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Hacete hombre - Parte I

Hacete hombre - Parte I
Cuando Juliana me lo contó no podía creerlo, pero todo era cierto. En aquel momento solo atiné a preguntarle si estaba arrepentida, a lo que sin dudar respondió:
- Ni loca!
Juliana es mi amiga desde la secundaria y tenemos desde aquellos tiempos la buena o mala costumbre de contarnos nuestros secretos. Esta vez, mi amiga se tomó su tiempo para contarlo por lógicas razones, pero finalmente tomó valor y lo hizo.
Aquella tarde, como tantas otras, nos juntamos en su casa para charlar y tomar unos mates. Estábamos solas, nuestros respectivos maridos e hijos habían salido para ver un partido en la cancha. Si mal no recuerdo fue al segundo o tercer mate que Juliana no aguantó más.
- Tengo que contártelo o voy aestallar – dijo.
Juliana se había casado con su novio de la adolescencia apenas terminada la secundaria. Quedó embarazada rápidamente y tuvo a Gastón, su hijo, que ahora tenía 19 años. Siempre me había parecido un muchacho tímido y reservado. Y Juliana pensaba lo mismo. Gastón no hacía comentarios sobre su vida, no traía amigos a su casa y menos aún, amigas.
Cuándo aún tenía 17años pasaba la mayor parte de su tiempo libre encerrado en su habitación. La curiosidad y el temor de mi amiga fueron aumentando hasta que un día decidió meterse en el dormitorio de su hijo para investigar. Nada parecía muy extraño. Viejos juguetes en una repisa, una play, la computadora. Casi nada fuera de lugar.
Solo el azar la ayudó en tales circunstancias. Al tocar la computadora, esta había quedado encendida y sin clave. Como una espía empezó a recorrer los archivos que Gastón guardaba. Cantidades enormes de mujeres maduras en las más variadas poses pornográficas y algunos videos del mismo tenor.
Juliana sintió temorde que su hijo regresara y la viera curioseando sus secretos, así que dejando cada cosa en su lugar salió presurosa del dormitorio. La adrenalina de ese momento la superaba. Era su hijo un vulgar “voyeur” y un simple pajero o había algo más?
Como el marido de mi amiga era viajante, ella pasaba muchas horas a solas con su hijo, pero esta noche que Juliana me relataba cambio el destino de ambos, el de ella y el de su hijo, para siempre.
Mi amiga se revolvía en la cama sin poder conciliar el sueño. Como una ensoñación recorría  una y otra vez las imágenes que había mirado en la computadora de Gastón. Sudorosa se levantó para buscar un vaso de agua fresca en la cocina. Al pasar frente a la puerta de la habitación de su hijo, esta estaba entreabierta.
 
La curiosidad la superaba. La luz encendida de la habitación la animó. Se acercó lentamente e intentando hacer el menor ruido posible, empujó delicadamente la puerta. Gastón dormía, pero absolutamente desnudo. Se acercó a su cama para cubrirlo con una sábana pero se detuvo paralizada por el espectáculo que veían sus ojos.
Juliana se dio cuenta que su hijo había crecido mucho, no solo en años sino también físicamente. Cuánto hacía que no lo veía desnudo? Más músculos, más espalda, más altura… y más pija!
Los ojos de mi amiga no podían creer lo que veían. Una laxa verga como de 18 cm. caía desde su pubis hacia un costado de su cuerpo. Gruesa, delicada y juvenil. A su lado, una enorme mancha de semen fresco y gelatinoso se derramaba por su cadera mojando la sábana. No pudo mirar más. La adrenalina corrió por sus venas y en puntas de pie salió presurosa del dormitorio.
La mañana siguiente, al despertar y entre las sábanas revueltas, estaba completamente empapada en sudor. Se sentó en el borde de la cama y notando que su bombacha estaba completamente húmeda, pasó su mano por su concha sintiendo el roce de sus dedos en  un fluido pegajoso. Reaccionó y recordó. No podía creerlo. La excitación de la noche anterior la había llevado a tener un orgasmo en sus sueños. Corrió al baño a ducharse e intentar sacarse bajo un chorro de agua helada los peligrosos pensamientos que la atormentaban.
Salió del baño y caminó hacia la cocina. En la mesa del desayunador descansaba una nota.
- Mamá me fui al colegio, no sé a qué hora vuelvo. Gastón.
Después de tomar un suculento café decidió regresar al dormitorio de su hijo. Quería verificar que lo visto en la noche anterior no era fruto de su imaginación. Pero, para el crecimiento de su angustia, todo había sido realidad. Casi con pudor se acercó a la cama de Gastón. Aún estaba fresca la mancha dejada por su hijo sobre la sábana.
No sé qué extraña sinapsis se activó en el cerebro de mi amiga, pero arrimó su rostro a ese fluido aún gelatinoso e inconscientemente pasó la lengua sobre él. Una y otra vez su lengua recogió los restos del semen derramado por su hijo hasta llenar su boca. Luego, lo tragó como poseída por un hambre incontenible. Tal y como solía decirme que lo hacía con el que salía de la verga de su marido.
Cuando reaccionó, ya era tarde. Nada de aquella leche espesa quedaba sobre la sábana. Solo la comisura de su boca y el fondo de su garganta guardaban el recuerdo de su sabor. Sonrojada y avergonzada, no sabía qué hacer ante esa situación. Se reprochaba por sus incestuosas acciones y pensamientos, pero una duda seguía carcomiéndola por dentro. Qué pasaba por la cabeza de su hijo. Tan reservado, tan solitario…. tan pajero.
Gastón volvió a mediatarde y mi amiga estaba decidida a hablar con él. Preparó una merienda para ambos y una vez sentados le dijo:
- Hijo, quiero que hablemos.
- De qué, mamá?
- Quería preguntarte por qué nunca trajiste una amiga o una novia a casa?
- Pero, qué decís? Si no traje, es porque no la necesito.
La charla fue creciendo en intensidad hasta que Juliana, enrojecida dijo:
- No quiero que mi hijo sea un mirón y un pajero! Quiero que sea un hombre!
- Qué decís? Estás pensando que soy gay? – respondió Gastón y agregó:
- Querés que te diga la verdad?
- Claro que sí hijo, estoy preocupada, ya tenés 17 años. Tendrías que tener una mujer. No podés estar masturbándote todas las noches.
Un profundo silencio invadió la casa. Gastón miró fijamente a su madre y sin parpadear dijo:
- No me pajeo porque sí… es que… te deseo a vos, mamá – entre avergonzado y furioso, continuó.
- Hace años que siento esto. Desde que pasé la pubertad la única mujer en mi cabeza sos vos. No puedo sacarte de mis pensamientos. Me calienta verte pasearte por la casa con ese camisón transparente que deja translucir los pezones de tus tetas! Me calienta sentir la ducha cayendo en tu cuerpo cuando te bañas y pensar que el agua jabonosa que te moja es mi lengua recorriendo cada rincón de tu cuerpo! Me calienta el crujir de tu cama y tus gemidos de placer cuando te coge papá. Pienso que soy yo el que te está metiendo la pija hasta el orgasmo! Me vuelve loco soñarte cada noche. Soñarte desnuda acercándote a mi cama para chuparme la verga hasta hacerme eyacular!
Juliana estaba absorta. Jamás había escuchado hablar tanto a Gastón y menos aún con ese vocabulario. Menos todavía escuchar aquello que decía. Ninguno de los dos dijo una palabra más. Aquella noche cenaron en silencio y cada uno, casi sin mirarse, se fue a su dormitorio.
Mi amiga no podía pegar un ojo. Las palabras de su hijo retumbaban en sus oídos como el rumor de una tormenta. Qué podía hacer, se preguntaba. Un intenso calor comenzó a inundar su cuerpo. La imagen de su hijo desnudo, la enorme verga cayendo fláccida a un costado de su cuerpo, el sabor de su semen sobre sus papilas, todo la estaba volviendo loca.
Después de un par de horas de angustioso remordimiento y un incipiente insomnio, se levantó de un salto y camino resuelta hacia el dormitorio de Gastón. La puerta estaba totalmente abierta. La luz apagada. Solo un tenue resplandor del exterior iluminaba el cuerpo desnudo de su hijo.
Se acercó lentamente observando aquel cuerpo marcado y juvenil que dormía.
Bajó su mirada con lujuria buscando en la entrepierna la pija de su hijo descansando como un ángel. Quedó boquiabierta. Esta vez aquella verga estaba tremendamente dura y los 18 cm. de fláccida carne eran ahora 22. Un nuevo chorro de adrenalina surcando sus venas puso a mi amiga al rojo vivo.
Cegada por el deseo  tomó la pija de Gastón entre sus manos sintiéndola pesada y maciza. Acercó su boca y dejó salir un leve soplido de aire caliente sobre el glande. Entre sueños Gastón despidió un profundo suspiro.
La cabeza de esa pija estaba enrojecida, casi morada y la boca de mi amiga rebosante de saliva. Su lengua húmeda se posó sobre ella y comenzó a rodearla y humedecerla con delicados movimientos. Ya no pensaba que su hijo estaba ahí. Nada importaba. Tantas veces había chupado la verga de su marido, qué mal le haría hacerlo una vez más.
Apretó los labios contra el pequeño agujero de aquel mástil de carne y una gota de intenso sabor se posó en ellos refrescando sus recuerdos. El exquisito sabor de la leche derramada sobre las sábanas. Abrió la boca y se la tragó hasta la campanilla. Lentamente la fue sacando, moviendo su lengua para rodearla. Húmeda y durísima la succionó profundamente. Un manantial de abundante saliva caía por el tronco de esa pija hasta mojar los huevos.
Separó un poco las piernas de su hijo y lamió sus bolas sudorosas. Después las chupó con destreza metiéndose una a la vez dentro de su boca. Un gemido de placer salió de la garganta de Gastón. Ella levantó su mirada, su hijo la observaba en silencio. Dejando de chupar los enrojecidos testículos acercó un dedo a su boca para indicarle que siguiera en silencio. Él no pensaba decir una palabra.
Volvió a metérsela en la boca. Esa pija temblaba como todo el cuerpo de Gastón. Con la lengua y los labios la aferró con violencia. La piel de su mano apretando esa verga inflamada sentía que era un volcán por estallar. Las venas estaban hinchadas y latían al ritmo de la leche subiendo por su cavernoso cuerpo.
Sin moverse un milímetro, Juliana dejó fluir el semen de su hijo como un manjar adentro de su boca. Un chorro profundo inundó su garganta casi hasta la arcada pero no retrocedió. Dejó que ese blanco, espeso y pegajoso néctar corriera desde su boca inundada por la pija hasta mojar los huevos. Alejó su boca y tragó los restos de leche que quedaron en su garganta. Era sabrosa y dulce.
Su mano seguía sosteniendo con firmeza la verga de Gastón que dando un respingo dejó salir el último disparo. Casi sin fuerzas, el semen se derramó sobre el glande. La boca de mi amiga volvió a tragarse la cabeza de aquella poronga, quería sorber hasta la última gota de ese apetitoso río blanco.
Pasó con parsimonia la lengua por cada parte donde los restos del blanquecino y caliente líquido estaban derramados. El tronco, los brillantes huevos, las sábanas. Toda esa leche fue llenando la boca de mi amiga para después dejarla correr por el fondo de su garganta y tragarla con delicia.
Pasó los dedos por su lengua, todavía untados en la tibia crema que la pija de su hijo le había regalado. Los chupó uno a uno hasta recoger cada gota embriagadora. Aún con los labios viscosos subió hasta la cara de Gastón y se despidió de él dándole un beso en la mejilla.
A la mañana siguiente Juliana se levantó muy temprano. Gastón dormía agotado y feliz. Desayuno con una sonrisa y, antes de salir, dejó una nota sobre la mesa del desayunador para su hijo:
- “No sé cómo explicarte lo de anoche, pero sé que hay un hombre en el cuerpo de mí hijo,  te quiero. Mamá”
CONTINUARÁ...

2 comentarios - Hacete hombre - Parte I

masitasexxx
Muy bien relató! (Trata de solucionar el tema de los espacios entre palabras)
Muy caliente!!!
aviator30
Exelente relato atrapa tu forma de contarlo...muy exitante por supuesto vale aclararlo....gracias por compartir