En capítulos anteriores:
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
“¿Explicación?”
“Sí, sobre todo lo que ha pasado estos días”, dijo Yolanda. “Pero por favor… no te enfades”.
“¿Enfadarme? ¿Es que es algo malo?”
“¡No! Bueno, quiero pensar que no, pero aún así… Mira, hace meses fue cuando me di cuenta de que me gustabas. Y al igual que tú pensaba que eso era raro y que no podía ocurrir. Yo, loquita por mi primo favorito…” aquello me hizo enrojecer. “El caso es que yo tenía que hablarlo con alguien y fue cuando se lo comenté a Rocío”.
Me sorprendió mucho que se lo tomara tan calmadamente. Cuando le dije que había empezado a sentirme físicamente atraída por ti, me quería morir de la vergüenza allí mismo. Me sentía culpable, que aquello no podía estar bien, quería que alguien me hiciese entrar en razón. Pero lo que no me esperaba era que de pronto ella me abrazase y me dijera:
“Yo siento exactamente lo mismo que tú”
Pensé que me estaba vacilando, claro. Ya sabes que muchas veces es complicado saber cuándo la prima bromea o habla en serio. Le dije que no me tomase el pelo, que era un asunto muy serio, y ella insistió.
“Espera”, interrumpí. “¿Me estás diciendo que…?”
“Deja que acabe”, me pidió mi prima.
Me confesó que ella misma llevaba tiempo planteándose cosas. Se había sentido atraída por ti, y también por mi hermano. Bueno, ya la conoces. Es un espíritu libre, no le gusta atarse. Y esto no lo digo como crítica hacia ella. No supimos qué hacer hasta el momento en que propusisteis Enrique y tú que nos viniéramos los cuatro de vacaciones solos. Ahí empezó a gestar su plan.
Por supuesto, a ella no le preocupaba tanto Enrique como tú. Que bueno, sabemos que tú eres más reservado. Ella contaba con que en el momento en que le dijese a Enrique “Vamos a echar un polvo”, él aceptaría, como así ha sido, parece.
“Creo que lo mejor es que te acuestes tú primero con él”, me propuso. “Como vamos a estar solos, creo que podremos tontearle, para que se vaya preparando”.
“¿Tontearle?”
“Sí. Deberíamos insinuarnos. Que entienda que vamos a ir a por él. Todo lo que se te ocurra. Dale un beso sin venir a cuento, desnúdate delante de él… lo que haga falta”.
Pero a mí me preocupaba mi hermano, claro. ¿Qué se iba a pensar si me veía así contigo? Rocío, en cambio, pensó que si se lo contaba como a ella, él no se lo tomaría a mal. Y así fue. Le costó un poco más que a ella, pero permitió que hiciéramos esto. Por supuesto, él no sabía ni que Rocío iba detrás de él, y mucho menos, también detrás de ti. Pero a grandes rasgos, la idea estaba sobre la mesa. Lo que yo no me esperaba era que el día que llegamos, Rocío propusiera que tu y yo durmieramos juntos.
“Él no es el único que necesita un empujón”, me dijo. “Pero tranquila. No voy a hacer nada con él más allá del tonteo. Y tampoco con tu hermano, al menos hasta que tú y él lo hagáis por fin”.
Por supuesto yo aún tenía una duda. ¿Acaso me desearías tú? ¿Querrías hacerlo conmigo? A pesar de las indirectas te veía tan parado que me daba miedo haber hecho todo esto para nada…
Yo me quedé sin saber qué decir por unos momentos. Era mucho que asimilar.
“Mañana iré a dormir con Enrique y dejaré que ella se quede aquí contigo. Creo que es justo para ella también así. Con lo bien que se ha portado”.
“Pero, pero, pero.. ¿Tú estás bien con eso?”, pregunté.
“Estoy perfectamente”, dijo con una sonrisa. “Al fin y al cabo, ya me has demostrado mucho. Y no creo que Rocío quiera tenerte todas las noches. Me dijo que me iba a dar prioridad”.
“Bueno, esto me hace sentir un poco utilizado…”
“Oh, no, por favor”, dijo ella alarmada. “Eres totalmente libre de querer hacerlo o no, por supuesto. Simplemente pensamos que bueno, si podíamos tener alguna garantía de tener sexo todas las noches… ¿qué tendría eso de malo?”
Eso era verdad. Tenía que reconocerlo, se sentía muy bien. Pero era todo tan… extraño. ¿Mis primas habían organizado todo eso sólo para acostarse conmigo? No es que me quejara, pero me parecía raro. Yolanda se acurrucó de nuevo conmigo.
“¿Estás bien?”, me preguntó.
“Sí, es que es un poco difícil de asimilar… dos chicas como vosotras buscándome, es como un sueño”
“Pues de sueño nada… muy real. Y si te apetece, aún podemos hacer algo más”
Me apetecía lo suficiente como para dejar que subiera encima de mi, y empezase a cabalgar sobre mi polla. La sujeté por las caderas mientras lo hacía para ayudarla. Siempre preservaré esa imagen en mis recuerdos. Mi prima moviéndose sensualmente, sus pechos subiendo y bajando al ritmo, el sabor de sus pezones cuando los probé, el brillo en sus ojos cuando me miró, su mordida de labio cuando se acercaba al orgasmo. Caímos al final derrotados sobre la cama y no tardamos mucho en dormirnos.
Al día siguiente nadie hizo ningún comentario en la mesa sobre lo que habíamos escuchado la noche anterior en la habitación de Rocío y Enrique. Sin embargo, ambos tenían una expresión relajada. Como si la noche anterior se hubieran despejado del estrés.
“¿Vas a querer que duerma esta noche contigo?”, me preguntó Rocío cuando estábamos fregando los platos. Yolanda se había ido con su hermano a comprar más bebida, y de paso para dejarme hablar con la prima.
“Claro”
“Y, ¿sabes lo que realmente querría…? ¿Has hablado con Yolanda?”
“Er, sí, me lo ha contado”
Como si no pudiera contenerse, dejó los platos en la pila, me quitó los que estaba yo secando, y me llevó hasta la pared. Sentí su lengua invadiendo mi boca, y sin embargo, había un poco de ternura en el beso que me estaba dando. Sentí que se arrimaba a mi cuerpo, presionando contra mi pene.
“Joder”, dije cuando liberó mi boca, aunque aún me tenía aprisionado. Con la camiseta holgada que llevaba, le podía ver todo el escote.
“Tengo muchísimas ganas de que llegue esta noche”, me dijo. “Espero que no te importe que nos quedemos en vela, como hiciste con Yoli”, me guiñó el ojo.
“Bueno, no, pero ¿no estás satisfecha con lo que hiciste anoche?”
“Bah. Estoy segura de que no va a haber comparación. Además, por lo que noto, también te está apeteciendo”.
Y es que me había empalmado, por supuesto. La tenía durísima. Vi a mi prima relamrse el labio, y de pronto se arrodilló delante de mi. Sujetó la goma del bañador, y de un tirón seco, me lo bajó lo suficiente como para que mi polla estuviera a punto de darle en la cara. La estaba rozando, pues notaba su respiración sobre mi glande.
“¿Pasa algo si nos tomamos un aperitivo?”, preguntó Rocío en un susurro.
Pero no pudimos hacer nada, ya que en ese momento sonó la puerta de la calle. Mi prima me dejó el bañador en su posición original, e hizo como si no pasara nada. Segumos con los platos, pero yo no me podía aguantar hasta la noche. No después de aquella escena.
Ese día no íbamos a ir a la playa. Cualquiera se arriesgaba a quemarse bajo el sol. Lo que sí hicimos fue plantar una buena sombrilla en el jardín, situada estratégicamente para tapar un trozo de hierba, donde pusimos las toallas, y otro trozo de la piscina, por si nos apetecía un remojón.
Nadar no me apetecía mucho, pero sin duda el agua fría me haría bastante bien, así que después de comer, con mucho cuidado, me mojé el cuerpo entero y me metí en el agua. Me dejé flotar. Qué paz. Qué tranquilidad.
Qué susto me di cuando aparecieron mis primas a mi lado, coño. Yo en el agua con los ojos cerrados, y ella habían aprovechado para ponerse a mi lado, apoyando sus cabezas en mis hombros, una a cada lado. Sonreí cuando me di cuenta. La verdad, me sentía afortunado de tener a esas dos chicas bonitas queriendo compartirme. No es un pensamiento muy puro, lo sé, pero éramos jóvenes.
Cuando ya no estuve tan tranquilo fue cuando optaron por dejarse de sutilezas. Metieron sus manos por debajo de las perneras de mi bañador, y sobra decir lo poco que tardaron en encontrar mi pene. Lo acariciaron, masajearon, estimularon. Por un lado quería que se detuvieran, por supuesto. Pero por el otro… joder, me hubiera encantado poder correrme ahí mismo. Hubiera, sí, ya que no estaban dispuestas a dejarme acabar felizmente.
“Esto es sólo un anticipo, primo”, dijo Rocío.
Me dieron ganas de preguntar que si Yolanda era un extra añadido, pero me callé por miedo a meter la pata. Mis primas siguieron manoseándomela durante un buen rato. Sólo se detuvieron para, de pronto, quitarse la parte de arriba del bikini. “Dos días en top-less tonteándote… te van a envidiar”, pensé.
El resto de la tarde no fue especialmente placentero. Con Enrique de nuevo activo, mis primas actuaban como si no pasara nada, a pesar de que en el ambiente se podía respirar la tensión sexual no resuelta que había. Pero en cualquier caso, habíamos tomado la regla no escrita de “en público no se folla”. Y me parecía bastante sensato, ya que no me apetecía para nada que mi primo Enrique me viera echar un polvo. Ni con Rocío ni con Yolanda, vamos.
Llegó la noche. Y apenas terminamos de cenar, Rocío se levantó.
“Nosotros nos vamos a ir a dormir ya”, anunció.
“Bueno. Que descanséis entonces”, dijo Enrique, haciéndose el tonto, por supuesto.
Salimos del comedor, y fuimos directamente para el cuarto. Pero como no podía ser de otra forma, Yolanda salió un momento detrás nuestro.
“¿No te importa?”, preguntó a Rocío.
“¿Estás tonta? Hazlo”.
Me besó, de aquella forma que sólo ella conocía. Lenta, pausada, me acarició un poco el torso. La verdad, me sentí un poco culpable por lo que estaba a punto de hacer. Teniendo así a mi prima Yolanda, hacerlo con Rocío en ese momento me parecía casi como ponerle los cuernos. Pero ella me aseguró que estaba todo bien, y que “le enseñase a Rocío lo hombre que estaba hecho”.
Así que entré con mi prima pelirroja en la habitación, y a punto estuve de caerme. Apenas cerró la puerta, mi prima me bajó el bañador, esta vez por completo. Al caminar, se me desenredó de los tobillos, y quedé totalmente desnudo.
“Siento ser tan brusca… pero es que no puedo aguantarme más”.
Volvió a besarme, y esta vez acompañó el beso de una masturbación sobre mi polla. Se me puso dura en tiempo récord. Me excitó mucho sentir su dedo pulgar acariciando mi glande, empezando a soltar un poco de precum. Caímos en la cama.
“No cierres los ojos, por favor”
Y sin que yo pudiera decidir nada, empezó a chupármela con ganas.
Cierto era que sólo otra chica me había dado sexo oral, pero tengo que decirlo: Rocío era una experta. No había timidez en su hacer, sólo lujuria y deseo. Sentía sus labios presionando mi pene con exquisita profesionalidad, su lengua sabía cómo jugar con mi prepucio para alcanzar las zonas más sensibles de mi pene, y por supuesto, y aquello nunca se me olvidará, esa forma de introducírsela entera en la boca.
Era capaz de mantenerse así unos momentos, mirándome a los ojos, y aquello me ponía tan cachondo que raro se me hizo no correrme ahí mismo dos veces seguidas. Pero aguanté un poco más.
“Voy a correrme… Rocío, me corro…”
“Perfecto”
Y sin inmutarse, no se detuvo durante los largos segundos en los que me corrí. Vacié toda mi primera carga en su boca. Por supuesto ella no era una actriz porno, y no tenía por qué mostrarme el semen en su lengua antes de tragárselo, pero eso segundo sí que lo hizo. Me dejó que me relajase sobre la cama, y sentí sus manos recorriendo mi cuerpo suavemente, relajándome.
“Sólo ha sido la primera vez de esta noche, cariño. Reserva energías”.
“¿Puedo decir que ha sido genial sin ofenderte?”
“Claro que no me ofendes. Me alegra saberlo”.
Cuando me recuperé tenía intención de enterrar me cabeza entre sus piernas y lamer aquella vagina que yo sabía que tenía completamente rasurada, pero me lo impidió.
“No hay por qué seguir ese orden. ¿No quieres metérmela? Porque yo sí”.
Se quitó el bikini y dejó las piernas abiertas para mi. Me hizo un gesto con el dedo para que me acercase a ella. No me di cuenta en ese momento, pero gateé hacia mi prima, y se la metí despacio. Noté que su sonrisa se ensanchecía según su vagina iba aceptando dentro toda mi erección. Cuando la tenía toda dentro, simplemente dijo “guau”, y me dejó continuar.
En un arrebato de inspiración, levanté sus piernas para empezar a follármela. Ella simplemente se dejó llevar por mi movimiento, y parecía encantada con ello. Me deleitó con una imagen suya en la cual se estimulaba los pezones, y al mismo tiempo verla así me ponía más cachondo. Era afortunado. Mi prima estaba buenísima y me la estaba tirando con total tranquilidad.
Bueno, no tranquilidad. Con ganas. Con muchas ganas. Pensaba que iba a desmayarme cuando eyaculase, pero no. Solté mi semen entero dentro de su coño, y me propuse continuar por unos segundos más.
Pero Rocío no iba a dejar que eso terminase ahí. Se abalanzó a por mi, dominándome esta vez, con mi rabo todavía ensartado, y me besó y estimuló sin dejar de mover sus caderas. Mi erección no se bajaba para nada, y ella misma gemía y jadeaba por el cansancio mientras se acercaba al orgasmo.
“¿Te gusto, primo? ¿Te gusta follarte a tu primita?”
Asentí, incapaz de articular palabra. Acaricié sus nalgas mientras nuestros cuerpos se acercaban a uno de los mejores orgasmos que he tenido nunca. Cuando acabamos, sí se permitió bajarse de encima mío, y descansamos. Y en ese momento, me horroricé.
“¡NO!”
“¿Qué pasa?”, preguntó, totalmente calmada.
“Que ¡joder! ¡LOS CONDONES!”
No me había dado cuenta hasta ese momento en que lo habíamos hecho completamente a pelo. Sentir la maravillosa calidad de sus labios vaginales directamente sobre mi pene no me había hecho, sin embargo, fijarme en aquel detalle vital. Y me había corrido dentro de ella, lo cual era muy peligroso. Pero ella seguía tranquila.
“Lo sé, primo… pero no te preocupes. Tomo la píldora, ¿sabes? Desde que empecé a salir con chicos, fui al médico, y bueno. Prefiero eso a que se me olvide.”
Aquello me tranquilizaba bastante. Si por un error la dejaba embarazada… yo no saldría vivo de esa situación. Pero en ese momento mi prima se sentó sobre sus rodillas y me miró muy seriamente.
“Pero lo de hoy no ha sido un descuido. Han sido las ganas que tenía de sentirte dentro de mi”.
Que me quedase helado ante su confesión no fue un impedimento para que Rocío me pidiese que disfrutase de su cuerpo. Quería que lo tocase, besara, y todo lo que yo considerase que debía hacer. Quería que le hiciera sentir bien a mi modo. De forma que empecé a estimular sus pechos, en primer lugar con las manos. De sus tetas pasé a centrarme exclusivamente en sus preciosos pezones, los cuales me parecían apetecibles.
Por lo cual me los llevé a la boca, y los chupé con ganas, mientras mis manos iban explorando el resto de su precioso cuerpo. Bajé por sus caderas, y me gustó tocar su vientre, hasta que llegué a sus piernas, donde me entretuve con la parte interna de sus muslos.
Probé a meter un dedo en su coñito, y un gemido me indicó que le gustaba. Fui intercalando mis dedos índices para entrar en su vagina, mientras mi lengua iba hacia abajo por su cuerpo, para encontrarse con mis manos ante el sexo de mi prima. Era una verdadera belleza, y empecé a lamerlo.
Sentí sus manos presionando un poco sobre mi cabeza, y se lo comí con más ganas. Empezaba a oírla nuevamente gemir, jadear y susurrar mi nombre, algo que me encantaba, por supuesto. Hacerlo “a lo prohibido”, intentando disimular, tiene su morbo, sin duda, pero a mi me encanta demostrar que lo estoy disfrutando, y por supuesto, que me lo demuestren.
Y Rocío debía estar en el séptimo cielo. Mi lengua recorría su vagina, degustando su sabor, en lo que se acercaba a su clímax. Aún así, estoy seguro de que llegó mucho antes de que me lo dijera, y que le apetecía disfrutar de mi húmeda ahí abajo un poco más.
A pesar de la hora, mi prima no se rendía.
“Una cosa… Yolanda y tú habéis probado… ¿a hacerlo por detrás?”
Negué rápidamente con la cabeza, avergonzado.
“Bueno, pues lo siento… Yoli, pero el primer culito del primo va a ser el mio”
Y sin decir nada más se tumbó bocabajo y levantó el culo en dirección hacia mí, ofreciéndomelo por completo. Podía verlo a la perfección, tembloroso, rosado, perfectamente limpio. Demasiado deseable como para poderme haber resistido a su invitación.
“Lubrícalo bien, por favor… tengo que pedirte cuidado”.
Por supuesto que lo tuve. Me fue guiando. Usé grandes cantidades de saliva que escurrían entre sus nalgas para llegar a su ano, y yo iba introduciendo mi dedo despacio. Era un tacto cálido y muy apretado el que pude notar dentro, y sabía que cuando se la metiera, iba a ser aún mejor.
Cuando un único dedo parecía entrar y salir con facilidad, e incluso mi prima gemía por ello, volví a ser generoso con mi baba, y esta vez probé a introducirle un par de dedos. Costó un poco más que antes, pero no tardé mucho en tenerlo dominado. Mis dedos se deslizaban suavemente dentro de su culo, y Rocía parecía disfrutarlo tanto que me tiré así un rato, masturbando su culito, y al mismo tiempo, su vagina con mi otra mano.
“Por favor… fóllame ya”
Con sumo cuidado, situé mi rabo a la entrada de su culo, y le introduje la punta. Gimió un poco. Lo retiré, y se la volví a meter. Ella aprobó que siguiera así. Poco a poco, cada embestida que le daba provocaba que la tuviera más y más adentro, hasta que su culo estuvo completamente lleno de mi pene.
Me movía muy lentamente. Pero era una sensación tan buena que yo sabía que iba a tardar muy poco en correrme. Rocío tenía el culo apretado, y el calor que me recorría metérsela entera era delicioso. Ella misma había empezado a masturbarse, y gimoteaba.
“Eres… libre de correrte dentro de nuevo”, me ofreció Rocío. “Sin miedo… tú sigue a este ritmo, me gusta mucho”.
Incluso a un ritmo que yo consideraba pausado, no tardé más de cinco minutos en sentir que iba a acabar. Mi cuerpo se tensaba. Joder, aquello se sentía como el cielo o algo parecido. Tuve que acariciar las caderas de mi prima, y lamentablemente, le di una embestida un poco fuerte en el momento en que mi orgasmo de disparó. Logré controlarme mientras terminaba de eyacular dentro de su culo.
“Perdón… ¿te he hecho daño?”, le pregunté cuando fui capaz de hablar. Ya se la había sacado, y ahora la veía reposar, con un hilito de semen escurriendo entre sus piernas, tumbada en la cama.
“Tranquilo, me lo esperaba. Ven, por favor”,
Me tumbé a su lado.
“Dime una cosa. ¿Yoli te lo ha contado todo?
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
“¿Explicación?”
“Sí, sobre todo lo que ha pasado estos días”, dijo Yolanda. “Pero por favor… no te enfades”.
“¿Enfadarme? ¿Es que es algo malo?”
“¡No! Bueno, quiero pensar que no, pero aún así… Mira, hace meses fue cuando me di cuenta de que me gustabas. Y al igual que tú pensaba que eso era raro y que no podía ocurrir. Yo, loquita por mi primo favorito…” aquello me hizo enrojecer. “El caso es que yo tenía que hablarlo con alguien y fue cuando se lo comenté a Rocío”.
Me sorprendió mucho que se lo tomara tan calmadamente. Cuando le dije que había empezado a sentirme físicamente atraída por ti, me quería morir de la vergüenza allí mismo. Me sentía culpable, que aquello no podía estar bien, quería que alguien me hiciese entrar en razón. Pero lo que no me esperaba era que de pronto ella me abrazase y me dijera:
“Yo siento exactamente lo mismo que tú”
Pensé que me estaba vacilando, claro. Ya sabes que muchas veces es complicado saber cuándo la prima bromea o habla en serio. Le dije que no me tomase el pelo, que era un asunto muy serio, y ella insistió.
“Espera”, interrumpí. “¿Me estás diciendo que…?”
“Deja que acabe”, me pidió mi prima.
Me confesó que ella misma llevaba tiempo planteándose cosas. Se había sentido atraída por ti, y también por mi hermano. Bueno, ya la conoces. Es un espíritu libre, no le gusta atarse. Y esto no lo digo como crítica hacia ella. No supimos qué hacer hasta el momento en que propusisteis Enrique y tú que nos viniéramos los cuatro de vacaciones solos. Ahí empezó a gestar su plan.
Por supuesto, a ella no le preocupaba tanto Enrique como tú. Que bueno, sabemos que tú eres más reservado. Ella contaba con que en el momento en que le dijese a Enrique “Vamos a echar un polvo”, él aceptaría, como así ha sido, parece.
“Creo que lo mejor es que te acuestes tú primero con él”, me propuso. “Como vamos a estar solos, creo que podremos tontearle, para que se vaya preparando”.
“¿Tontearle?”
“Sí. Deberíamos insinuarnos. Que entienda que vamos a ir a por él. Todo lo que se te ocurra. Dale un beso sin venir a cuento, desnúdate delante de él… lo que haga falta”.
Pero a mí me preocupaba mi hermano, claro. ¿Qué se iba a pensar si me veía así contigo? Rocío, en cambio, pensó que si se lo contaba como a ella, él no se lo tomaría a mal. Y así fue. Le costó un poco más que a ella, pero permitió que hiciéramos esto. Por supuesto, él no sabía ni que Rocío iba detrás de él, y mucho menos, también detrás de ti. Pero a grandes rasgos, la idea estaba sobre la mesa. Lo que yo no me esperaba era que el día que llegamos, Rocío propusiera que tu y yo durmieramos juntos.
“Él no es el único que necesita un empujón”, me dijo. “Pero tranquila. No voy a hacer nada con él más allá del tonteo. Y tampoco con tu hermano, al menos hasta que tú y él lo hagáis por fin”.
Por supuesto yo aún tenía una duda. ¿Acaso me desearías tú? ¿Querrías hacerlo conmigo? A pesar de las indirectas te veía tan parado que me daba miedo haber hecho todo esto para nada…
Yo me quedé sin saber qué decir por unos momentos. Era mucho que asimilar.
“Mañana iré a dormir con Enrique y dejaré que ella se quede aquí contigo. Creo que es justo para ella también así. Con lo bien que se ha portado”.
“Pero, pero, pero.. ¿Tú estás bien con eso?”, pregunté.
“Estoy perfectamente”, dijo con una sonrisa. “Al fin y al cabo, ya me has demostrado mucho. Y no creo que Rocío quiera tenerte todas las noches. Me dijo que me iba a dar prioridad”.
“Bueno, esto me hace sentir un poco utilizado…”
“Oh, no, por favor”, dijo ella alarmada. “Eres totalmente libre de querer hacerlo o no, por supuesto. Simplemente pensamos que bueno, si podíamos tener alguna garantía de tener sexo todas las noches… ¿qué tendría eso de malo?”
Eso era verdad. Tenía que reconocerlo, se sentía muy bien. Pero era todo tan… extraño. ¿Mis primas habían organizado todo eso sólo para acostarse conmigo? No es que me quejara, pero me parecía raro. Yolanda se acurrucó de nuevo conmigo.
“¿Estás bien?”, me preguntó.
“Sí, es que es un poco difícil de asimilar… dos chicas como vosotras buscándome, es como un sueño”
“Pues de sueño nada… muy real. Y si te apetece, aún podemos hacer algo más”
Me apetecía lo suficiente como para dejar que subiera encima de mi, y empezase a cabalgar sobre mi polla. La sujeté por las caderas mientras lo hacía para ayudarla. Siempre preservaré esa imagen en mis recuerdos. Mi prima moviéndose sensualmente, sus pechos subiendo y bajando al ritmo, el sabor de sus pezones cuando los probé, el brillo en sus ojos cuando me miró, su mordida de labio cuando se acercaba al orgasmo. Caímos al final derrotados sobre la cama y no tardamos mucho en dormirnos.
Al día siguiente nadie hizo ningún comentario en la mesa sobre lo que habíamos escuchado la noche anterior en la habitación de Rocío y Enrique. Sin embargo, ambos tenían una expresión relajada. Como si la noche anterior se hubieran despejado del estrés.
“¿Vas a querer que duerma esta noche contigo?”, me preguntó Rocío cuando estábamos fregando los platos. Yolanda se había ido con su hermano a comprar más bebida, y de paso para dejarme hablar con la prima.
“Claro”
“Y, ¿sabes lo que realmente querría…? ¿Has hablado con Yolanda?”
“Er, sí, me lo ha contado”
Como si no pudiera contenerse, dejó los platos en la pila, me quitó los que estaba yo secando, y me llevó hasta la pared. Sentí su lengua invadiendo mi boca, y sin embargo, había un poco de ternura en el beso que me estaba dando. Sentí que se arrimaba a mi cuerpo, presionando contra mi pene.
“Joder”, dije cuando liberó mi boca, aunque aún me tenía aprisionado. Con la camiseta holgada que llevaba, le podía ver todo el escote.
“Tengo muchísimas ganas de que llegue esta noche”, me dijo. “Espero que no te importe que nos quedemos en vela, como hiciste con Yoli”, me guiñó el ojo.
“Bueno, no, pero ¿no estás satisfecha con lo que hiciste anoche?”
“Bah. Estoy segura de que no va a haber comparación. Además, por lo que noto, también te está apeteciendo”.
Y es que me había empalmado, por supuesto. La tenía durísima. Vi a mi prima relamrse el labio, y de pronto se arrodilló delante de mi. Sujetó la goma del bañador, y de un tirón seco, me lo bajó lo suficiente como para que mi polla estuviera a punto de darle en la cara. La estaba rozando, pues notaba su respiración sobre mi glande.
“¿Pasa algo si nos tomamos un aperitivo?”, preguntó Rocío en un susurro.
Pero no pudimos hacer nada, ya que en ese momento sonó la puerta de la calle. Mi prima me dejó el bañador en su posición original, e hizo como si no pasara nada. Segumos con los platos, pero yo no me podía aguantar hasta la noche. No después de aquella escena.
Ese día no íbamos a ir a la playa. Cualquiera se arriesgaba a quemarse bajo el sol. Lo que sí hicimos fue plantar una buena sombrilla en el jardín, situada estratégicamente para tapar un trozo de hierba, donde pusimos las toallas, y otro trozo de la piscina, por si nos apetecía un remojón.
Nadar no me apetecía mucho, pero sin duda el agua fría me haría bastante bien, así que después de comer, con mucho cuidado, me mojé el cuerpo entero y me metí en el agua. Me dejé flotar. Qué paz. Qué tranquilidad.
Qué susto me di cuando aparecieron mis primas a mi lado, coño. Yo en el agua con los ojos cerrados, y ella habían aprovechado para ponerse a mi lado, apoyando sus cabezas en mis hombros, una a cada lado. Sonreí cuando me di cuenta. La verdad, me sentía afortunado de tener a esas dos chicas bonitas queriendo compartirme. No es un pensamiento muy puro, lo sé, pero éramos jóvenes.
Cuando ya no estuve tan tranquilo fue cuando optaron por dejarse de sutilezas. Metieron sus manos por debajo de las perneras de mi bañador, y sobra decir lo poco que tardaron en encontrar mi pene. Lo acariciaron, masajearon, estimularon. Por un lado quería que se detuvieran, por supuesto. Pero por el otro… joder, me hubiera encantado poder correrme ahí mismo. Hubiera, sí, ya que no estaban dispuestas a dejarme acabar felizmente.
“Esto es sólo un anticipo, primo”, dijo Rocío.
Me dieron ganas de preguntar que si Yolanda era un extra añadido, pero me callé por miedo a meter la pata. Mis primas siguieron manoseándomela durante un buen rato. Sólo se detuvieron para, de pronto, quitarse la parte de arriba del bikini. “Dos días en top-less tonteándote… te van a envidiar”, pensé.
El resto de la tarde no fue especialmente placentero. Con Enrique de nuevo activo, mis primas actuaban como si no pasara nada, a pesar de que en el ambiente se podía respirar la tensión sexual no resuelta que había. Pero en cualquier caso, habíamos tomado la regla no escrita de “en público no se folla”. Y me parecía bastante sensato, ya que no me apetecía para nada que mi primo Enrique me viera echar un polvo. Ni con Rocío ni con Yolanda, vamos.
Llegó la noche. Y apenas terminamos de cenar, Rocío se levantó.
“Nosotros nos vamos a ir a dormir ya”, anunció.
“Bueno. Que descanséis entonces”, dijo Enrique, haciéndose el tonto, por supuesto.
Salimos del comedor, y fuimos directamente para el cuarto. Pero como no podía ser de otra forma, Yolanda salió un momento detrás nuestro.
“¿No te importa?”, preguntó a Rocío.
“¿Estás tonta? Hazlo”.
Me besó, de aquella forma que sólo ella conocía. Lenta, pausada, me acarició un poco el torso. La verdad, me sentí un poco culpable por lo que estaba a punto de hacer. Teniendo así a mi prima Yolanda, hacerlo con Rocío en ese momento me parecía casi como ponerle los cuernos. Pero ella me aseguró que estaba todo bien, y que “le enseñase a Rocío lo hombre que estaba hecho”.
Así que entré con mi prima pelirroja en la habitación, y a punto estuve de caerme. Apenas cerró la puerta, mi prima me bajó el bañador, esta vez por completo. Al caminar, se me desenredó de los tobillos, y quedé totalmente desnudo.
“Siento ser tan brusca… pero es que no puedo aguantarme más”.
Volvió a besarme, y esta vez acompañó el beso de una masturbación sobre mi polla. Se me puso dura en tiempo récord. Me excitó mucho sentir su dedo pulgar acariciando mi glande, empezando a soltar un poco de precum. Caímos en la cama.
“No cierres los ojos, por favor”
Y sin que yo pudiera decidir nada, empezó a chupármela con ganas.
Cierto era que sólo otra chica me había dado sexo oral, pero tengo que decirlo: Rocío era una experta. No había timidez en su hacer, sólo lujuria y deseo. Sentía sus labios presionando mi pene con exquisita profesionalidad, su lengua sabía cómo jugar con mi prepucio para alcanzar las zonas más sensibles de mi pene, y por supuesto, y aquello nunca se me olvidará, esa forma de introducírsela entera en la boca.
Era capaz de mantenerse así unos momentos, mirándome a los ojos, y aquello me ponía tan cachondo que raro se me hizo no correrme ahí mismo dos veces seguidas. Pero aguanté un poco más.
“Voy a correrme… Rocío, me corro…”
“Perfecto”
Y sin inmutarse, no se detuvo durante los largos segundos en los que me corrí. Vacié toda mi primera carga en su boca. Por supuesto ella no era una actriz porno, y no tenía por qué mostrarme el semen en su lengua antes de tragárselo, pero eso segundo sí que lo hizo. Me dejó que me relajase sobre la cama, y sentí sus manos recorriendo mi cuerpo suavemente, relajándome.
“Sólo ha sido la primera vez de esta noche, cariño. Reserva energías”.
“¿Puedo decir que ha sido genial sin ofenderte?”
“Claro que no me ofendes. Me alegra saberlo”.
Cuando me recuperé tenía intención de enterrar me cabeza entre sus piernas y lamer aquella vagina que yo sabía que tenía completamente rasurada, pero me lo impidió.
“No hay por qué seguir ese orden. ¿No quieres metérmela? Porque yo sí”.
Se quitó el bikini y dejó las piernas abiertas para mi. Me hizo un gesto con el dedo para que me acercase a ella. No me di cuenta en ese momento, pero gateé hacia mi prima, y se la metí despacio. Noté que su sonrisa se ensanchecía según su vagina iba aceptando dentro toda mi erección. Cuando la tenía toda dentro, simplemente dijo “guau”, y me dejó continuar.
En un arrebato de inspiración, levanté sus piernas para empezar a follármela. Ella simplemente se dejó llevar por mi movimiento, y parecía encantada con ello. Me deleitó con una imagen suya en la cual se estimulaba los pezones, y al mismo tiempo verla así me ponía más cachondo. Era afortunado. Mi prima estaba buenísima y me la estaba tirando con total tranquilidad.
Bueno, no tranquilidad. Con ganas. Con muchas ganas. Pensaba que iba a desmayarme cuando eyaculase, pero no. Solté mi semen entero dentro de su coño, y me propuse continuar por unos segundos más.
Pero Rocío no iba a dejar que eso terminase ahí. Se abalanzó a por mi, dominándome esta vez, con mi rabo todavía ensartado, y me besó y estimuló sin dejar de mover sus caderas. Mi erección no se bajaba para nada, y ella misma gemía y jadeaba por el cansancio mientras se acercaba al orgasmo.
“¿Te gusto, primo? ¿Te gusta follarte a tu primita?”
Asentí, incapaz de articular palabra. Acaricié sus nalgas mientras nuestros cuerpos se acercaban a uno de los mejores orgasmos que he tenido nunca. Cuando acabamos, sí se permitió bajarse de encima mío, y descansamos. Y en ese momento, me horroricé.
“¡NO!”
“¿Qué pasa?”, preguntó, totalmente calmada.
“Que ¡joder! ¡LOS CONDONES!”
No me había dado cuenta hasta ese momento en que lo habíamos hecho completamente a pelo. Sentir la maravillosa calidad de sus labios vaginales directamente sobre mi pene no me había hecho, sin embargo, fijarme en aquel detalle vital. Y me había corrido dentro de ella, lo cual era muy peligroso. Pero ella seguía tranquila.
“Lo sé, primo… pero no te preocupes. Tomo la píldora, ¿sabes? Desde que empecé a salir con chicos, fui al médico, y bueno. Prefiero eso a que se me olvide.”
Aquello me tranquilizaba bastante. Si por un error la dejaba embarazada… yo no saldría vivo de esa situación. Pero en ese momento mi prima se sentó sobre sus rodillas y me miró muy seriamente.
“Pero lo de hoy no ha sido un descuido. Han sido las ganas que tenía de sentirte dentro de mi”.
Que me quedase helado ante su confesión no fue un impedimento para que Rocío me pidiese que disfrutase de su cuerpo. Quería que lo tocase, besara, y todo lo que yo considerase que debía hacer. Quería que le hiciera sentir bien a mi modo. De forma que empecé a estimular sus pechos, en primer lugar con las manos. De sus tetas pasé a centrarme exclusivamente en sus preciosos pezones, los cuales me parecían apetecibles.
Por lo cual me los llevé a la boca, y los chupé con ganas, mientras mis manos iban explorando el resto de su precioso cuerpo. Bajé por sus caderas, y me gustó tocar su vientre, hasta que llegué a sus piernas, donde me entretuve con la parte interna de sus muslos.
Probé a meter un dedo en su coñito, y un gemido me indicó que le gustaba. Fui intercalando mis dedos índices para entrar en su vagina, mientras mi lengua iba hacia abajo por su cuerpo, para encontrarse con mis manos ante el sexo de mi prima. Era una verdadera belleza, y empecé a lamerlo.
Sentí sus manos presionando un poco sobre mi cabeza, y se lo comí con más ganas. Empezaba a oírla nuevamente gemir, jadear y susurrar mi nombre, algo que me encantaba, por supuesto. Hacerlo “a lo prohibido”, intentando disimular, tiene su morbo, sin duda, pero a mi me encanta demostrar que lo estoy disfrutando, y por supuesto, que me lo demuestren.
Y Rocío debía estar en el séptimo cielo. Mi lengua recorría su vagina, degustando su sabor, en lo que se acercaba a su clímax. Aún así, estoy seguro de que llegó mucho antes de que me lo dijera, y que le apetecía disfrutar de mi húmeda ahí abajo un poco más.
A pesar de la hora, mi prima no se rendía.
“Una cosa… Yolanda y tú habéis probado… ¿a hacerlo por detrás?”
Negué rápidamente con la cabeza, avergonzado.
“Bueno, pues lo siento… Yoli, pero el primer culito del primo va a ser el mio”
Y sin decir nada más se tumbó bocabajo y levantó el culo en dirección hacia mí, ofreciéndomelo por completo. Podía verlo a la perfección, tembloroso, rosado, perfectamente limpio. Demasiado deseable como para poderme haber resistido a su invitación.
“Lubrícalo bien, por favor… tengo que pedirte cuidado”.
Por supuesto que lo tuve. Me fue guiando. Usé grandes cantidades de saliva que escurrían entre sus nalgas para llegar a su ano, y yo iba introduciendo mi dedo despacio. Era un tacto cálido y muy apretado el que pude notar dentro, y sabía que cuando se la metiera, iba a ser aún mejor.
Cuando un único dedo parecía entrar y salir con facilidad, e incluso mi prima gemía por ello, volví a ser generoso con mi baba, y esta vez probé a introducirle un par de dedos. Costó un poco más que antes, pero no tardé mucho en tenerlo dominado. Mis dedos se deslizaban suavemente dentro de su culo, y Rocía parecía disfrutarlo tanto que me tiré así un rato, masturbando su culito, y al mismo tiempo, su vagina con mi otra mano.
“Por favor… fóllame ya”
Con sumo cuidado, situé mi rabo a la entrada de su culo, y le introduje la punta. Gimió un poco. Lo retiré, y se la volví a meter. Ella aprobó que siguiera así. Poco a poco, cada embestida que le daba provocaba que la tuviera más y más adentro, hasta que su culo estuvo completamente lleno de mi pene.
Me movía muy lentamente. Pero era una sensación tan buena que yo sabía que iba a tardar muy poco en correrme. Rocío tenía el culo apretado, y el calor que me recorría metérsela entera era delicioso. Ella misma había empezado a masturbarse, y gimoteaba.
“Eres… libre de correrte dentro de nuevo”, me ofreció Rocío. “Sin miedo… tú sigue a este ritmo, me gusta mucho”.
Incluso a un ritmo que yo consideraba pausado, no tardé más de cinco minutos en sentir que iba a acabar. Mi cuerpo se tensaba. Joder, aquello se sentía como el cielo o algo parecido. Tuve que acariciar las caderas de mi prima, y lamentablemente, le di una embestida un poco fuerte en el momento en que mi orgasmo de disparó. Logré controlarme mientras terminaba de eyacular dentro de su culo.
“Perdón… ¿te he hecho daño?”, le pregunté cuando fui capaz de hablar. Ya se la había sacado, y ahora la veía reposar, con un hilito de semen escurriendo entre sus piernas, tumbada en la cama.
“Tranquilo, me lo esperaba. Ven, por favor”,
Me tumbé a su lado.
“Dime una cosa. ¿Yoli te lo ha contado todo?
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