Los masajes terminaron y las doctoras procedieron a iniciar mi tratamiento con lo que parecía una revisación básica de mis testículos. Primero se cambiaron los guantes, se quitaron los que tenían y se pusieron nuevos guantes de látex estériles haciendo ése típico sonido "snap... snap" al colocárselos, mi pulso se aceleró a medida que se los ajustaban a las mangas de sus batas de cirugía. La Dra. Helga empezó a palpar mi abdomen, bajó hasta mi pubis y después al pene. Cuidadosamente bajó mi ajustado prepucio y lentamente dejó espuesto mi glande más de lo que nunca antes había estado expuesto. Sentí una ligera tensión incómoda y a mi glande extremadamente sensible, pero no había dolor. Con cuidado me estiró el prepucio con ésos dedos maravillosos hasta extenderlo en toda su circunferencia.
Mientras tanto la Dra. Brigitte examinaba mis testículos, con la suficiente presión como para determinar su condición sin causar incomodidad. Después pasó a mi ano, abriéndolo despacio haciendo círculos con sus dedos. Después la pude ver cómo se aplicó lubricante en los dedos y procedió a insertar un dedo en mi ano lentamente. Con mucho cuidado fue trabajando con su dedo, primero alrededor y después dentro de mi ano. Al mismo tiempo la Dra. Helga había agarrado una jeringa de una de las mesas y me la metía en la uretra. Empujó el émbolo y sentí un frío gel entrando por la uretra. Quitó la jeringa vacía y me empezó a insertar como una vara de acero quirúrgico (una sonda) dentro de la uretra. Las doctoras trabajaban al unísono, la Dra. Brigitte moviendo su dedo dentro y fuera de mi ano, lo metía unos tres centímetros y lo retiraba medio centímetro, rotando su dedo con cada movimiento.
Al mismo tiempo y en perfecta sincronía la Dra. Helga metía y quitaba, y metía y quitaba la sonda de mi uretra. Este proceso continuó y la penetración en mi ano y uretra aumentaron hasta que juntas encontraron mi próstata. Pegué un sacudón y hubiera saltado de no haber estado sujetado firmemente a la mesa de operaciones.
- Aaahhhhh... - suspiré
- Tranquilo, - me dijo la Dra. Helga - todo está bajo control.
Me penetraban y retiraban el dedo del ano y la sonda del pene una y otra y otra y otra vez. Estaba todo el tiempo al bode de eyacular pero no podía eyacular. Mi pene estaba muy grande y duro. Mi prepucio muy tirante pero contraído para dejar el glande expuesto. Estaba al borde del delirio. Y entonces la Dra. Hlga hizo una casi imperceptible señal con su cabeza a la Dra. Annette. El gas de repente cambió a otro con un intenso aroma erótico. El flujo de gas aumentó.
La Dra. Annette me murmuró.
- Ahora podés acabar, acabá...
La Dra. Helga retiró la sonda unos tres centímetros, y la volvió a meter medio centímetro, y volvió a repetir el movimiento cada vez más rápido, la Dra. Brigitte me metía y sacaba el dedo del ano en perfecta armonía. Cuando la sonda llegó al orificio de mi uretra la Dra. Helga la rotó y terminó de sacarla justo cuando yo explotaba en una catarata de fluido seminal. Nunca antes había estado tan duro, nunca antes había eyaculado con semejante presión. La Dra. Annette apagó el gas, sacó una toalla tibia de una de las mesas y me limpió. Sonreía con los ojos. Yo estaba eufórico. Y el tratamiento recién empezaba!
La Dra. Helga me miraba a los ojos.
- Estuviste muy bien David. Te inducimos una eyaculación temprana para medir tu respuesta.
La Dra. Brigitte acercó a la camilla una máquina llena de caños, válvulas y tubos. Se sentó entre mis piernas y empezó a trabajar lubricándome el ano. Hacía movimientos que me dilataban más y más y creo que para ése momento ya me había insertado tres dedos. Después de un rato sacó los dedos y se cambió los guantes. Agarró un espéculo anal y me lo insertó y lo abrió y me dilató lo máximo posible.
- Agh.... - ahogué un quejido.
- Shhhhh.... portate bien - respondió la Dra. Annette mientras me acariciaba la frente.
La Dra. Brigitte había agarrado una pequeña linterna de la mesa y me iluminaba el ano. Hizo una cuidadosa inspección visual de mi ano, incluyendo mis hemorroides. Le hizo una seña con la cabeza a la Dra. Helga y retiró el espéculo rectal. Levantó de la mesa una jeringa realmente grande que ya estaba llena, me la metió en el ano y vació su contenido en mi recto. Después me penetró con una cánula que conectó a una de las mangueras de la máquina. Encendió la máquina y sentí el flujo en el recto y el colon.
Mientras tanto la Dra. Helga se preparaba. Ya había insertado la jeringa en mi uretra e inyectado el lubricante quirúrgico. Pese a que mi pene no estaba tan duro, todavía estaba medio erecto. Después de lubricar mi uretra con cuidado, agarró un catéter de goma y me lo insertó en la uretra. La sensación fue agradable, cualquier riesgo de ardor (que yo había sufrido en otras oportunidades con el catéter) había sido minimizada por la previa inserción de la sonda y la cuidadosa lubricación. Cuando el catéter llegó a mi próstata, la Dra. Helga lo retiró un poco para después empujarlo hasta la vejiga. Infló el globo con solución salina desde una jeringa conectada al catéter, y dejándolo firmemente posicionado abrió la válvula y la orina empezó a fluir a la bolsa recolectora. Cuando la orina terminó, la Dra. Helga cerró la válvula y conectó una jeringa grande llena de un líquido transparente a la tercer conexión del catéter.
La Dra. Annette empezó otra vez con el gas inhodoro.
- Respirá hondo... bien hondo - me ordenó - Llená bien tus pulmones.
El flujo de gas aumentó y sentí un cambio en el aroma lo que me sugería que otro gas más se había sumado. Me sentía mareado, pero despierto. Estaba totalmente relajado. Era una sensación rara, aunque no hubiera estado atado no me hubiera podido mover. Me cuerpo colapsaba más y más sobre la mesa de operaciones. Aunque mi pene seguí semi erecto, justo como la Dra. Helga lo necesitaba para su procedimiento con el catéter. La Dra. Helga presionó el émbolo de la gran jeringa y sentí el líquido entrar en mi vejiga. Quitó la jeringa, la volvió a llenar, la re conectó al catéter y volvió a vaciarla en mi vejiga. Ahora me sentía muy lleno. Mi abdomen también se empezaba a sentir lleno de la irrigación a mi colon. Si embargo estaba tan relajado que no estaba incómodo. Mi cuerpo parecía totlerar el llenado de vejiga y colon. La Dra. Helga inició masajes a mi abdomen, primero suaves pero cada vez más firmes a medida que de modo experto me examinaba los órganos de mi área abdominal. Después de unos minutos volvió a prestarle atención al catéter y abrió la válvula para liberar el líquido. Repitió el proceso de llenarme la vejiga, masejeando y vaciando varias veces mientras la Dra. Brigitte me irrigaba el colon.
Después levantó de una mesa una jeringa distinta, llena con un líquido verde y me la inyectó en la uretra. Apoyó mi pene sobre mi estómago y la Dra. Brigitte lo fijó usando una especie de banda de goma.
La Dra. Brigitte abrió otras válvulas de la máquina de irrigación para drenar el líquido de mi colon. Para asegurarse que estuviera completamente vacío, trajo una especie de chata y la dejó justo debajo mi ano. Escuché como el agua corría por ésa chata.
La Dra. Helga me hizo unos masajes por el colon, hacia arriba, hacia los costados y finalmente hacia abajo hasta mi recto.
- Quiero que hagas caca David. No quiero que te quede nada en las tripas. No te apures, pero vas a hacer caca... muy bien.
Yo podía sentir el liquido saliendo por mi ano. Los masajes continuaron por unos minutos hasta que la Dra. Helga se aseguró que ya quedaba totalmente vacío. La Dra. Brigitte quitó la chata y me limpió el ano.
A esta altura sentí que la Dra. Annette había vuelto a cambiar el gas, otra vez al inhodoro y muy poco. Yo sin embargo seguía muy relajado.
La Dra. Brigitte otra vez preparó una jeringa muy grande y me la metió en el ano, pero esta vez empujó el émbolo muy muy rápido. Sentí un líquido caliente golpeando contra mi recto directo hacia el colon. Quitó la jeringa y la vi lubricar un tubo grande de goma. Me penetró el ano con un espéculo, me dilató e insertó el tubo. Penetró y la Dra. Helga ayudaba a que llegue a lo más profundo de mi colon con masajes. Una vez terminada la penetración el espéculo fue retirado. Mi ano se cerró alrededor del tubo de goma y sentí otra vez el sonido de la máquina de irrigación bombeando líquido directo a mi colon. Tan limpio y vacío como estaba, la sensación de esta irrigación era hermosa y empecé a sentir una creciente excitación. La Dra. Annette debe haber percibido esto, quizá por los electrodos en mi cabeza, y de inmediato el gas inodoro aumentó.
- Respirá hondo David. Respirá hondo para mí, mi amor - me murmuró despacio.
La Dra. Helga se me acercó sosteniendo sus manos sobre su cintura.
- David, estoy segura que te diste cuenta que te acabamos de hacer un profundo lavaje de órganos internos, recto, colon, vejiga y uretra. Los fluidos que que usamos no sólo limpian residuos sino que incluimos antibacteriales químicos y elementos que necesitás para un colon y vejiga saludables. Pronto vamos a terminar con estos procedimientos. Hay un lavaje más que te voy a hacer que es probable que nunca hayas experimentado. Voy a hacer una irrigación interna de tu escroto con una serie de inyecciones. Este procedimiento va a hinchar tu escroto y al principio puede ser un poco incómodo. Pero muy pronto te vas a sentir bien y va a ser muy beneficioso para el resto del tratamiento. Te va a ir de la clínica con el escrito todavía hinchado pero tu cuerpo va a absorver el líquido y va a volver a la normalidad en veinticuatro horas."
Mi corazón se aceleró.
- Ahora te voy a sacar el catéter. - Y mientras hablaba abría la válvula permitiéndole a mi vejiga drenar y desinflando el globo que sostenía al catéter en su lugar. Con cuidado quitó el catéter y limpió toda la zona superior de mi pene, que seguía adherido a mi abdomen. La Dra. Brigitte quitó el tubo de mi colon, y como había hecho antes me puso la chata bajo el ano. Otra vez sentí el agua correr dentro de la chata.
- Quiero que hagas caca para mí David.... despacio... así, muy bien... descansá un poco... vamos, un poquito más de caca... portate bien... asi....
La Dra. Brigitte me daba órdenes con ésa voz hipnótica mientras la Dra. Helga me hacía masajes en el colon para ayudarme a eliminar el líquido. Quitaron la chata y la Dra. Brigitte me limpió y secó el ano. Cuando terminó me hizo unos masajes con una crema suave y tibia. Empecé a sentir ése sentimiento especial creciendo dentro mío de nuevo.
Después ví a la Dra. Helga preparando una jeringa con una aguja larga y fina y llenándola con un líquido transparente. Mi pene todavía adherido a mi estómago. La Dra. Brigitte me limpió el escroto y la base del pene. La Dra. Helga se acercó con la jeringa. La Dra. Brigitte me agarró el escroto y tiró hasta separarlo del pene. Podía ver como posicionaban la aguja en mi escroto justo abajo y a la drecha de mi pene.
- Noooo.... por favor.... esperen.... - les pedí.
- Shhhh.... ahora sos mío - dijo la Dra. Helga.
Mi corazón se aceleró. La Dra. Annette había reducido el flujo de gas, pero ahora lo estaba aumentando de nuevo. Sentí la aguja penetrando mi piel y la ví hundirse profundamente en mi escroto. La Dra. Brigitte sostenía mis testículos para asegurarse que no tomaran contacto con la aguja. El contenido de la jeringa se vació lenta pero firmemente dentro de mi escroto. Separaron la jeringa de la aguja, que quedó clavada, y la Dra. Helga la rellenó y la volvió a conectar a la aguja para lentamente vaciar su contenido.
Quitaron la aguja y la Dra. Brigitte limpió el área de la inyección. Repitieron el procedimiento del lado izquierdo de mi escroto. Al terminar la Dra. Brigitte empezó a masajear mi escroto suavemente, muy lenta y muy suavemente.
- Respirá profundo David - me murmuró la Dra. Annette mientras incrementaba el flujo de gas todavía más.
Tenía que respirar profundamente para absorver el gas y llenar mis pulmones. El masaje suave continuaba, las manos de la Dra. Brigitteno sólo masajeaban mi escroto, sino también mi perineo y la apertura de mi ano. Yo estaba increíblemente feliz, más aún porque a pesar de no tener una erección, el gas me hacía sentir que el orgasmo era inminente. Pronto los masajes terminaron y el gas se redujo casi a un nivel de respiración normal.
La Dra. Helga acercó una mesa.
- Ahora te voy a revisar el culito con un endoscopio y la Dra. Brigitte te va a revisar la uretra y la vejiga con otro. No vas a sentir nada porque ya te preparamos para esto.
- Muchas gracias Doctora - contesté.
- Después de este estudio vos vas a descansar un rato mientras nosotras discutimos cómo vamos a seguir con tu tratamiento.
- Gracias Doctora.
La Dra. Brigitte me liberó el pene, las doctoras agarraron sus respectivos endoscopios de las mesas, y empezaron a lubrircarme, la Dra. Helga mi ano, y la Dra. Brigitte mi uretra, antes de penetrarme. Creo que todo el proceso tomó unos cinco minutos en los que examinaron cuidadosamente la condición de mis órganos internos. Simultáneamente quitaron los endoscopios, produciendo una estimulación sensual. Yo suspiré, pero no de alivio, sino de placer.
- Aaahhhh....
La Dra. Brigitte me lavó y secó los genitales y abdomen que seguía pegajoso por la abundante secreción pre eyaculatoria que casi constantemente había goteado de mi pene. Quitó las citas que me sujetaban el pecho y bajó mis piernas a una posición más confortable. Mientras tanto, la Dra. Helga me quitaba la vía del brazo derecho. A pesar de todo, la Dra. Annette no había terminado. Sentí un cambio en el aroma del gas. Empecé a sentir que flotaba. Estaba mareado pero consciente. Mis párpados se cerraron. La Dra. Annette detuvo el gas, me quitó la máscara nasal y liberó mi cabeza.
- Ahora descansá David - era la voz de la Dra. Helga.
Las tres doctoras me miraban, con el brillo de la satisfacción en sus ojos. Todo había sido increíblemente erótico y hermoso, estas diosas vestidas en sus ropas de cirugía. Suspiré y caí en un estado de total relajación.
Mientras tanto la Dra. Brigitte examinaba mis testículos, con la suficiente presión como para determinar su condición sin causar incomodidad. Después pasó a mi ano, abriéndolo despacio haciendo círculos con sus dedos. Después la pude ver cómo se aplicó lubricante en los dedos y procedió a insertar un dedo en mi ano lentamente. Con mucho cuidado fue trabajando con su dedo, primero alrededor y después dentro de mi ano. Al mismo tiempo la Dra. Helga había agarrado una jeringa de una de las mesas y me la metía en la uretra. Empujó el émbolo y sentí un frío gel entrando por la uretra. Quitó la jeringa vacía y me empezó a insertar como una vara de acero quirúrgico (una sonda) dentro de la uretra. Las doctoras trabajaban al unísono, la Dra. Brigitte moviendo su dedo dentro y fuera de mi ano, lo metía unos tres centímetros y lo retiraba medio centímetro, rotando su dedo con cada movimiento.
Al mismo tiempo y en perfecta sincronía la Dra. Helga metía y quitaba, y metía y quitaba la sonda de mi uretra. Este proceso continuó y la penetración en mi ano y uretra aumentaron hasta que juntas encontraron mi próstata. Pegué un sacudón y hubiera saltado de no haber estado sujetado firmemente a la mesa de operaciones.
- Aaahhhhh... - suspiré
- Tranquilo, - me dijo la Dra. Helga - todo está bajo control.
Me penetraban y retiraban el dedo del ano y la sonda del pene una y otra y otra y otra vez. Estaba todo el tiempo al bode de eyacular pero no podía eyacular. Mi pene estaba muy grande y duro. Mi prepucio muy tirante pero contraído para dejar el glande expuesto. Estaba al borde del delirio. Y entonces la Dra. Hlga hizo una casi imperceptible señal con su cabeza a la Dra. Annette. El gas de repente cambió a otro con un intenso aroma erótico. El flujo de gas aumentó.
La Dra. Annette me murmuró.
- Ahora podés acabar, acabá...
La Dra. Helga retiró la sonda unos tres centímetros, y la volvió a meter medio centímetro, y volvió a repetir el movimiento cada vez más rápido, la Dra. Brigitte me metía y sacaba el dedo del ano en perfecta armonía. Cuando la sonda llegó al orificio de mi uretra la Dra. Helga la rotó y terminó de sacarla justo cuando yo explotaba en una catarata de fluido seminal. Nunca antes había estado tan duro, nunca antes había eyaculado con semejante presión. La Dra. Annette apagó el gas, sacó una toalla tibia de una de las mesas y me limpió. Sonreía con los ojos. Yo estaba eufórico. Y el tratamiento recién empezaba!
La Dra. Helga me miraba a los ojos.
- Estuviste muy bien David. Te inducimos una eyaculación temprana para medir tu respuesta.
La Dra. Brigitte acercó a la camilla una máquina llena de caños, válvulas y tubos. Se sentó entre mis piernas y empezó a trabajar lubricándome el ano. Hacía movimientos que me dilataban más y más y creo que para ése momento ya me había insertado tres dedos. Después de un rato sacó los dedos y se cambió los guantes. Agarró un espéculo anal y me lo insertó y lo abrió y me dilató lo máximo posible.
- Agh.... - ahogué un quejido.
- Shhhhh.... portate bien - respondió la Dra. Annette mientras me acariciaba la frente.
La Dra. Brigitte había agarrado una pequeña linterna de la mesa y me iluminaba el ano. Hizo una cuidadosa inspección visual de mi ano, incluyendo mis hemorroides. Le hizo una seña con la cabeza a la Dra. Helga y retiró el espéculo rectal. Levantó de la mesa una jeringa realmente grande que ya estaba llena, me la metió en el ano y vació su contenido en mi recto. Después me penetró con una cánula que conectó a una de las mangueras de la máquina. Encendió la máquina y sentí el flujo en el recto y el colon.
Mientras tanto la Dra. Helga se preparaba. Ya había insertado la jeringa en mi uretra e inyectado el lubricante quirúrgico. Pese a que mi pene no estaba tan duro, todavía estaba medio erecto. Después de lubricar mi uretra con cuidado, agarró un catéter de goma y me lo insertó en la uretra. La sensación fue agradable, cualquier riesgo de ardor (que yo había sufrido en otras oportunidades con el catéter) había sido minimizada por la previa inserción de la sonda y la cuidadosa lubricación. Cuando el catéter llegó a mi próstata, la Dra. Helga lo retiró un poco para después empujarlo hasta la vejiga. Infló el globo con solución salina desde una jeringa conectada al catéter, y dejándolo firmemente posicionado abrió la válvula y la orina empezó a fluir a la bolsa recolectora. Cuando la orina terminó, la Dra. Helga cerró la válvula y conectó una jeringa grande llena de un líquido transparente a la tercer conexión del catéter.
La Dra. Annette empezó otra vez con el gas inhodoro.
- Respirá hondo... bien hondo - me ordenó - Llená bien tus pulmones.
El flujo de gas aumentó y sentí un cambio en el aroma lo que me sugería que otro gas más se había sumado. Me sentía mareado, pero despierto. Estaba totalmente relajado. Era una sensación rara, aunque no hubiera estado atado no me hubiera podido mover. Me cuerpo colapsaba más y más sobre la mesa de operaciones. Aunque mi pene seguí semi erecto, justo como la Dra. Helga lo necesitaba para su procedimiento con el catéter. La Dra. Helga presionó el émbolo de la gran jeringa y sentí el líquido entrar en mi vejiga. Quitó la jeringa, la volvió a llenar, la re conectó al catéter y volvió a vaciarla en mi vejiga. Ahora me sentía muy lleno. Mi abdomen también se empezaba a sentir lleno de la irrigación a mi colon. Si embargo estaba tan relajado que no estaba incómodo. Mi cuerpo parecía totlerar el llenado de vejiga y colon. La Dra. Helga inició masajes a mi abdomen, primero suaves pero cada vez más firmes a medida que de modo experto me examinaba los órganos de mi área abdominal. Después de unos minutos volvió a prestarle atención al catéter y abrió la válvula para liberar el líquido. Repitió el proceso de llenarme la vejiga, masejeando y vaciando varias veces mientras la Dra. Brigitte me irrigaba el colon.
Después levantó de una mesa una jeringa distinta, llena con un líquido verde y me la inyectó en la uretra. Apoyó mi pene sobre mi estómago y la Dra. Brigitte lo fijó usando una especie de banda de goma.
La Dra. Brigitte abrió otras válvulas de la máquina de irrigación para drenar el líquido de mi colon. Para asegurarse que estuviera completamente vacío, trajo una especie de chata y la dejó justo debajo mi ano. Escuché como el agua corría por ésa chata.
La Dra. Helga me hizo unos masajes por el colon, hacia arriba, hacia los costados y finalmente hacia abajo hasta mi recto.
- Quiero que hagas caca David. No quiero que te quede nada en las tripas. No te apures, pero vas a hacer caca... muy bien.
Yo podía sentir el liquido saliendo por mi ano. Los masajes continuaron por unos minutos hasta que la Dra. Helga se aseguró que ya quedaba totalmente vacío. La Dra. Brigitte quitó la chata y me limpió el ano.
A esta altura sentí que la Dra. Annette había vuelto a cambiar el gas, otra vez al inhodoro y muy poco. Yo sin embargo seguía muy relajado.
La Dra. Brigitte otra vez preparó una jeringa muy grande y me la metió en el ano, pero esta vez empujó el émbolo muy muy rápido. Sentí un líquido caliente golpeando contra mi recto directo hacia el colon. Quitó la jeringa y la vi lubricar un tubo grande de goma. Me penetró el ano con un espéculo, me dilató e insertó el tubo. Penetró y la Dra. Helga ayudaba a que llegue a lo más profundo de mi colon con masajes. Una vez terminada la penetración el espéculo fue retirado. Mi ano se cerró alrededor del tubo de goma y sentí otra vez el sonido de la máquina de irrigación bombeando líquido directo a mi colon. Tan limpio y vacío como estaba, la sensación de esta irrigación era hermosa y empecé a sentir una creciente excitación. La Dra. Annette debe haber percibido esto, quizá por los electrodos en mi cabeza, y de inmediato el gas inodoro aumentó.
- Respirá hondo David. Respirá hondo para mí, mi amor - me murmuró despacio.
La Dra. Helga se me acercó sosteniendo sus manos sobre su cintura.
- David, estoy segura que te diste cuenta que te acabamos de hacer un profundo lavaje de órganos internos, recto, colon, vejiga y uretra. Los fluidos que que usamos no sólo limpian residuos sino que incluimos antibacteriales químicos y elementos que necesitás para un colon y vejiga saludables. Pronto vamos a terminar con estos procedimientos. Hay un lavaje más que te voy a hacer que es probable que nunca hayas experimentado. Voy a hacer una irrigación interna de tu escroto con una serie de inyecciones. Este procedimiento va a hinchar tu escroto y al principio puede ser un poco incómodo. Pero muy pronto te vas a sentir bien y va a ser muy beneficioso para el resto del tratamiento. Te va a ir de la clínica con el escrito todavía hinchado pero tu cuerpo va a absorver el líquido y va a volver a la normalidad en veinticuatro horas."
Mi corazón se aceleró.
- Ahora te voy a sacar el catéter. - Y mientras hablaba abría la válvula permitiéndole a mi vejiga drenar y desinflando el globo que sostenía al catéter en su lugar. Con cuidado quitó el catéter y limpió toda la zona superior de mi pene, que seguía adherido a mi abdomen. La Dra. Brigitte quitó el tubo de mi colon, y como había hecho antes me puso la chata bajo el ano. Otra vez sentí el agua correr dentro de la chata.
- Quiero que hagas caca para mí David.... despacio... así, muy bien... descansá un poco... vamos, un poquito más de caca... portate bien... asi....
La Dra. Brigitte me daba órdenes con ésa voz hipnótica mientras la Dra. Helga me hacía masajes en el colon para ayudarme a eliminar el líquido. Quitaron la chata y la Dra. Brigitte me limpió y secó el ano. Cuando terminó me hizo unos masajes con una crema suave y tibia. Empecé a sentir ése sentimiento especial creciendo dentro mío de nuevo.
Después ví a la Dra. Helga preparando una jeringa con una aguja larga y fina y llenándola con un líquido transparente. Mi pene todavía adherido a mi estómago. La Dra. Brigitte me limpió el escroto y la base del pene. La Dra. Helga se acercó con la jeringa. La Dra. Brigitte me agarró el escroto y tiró hasta separarlo del pene. Podía ver como posicionaban la aguja en mi escroto justo abajo y a la drecha de mi pene.
- Noooo.... por favor.... esperen.... - les pedí.
- Shhhh.... ahora sos mío - dijo la Dra. Helga.
Mi corazón se aceleró. La Dra. Annette había reducido el flujo de gas, pero ahora lo estaba aumentando de nuevo. Sentí la aguja penetrando mi piel y la ví hundirse profundamente en mi escroto. La Dra. Brigitte sostenía mis testículos para asegurarse que no tomaran contacto con la aguja. El contenido de la jeringa se vació lenta pero firmemente dentro de mi escroto. Separaron la jeringa de la aguja, que quedó clavada, y la Dra. Helga la rellenó y la volvió a conectar a la aguja para lentamente vaciar su contenido.
Quitaron la aguja y la Dra. Brigitte limpió el área de la inyección. Repitieron el procedimiento del lado izquierdo de mi escroto. Al terminar la Dra. Brigitte empezó a masajear mi escroto suavemente, muy lenta y muy suavemente.
- Respirá profundo David - me murmuró la Dra. Annette mientras incrementaba el flujo de gas todavía más.
Tenía que respirar profundamente para absorver el gas y llenar mis pulmones. El masaje suave continuaba, las manos de la Dra. Brigitteno sólo masajeaban mi escroto, sino también mi perineo y la apertura de mi ano. Yo estaba increíblemente feliz, más aún porque a pesar de no tener una erección, el gas me hacía sentir que el orgasmo era inminente. Pronto los masajes terminaron y el gas se redujo casi a un nivel de respiración normal.
La Dra. Helga acercó una mesa.
- Ahora te voy a revisar el culito con un endoscopio y la Dra. Brigitte te va a revisar la uretra y la vejiga con otro. No vas a sentir nada porque ya te preparamos para esto.
- Muchas gracias Doctora - contesté.
- Después de este estudio vos vas a descansar un rato mientras nosotras discutimos cómo vamos a seguir con tu tratamiento.
- Gracias Doctora.
La Dra. Brigitte me liberó el pene, las doctoras agarraron sus respectivos endoscopios de las mesas, y empezaron a lubrircarme, la Dra. Helga mi ano, y la Dra. Brigitte mi uretra, antes de penetrarme. Creo que todo el proceso tomó unos cinco minutos en los que examinaron cuidadosamente la condición de mis órganos internos. Simultáneamente quitaron los endoscopios, produciendo una estimulación sensual. Yo suspiré, pero no de alivio, sino de placer.
- Aaahhhh....
La Dra. Brigitte me lavó y secó los genitales y abdomen que seguía pegajoso por la abundante secreción pre eyaculatoria que casi constantemente había goteado de mi pene. Quitó las citas que me sujetaban el pecho y bajó mis piernas a una posición más confortable. Mientras tanto, la Dra. Helga me quitaba la vía del brazo derecho. A pesar de todo, la Dra. Annette no había terminado. Sentí un cambio en el aroma del gas. Empecé a sentir que flotaba. Estaba mareado pero consciente. Mis párpados se cerraron. La Dra. Annette detuvo el gas, me quitó la máscara nasal y liberó mi cabeza.
- Ahora descansá David - era la voz de la Dra. Helga.
Las tres doctoras me miraban, con el brillo de la satisfacción en sus ojos. Todo había sido increíblemente erótico y hermoso, estas diosas vestidas en sus ropas de cirugía. Suspiré y caí en un estado de total relajación.
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