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En un comienzo, no sabía dónde estaba…
Por unos instantes, creí estar en casa, sintiendo los labios de mi ruiseñor sobre mi falo, pero al abrir los ojos y ver el techo, lo noté diferente y desconocido.
Además, aunque la boca que se encargaba empeñosamente de mi hombría no era la misma que la de mi mujer, puesto que no mamaba tanto como ella y ocasionalmente, podía sentir sus dientes mordiéndome, algo que simplemente a Marisol ya no le pasa.
Pero después, reconocí el mobiliario del hotel y divisé las ropas esparcidas de Hannah y mías en el suelo y finalmente, miré hacia abajo.
La visión era sublime: Hannah probaba mi erección matutina con mucho entusiasmo, haciendo deliciosos chasquidos y ruidos guturales en el proceso, masajeando mi tronco de una manera cálida y entusiasta.
Incluso, estimulaba mis testículos, estrujándolos suavemente y succionando con mayor ansiedad, brindándome un placer demasiado fuerte, que apenas alcanzaba a contener.
Al escuchar el cambio de mi respiración, sonriendo con los ojos, me miró y se dedicó con mayor entusiasmo a la labor.
Entonces, comencé a sentir el glande rozando su úvula y el énfasis en que esa ansiosa manera de mamar iba creciendo. Era claro que quería hacerme acabar en su boca. Lo indicaba tanto sus ojos como su deliciosa lengua, que parecía reverenciar mi falo como si fuese un dios pagano con sus caricias.
No pude aguantar más y solté mis descargas sin recato alguno…
La escuché toser y la vi limpiarse un poco la boca, pero al ver que seguía derramando liquido de la vida, se abalanzó sedienta a buscarlo…
-¿Qué haces?- le pregunté, embrutecido por el placer que me había dado.
•¡Te estaba despertando!- respondió, con una maravillosa sonrisa.- ¡Debemos ir a trabajar!
Era la frase con la que antes, empezábamos la otra jornada. Nos besamos una vez más y acaricié su hermoso cuerpo desnudo, empezando por su cintura y subiendo hasta sus pechos. Era como si no creyese que estuviera ahí, otra vez conmigo.
Eran las 6 y cuarto de la mañana. Tarde, si pensábamos en la jornada de la mina que empezaba a las 7, pero temprano, para nuestras nuevas labores ejecutivas, que empezaban a las 9.
Hannah me acariciaba despacio, encantada con que siguiera templada…
-Si quieres, podemos hacerlo una vez más…- le dije, tan motivado como ella.
Y me miró, mordiéndose la boca y haciendo una mueca nerviosa…
Nos reímos, sin negar que nuestras partes nobles se entusiasmaran con la idea. Pero sabíamos que de hacerlo, llegaríamos tarde a la oficina. Incluso, era posible que pasáramos de largo hasta la hora de almuerzo…
Así que nos bañamos… por separado. No podíamos evitar mirarnos y sonreírnos. Aunque la noche anterior, lo habíamos hecho como animales, yo la seguía extrañando: su figura pequeñita y delgada; sus piernas carnosas y sus muslos proporcionados, para crear el efecto perfecto de una colita virgen y recatada, de una mujer decente… pero a escala; sus pequeños pechos, que tanta molestia le traen al compararlos con los de mi ruiseñor, pero de los que no paro de chuparlos, pellizcarlos, morderlos y lamerlos, como lo hacía con Marisol antes de casarnos y esa especie de morbo maravilloso, como de viajero en el tiempo, que sabe que su esposa adquirirá portentosos pechos en el futuro…
Supuse que cuando me miraba, pensaba algo similar, a pesar de sus sonrisas nerviosas: mi 1.80 de estatura; mis amplios hombros; mi pecho lampiño y blanco; mi estómago plano (sin panza, pero sin músculos tampoco); mis piernas musculosas y un poco más velludas y finalmente, mi falo gordito.
Me sentí un poco avergonzado por mi físico, al compararlo de forma imaginaria con el de su esposo: Rubio, ojos azules, un poco más alto que yo, musculoso y un verdadero adonis por donde se le mire, mientras que yo tengo el físico de un ingeniero tan normal como el de cualquier sudamericano y aun así, esa preciosa y menudita belleza de 1.65 m, con ojitos azules y tan rubiecita como el muñeco Ken de su marido, me ama y le encanta hacer el amor conmigo.
Lo gracioso fue, sin embargo, que las mismas tonterías que hago yo con mi esposa, por las mañanas, las hacía con Hannah, de la misma manera…
Vale decir, esos besos desaforados al salir ella de la ducha, envuelta en una toalla y seguido por un abrazo intimidante, como si fuese a tomarla ahí mismo, también aproveché de dárselos.
O la manera incontrolable para ella, de mirarme el paquete, al literalmente exponer mi hombría y esa expresión nerviosa, de una mujer que quiere probarla o sentirla en cualquier parte de su cuerpo, también me encantaba y me prendía.
E inclusive, cuando ya estaba completamente lista y vestida y se retocaba el labial, mientras que yo, fingiendo tomar el desodorante, aprovechaba de puntearle por detrás, me valieron cariñosas reprimendas de su parte.
No obstante, nos mirábamos y éramos felices.
Y es que Marisol comprende que la relación que tenía con Hannah (y en realidad, la mayoría de mis infidelidades), no era tanto por calentura o lujuria, sino que de amor verdadero.
Yo era para Hannah su novio y muchas veces más, su marido…
Y la trataba como tal: los mismos besos de mi esposa, los mismos abrazos, las mismas caricias y atenciones…
Si bien, al principio me involucré con ella por lo mucho que extrañaba a mi mujer durante esa larga jornada en la mina, eventualmente, la empecé a amar por separado.
Hubo veces que, efectivamente, buscaba hacerle el amor a Hannah y no rememorando la figura de Marisol, antes del embarazo y si bien, aquello al principio le resultó molesto, se terminó acostumbrando e incluso, llegó a gustarle más.
Cuando llegamos a la puerta de la habitación, nos dimos un beso suave y amoroso. Sentí que era como una súplica silenciosa de mi parte, pidiéndole a ella que no se fuera, mientras que ella me respondía tiernamente que no se quería ir…
Y a pesar que, en menos de 3 horas, la volvería a ver, me sentí solo y abandonado.
A las 7:30, fui a la habitación del lado, para revisar a Gloria.
•¡Oh, eres tú!- comentó con desgano, dejándome maleducadamente en la puerta, mientras ella volvía al fondo de su habitación, arreglando sus cosas.- ¡Pensé que no vendrías a trabajar, por estar con tu amiga!
Todo mi optimismo se fue por el drenaje en un instante. No voy a negar que Gloria tenga sentimientos por mí, pero nunca le he dado cabida para que me los exprese y tampoco iba a aguantárselos en esos momentos.
-¡Mi vida laboral y mi vida privada son 2 cosas distintas!- respondí, enfadado por su insolencia.- ¡Sé bien que he venido por hacer mi trabajo y de la misma manera, espero que hagas bien el tuyo!
Gloria se cuadró de inmediato con nerviosismo, al escucharme. Particularmente, no soy bueno para pavonearme con mi cargo, pero quería dejarle en claro que ella solo me acompañaba para que aprendiera y no por necesidad.
Durante el viaje en taxi, se mantuvo callada y nerviosa, afirmando el estuche de su laptop con firmeza. Se veía bonita y formal: una falda negra, hasta las rodillas y un abrigo rosado, levemente lanudo y áspero al tacto, pero que le brindaba una elegancia, distinción e incluso, madurez, además de una belleza entrañable.
Ocasionalmente, contemplaba sus preciosos labios carnosos, que exacerbaban su seducción con el modesto tono color fresa de su labial y que de cuando en cuando, me sorprendía observándola nerviosa con sus lindos ojos celestes, a lo que yo rápidamente trataba de disimular, mirando hacia afuera.
Arribamos alrededor de las 8 y media a nuestras oficinas hermanas. Su primera reacción, al ver el imponente edificio, aparte de mirar hacia arriba, fue dar un profundo suspiro. Sin embargo, le tomé la mano y le sonreí de manera cariñosa, asegurándole así que no la dejaría sin defender.
Fue un tanto gracioso y deplorable el revoloteo del personal. La Gerencia que debía recibirnos no había llegado aún e incluso, seguían acomodando los bocadillos y los jugos, que degustaríamos en la sala de exposición.
Pero exactamente a las 8:45, apareció ella, con un vestido parecido al del día anterior, salvo que en amarillo…
No podíamos evitar sonreírnos mutuamente de forma discreta, cada ocasión que nuestras miradas se encontraban, mientras ella supervisaba que las cosas estuvieran en su orden. Todavía tenía esa especie de sudor frio, de estar con la persona que fue mi novia de la mina, por casi 2 años y que horas antes, había despertado conmigo y compartido el lecho.
Supongo que Gloria no se dio cuenta o bien, estaba preocupada por su labor, ya que en ese lapso de espera, apenas me fijé en ella.
Pero debía contenerme. Después de todo, Gloria y yo éramos “los malos y ambiciosos”, que buscábamos adueñarnos de su oficina y Hannah era uno de los defensores, encargada de impedirlo.
Se había tomado el cabello en cola de caballo, especialmente para mí y más encima, ante cualquier ruido peculiar, sacudía su cabeza con energía, destacándolo en cada movimiento.
De alguna manera, logré acercarme a ella y susurrarle bien despacio al oído…
-¡Qué hermosa te ves!
Comentario que le brindó un rubor delicioso. Finalmente, a las 9, llegó el resto de la procesión de Gerentes vetustos y Gloria, Hannah y yo ingresamos a la sala de conferencias, para comenzar las negociaciones.
Durante el mediodía, Gloria y yo fuimos a almorzar al casino. Lamentablemente, Hannah debía discutir cosas con sus pares e incluso si no las tuviera, también habría sido mal visto que se sentara conmigo.
•¡Siento haberte fallado, jefe!- dijo Gloria, con una expresión arrepentida, casi sin tocar bocado.
-¿Por qué? ¡Lo hiciste excelente!- respondí sorprendido y todavía entusiasmado por lo que acabábamos de vivir.
Ella sonrió, pensando que era un halago vano…
•¡Fue mi culpa que te atacaran de esa manera!- se culpó con sumisión.
En efecto, sus presentaciones dieron pie para que la Gerencia nos atacara sin misericordia…
Nuevamente, le sonreí de forma optimista.
-¿De qué hablas? Si lo estábamos esperando…
Y al verla tan cabizbaja, tuve que explicarle nuestro plan…
Sonia y yo sabíamos que no podíamos irrumpir “a las malas”, imponiendo nuestras reglas, dado que la Gerencia que administra en Perth ha estado conformada así por casi 20 años. No obstante, aun existían algunos “vicios” (Así les llamamos mi jefa y yo a las minas con baja producción de mineral), que si bien proporcionaban beneficios a la compañía, cada año eran más cuantiosos en costos y solicitando equipos más sofisticados, para mantenerse a la par con la producción del resto.
Por lo tanto, debíamos explicarles por qué no les estábamos brindando los recursos que estaban demandando y para ello, necesitábamos que Gloria lo expusiera a su manera.
Sus presentaciones, que no duraron más allá de 2 horas, nos mostraban como una oficina comprensiva y carismática, de la cual podían contar para lo que quisieran. A grandes rasgos, era como un comercial de compañía de teléfonos celulares, donde les ofrecíamos todo a bajos precios, más aun así, la gran contradicción era nuestra verdadera forma de actuar.
Le expliqué que, mientras ella llevaba memorizando datos desde hacía 2 semanas, yo llevaba mes y medio estudiando el desempeño de los diferentes yacimientos que Perth monitoreaba y Sonia, mientras disfrutaba su post-natal, llevaba casi 2 meses analizando las gestiones empresariales de los mismos.
-¡En realidad, debería pedirte disculpas!- continué, un poco arrepentido.- Sé que debí informarte de nuestras intenciones, pero contábamos con que nos atacaran en esos y otros flancos que particularmente, no quisimos definir de forma clara, para que ellos sí lo hicieran y desarmarlos en el proceso.
Comprendía el desconcierto en la mirada de Gloria. Pero tras la experiencia que tuvimos Sonia y yo en nuestra tierra, más la que adquirimos por separado, tanto Sonia, en Administración y yo, como Jefe de Faena de Extracción, sabíamos que los cambios ocurrían mejor si se planteaban de forma pacífica y fundamentada, en lugar de imponerlas a la fuerza.
-¡Te he usado, Gloria, y lo siento!- le recalqué, con sincero pesar.- No te diste cuenta, pero estábamos jugando algo muy importante y por eso, no era tan necesario que repasaras tus presentaciones.
Ella seguía impresionada por lo que escuchaba de mí. Después de todo, le había puesto dedicación y esfuerzo a su labor…
-¡Te prometo que la próxima vez, te daré una oportunidad!- agregué, para reconocer su mérito.- ¡Sé que tienes un gran talento y potencial!... pero en estos momentos, necesitábamos mostrarnos débiles de una forma convincente y gracias a ti, lo logramos. No volveré a usarte de esa manera y empezaré a enseñarte qué deberás buscar en las próximas entrevistas, pero por ahora, solo puedo agradecerte por el buen trabajo que has hecho…
Le tomé las manos y enrojeció un poco. En realidad, la estrategia nos había resultado bastante efectiva, ya que la Administración, hasta antes de almorzar, se miraba a las caras unos a los otros y eso obligaría que, en la segunda parte, pasaran a la Práctica…
Debo recordar y señalar que mi relación con Hannah precedía nuestros ascensos y que en ningún momento, Sonia o yo consideramos manipularla sentimentalmente y aún, si así hubiese sido, ella nunca se habría dejado, gracias a su gran carácter.
Sin embargo, las circunstancias nos llevaron a una deliciosa escaramuza entre los 2, durante la segunda parte de las presentaciones.
A pesar que habíamos compartido el lecho y despertado en la misma cama horas antes, no dábamos señas de aquello ante el resto y nos basábamos en argumentos y justificaciones de nuestros nuevos cargos.
Sé que esto no es excitante, pero era la antesala a lo que ocurriría después, en el departamento de Hannah y debo mencionarlo, para que comprendan la evolución de los acontecimientos.
Nunca había tenido la oportunidad de ver a Hannah desempeñándose laboralmente, aparte de presenciarla haciendo reparaciones de maquinaria pesada. Pero intuía que era una mujer maravillosa, con excelentes argumentos para la toma de decisiones y no me equivocaba.
Y mientras el resto de nuestros acompañantes nos contemplaban en silencio, discutíamos de manera armoniosa y coqueta nuestras posturas representativas, sin un antagonismo real, basando los argumentos, en buena parte, de nuestras numerosas charlas nocturnas pre y post-coito, que compartimos en la faena.
Para que puedan comprenderme, nuestro dialogo salía rápido y fluido, ya que muchos de nuestros fundamentos y de las palabras que empleábamos, iban guiadas con esa conexión que 2 amantes del mismo empleo tienen y las diversas conexiones a los recuerdos especiales que dichos comentarios desencadenaban, por lo que realmente, los 2 nos sentíamos muy gratos en nuestra discusión, a pesar de nuestras posturas opuestas.
Finalmente, al ver que Hannah me entregaba la razón, sin encontrar muchos cuestionamientos a nuestra lógica y proceder, el resto de los Gerentes decidió reanudar la sesión al día siguiente, para deliberar sobre algunos puntos.
•¡Jefe, estuviste excepcional!- me felicitó Gloria, muy entusiasmada.
-¡Gracias!... pero ella no lo hizo mal, tampoco.- respondí, señalando a Hannah, conversando con sus pares, quien me vio y se amilanó un poco.
Tras empacar las cosas, despedirnos y mientras caminábamos hacia los ascensores, Gloria se armó de valor…
•¿Sabes? Estaba pensando que, me gustaría comprar souvenirs para Oscar y estaba pensando si tú podrías…
+¡Marco!- nos interrumpió repentinamente la voz de Hannah.
Y debo decir que sentí la “extraña perturbación en la fuerza”, cuando ambas se miraron…
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