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Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
Me desperté temprano al día siguiente. Alicia había decidido aprovechar la mañana para seguir dando rienda suelta a nuestra lujuria, así que me había despertado con una pequeña mamada. Lo justo para asegurarse de que abría los ojos y sonreía al verla.
“Buenos días. ¿Te has levantado traviesa?”
“Traviesa se ha despertado esta”, bromeó ella, señalando mi polla. “Yo estaba intentando que bajara”, afirmó con un tono falsamente inocente.
Se sentó sobre mí, con su chochito perfectamente alineado con mi pene. Movió muy sutilmente sus caderas, pero yo noté un placer muy intenso con aquella sesión mañanera de sexo.
“¿Te preocupa algo?”, pregunté. Alicia me miraba con una expresión de preocupación.
“Hay algo que quiero probar, pero… es arriesgado”
Pregunté que era, pero no respondió. Lo hizo. Despacio, para que ño viera bien y no se me fuese de las manos la excitación. Levantó su cuerpo, dejó mi pene apuntando hacia su coño, y se dejó caer despacio.
La calidez de sus labios vaginales me volvió loco. Estaba realmente dentro de ella, y sin protección, lo cual era excitante y peligroso al mismo tiempo. Y se sentía de maravilla. Se movió ligeramente. Me gustó. Se movió un poco más. Me gustó aún más.
“Alicia, para… me voy a volver loco”, le pedí. No quería correrme dentro de ella. Bueno, claro que quería, pero no quería embarazarla.
Ella detuvo su juego y fue a por un condón para rematar el polvo. Me lo puso como una verdadera profesional y empezó a cabalgarme como si fuera una cow-girl. No es una forma de hablar. Se movía realmente como si estuviera sobre un caballo y giraba el brazo como si tuviera un lazo en la mano. Lamenté no tener un sombrero a mano para hacerlo un poco más realista, pero disfruté mucho cuando eyaculé.
Fuimos a desayunar (después de ponernos la ropa interior por encima), y no tardó mucho en aparecer Tania. En camisón. Intenté que no se me notase que me había fijado en lo rica que estaba, pero a Alicia parecía importarle más bien poco.
“Mucho habéis madrugado para el rato que estuvisteis anoche ahí…”, dejó caer Tania. “Tuve que ponerme tapones en los oídos”.
“Es que es una fiera”, respondió Alicia, abrazándose a mí. “Deberías probar con uno así”.
“Chicas, me siento incómodo”, dije, y era cierto. No se me hacía cómodo que elogiasen mi manera de follar con tan poca discreción.
“Pero a ver que yo me entere. ¿Vais en serio o esto es sólo sexo?”, soltó Tania.
Se me cayó el alma a los pies. No esperaba esa pregunta tan espontánea. Y menos cuando yo en secreto tenía una relación con mis primas. Tenía que andar con mucho cuidado. Pero me sorprendió mucho la respuesta de Alicia.
“Bueno. De momento diría que rollito de verano, ¿no? Ya veremos qué pasa”.
A pesar de que me dio un beso en la mejilla al decir eso, me quedé más tranquilo. Desayunamos con calma y me propusieron volver a mi casa a ver a mis primos.
“Es que tu primo ya ha propuesto volver a tener una fiesta esta noche. Lo que le gusta la juerga”.
“La madre que lo parió…”.
Terminamos el desayuno, les ayudé a recoger y nos marchamos hacia mi casa. Tenía serias dudas sobre lo que me podría encontrar allí cuando llegásemos. Una casa normal, una casa en ruinas, o una casa sustituida por un panteón romano en el cual se celebraba una orgía.
Pero la primera opción fue la buena cuando llegué y vi que estaban todos tan tranquilos. Irene había vuelto a acostarse con mi primo, y desde luego, algo me indicaba que mi prima Rocío había pasado la noche con Silvia. Y no precisamente durmiendo. Pero…
“¿Dónde está Yolanda?”, pregunté, intentando sonar más despreocupado que aterrado.
“Se fue anoche con Juan”, respondió mi primo, y sentí que mi estómago se revolvía un poco. “Parece que han congeniado muy bien”.
“Y yo me alegro por ella”, añadió Rocío. Entre los dos me estaban asesinando por dentro.
“¿Vais a ir hoy a la playa?”, preguntó Alicia.
“Pues no apetece mucho… es más, deberíamos ir a comprar si tenemos la intención de volver a estar aquí todos por la noche. Fue divertido, ¿no?”, dijo mi primo.
Escuchamos abrirse la puerta de la calle, y en ese momento apareció Yolanda. Iba sóla, ligeramente despeinada, y parecía contenta. Me contuve para no irme de allí. Pero estaba dolido. No sabía si podría aguantar la situación así. Especialmente porque al final Alicia se podría dar cuenta de que algo no iba bien cuando mi prima parecía tan contenta. Por alguna razón, lo de Rocío me molestaba algo menos.
“Pues voy a ir yo”, me ofrecí cuando retomaron lo de que había que hablar.
“¿Te importa si te pagamos luego? Estoy agotada…”, dejó caer Alicia. No parecía que fuera a moverse de allí, de forma que podría ir yo sólo a comprar.
Pero no. Me vi acompañado por mi prima Yolanda. Insistió en que uno sólo no iba a poder con todo. Sin embargo, en nuestro camino, sentí que tomaba un pequeño desvío. En lugar de ir rectos, pasamos cerca de un parque, en el que habíamos pasado algún verano jugando de niños.
“¿Qué tal con Alicia anoche?”, me preguntó.
“Muy bien.”
“Te la tiraste, ¿verdad?”
“Sí. Como tú a Juan”.
Yolanda rio.
“Esto es ridículo. Ambos nos lo hemos pasado bien, ¿no?”
“Sí, pero estoy celoso. Me muero de rabia, ¿vale?”, no podía contenerme más. “Imaginarme a ese tío en la cama contigo, haciéndote…”
“¿El qué? ¿Lo mismo que tú me haces?”, preguntó mi prima. “Sé que tú también lo hiciste con ella. Y claro que me molesta”.
“Quizá deberíamos parar… esto nos va a destruir, no lo estamos pasando bien ninguno…”
“Si paramos, no podremos estar con las personas que queremos, y seguiremos muriéndonos de celos. Mira…”, dijo acercándose mucho a mi, “ya te he dicho que lo he hecho con él. Y además, lo he pasado bien. Y espero”, se adelantó a mi queja, “que tú también lo disfrutases”.
“... Lo hice”
“Perfecto. Pero voy a hacerte un pequeño recordatorio para que no te sientas mal”
Se pegó a mi cuerpo, y me susurró al oído. “Te amo. Te quiero sólo a tí. Y no me lo pasé mejor con él”.
Su frase me hizo perder la cabeza. La besé. Con todas mis ganas. Sentí que sonreía antes de devolverme el beso. La muy traviesa era lo que estaba buscando. Perdimos los papeles. Nos metimos tras unos arbustos en los que estábamos refugiados, y nos seguimos besando sin pudor.
“Menos mal que no tenemos aquí los condones… no podría resistir la tentación de hacerlo”, suspiré, recordando que nos estaban esperando en casa y que no deberíamos tardar más de la cuenta.
“¿Quien dice que no los tengamos?”
Para mi sorpresa, sacó un envoltorio brillante de su escote. Perfectamente cerrado y conservado. Me sacó la lengua y me lo tendió. Ella quedó tumbada sobre el mullido césped, aguardando. Me bajé el pantalón y el bóxer, lo justo para poder ponerme la goma. Ella levantó su falda y se quitó las bragas, quedando a toda mi disposición.
“Esto nos podría traer problemas…”, dije, pero ya se la estaba metiendo.
“Me da igual… te quiero… no puedo pasarme un día sin hacerlo contigo…”, respondió. “Oh, sí… echaba de menos esto…”
Empecé a moverme más rápido de lo habitual. Sobre todo porque no podíamos entretenernos mucho en los preliminares. Aún así Yoli estaba animada, y tuve que besarla simplemente para acallar sus gemidos. Me sobresalté cuando oí un ruido cercano, pero ella cerró las piernas y me instó a continuar.
“No pares, por favor… mira…”, se levantó la camiseta, mostrando que no llevaba sujetador. “¿Las ves? Tengo los pezones tiesos…”
Sus tetas se movían al ritmo en que me la estaba follando, y ese ritmo era hipnótico. Las lamí con cuidado, perdiendo por completo las ganas de ocultarnos. Lo estaba disfrutando mucho con aquel polvo prohibido. El morbo por hacerlo en un sitio público era superior a mi sentido moral.
“Me corro…”
“Hazlo... “
Eyaculé como un bendito, tanto que me dio miedo desbordar el preservativo. Nos quedamos un rato pequeño reponiéndonos… con mi polla aún dentro de ella.
“Me gusta mucho sentirte así… dentro de mi, dentro de mi chochito. Unidos”
“No me digas esas cosas que me enciendo…”
“Me pasaría el día entero follándo contigo… sintiendo tu polla dentro de mi a todas horas, sin descansar…”
“Yoli…”
“Vale, ya paro”.
Pero tuve que confesar, mientras hacíamos aparentar que nada había pasado en aquel parque, que a mi también me encantaba esa idea. Tal vez al volver, un fin de semana que nuestros padres estuvieran fuera, podríamos llevar a cabo esa fantasía… ya que en la casa de verano últimamente había más gente que en el transporte público a la hora de ir a trabajar.
Volvimos a la casa y pasamos el día los ocho. Después de la hora de comer, Alicia dijo que le dolía un poco la cabeza, y se quiso echar en el sofá.
“Puedes ir a una de las camas”, le ofrecí.
“No, tranquilo, estaré bien aquí”, respondió ella, mientras Enrique e Irene iban a su dormitorio. Desconocía si iban a dormir o a follar como conejos toda la tarde.
De forma que al final los demás nos quedamos en el comedor. Alicia no tardó en dormirse, y yo me levanté un momento para ir a mi cuarto. Pensé que debía preparar alguna bolsa con ropa para el día siguiente si volvía a ir a dormir a casa de Alicia… y al llegar me topé con algo muy curioso sobre la cama. Un juguete que no era mío. Sobre todo porque se trataba de un vibrador.
“Oh, perdona… tenía que haberlo guardado antes”
Rocío estaba ahí. Tendió la mano para que se lo devolviese, y así lo hice.
“Así que anoche…”
“Usamos esto, sí… entre otras cosas. Lo siento, primo, me gusta vivir el sexo al máximo…”
“No te disculpes… yo aún tengo que normalizar nuestra…”
La palabra relación se perdió cuando mi prima me besó. Caímos sobre la cama. Mi mente ignoró cualquier pensamiento de precaución. El tener sexo en un sitio público hacía que mi cerebro obviase el peligro de que nos pillasen haciéndolo ahí.
“¿No quieres reservarte para tu novia?”, bromeé mientras me iba deshaciendo de su ropa.
“No seas idiota, mi novio eres tú… además me ha dicho que hoy no puede quedarse, si también te vas tú… quien me va a dar ¡oh!”, gimió al sentir mi dedo penetrando en su vagina. “Justo eso…”
“Bueno… no voy a dejarte desatendida…”, dije mientras la seguía masturbando.
Pero aquello no se iba a quedar en un simple juego de dedos. Tumbados en la cama ella sobre mi, empezamos a comernos mutuamente. Ella chupaba mi polla con todas sus ganas, mientras yo enterraba mi lengua dentro de su coño. Era realmente delicioso. Juraría haber escuchado un ruido, pero estaba demasiado ocupado con darle placer a mi prima mientras intentaba controlar mi propia eyaculación.
“Me encanta cómo me lo chupas…” dijo ella. “Eres tan tierno… tan placentero…”
Me dio el tiempo justo para avisarle de que iba a correrme, antes de volver a meter la cabeza entre sus piernas y empezar a soltar chorros y chorros de semen. Dejé las manos bien prietas sobre sus nalgas para asegurarse de que no se iba sin culminar también ella, y degusté el sabor de sus salados fluídos.
“¿Satisfecha?”
“No del todo”
Empezamos a follar “tradicionalmente”, es decir, mi polla dentro de su coño. Probamos esta vez algo diferente: ella seguía tumbada, pero levantó una pierna que apoyó en mi hombro. Aquella manera no estaba mal, de hecho, juraría que era capaz de penetrarla más profundo. Y el hecho de no tener que tomar precauciones con ella aumentaba el placer, por supuesto. Follar a pelo me volvía loco.
“Es una pena que no puedas proponerle un trío a Alicia…” gimoteó Rocío. “Estoy segura de que lo podríamos pasar bien…”
“¿Te olvidas de… Yolanda?”
“Cierto… pues un cuarteto… no creo que lo rechazaras”
Desde luego no lo rechazaría. Ni que estuviera loco. Pero en ese momento sólo me importaba lo que estábamos haciendo. Aumenté el ritmo mientras Rocío estimulaba sus pechos, y con la visión, me estimulaba a mi. Deseé que pudiera ocurrir lo que Yoli había propuesto por la mañana… incluyendo esta vez a Rocío. Tener 24 horas sólo para nuestro disfrute… con tan maravillosa imagen mental eyaculé dentro de ella.
“Me encanta hacerlo contigo, ¿lo sabías?”, me dijo, y me dio también un ligero beso.
Yo sonreí, y me dispuse a preparar la bolsa.
Pero algo torció los planes.
“Me voy a casa… no me encuentro muy bien”, anunció Alicia al despertar de la siesta. Tenía peor aspecto que antes de echarse en el sofá.
“¿Tienes algún medicamento?”, preguntó Yolanda, preocupada.
“Debo tenerlo…”
“Si no, iré a comprarlo. Voy a llevarla. Chicos, no creo que vaya a venir esta noche, la voy a cuidar…”, comentó Tania.
Yo estuve a punto de ofrecerme a ir con ellas, pero Alica declinó con una sonrisa.
“No será necesario. Tú pásatelo bien”.
“Iré mañana por la mañana a verte”.
Asintió y se fue de allí con Tania.
Y no fue el único plan frustrado de la tarde. Enrique recibió una llamada y parecía que los demás no iban a poder acudir a la fiesta ese día. Algo de un corte de luz, de forma que incluso Irene tuvo que irse, y Silvia también se fue antes de lo esperado. La casa volvió a estar como al principio. Únicamente nosotros cuatro.
“Vaya mierda de día, ¿no? Qué fracaso hoy”, dijo Enrique, mientras se tomaba una cervecita con la cena.
Le dimos la razón. Pero en el fondo, Rocío, Yolanda y yo estábamos felices.
“Ya que ninguno vamos a tener plan esta noche… podríamos hacer algo entre los tres…” propuso Rocío cuando llegamos al dormitorio.
“Sería genial… me-me gustó hacerlo así la otra vez”, afirmó Yolanda, un poco avergonzada.
Yo no podía ni hablar. Aquellas dos diosas que eran mis primas me estaban enterrando entre ellas, dispuestas a pasar una ardiente noche aprovechando que no debíamos rendir cuentas ante nadie más. Ignoro cuántas veces pude correrme esa noche, pero sí que recuerdo que la última vez fue dejando manchadas las caras de Yolanda y Rocío, bajo su petición. Y pude disfrutar de ver cómo se lamían para dejarse limpias.
Pero yo a la mañana siguiente fue a cumplir mi promesa. Tenía que ir a ver a Alicia. Así que llegué al piso, y tuve la precaución de llamar tocando a la puerta en lugar de usar el timbre, por si aún las pillaba en la cama. Y así fue.
“Alicia aún no se ha despertado”, me explicó Tania. “Tuvo un poco de fiebre anoche, pero hoy debería estar bien”.
“Vale. Puedo volver más tarde, si eso”, propuse.
“De eso nada…”
En un abrir y cerrar de ojos, Tania se desnudó ante mi. Podía verla perfectamente expuesta. Con las tetas al aire, los brazos sobre la cintura, y las piernas separadas para pertimirme verle el coño depilado.
“¿Qué haces?”, pregunté, alarmado.
“Eso te quise preguntar ayer cuando te vi follando con Rocío”, me soltó. “Al ver que tardábais decidí ir a mirar… y cual fue mi sorpresa al veros en ese 69…”
Me quería morir de la vergüenza. Así que ese había sido el ruido que escuché la tarde anterior. La puerta...
“Y luego, claro, te la follaste… y me puso muy cachonda veros. Tuve que tocarme… es más, me estoy acordando ahora mismo y me estoy empapando…”
Reparé en que efectivamente, tenía el sexo húmedo. Increíble.
“Tania…”
“Me da igual saber por qué te follaste a tu prima. Quiero saber si me vas a follar a mi ahora”.
Debí quedarme inmóvil demasiado tiempo, ya que lo siguiente que recuerdo es tener a Tania arrodillada ante mi, chupando mi pene. Y qué bien lo hacía. Su lengua sabía cómo jugar con mi glande, el ritmo que más rápido iba a conseguir hacerme correr. Y nuevamente el morbo de lo prohibido, del poder ser pillados, me excitó mucho.
“Como nos pille Alicia nos matará…”, dije apenas sin voz.
“Por eso no debe pillarnos”, respondió ella.
Sacó de debajo del sofá un condón (me confesarían más tarde que los tenían ahí en común para esas situaciones”, y se abrió de piernas para permitir el paso de mi rabo. Me la follé duro. Con ganas. Aquello era el sexo en el estado más puro. No había besos ni caricias ni nada de por medio. Puro instinto animal.
“Joder, qué bien follas”, soltó. “Tienes que ser más rápido… vamos, sigue… ahí, sí, me gusta…”
La sujeté por las caderas y empecé a embestirla fuertemente. Definitivamente ahí sólo cabía la lujuria. Y de ese modo me corrí con ganas. Pude aguantar un poco más, lo justo para que ella se corriese.
Y tuvimos el tiempo justo de deshacernos del condón y volver a vestirnos antes de que Alicia saliera de su dormitorio.
Y si queréis leer más...
Sara, novia trans (continuando)
Autoexperimentando, Fantasía: cambio de rol con mi novia, Recibí ayuda de mi amiga especial, Trío con pareja amiga, Masaje con final más que feliz, A las órdenes de mi amiga trans, Polvo con mi ex… y mi novia, Vestido para mi novia (trans), Adicto a la polla trans, Cuarteto bixsexual (o parecido), Fin de semana con amigos (I), Fin de semana con amigos (II), Ayudando a una amiga
La amiga de mi hija (continuando)
Se me declaró la amiga de mi hija, La elección de la amiga de mi hija, Trío prohibido, Reconciliación tabú
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Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
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Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
Me desperté temprano al día siguiente. Alicia había decidido aprovechar la mañana para seguir dando rienda suelta a nuestra lujuria, así que me había despertado con una pequeña mamada. Lo justo para asegurarse de que abría los ojos y sonreía al verla.
“Buenos días. ¿Te has levantado traviesa?”
“Traviesa se ha despertado esta”, bromeó ella, señalando mi polla. “Yo estaba intentando que bajara”, afirmó con un tono falsamente inocente.
Se sentó sobre mí, con su chochito perfectamente alineado con mi pene. Movió muy sutilmente sus caderas, pero yo noté un placer muy intenso con aquella sesión mañanera de sexo.
“¿Te preocupa algo?”, pregunté. Alicia me miraba con una expresión de preocupación.
“Hay algo que quiero probar, pero… es arriesgado”
Pregunté que era, pero no respondió. Lo hizo. Despacio, para que ño viera bien y no se me fuese de las manos la excitación. Levantó su cuerpo, dejó mi pene apuntando hacia su coño, y se dejó caer despacio.
La calidez de sus labios vaginales me volvió loco. Estaba realmente dentro de ella, y sin protección, lo cual era excitante y peligroso al mismo tiempo. Y se sentía de maravilla. Se movió ligeramente. Me gustó. Se movió un poco más. Me gustó aún más.
“Alicia, para… me voy a volver loco”, le pedí. No quería correrme dentro de ella. Bueno, claro que quería, pero no quería embarazarla.
Ella detuvo su juego y fue a por un condón para rematar el polvo. Me lo puso como una verdadera profesional y empezó a cabalgarme como si fuera una cow-girl. No es una forma de hablar. Se movía realmente como si estuviera sobre un caballo y giraba el brazo como si tuviera un lazo en la mano. Lamenté no tener un sombrero a mano para hacerlo un poco más realista, pero disfruté mucho cuando eyaculé.
Fuimos a desayunar (después de ponernos la ropa interior por encima), y no tardó mucho en aparecer Tania. En camisón. Intenté que no se me notase que me había fijado en lo rica que estaba, pero a Alicia parecía importarle más bien poco.
“Mucho habéis madrugado para el rato que estuvisteis anoche ahí…”, dejó caer Tania. “Tuve que ponerme tapones en los oídos”.
“Es que es una fiera”, respondió Alicia, abrazándose a mí. “Deberías probar con uno así”.
“Chicas, me siento incómodo”, dije, y era cierto. No se me hacía cómodo que elogiasen mi manera de follar con tan poca discreción.
“Pero a ver que yo me entere. ¿Vais en serio o esto es sólo sexo?”, soltó Tania.
Se me cayó el alma a los pies. No esperaba esa pregunta tan espontánea. Y menos cuando yo en secreto tenía una relación con mis primas. Tenía que andar con mucho cuidado. Pero me sorprendió mucho la respuesta de Alicia.
“Bueno. De momento diría que rollito de verano, ¿no? Ya veremos qué pasa”.
A pesar de que me dio un beso en la mejilla al decir eso, me quedé más tranquilo. Desayunamos con calma y me propusieron volver a mi casa a ver a mis primos.
“Es que tu primo ya ha propuesto volver a tener una fiesta esta noche. Lo que le gusta la juerga”.
“La madre que lo parió…”.
Terminamos el desayuno, les ayudé a recoger y nos marchamos hacia mi casa. Tenía serias dudas sobre lo que me podría encontrar allí cuando llegásemos. Una casa normal, una casa en ruinas, o una casa sustituida por un panteón romano en el cual se celebraba una orgía.
Pero la primera opción fue la buena cuando llegué y vi que estaban todos tan tranquilos. Irene había vuelto a acostarse con mi primo, y desde luego, algo me indicaba que mi prima Rocío había pasado la noche con Silvia. Y no precisamente durmiendo. Pero…
“¿Dónde está Yolanda?”, pregunté, intentando sonar más despreocupado que aterrado.
“Se fue anoche con Juan”, respondió mi primo, y sentí que mi estómago se revolvía un poco. “Parece que han congeniado muy bien”.
“Y yo me alegro por ella”, añadió Rocío. Entre los dos me estaban asesinando por dentro.
“¿Vais a ir hoy a la playa?”, preguntó Alicia.
“Pues no apetece mucho… es más, deberíamos ir a comprar si tenemos la intención de volver a estar aquí todos por la noche. Fue divertido, ¿no?”, dijo mi primo.
Escuchamos abrirse la puerta de la calle, y en ese momento apareció Yolanda. Iba sóla, ligeramente despeinada, y parecía contenta. Me contuve para no irme de allí. Pero estaba dolido. No sabía si podría aguantar la situación así. Especialmente porque al final Alicia se podría dar cuenta de que algo no iba bien cuando mi prima parecía tan contenta. Por alguna razón, lo de Rocío me molestaba algo menos.
“Pues voy a ir yo”, me ofrecí cuando retomaron lo de que había que hablar.
“¿Te importa si te pagamos luego? Estoy agotada…”, dejó caer Alicia. No parecía que fuera a moverse de allí, de forma que podría ir yo sólo a comprar.
Pero no. Me vi acompañado por mi prima Yolanda. Insistió en que uno sólo no iba a poder con todo. Sin embargo, en nuestro camino, sentí que tomaba un pequeño desvío. En lugar de ir rectos, pasamos cerca de un parque, en el que habíamos pasado algún verano jugando de niños.
“¿Qué tal con Alicia anoche?”, me preguntó.
“Muy bien.”
“Te la tiraste, ¿verdad?”
“Sí. Como tú a Juan”.
Yolanda rio.
“Esto es ridículo. Ambos nos lo hemos pasado bien, ¿no?”
“Sí, pero estoy celoso. Me muero de rabia, ¿vale?”, no podía contenerme más. “Imaginarme a ese tío en la cama contigo, haciéndote…”
“¿El qué? ¿Lo mismo que tú me haces?”, preguntó mi prima. “Sé que tú también lo hiciste con ella. Y claro que me molesta”.
“Quizá deberíamos parar… esto nos va a destruir, no lo estamos pasando bien ninguno…”
“Si paramos, no podremos estar con las personas que queremos, y seguiremos muriéndonos de celos. Mira…”, dijo acercándose mucho a mi, “ya te he dicho que lo he hecho con él. Y además, lo he pasado bien. Y espero”, se adelantó a mi queja, “que tú también lo disfrutases”.
“... Lo hice”
“Perfecto. Pero voy a hacerte un pequeño recordatorio para que no te sientas mal”
Se pegó a mi cuerpo, y me susurró al oído. “Te amo. Te quiero sólo a tí. Y no me lo pasé mejor con él”.
Su frase me hizo perder la cabeza. La besé. Con todas mis ganas. Sentí que sonreía antes de devolverme el beso. La muy traviesa era lo que estaba buscando. Perdimos los papeles. Nos metimos tras unos arbustos en los que estábamos refugiados, y nos seguimos besando sin pudor.
“Menos mal que no tenemos aquí los condones… no podría resistir la tentación de hacerlo”, suspiré, recordando que nos estaban esperando en casa y que no deberíamos tardar más de la cuenta.
“¿Quien dice que no los tengamos?”
Para mi sorpresa, sacó un envoltorio brillante de su escote. Perfectamente cerrado y conservado. Me sacó la lengua y me lo tendió. Ella quedó tumbada sobre el mullido césped, aguardando. Me bajé el pantalón y el bóxer, lo justo para poder ponerme la goma. Ella levantó su falda y se quitó las bragas, quedando a toda mi disposición.
“Esto nos podría traer problemas…”, dije, pero ya se la estaba metiendo.
“Me da igual… te quiero… no puedo pasarme un día sin hacerlo contigo…”, respondió. “Oh, sí… echaba de menos esto…”
Empecé a moverme más rápido de lo habitual. Sobre todo porque no podíamos entretenernos mucho en los preliminares. Aún así Yoli estaba animada, y tuve que besarla simplemente para acallar sus gemidos. Me sobresalté cuando oí un ruido cercano, pero ella cerró las piernas y me instó a continuar.
“No pares, por favor… mira…”, se levantó la camiseta, mostrando que no llevaba sujetador. “¿Las ves? Tengo los pezones tiesos…”
Sus tetas se movían al ritmo en que me la estaba follando, y ese ritmo era hipnótico. Las lamí con cuidado, perdiendo por completo las ganas de ocultarnos. Lo estaba disfrutando mucho con aquel polvo prohibido. El morbo por hacerlo en un sitio público era superior a mi sentido moral.
“Me corro…”
“Hazlo... “
Eyaculé como un bendito, tanto que me dio miedo desbordar el preservativo. Nos quedamos un rato pequeño reponiéndonos… con mi polla aún dentro de ella.
“Me gusta mucho sentirte así… dentro de mi, dentro de mi chochito. Unidos”
“No me digas esas cosas que me enciendo…”
“Me pasaría el día entero follándo contigo… sintiendo tu polla dentro de mi a todas horas, sin descansar…”
“Yoli…”
“Vale, ya paro”.
Pero tuve que confesar, mientras hacíamos aparentar que nada había pasado en aquel parque, que a mi también me encantaba esa idea. Tal vez al volver, un fin de semana que nuestros padres estuvieran fuera, podríamos llevar a cabo esa fantasía… ya que en la casa de verano últimamente había más gente que en el transporte público a la hora de ir a trabajar.
Volvimos a la casa y pasamos el día los ocho. Después de la hora de comer, Alicia dijo que le dolía un poco la cabeza, y se quiso echar en el sofá.
“Puedes ir a una de las camas”, le ofrecí.
“No, tranquilo, estaré bien aquí”, respondió ella, mientras Enrique e Irene iban a su dormitorio. Desconocía si iban a dormir o a follar como conejos toda la tarde.
De forma que al final los demás nos quedamos en el comedor. Alicia no tardó en dormirse, y yo me levanté un momento para ir a mi cuarto. Pensé que debía preparar alguna bolsa con ropa para el día siguiente si volvía a ir a dormir a casa de Alicia… y al llegar me topé con algo muy curioso sobre la cama. Un juguete que no era mío. Sobre todo porque se trataba de un vibrador.
“Oh, perdona… tenía que haberlo guardado antes”
Rocío estaba ahí. Tendió la mano para que se lo devolviese, y así lo hice.
“Así que anoche…”
“Usamos esto, sí… entre otras cosas. Lo siento, primo, me gusta vivir el sexo al máximo…”
“No te disculpes… yo aún tengo que normalizar nuestra…”
La palabra relación se perdió cuando mi prima me besó. Caímos sobre la cama. Mi mente ignoró cualquier pensamiento de precaución. El tener sexo en un sitio público hacía que mi cerebro obviase el peligro de que nos pillasen haciéndolo ahí.
“¿No quieres reservarte para tu novia?”, bromeé mientras me iba deshaciendo de su ropa.
“No seas idiota, mi novio eres tú… además me ha dicho que hoy no puede quedarse, si también te vas tú… quien me va a dar ¡oh!”, gimió al sentir mi dedo penetrando en su vagina. “Justo eso…”
“Bueno… no voy a dejarte desatendida…”, dije mientras la seguía masturbando.
Pero aquello no se iba a quedar en un simple juego de dedos. Tumbados en la cama ella sobre mi, empezamos a comernos mutuamente. Ella chupaba mi polla con todas sus ganas, mientras yo enterraba mi lengua dentro de su coño. Era realmente delicioso. Juraría haber escuchado un ruido, pero estaba demasiado ocupado con darle placer a mi prima mientras intentaba controlar mi propia eyaculación.
“Me encanta cómo me lo chupas…” dijo ella. “Eres tan tierno… tan placentero…”
Me dio el tiempo justo para avisarle de que iba a correrme, antes de volver a meter la cabeza entre sus piernas y empezar a soltar chorros y chorros de semen. Dejé las manos bien prietas sobre sus nalgas para asegurarse de que no se iba sin culminar también ella, y degusté el sabor de sus salados fluídos.
“¿Satisfecha?”
“No del todo”
Empezamos a follar “tradicionalmente”, es decir, mi polla dentro de su coño. Probamos esta vez algo diferente: ella seguía tumbada, pero levantó una pierna que apoyó en mi hombro. Aquella manera no estaba mal, de hecho, juraría que era capaz de penetrarla más profundo. Y el hecho de no tener que tomar precauciones con ella aumentaba el placer, por supuesto. Follar a pelo me volvía loco.
“Es una pena que no puedas proponerle un trío a Alicia…” gimoteó Rocío. “Estoy segura de que lo podríamos pasar bien…”
“¿Te olvidas de… Yolanda?”
“Cierto… pues un cuarteto… no creo que lo rechazaras”
Desde luego no lo rechazaría. Ni que estuviera loco. Pero en ese momento sólo me importaba lo que estábamos haciendo. Aumenté el ritmo mientras Rocío estimulaba sus pechos, y con la visión, me estimulaba a mi. Deseé que pudiera ocurrir lo que Yoli había propuesto por la mañana… incluyendo esta vez a Rocío. Tener 24 horas sólo para nuestro disfrute… con tan maravillosa imagen mental eyaculé dentro de ella.
“Me encanta hacerlo contigo, ¿lo sabías?”, me dijo, y me dio también un ligero beso.
Yo sonreí, y me dispuse a preparar la bolsa.
Pero algo torció los planes.
“Me voy a casa… no me encuentro muy bien”, anunció Alicia al despertar de la siesta. Tenía peor aspecto que antes de echarse en el sofá.
“¿Tienes algún medicamento?”, preguntó Yolanda, preocupada.
“Debo tenerlo…”
“Si no, iré a comprarlo. Voy a llevarla. Chicos, no creo que vaya a venir esta noche, la voy a cuidar…”, comentó Tania.
Yo estuve a punto de ofrecerme a ir con ellas, pero Alica declinó con una sonrisa.
“No será necesario. Tú pásatelo bien”.
“Iré mañana por la mañana a verte”.
Asintió y se fue de allí con Tania.
Y no fue el único plan frustrado de la tarde. Enrique recibió una llamada y parecía que los demás no iban a poder acudir a la fiesta ese día. Algo de un corte de luz, de forma que incluso Irene tuvo que irse, y Silvia también se fue antes de lo esperado. La casa volvió a estar como al principio. Únicamente nosotros cuatro.
“Vaya mierda de día, ¿no? Qué fracaso hoy”, dijo Enrique, mientras se tomaba una cervecita con la cena.
Le dimos la razón. Pero en el fondo, Rocío, Yolanda y yo estábamos felices.
“Ya que ninguno vamos a tener plan esta noche… podríamos hacer algo entre los tres…” propuso Rocío cuando llegamos al dormitorio.
“Sería genial… me-me gustó hacerlo así la otra vez”, afirmó Yolanda, un poco avergonzada.
Yo no podía ni hablar. Aquellas dos diosas que eran mis primas me estaban enterrando entre ellas, dispuestas a pasar una ardiente noche aprovechando que no debíamos rendir cuentas ante nadie más. Ignoro cuántas veces pude correrme esa noche, pero sí que recuerdo que la última vez fue dejando manchadas las caras de Yolanda y Rocío, bajo su petición. Y pude disfrutar de ver cómo se lamían para dejarse limpias.
Pero yo a la mañana siguiente fue a cumplir mi promesa. Tenía que ir a ver a Alicia. Así que llegué al piso, y tuve la precaución de llamar tocando a la puerta en lugar de usar el timbre, por si aún las pillaba en la cama. Y así fue.
“Alicia aún no se ha despertado”, me explicó Tania. “Tuvo un poco de fiebre anoche, pero hoy debería estar bien”.
“Vale. Puedo volver más tarde, si eso”, propuse.
“De eso nada…”
En un abrir y cerrar de ojos, Tania se desnudó ante mi. Podía verla perfectamente expuesta. Con las tetas al aire, los brazos sobre la cintura, y las piernas separadas para pertimirme verle el coño depilado.
“¿Qué haces?”, pregunté, alarmado.
“Eso te quise preguntar ayer cuando te vi follando con Rocío”, me soltó. “Al ver que tardábais decidí ir a mirar… y cual fue mi sorpresa al veros en ese 69…”
Me quería morir de la vergüenza. Así que ese había sido el ruido que escuché la tarde anterior. La puerta...
“Y luego, claro, te la follaste… y me puso muy cachonda veros. Tuve que tocarme… es más, me estoy acordando ahora mismo y me estoy empapando…”
Reparé en que efectivamente, tenía el sexo húmedo. Increíble.
“Tania…”
“Me da igual saber por qué te follaste a tu prima. Quiero saber si me vas a follar a mi ahora”.
Debí quedarme inmóvil demasiado tiempo, ya que lo siguiente que recuerdo es tener a Tania arrodillada ante mi, chupando mi pene. Y qué bien lo hacía. Su lengua sabía cómo jugar con mi glande, el ritmo que más rápido iba a conseguir hacerme correr. Y nuevamente el morbo de lo prohibido, del poder ser pillados, me excitó mucho.
“Como nos pille Alicia nos matará…”, dije apenas sin voz.
“Por eso no debe pillarnos”, respondió ella.
Sacó de debajo del sofá un condón (me confesarían más tarde que los tenían ahí en común para esas situaciones”, y se abrió de piernas para permitir el paso de mi rabo. Me la follé duro. Con ganas. Aquello era el sexo en el estado más puro. No había besos ni caricias ni nada de por medio. Puro instinto animal.
“Joder, qué bien follas”, soltó. “Tienes que ser más rápido… vamos, sigue… ahí, sí, me gusta…”
La sujeté por las caderas y empecé a embestirla fuertemente. Definitivamente ahí sólo cabía la lujuria. Y de ese modo me corrí con ganas. Pude aguantar un poco más, lo justo para que ella se corriese.
Y tuvimos el tiempo justo de deshacernos del condón y volver a vestirnos antes de que Alicia saliera de su dormitorio.
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