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6 meses después… (VII)




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Regresé al hotel a las 2:17 de la mañana. Mi primera reacción, al llegar al dormitorio, fue ir al baño, lavarme los dientes y usar enjuague dental, a pesar que nuestro último beso fue sin lengua. Posteriormente, me tendí en la cama, apoyé el celular en el velador y me dormí.
Afortunadamente, me desperté bien para el segundo repiqueteo. Eran las 6:40. Me bañé y me vestí rápido y una vez listo, marché a la habitación del lado, donde me esperaba Gloria.
Una vez más, estaba sorprendida de verme. Pero afortunadamente, no hizo comentarios.
-         ¡Por poco y pensé que no llegaba!
·        ¿Volviste tarde?- preguntó, mientras ajustaba los botones de las muñecas de su camisa.
Se veía hermosa y voluptuosa: una falda corta y blanca, hasta medio muslo, dejando ver sus bellas piernas; una camisa delgada, color salmón, que cubría una blusa blanca sin mangas y que revelaba su lindo cuello y el inicio del canalillo entre sus pechos, complementado con zapatos de tacón negro y lentes de marco redondo.
Su mirada era seria e indiferente. Pero notaba que estudiaba cada una de mis palabras, para no entrar en una discusión como la del día anterior.
-         ¡Así fue!- respondí, soltando un suspiro de cansancio.- La cena de mi amiga estuvo excelente, pero su esposo se puso a tomar y tuvimos que cargarlo hasta el dormitorio, bastante borracho…
No pudo disimular su alegría al escuchar la palabra “esposo”…
·        Entonces… imagino que pasaste una noche bien.- comentó más animosa.
-         Sí, pero me preocupaba que fuese a fallarte hoy por la mañana…
Hizo un mohín agradado de sorpresa.
·        ¡Jefe!... ¿Cómo vas a preocuparte de mí?
-         ¡Es cierto!- respondí, con una sonrisa.- ¿Qué pensabas hacer si yo no llegaba?
·        ¡No lo sé! ¡Algo!- replicó, muy avergonzada.
Y le pedí que solicitara un Uber, ya que como les he contado, no le he puesto plan de internet a mi celular, por más que me insista la compañía de teléfonos.
Aproveché de conversar durante el viaje (y siendo honestos, de mirarle sus lindas piernas de vez en cuando) sobre qué había hecho ella.
Ella, coqueta y seductora, comentaba que deambuló un poco por las calles, buscando un regalo apropiado para su pareja, Oscar y que si bien, solicitó mi ayuda, había conseguido comprarle un lindo reloj ornamental. Todo esto me contó, retocando ocasionalmente su falda, como si temiese que se le fuera a levantar más de lo normal, oportunidad que yo aprovechaba para observarla con más detalle.
Llegamos al edificio y entramos más confiados. Tras la reunión de la tarde anterior, teníamos todas las de ganar. Encontré a Hannah una vez más, con el mismo estilo de vestido (camisa, falda gruesa y chaqueta) de los otros días, salvo que en tono rosado y de nuevo, mientras esperábamos los últimos ajustes, nos dispusimos a charlar.
-         ¿Douglas está bien?- le pregunté a Hannah,  relajado, mientras Gloria nos observaba con interés.
·        ¡Sí!...- respondió, con timidez.- La cabeza le dolía un poco por la mañana y no recuerda mucho de lo que pasó… pero no tuvo problemas para ir a trabajar.
Nos reímos con alivio, ya que podía interpretarse como consecuencias de una resaca ordinaria.
-         ¿Y tú? ¿Dormiste bien?
Sonrió como el sol de la mañana…
·        ¡Excelente!... ¡Mejor que muchas otras noches!
Y Gloria se percató de “algo”, porque no podíamos disimular ese sentimiento eufórico que aún  permanecía entre los 2. Si tenía dudas si ella lo había disfrutado, esa sonrisa contenida, con una mirada fulgurante de regocijo, me las aclaraban al instante.
Al poco rato, apareció el trio de Gerentes vetustos. Sé que no les hago justicia, pero eran hombres de 60, 70 años, canosos, un poco obesos y que parecían abuelos querendones y consentidores.
Se les notaba claramente abatidos, no pudiendo refutar muchos detalles a nuestras conclusiones, por lo que me miraban suplicantes y se ponían a nuestra merced (la de Sonia y la mía, claro está).
Por lo que decidí pasar a la tercera etapa de nuestro plan, que era más condescendiente. Como mencioné, la oficina de Perth llevaba operando más de 20 años y eran algunos yacimientos los que nos estaban dando problemas.
Les informé que nuestra intención no era desarmar a la oficina y reestructurarla, (algo que los alivió mucho y que para nosotros, nos resultaba inútil e inmensamente costoso en horas hombres e inversiones), pero sí necesitábamos mayor acceso a información y a la toma de decisiones.
Les indiqué que dado que soy un Ingeniero en Minas, supervisaba personalmente la producción de esos y los yacimientos a cargo de la oficina de Sydney (que es otro viaje que saldrá en un tiempo más) y que podía evaluar su desempeño y orientarlos respecto a la adquisición de equipamiento, como también, supervisar la calidad de grano y la vida útil estimada de las vetas.
Esto llenó de alegría, en especial, a uno de los ancianos, que había invertido desde el inicio en uno de los yacimientos de su propiedad, casi como si fuera uno de sus hijos y que se mostró muy contento al ver que yo me encargaría de avisarle personalmente, una vez que encontrara problemas.
El resto de la reunión prosiguió, discutiendo algunas nimiedades y lo más destacable de todo era la posibilidad que Hannah y yo nos encontrásemos a final de cada semestre… con el fin “completamente profesional” de corroborar la información que ambos poseíamos.
Al mediodía, nuevamente bajaríamos a almorzar, aunque lo curioso fue que Hannah me miró de una forma muy parecida a la que nos dábamos en faena a la hora de la merienda.
Era una mezcla bastante especial entre ansiedad y timidez. Como les he mencionado en varias oportunidades, nosotros aprovechábamos nuestra hora de colación para tener un poco más de sexo, amparados con la privacidad de los túneles de la mina, por lo cual, no dejó de cautivarme ver esos ojos en aquellos momentos.
Sin embargo, Gloria estaba encantada conmigo y no paraba de decir que era muy dulce de mi parte que me preocupara de los sentimientos de aquel benevolente anciano, sin importar que le dijese que me preocupaba de todos los proyectos de la misma manera y que eran órdenes explicitas de mi jefa, Sonia.
Y no debí haber comido más de 5 probadas de mi plato (un delicioso spaghetti con salsa Alfredo), cuando llega un “inocente” mensaje sms a mi celular:
“Marco, ¿Me ayudas a INSPECCIONAR mi auto?”
(Marco, can you help me INSPECT my car?)
No puedo describir el estremecimiento eléctrico que sentí entre las piernas, en esos momentos. Algo debió reflejarse en mi cara, dado que Gloria me miró con preocupación…
·        ¿Qué pasa?
-         Nada.- repliqué yo, bastante nervioso, indeciso si la acompañaba o no.- Es de mi amiga, la rubia que te conté…
Le mostré el celular y leyó el mensaje, sin entender demasiado.
·        Pero… ¿Por qué no llama a un mecánico? ¿Por qué te llama a ti?- preguntó, intrigada.
-         Gloria, puede tratarse de una avería simple y necesita mi ayuda.- le dije, engullendo apresuradamente parte de mi almuerzo y bebiendo de mi jugo.- Puede que no necesite de un mecánico.
·        Pero jefe, ¿Llamarte a ti?- volvió a insistir.-¿Qué pasa si te ensucias?... ¿O si te atrasas en la presentación?
La miré con un poco de sarcasmo…
-         Gloria, ¿Ensuciarme yo?- le espeté, al estar bien al tanto de mis manías compulsivas por la pulcritud.
·        ¿Y no que ella es ingeniero mecánico?-  insistió de nuevo, de manera suspicaz.
-         ¿Has conocido a alguna mujer que sea buena reparando un auto?- le pregunté, cuando terminé de tragar mi jalea.
Sé que mi comentario la ofendió, pero no se quejó al respecto. Gloria era antes, una feminista acérrima, tal cual son la mayoría de mis compañeras de oficina y era en parte cierto, ya que no está dentro de sus preocupaciones la mantención apropiada de los vehículos.
La ironía era que Hannah sí lo sabe y las pocas nociones de mecánica de vehículos que tengo, son en parte de ella y de las enseñanzas de mi padre.
Mis prisas eran, mientras esperaba el elevador, que el mensaje debió mandarlo todavía en el edificio (puesto que en el subterráneo, la recepción telefónica es nula) y que la palabra “INSPECCIONAR” era nuestro nombre clave para sexo a la hora de almuerzo (Y que inclusive, se estableció en nuestra antigua faena, al conocer todos sobre nuestro ilícito romance).
Sin importar mis esfuerzos, al llegar al subterráneo, ya me esperaba enfadada, con sus manos en la cintura, en pose de jarra.
·        ¡Te atrasaste!- protestó, antes de plantarme un beso salvaje en los labios.
-         ¿Qué esperabas? ¡Estaba almorzando!- repliqué, apegando su cintura a la mía y sobando con completo descaro (y probablemente, frente a una de las cámaras de seguridad del estacionamiento), su maravilloso trasero entre mis manos.
·        ¡Por supuesto! ¡Prefieres la comida a estar conmigo! ¿No?- exclamó enfadada, apretando de la misma manera mi trasero.
-         ¡Hannah, ni siquiera he desayunado!- respondí, perdiendo mi vista en su casi incipiente escote.
·        ¿Y eso qué?- replicó, mordiéndome el labio inferior con fuerza.- Yo no he comido nada desde ayer… ¡Desde la cena!…
Me miró desafiante. Era el preámbulo perfecto para un arrebato de sexo furioso y salvaje…
-         ¿Ah, no?... entonces, ¿Douglas no cuenta?
Se enrojeció y enardeció más.
·        ¡Eso… es distinto!- replicó avergonzada.- Su leche… no me gusta tanto… y es poca.
-         ¡Pero se la comiste!- volví a insistir, levantándole un poco la falda y buscando desesperado sus partes.
De alguna manera, logramos llegar entre besos y agarrones, al lado de su auto. La ironía fue que, a pesar de la elegancia, prestigio y belleza de aquel poderoso vehículo de tecnología alemana, era muchísimo más incómodo que la apretada cabina trasera de mi camioneta de marca china.
Por más que lo intentábamos, no podíamos ubicarnos adecuadamente para tener sexo (porque Hannah se doblaba incómoda por el techo) y eso nos estaba haciendo enfadar más, incrementando nuestra calentura mutua.
Por lo mismo y teniendo ambos las camisas desabrochadas, mi bragueta abajo y mi pene molestosamente alzado, no me quedó más opción que abandonar el vehículo.
·        ¿Qué vamos a hacer?- preguntó, tan frustrada como yo.
-         ¡No lo sé!... pero no me iré de aquí sin hacerte el amor…- le prometí, con determinación.
Como era de esperarse, volvió a avergonzarse y a esquivar la mirada. Afortunadamente, Hannah pocas veces se ha opuesto a tener relaciones conmigo e incluso, creo que lo aceptaba, porque si bien yo era impulsivo, nunca quedaba ella insatisfecha o me excedía demasiado en sobrepasar su pudor.
Por lo que desesperado, miraba muro a muro un lugar escondido y medianamente discreto para el paso… y afortunadamente, lo encontré.
No sé quién habrá sido el genio que se le ocurrió colocar los balones de gas licuado que potencian la caldera del edificio al lado de la salida, pero el pilar adyacente a este proporcionaba el escondite perfecto, morboso, oscuro y discreto, para nuestros avances.
·        ¿Lo haremos aquí?- preguntó, todavía incrédula.
-         ¡Sí, no tenemos muchas opciones!- respondí optimista.
Para que se hagan una idea de nuestra situación, estábamos en pleno Downtown de Perth, rodeados por edificios comerciales y con un tráfico, como era de esperarse para esas horas, bastante cuantioso, por lo que perderíamos demasiado tiempo si marchábamos a un hotel a pie o en vehículo, limitando de forma drástica nuestras opciones.
Lo excitante de nuestro escondite era que, cada auto que ingresaba o salía del edificio, irremediablemente pasaba por el lado de nosotros, salvo que del otro lado de los balones, por lo que nos entregaba un poco de ese morbo de ser descubiertos in fraganti.
El mayor problema era para mí, porque tenía que sacarme los pantalones, ya que ellos no podían quedar manchados con nuestros líquidos, por lo que podrán imaginar lo patético que debí haberme visto, colgándolos sobre el enrejado que envolvía a los balones, para impedir su hurto o manipulación indiscriminada.
·        ¿Estás seguro?- preguntó, mirando sorprendida la carpa que se me armaba en el bóxer.
-         ¡Por supuesto! ¡No puedo hacer más!
Y diciendo esto, reanudé mis besos. Aunque apenas habían pasado solo un par de minutos, mis labios los sentían como verdaderas décadas y su lengua, maravillosa, húmeda y hasta palpitante, era un manjar exquisito para mi paladar.
Lanzó otro quejido de sorpresa, cuando empecé a levantar su falda. La tenía prensada a la pared y ese precioso y coqueto trasero que me vuelve loco, debía apoyarse sobre la sucia y polvorienta superficie, en vista de las circunstancias.
Abrí las piernas, para que ella se acomodara sobre mis muslos y pudiese descansar, jadeando levemente en el proceso. No era una pose nueva, dado que lo habíamos hecho así las pocas veces que nos duchamos juntos.
-         ¡Y le comiste el pene!- le dije, con la intención de reavivar las emociones apaciguadas.
·        ¡No tenía opción!- replicó, con preocupación, pero besándome profundamente.- ¡Se habría dado cuenta!
Rechisté de forma sarcástica…
-         ¡Y te quejas porque me atrasé en la comida!
Ahí fue que comprendió. Sentía ese fuego, odioso, de despecho, que irritaba, pero encendía la calentura a la vez…
Cuando se lo expliqué a Marisol, me costó hacerle entender. En realidad, habremos tenido sexo furioso unas 2 o 3 veces (sin que ella pareciera haberse dado cuenta) y como el resto de las veces con mi esposa, fue bastante satisfactorio.
Sin embargo, le explicaba a mi ruiseñor que era muy parecido a cuando ella se siente triste y hacemos el amor. Para mí, la gradiente de la tristeza y el enfado es muy parecida, al momento de terminar en satisfechos, juntos en un mismo orgasmo,  que por suerte, no me es difícil de lograr, gracias a mi autocontrol.
·        ¡Y tú estabas con la perra de tu secretaria!- me dijo, con pleno odio.
-         ¡Yo no tengo nada con ella!- le respondí, nervioso, tratando de bajarle los húmedos calzones.
·        ¡Pero sé que te gusta!- replicó desafiante.- ¡He visto que le miras sus pechos y sus piernas!
Hannah me conoce tan bien como Marisol y como Sonia…
·        ¡Apuesto que fantaseas con ella!- exclamó, sembrando más cizaña, al momento de ubicarla sobre mi glande.
-         ¡Estás loca!... Ella tiene pareja.- le respondí, meneándome despacio.
·        ¡Y yo también la tenía!… (profundo y delicioso suspiro)… cuando me dijiste que te recordaba a Marisol…
Era una locura. Llevábamos teniendo sexo 3 días seguidos y cada vez, nos parecía mejor que la otra.
Empezaba a embestirla con más fuerza, picado por sus comentarios…
·        ¡Apuesto que fantaseas… que te la chupe… para pedirte un aumento!
-         ¡Sí, claro!...- respondí yo, meneándome con mayor fuerza.- De la misma manera… que se la chupas… a tu esposo…
Me dio 2 puñetazos en el pecho…
·        ¡Imbécil!... ¡Lo hago porque no estoy contigo!-se empezó a menear más fuerte por las caderas.
-         ¿Ah, sí?... ¿Ah, sí?... ¡Se la chupas cada mañana!...- respondí yo, embistiendo con perfidia…
·        Porque a ti… (entrecerró los ojos y se le cortó la respiración)… porque a ti… eso te gustaba… ¡ahhh!
-         ¡Que lo hicieras… conmigo!- espeté, enterrándolo tan en lo profundo, que ella también lo disfrutó…
·        Pero tú… pero tú… no estás…- replicó ella, soltando unas lágrimas del placer que sentía.- ¿Por qué… vives tan lejos?
Y como era de esperarse, nos besamos. Desabrochaba los botones que quedaban en su cintura a un ritmo frenético y ella no paraba de brincar y brincar sobre mí.
La deseaba fervientemente, porque la amo y es mi chica y es muy probable que se pelee codo a codo el tercer lugar de mi corazón, junto con mi cuñada, en vista que el primero se lo sigue llevando mi esposa y el segundo, mi maravillosa “Amazona española”, Pamela.
Se sentía el ruido de su ropa, deslizándose por la áspera pared e imagino que a ella también le excitaba el roce en sus sexys nalgas. En mi caso, había momentos donde se colaba un chiflón tremendo de frío, proveniente de la entrada y en 2 ocasiones, pasaron autos muy cerca de donde nos estábamos amando.
Sin embargo, el mundo se levantaba indiferente alrededor de nosotros. Nos amábamos profundamente y el resto no importaba. Como les digo, no se trataba de sexo, excitación, morbo ni celos.
Era ese sentimiento mutuo, de pertenencia: de ella, sentirse querida y disfrutada y el mío, que reafirmaba mi confianza y el cariño que yo le había dedicado por más de un año.
Tuvimos un orgasmo maravilloso, con ese sentimiento excelente de que las fuerzas no te dan más y sientes como si volaras por el suelo, mientras me erguía a su lado, cerrando los ojos e intentando de detener el tiempo y extenderlo hacia el infinito…
Ella también lo sintió, con un fervoroso beso en mis labios, mordiéndolo con fuerza, para que no me fuera volando de su lado y sus pequeñas manos, apretando mis brazos con fuerza, como si desease ella también anclarse al suelo y no volar al infinito…
Y ese éxtasis silencioso, donde respirábamos agotados y sentíamos nuestros ardores corporales, con su delicioso rostro, reposando una vez más, sobre mi pecho, quieta y serena, como cientos de otras veces, lo hizo conmigo, me tenía en la dicha más soberbia.
Nos miramos a los ojos y nos sonreímos, a medida que el mundo se conformaba en torno a nosotros y comprendíamos nuestro lugar en él. Hubo un par de besos en el proceso…
Y tuve que decir esas más que sentidas palabras…
-         Tal vez… esta debería ser nuestra despedida.
No me respondió con palabras. Solo una sonrisa y lágrimas, en sus lindos ojos.
Sabía ella que si nos encontrábamos una vez más, esa tarde, no me querría ir de su lado y ella tampoco querría que me fuese y amargamente, nuestros mundos nos llamaban y nos pedían que estuviéramos separados. Ella, con su matrimonio insípido y estúpido marido y yo, con mi adorada esposa y mis preciosas pequeñas.
Nos arreglamos mutuamente, con cariño de esposos y más de uno que otro beso de por medio. Limpié su coqueto y maravilloso trasero de la falda y con travesura, le levanté un poco la falda y le besé una de sus preciosas nalgas, que le hizo sonreír un poco más.
Ella, en cambio, me arregló la camisa y la corbata, de una manera tan especial y dedicada, como si me devolviera a los brazos de Marisol de la misma manera que me encontró… (Gesto que hizo henchir de orgullo el pecho de mi esposa)
Y otro par de besos. Sabía que nadie más la besaría así por un tiempo y su boca era irremediablemente mía. Se colgaba de mis hombros y me obligaba verla a los ojos, con la satisfacción de saber que ella era mi chica y yo, obviamente,  era su chico.
Acordamos separarnos, para que ella fuera al baño y limpiarse un poco más. Y mientras la despedía del ascensor (un par de pisos más abajo, para no levantar sospechas), pensé en recordarle una vez más de las pastillas…
Sin embargo, sonreí resignado. ¿Qué sacaba con hacerlo en esos momentos? Llevábamos 3 días haciendo el amor y no había tenido tiempo, entre el trabajo y nuestros encuentros, para cuidarse.
Por lo que quedaba una vez más, ante la voluntad del destino. Me consolaba que, al menos estaba dentro del periodo donde es “naturalmente más seguro”, por el decaimiento del ovulo (y de hecho, me afirmó la semana pasada que le había llegado la regla… pero si fue cierto o no…).
Me encontré con Gloria y a pesar que se le veía molesta, cambió su mirada al verme tan cabizbajo. Le dije que no pude reparar el vehículo y que tuvimos que solicitar un mecánico. A los pocos minutos, llegó Hannah, pero ya no nos mirábamos con complicidad, lo que reforzaba mi versión de los eventos.
Y entonces, entramos a la segunda parte de las negociaciones, donde los ancianos nos entregaron sus petitorios, los cuales recibí mucho más silencioso.
Nos despedimos con etiqueta de todos ellos y al vernos finalmente Hannah y yo, me ofreció la mano y me miró seria, para darme un solitario y profesional…
·        ¡Gracias!
Aun así, sabía que ella lloraba por dentro, tanto como yo y lo único que pude hacer, fue darle una sonrisa comprensiva…
Y fue de esa manera que, bajando en el ascensor, con el corazón contrito y deambulando por el lobby, con la cabeza en un millón de partes, donde diviso una figura, solitaria y con una mirada también triste, esperando en la vereda un vehículo.
Me acerqué a ella, y con bastante timidez, pregunté:
-         Gloria, ¿Podrías acompañarme a comprar unos regalos?


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1 comentarios - 6 meses después… (VII)

pepeluchelopez +1
wow que mezcla de sentimientos y emociones, lo entiendo, un abrazo
metalchono +1
fueron más de 2 años de relación, que no se pueden olvidar de un día para otro... saludos