Habíamos quedado en encontrarnos en La Perla de Once el martes a las cinco de la tarde. Según lo poco que me pudo contar por teléfono, trabaja en el ferrocarril Sarmiento, por lo que el lugar le queda más que cómodo. A mí también,claro, aunque debo admitir que me hubiera ido hasta la punta de cualquier cerro con tal de verlo.
Desde hacia algún tiempo que sentía una irresistible calentura por Tripa, quizás porque se trataba del único amigo de Pablo, de los que habían estado aquella noche de su cumpleaños, con el que me faltaba estar a solas.
Ya había estado con Chuky, con el Negro y con Bigote. Tripa completaría ese póker de ases que habían acompañado a Pablo en tan singular festejo.
De lo ansiosa que estaba, llegué bastante más temprano de lo acordado.Le pido al mozo un cortado, más para matizar la espera que porque tuviera ganas de tomar algo, y me ubico cerca de una de las ventanas, para verlo llegar.
Por un momento pienso que quizás no me reconozca, ni yo tampoco a él.Ya hace varios meses del Gangbang y ciertamente no creo que ninguno haya reparado demasiado en la cara del otro.
Ya estaba por mandarle un mensaje para decirle como estaba vestida,cuando lo veo entrar, inconfundible con su uniforme de ferroviario. Pantalón y camisa marrón, chaleco azul, el chaleco y el pantalón con unas franjas verdes fluorescentes, seguramente para que no los atropellen mientras trabajan en las vías.
Cuando mira hacia dónde estoy, me levanto y le hago señas para que se acerque. Al verme se le ilumina la mirada.
-¡Mariela! No te recordaba tan..., linda- me dice saludándome con un beso en la mejilla.
-Que mala memoria, che- lo reprendo amistosamente.
-Quiero decir que sí, me acordaba que eras linda, pero..., sos un derroche de hermosura- me halaga mientras nos sentamos.
-Bueno, gracias por el piropo-
-¿Sabés que pasa? Que cuando llegaste esa noche yo ya estaba borracho- se explica.
-¿Que? ¿No te acordás de nada?-
-No, sí, acordar me acuerdo, tampoco soy tan gil como para no acordarme de la mejor noche que pasé en años, solo que..., no me acuerdo de todo-
-Entonces te llamé justo- observo -Puedo refrescarte la memoria-
-Mirá que hay mucho por refrescar- me advierte.
Miro por la ventana hacia el telo que está enfrente y, con una incitante sonrisa, le digo:
-Me gustaría hacer el intento-
No hace falta decir más, salimos de La Perla, cruzamos Jujuy y tomados de las manos entramos al albergue transitorio que está sobre la misma avenida.
Apenas cerramos la puerta de la habitación nos besamos con ansía ydesesperación, con esa urgencia que viene latiendo en nuestro interior desde que lo llamé un día antes.
Le acaricio la pija a través del pantalón marrón de trabajo y con voz melosa le susurro al oído:
-La quiero toda..., ¿me la vas a dar?-
-La pedís, la tenés- me confirma, pelándola y volcándola ante mí, pletórica e imponente.
¡Que buen pedazo de verga, por favor! La mejor de entre todas lasque me cogieron aquella noche, superando incluso a la de Pablo por varios centímetros.
No me puedo resistir y caigo de rodillas ante su magnificencia,subyugada por ese lúbrico esplendor que desde ese mismo momento se apodera de todos mis sentidos.
Gusto, visión, tacto, olfato y hasta mis oídos están puestos en el disfrute de tal maravilla, y si tuviera un sexto y hasta un séptimo sentido, de seguro que también se sumaban. Y es que desde hace rato que estaba con ganas de comerme esa verga.
La sostengo con una mano así como está, pesada y robusta, y comienzo a lamerla de abajo hacia arriba, saboreándola toda a lo largo, hasta que al llegar a la punta, abro la boca y me la voy comiendo de a poco, despacio, sin apurarme, sintiendo como cada pedazo me va llenando el paladar y como su carne se funde con mis labios.
Se la chupo con fuerza, con frenesí, con el mayor de los gustos, ahogándome,sofocándome cuando trato de llegar hasta la base de su portentoso volumen.
Cierro los ojos y me concentro en tan complaciente tarea. Me gusta sentirla inflamándose en mi boca,humedeciéndose, y me gusta todavía más cuándo me apoya una mano en la nuca y me empuja hacia su pelvis, como obligándome a comerme hasta el último pedazo de verga,aunque en realidad no tiene que obligarme a nada, ya que yo solita me encargo de comérmela toda.
Claro que pese a mi afán devorador,de a ratos tengo que sacármela de la boca para toser un poco y escupir restos de saliva y líquido preseminal que se me acumulan en la garganta, pero enseguida vuelvo a devorársela con la mayor avidez posible, dejándome rajar los labios con semejante porongazo.
Gracias a mi mamada, la pija de Tripa está en su máximo esplendor, con las venas bien marcadas, chorreando ese líquido con el que tanto me gusta empacharme.
Me excita terriblemente la forma en que me mira cuando me levanto y empiezo a desvestirme,como un depredador al acecho de su presa.
-Que buena estás Mariela, te voy a coger hasta que se te caigan los ojos- me dice en una forma vulgar aunque terriblemente excitante.
Ya en bolas, agarra un preservativo de la mesa de noche, se lo pone y se tiende de espalda en la cama. También desnuda, me escupo abundante saliva en la palma de la mano, me la unto en la concha, y acomodándome encima suyo, a caballito, me dejo ensartar hasta lo más profundo.
-¡Ahhhhhhhhhhh…!-mi gemido fluye naturalmente a causa del alivio que siento al tenerlo dentro.
Me recibe besándome las tetas, chupando y mordiendo mis pezones, provocándome unas fuertes descargas eléctricas que me estremecen hasta lo más íntimo.
Sin dejar de disfrutar de mis lolas, me agarra fuerte de las nalgas y empieza a empujar hacia arriba, con esa potencia que lo califica como un cogedor excepcional.
-¡Ahhhhhhhh… ahhhhhhhhhh… ahhhhhhhhhh…!- me estremezco al ritmo de esas embestidas, disfrutando cada golpe, cada violenta irrupción de su virilidad.
Me emociona casi hasta las lágrimas sentir ese furioso palpitar dentro de mí,esa fuerza, esa energía, ése algo descomunal, impresionante, que no se compara con nada.
Yo no me quedo quieta, por supuesto, me muevo con él, acoplándome a sus entusiastas movimientos, subiendo y bajando, clavándome con todo en esa punzante verga que pretende adueñarse hasta del rincón más recóndito de mi cuerpo.
Ya no hay secretos para él, sabe cuándo acelerar y cuándo aminorar para mantenerme en vilo, expectante de sus arremetidas. Soy yo la que le pide más,la que le demanda más energía, más brutalidad.
-¡Cogeme…! ¡Dame duro…!- le grito, se lo reclamo, abriéndome toda para él,entregándome completamente, en cuerpo y alma, sin guardarme nada.
En medio del garche me da la vuelta, poniéndome debajo y quedando él arriba, entre mis piernas,bombeándome duro y parejo, metiéndomela hasta los pelos, tal como no dejaba de reclamárselo.
Casi sin pausa se pone de rodillas, y sin sacármela, empuja mis muslos contrami vientre y entra a darme con todo, con un movimiento por demás intenso y regular.
Cierro los ojos y disfruto la penetración, la siento retumbando bien adentro, profundamente,colapsando en mí, proporcionándome esa satisfacción que me resulta tan necesaria. Mientras me la mete me acaricia las tetas, bah, acariciar es una forma de decir, me las aprieta y pellizca, pero aunque me hace doler, la calentura lo hace todo más soportable.
-Preparate puta que tengo leche a morir- me dice en esa forma vulgar que solo me provoca mucha más excitación.
Acelera los embistes, las palpitaciones que siento en lo más íntimo no dejan lugar a dudas, está por acabar, en cualquier momento estalla, yo ya perdí la cuenta de los orgasmos que tuve, uno detrás del otro, únicos e indivisibles,como eslabones de una misma cadena. En uno de esos últimos ensartes pega un feroz rugido, me la saca de un tirón y dando un par de zancadas, se arranca el preservativo y me la mete en la boca. No me resisto. Cierro los labios en torno a la entumecida carne justo cuando los chorros de semen, calientes, espesos,efusivos, se precipitan en mi paladar.
Pese a lo caudaloso de la descarga me trago todo, hasta la última gota, relamiéndome gustosa mientras siento como ese torrente de vida se diluye a través de mi garganta. La felicidad no puede ser más completa.
Sin soltársela, le agarro la pija con una mano y se la aprieto, exprimiéndole hasta lo último,chupándola y rechupándola, sorbiendo ávidamente lo que se le derrama a todo lo largo.
Cuando me la saca,le beso los huevos y lo miro a los ojos, su mirada exuda pura satisfacción, una mirada como la que yo seguramente también debo tener en ese momento.
-¿Quién te puso Tripa?-le pregunto luego, curiosa.
Estamos acostados e luno al lado del otro, reponiéndonos después de tan hermosa locura, él fumando un cigarrillo y yo acariciándole tiernamente el pecho.
-Unos amigos,cuando era chico, soy de La Plata, hincha a morir de Gimnasia...- explica.
-¿Qué? ¿Te dicen Tripa porque sos tripero?- lo interrumpo sorprendida.
-Sí, al principio era tripero de acá, tripero de allá, hasta que con el tiempo quedó Tripa..., ¿porqué? ¿Que creías?-
-¡Que te decían Tripa por ésta!- le digo agarrándole la pija y sacudiéndosela.
El tipo estalla en carcajadas.
-Jajajaja...,¿pensabas que me decían Tripa porque la tengo como tripa gorda?..., jajajaja-
-Es un buen apodo y te queda justo- insisto, defendiendo mi teoría.
-¿Vamos por e lsegundo?- le pregunto entonces, sacudiéndosela cada vez más fuerte.
Su verga responde en la forma esperada, engrosándose hasta alcanzar el tamaño de la felicidad.
Apaga el cigarrillo en el cenicero de la mesa de noche, y exhalando hacia un costado la última bocanada de humo, se chupa un par de dedos, el índice y mayor de su mano derecha, y me los introduce en la concha. Mientras los desliza fluidamente por todo mi interior, con el pulgar me aplasta y refriega el clítoris, haciéndome una deliciosa paja a la vez que yo se la hago a él.
Casi a la rastra y entre plácidos suspiros me pongo en cuatro, la cola levantada, las piernas bien afirmadas sobre mis rodillas, las nalgas temblando de emoción ante la inminencia del ataque.
Tripa me las acaricia y aprieta, me las palmea, me suelta un largo escupitajo justo en el medio,dejando que la saliva me recorra toda la raya, hasta acumularse en el agujero de mi culo. Entonces me mete un par dedos y me lubrica el interior,preparándome para lo que de inmediato habría de recibir.
Apoyo la cara en el colchón, cierro los ojos y me dejo envolver por esa oleada de excitación.
Aparte de la culeada en sí, lo mejor es ese momento, el instante previo, cuando te preparan para lo inevitable, para ese sacrificio extremo que toda mujer debe saber ofrecer.Porque entregarle el culo a un hombre, más que una simple muestra de lascivia,es toda una declaración de amor.
Si estás en la cama con un tipo es porque lo amás, quizás no antes ni después, pero en ese momento,en el fragor de la batalla, lo que sentís es muy cercano al amor. Pueden llamarlo como quieran, calentura, morbo, lujuria, pero te aseguro que solo se trata de amor. Por eso me entrego por completo cuando empieza a penetrarme, rajándome bien al medio con esa arma letal que porta entre las piernas.
Bien aferrado de mis caderas, avanza y se detiene, avanza otro poco y vuelve a detenerse,siempre con firmeza, mientras yo me deshago en gemidos cada vez más desgarradores. Y no exagero, eh. Me duele en serio. Pero claro, se trata de ese dolor que resulta excesivamente placentero.
Cuando ya alcanza a metérmela toda, se queda quieto, como para dejar que me acostumbre a su tamaño,pero yo quiero guerra, por lo que me muevo de atrás hacia adelante, siendo yo la que se ensarta en él.
Me deja hacer por un rato, disfrutando seguramente de la vista que le ofrece mi colita devorándole la pija hasta los huevos, pero enseguida me sujeta con fuerza de las caderas y ahora es él quién me ensarta a mí.
Me sacude toda con unas embestidas enérgicas y profundas que me colman no solo de carne sino de una satisfacción plena y absoluta.
-¡Ahhhhhhh...,siiiiiiiii..., asiiiiiiiii..., dale Tripa..., dame duro..., siiiiiiii...,rompeme toda...!- lo incito entre exaltados jadeos, completamente a su merced.
El polvo que me echo en medio de la culeada, o mejor dicho los polvos, porque fueron varios, resulta por demás intenso y exultante, una sucesión interminable de sensaciones que arrasan con todos mis sentidos, dejándome literalmente aniquilada.
Apenas estoy reponiéndome que siento que él también está por llegar a su clímax.
-¡Acabame en las tetas!- le pido entonces, antes de que le resulte imposible contener la descarga.
No dice nada pero está de acuerdo, ya que enseguida me la saca y se levanta, dándome el tiempo justo para que yo me levante también. Me acomodo de rodillas en el suelo y alzándome las tetas con las manos, se las ofrezco en bandeja.
Se saca el forro,se la sacude y entre unos salvajes alaridos, me acaba encima, empapándome toda con ese agradable pegote que resulta tan cálido y placentero.
Con mis dedos desparramo el semen por sobre la piel de mis pechos, untándome los pezones y llevándolo incluso hasta mis labios para volver a saborearlo con el mayor de los gustos.
Cuándo ya no le queda nada más para soltar, se la agarro y le doy una fuerte chupada, sorbiendo hasta la última gota, mirándolo sonriente desde abajo,felizmente sometida al yugo de su virilidad.
-¡Mariela… sos de verdad increíble!- exclama triunfante, las manos en la cintura, observándome fascinado.
Me levanto y tomándolo de la mano me lo llevo al baño, para ducharnos juntos. Luego nos vestimos y salimos del telo, casi a las ocho de la noche. Él se vuelve a la estación y yo me tomo el colectivo en la esquina, sintiendo que la vida no puede ser más maravillosa.
¿Alguien se atreve a rebatírmelo?
Desde hacia algún tiempo que sentía una irresistible calentura por Tripa, quizás porque se trataba del único amigo de Pablo, de los que habían estado aquella noche de su cumpleaños, con el que me faltaba estar a solas.
Ya había estado con Chuky, con el Negro y con Bigote. Tripa completaría ese póker de ases que habían acompañado a Pablo en tan singular festejo.
De lo ansiosa que estaba, llegué bastante más temprano de lo acordado.Le pido al mozo un cortado, más para matizar la espera que porque tuviera ganas de tomar algo, y me ubico cerca de una de las ventanas, para verlo llegar.
Por un momento pienso que quizás no me reconozca, ni yo tampoco a él.Ya hace varios meses del Gangbang y ciertamente no creo que ninguno haya reparado demasiado en la cara del otro.
Ya estaba por mandarle un mensaje para decirle como estaba vestida,cuando lo veo entrar, inconfundible con su uniforme de ferroviario. Pantalón y camisa marrón, chaleco azul, el chaleco y el pantalón con unas franjas verdes fluorescentes, seguramente para que no los atropellen mientras trabajan en las vías.
Cuando mira hacia dónde estoy, me levanto y le hago señas para que se acerque. Al verme se le ilumina la mirada.
-¡Mariela! No te recordaba tan..., linda- me dice saludándome con un beso en la mejilla.
-Que mala memoria, che- lo reprendo amistosamente.
-Quiero decir que sí, me acordaba que eras linda, pero..., sos un derroche de hermosura- me halaga mientras nos sentamos.
-Bueno, gracias por el piropo-
-¿Sabés que pasa? Que cuando llegaste esa noche yo ya estaba borracho- se explica.
-¿Que? ¿No te acordás de nada?-
-No, sí, acordar me acuerdo, tampoco soy tan gil como para no acordarme de la mejor noche que pasé en años, solo que..., no me acuerdo de todo-
-Entonces te llamé justo- observo -Puedo refrescarte la memoria-
-Mirá que hay mucho por refrescar- me advierte.
Miro por la ventana hacia el telo que está enfrente y, con una incitante sonrisa, le digo:
-Me gustaría hacer el intento-
No hace falta decir más, salimos de La Perla, cruzamos Jujuy y tomados de las manos entramos al albergue transitorio que está sobre la misma avenida.
Apenas cerramos la puerta de la habitación nos besamos con ansía ydesesperación, con esa urgencia que viene latiendo en nuestro interior desde que lo llamé un día antes.
Le acaricio la pija a través del pantalón marrón de trabajo y con voz melosa le susurro al oído:
-La quiero toda..., ¿me la vas a dar?-
-La pedís, la tenés- me confirma, pelándola y volcándola ante mí, pletórica e imponente.
¡Que buen pedazo de verga, por favor! La mejor de entre todas lasque me cogieron aquella noche, superando incluso a la de Pablo por varios centímetros.
No me puedo resistir y caigo de rodillas ante su magnificencia,subyugada por ese lúbrico esplendor que desde ese mismo momento se apodera de todos mis sentidos.
Gusto, visión, tacto, olfato y hasta mis oídos están puestos en el disfrute de tal maravilla, y si tuviera un sexto y hasta un séptimo sentido, de seguro que también se sumaban. Y es que desde hace rato que estaba con ganas de comerme esa verga.
La sostengo con una mano así como está, pesada y robusta, y comienzo a lamerla de abajo hacia arriba, saboreándola toda a lo largo, hasta que al llegar a la punta, abro la boca y me la voy comiendo de a poco, despacio, sin apurarme, sintiendo como cada pedazo me va llenando el paladar y como su carne se funde con mis labios.
Se la chupo con fuerza, con frenesí, con el mayor de los gustos, ahogándome,sofocándome cuando trato de llegar hasta la base de su portentoso volumen.
Cierro los ojos y me concentro en tan complaciente tarea. Me gusta sentirla inflamándose en mi boca,humedeciéndose, y me gusta todavía más cuándo me apoya una mano en la nuca y me empuja hacia su pelvis, como obligándome a comerme hasta el último pedazo de verga,aunque en realidad no tiene que obligarme a nada, ya que yo solita me encargo de comérmela toda.
Claro que pese a mi afán devorador,de a ratos tengo que sacármela de la boca para toser un poco y escupir restos de saliva y líquido preseminal que se me acumulan en la garganta, pero enseguida vuelvo a devorársela con la mayor avidez posible, dejándome rajar los labios con semejante porongazo.
Gracias a mi mamada, la pija de Tripa está en su máximo esplendor, con las venas bien marcadas, chorreando ese líquido con el que tanto me gusta empacharme.
Me excita terriblemente la forma en que me mira cuando me levanto y empiezo a desvestirme,como un depredador al acecho de su presa.
-Que buena estás Mariela, te voy a coger hasta que se te caigan los ojos- me dice en una forma vulgar aunque terriblemente excitante.
Ya en bolas, agarra un preservativo de la mesa de noche, se lo pone y se tiende de espalda en la cama. También desnuda, me escupo abundante saliva en la palma de la mano, me la unto en la concha, y acomodándome encima suyo, a caballito, me dejo ensartar hasta lo más profundo.
-¡Ahhhhhhhhhhh…!-mi gemido fluye naturalmente a causa del alivio que siento al tenerlo dentro.
Me recibe besándome las tetas, chupando y mordiendo mis pezones, provocándome unas fuertes descargas eléctricas que me estremecen hasta lo más íntimo.
Sin dejar de disfrutar de mis lolas, me agarra fuerte de las nalgas y empieza a empujar hacia arriba, con esa potencia que lo califica como un cogedor excepcional.
-¡Ahhhhhhhh… ahhhhhhhhhh… ahhhhhhhhhh…!- me estremezco al ritmo de esas embestidas, disfrutando cada golpe, cada violenta irrupción de su virilidad.
Me emociona casi hasta las lágrimas sentir ese furioso palpitar dentro de mí,esa fuerza, esa energía, ése algo descomunal, impresionante, que no se compara con nada.
Yo no me quedo quieta, por supuesto, me muevo con él, acoplándome a sus entusiastas movimientos, subiendo y bajando, clavándome con todo en esa punzante verga que pretende adueñarse hasta del rincón más recóndito de mi cuerpo.
Ya no hay secretos para él, sabe cuándo acelerar y cuándo aminorar para mantenerme en vilo, expectante de sus arremetidas. Soy yo la que le pide más,la que le demanda más energía, más brutalidad.
-¡Cogeme…! ¡Dame duro…!- le grito, se lo reclamo, abriéndome toda para él,entregándome completamente, en cuerpo y alma, sin guardarme nada.
En medio del garche me da la vuelta, poniéndome debajo y quedando él arriba, entre mis piernas,bombeándome duro y parejo, metiéndomela hasta los pelos, tal como no dejaba de reclamárselo.
Casi sin pausa se pone de rodillas, y sin sacármela, empuja mis muslos contrami vientre y entra a darme con todo, con un movimiento por demás intenso y regular.
Cierro los ojos y disfruto la penetración, la siento retumbando bien adentro, profundamente,colapsando en mí, proporcionándome esa satisfacción que me resulta tan necesaria. Mientras me la mete me acaricia las tetas, bah, acariciar es una forma de decir, me las aprieta y pellizca, pero aunque me hace doler, la calentura lo hace todo más soportable.
-Preparate puta que tengo leche a morir- me dice en esa forma vulgar que solo me provoca mucha más excitación.
Acelera los embistes, las palpitaciones que siento en lo más íntimo no dejan lugar a dudas, está por acabar, en cualquier momento estalla, yo ya perdí la cuenta de los orgasmos que tuve, uno detrás del otro, únicos e indivisibles,como eslabones de una misma cadena. En uno de esos últimos ensartes pega un feroz rugido, me la saca de un tirón y dando un par de zancadas, se arranca el preservativo y me la mete en la boca. No me resisto. Cierro los labios en torno a la entumecida carne justo cuando los chorros de semen, calientes, espesos,efusivos, se precipitan en mi paladar.
Pese a lo caudaloso de la descarga me trago todo, hasta la última gota, relamiéndome gustosa mientras siento como ese torrente de vida se diluye a través de mi garganta. La felicidad no puede ser más completa.
Sin soltársela, le agarro la pija con una mano y se la aprieto, exprimiéndole hasta lo último,chupándola y rechupándola, sorbiendo ávidamente lo que se le derrama a todo lo largo.
Cuando me la saca,le beso los huevos y lo miro a los ojos, su mirada exuda pura satisfacción, una mirada como la que yo seguramente también debo tener en ese momento.
-¿Quién te puso Tripa?-le pregunto luego, curiosa.
Estamos acostados e luno al lado del otro, reponiéndonos después de tan hermosa locura, él fumando un cigarrillo y yo acariciándole tiernamente el pecho.
-Unos amigos,cuando era chico, soy de La Plata, hincha a morir de Gimnasia...- explica.
-¿Qué? ¿Te dicen Tripa porque sos tripero?- lo interrumpo sorprendida.
-Sí, al principio era tripero de acá, tripero de allá, hasta que con el tiempo quedó Tripa..., ¿porqué? ¿Que creías?-
-¡Que te decían Tripa por ésta!- le digo agarrándole la pija y sacudiéndosela.
El tipo estalla en carcajadas.
-Jajajaja...,¿pensabas que me decían Tripa porque la tengo como tripa gorda?..., jajajaja-
-Es un buen apodo y te queda justo- insisto, defendiendo mi teoría.
-¿Vamos por e lsegundo?- le pregunto entonces, sacudiéndosela cada vez más fuerte.
Su verga responde en la forma esperada, engrosándose hasta alcanzar el tamaño de la felicidad.
Apaga el cigarrillo en el cenicero de la mesa de noche, y exhalando hacia un costado la última bocanada de humo, se chupa un par de dedos, el índice y mayor de su mano derecha, y me los introduce en la concha. Mientras los desliza fluidamente por todo mi interior, con el pulgar me aplasta y refriega el clítoris, haciéndome una deliciosa paja a la vez que yo se la hago a él.
Casi a la rastra y entre plácidos suspiros me pongo en cuatro, la cola levantada, las piernas bien afirmadas sobre mis rodillas, las nalgas temblando de emoción ante la inminencia del ataque.
Tripa me las acaricia y aprieta, me las palmea, me suelta un largo escupitajo justo en el medio,dejando que la saliva me recorra toda la raya, hasta acumularse en el agujero de mi culo. Entonces me mete un par dedos y me lubrica el interior,preparándome para lo que de inmediato habría de recibir.
Apoyo la cara en el colchón, cierro los ojos y me dejo envolver por esa oleada de excitación.
Aparte de la culeada en sí, lo mejor es ese momento, el instante previo, cuando te preparan para lo inevitable, para ese sacrificio extremo que toda mujer debe saber ofrecer.Porque entregarle el culo a un hombre, más que una simple muestra de lascivia,es toda una declaración de amor.
Si estás en la cama con un tipo es porque lo amás, quizás no antes ni después, pero en ese momento,en el fragor de la batalla, lo que sentís es muy cercano al amor. Pueden llamarlo como quieran, calentura, morbo, lujuria, pero te aseguro que solo se trata de amor. Por eso me entrego por completo cuando empieza a penetrarme, rajándome bien al medio con esa arma letal que porta entre las piernas.
Bien aferrado de mis caderas, avanza y se detiene, avanza otro poco y vuelve a detenerse,siempre con firmeza, mientras yo me deshago en gemidos cada vez más desgarradores. Y no exagero, eh. Me duele en serio. Pero claro, se trata de ese dolor que resulta excesivamente placentero.
Cuando ya alcanza a metérmela toda, se queda quieto, como para dejar que me acostumbre a su tamaño,pero yo quiero guerra, por lo que me muevo de atrás hacia adelante, siendo yo la que se ensarta en él.
Me deja hacer por un rato, disfrutando seguramente de la vista que le ofrece mi colita devorándole la pija hasta los huevos, pero enseguida me sujeta con fuerza de las caderas y ahora es él quién me ensarta a mí.
Me sacude toda con unas embestidas enérgicas y profundas que me colman no solo de carne sino de una satisfacción plena y absoluta.
-¡Ahhhhhhh...,siiiiiiiii..., asiiiiiiiii..., dale Tripa..., dame duro..., siiiiiiii...,rompeme toda...!- lo incito entre exaltados jadeos, completamente a su merced.
El polvo que me echo en medio de la culeada, o mejor dicho los polvos, porque fueron varios, resulta por demás intenso y exultante, una sucesión interminable de sensaciones que arrasan con todos mis sentidos, dejándome literalmente aniquilada.
Apenas estoy reponiéndome que siento que él también está por llegar a su clímax.
-¡Acabame en las tetas!- le pido entonces, antes de que le resulte imposible contener la descarga.
No dice nada pero está de acuerdo, ya que enseguida me la saca y se levanta, dándome el tiempo justo para que yo me levante también. Me acomodo de rodillas en el suelo y alzándome las tetas con las manos, se las ofrezco en bandeja.
Se saca el forro,se la sacude y entre unos salvajes alaridos, me acaba encima, empapándome toda con ese agradable pegote que resulta tan cálido y placentero.
Con mis dedos desparramo el semen por sobre la piel de mis pechos, untándome los pezones y llevándolo incluso hasta mis labios para volver a saborearlo con el mayor de los gustos.
Cuándo ya no le queda nada más para soltar, se la agarro y le doy una fuerte chupada, sorbiendo hasta la última gota, mirándolo sonriente desde abajo,felizmente sometida al yugo de su virilidad.
-¡Mariela… sos de verdad increíble!- exclama triunfante, las manos en la cintura, observándome fascinado.
Me levanto y tomándolo de la mano me lo llevo al baño, para ducharnos juntos. Luego nos vestimos y salimos del telo, casi a las ocho de la noche. Él se vuelve a la estación y yo me tomo el colectivo en la esquina, sintiendo que la vida no puede ser más maravillosa.
¿Alguien se atreve a rebatírmelo?
6 comentarios - Tripa...
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