En el umbral de una primavera austral, me sorprendió en Roma una huelga prolongada de la ex “Mi Compañía” como les decíamos en los años anteriores a la década infame de los ‘90 a Aerolíneas Argentinas. Luego de horas de fila, y no pocas discusiones, en la sede romana de esa empresa conseguí un itinerario de regreso que resultó una especie de rosario de tramos y compañías aéreas debido a la escasa disponibilidad de lugares en los aviones: Roma-Londres-San Pablo-Asunción-Buenos Aires. No era lo ideal pero fue lo mejor que pude arreglar y, sin sospecharlo, resultó entretenido, entre el primer y segundo tramo.
En Inglaterra me encontré con la novedad que Varig, la empresa brasilera con la cual debía cubrir el tramo Londres – San Pablo, tenía problemas técnicos (en la máquina) que imponía una demora, estimada de 11 horas, nada menor. En el mostrador arreciaban las protestas y quejas de todos colores y lenguas. Una mujer, de porte distinguido, estaba irritadísima, roja de ira y le “arrojaba” una catarata de palabras en portugués a una pobre empleada que trataba de calmarla. Sin muchas esperanzas de ser oído, me aproximé y le pedí:
- Cálmese Adriana, no vale la pena su rabieta, aunque sea más que justificada, no cambiará las cosas –
Al oír su nombre (yo lo había leído en una etiqueta de su equipaje de mano y con mi dedo índice se la señalé cuando comencé a hablarle) y mis palabras pausadas, en portugués de Brasil que manejo aceptablemente, la hizo recapacitar y tranquilizarse a medias:
- Tiene razón…señor….? –
- Juan,…prazer – le tendí la mano a modo de presentación.
- Pero…es que me indigna la falta de respeto por los pasajeros de esta compañía…y de las otras también-
A medida que fue distendiéndose, afloraron en su rostro rasgos nobles y delicados. Mirándola con atención me resulto una bonita total. De más de 1,70 metros, cabello lacio rubio como correspondía a su apellido de origen alemán, ojazos grandes y claros, color miel, figura armoniosa, piernas de nunca acabar y edad de alrededor de los 45.
Yo tenía mis tarjetas de pasajero en tránsito y de embarque y el vale para la cena sin cargo que daba la empresa, esperé que obtuviera las suyas y retirara su vale y nos encaminamos juntos al local designado. Resultó ser uno de comidas rápidas del tipo Mc Donald, inglés, pero fast food al fin. Adriana no disimuló su desagrado que por lo visto era superior al mío (yo los detesto):
- Si me permite, la invito a cenar en un restaurante de verdad que vi aquí mismo dentro del aeropuerto, en la terminal 5 – le propuse.
- Muchas gracias; la verdad que no tolero la comida que sirven en estos locales, son realmente una plaga – aceptó y reconoció su aversión a los fast-foods.
Resultó una conversadora brillante e ingeniosa. Esposa de un ingeniero brasilero que se encontraba, transitoriamente, trabajando en Italia (enviado por la empresa de telefonía celular TIM), viajaba a su país para participar de un acontecimiento familiar.
En la cena y sobremesa consumimos una buena dosis de vino, ella (yo sólo por cortesía la acompañé con menos de la mitad de la copa) y un par de horas, al cabo de las cuales, Adriana había migrado a aquella brumosa tierra de nadie que está después de la tercera copa de alcohol. Permitió que la tomase de las manos y mis cumplidos intencionados. De pronto miró el reloj del local y comentó:
- ¡¡Meuuu Deusss!!,…nos faltan aún 9 horas para tomar el avión. ¿Qué vamos a hacer Juan?...¡es un montón de tiempo! –
Yo ya tenía el sexo en la cabeza. Voluntariamente o no, ella había despertado mi libido:
- Tenemos dos alternativas, deambulamos 9 horas por la sala de espera o vamos a un hotel y hacemos tiempo en una buena cama. –
- ¡Juannnn! ¿Me estas proponiendo que me acueste contigo? –
- No necesariamente linda, aunque la idea no me disgusta para nada…podría ser una habitación con camas separadas… –
No pareció escandalizada.
- ¿Podemos salir del aeropuerto? ¿Nos lo van a permitir? – fue su réplica.
Con las tarjetas de tránsito y pasaportes pudimos. Me asesoré donde encontrar un hotel (tres o cuatro estrellas) cercano y tomamos el shutle (camioneta/van) gratuito, que nos llevó en contados minutos, al Ibis London Heathrow, prácticamente pegado al aeropuerto. Yo hice el trámite de check in, como Adriana no reaccionó a mi propuesta (lance) de una habitación con camas separadas que le hice, en broma en el restaurante, decidí jugar esa carta (por aquello de quien calla otorga). Por suerte había disponibilidad (= £ 162). y, yo, tenía la tarjeta de crédito corporativa de mi empresa.
Pedí que nos despertaran a una hora prudencial y subimos:
- ¿No tenían otro cuarto? ¿Por lo menos uno en suite, con un lugar de estar?..-
Mentí callado, con el clásico movimiento de negación con la cabeza-
- No traigo bata ni ropa de cama, así que tenés que salir hasta que me bañe y me acueste – fue lo único que objetó y me impuso. Me pareció rebuscado pero lo acaté. Bajé al lobby y, como no tenía moneda inglesa, le dí 10 euros a uno de los botones para que me consiguiera una caja de preservativos y se quedara con el vuelto. Poco menos de media hora después, salí yo del baño, duchado y vestido con pantalón y camisa, por temor a una reacción inicial adversa, pero con una erección que costaba camuflar. Me fui directamente a su cama y me senté a su lado:
- ¿Qué estás pensando hacer, Juannn?..Tu cama es la otra. – preguntó fingiendo estar intrigada.
- Esto - me incliné y le besé la boca fugazmente. Acerqué mi boca a su oído y le susurré:
- Y además lo que estás pensando – le besé el cuello y con una mano le rodeé su teta izquierda y a acariciársela por arriba de la sábana.
- ¿..y crees que yo... que yo voy a dejarme... así como así...?" –
- ..si..pero así como estás, no, primero te voy desnudar y a comer toda a besos, desde la boca al dedo gordo de tus pies - mientras decía esto último, aflojé el único botón que tenía prendido en el pantalón, me incorporé para que cayera al piso.
- Acreditava que vocé fosse um homem serio à sua idade…-
- Ves, no me río – le respondí, severo en el semblante, en el modo de mirar.
Mientras Adriana celebraba con risa la burla, me deshice de la camisa y me deslicé debajo de las sábanas bajo su débil protesta.
Como era de esperar, sólo vestía corpiño y bombacha. Comencé con besos tímidos y tanteando el “terreno” que luego iba a recorrer concienzudamente. Ella me besó como sólo lo hacen las mujeres que saben como llevar al límite la excitación al hombre que tienen a su lado. Del “terreno” por supuesto, su entrepiernas era lo que más atención tenía de mi parte. Simétricamente, Adriana internó su mano en mi slip y murmuró, casi para si misma:
- pauzudo gostoso….quero sim -
Cuando me tuvo con frecuencia cardiaca a 1000 por segundo, susurró en mi oído:
- Juancinho……sem camisinha, de jeito nenhum ¡ehh! –
- no contabas con mi astucia,…..tengo todo previsto….si en este momento la Isla se hundiese en el Atlántico, debajo de la cama tengo tubos de oxígeno y máscaras para hacerte el amor bajo el agua – Sonrió deliciosamente por mi replica en broma.
Saqué del pantalón los condones, me puse uno, la despojé del corpiño y, como un cachorro sediento, me prendí a alternativamente a una y otra teta. Con la ayuda de Adriana que levantó la cola para facilitarme la tarea, le quité el calzón y continué el descenso por el vientre y por su pierna derecha hasta chuparle el dedo gordo del pié, cambié de pié y de dedo y comencé a desandar el camino, subiendo con besos por la pierna izquierda. Pasé por la conchita subiendo hasta encontrar con mi lengua el clítoris, se retorció gimiendo. Sin otra demora me acomodé entre sus piernas e inicié mi faena amatoria con variaciones en el ritmo, ahora frenético, suave y cadencioso luego, in crescendo, acto seguido, hasta rozar la furia al penetrarla. Su cuerpo delgado y flexible como un junco, presa de la pasión se movía acompasado con el mío procurando una penetración más profunda de la verga; su respiración agitada de, tanto en tanto, se convertía en gemido o en palabras suspiradas:
- ¡siiiiiim!!....¡foda sim…minha buceta!!......¡gostoso!!…¡assimmm!!...-
El orgasmo, que nos atrapó completamente compenetrados, fue apoteótico y prácticamente simultaneo. Seguimos abrazados alternando besos y halagos algunos minutos después del clímax. Ella me retenía encima de su cuerpo no sólo con el abrazo: con los ojos y con los labios. Pensé que Adriana no lograba, en su casa, el sexo pleno que toda mujer merece. Tampoco pensaba que yo se lo había dado, pero su actitud, me sugería que nos habíamos acercado bastante.
Regresados al sosiego nos higienizamos y charlamos largamente de nuestras vidas, hasta que las palabras ralearon, volvieron a mezclarse los alientos y las humedades de los labios, las manos recorrieron los cuerpos. La tenía con las piernas abiertas, esperando que le diera, pero se me ocurrió exacerbar su libido antes de clavarla.
Abrí, al límite, sus piernas y mientras que con una mano le amasaba las tetas, con la otra iba metiendo dedos; primero el medio, después el medio y el índice. Yo lo disfrutaba, sobre todo, porque, su concha, estaba caliente y palpitante. Adriana estaba en trance. Ni siquiera parecía estar en este mundo sino flotando en el cielo, viendo las estrellas y sus planetas. Retiré mi mano, empapada y comencé a manosearle el clítoris. Eso la desespero y en el acto se incorporó, y:
- ¡Estou doida¡ ¡Não desperdice tempo com niharías, seu otário! Trepe já -
Obedecí y nos devoramos por segunda vez esa noche de alto vuelo erótico nacida, paradójicamente, al no poder volar, con variaciones en las poses – misionero, cucharita y perrito – pero con ingrediente común, goce y calentura.
Nos dormimos sin que ella accediese a que la cogiese por su culo digno de figurar en el libro Guinness World Records. Cuando le acaricié el ano con mis dedos bañados en líquidos vaginales:
- Nooo ….. eso lo dejo para casa – reaccionó terminante.
Me pareció atendible su reticencia para una primera vez. Por la mañana reanudamos el sexo con un último polvo mañanero y, luego, el viaje de regreso a nuestros países y casas. En el avión intercambiamos promesas y números telefónicos.
En San Pablo nos despedimos con un beso apasionado.
En lo que va de ese último beso al día de hoy, sólo nos hablamos por teléfono e/o email, unas cuantas veces, los primeros meses, sin lograr coincidir nuevamente, en el mismo lugar y al mismo tiempo.
Hoy nuestros lugares en el mundo están muy lejos uno del otro.
Sólo rescato el buen momento compartido.
En Inglaterra me encontré con la novedad que Varig, la empresa brasilera con la cual debía cubrir el tramo Londres – San Pablo, tenía problemas técnicos (en la máquina) que imponía una demora, estimada de 11 horas, nada menor. En el mostrador arreciaban las protestas y quejas de todos colores y lenguas. Una mujer, de porte distinguido, estaba irritadísima, roja de ira y le “arrojaba” una catarata de palabras en portugués a una pobre empleada que trataba de calmarla. Sin muchas esperanzas de ser oído, me aproximé y le pedí:
- Cálmese Adriana, no vale la pena su rabieta, aunque sea más que justificada, no cambiará las cosas –
Al oír su nombre (yo lo había leído en una etiqueta de su equipaje de mano y con mi dedo índice se la señalé cuando comencé a hablarle) y mis palabras pausadas, en portugués de Brasil que manejo aceptablemente, la hizo recapacitar y tranquilizarse a medias:
- Tiene razón…señor….? –
- Juan,…prazer – le tendí la mano a modo de presentación.
- Pero…es que me indigna la falta de respeto por los pasajeros de esta compañía…y de las otras también-
A medida que fue distendiéndose, afloraron en su rostro rasgos nobles y delicados. Mirándola con atención me resulto una bonita total. De más de 1,70 metros, cabello lacio rubio como correspondía a su apellido de origen alemán, ojazos grandes y claros, color miel, figura armoniosa, piernas de nunca acabar y edad de alrededor de los 45.
Yo tenía mis tarjetas de pasajero en tránsito y de embarque y el vale para la cena sin cargo que daba la empresa, esperé que obtuviera las suyas y retirara su vale y nos encaminamos juntos al local designado. Resultó ser uno de comidas rápidas del tipo Mc Donald, inglés, pero fast food al fin. Adriana no disimuló su desagrado que por lo visto era superior al mío (yo los detesto):
- Si me permite, la invito a cenar en un restaurante de verdad que vi aquí mismo dentro del aeropuerto, en la terminal 5 – le propuse.
- Muchas gracias; la verdad que no tolero la comida que sirven en estos locales, son realmente una plaga – aceptó y reconoció su aversión a los fast-foods.
Resultó una conversadora brillante e ingeniosa. Esposa de un ingeniero brasilero que se encontraba, transitoriamente, trabajando en Italia (enviado por la empresa de telefonía celular TIM), viajaba a su país para participar de un acontecimiento familiar.
En la cena y sobremesa consumimos una buena dosis de vino, ella (yo sólo por cortesía la acompañé con menos de la mitad de la copa) y un par de horas, al cabo de las cuales, Adriana había migrado a aquella brumosa tierra de nadie que está después de la tercera copa de alcohol. Permitió que la tomase de las manos y mis cumplidos intencionados. De pronto miró el reloj del local y comentó:
- ¡¡Meuuu Deusss!!,…nos faltan aún 9 horas para tomar el avión. ¿Qué vamos a hacer Juan?...¡es un montón de tiempo! –
Yo ya tenía el sexo en la cabeza. Voluntariamente o no, ella había despertado mi libido:
- Tenemos dos alternativas, deambulamos 9 horas por la sala de espera o vamos a un hotel y hacemos tiempo en una buena cama. –
- ¡Juannnn! ¿Me estas proponiendo que me acueste contigo? –
- No necesariamente linda, aunque la idea no me disgusta para nada…podría ser una habitación con camas separadas… –
No pareció escandalizada.
- ¿Podemos salir del aeropuerto? ¿Nos lo van a permitir? – fue su réplica.
Con las tarjetas de tránsito y pasaportes pudimos. Me asesoré donde encontrar un hotel (tres o cuatro estrellas) cercano y tomamos el shutle (camioneta/van) gratuito, que nos llevó en contados minutos, al Ibis London Heathrow, prácticamente pegado al aeropuerto. Yo hice el trámite de check in, como Adriana no reaccionó a mi propuesta (lance) de una habitación con camas separadas que le hice, en broma en el restaurante, decidí jugar esa carta (por aquello de quien calla otorga). Por suerte había disponibilidad (= £ 162). y, yo, tenía la tarjeta de crédito corporativa de mi empresa.
Pedí que nos despertaran a una hora prudencial y subimos:
- ¿No tenían otro cuarto? ¿Por lo menos uno en suite, con un lugar de estar?..-
Mentí callado, con el clásico movimiento de negación con la cabeza-
- No traigo bata ni ropa de cama, así que tenés que salir hasta que me bañe y me acueste – fue lo único que objetó y me impuso. Me pareció rebuscado pero lo acaté. Bajé al lobby y, como no tenía moneda inglesa, le dí 10 euros a uno de los botones para que me consiguiera una caja de preservativos y se quedara con el vuelto. Poco menos de media hora después, salí yo del baño, duchado y vestido con pantalón y camisa, por temor a una reacción inicial adversa, pero con una erección que costaba camuflar. Me fui directamente a su cama y me senté a su lado:
- ¿Qué estás pensando hacer, Juannn?..Tu cama es la otra. – preguntó fingiendo estar intrigada.
- Esto - me incliné y le besé la boca fugazmente. Acerqué mi boca a su oído y le susurré:
- Y además lo que estás pensando – le besé el cuello y con una mano le rodeé su teta izquierda y a acariciársela por arriba de la sábana.
- ¿..y crees que yo... que yo voy a dejarme... así como así...?" –
- ..si..pero así como estás, no, primero te voy desnudar y a comer toda a besos, desde la boca al dedo gordo de tus pies - mientras decía esto último, aflojé el único botón que tenía prendido en el pantalón, me incorporé para que cayera al piso.
- Acreditava que vocé fosse um homem serio à sua idade…-
- Ves, no me río – le respondí, severo en el semblante, en el modo de mirar.
Mientras Adriana celebraba con risa la burla, me deshice de la camisa y me deslicé debajo de las sábanas bajo su débil protesta.
Como era de esperar, sólo vestía corpiño y bombacha. Comencé con besos tímidos y tanteando el “terreno” que luego iba a recorrer concienzudamente. Ella me besó como sólo lo hacen las mujeres que saben como llevar al límite la excitación al hombre que tienen a su lado. Del “terreno” por supuesto, su entrepiernas era lo que más atención tenía de mi parte. Simétricamente, Adriana internó su mano en mi slip y murmuró, casi para si misma:
- pauzudo gostoso….quero sim -
Cuando me tuvo con frecuencia cardiaca a 1000 por segundo, susurró en mi oído:
- Juancinho……sem camisinha, de jeito nenhum ¡ehh! –
- no contabas con mi astucia,…..tengo todo previsto….si en este momento la Isla se hundiese en el Atlántico, debajo de la cama tengo tubos de oxígeno y máscaras para hacerte el amor bajo el agua – Sonrió deliciosamente por mi replica en broma.
Saqué del pantalón los condones, me puse uno, la despojé del corpiño y, como un cachorro sediento, me prendí a alternativamente a una y otra teta. Con la ayuda de Adriana que levantó la cola para facilitarme la tarea, le quité el calzón y continué el descenso por el vientre y por su pierna derecha hasta chuparle el dedo gordo del pié, cambié de pié y de dedo y comencé a desandar el camino, subiendo con besos por la pierna izquierda. Pasé por la conchita subiendo hasta encontrar con mi lengua el clítoris, se retorció gimiendo. Sin otra demora me acomodé entre sus piernas e inicié mi faena amatoria con variaciones en el ritmo, ahora frenético, suave y cadencioso luego, in crescendo, acto seguido, hasta rozar la furia al penetrarla. Su cuerpo delgado y flexible como un junco, presa de la pasión se movía acompasado con el mío procurando una penetración más profunda de la verga; su respiración agitada de, tanto en tanto, se convertía en gemido o en palabras suspiradas:
- ¡siiiiiim!!....¡foda sim…minha buceta!!......¡gostoso!!…¡assimmm!!...-
El orgasmo, que nos atrapó completamente compenetrados, fue apoteótico y prácticamente simultaneo. Seguimos abrazados alternando besos y halagos algunos minutos después del clímax. Ella me retenía encima de su cuerpo no sólo con el abrazo: con los ojos y con los labios. Pensé que Adriana no lograba, en su casa, el sexo pleno que toda mujer merece. Tampoco pensaba que yo se lo había dado, pero su actitud, me sugería que nos habíamos acercado bastante.
Regresados al sosiego nos higienizamos y charlamos largamente de nuestras vidas, hasta que las palabras ralearon, volvieron a mezclarse los alientos y las humedades de los labios, las manos recorrieron los cuerpos. La tenía con las piernas abiertas, esperando que le diera, pero se me ocurrió exacerbar su libido antes de clavarla.
Abrí, al límite, sus piernas y mientras que con una mano le amasaba las tetas, con la otra iba metiendo dedos; primero el medio, después el medio y el índice. Yo lo disfrutaba, sobre todo, porque, su concha, estaba caliente y palpitante. Adriana estaba en trance. Ni siquiera parecía estar en este mundo sino flotando en el cielo, viendo las estrellas y sus planetas. Retiré mi mano, empapada y comencé a manosearle el clítoris. Eso la desespero y en el acto se incorporó, y:
- ¡Estou doida¡ ¡Não desperdice tempo com niharías, seu otário! Trepe já -
Obedecí y nos devoramos por segunda vez esa noche de alto vuelo erótico nacida, paradójicamente, al no poder volar, con variaciones en las poses – misionero, cucharita y perrito – pero con ingrediente común, goce y calentura.
Nos dormimos sin que ella accediese a que la cogiese por su culo digno de figurar en el libro Guinness World Records. Cuando le acaricié el ano con mis dedos bañados en líquidos vaginales:
- Nooo ….. eso lo dejo para casa – reaccionó terminante.
Me pareció atendible su reticencia para una primera vez. Por la mañana reanudamos el sexo con un último polvo mañanero y, luego, el viaje de regreso a nuestros países y casas. En el avión intercambiamos promesas y números telefónicos.
En San Pablo nos despedimos con un beso apasionado.
En lo que va de ese último beso al día de hoy, sólo nos hablamos por teléfono e/o email, unas cuantas veces, los primeros meses, sin lograr coincidir nuevamente, en el mismo lugar y al mismo tiempo.
Hoy nuestros lugares en el mundo están muy lejos uno del otro.
Sólo rescato el buen momento compartido.
3 comentarios - El que no vuela, a veces, liga.