Disculpen una vez más la demora, pero distintos motivos me tuvieron alejadade la página todo este tiempo. Algunos son muy personales y no puedo compartirloscon ustedes, pero otros sí, sobre todo aquellos que se refieren a eso que tantonos desvela y fascina: el garche.
Tampoco crean que me la pasé garchando y por eso no pude escribir, losmotivos de los que les hablaba me limitaron un poco en cuanto a la libre expresiónde mi sexualidad, pero aún así tuve mis buenos revolcones.
Para ponerme al día voy a contarles lo que pasó en mi cumpleaños, unrelato que ya tenía escrito pero que por esos mismos motivos me demore en postear,y para el siguiente..., bueno, el siguiente prefiero dejarlo en suspenso, aunquecomo adelanto les voy a decir una sola cosa, volvió Pablo.
Y ahora sí, el relato de lo que pasó unos días antes de cumplir los 35...
Para celebrar mis flamantes 35 la semana anterior a mi cumpleaños fuimoscon unas amigas al Verne Club, en dónde disfrutamos de una amplia variedad de tragos.Opium Fashioned, Jazmín Blanco, Tormenta Misionera, San Francisco, lo que hubieraen la cartilla de cocktails, lo probábamos. Mi favorito resultó el Menta Cooler,seguido de cerca por el Amor Amargo. También dimos cuenta de los sabrosos PanchoGourmet, y de postre una delicia llamada El Globo.
En total éramos siete entre compañeras de trabajo y amigas de la vida,pero aunque formábamos un divertido grupo de mujeres relativamente jóvenes y muy,pero muy cogibles, el aburrimiento comenzó a ganarme luego de un rato.
No me malinterpreten, amo a mis amigas y me encanta pasar tiempo conellas, pero son unas santas y al cumplir ya los 35, más cerca de los 40 que de los30, mi idea de celebración pasaba por otro lado.
En cierto momento me levanto de la mesa para ir al baño, más para distraermeque porque tuviera ganas. Cuando vuelvo paso por la barra para pedir una nueva rondade tragos, a sugerencia del barman, y es ahí que los vuelvo a ver. Ya los habíavisto antes, mirando siempre hacia nuestro grupo. Eran dos, de unos cuarenta y pico,bien trajeados, obviamente tipos casados en busca de alguna trampa.
Esta vez, al sentirse observado, uno de ellos, pelado y con barbita candado,me saluda con un elocuente guiño. Eso fue más que suficiente para que se trastocarantodas mis prioridades. Le devuelvo el saludo con un leve asentimiento y regresode inmediato a la mesa, con solo una cosa en mente.
Les digo a mis amigas que el festejo está muy lindo, pero que ya es tarde,que me siento algo mareada y que deberíamos ir terminando. Por suerte la mayoríaestá de acuerdo, todas están casadas y tienen hijos, por lo que ya perdieron hacerato la costumbre de trasnochar. Así que un último brindis y nos vamos despidiendo.
Salimos todas a la calle y en la puerta misma del Club vamos tomandolos taxis que pedimos un rato antes. El mío es uno de los primeros en llegar, asíque me despido de todas, les agradezco el festejo y me subo para irme, supuestamente,a mi casa. Y digo supuestamente porque a las pocas cuadras le digo al tachero quepor favor dé la vuelta, que me olvidé algo.
Cuando volvemos al Verne Club ya no queda ninguna de mis amigas, asíque le pago al taxista el viaje completo y le digo que no me espere, que voy a quedarmeun rato más. Me bajo del coche y con la prisa lógica de quién no quiere desaprovecharninguna oportunidad, entro al local y busco a los tipos con la mirada. Suspiro aliviadacuándo los veo en el mismo lugar, con sus tragos, cotejando el material que haya disposición, sin imaginarse siquiera que están a punto de tener su noche de suerte.
Le pido al barman un Menta Cooler, y me siento también en la barra, siendoahora yo la que los observa, incitante y desenfadada. Comentan algo entre ellos,decidiendo quizás quién debía avanzarme. El que resulta victorioso es el pelado,que ya me había guiñado el ojo anteriormente, quién se acerca decidido y segurode sí mismo.
-¿Aceptarías que te invite ese trago?- me pregunta refiriéndose al queme acaba de servir el barman.
-Con todo gusto- acepto, sonriéndole en una forma que le indica que estoydispuesta a aceptar mucho más que un simple trago.
Se sienta a mi lado y se presenta como Daniel, un nombre seguramenteinventado, para esas noches de piratería en las que todo vale para seducir.
-Con mi amigo estábamos debatiendo desde hace rato quién de los dos debíaacercarse a hablarte- me confiesa.
-¿Y porqué tanto debate? Se podrían haber acercado los dos- le digo,como si fuera lo más natural del mundo.
Abre los ojos, sorprendido, tratando de vislumbrar a través de mis gestossi me estoy refiriendo a lo que se imagina.
-¿Te digo algo? Hoy es mi cumpleaños, cumplo 35, y me gustaría celebrarlode una forma especial, algo que..., (pausa dramática) se salga de lo común, ¿meentendés?-
Por supuesto que me entendió. Si le quedaba alguna duda, mis palabrasse las despejaron por completo.
Fue por su amigo, le habló al oído, para decirle quizás algo como : "Lamina quiere fiesta", y esta vez se acercaron los dos. El otro se llamaba Abel,de pelo castaño, ojos claros y una prolija barba de tres días.
-Gracias por dejar que me sume a ustedes- me dice tras presentarse.
-Ya sabés lo que dicen, dos son compañía, pero tres es mucho mejor- leconfirmo bebiendo sensualmente un sorbo de mi trago.
Piden otra ronda, pero yo ya no quiero más alcohol, lo que quiero escoger, quiero que me cojan entre los dos, porque así es como deseo festejar mi cumpleaños,haciendo un trío con dos desconocidos.
-No sé si se dieron cuenta, pero acabo de echar prácticamente a mis amigasporque quería que ustedes se me acercaran, así que si vamos a hacer algo, mejorque lo hagamos ahora, porque mañana tengo que llevar a mi hijo al colegio y prepararleel desayuno a mi marido antes de irme a trabajar-
Lo que dije me salió de las entrañas, de esa calentura que arde siempreen mí, inflamable y voluptuosa, pero fueron las palabras justas en el momento adecuado.
Bebimos ese último trago y salimos del Verne Club con un único destinoen común: la cama de un telo.
Ya en la calle, y mientras ellos evalúan distintas alternativas, lessugiero ir a Pelícano, que está cerca y permiten la entrada de a tres.
Vamos caminando, conversando animadamente, como tres buenos amigos quese reencuentran después de algún tiempo, aunque en realidad ni siquiera nos conocemos,apenas sabemos nuestros nombres y poco más, y aún así vamos dispuestos a echarnosun polvo en grupo.
Entramos al telo sin problemas, solo hubo que pagar un adicional porla persona de más, una insignificancia si consideramos la relación costo/beneficio.
Mientras avanzamos por el pasillo los tipos ya se salen de la vaina pormeterme mano, lo cuál yo misma me ocupo de incitar, ya que voy caminando apenasun poco por delante de ellos, moviéndoles sensualmente la colita.
Al entrar a la habitación se me echan encima, flanqueándome uno por cadalado y dejando ahora sí que sus manos resbalen por cada curva de mi cuerpo.
-¡Éste es el regalo que quería!- les digo en un suspiro, besando a unoy otro con arrebatada intensidad.
Caigo precipitadamente de rodillas en el suelo y me apodero de sus braguetas,apretando y masajeando lo que late en su interior.
-¡El mejor regalo que tuve en este cumpleaños!- les aseguro blandiendoya en mis manos unas porongas que pese a no ser nada fuera de lo ordinario, en esemomento para mí son hermosas e impresionantes.
No sé a quién se la chupo primero, pero trato de no desatender a ningunode los dos, yendo de uno a otro con similar fruición y avidez.
Los suspiros y jadeos en que ambos prorrumpen me sirven a la vez de estímuloy acompañamiento. Una sensual y agónica letanía que envuelve la infinidad de besos,lamidas y chupadas que les prodigo.
Por suerte no nos apuramos. Tras ese frenético comienzo, bajamos un cambio,y tácitamente decidimos disfrutar de una noche que promete ser inolvidable.
Desnudos nos tendemos sobre la cama, yo entre medio de ambos, disfrutandode los besos y caricias con que recorren mi cuerpo, centrando su atención especialmenteen mis pechos y en mi concha, que se abre generosa y sumisa para ellos.
Ya estoy mojada, empecé a mojarme desde que los vi en la barra del bar,por lo que sus dedos, los dedos de ambos, resbalan fluidamente por todo mi interior,mientras sus lenguas batallan contra la mía, húmedas, calientes, esponjosas.
Nos besamos, nos chupamos, hasta nos mordemos, volviendo a intensificarde a poco esa pasión que amenaza con hacernos estallar en mil pedazos.
Mientras uno se pone a chuparme la concha, el otro se entretiene conmis tetas, cambiando tras un rato para que ambos puedan saborearme sin restricciones,pero aunque disfruto horrores de sus lenguas y labios, yo también necesito chupar.Eso es lo que les digo:
-Quiero chuparte- sin especificar a cuál de los dos me dirijo.
Enseguida, mientras uno me sigue sorbiendo el clítoris y lamiendo loslabios, el otro me mete la pija casi hasta la garganta. Reprimo una arcada, y respirandopor la nariz empiezo a mamársela, comiéndomela hasta los huevos con cada succión.
Los tres nos disfrutamos formando una cadena humana cuyos eslabones refulgende pasión. Uno me chupa a mí y yo se la chupo al otro, quién a su vez parece decididoa dejar impresas en mis pechos las marcas de todos sus dedos.
Estoy chupando a morir, cuándo siento que el primero me suelta el clítorisy se aleja, pero solo momentáneamente, ya que enseguida se pone un forro y vuelvea ubicarse entre mis piernas, la pija bien encumbrada, con ese color característicode las calenturas mas intensas y brutales.
Pero, pese a la calentura, me la mete en forma suave y delicada, lo cualle agradezco ya que me gusta sentirlo así, invadiéndome de a poco, sintiendo comome va llenando cada resquicio con su virilidad.
Me saco la poronga que tengo en la boca y suelto un suspiro, largo, plácido,complaciente.
Se queda un instante adentro, haciéndomela sentir, para luego comenzara moverse, dentro y fuera, cobrando mayor velocidad con cada empuje. Así, mientrasuno me coge, vuelvo a chupársela al otro, imaginando que es una pija larga e infinitala que me penetra, entrándome por la concha y saliéndome por la boca, o viceversa,como si mi sexo fuese un solo conducto que atraviesa todo mi cuerpo.
Al rato cambian, y al que se la chupaba ahora me coge, y el que me cogíame la da para que mi siempre golosa boca tenga con que entretenerse. El placer quesiento se traduce en suspiros y gemidos cada vez más intensos.
-¡Mmmmhhhh..., chup..., chup..., chup..., mmmmhhhhh..., mmmmhhh...!-
Entre los dos se reparten mi cuerpo equitativamente, sin celos ni egoísmos,sabiendo que todo está disponible para que lo disfruten al igual que yo los disfrutoa ellos.
Me atraganto de verga y huevos casi sin respiro, mientras me siguen surtiendoa mansalva, infatigables, acusando ambos unas erecciones que parecen endurecersemás a cada instante.
Me pongo en cuatro, levantando bien la cola para que me cojan por turnos,sintiendo a mi cuerpo preparándose ya para el estallido supremo. Primero uno y luegoel otro me la ponen a su propio ritmo, con esa forma única que tiene cada uno decogerme.
Estoy a punto casi de venirme, con el orgasmo latiéndome en las puertasde la concha, cuándo uno de mis ocasionales amantes, en ese momento no sé quién,pero luego sabría que fue Daniel, me la mete por el culo. Fue solo sentirla abriéndosepaso por entre mis nalgas que acabo escandalosamente, profiriendo unos verdaderosaullidos de gozo y satisfacción.
Los tipos debieron de pensar que hace tiempo no me echaba un polvo, porla forma de acabar, tan urgida y necesitada, pero la verdad es que tenía mucha calenturaencima.
Pese a estar acabando como una yegua los tipos me siguen culeando, yaque luego de Daniel siguió Abel, entusiasmado con poder disfrutar de ese nuevo accesoa mi cuerpo.
Así que mientras uno, Abel, me sigue entrando por la retaguardia, elotro, Daniel, se echa adelante para que le chupe la pija, ofreciéndomela en todasu exultante dureza.
Me gusta esa sensación, la de sentirme atravesada por los dos extremos,como si fueran necesarias dos buenas chotas para llenarme por completo.
Sin dejar de sentir tras de mí el incesante golpeteo de la pelvis deAbel, le paso la lengua a Daniel por todo lo ancho, subiendo y bajando, deleitándomecon esa mielcita que se escurre desde la punta.
Siempre con el mismo entusiasmo le chupo los huevos, comiéndomelos conpelos y todo, entreteniéndome un buen rato con ese par de globos plenamente cargadosde testosterona.
Cuando Abel me la saca del culo, seguro que para no acabar tan prontamente,me subo gateando sobre Daniel, que sigue echado de espalda, y poniéndole otro forro,uno más de los tantos que usaríamos esa noche, me clavo yo misma su poronga y melo cojo todo, subiendo y bajando mediante aceleradas flexiones de piernas.
De pronto me freno y quedándome con toda su pija adentro, arqueo la espalday echándome hacia adelante, le ofrezco de nuevo al otro mi receptiva colita.
Con su amigo todavía adentro, me la pone en el ojete, haciéndome saltarlas lágrimas cuando los dos empiezan a moverse al mismo tiempo, uno por detrás,el otro por delante, coincidiendo ambos en lo más profundo de mi anatomía.
Les juro que los sentía rozándose adentro, sacándose chispas con esaacelerada fricción con la que ambos me perforaban.
Que delicia, por Dios. Era la Gloria Absoluta. Tener dos pijas adentro,una en cada agujero, llenándome, desquiciándome, sometiéndome a una doble penetraciónterriblemente profunda y acelerada. ¿Que más podía pedir en mi cumpleaños?
Acabé de nuevo con ellos, así, ensanguchada entre medio de ambos, sintiendopese al preservativo como cada uno se vaciaba en mi interior.
Luego llegó el relax, la calma después de la tormenta. De nuevo nos recostamosen la cama, obviamente yo en el medio, para tomar algo del frigobar y ellos fumarseun cigarrillo.
Aprovecho la pausa para llamar a mi marido y decirle que tuve que acompañara una de mis amigas hasta su casa.
-Está muy en pedo, ¿sabés? No la puedo dejar en banda en ese estado-
Con mis nuevos amigos ya habíamos decidido que nos quedaríamos a pernoctaren Pelícano, por lo que la excusa de la amiga borracha me venía como anillo al dedo.
-No te preocupes, vive sola, así que me quedo con ella y mañana me voyde ahí mismo a la oficina... Y sí, con la misma ropa, que le voy a hacer-
Mi marido me aseguró que se ocuparía del Ro, de darle el desayuno y llevarloal jardín, pidiéndome que lo llamara cualquier cosa, incluso si quería que me pasaraa buscar.
-No creo que haga falta, además ya es tarde, es más seguro así-
Por suerte estuvo de acuerdo. Nos deseamos buenas noches y nos despedimoscon un mutuo te amo.
Cuando dejo el celular los tipos estallan en carcajadas, felicitándome,según ellos, por saberla hacer.
-Me imagino que desde ahora van a controlar mejor a sus esposas- lesdigo.
-La próxima que me dé una excusa como esa corro a buscarla- bromea Daniel.
Y así, entre bromas de cuernos, nos vamos entonando de nuevo. Mis manosse pasean por sus entrepiernas, mientras ellos empiezan a besarme y acariciarme.Besos, chupones, lamidas...
Vuelvo a chupárselas a dúo, escupiendo saliva por doquier, atragantándomecon ese buen par de vergas, preparándolas, endureciéndolas para que vuelvan a perforarme.
Me cogen por turnos, compitiendoentre ellos para ver quién me hace gritar más. Y aunque le ponen garra, me pareceque llegan a un empate.
Obvio que en esa segunda vuelta no se iban a privar de otro garche doble,por lo que me subo de espalda sobre Daniel, y ensartándome su pija en el culo, meabro de piernas, entregándole mi concha a Abel, que ya se está poniendo otro forro.
Me la mete y me dan una buena cepillada entre ambos, cogiéndome y culeándomesin respiro, haciéndome los agujeros más grandes todavía, hasta que acabo de nuevo,aunque decir que acabé es un mero formalismo, ya que prácticamente me desintegréentre medio de esos cuerpos calientes y sudorosos.
-¡Esto...!- alcanzo a exclamar mientras me deshago en espasmos de placer-¡Esto..., es el mejor regalo que me hayan hecho!-
Suelto unos cuantos suspiros y entonces les digo:
-Pídanme lo que quieran, cualquier cosa, un último deseo que tengan-
Ya les había dado todo, pero aun me sentía en deuda con ellos. Necesitabaretribuirles ese desinteresado regalo que me estaban haciendo.
Se miran, se sonríen y me lo dicen. Y no pude decirles que no, aunquelo que quieren sea acabarme en la boca.
Me pongo de rodillas en el suelo, ellos se plantan de pie junto a mí,uno de cada lado, y agarrándolos bien por los huevos, los chupeteo con fervor yentusiasmo. Me devoro sus pijas hasta donde me entren, saboreándolas, masticándolas,hasta que siento que ya están a punto de estallar. Entonces los pajeo, una con cadamano, fuerte, violentamente, con la boca abierta y la lengua afuera, esperando ladescarga, venga de dónde venga.
Y viene del lado de Daniel, quién, entre gozosos estremecimientos, medispara directo al paladar unas cuantas ráfagas de esperma. Me trago lo que puedoy lo que no, dejo que se derrame por encima de mis tetas.
Todavía estoy degustando esa primera acabada, cuando Abel se viene también.Su polvo resulta mucho más caudaloso que el de su amigo, un verdadero derrame lácteo,cálido y espeso, que prontamente encuentra el camino hacia mi garganta. Tambiénme lo trago todo, o lo más que puedo, devolviéndoles con esa buena tragada de semenla atención que ambos tuvieron para conmigo.
Ya casi al amanecer cogemos de nuevo, aunque esta vez, quizás por eldesgaste físico, ya no me hacen sandwichito.
Me cogen en la pose típica del misionero, impulsándose por entre mispiernas, hasta acabar cada cuál a su turno, poniéndole de esa manera el broche finala un cumpleaños inolvidable.
Ya eran las siete pasadas cuando salimos del telo. Se ofrecen a alcanzarmehasta algún lado, lo cuál les agradezco, ya que no estaban obligados, pero les digoque no, que estoy bien así. Nos despedimos entonces hasta volver a encontrarnosalguna otra noche en Verne Club y mientras ellos se toman un taxi en la esquina,yo me voy a desayunar en uno de esos cafecitos que no cierran nunca.
Ya en la mesa y mientras saboreo una medialuna lo llamo a mi marido paraavisarle que ya salí del lo de mi amiga.
-Ya no me da el tiempo para ir hasta casa, así que desayuno por acá ydespués me voy a la oficina-
-Le hubieras dicho a tu amiga que te prepare un buen desayuno, es lomenos que podía hacer- me recrimina.
-La deje en coma 4, con la resaca que va a tener, esa hoy no va a laburar-le digo.
Me cuenta como está el Ro, que no le hizo ningún problema ni para levantarseni para tomarse la leche.
-Mirá vos- me sorprendo - Me parece que me voy a ausentar más seguido-
-No seas tonta que te extrañamos- me asegura.
Nos despedimos hasta la noche, mandandonos muchos besos y prometiéndonosrecuperar cuanto antes el tiempo perdido.
Por suerte soy de las primeras en llegar a la Compañía, así puedo ponermeel uniforme para que mis compañeras que estuvieron conmigo la noche anterior nose den cuenta que estoy con la misma ropa.
¡Como si no hubiese dormido en casa!
Y es que aunque se los dijera, creo que ninguna me creería que vengode pasar la noche en un telo con dos tipos. Eso es de putas, y ante todo yo soyuna Señora..., una Señora Puta, claro está.
Tampoco crean que me la pasé garchando y por eso no pude escribir, losmotivos de los que les hablaba me limitaron un poco en cuanto a la libre expresiónde mi sexualidad, pero aún así tuve mis buenos revolcones.
Para ponerme al día voy a contarles lo que pasó en mi cumpleaños, unrelato que ya tenía escrito pero que por esos mismos motivos me demore en postear,y para el siguiente..., bueno, el siguiente prefiero dejarlo en suspenso, aunquecomo adelanto les voy a decir una sola cosa, volvió Pablo.
Y ahora sí, el relato de lo que pasó unos días antes de cumplir los 35...
Para celebrar mis flamantes 35 la semana anterior a mi cumpleaños fuimoscon unas amigas al Verne Club, en dónde disfrutamos de una amplia variedad de tragos.Opium Fashioned, Jazmín Blanco, Tormenta Misionera, San Francisco, lo que hubieraen la cartilla de cocktails, lo probábamos. Mi favorito resultó el Menta Cooler,seguido de cerca por el Amor Amargo. También dimos cuenta de los sabrosos PanchoGourmet, y de postre una delicia llamada El Globo.
En total éramos siete entre compañeras de trabajo y amigas de la vida,pero aunque formábamos un divertido grupo de mujeres relativamente jóvenes y muy,pero muy cogibles, el aburrimiento comenzó a ganarme luego de un rato.
No me malinterpreten, amo a mis amigas y me encanta pasar tiempo conellas, pero son unas santas y al cumplir ya los 35, más cerca de los 40 que de los30, mi idea de celebración pasaba por otro lado.
En cierto momento me levanto de la mesa para ir al baño, más para distraermeque porque tuviera ganas. Cuando vuelvo paso por la barra para pedir una nueva rondade tragos, a sugerencia del barman, y es ahí que los vuelvo a ver. Ya los habíavisto antes, mirando siempre hacia nuestro grupo. Eran dos, de unos cuarenta y pico,bien trajeados, obviamente tipos casados en busca de alguna trampa.
Esta vez, al sentirse observado, uno de ellos, pelado y con barbita candado,me saluda con un elocuente guiño. Eso fue más que suficiente para que se trastocarantodas mis prioridades. Le devuelvo el saludo con un leve asentimiento y regresode inmediato a la mesa, con solo una cosa en mente.
Les digo a mis amigas que el festejo está muy lindo, pero que ya es tarde,que me siento algo mareada y que deberíamos ir terminando. Por suerte la mayoríaestá de acuerdo, todas están casadas y tienen hijos, por lo que ya perdieron hacerato la costumbre de trasnochar. Así que un último brindis y nos vamos despidiendo.
Salimos todas a la calle y en la puerta misma del Club vamos tomandolos taxis que pedimos un rato antes. El mío es uno de los primeros en llegar, asíque me despido de todas, les agradezco el festejo y me subo para irme, supuestamente,a mi casa. Y digo supuestamente porque a las pocas cuadras le digo al tachero quepor favor dé la vuelta, que me olvidé algo.
Cuando volvemos al Verne Club ya no queda ninguna de mis amigas, asíque le pago al taxista el viaje completo y le digo que no me espere, que voy a quedarmeun rato más. Me bajo del coche y con la prisa lógica de quién no quiere desaprovecharninguna oportunidad, entro al local y busco a los tipos con la mirada. Suspiro aliviadacuándo los veo en el mismo lugar, con sus tragos, cotejando el material que haya disposición, sin imaginarse siquiera que están a punto de tener su noche de suerte.
Le pido al barman un Menta Cooler, y me siento también en la barra, siendoahora yo la que los observa, incitante y desenfadada. Comentan algo entre ellos,decidiendo quizás quién debía avanzarme. El que resulta victorioso es el pelado,que ya me había guiñado el ojo anteriormente, quién se acerca decidido y segurode sí mismo.
-¿Aceptarías que te invite ese trago?- me pregunta refiriéndose al queme acaba de servir el barman.
-Con todo gusto- acepto, sonriéndole en una forma que le indica que estoydispuesta a aceptar mucho más que un simple trago.
Se sienta a mi lado y se presenta como Daniel, un nombre seguramenteinventado, para esas noches de piratería en las que todo vale para seducir.
-Con mi amigo estábamos debatiendo desde hace rato quién de los dos debíaacercarse a hablarte- me confiesa.
-¿Y porqué tanto debate? Se podrían haber acercado los dos- le digo,como si fuera lo más natural del mundo.
Abre los ojos, sorprendido, tratando de vislumbrar a través de mis gestossi me estoy refiriendo a lo que se imagina.
-¿Te digo algo? Hoy es mi cumpleaños, cumplo 35, y me gustaría celebrarlode una forma especial, algo que..., (pausa dramática) se salga de lo común, ¿meentendés?-
Por supuesto que me entendió. Si le quedaba alguna duda, mis palabrasse las despejaron por completo.
Fue por su amigo, le habló al oído, para decirle quizás algo como : "Lamina quiere fiesta", y esta vez se acercaron los dos. El otro se llamaba Abel,de pelo castaño, ojos claros y una prolija barba de tres días.
-Gracias por dejar que me sume a ustedes- me dice tras presentarse.
-Ya sabés lo que dicen, dos son compañía, pero tres es mucho mejor- leconfirmo bebiendo sensualmente un sorbo de mi trago.
Piden otra ronda, pero yo ya no quiero más alcohol, lo que quiero escoger, quiero que me cojan entre los dos, porque así es como deseo festejar mi cumpleaños,haciendo un trío con dos desconocidos.
-No sé si se dieron cuenta, pero acabo de echar prácticamente a mis amigasporque quería que ustedes se me acercaran, así que si vamos a hacer algo, mejorque lo hagamos ahora, porque mañana tengo que llevar a mi hijo al colegio y prepararleel desayuno a mi marido antes de irme a trabajar-
Lo que dije me salió de las entrañas, de esa calentura que arde siempreen mí, inflamable y voluptuosa, pero fueron las palabras justas en el momento adecuado.
Bebimos ese último trago y salimos del Verne Club con un único destinoen común: la cama de un telo.
Ya en la calle, y mientras ellos evalúan distintas alternativas, lessugiero ir a Pelícano, que está cerca y permiten la entrada de a tres.
Vamos caminando, conversando animadamente, como tres buenos amigos quese reencuentran después de algún tiempo, aunque en realidad ni siquiera nos conocemos,apenas sabemos nuestros nombres y poco más, y aún así vamos dispuestos a echarnosun polvo en grupo.
Entramos al telo sin problemas, solo hubo que pagar un adicional porla persona de más, una insignificancia si consideramos la relación costo/beneficio.
Mientras avanzamos por el pasillo los tipos ya se salen de la vaina pormeterme mano, lo cuál yo misma me ocupo de incitar, ya que voy caminando apenasun poco por delante de ellos, moviéndoles sensualmente la colita.
Al entrar a la habitación se me echan encima, flanqueándome uno por cadalado y dejando ahora sí que sus manos resbalen por cada curva de mi cuerpo.
-¡Éste es el regalo que quería!- les digo en un suspiro, besando a unoy otro con arrebatada intensidad.
Caigo precipitadamente de rodillas en el suelo y me apodero de sus braguetas,apretando y masajeando lo que late en su interior.
-¡El mejor regalo que tuve en este cumpleaños!- les aseguro blandiendoya en mis manos unas porongas que pese a no ser nada fuera de lo ordinario, en esemomento para mí son hermosas e impresionantes.
No sé a quién se la chupo primero, pero trato de no desatender a ningunode los dos, yendo de uno a otro con similar fruición y avidez.
Los suspiros y jadeos en que ambos prorrumpen me sirven a la vez de estímuloy acompañamiento. Una sensual y agónica letanía que envuelve la infinidad de besos,lamidas y chupadas que les prodigo.
Por suerte no nos apuramos. Tras ese frenético comienzo, bajamos un cambio,y tácitamente decidimos disfrutar de una noche que promete ser inolvidable.
Desnudos nos tendemos sobre la cama, yo entre medio de ambos, disfrutandode los besos y caricias con que recorren mi cuerpo, centrando su atención especialmenteen mis pechos y en mi concha, que se abre generosa y sumisa para ellos.
Ya estoy mojada, empecé a mojarme desde que los vi en la barra del bar,por lo que sus dedos, los dedos de ambos, resbalan fluidamente por todo mi interior,mientras sus lenguas batallan contra la mía, húmedas, calientes, esponjosas.
Nos besamos, nos chupamos, hasta nos mordemos, volviendo a intensificarde a poco esa pasión que amenaza con hacernos estallar en mil pedazos.
Mientras uno se pone a chuparme la concha, el otro se entretiene conmis tetas, cambiando tras un rato para que ambos puedan saborearme sin restricciones,pero aunque disfruto horrores de sus lenguas y labios, yo también necesito chupar.Eso es lo que les digo:
-Quiero chuparte- sin especificar a cuál de los dos me dirijo.
Enseguida, mientras uno me sigue sorbiendo el clítoris y lamiendo loslabios, el otro me mete la pija casi hasta la garganta. Reprimo una arcada, y respirandopor la nariz empiezo a mamársela, comiéndomela hasta los huevos con cada succión.
Los tres nos disfrutamos formando una cadena humana cuyos eslabones refulgende pasión. Uno me chupa a mí y yo se la chupo al otro, quién a su vez parece decididoa dejar impresas en mis pechos las marcas de todos sus dedos.
Estoy chupando a morir, cuándo siento que el primero me suelta el clítorisy se aleja, pero solo momentáneamente, ya que enseguida se pone un forro y vuelvea ubicarse entre mis piernas, la pija bien encumbrada, con ese color característicode las calenturas mas intensas y brutales.
Pero, pese a la calentura, me la mete en forma suave y delicada, lo cualle agradezco ya que me gusta sentirlo así, invadiéndome de a poco, sintiendo comome va llenando cada resquicio con su virilidad.
Me saco la poronga que tengo en la boca y suelto un suspiro, largo, plácido,complaciente.
Se queda un instante adentro, haciéndomela sentir, para luego comenzara moverse, dentro y fuera, cobrando mayor velocidad con cada empuje. Así, mientrasuno me coge, vuelvo a chupársela al otro, imaginando que es una pija larga e infinitala que me penetra, entrándome por la concha y saliéndome por la boca, o viceversa,como si mi sexo fuese un solo conducto que atraviesa todo mi cuerpo.
Al rato cambian, y al que se la chupaba ahora me coge, y el que me cogíame la da para que mi siempre golosa boca tenga con que entretenerse. El placer quesiento se traduce en suspiros y gemidos cada vez más intensos.
-¡Mmmmhhhh..., chup..., chup..., chup..., mmmmhhhhh..., mmmmhhh...!-
Entre los dos se reparten mi cuerpo equitativamente, sin celos ni egoísmos,sabiendo que todo está disponible para que lo disfruten al igual que yo los disfrutoa ellos.
Me atraganto de verga y huevos casi sin respiro, mientras me siguen surtiendoa mansalva, infatigables, acusando ambos unas erecciones que parecen endurecersemás a cada instante.
Me pongo en cuatro, levantando bien la cola para que me cojan por turnos,sintiendo a mi cuerpo preparándose ya para el estallido supremo. Primero uno y luegoel otro me la ponen a su propio ritmo, con esa forma única que tiene cada uno decogerme.
Estoy a punto casi de venirme, con el orgasmo latiéndome en las puertasde la concha, cuándo uno de mis ocasionales amantes, en ese momento no sé quién,pero luego sabría que fue Daniel, me la mete por el culo. Fue solo sentirla abriéndosepaso por entre mis nalgas que acabo escandalosamente, profiriendo unos verdaderosaullidos de gozo y satisfacción.
Los tipos debieron de pensar que hace tiempo no me echaba un polvo, porla forma de acabar, tan urgida y necesitada, pero la verdad es que tenía mucha calenturaencima.
Pese a estar acabando como una yegua los tipos me siguen culeando, yaque luego de Daniel siguió Abel, entusiasmado con poder disfrutar de ese nuevo accesoa mi cuerpo.
Así que mientras uno, Abel, me sigue entrando por la retaguardia, elotro, Daniel, se echa adelante para que le chupe la pija, ofreciéndomela en todasu exultante dureza.
Me gusta esa sensación, la de sentirme atravesada por los dos extremos,como si fueran necesarias dos buenas chotas para llenarme por completo.
Sin dejar de sentir tras de mí el incesante golpeteo de la pelvis deAbel, le paso la lengua a Daniel por todo lo ancho, subiendo y bajando, deleitándomecon esa mielcita que se escurre desde la punta.
Siempre con el mismo entusiasmo le chupo los huevos, comiéndomelos conpelos y todo, entreteniéndome un buen rato con ese par de globos plenamente cargadosde testosterona.
Cuando Abel me la saca del culo, seguro que para no acabar tan prontamente,me subo gateando sobre Daniel, que sigue echado de espalda, y poniéndole otro forro,uno más de los tantos que usaríamos esa noche, me clavo yo misma su poronga y melo cojo todo, subiendo y bajando mediante aceleradas flexiones de piernas.
De pronto me freno y quedándome con toda su pija adentro, arqueo la espalday echándome hacia adelante, le ofrezco de nuevo al otro mi receptiva colita.
Con su amigo todavía adentro, me la pone en el ojete, haciéndome saltarlas lágrimas cuando los dos empiezan a moverse al mismo tiempo, uno por detrás,el otro por delante, coincidiendo ambos en lo más profundo de mi anatomía.
Les juro que los sentía rozándose adentro, sacándose chispas con esaacelerada fricción con la que ambos me perforaban.
Que delicia, por Dios. Era la Gloria Absoluta. Tener dos pijas adentro,una en cada agujero, llenándome, desquiciándome, sometiéndome a una doble penetraciónterriblemente profunda y acelerada. ¿Que más podía pedir en mi cumpleaños?
Acabé de nuevo con ellos, así, ensanguchada entre medio de ambos, sintiendopese al preservativo como cada uno se vaciaba en mi interior.
Luego llegó el relax, la calma después de la tormenta. De nuevo nos recostamosen la cama, obviamente yo en el medio, para tomar algo del frigobar y ellos fumarseun cigarrillo.
Aprovecho la pausa para llamar a mi marido y decirle que tuve que acompañara una de mis amigas hasta su casa.
-Está muy en pedo, ¿sabés? No la puedo dejar en banda en ese estado-
Con mis nuevos amigos ya habíamos decidido que nos quedaríamos a pernoctaren Pelícano, por lo que la excusa de la amiga borracha me venía como anillo al dedo.
-No te preocupes, vive sola, así que me quedo con ella y mañana me voyde ahí mismo a la oficina... Y sí, con la misma ropa, que le voy a hacer-
Mi marido me aseguró que se ocuparía del Ro, de darle el desayuno y llevarloal jardín, pidiéndome que lo llamara cualquier cosa, incluso si quería que me pasaraa buscar.
-No creo que haga falta, además ya es tarde, es más seguro así-
Por suerte estuvo de acuerdo. Nos deseamos buenas noches y nos despedimoscon un mutuo te amo.
Cuando dejo el celular los tipos estallan en carcajadas, felicitándome,según ellos, por saberla hacer.
-Me imagino que desde ahora van a controlar mejor a sus esposas- lesdigo.
-La próxima que me dé una excusa como esa corro a buscarla- bromea Daniel.
Y así, entre bromas de cuernos, nos vamos entonando de nuevo. Mis manosse pasean por sus entrepiernas, mientras ellos empiezan a besarme y acariciarme.Besos, chupones, lamidas...
Vuelvo a chupárselas a dúo, escupiendo saliva por doquier, atragantándomecon ese buen par de vergas, preparándolas, endureciéndolas para que vuelvan a perforarme.
Me cogen por turnos, compitiendoentre ellos para ver quién me hace gritar más. Y aunque le ponen garra, me pareceque llegan a un empate.
Obvio que en esa segunda vuelta no se iban a privar de otro garche doble,por lo que me subo de espalda sobre Daniel, y ensartándome su pija en el culo, meabro de piernas, entregándole mi concha a Abel, que ya se está poniendo otro forro.
Me la mete y me dan una buena cepillada entre ambos, cogiéndome y culeándomesin respiro, haciéndome los agujeros más grandes todavía, hasta que acabo de nuevo,aunque decir que acabé es un mero formalismo, ya que prácticamente me desintegréentre medio de esos cuerpos calientes y sudorosos.
-¡Esto...!- alcanzo a exclamar mientras me deshago en espasmos de placer-¡Esto..., es el mejor regalo que me hayan hecho!-
Suelto unos cuantos suspiros y entonces les digo:
-Pídanme lo que quieran, cualquier cosa, un último deseo que tengan-
Ya les había dado todo, pero aun me sentía en deuda con ellos. Necesitabaretribuirles ese desinteresado regalo que me estaban haciendo.
Se miran, se sonríen y me lo dicen. Y no pude decirles que no, aunquelo que quieren sea acabarme en la boca.
Me pongo de rodillas en el suelo, ellos se plantan de pie junto a mí,uno de cada lado, y agarrándolos bien por los huevos, los chupeteo con fervor yentusiasmo. Me devoro sus pijas hasta donde me entren, saboreándolas, masticándolas,hasta que siento que ya están a punto de estallar. Entonces los pajeo, una con cadamano, fuerte, violentamente, con la boca abierta y la lengua afuera, esperando ladescarga, venga de dónde venga.
Y viene del lado de Daniel, quién, entre gozosos estremecimientos, medispara directo al paladar unas cuantas ráfagas de esperma. Me trago lo que puedoy lo que no, dejo que se derrame por encima de mis tetas.
Todavía estoy degustando esa primera acabada, cuando Abel se viene también.Su polvo resulta mucho más caudaloso que el de su amigo, un verdadero derrame lácteo,cálido y espeso, que prontamente encuentra el camino hacia mi garganta. Tambiénme lo trago todo, o lo más que puedo, devolviéndoles con esa buena tragada de semenla atención que ambos tuvieron para conmigo.
Ya casi al amanecer cogemos de nuevo, aunque esta vez, quizás por eldesgaste físico, ya no me hacen sandwichito.
Me cogen en la pose típica del misionero, impulsándose por entre mispiernas, hasta acabar cada cuál a su turno, poniéndole de esa manera el broche finala un cumpleaños inolvidable.
Ya eran las siete pasadas cuando salimos del telo. Se ofrecen a alcanzarmehasta algún lado, lo cuál les agradezco, ya que no estaban obligados, pero les digoque no, que estoy bien así. Nos despedimos entonces hasta volver a encontrarnosalguna otra noche en Verne Club y mientras ellos se toman un taxi en la esquina,yo me voy a desayunar en uno de esos cafecitos que no cierran nunca.
Ya en la mesa y mientras saboreo una medialuna lo llamo a mi marido paraavisarle que ya salí del lo de mi amiga.
-Ya no me da el tiempo para ir hasta casa, así que desayuno por acá ydespués me voy a la oficina-
-Le hubieras dicho a tu amiga que te prepare un buen desayuno, es lomenos que podía hacer- me recrimina.
-La deje en coma 4, con la resaca que va a tener, esa hoy no va a laburar-le digo.
Me cuenta como está el Ro, que no le hizo ningún problema ni para levantarseni para tomarse la leche.
-Mirá vos- me sorprendo - Me parece que me voy a ausentar más seguido-
-No seas tonta que te extrañamos- me asegura.
Nos despedimos hasta la noche, mandandonos muchos besos y prometiéndonosrecuperar cuanto antes el tiempo perdido.
Por suerte soy de las primeras en llegar a la Compañía, así puedo ponermeel uniforme para que mis compañeras que estuvieron conmigo la noche anterior nose den cuenta que estoy con la misma ropa.
¡Como si no hubiese dormido en casa!
Y es que aunque se los dijera, creo que ninguna me creería que vengode pasar la noche en un telo con dos tipos. Eso es de putas, y ante todo yo soyuna Señora..., una Señora Puta, claro está.
21 comentarios - Un cumple de a tres...
muy buen relato como siempre besos Misko
feliz cumpleaños!
Se nota que andas muy "apurada" por asi decirlo , algunas palabras se te pegaron , pero como te lei casi todos los relatos , se que se debe a lo que comentas al principio .
La de la imagen de perfil sos vos? De ser asi, me doy cuenta que no chamuyas cuando hablas de tu pechos. Precioso, como no cometer pecado ante todo eso ! Saludos!
Unico problema... te sigo desde hace mucho, pero las ultimas veces no me saltó el aviso de que publicaste un relato
Me gusta esa sensación, la de sentirme atravesada por los dos extremos,como si fueran necesarias dos buenas chotas para llenarme por completo.
Con su amigo todavía adentro, me la pone en el ojete, haciéndome saltarlas lágrimas cuando los dos empiezan a moverse al mismo tiempo, uno por detrás,el otro por delante,
Que delicia, por Dios. Era la Gloria Absoluta. Tener dos pijas adentro,una en cada agujero, llenándome, desquiciándome, sometiéndome a una doble penetraciónterriblemente profunda y acelerada. ¿Que más podía pedir en mi cumpleaños?[/i]
Veo que una de tus poses favoritas es el "choque de espadas", y tus "amigos" te dieron en el gusto varias veces!!
Ah, muy FELIZ CUMPLEAÑOS 🎂querida Mary, y se ve que lo disfrutaste al máximo amiga, FELICITACIONES!! +10
Besitos linda💋
LEON
!!