En capítulos anteriores:
Capítulo 1
Capítulo 2
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
La rubia me tuvo hipnotizado por varios minutos. Estaba riquísima. Además, a ojo calculaba que debía tener nuestra edad. Nuestros ojos conectaron por varios minutos.
Puedo confirmar que aquel día saltó la chispa del deseo entre la chica rubia y yo. Más que nada porque no dudó en acercarse a nosotros, y presentarse.
“¡Hola! Me llamo Alicia. Un poco tarde para venir a la playa, ¿no?”
“Errr… un poco, sí… pero bueno”. Me presenté, y luego hice las debidas presentaciones a mis primos, que la saludaron con educación. “Venimos sólo al último baño del día, hemos llegado hace poco”.
“Ya decía yo que no os había visto por aquí”, dijo Alicia. “¿De dónde sois?”
Hablamos durante unos minutos, hasta que mi prima Yolanda nos interrumpió.
“¿No vas a venir a bañarte? El agua tiene buena pinta”.
“No me apetece ahora. Ya mañana, cuando vengamos temprano”, respondí.
“Yo sí voy contigo”, se ofreció Enrique.
Mi prima Rocío, por el contrario, se quedó en las toallas conmigo y con Alicia. Noté que había algo incómodo en el ambiente, pero no hubiera sabido decir el qué.
Alicia resultó ser muy simpática en el rato en que estuvimos hablando. Yo por mi parte pensaba que aquello debía ser amor a primera vista. Bueno, amor y deseo, porque como ya he dicho, estaba más rica que comer con los dedos.
“¡Alicia, tus padres, dicen que volvamos ya!”, llamó otra voz.
Una segunda diosa, de piel morena (natural, nada de bronceado) con un bikini blanco apareció de la nada buscando a Alicia. También era preciosa.
“Ya voy, Tania”, dijo ella. “Mira, te presento. Rocío y… bueno, y sus otros primos, que están ahora dándose un baño”.
“Encantada”, dijo Tania, y fue a darnos dos besos. Pude ver sus pechos cuando se agachó para besarme en la mejilla. Intenté controlarme, no me convenía excitarme llevando el bañador puesto.
“Mañana os veré por aquí entonces, ¿no?”, dijo Alicia.
“Claro. Vendremos temprano a pillar un buen sitio”, dijo mi prima. Estaba simpática.
“Genial. Os buscaré, si os parece”, dijo.
Aceptamos, por supuesto. Luego fue a por su toalla y su bolsa. Ella y Tania se despidieron de nosotros y se marcharon, dejándome embobado.
“Primo. La baba. Que vas a hacer crecer otro más aquí”, bromeó Rocío. Y sin embargo… algo en su voz sonaba serio.
“Perdona, es que… en fin”.
“Ya, que eres un hombre. Tranquilo, es normal que te hayan molado”.
En ese momento llegaron Enrique y Yolanda. Nuevamente, mi prima parecía haber perdido la alegría recuperada de antes. ¿Qué le pasaría?
“¿Podríamos volver a casa?”, pidió.
“¿Ahora? Bueno, iba a aprovechar que va a haber gente para darme un baño, pero…”, dije, y no pude acabar la frase.
“¡Vamos al agua!”, propuso de pronto, como si se le hubiera pasado.
Dejé a mi primo echando crema a Rocío por la espalda, y me llegué al agua con Yolanda, quien me llevaba de la mano. Yo no entendía sus cambios de actitud.
“Pues el agua está genial a estas horas”, dije.
“¿A que sí?”, me respondió, bastante animada.
“¿Te ocurre algo, prima?”
“No. Bueno, que habíamos venido en plan… familia, y cuando se nos ha unido la otra, no sé, me he sentido rara”.
“Bueno, pero tendremos que conocer gente, ¿no? Quedar, y relacionarnos con más personas”.
“Supongo que sí. Pero bueno, yo con estar con mis primos estoy más que contenta”, dijo, y me dio un abrazo. “¿Te puedo hacer una pregunta?”
“Claro”.
“¿Te parece que tengo un cuerpo bonito?”
Fue algo incómodo responder. Intenté mantener la mirada con ella, quien me observaba con unos ojos brillantes.
“Sí. Muy bonito, por eso no me atrevía a mirarte directamente cuando… cuando te exponías”.
Me dio un achuchón. Igualmente la abracé. Oí que me susurraba un “gracias” en el oído, y luego fuimos a nadar un poco. Parecía nuevamente que se le subía la moral. A lo mejor era eso lo que le pasaba. Se sentía inferior al ver a Alicia y por eso se vino abajo. Y era cierto que Alicia parecía una chica 10, pero Yolanda no tenía nada que envidiarle.
Finalmente volvimos a las toallas, donde Rocío y Enrique estaban bocarriba tomando el sol. Se incorporaron cuando nos vieron llegar.
“¿No vas a ir a bañarte tú?”, pregunté a Rocío.
Se levantó y me dio un abrazo, de forma que empapé todo su cuerpo con el agua de mar. Luego se dejó abrazar por la espalda por Yolanda, mojándose entera.
“Ya no me voy de secano”, bromeó. “¿Nos vamos? Creo que tenemos una cena que preparar”.
“Y yo debería preparar comida para traer mañana”, dije. Mis primos estaban encantados con aquello. “Vosotros me habéis traído para que cocine, cabrones”, reí.
“¡Anda, si se ha dado cuenta!”, bromeó Enrique.
Recogimos y nos marchamos de allí. Se hizo algo pesado volver a recorrer aquel camino, pero por lo menos ya no quemaba tanto el ambiente. Mis primas iban charlando distraídamente de alguna cosa, y Enrique me comentaba que esa noche ponían por la tele Blade Runner y que le apetecía que la viéramos antes de acostarnos.
“Me parece buena idea. Salvo que os apetezca salir”, dije. En realidad el que tenía ganas de eso era yo. Con un poco de suerte nos encontraríamos a Alicia y Tania tomando algo. Pero él insistió en lo de la película, ya que quería descansar.
Así que quedamos de esa forma. Mis primas y yo invadimos la cocina, ellas preparando algo ligero y rico para la cena (ensaladas), y yo algo más consistente (filetes empanados) para comer en la playa al día siguiente. Me quité la camiseta para cocinar, ya que hacía calor con el fuego. Admito que la cocina era pequeña, pero estoy seguro de que no tanto como para que mis primas tuvieran que restregar sus pechos contra mi espalda cada vez que pasaban por detrás mía. Pero al fin y al cabo era una sensación agradable, y como era una tontería pensar en que intentaban erotizarme, no hice ningún comentario. Además, seguían aún con el bikini, nada de nudismos.
“Deberíamos darnos una ducha”, dijo mi primo. “La peli empieza en media hora, y estamos hasta arriba de sal del mar.
Aceptamos su idea. Él fue el primero en ducharse, y apenas en cinco minutos, había terminado. Se puso un pantalón corto para ir al sofá. Yo estaba dispuesto a devolverles un poco la pelota a mis primas, así que cuando salí de la ducha lo hice únicamente con el calzoncillo puesto. Me silbaron y gritaron “sexy” antes de meterse a darse una ducha conjunta rápidamente.
“Las vas a enamorar, bribón”, dijo mi primo. “Por cierto, gracias por lo de Yolanda. La veo más animada, y sé que es por ti”.
“No hay por qué darlas”.
Aún así, me tendió la mano. Pero yo no había mentido. Me sentía bien si podía halagar su cuerpo sin que resultase extraño.
“Creo que aunque nos apretemos un poco podríamos sentarnos los cuatro en el sofá a ver la película, ¿no?”, propuso Rocío, quien se había animado a la moda de la ropa interior, y solo se había puesto el sujetador y las bragas.
“Me parece bien”, aceptó Yolanda. Tuve que resistir nuevamente para no apartar la vista. Mi prima no se cortaba y en lugar de bragas llevaba un tanga. “¿Hay palomitas?”
Preparamos unas palomitas rápidamente en el micro y nos apretujamos en el sofá para disfrutar de la película. Apagamos la luz.
Me sorprendió ver, en cierto momento, a Rocío apoyando la cabeza sobre el hombro de Enrique, quien estaba tan embobado con la peli que no parecía haberse dado cuenta. Pero a ella le dio igual, y empezó a tontearle acariciándole una pierna. No entendía de qué palo iban, y menos aún cuando ella también empezó a acariciarme la mía.
“Una chica bonita me está tocando mientras vemos una película, debería estar encantado, pensé, pero no podía disfrutarlo. Ella era familia. Lo entendí menos aún cuando, al otro lado, estaba Yolanda, y había decidido hacer lo mismo. Sentía una agradable sensación con ellas dándome ese ligero masaje, pero aún así algo me decía que no estaba bien.
Cuando acabó la película, decidimos que era hora de irnos a la cama. Enrique fue tambaleándose, se había quedado dormido. Y eso que era a él a quien le apetecía verla. Yolanda se me adelantó, y pasó por detrás mía tocándome el culo.
“Buenas noches, prima”, dijo Rocío. Yolanda le dio también las buenas noches, y se metió al dormitorio. “Y a ti también, primo”, me dijo. Volvió a acercarse a mi. “¿No vas a darme mi besito de buenas noches, vergonzoso?”
“¿En-en serio?”, dije.
Ella asintió. Me plantó un beso que casi me cortó la respiración.
“¿Por qué?”
Pero no me quiso responder, y con una media sonrisa, se fue a su dormitorio. Yo cada vez entendía menos su juego. Tonteaba a Enrique, tonteaba conmigo, pero también parecía tolerar que Yolanda me hiciera el bobo. ¿Quién podía saber a qué estaban jugando?
Volví al cuarto y allí estaba mi prima, leyendo un libro. El color de la magia, recuerdo que se titulaba. Por supuesto, destapada sobre la cama, con aquella poca ropa interior como única vía que evitaba que la viera desnuda.
“Has tardado. ¿Todo bien?”, me preguntó.
“Si… bien, perfecto”, volví a mentir. “Que parece que Enrique ha caído sobre la cama y Rocío no sabe cómo se las va a apañar para acostarse también”, me inventé.
“Ay, el pobre. Si es que se le nota cansado desde que llegamos. A ver si mañana no madrugamos tanto, podríamos quedarnos un poco más en la cama”.
“Sí, podríamos”, dije, aunque por dentro estaba pensando en lo incómodo que había sido despertar empalmado a su lado.
“Por cierto. Te han gustado las chicas de esta mañana, ¿eh?”
“Bueno… sí, es decir, estaban muy bien y… un momento, ¿cómo sabes que había dos?”
“Vi a la otra cuando volvíamos a las toallas. Eran muy guapas, la verdad”.
“En fin. Mañana seguramente las veamos en la playa. Por cierto, si no te importa, voy a ir a dormir. Que anoche me costó un poco conciliar el sueño.”
“Claro, no te preocupes. Si yo tenía intención de apagar la luz. ¿Y me permites darte un consejo?”
“Dime”.
“Duerme desnudo también. En serio, te vas a sentir liberado, y con este calor, lo vas a agradecer más”.
“¿No te importa?”
“Ya te la he visto, tonto”, rió. “Claro que no me importa, yo duermo igual”.
Empezamos a desnudarnos. Yo estaba un poco nervioso, pero era cierto que no era la primera vez que me quitaba la ropa delante de ella. La verdad, tengo que decir que el contacto del cuerpo con la propia cama era muy agradable. Me di cuenta de que mi pene estaba a media asta, pero mi prima no parecía prestar atención. Muy al contrario que yo a su cuerpo, que cada vez me parecía más bello.
Estaba empezando a tener pensamientos muy obscenos. Los cuales implicaban poder manosear aquellas tetas, catarlas con mi lengua, presionarlas con mis dientes, explorar con mis dedos la vagina de mi prima ahora que no había un tanga de por medio y que la hiciese gemir de placer.
Pero volví a la realidad y me alarmé al ver que ahora la tenía dura del todo. Pero mi prima apagó la luz sin que aquello le importase. Eso sí, el interruptor estaba en mi lado de la cama, así que noté como pasaba por encima de mi, sus pechos a escasos milímetros de mi cara, y luego volvió a tumbarse.
Como no podía faltar, y debí habérmelo imaginado por la actitud que estaban teniendo, Yolanda me besó también. Reconozco que me dejé llevar un poco, pues no parecía querer separarse. Su beso era más tierno que el de Rocío. Me detuve antes de que nos pudiéramos arrepentir.
“Buenas noches, primo. Te quiero”, me susurró al oído. Se echó de espaldas hacia mí para dormir, y yo intenté hacer lo mismo. Me tumbé de costado de espaldas a ella, con mi arma cargada y dolorosamente molesta. Contuve la respiración un poco, para que se me bajara la erección, e intentando no pensar en qué coño había pasado allí. Lo conseguí, y dormí…
Por poco tiempo, me pareció. Algo me había despertado. Era aún plena noche. Hacía mucho calor. Y me di cuenta de qué pasaba. Era mi prima, que girando en sueños se había pegado a mi espalda.
Pero eso no era todo. Murmuraba en sueños. Muy cerca de mi nuca. Sentía su aliento por mi cuello. Era agradable. Pero no tardó en cambiar los murmullos por besos. Apenas un toque de sus labios contra mi cuello, pero aun así… No sé con quién estaría soñando mi prima, pero en su fantasía, el chico lo debía estar pasando de maravilla.
Me alarmé mucho cuando en su sueño debió pasar a palabras mayores, pues ahora la sentía manoseando mi cuerpo. Sé que debía detenerla. No podía dejar que hiciera aquello. Por más bien que se sintieran sus suaves manos por mi desnudo. Mis pectorales… se movió a mis caderas… y se acercó peligrosamente a mi pene… Apenas lo rozó, tuve que quitarle la mano. Intenté no ser muy brusco, y estuve atento por si se despertaba, pero no.
La aparté con mimo, e hice que volviera a quedar bocarriba. Estaba hermosa así durmiendo. No pude evitarlo. Acaricié un poco sus cabellos, y la tentación me pudo. Le di un beso en el hombro, otro en el cuello, y otro en los labios. Aún me siento culpable por ello, pero no despertó.
Y no fue lo último que pasó aquel verano.
Y para amenizar la espera, os invito a revisar mis otros relatos. Mirad en mi perfil ;)
Capítulo 1
Capítulo 2
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
La rubia me tuvo hipnotizado por varios minutos. Estaba riquísima. Además, a ojo calculaba que debía tener nuestra edad. Nuestros ojos conectaron por varios minutos.
Puedo confirmar que aquel día saltó la chispa del deseo entre la chica rubia y yo. Más que nada porque no dudó en acercarse a nosotros, y presentarse.
“¡Hola! Me llamo Alicia. Un poco tarde para venir a la playa, ¿no?”
“Errr… un poco, sí… pero bueno”. Me presenté, y luego hice las debidas presentaciones a mis primos, que la saludaron con educación. “Venimos sólo al último baño del día, hemos llegado hace poco”.
“Ya decía yo que no os había visto por aquí”, dijo Alicia. “¿De dónde sois?”
Hablamos durante unos minutos, hasta que mi prima Yolanda nos interrumpió.
“¿No vas a venir a bañarte? El agua tiene buena pinta”.
“No me apetece ahora. Ya mañana, cuando vengamos temprano”, respondí.
“Yo sí voy contigo”, se ofreció Enrique.
Mi prima Rocío, por el contrario, se quedó en las toallas conmigo y con Alicia. Noté que había algo incómodo en el ambiente, pero no hubiera sabido decir el qué.
Alicia resultó ser muy simpática en el rato en que estuvimos hablando. Yo por mi parte pensaba que aquello debía ser amor a primera vista. Bueno, amor y deseo, porque como ya he dicho, estaba más rica que comer con los dedos.
“¡Alicia, tus padres, dicen que volvamos ya!”, llamó otra voz.
Una segunda diosa, de piel morena (natural, nada de bronceado) con un bikini blanco apareció de la nada buscando a Alicia. También era preciosa.
“Ya voy, Tania”, dijo ella. “Mira, te presento. Rocío y… bueno, y sus otros primos, que están ahora dándose un baño”.
“Encantada”, dijo Tania, y fue a darnos dos besos. Pude ver sus pechos cuando se agachó para besarme en la mejilla. Intenté controlarme, no me convenía excitarme llevando el bañador puesto.
“Mañana os veré por aquí entonces, ¿no?”, dijo Alicia.
“Claro. Vendremos temprano a pillar un buen sitio”, dijo mi prima. Estaba simpática.
“Genial. Os buscaré, si os parece”, dijo.
Aceptamos, por supuesto. Luego fue a por su toalla y su bolsa. Ella y Tania se despidieron de nosotros y se marcharon, dejándome embobado.
“Primo. La baba. Que vas a hacer crecer otro más aquí”, bromeó Rocío. Y sin embargo… algo en su voz sonaba serio.
“Perdona, es que… en fin”.
“Ya, que eres un hombre. Tranquilo, es normal que te hayan molado”.
En ese momento llegaron Enrique y Yolanda. Nuevamente, mi prima parecía haber perdido la alegría recuperada de antes. ¿Qué le pasaría?
“¿Podríamos volver a casa?”, pidió.
“¿Ahora? Bueno, iba a aprovechar que va a haber gente para darme un baño, pero…”, dije, y no pude acabar la frase.
“¡Vamos al agua!”, propuso de pronto, como si se le hubiera pasado.
Dejé a mi primo echando crema a Rocío por la espalda, y me llegué al agua con Yolanda, quien me llevaba de la mano. Yo no entendía sus cambios de actitud.
“Pues el agua está genial a estas horas”, dije.
“¿A que sí?”, me respondió, bastante animada.
“¿Te ocurre algo, prima?”
“No. Bueno, que habíamos venido en plan… familia, y cuando se nos ha unido la otra, no sé, me he sentido rara”.
“Bueno, pero tendremos que conocer gente, ¿no? Quedar, y relacionarnos con más personas”.
“Supongo que sí. Pero bueno, yo con estar con mis primos estoy más que contenta”, dijo, y me dio un abrazo. “¿Te puedo hacer una pregunta?”
“Claro”.
“¿Te parece que tengo un cuerpo bonito?”
Fue algo incómodo responder. Intenté mantener la mirada con ella, quien me observaba con unos ojos brillantes.
“Sí. Muy bonito, por eso no me atrevía a mirarte directamente cuando… cuando te exponías”.
Me dio un achuchón. Igualmente la abracé. Oí que me susurraba un “gracias” en el oído, y luego fuimos a nadar un poco. Parecía nuevamente que se le subía la moral. A lo mejor era eso lo que le pasaba. Se sentía inferior al ver a Alicia y por eso se vino abajo. Y era cierto que Alicia parecía una chica 10, pero Yolanda no tenía nada que envidiarle.
Finalmente volvimos a las toallas, donde Rocío y Enrique estaban bocarriba tomando el sol. Se incorporaron cuando nos vieron llegar.
“¿No vas a ir a bañarte tú?”, pregunté a Rocío.
Se levantó y me dio un abrazo, de forma que empapé todo su cuerpo con el agua de mar. Luego se dejó abrazar por la espalda por Yolanda, mojándose entera.
“Ya no me voy de secano”, bromeó. “¿Nos vamos? Creo que tenemos una cena que preparar”.
“Y yo debería preparar comida para traer mañana”, dije. Mis primos estaban encantados con aquello. “Vosotros me habéis traído para que cocine, cabrones”, reí.
“¡Anda, si se ha dado cuenta!”, bromeó Enrique.
Recogimos y nos marchamos de allí. Se hizo algo pesado volver a recorrer aquel camino, pero por lo menos ya no quemaba tanto el ambiente. Mis primas iban charlando distraídamente de alguna cosa, y Enrique me comentaba que esa noche ponían por la tele Blade Runner y que le apetecía que la viéramos antes de acostarnos.
“Me parece buena idea. Salvo que os apetezca salir”, dije. En realidad el que tenía ganas de eso era yo. Con un poco de suerte nos encontraríamos a Alicia y Tania tomando algo. Pero él insistió en lo de la película, ya que quería descansar.
Así que quedamos de esa forma. Mis primas y yo invadimos la cocina, ellas preparando algo ligero y rico para la cena (ensaladas), y yo algo más consistente (filetes empanados) para comer en la playa al día siguiente. Me quité la camiseta para cocinar, ya que hacía calor con el fuego. Admito que la cocina era pequeña, pero estoy seguro de que no tanto como para que mis primas tuvieran que restregar sus pechos contra mi espalda cada vez que pasaban por detrás mía. Pero al fin y al cabo era una sensación agradable, y como era una tontería pensar en que intentaban erotizarme, no hice ningún comentario. Además, seguían aún con el bikini, nada de nudismos.
“Deberíamos darnos una ducha”, dijo mi primo. “La peli empieza en media hora, y estamos hasta arriba de sal del mar.
Aceptamos su idea. Él fue el primero en ducharse, y apenas en cinco minutos, había terminado. Se puso un pantalón corto para ir al sofá. Yo estaba dispuesto a devolverles un poco la pelota a mis primas, así que cuando salí de la ducha lo hice únicamente con el calzoncillo puesto. Me silbaron y gritaron “sexy” antes de meterse a darse una ducha conjunta rápidamente.
“Las vas a enamorar, bribón”, dijo mi primo. “Por cierto, gracias por lo de Yolanda. La veo más animada, y sé que es por ti”.
“No hay por qué darlas”.
Aún así, me tendió la mano. Pero yo no había mentido. Me sentía bien si podía halagar su cuerpo sin que resultase extraño.
“Creo que aunque nos apretemos un poco podríamos sentarnos los cuatro en el sofá a ver la película, ¿no?”, propuso Rocío, quien se había animado a la moda de la ropa interior, y solo se había puesto el sujetador y las bragas.
“Me parece bien”, aceptó Yolanda. Tuve que resistir nuevamente para no apartar la vista. Mi prima no se cortaba y en lugar de bragas llevaba un tanga. “¿Hay palomitas?”
Preparamos unas palomitas rápidamente en el micro y nos apretujamos en el sofá para disfrutar de la película. Apagamos la luz.
Me sorprendió ver, en cierto momento, a Rocío apoyando la cabeza sobre el hombro de Enrique, quien estaba tan embobado con la peli que no parecía haberse dado cuenta. Pero a ella le dio igual, y empezó a tontearle acariciándole una pierna. No entendía de qué palo iban, y menos aún cuando ella también empezó a acariciarme la mía.
“Una chica bonita me está tocando mientras vemos una película, debería estar encantado, pensé, pero no podía disfrutarlo. Ella era familia. Lo entendí menos aún cuando, al otro lado, estaba Yolanda, y había decidido hacer lo mismo. Sentía una agradable sensación con ellas dándome ese ligero masaje, pero aún así algo me decía que no estaba bien.
Cuando acabó la película, decidimos que era hora de irnos a la cama. Enrique fue tambaleándose, se había quedado dormido. Y eso que era a él a quien le apetecía verla. Yolanda se me adelantó, y pasó por detrás mía tocándome el culo.
“Buenas noches, prima”, dijo Rocío. Yolanda le dio también las buenas noches, y se metió al dormitorio. “Y a ti también, primo”, me dijo. Volvió a acercarse a mi. “¿No vas a darme mi besito de buenas noches, vergonzoso?”
“¿En-en serio?”, dije.
Ella asintió. Me plantó un beso que casi me cortó la respiración.
“¿Por qué?”
Pero no me quiso responder, y con una media sonrisa, se fue a su dormitorio. Yo cada vez entendía menos su juego. Tonteaba a Enrique, tonteaba conmigo, pero también parecía tolerar que Yolanda me hiciera el bobo. ¿Quién podía saber a qué estaban jugando?
Volví al cuarto y allí estaba mi prima, leyendo un libro. El color de la magia, recuerdo que se titulaba. Por supuesto, destapada sobre la cama, con aquella poca ropa interior como única vía que evitaba que la viera desnuda.
“Has tardado. ¿Todo bien?”, me preguntó.
“Si… bien, perfecto”, volví a mentir. “Que parece que Enrique ha caído sobre la cama y Rocío no sabe cómo se las va a apañar para acostarse también”, me inventé.
“Ay, el pobre. Si es que se le nota cansado desde que llegamos. A ver si mañana no madrugamos tanto, podríamos quedarnos un poco más en la cama”.
“Sí, podríamos”, dije, aunque por dentro estaba pensando en lo incómodo que había sido despertar empalmado a su lado.
“Por cierto. Te han gustado las chicas de esta mañana, ¿eh?”
“Bueno… sí, es decir, estaban muy bien y… un momento, ¿cómo sabes que había dos?”
“Vi a la otra cuando volvíamos a las toallas. Eran muy guapas, la verdad”.
“En fin. Mañana seguramente las veamos en la playa. Por cierto, si no te importa, voy a ir a dormir. Que anoche me costó un poco conciliar el sueño.”
“Claro, no te preocupes. Si yo tenía intención de apagar la luz. ¿Y me permites darte un consejo?”
“Dime”.
“Duerme desnudo también. En serio, te vas a sentir liberado, y con este calor, lo vas a agradecer más”.
“¿No te importa?”
“Ya te la he visto, tonto”, rió. “Claro que no me importa, yo duermo igual”.
Empezamos a desnudarnos. Yo estaba un poco nervioso, pero era cierto que no era la primera vez que me quitaba la ropa delante de ella. La verdad, tengo que decir que el contacto del cuerpo con la propia cama era muy agradable. Me di cuenta de que mi pene estaba a media asta, pero mi prima no parecía prestar atención. Muy al contrario que yo a su cuerpo, que cada vez me parecía más bello.
Estaba empezando a tener pensamientos muy obscenos. Los cuales implicaban poder manosear aquellas tetas, catarlas con mi lengua, presionarlas con mis dientes, explorar con mis dedos la vagina de mi prima ahora que no había un tanga de por medio y que la hiciese gemir de placer.
Pero volví a la realidad y me alarmé al ver que ahora la tenía dura del todo. Pero mi prima apagó la luz sin que aquello le importase. Eso sí, el interruptor estaba en mi lado de la cama, así que noté como pasaba por encima de mi, sus pechos a escasos milímetros de mi cara, y luego volvió a tumbarse.
Como no podía faltar, y debí habérmelo imaginado por la actitud que estaban teniendo, Yolanda me besó también. Reconozco que me dejé llevar un poco, pues no parecía querer separarse. Su beso era más tierno que el de Rocío. Me detuve antes de que nos pudiéramos arrepentir.
“Buenas noches, primo. Te quiero”, me susurró al oído. Se echó de espaldas hacia mí para dormir, y yo intenté hacer lo mismo. Me tumbé de costado de espaldas a ella, con mi arma cargada y dolorosamente molesta. Contuve la respiración un poco, para que se me bajara la erección, e intentando no pensar en qué coño había pasado allí. Lo conseguí, y dormí…
Por poco tiempo, me pareció. Algo me había despertado. Era aún plena noche. Hacía mucho calor. Y me di cuenta de qué pasaba. Era mi prima, que girando en sueños se había pegado a mi espalda.
Pero eso no era todo. Murmuraba en sueños. Muy cerca de mi nuca. Sentía su aliento por mi cuello. Era agradable. Pero no tardó en cambiar los murmullos por besos. Apenas un toque de sus labios contra mi cuello, pero aun así… No sé con quién estaría soñando mi prima, pero en su fantasía, el chico lo debía estar pasando de maravilla.
Me alarmé mucho cuando en su sueño debió pasar a palabras mayores, pues ahora la sentía manoseando mi cuerpo. Sé que debía detenerla. No podía dejar que hiciera aquello. Por más bien que se sintieran sus suaves manos por mi desnudo. Mis pectorales… se movió a mis caderas… y se acercó peligrosamente a mi pene… Apenas lo rozó, tuve que quitarle la mano. Intenté no ser muy brusco, y estuve atento por si se despertaba, pero no.
La aparté con mimo, e hice que volviera a quedar bocarriba. Estaba hermosa así durmiendo. No pude evitarlo. Acaricié un poco sus cabellos, y la tentación me pudo. Le di un beso en el hombro, otro en el cuello, y otro en los labios. Aún me siento culpable por ello, pero no despertó.
Y no fue lo último que pasó aquel verano.
Y para amenizar la espera, os invito a revisar mis otros relatos. Mirad en mi perfil ;)
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