largura al de Martín (y ojo que éste está bien dotado).
“¡Y pensar yo me fui al Caribe a buscar verga grande de afro descendiente!!” me vino a la mente.
Lo manotee, lo sentí grande y duro como una piedra, golpee con él – con lascivia - mi boca y cara. Pasé a sus abultados testículos peludos, pesaban de lo lindo cuando los agarré, haciéndolo suspirar y temblar de placer, más cuando su glande comenzó a entrar en mi boca. Él resoplaba y sus pulsaciones subieron a mil por hora.
Yo tenía unas ganas locas de ser cogida por aquel semental pero no quería decírselo. No hizo falta, él lo captó o bien tenía tanta o más ganas que yo.
Me separó las piernas, se subió entre ellas, restregó la cabezota de su verga en mis labios vaginales abiertos como una flor, mirándome con insolencia, se dejó caer y me empaló haciéndome gritar y resoplar como una posesa.
Un placer electrizante recorrió mi cuerpo haciéndome vibrar y abrazarme a él, mientras me besaba y su lengua casi ahogaba mi aliento.
Cerré los ojos absorta ahora en un mundo de placer y gozo de imposible descripción por ese macho increíble sobre mi cuerpo bombeando como un poseso a ritmo de cadera con su gran rabo en mis entrañas.
Me sobrevino el primer orgasmo, de la cogida propiamente dicha, que me dejó laxa unos segundos hasta que recobre el vigor y agarrándolo de sus musculosas nalgas, tironeaba con mis manos para que no aflojara con sus deliciosas acometidas.
Supuse que acabaría en cualquier momento. Error. Increíble el aguante de aquel macho entrecano. Parecía haber rejuvenecido un par de décadas, me pidió que me pusiese en pose perrito, con la cabeza apoyada sobre la almohada, me agarro de la cintura y, por atrás, me volvió a meter su larga y gorda pija y siguió cogiéndome embistiendo con ímpetu tal que movía la cama como un poseso.
Al cabo de varios minutos de deliciosas acometidas no pude contener mi garganta y solté algo así como “¡Ahhhhiiiiii … ya … ya … yaaaa!!!” … mientras me llegaba otro orgasmo y, simultáneamente, recibía en mi intimidad, caudalosas ráfagas de rica leche, de aquel macho singular.
Desfallecidos, ambos, por el desgaste de energía en la acción, nos dejamos caer, cabeza a cabeza resollando.
Ahí oí, oímos, en el cuarto contiguo, gritar a Flavia de placer y a los pocos segundos a Martín, gruñendo. (sonido inarticulado, ronco, que suele emitir como señal de que está acabando) Seguro que estaba inundando con esperma, el sexo de su compañera de cama.
Manuel levantó el puño cerrado con el pulgar hacia arriba.
- ¡No parece que, el estofado, se cueza a fuego lento del otro lado de la pared- murmuró con sarcasmo y comenzó un nuevo franeleo conmigo.
Después de media hora o un poco más de juegos eróticos y charla picante, comenzó a desperezarse nuevamente la bestia sobre su pubis peludo. Con un aguante, que no sospechaba podía tener un hombre maduro, me dio una segunda sesión que no olvidé en mucho tiempo, con acometidas descomedidas de su “herramienta” hasta que sus huevos chocaban con mis nalgas, manoseos y palabras lascivas con una sucesión de orgasmos que me dejaron en un estado que apenas podía respirar. Ya demolida, él siguió bombeando un rato más pero esta vez no acabó adentro, ….me regaló, en mi vientre, tetas y hasta en mi cara, una cantidad de semen - espeso y blanquecino en abundantes y fuertes ráfagas - que, por ser su segundo polvo de la noche, me asombró.
Me quede dormida, después de higienizarme, y caí en un sueño profundo. Desperté por la mañana, no había nadie acostado a mi lado, oí el ruido de la ducha…. No sabía quién estaba duchándose.
Era Martín que alargó la mano invitándome a entrar… la vista me resultó grata y provocativa. Mojado cabello, cara, pecho peludo y, un hilo de agua resbalando, por su miembro flácido, hacia el suelo.
Me saqué la bombacha y el corpiño y me fui a abrazarlo y besarlo. No tardé en sentir como su gruesa verga cobraba consistencia y restregaba mi concha mientras el agua caía entre mis tetas y su pecho.
Demás está decir que el “mañanero” fue con mi marido que, después de secarnos, me llevó a la cama, sin parar de besarme y me “sacudió” como en los primeros tiempos de casados.
Estábamos recuperando vigor, de pronto, saltó de la cama y
-¡ Uhyyyy me tengo que ir a trabajar!!!¡Se me hizo tarde!!!- exclamó y amagó ir hacia la toilette.
-Esperá un segundo. Decime ¿cómo se te ocurrió armar lo de anoche y sin avisarme ni preguntarme si estaba de acuerdo?-
-Se me ocurrió sobre la marcha y, ni vos ni los otros dos “le hicieron asco”- replicó
La verdad tenía razón, por lo menos en lo que a mi respeta. No le puse freno y me fue gustando la propuesta.
-…y por lo que pude oír, la pasaste “super bien” con el maduro musculoso. ¿O nooo?
-No te lo voy a negar. Se portó de maravillas conmigo. ….. por lo que yo oí, a vos no te fue nada mal con la …. esposa modosita y recatada -
-¡De no creer!!! Es fogosa …..hábil y ardiente. ¡perdoname, me tengo que ir, ya-
Se metió en el baño a ducharse de nuevo.
Yo seguía acostada. Antes de irse, se agachó para darme un beso, y, desde la puerta del dormitorio me dijo:
-¡Ahhhh, si estás de acuerdo, esta noche hay otra vez “fife” pero en el departamento de ellos!! Cuidate –
Hizo el ademán de tirarme un beso y desapareció.
Era viernes, el último día nuestro en la ciudad.
Esa noche disfruté, corregido y aumentado (también me dio por el culo) el garrote y el increíble aguante de aquel macho entrecano.
Martín tuvo lo suyo con Flavia.
Dudé, un tiempo, en enrostrarle su asimetría: falto de bríos y sal, conmigo pero ardiente, osado y brioso con mi amiga.
La noche de mi cumpleaños, una vez que se retiraron parientes y amigos:
-¡Ufhhh Martín, me voy a duchar antes de acostarme-
-¡Buenooo, te espero!!! Salí del baño sin bombacha, querida, que te voy a dar otro regalo de cumple. –
“Esta es la mía” me dije mentalmente. Le clavé los ojos en sus ojos y:
-Confío que será la mitad de intenso del que le diste a Liliana en Mar del Plata, ¡por lo menos!!!-
No se lo esperaba. Quedó sin capacidad de réplica un largo rato.
-¡Que …. Decís? …¿Como ……?-
-Ella me lo contó y ….. bien pormenorizado.-
En pro de la brevedad de esta introducción al relato de hoy, diré que luego de hacerlo forcejear para zafar de su situación apurada, le confesé que yo también le había sido infiel.
Al final ambos aceptamos:
* nuestra parte de “culpa” en el enfriamiento de la acción en nuestra cama y
* mantener el “status quo”, esto es, no privarnos de disfrutar de eventuales futuros “entreveros” extramatrimoniales. Con discreción y reserva, entre nosotros y, por supuesto, para los demás.
Esa noche comenzamos a “recuperar” el apasionamiento en nuestra relación carnal hasta, en breve tiempo, volver a su nivel más alto.
Ni ese día, ni antes, ni después consideramos compartir experiencias simultáneas.
Esta que relato ahora, sucedió sin buscarla.
Dejé mis hijos al cuidado de mi madre, aproveché unos días de vacaciones pendientes y acompañé a Martín, en un viaje de trabajo a una ciudad fronteriza con Uruguay.
Allí conocimos, por casualidad, una pareja, Manuel y Flavia, de edad madura, que se alojaba en el mismo edificio de departamentos (de alquileres temporarios) que nosotros y entablamos una relación amistosa. Salimos, por las noches, a recorrer la ciudad, cenar y tomar unas copas.
Rondaba él los cincuenta y tantos años y ella unos pocos menos. Ambos de físicos, aspectos y trato muy agradable.
Al tercer día, ya entrados en un nivel de mayor confianza, las conversaciones incluían alusiones y chistes de sexo. Martín mechó alguna velada mención de lo que hacía conmigo y lo buena que yo era. Se ruborizaron, rieron y dijeron que ellos no llegaban hacer esas cosas.
A solas, esa noche, comentó que él se sentía muy a gusto en compañía del matrimonio e indagó que me parecía a mí. Le dije que estaba encantada.
No hizo ninguna alusión a un intercambio de parejas.
La noche siguiente, durante la cena en un restaurante junto al río y “bajadas” unas cuantas copas de vino, Martín, para mi sorpresa, calentó el ambiente soltando, como comentario, que los suponía una buena pareja para hacer una fiesta privada ya que se había fijado que Manuel me miraba mucho y a él le daba “un no sé qué” Flavia tan recatada en el tema del sexo.
Ella, en principio algo contrariada por la conversación, se vio arrastrada por el marido, que rápidamente se “prendió” en la chanza diciendo que yo le echaba más miradas que lo normal y que su mujer, a pesar de ser tan anticuada, observaba a Martín indiscretamente.
-¿Qué decís Manuel? Por favorrrr ¿Estas ebrio?-
-“In vino veritas” o en castellano “en el vino está la verdad”- replicó Martín.
Reímos, Flavia, sonrojada, incluida. Y Martín asumió que yo acompañaba su idea indecorosa y que nuestros amigos “la miraban con cariño”.
Al volver al edificio de departamentos, en la puerta del nuestro, mi marido, redobló la presión:
- ¿Ustedes ven películas porno?-
Manuel, riendo, dijo que alguna vez, pero que no ponían en práctica lo que los actores hacían en ellas.
-¡Qué lástima que aquí no trajimos ninguna!!! ¿Pero qué les parece si pasan y cerramos la noche con un cafecito o una última copa?-
Flavia asintió con un leve inclinar de la cabeza.
Una vez adentro, nos sentamos en el living. Casi enseguida Martín se llevó a Flavia a la cocina, con la excusa de preparar juntos el café – obviamente para estar a solas con ella y dejarme a mí, a solas con Manuel – Supuse que éste aprovecharía para insinuarse, en cambio se disculpó y fue a la toilette cercana y dejó la puerta levemente entreabierta.
Instantes después oí el “estruendo” de un chorro, caudaloso, cayendo en el agua del inodoro. La imagen de una “manguera” importante se me presentó en la mente. Sumada al porte varonil, a su corpulento y bien proporcionado cuerpo con un pecho peludo que asomaba a través de su camisa, a una cara masculina atractiva, a su cabello corto entrecano y a un no menos apetecible bulto en su entrepierna que se marcaba bien cuando volvió a sentarse, me hizo ponerme mojada con solo imaginármelo desnudo.
Servidas las cuatro tacitas y otras tantas copitas de licor del minibar, la conversación continuó con la tónica de toda la noche. Martin, ya lanzado comenzó a tirar dardos envenenados y a calentar el ambiente preguntando, en son de broma, aunque yo sospeché que muy en serio, que si se atrevían a divertirse de verdad.
Ambos se rieron pues el vino y las copas ya les habían hecho desinhibirse. Martín, ante su no negativa, mandó a Manuel a sentarse en el sofá conmigo y él ocupó su lugar al lado de Flavia en otro sillón.
Ella se ruborizo, más cuando su nuevo “vecino” amagó acariciarle los pechos. -¿Qué haces estás loco…? ¿delante de ellos….?-
Me pregunté si ya no se los había amasado en la cocina.
El amague se volvió manoseo concreto al entrar la mano invasora dentro de su blusa.
Manuel, a ver que ni nos miraban los de enfrente, metió una mano en mis tetas y la otra bajo mi pollera y me susurró al oído
-¡… Mmmm está ya mojadita y lista para una buena co …. mida! --.
Decidí también yo pasar la acción manoseando el paquete de mi pareja, y le respondí:
-¡…. Mmmm esto también está ya tomando forma y temple para una buena y sabrosa fiesta….!!-
Lancé una nueva mirada al sillón de enfrente.
Ella ya se dejaba tocar descaradamente - Martín la besaba con fruición - y suspiraba por las caricias en su sexo y los pellizcos de la otra mano sobre sus pezones.
-Dale, mamita, levántate que nos vamos a la habitación que, esta noche, la vamos a pasar super – le dijo en voz alta, para que escuchásemos nosotros dos, Martín.
Lo mire con descaro, mientras Manuel les dijo:
-Nosotros nos quedamos con la habitación de al lado. Que la pasen de primera. Con mi amiga, estoy seguro, que así será.-
-¡Uffff esto va ser mucho mejor sobre un colchón - dijo y, rápidamente, me agarro de un brazo, me obligó a levantarme, nos encaminamos al dormitorio, me tiro sobre cama y me abrió la blusa, desabrochó el corpiño, me saco los pechos y los mordisqueo mientras, con su mano bajo la pollera, me acaricio la concha haciéndome soltar gemidos de placer.
Al rato se incorporó de rodillas sobre el colchón, se sacó la camisa y soltó el cinturón para bajar el pantalón. Ver su vello sobre ese pecho masculino y varonil, y como empujaba un bulto enorme dentro de su slip pidiendo salir afuera, incrementó mi humedad de entrepiernas.
Me desnudó sin miramiento y pasó a lamerme la cachucha trabajando con su lengua con maestría. Me volvía loca….. era un experto y yo estaba como poseída de tanta excitación, me hizo levantar las caderas y gritar de placer. Pasó a meter dedos en mi sexo, sacarlos mojados y chuparlos con cara de depravado. No aguanté más y le regale un orgasmo descomedido y ruidoso.
En cuanto recuperé el aliento, él estaba otra vez de rodillas luciendo su enorme bulto en el slip.
- Liberá la bestia - le dije sonriendo y fijando mi mirada sobre aquel macho a la espera de que diera el paso y se desnudara.
Se rió, bajó de la cama, parado se quitó el pantalón y el slip blanco.
Quede atontada, unos segundos, al ver desplegarse y balancearse, cerca de mi cara, aquel enorme garrote que superaba en grosor y largura al de Martín (y ojo que éste está bien dotado).
“¡Y pensar yo me fui al Caribe a buscar verga grande de afro descendiente!!” me vino a la mente.
Lo manotee, lo sentí grande y duro como una piedra, golpee con él – con lascivia - mi boca y cara. Pasé a sus abultados testículos peludos, pesaban de lo lindo cuando los agarré, haciéndolo suspirar y temblar de placer, más cuando su glande comenzó a entrar en mi boca. Él resoplaba y sus pulsaciones subieron a mil por hora.
Yo tenía unas ganas locas de ser cogida por aquel semental pero no quería decírselo. No hizo falta, él lo captó o bien tenía tanta o más ganas que yo.
Me separó las piernas, se subió entre ellas, restregó la cabezota de su verga en mis labios vaginales abiertos como una flor, mirándome con insolencia, se dejó caer y me empaló haciéndome gritar y resoplar como una posesa.
Un placer electrizante recorrió mi cuerpo haciéndome vibrar y abrazarme a él, mientras me besaba y su lengua casi ahogaba mi aliento.
Cerré los ojos absorta ahora en un mundo de placer y gozo de imposible descripción por ese macho increíble sobre mi cuerpo bombeando como un poseso a ritmo de cadera con su gran rabo en mis entrañas.
Me sobrevino el primer orgasmo, de la cogida propiamente dicha, que me dejó laxa unos segundos hasta que recobre el vigor y agarrándolo de sus musculosas nalgas, tironeaba con mis manos para que no aflojara con sus deliciosas acometidas.
Supuse que acabaría en cualquier momento. Error. Increíble el aguante de aquel macho entrecano. Parecía haber rejuvenecido un par de décadas, me pidió que me pusiese en pose perrito, con la cabeza apoyada sobre la almohada, me agarro de la cintura y, por atrás, me volvió a meter su larga y gorda pija y siguió cogiéndome embistiendo con ímpetu tal que movía la cama como un poseso.
Al cabo de varios minutos de deliciosas acometidas no pude contener mi garganta y solté algo así como “¡Ahhhhiiiiii … ya … ya … yaaaa!!!” … mientras me llegaba otro orgasmo y, simultáneamente, recibía en mi intimidad, caudalosas ráfagas de rica leche, de aquel macho singular.
Desfallecidos, ambos, por el desgaste de energía en la acción, nos dejamos caer, cabeza a cabeza resollando.
Ahí oí, oímos, en el cuarto contiguo, gritar a Flavia de placer y a los pocos segundos a Martín, gruñendo. (sonido inarticulado, ronco, que suele emitir como señal de que está acabando) Seguro que estaba inundando con esperma, el sexo de su compañera de cama.
Manuel levantó el puño cerrado con el pulgar hacia arriba.
- ¡No parece que, el estofado, se cueza a fuego lento del otro lado de la pared- murmuró con sarcasmo y comenzó un nuevo franeleo conmigo.
Después de media hora o un poco más de juegos eróticos y charla picante, comenzó a desperezarse nuevamente la bestia sobre su pubis peludo. Con un aguante, que no sospechaba podía tener un hombre maduro, me dio una segunda sesión que no olvidé en mucho tiempo, con acometidas descomedidas de su “herramienta” hasta que sus huevos chocaban con mis nalgas, manoseos y palabras lascivas con una sucesión de orgasmos que me dejaron en un estado que apenas podía respirar. Ya demolida, él siguió bombeando un rato más pero esta vez no acabó adentro, ….me regaló, en mi vientre, tetas y hasta en mi cara, una cantidad de semen - espeso y blanquecino en abundantes y fuertes ráfagas - que, por ser su segundo polvo de la noche, me asombró.
Me quede dormida, después de higienizarme, y caí en un sueño profundo. Desperté por la mañana, no había nadie acostado a mi lado, oí el ruido de la ducha…. No sabía quién estaba duchándose.
Era Martín que alargó la mano invitándome a entrar… la vista me resultó grata y provocativa. Mojado cabello, cara, pecho peludo y, un hilo de agua resbalando, por su miembro flácido, hacia el suelo.
Me saqué la bombacha y el corpiño y me fui a abrazarlo y besarlo. No tardé en sentir como su gruesa verga cobraba consistencia y restregaba mi concha mientras el agua caía entre mis tetas y su pecho.
Demás está decir que el “mañanero” fue con mi marido que, después de secarnos, me llevó a la cama, sin parar de besarme y me “sacudió” como en los primeros tiempos de casados.
Estábamos recuperando vigor, de pronto, saltó de la cama y
-¡ Uhyyyy me tengo que ir a trabajar!!!¡Se me hizo tarde!!!- exclamó y amagó ir hacia la toilette.
-Esperá un segundo. Decime ¿cómo se te ocurrió armar lo de anoche y sin avisarme ni preguntarme si estaba de acuerdo?-
-Se me ocurrió sobre la marcha y, ni vos ni los otros dos “le hicieron asco”- replicó
La verdad tenía razón, por lo menos en lo que a mi respeta. No le puse freno y me fue gustando la propuesta.
-…y por lo que pude oír, la pasaste “super bien” con el maduro musculoso. ¿O nooo?
-No te lo voy a negar. Se portó de maravillas conmigo. ….. por lo que yo oí, a vos no te fue nada mal con la …. esposa modosita y recatada -
-¡De no creer!!! Es fogosa …..hábil y ardiente. ¡perdoname, me tengo que ir, ya-
Se metió en el baño a ducharse de nuevo.
Yo seguía acostada. Antes de irse, se agachó para darme un beso, y, desde la puerta del dormitorio me dijo:
-¡Ahhhh, si estás de acuerdo, esta noche hay otra vez “fife” pero en el departamento de ellos!! Cuidate –
Hizo el ademán de tirarme un beso y desapareció.
Era viernes, el último día nuestro en la ciudad.
Esa noche disfruté, corregido y aumentado (también me dio por el culo) el garrote y el increíble aguante de aquel macho entrecano.
Martín tuvo lo suyo con Flavia.
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