Mi nombre es Pedro, voy todos los dias a mi aburrido trabajo en una multinacional instalada en Bs As y tengo un problema: no hago otra cosa más que pensar en sexo.
A las 9 en punto tomo el subte en dirección a Microcentro, muchos detestan el viaje pero a mi me encanta ya que las mujeres más lindas y coquetas de la capital también se toman ese tren. La forma de vestir en una mujer es algo en lo que me fijo, y mucho. Me encanta el estilo de oficina que usan, quizá porque mientras las miro me imagino cuán putas serán, cómo se comportarán en la cama -si son más bien sumisas o de tomar el control-, y en particular, qué tipo de ropa interior llevarán puesta.
Debo confesar que tengo algo con la ropa interior, es mi debilidad. Soy de los que disfrutan más las fotos de las poringueras si están en un fino conjuntito de encaje que si están totalmente desnudas. Creo que es por el tema de la imaginación, me calienta mucho más que se insinúen y nos dejen imaginarnos el resto que si nos lo dan todo de una. El tratar de adivinar cómo tendrá los pezones o si sus labios vaginales estan más o menos abiertos, es algo que me rompe la cabeza.
Más adelante les iré contando sobre mi vida pero hoy en particular les traigo una historia REAL de la que fui participe hace pocos días. Esa mañana llegue a mi trabajo a las 9 30, me preparé un café y me puse a revisar los mails, nada fuera de mi rutina diaria. Pero desde que la vi entrar a Sol me volví loco.
Con ella somos compañeros hace año y medio, este es su primer trabajo (tiene 20 añitos). Es una morocha de piel blanca muy atractiva, flaquita, nada exuberante, tetas pequeñas, colita chiquita pero bien redonda y MUCHA actitud. Desde hace un tiempo que veniamos histeriqueando, jugando a ser novios de oficina (somos muy cariñosos con las palabras, abrazos y besos tímidos en los cachetes, pero nunca nos besamos en la boca ni mucho menos tuvimos sexo).
Pero esa mañana me volví loco, decidí que la situación entre nosotros tenía que avanzar. Confieso que su vestido blanco, ni muy corto ni muy largo pero que transparentaba a la luz dejando ver su ropa interior, fue lo que me transformo. Ver que la pendeja había ido a la oficina con una tanguita blanca de encaje moooooy chiquita me rompia todos mis esquemas. No podía parar de pensar en cómo se vería sin el vestido, con su piel blanca con muchos lunares tirada en mi cama. Cómo serían sus gemidos, si sería de las muditas o de las que despiertan a todos los vecinos. Necesitaba tenerla.
A lo largo de todo el día no le saque los ojos de encima, aprovechaba cada oportunidad que tenía para acariciarla, decirle cosas lindas al oido, pero todo dentro del "jueguito" que teniamos entre nos. Sabía que tenía que hacer una movida ese día. Así que le pedí que me acompañara a comprar un regalo para mi sobrina cuando salieramos de la oficina, argumentando que no tenía ni idea en qué regalar a una nena de 8 años. Ella acepto.
A las 18 hs partimos juntos caminando hacia el shopping que estaba a unas 10 cuadras. Compramos el regalo y fuimos a tomar una cerveza. Hasta acá pareciamos una pareja, siempre tomados de la mano y mucho contacto físico. Yo estaba que hervía.
Después de unas pintas, le dije que nuestra relación no podía seguir como hasta ahora. Que me encantaba pasar tiempo con ella pero que debiamos terminar con tanto contacto fisico. Ya no podía estar tan cerca de ella sin poder morder sus labios o tocarle la colita divina que tiene. Sol se sonrojo y solo atinó a reirse. Ahi mismo le partí la boca.
No podíamos separar nuestras bocas, tanto franeleo a lo largo de estos meses explotaban en ese momento. Estabamos en el 2do piso del bar, en una mesa en un rincón con poca luz, lo que nos permitió jugar un poco en ese lugar. Rapidamente mis manos buscaron sus tetitas por sobre el vestido, bajaron a su cintura, recorrieron sus muslos, para terminar en su entrepierna. Su respiración de agitó, la besaba en el cuello mientras ella me decía al oído que no era el lugar indicado para eso.
Su cabeza se resistía, pero su cuerpo me daba claras señales de estar a gusto. Mis dedos jugaban en su conchita por arriba de la ropa interior que ya estaba empapada. Me frenó, me dijo que ahí la situación no daba para más y nos fuimos.
Buscamos su auto (yo voy en subte a trabajar) y se ofreció a llevarme a casa. En el camino le propuse un juego como para no pasar el momento de calentura que teníamos. En cada semáforo en rojo la iba a besar. Sabía que no se me podía escapar. Esa noche la iba a tener en mi cama, con su mezcla justa de nena inocente y pendeja rebelde. Ya había esperado mucho tiempo para recorrer esa vagina con mi lengua, para lamer esas tetitas, para hacerle el amor.
Continuara.....
A las 9 en punto tomo el subte en dirección a Microcentro, muchos detestan el viaje pero a mi me encanta ya que las mujeres más lindas y coquetas de la capital también se toman ese tren. La forma de vestir en una mujer es algo en lo que me fijo, y mucho. Me encanta el estilo de oficina que usan, quizá porque mientras las miro me imagino cuán putas serán, cómo se comportarán en la cama -si son más bien sumisas o de tomar el control-, y en particular, qué tipo de ropa interior llevarán puesta.
Debo confesar que tengo algo con la ropa interior, es mi debilidad. Soy de los que disfrutan más las fotos de las poringueras si están en un fino conjuntito de encaje que si están totalmente desnudas. Creo que es por el tema de la imaginación, me calienta mucho más que se insinúen y nos dejen imaginarnos el resto que si nos lo dan todo de una. El tratar de adivinar cómo tendrá los pezones o si sus labios vaginales estan más o menos abiertos, es algo que me rompe la cabeza.
Más adelante les iré contando sobre mi vida pero hoy en particular les traigo una historia REAL de la que fui participe hace pocos días. Esa mañana llegue a mi trabajo a las 9 30, me preparé un café y me puse a revisar los mails, nada fuera de mi rutina diaria. Pero desde que la vi entrar a Sol me volví loco.
Con ella somos compañeros hace año y medio, este es su primer trabajo (tiene 20 añitos). Es una morocha de piel blanca muy atractiva, flaquita, nada exuberante, tetas pequeñas, colita chiquita pero bien redonda y MUCHA actitud. Desde hace un tiempo que veniamos histeriqueando, jugando a ser novios de oficina (somos muy cariñosos con las palabras, abrazos y besos tímidos en los cachetes, pero nunca nos besamos en la boca ni mucho menos tuvimos sexo).
Pero esa mañana me volví loco, decidí que la situación entre nosotros tenía que avanzar. Confieso que su vestido blanco, ni muy corto ni muy largo pero que transparentaba a la luz dejando ver su ropa interior, fue lo que me transformo. Ver que la pendeja había ido a la oficina con una tanguita blanca de encaje moooooy chiquita me rompia todos mis esquemas. No podía parar de pensar en cómo se vería sin el vestido, con su piel blanca con muchos lunares tirada en mi cama. Cómo serían sus gemidos, si sería de las muditas o de las que despiertan a todos los vecinos. Necesitaba tenerla.
A lo largo de todo el día no le saque los ojos de encima, aprovechaba cada oportunidad que tenía para acariciarla, decirle cosas lindas al oido, pero todo dentro del "jueguito" que teniamos entre nos. Sabía que tenía que hacer una movida ese día. Así que le pedí que me acompañara a comprar un regalo para mi sobrina cuando salieramos de la oficina, argumentando que no tenía ni idea en qué regalar a una nena de 8 años. Ella acepto.
A las 18 hs partimos juntos caminando hacia el shopping que estaba a unas 10 cuadras. Compramos el regalo y fuimos a tomar una cerveza. Hasta acá pareciamos una pareja, siempre tomados de la mano y mucho contacto físico. Yo estaba que hervía.
Después de unas pintas, le dije que nuestra relación no podía seguir como hasta ahora. Que me encantaba pasar tiempo con ella pero que debiamos terminar con tanto contacto fisico. Ya no podía estar tan cerca de ella sin poder morder sus labios o tocarle la colita divina que tiene. Sol se sonrojo y solo atinó a reirse. Ahi mismo le partí la boca.
No podíamos separar nuestras bocas, tanto franeleo a lo largo de estos meses explotaban en ese momento. Estabamos en el 2do piso del bar, en una mesa en un rincón con poca luz, lo que nos permitió jugar un poco en ese lugar. Rapidamente mis manos buscaron sus tetitas por sobre el vestido, bajaron a su cintura, recorrieron sus muslos, para terminar en su entrepierna. Su respiración de agitó, la besaba en el cuello mientras ella me decía al oído que no era el lugar indicado para eso.
Su cabeza se resistía, pero su cuerpo me daba claras señales de estar a gusto. Mis dedos jugaban en su conchita por arriba de la ropa interior que ya estaba empapada. Me frenó, me dijo que ahí la situación no daba para más y nos fuimos.
Buscamos su auto (yo voy en subte a trabajar) y se ofreció a llevarme a casa. En el camino le propuse un juego como para no pasar el momento de calentura que teníamos. En cada semáforo en rojo la iba a besar. Sabía que no se me podía escapar. Esa noche la iba a tener en mi cama, con su mezcla justa de nena inocente y pendeja rebelde. Ya había esperado mucho tiempo para recorrer esa vagina con mi lengua, para lamer esas tetitas, para hacerle el amor.
Continuara.....
2 comentarios - Las aventuras de Pedro el oficinista (Parte I)