La camarera apareció con unasbandejas llenas de fresas y frambuesa.
-Los frutos rojos le dan al sexo deuna mujer un sabor delicioso- comenté.
- Lo sé, me dijo.
Mientras los demás charlaban, algunascamareras semidesnudas, con cuerpos de bailarinas, se paseaban entre las mesassirviendo champán.
Estábamos algo lejos del centro, mepermití comenzar a acariciar su muslo primero, en lentos círculos, con calma, yenseguida sentí una tensión de respuesta. Ella sonrió con complacencia y luegose dejó caer hacia atrás sobre los almohadones, con la expresión de éxtasis deun drogadicto en trance.
Llegué con lenta exploración hasta suconcha. Llevaba kimono, como era la consigna de la fiesta, así que se lodesaté, recorrí su pecho con la otra mano, retorciéndole suavemente un pezón yotro, alternativamente.
Me dijo que le gustaba… empecé adeslizar mi lengua hasta el esternón, seguí por todo el estómago, hasta loslabios de su sexo, donde el roce delicado se transformó en largas y húmedaspasadas, firmes, penetrantes. Abrió un poco las piernas.
-Más adentro, me dijo.
-Quiero comprobar tu sabor…
Mis ojos quedaron a la altura de loslabios abiertos de su concha… le metí un dedo, luego dos, después tres,abriéndola totalmente, sin que mi lengua se moviera de su clítoris ni un soloinstante.
La dí vuelta, la penetré sin más, confirmeza y confianza, mientras se apretaba el clítoris con el pulgar. Másadentro, más fuerte… sentí la explosión de mi orgasmo… se dio vuelta y comenzóa chuparla…
-No quiero que esto termine acá…tenés otro tesoro para penetrar – me dijo.
Y succionaba, incansablemente,pretendiendo que mi sexo siga duro, quería ser taladrada… luego se dio vuelta,de un platito de porcelana sacó unas gotas de lubricante, se las puso en lacola, y me dijo que empiece.
Yo estaba orgulloso de mi tesoro, asíque la inserté con habilidad, hasta que la tuvo completamente adentro, mientrasle metía los dedos en la concha… se movía con desesperación, quería serinundada, y a eso me dediqué, sin reparos, sin pausas, con el gran objetivo deempaparla y verla gozar…
-Estuviste fantástico –musitó,mientras yo miraba deslumbrado su cuerpo perfecto.
0 comentarios - Fragmento de una pasión