Mi relato es sencillo: me masturbo en lugares públicos.
La mayoría de las veces, en baños de bares y restaurantes. Muchas otras, en el transporte público, o en la calle. A veces, en la puerta de un edificio. En las escaleras, a veces, por qué no. Donde pueda, o quiera, si puedo.
A veces tengo pareja estable, pero en general, no. Compañeras no me faltan, ni me sobran, pero esto no tiene nada que ver, son cosas separadas. Salvo una vez, con una compañera, que andaba en la misma que yo. Le gustaba pajearse en lugares públicos. En esa época salíamos juntos, y tratábamos de vuscar lugares en los que uno pudiera pajearse y el otro mirar. Para pajearse, claro. Pero no duró mucho tiempo.
Esa época era linda porque ella elegía, supongamos, la entrada oscura de un edificio, o casa antigua, y yo me parapetaba enfrente, tras un árbol. Ella, de pollera casi siempre, empezaba a manosearse la entrepierna, primero con sutileza y suavidad, después con soltura y desenfreno, finalmente con la pollera levantada, sin bombacha, desde ya. Me mostraba la argolla que brillaba de flujo bajo las luces de la noche. Yo, enfrente, tras el árbol, esperaba que se me parara bien la verga. Aguantaba. Cuando no daba más, la sacaba, y se la mostraba. Ella me mostraba más la argolla, se metía dos dedos, o tres. Yo me empezaba a pajear, le sacudía la poronga y le sonreía. Y así cada uno se pajeaba. Tratábamos de sincronizar las acabadas, pero no siempre salía. Muchas veces uno o el otro estaba mucho más caliente, y aguantaba poco. Después, íbamos a ver la acabada del otro. Ella a veces dejaba apenas unas gotas, otras, cais un charcho. Yo en general dejaba una buena cantidad de esperma espeso, pero a veces salía mucho bien transparente. Si íbamos un día después del otro, acababa menos. Algunas veces cogimos, y casi siempre le acababa en la cara o las tetas, y salíamos a pasear, sabiendo que ella tenía, aunque no se notaba a la vista, la cara untada en leche. Pero fueron pocas veces, de a dos es fácil que te vean o te descubran. La última vez que nos vimos fuimos a un bar de zona oeste, a la tarde. No había casi nadie, era temprano. Nos sentamos en unos de esos boxes y le hice una paja. Mojó tanto el asiento que tuvimos que secarlo con servilletas, porque chorreaba. Me hizo una paja, y para que no se llenara todo de leche lo juntó en la mano, y se lo untó en las pienras. Casi acabo de nuevo.
En fin, la cosa es que me gusta masturbarme en lugares públicos. A veces, a la intemperie, pero muchas veces, como dije, en baños. Cuando no estoy con pareja estable tengo períodos secos, no cojo cuando quiero, sino cuando puedo. Entonces junto leche. A veces, incluso, me pajeo, pero no acabo. Voy guardando. Después salgo a un bar o restaurante, y miro chicas. Relojeo. En determinado memento algo o alguien me caliento. Se me para la pija, mal. Empiezo a maquinar. Se me pone como un garrote. Estoy listo.
Si donde estoy, por lugar o situación creo que nadie va a notarlo, saco la verga y me la froto bien. Si temo ser descubierto, voy al baño.
Si es ahí, dejo la ofrenda bajo la mesa, tal vez, a lo sumo, en el asiento.
Si voy al baño, busco un cubículo, si hay, y acabo en la puerta, dejo mi marca. Si no hay, espero a estar solo, y lleno el piso de crema. Me gusta siempre que sea visible para alguien, que alguien sepa —tenga que saber— que uno antes pasó y descargó una buena ración de leche caliente. Que alguien se vació los huevos con gusto. Me gusta.
Si un día te encontrás un día con una ofrenda, o si te copa la idea, avisá, unite al club!
La mayoría de las veces, en baños de bares y restaurantes. Muchas otras, en el transporte público, o en la calle. A veces, en la puerta de un edificio. En las escaleras, a veces, por qué no. Donde pueda, o quiera, si puedo.
A veces tengo pareja estable, pero en general, no. Compañeras no me faltan, ni me sobran, pero esto no tiene nada que ver, son cosas separadas. Salvo una vez, con una compañera, que andaba en la misma que yo. Le gustaba pajearse en lugares públicos. En esa época salíamos juntos, y tratábamos de vuscar lugares en los que uno pudiera pajearse y el otro mirar. Para pajearse, claro. Pero no duró mucho tiempo.
Esa época era linda porque ella elegía, supongamos, la entrada oscura de un edificio, o casa antigua, y yo me parapetaba enfrente, tras un árbol. Ella, de pollera casi siempre, empezaba a manosearse la entrepierna, primero con sutileza y suavidad, después con soltura y desenfreno, finalmente con la pollera levantada, sin bombacha, desde ya. Me mostraba la argolla que brillaba de flujo bajo las luces de la noche. Yo, enfrente, tras el árbol, esperaba que se me parara bien la verga. Aguantaba. Cuando no daba más, la sacaba, y se la mostraba. Ella me mostraba más la argolla, se metía dos dedos, o tres. Yo me empezaba a pajear, le sacudía la poronga y le sonreía. Y así cada uno se pajeaba. Tratábamos de sincronizar las acabadas, pero no siempre salía. Muchas veces uno o el otro estaba mucho más caliente, y aguantaba poco. Después, íbamos a ver la acabada del otro. Ella a veces dejaba apenas unas gotas, otras, cais un charcho. Yo en general dejaba una buena cantidad de esperma espeso, pero a veces salía mucho bien transparente. Si íbamos un día después del otro, acababa menos. Algunas veces cogimos, y casi siempre le acababa en la cara o las tetas, y salíamos a pasear, sabiendo que ella tenía, aunque no se notaba a la vista, la cara untada en leche. Pero fueron pocas veces, de a dos es fácil que te vean o te descubran. La última vez que nos vimos fuimos a un bar de zona oeste, a la tarde. No había casi nadie, era temprano. Nos sentamos en unos de esos boxes y le hice una paja. Mojó tanto el asiento que tuvimos que secarlo con servilletas, porque chorreaba. Me hizo una paja, y para que no se llenara todo de leche lo juntó en la mano, y se lo untó en las pienras. Casi acabo de nuevo.
En fin, la cosa es que me gusta masturbarme en lugares públicos. A veces, a la intemperie, pero muchas veces, como dije, en baños. Cuando no estoy con pareja estable tengo períodos secos, no cojo cuando quiero, sino cuando puedo. Entonces junto leche. A veces, incluso, me pajeo, pero no acabo. Voy guardando. Después salgo a un bar o restaurante, y miro chicas. Relojeo. En determinado memento algo o alguien me caliento. Se me para la pija, mal. Empiezo a maquinar. Se me pone como un garrote. Estoy listo.
Si donde estoy, por lugar o situación creo que nadie va a notarlo, saco la verga y me la froto bien. Si temo ser descubierto, voy al baño.
Si es ahí, dejo la ofrenda bajo la mesa, tal vez, a lo sumo, en el asiento.
Si voy al baño, busco un cubículo, si hay, y acabo en la puerta, dejo mi marca. Si no hay, espero a estar solo, y lleno el piso de crema. Me gusta siempre que sea visible para alguien, que alguien sepa —tenga que saber— que uno antes pasó y descargó una buena ración de leche caliente. Que alguien se vació los huevos con gusto. Me gusta.
Si un día te encontrás un día con una ofrenda, o si te copa la idea, avisá, unite al club!
2 comentarios - Me gusta masturbarme en público