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Lazos fraternales...

Después de haber estado con los amigos de Pablo que participaron enel Gangbang, pienso que ya es momento de dedicarle tiempo a mi hombre. Todavía debíamosrecuperar los polvos que perdimos mientras duró su estadía en Tucumán, por lo queun par de días después de haber estado con Tripa en el albergue transitorio deOnce, me entran ganas de hacerle una nueva visita.
Esta vez no vamos a tomar mate, aunque lo más seguro es que al final,de todas formas, termine soplando la bombilla. Pero por lo menos por una nochequiero que disfrutemos de una cena romántica, a la luz de las velas, como si fuésemosuna pareja hecha y derecha, como diría mi abuela.
Me voy entonces hasta su casa y en el Día de la esquina compro unpaquete de fideos, salsa de tomates, una botella de vino y un paquete de velaspara hacer aún más íntimo el momento.
Él no está a esa hora, me aseguré llamándolo antes, así que entrocon mi llave. Dejo las cosas en la cocina y me voy hasta su cuarto a ponerme cómoda.
Me saco la ropa, el corpiño y quedándome en bombacha, me pongo sobrelos hombros una de sus camisas. Me calzo también sus ojotas y vuelvo a lacocina.
Pongo agua en una olla para los fideos, le agrego sal, aceite yespero que hierva. En otra hornalla preparo la salsa, añadiéndole las pocas especiasque puedo encontrar en las despensas. Mientras todo se va cocinando, me sirvouna copa de vino, como para amenizar la espera.
Cuando hierve el agua pongo los fideos, revolviéndolos para que nose pegoteen. La salsa ya está lista, así que la apago. Bebo otro sorbo de vino,mientras sigo revolviendo los fideos, cuidando que no se pasen. Estoy tanconcentrada en mis habilidades culinarias, que no me doy cuenta que alguienentra a la cocina y agarrándome de la cintura me susurra al oído:
-Que rico huele- sin especificar si se refiere a la comida o a mí.
Desilusionada por no haber podido sorprenderlo con la mesa puesta yla comida ya servida, me giro para reprenderlo, pero al hacerlo me quedo comode piedra.
-¿Y vos quién sos?- le pregunto sorprendida al tipo que tengoenfrente, un morochazo alto, fuerte y de rasgos severos que, obviamente, no es quiényo esperaba.
-Pedro- se presenta.
Lo miro más sorprendida todavía.
-El hermano de Pablo- me aclara.
¿El hermano? ¿Pablo tiene un hermano?
-Perdoname- le digo de pronto, saliendo de mi aturdimiento -Queríaprepararle la cena, no sabía que..., estabas-
Recién cuando sus ojos se desvían hacia abajo me doy cuenta que estoycon la camisa entreabierta y las tetas al aire frente a un completo extraño. Mecubro rápidamente aunque ya haya visto todo lo que había por ver.
-Ya veo que no te hablo de mí- repone agarrando mi copa y tomándoseel vino que quedaba.
La respuesta resulta más que evidente.
-En cambio él sí me habló de vos, y por lo que me contó de segurodebes ser... ¿Mariela?-
Que le haya hablado de mí significa que para Pablo soy mucho más importanteque cualquiera de sus otras putitas.
-También me contó lo que le regalaste para su cumpleaños- agrega ypor la forma en que lo dice estoy segura que no se refiere al equipo deafeitado -Que pena habérmelo perdido-
Me vuelvo a ocupar de los fideos, revolviéndolos nerviosamente, peroél viene tras de mí, volviéndome a sujetar de las caderas.
-Pablo ya debe estar por llegar, ¿que crees que va a decir si nosencuentra así?- le recrimino.
-Tal vez quiera sumarse- bromea, deslizando sus manos en torno a mi cintura.
"Las tetas no, por favor, que no me toque las tetas", medigo a mí misma. Los pezones son mi punto débil, si me los toca, pellizca o acaricia,ya no tengo retorno. Y como si me leyera el pensamiento, el muy turro va y me lostoca.
Asciende por mi cuerpo, por debajo de la camisa de su hermano y meaprisiona los pechos, frotándome los pezones con el índice y pulgar de cadamano. Ya está, no hay nada más que hacer. No puedo oponerme a eso. Es como si hubiesepresionado un interruptor para que mi libido se dispare a niveles ya incontrolables.
Echo la cabeza hacia atrás, la apoyo en su hombro y suelto un plácidosuspiro. Los fideos ya se deben estar pegoteando y haciendo un mazacote, perono me importa, prefiero restregarme contra su  cuerpo y sentir esas llamaradas de pasión que meenvuelven y arrastran hasta la perdición absoluta.
Me suelta una teta solo para llevarla hacia abajo y meterla dentrode mi bombacha. Sus dedos capturan enseguida mi clítoris, apretándolo como si quisierasacarle juguito. Me lo refriega y sacude para luego deslizar un dedo en miinterior, comprobando por sí mismo los efectos de su inesperada irrupción.
-¡Mmmhhh..., estás mojadita!- me susurra metiéndome un dedo más.
Cuando quiero darme cuenta ya tiene todos los dedos metidos en miconcha, incluido el pulgar, presionando hacia adentro como si quisiera metermetoda la palma también. Por suerte se trata solo de un amago, ya que enseguidame los saca y dándome la vuelta, me pega tremendo chupón.
Cuando me suelta, atino a apagar la cocina, no vaya a ser que sedesate un incendio y me arruine el garche que estoy a punto de recibir.
Sin reparar siquiera en las consecuencias de mis actos, me echo derodillas en el suelo y le bajo el pantalón pijama que tiene puesto, sin nadadebajo, descubriendo en toda su rebosante plenitud una verga de suculentasproporciones. Parece que eso de estar bien dotado ya viene de familia.
Se la agarro con una mano, se la pajeo para ponérsela más dura ysoltándole una escupida en la punta, me la meto en la boca, chupándosela conavidez y entusiasmo.
-¡Ufffffff...! Parece que mi hermano no exageraba al hablar de vos-
¿Le contó de mis mamadas? ¿A quién más le habrá contado? ¿A cuántos?
Tras dejársela a punto caramelo, me levanto y bajándome la bombachita,me doy la media vuelta. Me apoyo contra la mesada y parando la colita meentrego sin renuencia, lo único que me falta es el moño y el papel de regalo.
El hermano de Pablo se agacha tras de mí, me pasa la lengua por todala zanja, me muerde las nalgas, y hasta me chupa todo ahí abajo. Me come, medevora, dejándome los agujeros chorreando sus babas.
-¡Dale, cogeme que no aguanto más!- le pido desesperada, metiéndome yomisma los dedos en la concha como para apaciguar de alguna manera tremenda calentura.
-Voy por un forro...- me dice, dejándome en ascuas por lo que me pareceuna eternidad.
Cuando vuelve, con el forro ya puesto, se coloca tras de mí, bien afirmadosobre sus pies y empuñándola con una mano, me la coloca justo en la entrada dela concha, a las puertas mismas de la Gloria. Primero me la refriega por sobrelos labios, haciéndome sentir tan contundente dureza.
Cuando me penetra, no puedo contener los gritos, jadeos y alaridosque se me amontonan en la garganta. Estallo de placer, y más aún cuando me sujetacon firmeza de la cintura y empieza a cogerme con enviones largos y profundos.
Que buen garche me pega el muy hijo de puta. ¿Será genético esto de cogercomo los Dioses?
-¡Que rica conchita tenés..., caliente, mojadita..., y como mesucciona, parece que me estás cogiendo vos a mí!- me dice al oído, con ese tonocalentón que tanto me excita.
Me arranca prácticamente la camisa y agarrándome fuerte de lastetas, ahora sí, me da para que tenga. Me sacude toda con sus embistes, arrancándomegritos por demás incontenibles y estruendosos. Debían de escucharme hasta enlos departamentos del fondo, pero poco me importaba. Ni siquiera me importabaque en ese momento llegara Pablo y me encontrara cogiendo con su hermano en lacocina de su casa. Incluso alucinaba con que entre los dos me dieran la biava delaño.
De pronto se detiene, me la saca y dándome la vuelta, casi conviolencia, vuelve a besarme jugosa y ávidamente. Me agarra por la cintura, melevanta y me sienta sobre la mesada. Me separa bruscamente las piernas y vuelvea metérmela.
Ahora soy yo la que busca su boca para comérsela a chupones mientrasrecibo en mi concha hasta el último pedazo de verga.
De a ratos me la saca, solo para dejar que un chorro de flujo salgaexpulsado de mi interior, como si me estuviera meando. Lo hace tres o cuatroveces, hasta que cuando ya me salen unas pocas gotitas, me vuelve a dar como enla guerra.
Tras una buena refriega, me la deja adentro, y sosteniéndome por laspiernas, me levanta y me lleva al cuarto de su hermano. Me lleva así, en upa ybien ensartada, por lo que mientras atraviesa el pasillo, me voy moviendo,haciendo oscilar mis caderas en torno a lo que en ese momento constituye micentro de gravedad.
Cuando llegamos, me deposita de espalda sobre la cama, aquella queya conozco tan bien, y echándose sobre mí, por entre mis piernas abiertas,reanuda la brutal descarga.
Cuando acabamos, porque sí, llegamos juntos, lo abrazo y lo beso conpasión y locura. Lo menos que podía hacer ante tan apoteótico garche.
-Me voy a echar un meo- me dice al sacármela.
Tendida ahí, en la cama de Pablo, deshecha de placer, puedo escucharel chorro largo y pesado de la meada de su hermano.
-¡Dios...!- exclamo en un profuso suspiro, sintiendo como me siguentemblando las piernas a causa del orgasmo.
Pedro vuelve al cuarto todavía desnudo, con la pija colgándole entrelos muslos como un péndulo oscuro y pesado.
-¿Te cocinás algo? El olor de esa salsa que preparaste me dió hambre-me dice frotándose la panza.
Me pongo lo primero que encuentro, otra camisa de Pablo y vuelvo ala cocina. Levanto la bombacha que había quedado allí tirada y también me lapongo.
Rescato lo que puedo de los fideos y los mezclo con la salsa.Mientras los estoy revolviendo, Pedro se me vuelve a acercar por atrás en esaforma que me resulta tan incitante.
-Mmmm, que rico huele- me vuelve a decir.
-Ya casi está listo- le digo.
-Me refiero a vos- me aclara dándome un tierno beso en el cuello.
Comemos los fideos con sendas copas de vino.
-Y si llega Pablo, ¿qué le decimos?- le pregunto alarmada.
-Pablo no va a venir, tiene un asunto que resolver, se va a tardarunos días- me responde.
Lo miro sorprendida.
-¿Creías que me iba a animar a cogerte si mi hermano hubiera estadoa punto de llegar? Seré calentón pero no boludo-
-¿Que hubiera pasado? Si nos encontraba, digo- le consulto intrigada.
-Me caga a trompadas- responde riéndose.
¿En que quilombo me metí? ¿No me bastó cogerme a sus amigos queahora vengo y me cojo a su hermano? Claro que yo no lo busqué, fue algo que se dió,y de lo que, pese a sus posibles consecuencias, no me arrepiento.

5 comentarios - Lazos fraternales...

juste
Ah volviste con todo!! Mama, q no se te junte el ganado porq te sacan en camilla jaja
Sute41
Wow. Que buen relato. Me uni a esta comunidad solo para leer tus relatos. Besos...
garcheskikpo
Que bueno que además de todo, sepas cocinar..
Viajerodiario
Muy buena, que putita eres, me pusiste muy caliente..