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La Terapia de mi mujer 02 (El Origen)

La Terapia de mi mujer

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Que lejanos quedan aquellos tiempos en los que Elena era una chica tímida, muy dulce y algo mojigata en el sexo, para ella el sexo debía ser siempre delicado y muy convencional, por supuesto impensable sin una sólida relación sentimental. Es cierto que con ella el sexo solía ser demasiado "dulce" y monótono, casi a oscuras, siempre en la posición del misionero y casi en silencio, aunque yo tampoco necesitase mucho más al casarnos. Con el tiempo ella se fue relajando, podía haber una luz tenue, probamos otras posturas y ocasionalmente podía decir alguna guarrería, pero yo quería sentir que el sexo era sexo y no amor.
 Mi gran error le cometí aquel día en el que salí a celebrar una despedida de soltero, terminé algo borracho y, excitado por las stripper de la fiesta, terminé pagando a una profesional para que me hiciese una mamada, práctica que a Elena le parecía asquerosa.
 Disfruté de la mamada, pero mientras me la chupaba veía a Elena, no a la profesional y al correrme me sentí como un cabrón, a Elena no la dije nada, pero empecé a agasajarla constantemente para calmar mi sentimiento de culpa, tanto que ella se extraño, empezó a preguntarme y terminé por confesarle mi infidelidad. Sabía que la estaba destrozando al descubrir que no me satisfacía sexualmente. Verla llorar de ese modo me abatía, intenté consolarla diciéndola cuanto la quería, que el sexo era algo secundario, pero no servía de nada y fui a por un tranquilizante. Al volver vi la puerta de calle abierta, salí a tiempo para verla bajar corriendo por las escaleras, corrí tras ella, antes de llegar a calle escuché un frenazo, un golpe sordo, gritos y me encontré a Elena tirada en el suelo e inconsciente, la habían atropellado al cruzar corriendo.
 Mi siguiente recuerdo es del hospital hablando con un medico, Elena tenía un derrame craneoencefálico, sin otra solución que controlar su evolución y esperar. Por suerte tuvo una recuperación milagrosa, a la semana estábamos en casa y salvo por los dolores por el atropello sin secuelas aparentes, aunque deberíamos estar atentos a cualquier síntoma fuera de lo normal.
 Lo primero que debería haberme alertado fue su sexual. Al segundo día de estar en casa Elena me reclamó sexualmente y por primera vez quiso ponerse encima. A partir de ahí, cada día que pasaba Elena se mostraba más desinhibida y dispuesta a tener sexo, incluso me la chupo por iniciativa propia unos días más tarde, lo cual me encantó.
 Al mes y medio tuvo la revisión, las pruebas fueron negativas Elena tampoco tenía síntomas como perdidas de memoria, problemas con el habla ó la coordinación, pero cuando comenté lo de su cambio sexual el doctor nos hizo detallarle los cambios, sospechó que fuese una consecuencia del golpe, le pidió más pruebas y nos citó a la semana siguiente. Las pruebas mostraban una pequeñísima astilla del cráneo punzando una zona del cerebro que era imposible de operar sin poner en riesgo la vida de Elena, deberíamos estar atentos a todos los cambios que pudiésemos notar y volver en un mes.
 Ese mes dio comienzo nuestro infierno, Elena se había vuelto una mujer desinhibida, deseosa de sexo a todas horas y en cualquier lugar, parecería el sueño de cualquier hombre, pero lo suyo era excesivo, tanto que llegué a sentirme abrumado é incapaz de satisfacerla. En la siguiente consulta el doctor nos aconsejo que Elena acudiese al Dr. Castro, un psicólogo conocido suyo que estaba especializado en trastornos sexuales y con un gran éxito por sus terapias.
 Cuando fuimos a la primera cita, nuestra relación se limitaba a discutir, follar para reconciliarnos y vuelta a discutir, durante casi hora y media le explicamos la situación con todo detalle sobre todo Elena que no tuvo reparo en hablar de lo mucho que la gustaba el sexo y el placer que sentía cuando follábamos.
 El Dr. Castro dijo que la solución sería larga y exigiría mucha paciencia, en especial por mi parte. Estableció que Elena fuese dos veces a la semana y yo dos veces al mes, más una los dos juntos el primer lunes de cada mes. Seis meses después todo seguía igual, Elena cada vez estaba más descontrolada, discutíamos constantemente, Elena no hacía más que reprocharme mi incapacidad de satisfacerla sexualmente, yo que era una ninfómana y se comportaba como una puta, a lo que ella me respondía que su accidente fue por irme de putas.
 Llegué a sentirme incapaz de satisfacer su sexualidad, saber por boca de la propia Elena que en la consulta del Dr. Castro siempre terminaba hablando de sus fantasías eróticas, incluso masturbándose mientras se las contaba no ayudaba mucho, la presión fue tal que empecé a tener problemas de erección, según el Dr. Castro provocados por mi miedo a no ser lo bastante hombre para una mujer como Elena, quien llevaba faldas cada vez eran más cortas y escotes más pronunciados por que, según ella, le gustaba que la mirasen, incluso tenía algunas blusas trasparentes y a veces iba sin ropa interior.
 Saltábamos por nada, ya no me sentía enamorado de Elena, pero lo peor es que en cada discusión sentía más rencor hacia ella, en especial cuando tras una bronca se masturbaba sin importarla que la pudiese oír. En esos momentos temía que cualquier día me pondría los cuernos, si es que no me los había puesto ya.
 Fue por esa época cuando el Dr. Castro nos habló de la terapia, él solo veía dos soluciones para que Elena pudiese controlar su libido, medicarla con unos efectos secundarios muy duros que rebajarían la calidad de vida de Elena, además de causarla problemas de atención que pondrían en riesgo su capacidad laboral ó asistir a un centro, gestionado por su hija, en el que procederían a una terapia de choque.
 La terapia consistía en que Elena fuese usada sexualmente como un objeto por diferentes especialistas una vez a la semana. El objetivo era que Elena dejase de sentir esa exacerbación sexual a base de un exceso de sexo vejatorio y brutal. En ningún caso nos aseguró que funcionase, pero al menos esas sesiones calmarían los deseos de Elena varios días. Si ambos estábamos de acuerdo, lo cual era imprescindible, el Dr. Castro redactaría un informe detallado sobre el problema de Elena y una vez estudiado por los responsables del centro, comenzaría las sesiones.
 Yo alucinaba escuchándole, pero cuando mi mujer se mostró de acuerdo con someterse a ella exploté. Allí mismo tuvimos una discusión de las más gordas, a ella la llamé de todo y al Dr. Castro le amenacé con ponerle una denuncia. Elena también estaba fuera de si, me insultaba y culpaba de todo. Salí de allí dando un portazo y me fui a dormir a un hotel para tranquilizarme y pensar con claridad.
 Los siguientes días fueron demenciales, por supuesto no pensaba volver a la consulta del psicólogo y menos aún dar mi consentimiento a esa "terapia", pero Elena si volvió y cada vez que iba teníamos bronca, el resto del tiempo apenas nos dirigíamos la palabra. Elena terminó por perder cualquier atisbo de recato, en casa estaba siempre desnuda, se masturbaba donde y cuando la apetecía, aunque estuviese yo delante, ignorándome, haciendo que me sintiese muy incomodo, en especial cuando me empalmaba al verla, por que verla masturbarse era todo un espectáculo.
 Cuando lo hacía me iba a otra habitación, pero en realidad me quedaba escondido para verla y pajearme yo también. Me ponía como una moto cuando se metía alguno de los consoladores que había comprado por recomendación del maldito psicólogo. No tenía ni idea de que hacer, pero mi sexualidad estaba cambiando, no sentía deseo alguno de follar con Elena, el rencor era demasiado, pero era incapaz de no excitarme al verla desnuda y masturbándose, intenté razonar conmigo mismo todo lo que había pasado en este tiempo, como habíamos llegado a este punto, pensaba en las cosas buenas que podríamos tener si fuésemos capaces de ponernos de acuerdo y me decía a mi mismo que no debería tener en cuenta las cosas que nos habíamos dicho durante nuestras broncas por que Elena estaba enferma.
 A causa de esos razonamientos estaba menos irascible, llevábamos un par de días sin discutir demasiado, pensé que era posible volver a tener una relación como dos personas normales, pero todo se fue al traste cuando me pilló espiándola. Allí estaba yo, con la polla en mi mano, corriéndome sin poder evitarlo y apretándomela para que el semen no salpicase justo cuando ella se puso frente a mi para abroncarme por pajearme en vez de follar con ella, perdimos los estribos y ella zanjó la discusión diciendo que empezaría con la terapia inmediatamente, tanto si daba mi consentimiento como si no lo hacía.
 Estallé al oírla, le dije que no estaba dispuesto a ser un cornudo, mucho menos a pagar para que otros tíos se la follasen y que no iba a seguir compartiendo cama con una puta ninfómana como ella. Esto pasó justo antes de irse a su cita con el Dr. Castro. A las tres horas volvió informándome que la terapia podría empezar en diez días, pero el Dr. Castro insistía en que diese mi aprobación.
 A - "Ni lo sueñes, ya te he dicho que no pienso dar mi permiso para que folles con otros."
 E - "Tu sabrás, el Dr. Castro a hecho una excepción en mi caso para que comience la terapia sin tu aprobación."
 A - "Pues si lo haces atente a las consecuencias."
 E - "Vete a la mierda."
 Esa misma noche me fui a dormir al cuarto de invitados con la intención de pedir el divorcio lo antes posible. Hablé con un abogado para poner en marcha el proceso, pero me aconsejó que no lo hiciese sin pensarlo bien, por lo que le conté y con los informes médicos tendría todas las de perder y me quedaría sin un duro. Pasé los días evitando coincidir más de lo necesario en la misma habitación, pero al volver de su primera sesión de terapia la noté mucho más tranquila, su cara no mostraba la crispación de tiempo atrás, incluso me saludó con una sonrisa y cierta dulzura que hacía mucho tiempo que no veía. En las semanas siguientes fue Elena quien buscó una mayor relación entre nosotros, seguía estando desnuda por la casa, pero ya no se masturbaba en cualquier lugar.
 Salvo por ir siempre desnuda, lo cual me daba cierto morbo, cada día se comportaba más como la amante esposa con la que me casé, pero recelaba de cuanto duraría así. A pesar de ello, por simple educación, volví a ser más amable y cariñoso con ella, incluso acepté que me contase algunos detalles sobre su terapia. Insistió en lo bueno que sería dar mi aprobación a la terapia y me explicó que si la acompañaba podría ver la sesión a través de espejo, si yo quería y sin que ni ella ni el terapeuta supiesen si estaba mirando ó no. También me admitió que su rencor hacía mi había desaparecido desde que había empezado con las sesiones.
 Hablaba seductoramente, desnuda, sentada junto a mi en el sillón la escuchaba contar como un desconocido la había atado y follado a su antojo consiguiendo que se corriese hasta quedar exhausta, incomprensiblemente estaba excitándome. Elena no se limitaba a describir lo sucedido, explicaba con detalle sus sentimientos en esos momentos, sin parar de repetir lo mucho que pensaba en mi durante la sesión.
 Mi erección no le pasó desapercibida, la acarició con su mano mientras sonreía mirándome a los ojos y me preguntaba si la permitía hacerme una mamada. Fui incapaz de decir que no, por primera vez en todos estos años Elena me preguntaba si quería sexo, antes del atropello siempre tenía que ser yo el que insistiese, pero desde entonces ella era quien tomaba la iniciativa sin aceptar una negativa.
 Elena me besó en la boca restregando sus tetas contra mi pecho, la manera de besarme, los movimientos de su lengua en mi boca, la suavidad de sus labios, todo eso me volvía loco, al mismo tiempo empezó a desabrochar mi pantalón cogiendo mi polla con su mano y acariciándola con una habilidad desconocida para mi. Separó nuestras bocas y se agachó hasta llegar a mi polla dejando caer su saliva sobre mi capullo para lubricarle, sus dedos la extendían suavemente al tiempo que pasaba su lengua por todo lo largo de mi polla hasta llegar a mis huevos y lamerles. Hizo el recorrido inverso llegando de nuevo a mi capullo y lentamente, mientras masajeaba mis pelotas con sus manos, se la fue metiendo en su boca hasta engullirla entera. Lo hizo sin ansia, haciéndome sentir que lo único importante era mi placer, en mi vida me había imaginado un placer así, traspasaba lo físico, era algo mucho más intenso de lo que soy capaz de explicar.
 Así se mantuvo un buen rato, con mi polla totalmente dura metida en su boca hasta la garganta, moviendo su lengua por ella lo poco que le era posible y masajeando mis huevos con sus manos esparciendo por ellos las babas que resbalaban desde su boca. Se la sacó tan despacio como la había metido, jugueteó con su lengua sobre mi capullo, le succionó, le besó, bajó de nuevo por toda la longitud de mi polla con sus labios, luego subió por el lado contrario y lo repitió varias veces antes de metérsela de nuevo hasta la garganta, pero en esta ocasión, no se como, movía algo en su garganta que tocaba directamente mi capullo.
 Miré para abajo, nuestras miradas se cruzaron, sonrió como pudo sin sacarse la polla é hizo un poco de presión para metérsela un poco más dentro, al hacerlo de dio una arcada, las lagrimas afloraron a sus ojos, pero ella seguía sonriendo y yo me limité a cerrar los ojos, echar mi cabeza para atrás y disfrutar.
 Elena continuó sacando y metiendo mi polla de su boca hasta la garganta una y otra vez, suavemente al principio, luego iba acelerando los movimientos y cuando me notaba a punto de correrme, paraba, dejaba que me relajase y retomaba de nuevo sus movimientos sin dejar de masajearme los huevos restregando sus babas suavemente por ellos, de vez en cuando los cogía por la base con fuerza y los estiraba, en otras dejaba de lamer mi polla para lamerles y metérseles en su boca.
 Yo había perdido la noción del tiempo, todo me daba vueltas, sentía mi polla más grande y dura que nunca, no se si sería debido a las succiones que ella misma hacía con su boca, pero era una sensación increíble y sintiendo que mi eyaculación sería inminente, se lo dije, no quería que la pillase de sorpresa, pensé que se la sacaría de la boca, pero no, la mantuvo dentro sin hacer nada, tan solo sentía sus labios rodeando la base de mi capullo. Intenté no correrme, pero fue imposible y noté que mi semen salía sin fuerza, pero imparable y sin que Elena hiciese nada, abrí los ojos y la vi mirándome, ahora tenía la boca abierta, con la lengua fuera, mi polla reposando sobre ella y el semen, que seguía saliendo lentamente, como si rebosase de mi polla, cubriendo toda la lengua de mi mujer. Elena exprimió mi polla con sus dedos, desde la base hasta el capullo consiguiendo que saliese algo más de semen, yo sentía que no me había terminado de correr, pero mi erección había desaparecido. Elena me mostró su boca llena de mi semen, lo repartió por toda su boca con la lengua y terminó tragándoselo como si fuese un manjar y sin dejar de sonreír.
 Estaba bellísima allí desnuda, arrodillada ante mi, sonriendo después de hacerme la mejor mamada de mi vida y me suelta:
 E - "Siempre que quieras una mamada, mientras sigamos juntos, dímelo. Te prometo que haré esto mismo y mejor aún solo para disfrutar viéndote gozar como te he visto hoy.
Hasta mañana, que descanses."
 No supe reaccionar en ese momento, se levantó, me dio un beso en los labios y se fue a su habitación, no dejé de mirar como caminaba moviendo su culo, un culo que siempre me pareció espectacular, pero del que ella siempre se avergonzó y ahora lucía con orgullo. Cuando pude reaccionar me levanté y me fui a mi habitación, me costó dormirme lo que no está escrito, volvía a sentir algo por mi mujer, no podía olvidar todas las broncas que habíamos tenido, pero esta nueva Elena me desconcertaba, salvo pequeños momentos en que volvía a salir esa Elena borde y exigente de los últimos meses, se había vuelto en una mujer dulce, cariñosa, divertida, alegre y totalmente desinhibida con quien podía hablar de cualquier cosa.
 Al día siguiente fue Elena quien me despertó, lo hizo con mimos y arrumacos, seguía desnuda y cuando vio que ya estaba despierto, se tumbó junto a mi reposando su cabeza en mi pecho diciéndome lo feliz que se sentía.
 E - "Cariño, anoche me hiciste muy feliz, te he echado mucho de menos y se que las cosas nunca podrán volver a ser como cuando nos casamos, pero siento que si somos capaces de olvidar todas esas cosas horribles que nos hemos dicho últimamente, podemos ser muy felices."
 A - "¿Que quieres decir?"
 E - "Simplemente que te quiero y que tenerte a mi lado es lo que más feliz me hace. Se que tu tienes que asimilar muchas cosas y se que no te será fácil, pero estoy dispuesta a esperar lo que haga falta y sin agobiarte. Cuando tu consideres que es el momento me tendrás."
 A - "No se, estoy muy confuso. Me asusta tu ansia por el sexo, pero he de reconocer que lo de anoche fue increíble."
 E - ¿Te refieres a la mamada? Muchas gracias cariño, me encanto hacerte gozar de ese modo, tanto que me corrí sin ni siquiera tocarme."
 A - "¿Como? Si no te vi hacer ningún gesto."
 E - "Es difícil de explicar. No es como cuando me corro follando ó masturbándome, es otra cosa, algo interno y muy cerebral, aunque el coño se me moja igual. Por cierto, ¿Te gustaría otra mamada? Yo estaría encantada de hacerlo, pero solo si te apetece. Nunca más te volveré a exigir nada de sexo, pero te daré todo el que quieras y siempre que quieras."
 A - "¿Aunque no te apetezca cuando yo te lo pida?"
 E - "Cariño, sigo ansiosa de sexo a todas horas, pero estoy aprendiendo a controlarlo gracias a la terapia. El Dr. Castro tenía parte de razón en cuanto a sus efectos, no siento nada en contra del sexo, ni creo que lo llegue a sentir por mucha terapia a la que me someta, en eso se equivocó plenamente, pero a pesar de seguir igual de ansiosa por follar, he aprendido a canalizar mis ansias de otra manera."
 A - "No se Elena, no quiero que te hagas ilusiones sobre algo que no me veo capaz de asimilar y tampoco quiero aprovecharme. Es cierto que anoche me diste el mayor placer que he sentido jamás, pero no es bastante para que acepte hacer borrón y cuenta nueva. Siento que aún tengo rencor por todo lo sucedido desde que volvimos del hospital."
 E - "Lo se cariño y no espero conseguir nada por mamártela siempre que quieras, pero yo también disfruto haciéndolo, así que no tienes ningún compromiso, ni siquiera el de darme placer a mi."
 Mientras hablaba ya estaba acariciando mi polla, la dejé seguir con sus caricias sin decir nada. A diferencia del día anterior y por la posición en la que estábamos, podía tocarla sus tetas, su culo, sus piernas y también su coño, que estaba totalmente encharcado.
 La mamada fue casi mejor que la de la noche anterior, en especial por que al terminar, le pedí no se fuese y se quedo acurrucada en mi pecho. Todo esto sucedió pasado un mes de comenzar la terapia, pero aún pasaron cerca de veinte días más hasta que decidí dormir con ella de nuevo.
 Durante esos días me la chupó casi a diario, alguna vez a demanda mía y siempre lo hizo con alegría, sonriendo, sin exigir nada y preocupada tan solo de mi propio placer. Por mi parte sentía un desinterés absoluto por follar, en concreto por hacer que ella se corriese, tan solo me interesaba mi propio placer, en gran parte me di cuenta que era debido a mi rechazo por todas esas veces en las que tuve que follar con ella sin desearlo, muchas de ellas como parte de una reconciliación que no era tal. Eso me preocupaba bastante, consideraba que era un obstáculo para retomar nuestra relación de pareja."
 A - "Elena, debes saber que, aunque me encanta que me la chupes, no siento ningún deseo de hacer nada por darte placer. Es algo directamente relacionado con nuestras discusiones de los últimos meses."
 E - "Te entiendo y se que será muy difícil que eso cambie, pero no te quiero a mi lado por el sexo, te quiero a mi lado por amor. Mi sexualidad queda satisfecha con la terapia y viendo como gozas con mis mamadas. En parte es mi manera de compensarte todo lo sucedido por mi comportamiento"
 A - "Entonces... ¿Si nunca volviese a hacerte el amor te daría igual?"
 E - "No cariño. Me da igual que nunca vuelvas a follar conmigo, el amor lo hacemos cuando me abrazas, cuando hablamos, cuando me miras. Eso solo me lo puedes dar tú y lo haces a pesar de ese rencor que aún tienes hacia mi."
 A - "¿Y no te importa saber que aún te guardo rencor?"
 E - "No se trata de si me importa ó no, se trata de asumir mis errores y aceptar las consecuencias. El Dr. Castro me ayudó a ver las cosas desde otro punto de vista y a valorar nuestra relación por encima de mi enfermedad. Por eso te digo que no me importa que nuestro sexo se limite a que te la chupe cuando tu quieras."
 A - "¿Y que pasaría si un día quisiese follar con otra?"
 E - "Espero que no pase nunca, por que si pasase me romperías el corazón."
 A - "Pero tu follas con otro todas las semanas y yo estoy dispuesto a aceptarlo, en cambio me dices que no aceptarías que yo desease a otra. Me parece un poco injusto y egoísta por tu parte."
 E - "Es muy diferente cariño. Yo no voy a follar con otro todas las semanas, como tu dices. Voy a una terapia para calmar y controlar mi ansia sexual. Por mi parte no siento deseo de ningún tipo hacia esos hombres como personas, mucho menos nada sentimental. Lo que tu estás diciendo implicaría que desearías follar a esa supuesta mujer y posiblemente también tendrías algún sentimiento hacia ella."
 A - "O sea, que por esa regla de tres, seré un cornudo consentido."
 E - "Ni mucho menos cielo. No te niego que en más de una ocasión, antes de ir a la terapia, estuve tentada de irme a ligar y follar con algún desconocido, pero no lo hice por que habría sido traicionarte y nunca podría vivir con ello. Pero en estos dos meses he ido ocho veces a terapia, en cada ocasión he tenido un terapeuta diferente y me han follado de maneras que ni siquiera habría imaginado, pero no han sido más que objetos para calmar mi ansia por el sexo, ellos solo trabajan allí y yo no tengo contacto con ellos salvo el tiempo que dura la sesión, durante la cual no hablamos más que cuando me dan alguna orden ó me insultan y no me negaras que desde que voy a terapia las cosas van mucho mejor entre nosotros, para mi es lo único que me importa."
 No tenía ni idea de como rebatir sus argumentos, además, tenía muy presente que fui yo quien se fue de putas. Así que simplemente acepté la situación y volvimos a retomar nuestra relación como pareja, a pesar de ser consciente que todas las semanasotro tío se follaría a mi mujer a su antojo y encima cobrando por ello. Esto me hacía sentir ridículo, por eso me seguía negando a ir con ella a la terapia, no me apetecía llegar allí y que todo el mundo se riese de mi por cornudo. Lo que si que hice poco después fue volver a la consulta del Dr. Castro y acompañar a Elena a su terapia.
 
Tomado de:www.todorelatos.com/relato/129085/

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