Yo soy Ariela, docente de medicina; lo que hice nunca hubiera imaginado siquiera de que era capaz, pero lo fui.
Recién voy por la mitad de los 30’s, me casé a los 28 años y tengo dos hijos.
Era feliz en mi matrimonio, pues mi esposo era muy atento y considerado, pero lastimosamente mujeriego. Por este motivo tuvimos que divorciarnos irremediablemente.
Al principio sentía que era lo mejor y que mi vida tomaría otro rumbo; mi profesión y mi empleo estaban en un punto importante.
Pronto con el pasar del tiempo y cuando las necesidades físicas empiezan a aparecer, empecé a sentir algo de nostalgia por mi ex – esposo con el cual teníamos una vida sexual muy activa y placentera. Recordaba en mis noches de soledad en la cama, cómo me hacía suya en toda forma, arrancándome uno y otro orgasmo…
Disfrutaba mucho de su virilidad, al parecer bien entrenada con otras mujeres aparte de mí.
Pronto al conversar con las amigas al respecto, no faltó la más osada que me sugirió:
-“Pero si no quieres saber de hombres por este tiempo, cómprate un buen vibrador y úsalo pensando en tu hombre ideal”.
-“Jajajaja, cada cosa que dices. Nunca he pensado en usar una de esas cosas, además mi hombre ideal ya se fue de mi lado”.
-“Hay mujer, deja de pensar en ese canalla y piensa más en ti”.
Aunque la idea de mi amiga me pareció absurda al principio, no pasó ni dos semanas cuando me encontraba en un “sex shop” bien disfrazada (peluca, gafas, pañoleta), buscando “algo” que reemplace al miembro del hombre que me hacía gozar.
Esa noche estaba en mi habitación luego de acostar a mis hijos, en presencia de aquel “aparato”. Muchos pensamientos se me venían a la cabeza. Cosas como ¿me entrará todo?, ¿no será que sólo me lastimo?, pese a mi profesión de médica.
En fin, asaltada por las dudas, decidí esperar hasta la noche siguiente.
Ya, de nuevo sola en mi habitación, tomé el “falo artificial” me desnudé en la cama y comencé a fantasear, por tonto que parezca recordaba a mi ex – marido acariciándome como sabía hacerlo bien; empecé a masajearme suavemente los senos, pasarme las manos por las piernas y sutilmente por la entrada de mi placer.
Al poco rato sentí la excitación en ascenso y la humedad en la vagina; tomé el vibrador y con la punta de su glande artificial me lo recorrí en los labios vaginales. Sentía que ardía de excitación, hasta que pensando en la imagen de mi ex cuando me penetraba, me metí de a poco el “aparato” hasta que entró todo.
Que delicia que sentí, pronto lo empecé a frotar como más me gustaba y tuve uno y otro orgasmo con la ventaja de que el vibrador podía seguir duro hasta que me canse.
Luego de esa noche, sentí que había solucionado mi problema, y que con ese “aparato” había puesto fin a mis necesidades de tener un hombre haciéndome suya.
Al principio todos los días lo usaba, en las noches antes de dormirme, en la mañana antes y durante el baño; al punto que lo llevé alguna vez a la universidad y le di uso en el baño.
Bueno, sabía que estaba volviéndome adicta, pero lo disfrutaba.
Pasaron unos meses y de a poco el uso del vibrador empezó a mostrar sus falencias. Primero que extrañaba unos besos apasionados, caricias, que me chupen las tetas y todo lo que acompaña al sexo antes, durante y después de practicarlo. De modo que utilizar el “aparato” empezó a bajar de intensidad y frecuencia.
Llegó el tiempo en que máximo una vez a la semana lo usaba, pero ya no me satisfacía como antes. Estaba otra vez en una situación melancólica.
No voy a negar que tengo “lo mío”, que en mi trabajo hasta el jefe de cátedra me invitó a salir. Sin embargo yo me mantuve a distancia, siempre argumentando que no quería tener a alguien a mi lado ese tiempo.
Una noche estaba viendo una película algo “encendida”, con escenas de pasión y erotismo, me volvió la melancolía al pensar en mi soledad al punto de maldecir a mi ex esposo por haberme traicionado luego de hacerme conocer el placer extremo. Estaba hasta lagrimeando de impotencia cuando vi en la película una escena que se me quedó, una instructora de piano entabla una relación con su estudiante y terminan haciendo el amor.
No pude creer lo que me provocó esa escena, me metió en la cabeza el cómo sería tener algo con alguno de mis estudiantes, alguno de ellos joven, lleno de energía y bien parecido.
La idea no dejó de darme vueltas en la cabeza al punto de no dejarme dormir bien esa noche.
A la mañana siguiente, cuando fui a dar mi clase no pude evitar contemplar a todos los varones en el aula; claro que con disimulo comencé a evaluarlos uno a uno. Al poco rato les di un cuestionario para que respondan en clase y se concentraron todos en el asunto. Fue ahí donde me quedé con la mirada fija en uno, Sergio. Aplicado con el estudio, simpático de apariencia y comportamiento, era una mezcla algo difícil de encontrar entre intelecto y estado atlético.
En definitiva había dado con el “alumno” con quien me gustaría llegar a tener momentos placenteros.
Obviamente y con el mismo disimulo, me moví de un lado a otro del aula mientras resolvían la tarea que les di sin dejar de poner atención en Sergio que se notaba afanado en terminar pronto.
Le miraba la espalda y se notaba su buen estado muscular, tenía buenos brazos con los que podría tomar a cualquier mujer de una manera varonil.
Para no levantar sospechas tenía que moverme y no fijar la mirada mucho tiempo, pues cualquiera podría darse cuenta de la manera en que contemplaba a Sergio. Pronto se pasó el tiempo y recogí los cuestionarios.
-“La siguiente clase volveremos a repasar el tema de hoy y voy a hacer preguntas para puntos de participación. Nos vemos”.-Dije a los alumnos a tiempo de dejarlos ir. Sin embargo de alguna forma debía retrasar a Sergio.
-“Espera un momento, antes de irte quería preguntarte algo”.- Le dije sin saber qué le iba a decir luego de atraer su atención.
-“Dígame doctora”.- Me dijo acercándose.
-“Hoy estabas algo distraído, ¿pensando en la enamorada?”.-Le dije en claro signo de invento.
-“¿Yo?, para nada. Debe ser su impresión”.
-“Lo lamento entonces. Me pareció en uno de esos ratos que te estabas distrayendo”.
-“No doctora, estaba bien concentrado”.
-“Lo que quiere decir que en otros momentos te ocupas de pensar en tu novia”.
-“Para nada. Estoy sólo. ¿Ya me puedo retirar?”.
-“Nos vemos Sergio. Hasta la siguiente clase”.
Lo vi alejarse y no lo quité ni un segundo de mi vista. Definitivamente el deseo por ese estudiante se me estaba apoderando más y más.
Esa noche volví a recurrir a mi “artefacto” pensando en que era la erección de Sergio la que se introducía en mí. Lo que conseguí fue hacer más hondo mi deseo.
Al día siguiente pasé por la biblioteca y lo vi sentado en un rincón, como siempre dedicado al estudio.
No sabía con qué excusa irle a hablar, hasta que luego de contemplarlo un buen rato, me armé de valor y me acerqué.
-“Hola, necesito pedirte un favor”.
-“Dígame doctora”.
-“Sube al laboratorio en media hora porque tengo que darte unas instrucciones”.
Sergio dudó un poco sobre lo que le estaba pidiendo pero atinó a decir:
-“Está bien doctora. Voy a subir”.
Me alejé y tomé el ascensor para dirigirme al laboratorio. La verdad no podía creer lo que había hecho; me inundaba el nerviosismo y se me metían mil cosas en la cabeza. Pero bueno, ya lo había hecho y sólo quedaba afrontar lo que seguía.
Hice cálculos y me di cuenta que en una hora tenía que dar clases, de manera que solamente iba a poder estar media hora a solas con Sergio. El problema era qué le iba a decir, cómo le iba a insinuar algo, o de arrepentirme, cómo justificar el que le haya hecho subir. Luego de dar vueltas una y otra vez decidí qué hacer.
Justo a la media hora tocó la puerta, le fui a abrir.
-“Pasa”.
-“Permiso doctora”.
-“Bien, te preguntarás para qué te hice venir y la razón es muy sencilla”.
-“La escucho”.-Me dijo acomodándose en un banco.
-“Quiero que sepas algo, pero prométeme que no se lo dirás a nadie”.
-“No entiendo doctora. ¿Me hizo venir para decirme un secreto o algo así?”.
-“Más o menos. Bueno, la verdad es que…”.
No pude más y me le acerqué con la mirada fija. Él empezó a incomodarse.
-“Doctora, dígame lo que tenga que decirme porque en un rato tengo clases”.
De pronto sin saber cómo, le dije:
-“¿Puedo besar tus labios?”.
Sergio puso cara de asombro extremo.
-“¿Perdón?, ¿qué me dijo?”.
-“Me oíste bien”.
-“Doctora, disculpe pero esto no está bien”.-Me dijo queriéndose hacer a un lado.
-“Me dijiste que no tienes novia, así que, qué te impide”.
-“Usted es mi docente, además es mayor que yo, no estaría bien que….”.
Al sentir duda en él, tomé la iniciativa y lo “chapé”. Le di un beso cargado de todo mi deseo sexual reprimido.
Al principio no me correspondió, pero poco a poco lo hizo, pues le empezó a gustar. Luego de un momento de besarnos, se apartó y me dijo:
-“No es bueno lo que estamos haciendo”.
-“Mírame y dime a los ojos que no te gusta sentirme, que no me deseas”.
Le dije eso y se quedó unos segundos callado. Debo aprovechar para escribir que soy de estatura mediana, delgada, con senos medianos pero firmes, tengo aún cintura y trasero. Esa mañana estaba con una blusa de botones que a propósito dejé algo escotada.
-“Doctora, sí me gustó sentir su beso y sí me despierta deseo, pero no debe ser…”.
-“Basta, tú sólo sigue”.-Le dije y me quité el guardapolvo, desabroché la blusa hasta dejar ver mi sujetador blanco. Entonces volví a acercar mis labios y continuamos con el beso.
Pronto él me abrazo, me presionó contra su fuerte cuerpo y noté como mis senos se aplastaban contra su pecho. Me di cuenta que lo hacía a propósito para sentirlos.
Ahí no aguanté más y bajé mi mano hasta cerca de su cremallera. Disimuladamente rocé su pantalón y noté su inminente erección. Era la gloria, comencé a sentir cosquilleo en mi entrepierna; Sergio se apartó un poco y comenzó a besarme el cuello, descendiendo hasta el borde de mi sujetador con mis senos. Yo ardía.
-“Espera”.-Le dije. Me terminé de quitar la blusa, me desabroché el sujetador y liberé mis senos.
Él ni corto ni perezoso acercó los labios y me los empezó a chupar uno a uno. Yo ya no daba, mi vagina se humedecía anhelando tener su erección dentro. Sergio me acariciaba y me chupaba las tetas y pronto puso su mano por encima del pantalón en mi vagina, lo que me hizo soltar un gemido de excitación.
Sergio, se quitó la camisa y la malla, quedó con el dorso desnudo haciendo notar su buen estado físico. Ahí aproveché para desabrocharle el cinturón, bajarle la cremallera y llegar a su calzoncillo; se lo bajé también y no aguantando más tomé su pene erecto y se lo empecé a chupar.
No se cómo, pero sentía que al meterlo y sacarlo de mi boca, entraba y salía de mi vagina. Pronto Sergio dio señales de estar pronto al orgasmo y me detuve. Me paré, me bajé el pantalón, la prenda inferior de la lencería y dándome la vuelta me acomodé en el mesón del laboratorio. Puse una rodilla flexionada encima y mi otra pierna se quedó firme en el piso, ofreciendo una pose apetecible de mi vagina para que la penetre desde atrás.
Sergio cediendo a la invitación, se acercó por detrás y deslizó su erección en mi húmeda y necesitada vagina.
Uuuuuuuuuuuuuy, que delicioso se sintió cuando entró todo, toqué el cielo realmente, Sergio tenía una verga enorme y gruesa, y aunque dolía un poco, sus movimientos me enloquecieron de inmediato.
-“Doctora, que rico siento dentro de usted, está calientito ahí. Está muy rico”.- Decía Sergio agitado por la “labor”.
Yo estaba enloquecida, en el éxtasis total. Sentí uno y otro orgasmo. Me di vuelta, me acosté en la “posición ginecológica” frente a él y me penetró por delante. Era genial, su erección no desaparecía y me seguía arrancando gemidos de placer.
-“Doctora, me vacío. Voy a eyacular dentro suyo”.
-“No te detengas, sigue, sigue”.-Le imploré, pues ya iba a tener otro súper orgasmo cuando me advirtió del suyo. Ni bien sentí que su pene empezó a disparar semen, tuve un orgasmo que me borró la lucidez unos segundos. Mientras Sergio vació toda su ardiente leche dentro de mí.
Él, muy agitado, retiró su pene de mi vagina y lo llevó a un rincón para limpiarlo. Yo me reincorporé como pude; tomé unas gasas y papel higiénico y me metí al baño donde me limpié y puse un “tapón” en mi vagina para que el semen de Sergio no manchara mi ropa.
Él se salió despacio del lugar y yo me quedé a dar mi clase que comenzó unos pocos minutos después.
Recién al día siguiente pude ver a Sergio, quien me dijo que le fascinó hacerme el amor. Yo le dije que el sentimiento era mutuo y que me encantaría volver a hacerlo.
A las dos noches llevé a Sergio a mi casa. Luego de hacer dormir a mis hijos lo me ti en mi habitación donde hubo un desenfreno sexual extremo otra vez, sólo que ya sin presiones porque alguien aparezca ni nada, con la libertad de gozar sin límites y hasta donde de el tiempo y la potencia de Sergio que para mi fortuna, era buena.
Tuvimos más encuentros sexuales, pero a los dos meses de iniciarlos, me di cuenta que estaba embarazada; que el fruto de ese desahogo estaba en mi vientre.
Hoy, estoy a punto de cumplir tres meses embarazada de mi alumno, con la discrepancia de tomar la decisión de abortar o seguir adelante. Son las consecuencias que ahora afronto por haber cumplido el deseo de ser poseída tan placenteramente
Recién voy por la mitad de los 30’s, me casé a los 28 años y tengo dos hijos.
Era feliz en mi matrimonio, pues mi esposo era muy atento y considerado, pero lastimosamente mujeriego. Por este motivo tuvimos que divorciarnos irremediablemente.
Al principio sentía que era lo mejor y que mi vida tomaría otro rumbo; mi profesión y mi empleo estaban en un punto importante.
Pronto con el pasar del tiempo y cuando las necesidades físicas empiezan a aparecer, empecé a sentir algo de nostalgia por mi ex – esposo con el cual teníamos una vida sexual muy activa y placentera. Recordaba en mis noches de soledad en la cama, cómo me hacía suya en toda forma, arrancándome uno y otro orgasmo…
Disfrutaba mucho de su virilidad, al parecer bien entrenada con otras mujeres aparte de mí.
Pronto al conversar con las amigas al respecto, no faltó la más osada que me sugirió:
-“Pero si no quieres saber de hombres por este tiempo, cómprate un buen vibrador y úsalo pensando en tu hombre ideal”.
-“Jajajaja, cada cosa que dices. Nunca he pensado en usar una de esas cosas, además mi hombre ideal ya se fue de mi lado”.
-“Hay mujer, deja de pensar en ese canalla y piensa más en ti”.
Aunque la idea de mi amiga me pareció absurda al principio, no pasó ni dos semanas cuando me encontraba en un “sex shop” bien disfrazada (peluca, gafas, pañoleta), buscando “algo” que reemplace al miembro del hombre que me hacía gozar.
Esa noche estaba en mi habitación luego de acostar a mis hijos, en presencia de aquel “aparato”. Muchos pensamientos se me venían a la cabeza. Cosas como ¿me entrará todo?, ¿no será que sólo me lastimo?, pese a mi profesión de médica.
En fin, asaltada por las dudas, decidí esperar hasta la noche siguiente.
Ya, de nuevo sola en mi habitación, tomé el “falo artificial” me desnudé en la cama y comencé a fantasear, por tonto que parezca recordaba a mi ex – marido acariciándome como sabía hacerlo bien; empecé a masajearme suavemente los senos, pasarme las manos por las piernas y sutilmente por la entrada de mi placer.
Al poco rato sentí la excitación en ascenso y la humedad en la vagina; tomé el vibrador y con la punta de su glande artificial me lo recorrí en los labios vaginales. Sentía que ardía de excitación, hasta que pensando en la imagen de mi ex cuando me penetraba, me metí de a poco el “aparato” hasta que entró todo.
Que delicia que sentí, pronto lo empecé a frotar como más me gustaba y tuve uno y otro orgasmo con la ventaja de que el vibrador podía seguir duro hasta que me canse.
Luego de esa noche, sentí que había solucionado mi problema, y que con ese “aparato” había puesto fin a mis necesidades de tener un hombre haciéndome suya.
Al principio todos los días lo usaba, en las noches antes de dormirme, en la mañana antes y durante el baño; al punto que lo llevé alguna vez a la universidad y le di uso en el baño.
Bueno, sabía que estaba volviéndome adicta, pero lo disfrutaba.
Pasaron unos meses y de a poco el uso del vibrador empezó a mostrar sus falencias. Primero que extrañaba unos besos apasionados, caricias, que me chupen las tetas y todo lo que acompaña al sexo antes, durante y después de practicarlo. De modo que utilizar el “aparato” empezó a bajar de intensidad y frecuencia.
Llegó el tiempo en que máximo una vez a la semana lo usaba, pero ya no me satisfacía como antes. Estaba otra vez en una situación melancólica.
No voy a negar que tengo “lo mío”, que en mi trabajo hasta el jefe de cátedra me invitó a salir. Sin embargo yo me mantuve a distancia, siempre argumentando que no quería tener a alguien a mi lado ese tiempo.
Una noche estaba viendo una película algo “encendida”, con escenas de pasión y erotismo, me volvió la melancolía al pensar en mi soledad al punto de maldecir a mi ex esposo por haberme traicionado luego de hacerme conocer el placer extremo. Estaba hasta lagrimeando de impotencia cuando vi en la película una escena que se me quedó, una instructora de piano entabla una relación con su estudiante y terminan haciendo el amor.
No pude creer lo que me provocó esa escena, me metió en la cabeza el cómo sería tener algo con alguno de mis estudiantes, alguno de ellos joven, lleno de energía y bien parecido.
La idea no dejó de darme vueltas en la cabeza al punto de no dejarme dormir bien esa noche.
A la mañana siguiente, cuando fui a dar mi clase no pude evitar contemplar a todos los varones en el aula; claro que con disimulo comencé a evaluarlos uno a uno. Al poco rato les di un cuestionario para que respondan en clase y se concentraron todos en el asunto. Fue ahí donde me quedé con la mirada fija en uno, Sergio. Aplicado con el estudio, simpático de apariencia y comportamiento, era una mezcla algo difícil de encontrar entre intelecto y estado atlético.
En definitiva había dado con el “alumno” con quien me gustaría llegar a tener momentos placenteros.
Obviamente y con el mismo disimulo, me moví de un lado a otro del aula mientras resolvían la tarea que les di sin dejar de poner atención en Sergio que se notaba afanado en terminar pronto.
Le miraba la espalda y se notaba su buen estado muscular, tenía buenos brazos con los que podría tomar a cualquier mujer de una manera varonil.
Para no levantar sospechas tenía que moverme y no fijar la mirada mucho tiempo, pues cualquiera podría darse cuenta de la manera en que contemplaba a Sergio. Pronto se pasó el tiempo y recogí los cuestionarios.
-“La siguiente clase volveremos a repasar el tema de hoy y voy a hacer preguntas para puntos de participación. Nos vemos”.-Dije a los alumnos a tiempo de dejarlos ir. Sin embargo de alguna forma debía retrasar a Sergio.
-“Espera un momento, antes de irte quería preguntarte algo”.- Le dije sin saber qué le iba a decir luego de atraer su atención.
-“Dígame doctora”.- Me dijo acercándose.
-“Hoy estabas algo distraído, ¿pensando en la enamorada?”.-Le dije en claro signo de invento.
-“¿Yo?, para nada. Debe ser su impresión”.
-“Lo lamento entonces. Me pareció en uno de esos ratos que te estabas distrayendo”.
-“No doctora, estaba bien concentrado”.
-“Lo que quiere decir que en otros momentos te ocupas de pensar en tu novia”.
-“Para nada. Estoy sólo. ¿Ya me puedo retirar?”.
-“Nos vemos Sergio. Hasta la siguiente clase”.
Lo vi alejarse y no lo quité ni un segundo de mi vista. Definitivamente el deseo por ese estudiante se me estaba apoderando más y más.
Esa noche volví a recurrir a mi “artefacto” pensando en que era la erección de Sergio la que se introducía en mí. Lo que conseguí fue hacer más hondo mi deseo.
Al día siguiente pasé por la biblioteca y lo vi sentado en un rincón, como siempre dedicado al estudio.
No sabía con qué excusa irle a hablar, hasta que luego de contemplarlo un buen rato, me armé de valor y me acerqué.
-“Hola, necesito pedirte un favor”.
-“Dígame doctora”.
-“Sube al laboratorio en media hora porque tengo que darte unas instrucciones”.
Sergio dudó un poco sobre lo que le estaba pidiendo pero atinó a decir:
-“Está bien doctora. Voy a subir”.
Me alejé y tomé el ascensor para dirigirme al laboratorio. La verdad no podía creer lo que había hecho; me inundaba el nerviosismo y se me metían mil cosas en la cabeza. Pero bueno, ya lo había hecho y sólo quedaba afrontar lo que seguía.
Hice cálculos y me di cuenta que en una hora tenía que dar clases, de manera que solamente iba a poder estar media hora a solas con Sergio. El problema era qué le iba a decir, cómo le iba a insinuar algo, o de arrepentirme, cómo justificar el que le haya hecho subir. Luego de dar vueltas una y otra vez decidí qué hacer.
Justo a la media hora tocó la puerta, le fui a abrir.
-“Pasa”.
-“Permiso doctora”.
-“Bien, te preguntarás para qué te hice venir y la razón es muy sencilla”.
-“La escucho”.-Me dijo acomodándose en un banco.
-“Quiero que sepas algo, pero prométeme que no se lo dirás a nadie”.
-“No entiendo doctora. ¿Me hizo venir para decirme un secreto o algo así?”.
-“Más o menos. Bueno, la verdad es que…”.
No pude más y me le acerqué con la mirada fija. Él empezó a incomodarse.
-“Doctora, dígame lo que tenga que decirme porque en un rato tengo clases”.
De pronto sin saber cómo, le dije:
-“¿Puedo besar tus labios?”.
Sergio puso cara de asombro extremo.
-“¿Perdón?, ¿qué me dijo?”.
-“Me oíste bien”.
-“Doctora, disculpe pero esto no está bien”.-Me dijo queriéndose hacer a un lado.
-“Me dijiste que no tienes novia, así que, qué te impide”.
-“Usted es mi docente, además es mayor que yo, no estaría bien que….”.
Al sentir duda en él, tomé la iniciativa y lo “chapé”. Le di un beso cargado de todo mi deseo sexual reprimido.
Al principio no me correspondió, pero poco a poco lo hizo, pues le empezó a gustar. Luego de un momento de besarnos, se apartó y me dijo:
-“No es bueno lo que estamos haciendo”.
-“Mírame y dime a los ojos que no te gusta sentirme, que no me deseas”.
Le dije eso y se quedó unos segundos callado. Debo aprovechar para escribir que soy de estatura mediana, delgada, con senos medianos pero firmes, tengo aún cintura y trasero. Esa mañana estaba con una blusa de botones que a propósito dejé algo escotada.
-“Doctora, sí me gustó sentir su beso y sí me despierta deseo, pero no debe ser…”.
-“Basta, tú sólo sigue”.-Le dije y me quité el guardapolvo, desabroché la blusa hasta dejar ver mi sujetador blanco. Entonces volví a acercar mis labios y continuamos con el beso.
Pronto él me abrazo, me presionó contra su fuerte cuerpo y noté como mis senos se aplastaban contra su pecho. Me di cuenta que lo hacía a propósito para sentirlos.
Ahí no aguanté más y bajé mi mano hasta cerca de su cremallera. Disimuladamente rocé su pantalón y noté su inminente erección. Era la gloria, comencé a sentir cosquilleo en mi entrepierna; Sergio se apartó un poco y comenzó a besarme el cuello, descendiendo hasta el borde de mi sujetador con mis senos. Yo ardía.
-“Espera”.-Le dije. Me terminé de quitar la blusa, me desabroché el sujetador y liberé mis senos.
Él ni corto ni perezoso acercó los labios y me los empezó a chupar uno a uno. Yo ya no daba, mi vagina se humedecía anhelando tener su erección dentro. Sergio me acariciaba y me chupaba las tetas y pronto puso su mano por encima del pantalón en mi vagina, lo que me hizo soltar un gemido de excitación.
Sergio, se quitó la camisa y la malla, quedó con el dorso desnudo haciendo notar su buen estado físico. Ahí aproveché para desabrocharle el cinturón, bajarle la cremallera y llegar a su calzoncillo; se lo bajé también y no aguantando más tomé su pene erecto y se lo empecé a chupar.
No se cómo, pero sentía que al meterlo y sacarlo de mi boca, entraba y salía de mi vagina. Pronto Sergio dio señales de estar pronto al orgasmo y me detuve. Me paré, me bajé el pantalón, la prenda inferior de la lencería y dándome la vuelta me acomodé en el mesón del laboratorio. Puse una rodilla flexionada encima y mi otra pierna se quedó firme en el piso, ofreciendo una pose apetecible de mi vagina para que la penetre desde atrás.
Sergio cediendo a la invitación, se acercó por detrás y deslizó su erección en mi húmeda y necesitada vagina.
Uuuuuuuuuuuuuy, que delicioso se sintió cuando entró todo, toqué el cielo realmente, Sergio tenía una verga enorme y gruesa, y aunque dolía un poco, sus movimientos me enloquecieron de inmediato.
-“Doctora, que rico siento dentro de usted, está calientito ahí. Está muy rico”.- Decía Sergio agitado por la “labor”.
Yo estaba enloquecida, en el éxtasis total. Sentí uno y otro orgasmo. Me di vuelta, me acosté en la “posición ginecológica” frente a él y me penetró por delante. Era genial, su erección no desaparecía y me seguía arrancando gemidos de placer.
-“Doctora, me vacío. Voy a eyacular dentro suyo”.
-“No te detengas, sigue, sigue”.-Le imploré, pues ya iba a tener otro súper orgasmo cuando me advirtió del suyo. Ni bien sentí que su pene empezó a disparar semen, tuve un orgasmo que me borró la lucidez unos segundos. Mientras Sergio vació toda su ardiente leche dentro de mí.
Él, muy agitado, retiró su pene de mi vagina y lo llevó a un rincón para limpiarlo. Yo me reincorporé como pude; tomé unas gasas y papel higiénico y me metí al baño donde me limpié y puse un “tapón” en mi vagina para que el semen de Sergio no manchara mi ropa.
Él se salió despacio del lugar y yo me quedé a dar mi clase que comenzó unos pocos minutos después.
Recién al día siguiente pude ver a Sergio, quien me dijo que le fascinó hacerme el amor. Yo le dije que el sentimiento era mutuo y que me encantaría volver a hacerlo.
A las dos noches llevé a Sergio a mi casa. Luego de hacer dormir a mis hijos lo me ti en mi habitación donde hubo un desenfreno sexual extremo otra vez, sólo que ya sin presiones porque alguien aparezca ni nada, con la libertad de gozar sin límites y hasta donde de el tiempo y la potencia de Sergio que para mi fortuna, era buena.
Tuvimos más encuentros sexuales, pero a los dos meses de iniciarlos, me di cuenta que estaba embarazada; que el fruto de ese desahogo estaba en mi vientre.
Hoy, estoy a punto de cumplir tres meses embarazada de mi alumno, con la discrepancia de tomar la decisión de abortar o seguir adelante. Son las consecuencias que ahora afronto por haber cumplido el deseo de ser poseída tan placenteramente
2 comentarios - Me embarazo mi alumno [Group] 😈🤐