La petera de mi hija

Este es el primer relato que escribo y en realidad lo hago para contar la inocultable realidad que negué durante mucho tiempo. Mi hija resultó ser una tremenda trola, como se rumoreaba. 
Mi nombre es Pablo y con una vida lo suficientemente intensa uno creía que pasando los 40, estando casado y siendo un padre de familia, ya quedaban pocas sorpresas por delante.
Con lo que no contaba era con Natalia. Mi hija de 18 años, que a mis ojos seguía siendo una dulce nena, pero solamente ante mis ojos.
Me iba a tocar descubrir lo que ningún padre quiere saber. Que en realidad era una mamadora espectacular, que disfrutaba como pocas el fino arte del buen sexo oral.

Cuando escuché por primera vez a alguien insinuar eso, fue una tarde mientras esperaba que saliera del colegio. Unos insolentes que estaban fumando frente al auto charlaban a boca suelta. Mucha bola no les dí hasta que escuché el nombre y apellido de mi hija en su conversación y que uno de los dos hacía una seña como si tuviera un falo invisible en su mano y se lo metiera a la boca. Clásico gesto para hablar de las minas chupa pijas. 

Estaba por bajarme del auto para cagarlos a trompadas pero las puertas se abrieron y el resto de los alumnos salieron, entre ellos mi Nati. Dejé eso ahí y preferí pensar que se trataba de una difamación de un par de pajeros que le tenían ganas a mi nena. Apenas subió arranqué mirando con odio a los dos pendejos.

Pero los rumores se iban sucediendo. Notaba las miradas cómplices que hacían algunos amigos de ella, cuando Natalia presumía de su buen comportamiento frente a mi. Los intercambios de miradas con algunos vecinos al entrar y salir de casa. Hasta ese momento no sabía si era mi imaginación incentivada por la conversación que había escuchado o realmente había una actitud gatuna que yo me negaba a reconocer.

También podía bien ser las ganas que mi hija despertaba en los hombres solamente con su presencia. Desde muy joven practicó hockey por lo que tiene unas piernas firmes y muy bien formadas. No esta bien que lo diga pero también gracias a su entrenamiento desarrolló una cola redonda y bien parada que sobresalía usara lo que usara. 

Su cara morena y redondita, adornada por los perfectos rulos la hacían realmente muy bella. Pero eso no es todo. Para completar el combo, también había desarrollado unos pechos bastante grandes. Mayores aún a los de mi mujer. Con todo eso era suficiente para que todos esos degenerados la miraran independientemente de su actitud. Yo me aferraba a la idea de que eso era todo. Un montón de tipos calientes y no correspondidos. 

 Eso pensaba yo. Una tarde me llama al trabajo. Me preocupé que me llamara en horario de clase.
Nati - Pa! Hoy salgo Más temprano de la escuela. Te aviso para que no vengas al pedo a la salida
Yo - bueno hija ya te voy a buscar y te dejo en casa.
N - No! No no no! Me alcanza la mamá de Carla. Nos vamos a estudiar en su casa y me llevan antes de que salgas seguro.
Yo - Bueno hija. Si necesitas algo me avisas. No andes sola por la calle que está peligroso. 
N - Si pa ya se. Besos.

Cortó antes de que pudiera despedirme, como suele pasar. Pasó como una hora de la llamada y pensé "acá no pasa nada. Voy a aprovechar que no tengo que buscar a Nati y cierro antes". Eso hice. Baje la reja y me fui para casa. Pensaba relajarme. Tomarme un café, ver algún programa deportivo, con la casa sola para mi

Entré rápido directo hacia la cocina pero cuando iba en camino me tropecé con una mochila. No era la de Natalia. De hecho la de mi hija estaba sobre una silla. Algo no andaba bien debí haber pegado un grito para que viniera a darme explicaciones pero preferí ir directamente a ver por qué me había mentido. Grave error.

A medida que me acercaba a su cuarto los sonidos me alertaron y un escalofrío recorrió mi cuello. Una voz masculina haciendo todo tipo de exclamaciones y suspiros fallidamente contenidos fue el gran aviso de lo que iba a encontrar. Abrí lentamente la puerta y espié por el borde esperando no encontrar lo que suponía.
Muy a mi pesar no estaba equivocado. Lo que encontré fue una imagen demasiado fuerte: 
Mi hija agachada con las piernas abiertas despojada de la remera de la escuela y también de su corpiño, que había volado cerca de donde estaba yo. 

Los dedos de un pibe de la escuela, probablemente repitente como ella, estaban perdidos entre sus bucles y empujaba su cabeza haciendo que mi nena se trague todo su falo. Escuchaba la boca de mi hija succionando como una bomba. Veía esa verga venosa perdiéndose entre sus labios. Lo que más me inquietaba era la facilidad con la que devoraba ese pedazo. Evidentemente tenía experiencia y era muy buena en lo que hacía. Podía ver la cara de goce del otro pendejo al sentir como la mamaba. 

No sé por qué no detuve eso. Supongo que en parte era la humillación de darme cuenta que todos tenían razón. Mi hija era la petera del grupo. Y era excelente. Mientras estaba ahí pude ver como se la sacaba de la boca y lamía de una manera estremecedora toda la zona inferior de la verga de su amigo. Su lengua recorría desde la los huevos hasta la punta y luego volvía a bajar y chupaba de a uno los huevos para luego volver a la punta y sumergirla por completo en sus labios. 

No debería pero no podía dejar de mirar. Los chorros de saliva mezclada con el blanco liquido preseminal caían sobre sus pechos desnudos y ella los desparramaba con sus manos para darle más show al excitado compañero. No podía creer que mi dulce princesa pudiera ser tan trola en la intimidad. Mi indignación se mezcló con algo más y sin pensarlo mi pija se había puesto tan dura como la del pibe. A pesar de que fuera mi hija la escena era de lo más erótica. Apreté mi pantalón con culpa. Sentía la innegable erección. 

En ese momento el pendejo le avisó que iba a acabar. Mi hija apuró el movimiento de su cabeza buscando la leche y cuando todo hacía parecer que estaba por acabar, Nati la sacó de su boca y lo masturbó fuertemente frente a su cara. El pibe cerró los ojos y una lluvia de leche empezó a caer sobre la cara de mi hija que con una sonrisa y los ojos cerrados recibía cada gota como si fuera agua en el desierto. 

La cantidad que acabó ese chico era inaudita. Toda la cara de Natalia quedó salpicada y algunas gotas caían por sus mejillas y pera hasta sus pechos que todo lo atajaban. Mientras la puta de mi hija pasaba la lengua por sus labios saboreando la leche que había cerca de su boca yo no pude más y me fui. Mudo y sin hacer ningún sonido. Salí la casa con la pija todavía dura. Esperé en el auto con la mirada perdida más o menos media hora en un silencio de misa y volví a entrar. Esta vez haciendo todo el ruido posible. 

Escuché algunos ruidos de apura y al rato apareció Natalia. Sorprendida por mi presencia. Me saludó y se apuró a tomar la mochila de su compañero, entre otras cosas como si estuviera ordenando, creyendo que no lo iba a notar. Se fue con todo a su pieza y mientras el cobarde escapaba por la ventana torpemente, yo me encerré en el baño y a pesar de la culpa me hice una paja tremenda pensando en el espectacular trabajo que había hecho la petera de mi hija