Obligado por mis padres a pasar una semana con unos tíos que apena veía, me subí en un autobús camino de un pueblo costero de Huelva donde tenían un chalet que no conocía. Llegué a media tarde, con un calor asfixiante y encima me habían dado indicaciones para ir andando ya que no me podían recoger.
Llegué sudando a la casa y toqué el timbre, y toqué y toqué… cuando ya pensaba que me había equivocado me abrió la puerta una chica sonriente a la que apenas reconocí como mi prima Marta. Había dado un estirón muy interesante, ni brackets ni coleta, tenía delante de mí a una chica con un buen tipo, según se adivinaba debajo de la toalla de baño que llevaba enrollada.
-Perdona, Miguel, estamos en la piscina y no te oía. Pasa al fondo – me dijo mientras me daba un par de besos- ¡qué sudado vienes, te vendrá bien un baño!
Fui con ella hasta la parte trasera y en vez de encontrarme a mis tíos y a mi primo, también más pequeño que yo, lo que vi fue un espectacular culo… y la chica que lo lucía, que estaba boca abajo sin sujetador. Mi sorpresa fue de campeonato cuando se dio la vuelta y vino a presentarse, mostrando unos pechos que no sabía cómo mirar disimuladamente pero que me excitaron al instante. Se trataba de una amiga, Tamara. El resto de la familia se había ido a la ciudad y volverían para cenar.
Y no acabó ahí la sorpresa, por detrás oí a mi prima decirme otra vez que me diera un baño y, al volverme, me la encontré también usando tan solo unas braguitas de baño. De repente tenía a dos chicas guapísimas a unos centímetros enseñándome sus pechos con toda naturalidad. Es verdad que ya estaba acostumbrado a ver tetas en la playa, pero ninguna amiga mía ni persona cercana había hecho topless delante de mí. De hecho, luego me explicaron que sólo se quitaban la parte alta del bikini cuando estaban solas y me pidieron que les prometiera guardar el secreto.
Marta me acompañó al cuarto de mi primo, con dos camas, y me dijo que dejara allí las cosas y me fuera a la piscina. Me desnudé y estuve a punto de pajearme ya que me habían puesto a cien, pero las ganas de seguir viéndolas hicieron que saliera con mi bañador que apenas ocultaba una erección brutal.
Pasamos la tarde de baños y charla, lo que hizo que me relajara y pudiera además observarles con todo detalle sus tetas. Las de Tamara eran pequeñas pero perfectamente redondas y con unos pezones muy oscuros, muy apetecibles. Marta, algo más rellenita, tenía unas tetas un poco más desarrolladas pero además, al ser rubia, los pezones eran claros y, sobre todo, sobresalían mucho, seguro que se le marcarían con cualquier ropa ajustada.
El golpe de suerte llegó al atardecer cuando mi tío llamó avisando que habían tenido una avería en el coche y que llegarían al día siguiente por la tarde. Con esta noticia, Marta pidió a Tamara que se quedara a dormir y así cenaríamos los tres en la casa. En aquel momento pensé que la habitación de Marta solo tenía una cama y la mía dos ¿dormiría conmigo?
Nos vestimos y nos fuimos a buscar unas pizzas. La cena fue divertida mientras seguía en estado de shock pensando el par de chicas que había podido disfrutar prácticamente desnudas. Lo mejor vino después cuando Marta apareció con una botella de licor de su padre. Aunque tomamos una sola copa, para que no se notara demasiado, a los tres nos subió a la cabeza y empezamos a decir tonterías y reír sin parar.
Con las bromas, Tamara empezó a hablar de la cara de bobo que se me había quedado cuando ví sus tetas (seguro que fue así) pero por hacerme el gallito les dije que estaba acostumbrado y más de una vez había ido con chicas a una playa nudista cerca de mi casa de la playa… es verdad que había una playa nudista pero jamás había estado. Tamara me dijo que si era así, que no me importaría bañarme desnudo y me tiré el farol de que lo haría si ellas también se desnudaban. Marta se negó pero a Tamara se le veían ganas de hacerlo, total que acabamos los dos al borde la piscina en ropa interior después de quitarnos los pantalones y camisetas que llevábamos. Sin fiarme mucho de ella empecé a bajarme los calzoncillos y ella su bragas, tanto ella como yo no estábamos depilados y verle asomar los pelos negros del vientre me excitó muchísimo. Seguimos hasta que empecé a enseñar el pene y… nos bajamos todo. Fue un subidón tremendo. Nos reímos y nos fuimos al agua.
Costó convencer a Marta que se metió al agua en bragas pero al cabo de un rato decidió quitárselas y los tres nos bañamos tranquilamente en pelotas. En realidad, sólo podía verles bien los pechos pero adivinaba las manchas de pelo que se notaban entre sus piernas lo que me hizo tener de nuevo una erección que descubrieron rápidamente. Divertidas con mi pene tieso, se metían debajo del agua para observarlo, algo aún más excitante.
Pero la noche de sexo no había ni comenzado, anochecía y al no tener las toallas a mano Tamara dijo que podíamos usar la ducha que había al borde de la piscina y Marta entraría y nos pasaría las toallas. Primero se duchó Marta y justo después salimos Tamara y yo para ducharnos a la vez. Yo seguía empalmado y mientras estábamos bajo el chorro de agua, ella sonrió, miró hacia abajo, me cogió el pene y ¡me hizo una paja!. En realidad fue notar su mano que me la agarraba y me la meneaba y correrme al momento. Nunca me la habían tocado directamente y ¡ahora me la sacudía una chica totalmente desnuda! Fue tan rápido que cuando vino Marta ya me había limpiado, nos dio las toallas y no se dio cuenta de nada.
Asumido ya que nos habíamos visto desnudos fue curioso ver como entramos los tres secándonos con las toallas pero sin hacer esfuerzo por taparnos nada. Subimos a los dormitorios y Tamara se fue al cuarto de Marta para que le dejase un camisón. Yo me fui al mío y tan solo me puse el pantalón corto del pijama, hacía mucho calor en la casa. Poco después entró Marta a decirme que, como yo había intuido, iba a dormir conmigo en la otra cama de la habitación. Tan sólo llevaba puestas unas braguitas, en vista del calor también había decidido quedarse con lo mínimo.
En estas, fuimos pasando por el baño a lavarnos los dientes y al aseo final. En unas horas habíamos pasado a asumir de tal forma nuestros desnudos que mientras me enjuagaba la boca Marta entró, se bajó las bragas y empezó a hacer pis delante de mí como si tal cosa. Cuando ella acabó, yo también lo hice en su presencia, aunque con dificultad porque de nuevo la tenía bien morcillona y me costaba apuntar dentro…
Por fin, nos fuimos a nuestros cuartos y me quedé a solas con Marta, que debía estar tan a mil por hora como yo porque tras apagar la luz empezó a preguntarme por la paja, que qué había sentido y tras dar varios rodeos me preguntó que si sabría yo hacerle una a ella. Nunca había tocado un coño pero le aseguré que claro que sabía y me metí en su cama. Justo nos habíamos quitado la ropa cuando se asomó Marta, que había oído ruido. Asombrada de vernos en la misma cama desnudos, se sentó con nosotros y Tamara la animó a participar contándole que me había pajeado en la ducha y que ahora le tocaba a ella. No se animó pero se quedó sentada en la casa mirándonos mientras yo empezaba a tocar a Marta sin saber muy bien qué hacer. Le pasaba la mano por sus labios pero no atrevía a hacer nada más.
Se me notaba tanto que era novato que se rió y me dijo que me iba a enseñar. Fue una lección que aún sigo recordando al cabo de los años como si fuera ayer. Guiado por su mano, me pasó mis dedos por el exterior de su vagina, me explicó lo qué sentía y me llevó hacia el clítoris haciéndome masajeárselo tras mojarlo con un poco de saliva como lubricante. Después me pasó los dedos hacia su húmedo interior y cogió dos para que se los introdujera lo más a fondo posible, diciéndome cómo le gustaba más sentirlos. Por último, con los dedos empapados en ella, me volvió a llevar al clítoris y me dejó acariciándoselo mientras se concentraba en correrse, algo que ocurrió muy poco después. No sabía muy bien qué les pasaba a las chicas cuando llegaban al orgasmo y me chocó que apenas se notaba como unos espasmos que finalizaron cuando ella me apartó la mano y se quedó tirada con cara de placer infinito.
Para entonces mi pene había vuelto a estar tieso como una roca. Satisfecha Tamara, nos animó a Marta y a mí a corrernos juntos. Sin duda teníamos el reparo de ser primos pero el deseo nos superaba. Marta resultó ser también novata y esta vez fui yo quien le enseñé a pajearme. Le mostré como bajaba el capullo y cómo mover el brazo y con qué fuerza me la tenía que agarrar. Esta vez pude aguantar la eyaculación un poco más mientras aprovechaba para sumergir mis dedos en su coño estimulándola según acababa de aprender. Pero ambos estábamos hiperexcitados y explotamos. Empecé a correrme con un buen chorro que no solo mojó su mano sino que saltó en la cama, para sorpresa de Marta y risas de Tamara. A Marta le llegó unos segundos después cuando apretó las piernas y noté que tenía un orgasmo de los buenos. Notarlas excitarse y correrse con mi mano dentro fue una experiencia bestial.
Como era una cama pequeña, decidimos que cada uno volviera a la suya y yo me tumbé sin poder pegar ojo pensando en todo lo que había visto y sentido en una sola tarde. Tamara también estuvo inquieta y al amanecer se vino a mi cama y volvimos a masturbarnos y, esta vez, pude recorrer todo su cuerpo, besar y lamer sus pechos y sentir su culo a placer. Ella también me metió mano y noté que además de tocarme mis partes y el culo, parecían excitarle mucho mis pezones, que chupó mientras me miraba con una cara que también se me quedó grabada.
Una inesperada llamada a primera hora de la mañana nos avisó de que mis tíos estaban ya llegando por lo que apenas tuvimos tiempo de vestirnos y despedirnos de Tamara. Una semana más estuve allí con mis tíos, sin apenas novedad, salvo el episodio final de sexo descontrolado que pude, por fin, tener con Marta y… otra parienta y que contaré en la próxima entrega.
Llegué sudando a la casa y toqué el timbre, y toqué y toqué… cuando ya pensaba que me había equivocado me abrió la puerta una chica sonriente a la que apenas reconocí como mi prima Marta. Había dado un estirón muy interesante, ni brackets ni coleta, tenía delante de mí a una chica con un buen tipo, según se adivinaba debajo de la toalla de baño que llevaba enrollada.
-Perdona, Miguel, estamos en la piscina y no te oía. Pasa al fondo – me dijo mientras me daba un par de besos- ¡qué sudado vienes, te vendrá bien un baño!
Fui con ella hasta la parte trasera y en vez de encontrarme a mis tíos y a mi primo, también más pequeño que yo, lo que vi fue un espectacular culo… y la chica que lo lucía, que estaba boca abajo sin sujetador. Mi sorpresa fue de campeonato cuando se dio la vuelta y vino a presentarse, mostrando unos pechos que no sabía cómo mirar disimuladamente pero que me excitaron al instante. Se trataba de una amiga, Tamara. El resto de la familia se había ido a la ciudad y volverían para cenar.
Y no acabó ahí la sorpresa, por detrás oí a mi prima decirme otra vez que me diera un baño y, al volverme, me la encontré también usando tan solo unas braguitas de baño. De repente tenía a dos chicas guapísimas a unos centímetros enseñándome sus pechos con toda naturalidad. Es verdad que ya estaba acostumbrado a ver tetas en la playa, pero ninguna amiga mía ni persona cercana había hecho topless delante de mí. De hecho, luego me explicaron que sólo se quitaban la parte alta del bikini cuando estaban solas y me pidieron que les prometiera guardar el secreto.
Marta me acompañó al cuarto de mi primo, con dos camas, y me dijo que dejara allí las cosas y me fuera a la piscina. Me desnudé y estuve a punto de pajearme ya que me habían puesto a cien, pero las ganas de seguir viéndolas hicieron que saliera con mi bañador que apenas ocultaba una erección brutal.
Pasamos la tarde de baños y charla, lo que hizo que me relajara y pudiera además observarles con todo detalle sus tetas. Las de Tamara eran pequeñas pero perfectamente redondas y con unos pezones muy oscuros, muy apetecibles. Marta, algo más rellenita, tenía unas tetas un poco más desarrolladas pero además, al ser rubia, los pezones eran claros y, sobre todo, sobresalían mucho, seguro que se le marcarían con cualquier ropa ajustada.
El golpe de suerte llegó al atardecer cuando mi tío llamó avisando que habían tenido una avería en el coche y que llegarían al día siguiente por la tarde. Con esta noticia, Marta pidió a Tamara que se quedara a dormir y así cenaríamos los tres en la casa. En aquel momento pensé que la habitación de Marta solo tenía una cama y la mía dos ¿dormiría conmigo?
Nos vestimos y nos fuimos a buscar unas pizzas. La cena fue divertida mientras seguía en estado de shock pensando el par de chicas que había podido disfrutar prácticamente desnudas. Lo mejor vino después cuando Marta apareció con una botella de licor de su padre. Aunque tomamos una sola copa, para que no se notara demasiado, a los tres nos subió a la cabeza y empezamos a decir tonterías y reír sin parar.
Con las bromas, Tamara empezó a hablar de la cara de bobo que se me había quedado cuando ví sus tetas (seguro que fue así) pero por hacerme el gallito les dije que estaba acostumbrado y más de una vez había ido con chicas a una playa nudista cerca de mi casa de la playa… es verdad que había una playa nudista pero jamás había estado. Tamara me dijo que si era así, que no me importaría bañarme desnudo y me tiré el farol de que lo haría si ellas también se desnudaban. Marta se negó pero a Tamara se le veían ganas de hacerlo, total que acabamos los dos al borde la piscina en ropa interior después de quitarnos los pantalones y camisetas que llevábamos. Sin fiarme mucho de ella empecé a bajarme los calzoncillos y ella su bragas, tanto ella como yo no estábamos depilados y verle asomar los pelos negros del vientre me excitó muchísimo. Seguimos hasta que empecé a enseñar el pene y… nos bajamos todo. Fue un subidón tremendo. Nos reímos y nos fuimos al agua.
Pero la noche de sexo no había ni comenzado, anochecía y al no tener las toallas a mano Tamara dijo que podíamos usar la ducha que había al borde de la piscina y Marta entraría y nos pasaría las toallas. Primero se duchó Marta y justo después salimos Tamara y yo para ducharnos a la vez. Yo seguía empalmado y mientras estábamos bajo el chorro de agua, ella sonrió, miró hacia abajo, me cogió el pene y ¡me hizo una paja!. En realidad fue notar su mano que me la agarraba y me la meneaba y correrme al momento. Nunca me la habían tocado directamente y ¡ahora me la sacudía una chica totalmente desnuda! Fue tan rápido que cuando vino Marta ya me había limpiado, nos dio las toallas y no se dio cuenta de nada.
Asumido ya que nos habíamos visto desnudos fue curioso ver como entramos los tres secándonos con las toallas pero sin hacer esfuerzo por taparnos nada. Subimos a los dormitorios y Tamara se fue al cuarto de Marta para que le dejase un camisón. Yo me fui al mío y tan solo me puse el pantalón corto del pijama, hacía mucho calor en la casa. Poco después entró Marta a decirme que, como yo había intuido, iba a dormir conmigo en la otra cama de la habitación. Tan sólo llevaba puestas unas braguitas, en vista del calor también había decidido quedarse con lo mínimo.
En estas, fuimos pasando por el baño a lavarnos los dientes y al aseo final. En unas horas habíamos pasado a asumir de tal forma nuestros desnudos que mientras me enjuagaba la boca Marta entró, se bajó las bragas y empezó a hacer pis delante de mí como si tal cosa. Cuando ella acabó, yo también lo hice en su presencia, aunque con dificultad porque de nuevo la tenía bien morcillona y me costaba apuntar dentro…
Por fin, nos fuimos a nuestros cuartos y me quedé a solas con Marta, que debía estar tan a mil por hora como yo porque tras apagar la luz empezó a preguntarme por la paja, que qué había sentido y tras dar varios rodeos me preguntó que si sabría yo hacerle una a ella. Nunca había tocado un coño pero le aseguré que claro que sabía y me metí en su cama. Justo nos habíamos quitado la ropa cuando se asomó Marta, que había oído ruido. Asombrada de vernos en la misma cama desnudos, se sentó con nosotros y Tamara la animó a participar contándole que me había pajeado en la ducha y que ahora le tocaba a ella. No se animó pero se quedó sentada en la casa mirándonos mientras yo empezaba a tocar a Marta sin saber muy bien qué hacer. Le pasaba la mano por sus labios pero no atrevía a hacer nada más.
Se me notaba tanto que era novato que se rió y me dijo que me iba a enseñar. Fue una lección que aún sigo recordando al cabo de los años como si fuera ayer. Guiado por su mano, me pasó mis dedos por el exterior de su vagina, me explicó lo qué sentía y me llevó hacia el clítoris haciéndome masajeárselo tras mojarlo con un poco de saliva como lubricante. Después me pasó los dedos hacia su húmedo interior y cogió dos para que se los introdujera lo más a fondo posible, diciéndome cómo le gustaba más sentirlos. Por último, con los dedos empapados en ella, me volvió a llevar al clítoris y me dejó acariciándoselo mientras se concentraba en correrse, algo que ocurrió muy poco después. No sabía muy bien qué les pasaba a las chicas cuando llegaban al orgasmo y me chocó que apenas se notaba como unos espasmos que finalizaron cuando ella me apartó la mano y se quedó tirada con cara de placer infinito.
Para entonces mi pene había vuelto a estar tieso como una roca. Satisfecha Tamara, nos animó a Marta y a mí a corrernos juntos. Sin duda teníamos el reparo de ser primos pero el deseo nos superaba. Marta resultó ser también novata y esta vez fui yo quien le enseñé a pajearme. Le mostré como bajaba el capullo y cómo mover el brazo y con qué fuerza me la tenía que agarrar. Esta vez pude aguantar la eyaculación un poco más mientras aprovechaba para sumergir mis dedos en su coño estimulándola según acababa de aprender. Pero ambos estábamos hiperexcitados y explotamos. Empecé a correrme con un buen chorro que no solo mojó su mano sino que saltó en la cama, para sorpresa de Marta y risas de Tamara. A Marta le llegó unos segundos después cuando apretó las piernas y noté que tenía un orgasmo de los buenos. Notarlas excitarse y correrse con mi mano dentro fue una experiencia bestial.
Como era una cama pequeña, decidimos que cada uno volviera a la suya y yo me tumbé sin poder pegar ojo pensando en todo lo que había visto y sentido en una sola tarde. Tamara también estuvo inquieta y al amanecer se vino a mi cama y volvimos a masturbarnos y, esta vez, pude recorrer todo su cuerpo, besar y lamer sus pechos y sentir su culo a placer. Ella también me metió mano y noté que además de tocarme mis partes y el culo, parecían excitarle mucho mis pezones, que chupó mientras me miraba con una cara que también se me quedó grabada.
Una inesperada llamada a primera hora de la mañana nos avisó de que mis tíos estaban ya llegando por lo que apenas tuvimos tiempo de vestirnos y despedirnos de Tamara. Una semana más estuve allí con mis tíos, sin apenas novedad, salvo el episodio final de sexo descontrolado que pude, por fin, tener con Marta y… otra parienta y que contaré en la próxima entrega.
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