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6 meses después… (II)




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Cuando abrí la puerta de la habitación, ingresó con un creciente entusiasmo. Tal vez, esperaba un portal mágico, que nos llevase de vuelta a la antigua cabaña donde dormíamos juntos.
Sin embargo, al ver el piso alfombrado, la cama matrimonial, el televisor, los veladores y el resto de las habitaciones y el mobiliario, se fue decepcionando cada vez más.
A pesar de todas las comodidades, también notaba yo la habitación fría y ajena a nosotros. Extrañaba el aroma del barniz de la madera y la solitaria ampolleta que iluminaba nuestro pequeño “nidito de amor”.
Cuando se sentó en la blanda y cómoda cama, con una actitud más abatida, se quedó mirando el vacío espacio de la kitchenette.
•¡Extraño tu cocina!- comentó, en un tono sombrío.
Marisol comprendió ese sentimiento de inmediato, cuando se lo conté…
Y es que a pesar que nuestras vidas están mucho más cómodas y alegres, en compañía de las pequeñas, también extrañamos esas frías noches de pololeo, donde ser pobres, era romántico para nosotros.
Al igual que mi esposa, Hannah comprendía el encanto de cubrirse con frio, con una frazada áspera y pequeña y en una cama incomoda, para una sola persona, acurrucándose con la persona que amabas, para abrigarte o de compartir una taza de consomé o de chocolate caliente, mientras disfrutabas de la televisión o de lo que podías encontrar en la red, bajo el cálido abrazo de la persona que estaba dispuesta a protegerla.
-Pues, mi camioneta te extraña a ti…- le respondí, para desviar su melancolía, pero inmediatamente arrepintiéndome, por todo lo que eso desencadenaría en ella.
•¿Qué?- preguntó impactada.
-Es que mi camioneta está fallando…- respondí con timidez.
•¿Pero cómo es posible? ¡Te di recomendaciones detalladas, de cómo mantenerla! ¿Es el aceite? ¿Le has puesto agua? ¿Has revisado las llantas?- me interrogó, exasperándose hasta despeinar un poco sus cabellos.
En esos momentos, sonreí. A pesar del tiempo, seguía siendo mi “esposa de la mina”…
-¡Sí! ¡No es nada de eso!- Le expliqué, tratando de apaciguarla.- Creo que es la homocinética, porque tengo problemas al pasar los cambios. Noto que ha bajado un poco la potencia…
Al escuchar eso, se calmó, pero al igual que a mí, volvieron también sus alegres recuerdos…
•¡Bueno!... debe ser normal…- reconoció, arreglándose un poco el cabello.- La compañía dijo que tenían vida útil de 3 años…
-¡Mentira!- espeté yo.- Si tú hubieras estado en la mina, estoy seguro que la hubieses desarmado, hasta encontrar la falla…
Nos miramos y se rió. En efecto, ella es tan obsesiva como yo en su trabajo…
-Pero como ves, no hay equipo de audio…-recalqué, un tanto desilusionado del elegante mobiliario.- Sin embargo…
Creo que debo ser una de las pocas personas que no usa su celular tanto para redes sociales, sino más como walkman o personal estéreo (Que conozca estas palabras, Marisol me cree viejo…).
Cargué el reproductor de música a máximo volumen y ahí, empezó a escucharse la lista suavemente.
Le ofrecí mis manos, para bailar despacio y ella sonrió mucho más alegre, al reconocer su banda favorita: Coldplay.
•¡Siempre has sido listo!- comentó ella, abrazándome por el pecho.
Escuchábamos “The scientist”, que particularmente, la busqué para ella.
Y es que la letra se ajustaba a nuestra relación y hasta lo que estábamos viviendo en esos momentos…
•¿Cómo es posible que me conozcas tanto?- preguntó ella, derramando algunas lágrimas.
-¿De qué hablas? ¡Vivimos 2 años juntos!
•¡Sí!... pero…- las lágrimas no le dejaban hablar...- Dougie me conoce por más tiempo… y tú me conoces más…
Besé suavemente su frente, tal como ella lo necesitaba…
(I was just guessing, at number and figures, pulling the puzzles apart…)
“Estaba adivinando, números y cifras, desarmando rompecabezas…”
Eso era lo que nos unía, irremediablemente, allá en la faena: los 2 buscábamos respuestas de lo que nos gustaba y así fue cómo nos encontramos…
La besé suavemente y empezó a suspirar. Era mi chica, una vez más…
Su chaqueta se deslizó suavemente de sus brazos. Su rostro, suave, no paraba de despegarse al mío y al igual que yo con ella, también desabrochaba presurosa la camisa que ocultaba mi torso.
Suspiró fuerte y alterada, una vez que saqué su camisa y su precioso y tímido sostén blanco salió a recibirme.
Le brindé una mirada cálida y mi mano se dirigió lentamente, hacia sus tirantes…
Pero me detuve.
-¿Por qué suspiras así?- pregunté, sonriendo enternecido.
•Es que tú… mis pechos…
Otro maravilloso beso más, suavemente en sus labios.
-¡Boba!... tus pechos de Hannah siempre serán mis pechos de Hannah…- repliqué, desnudando sus copas.
Sus pequeños pezones, del tamaño de monedas, estaban empinados y aun así, obstinadamente se concentraba en cubrirlos con sus brazos…
-¿Por qué me los ocultas? ¡Yo los sigo encontrando hermosos!
•Es que Dougie… es que tú…- trataba de justificarse, pero yo arremetía en su punto débil: besando y lamiendo el lóbulo de su oreja.
Y aparté sus manos, suavemente, como una flor abriéndose por primera vez al sol. Hannah seguía avergonzada y miraba mi lengua acariciar su intersticio.
Disfrutaba de la textura de su piel, de su aroma, una vez más…
Y fui bajando por su cintura…
•¡No!... ¡Nooo!... ¡Nooooo!...- exclamaba ella, con creciente preocupación, sabiendo lo que venía.
Pero sus manos permanecieron en mi cabeza…
•¡Uhhhh!... ¡No, por favor!... ¡No lo hagas!
Su falda rodó alrededor de sus muslos, mientras la música se seguía escuchando despacio y de tonos románticos…
•¡No, Marco!... ¡Detente!- protestaba descaradamente, sin soltar sus manos de mis orejas…
Ese aroma divino…
•¡No, por favor!... ¡No, por favor!... ¡Aghhh!... ¡Aghhh!
El sabor de sus calzoncitos, entremezclados con sus jugos…
•¡No!… Por favor… Marco… auugghhh… ¡Detente! - sus protestas menguaban conforme la última línea de defensa bajaba.
Y el placer intenso, que del interior de su cuerpo escapaba. Sus manos, hermosas, dándome las más gratas caricias, mientras mi lengua se involucraba en lo profundo de su ser…
•¡Por favor!… Marco… ¡No sigas!…- se seguía resistiendo, con quejidos cada vez más placenteros.
(Please… Marco… Just stop… don’t do it!)
Estaba más peludita. Se notaba la imbecilidad de Douglas…
Y entonces…
•¡No… pares!... ¡Sigue… así!... ¡Por favor… más!
(Don’t… stop! Keep… going! ... Please… more!)
Y sus maravillosos quejidos, que tanto tiempo extrañé, volvían a escucharse…
•¡Síii, Marco!... ¡Síiii, Marco!... ¡Sigue así!... ¡Sigue así!...
Lamía maravillado su entrepierna y deslizaba con gran descaro mi mano, entremedio de sus muslos.
Respondió con un enorme gemido y un grandioso orgasmo, al sentir mis dedos explorando su ano “inmaculado” por tanto tiempo.
Realmente, Douglas es un verdadero idiota por no conocer lo maravillosa que podía llegar a ser su esposa.
Le hice acabar un par de veces, hasta que su mirada se tornó cansina y libidinosa. Su colita también ya estaba motivada para recibirme.
Nos besamos una vez más y con desesperación, empezó a masajear mi hinchada hombría.
•¡Necesito verla!- demandó y esta vez, fue ella la que se puso de rodillas.
Hizo un gesto muy curioso, como de niña pequeña al tenerla frente su cara y me miró con sus preciosos ojos celestes, para luego tomar mi tronco y meterse coquetamente el glande sobre sus labios.
Su boca era maravillosa, sedienta. Se notaba lo mucho que me había extrañado…
Pero justo en el momento más agradable de la felación, su chaqueta empezó a vibrar, por su celular.
Me pidió unos segundos de silencio con la mano, sonriendo maliciosamente. Tal vez, era casualidad o a lo mejor, había acordado con él para que lo llamara justo en el momento preciso, para sazonar nuestra intimidad, como él también lo hacía mientras estábamos en la faena.
•¿Sí, amor?... Estoy en lo de Gertie… ¡Sí!... se encuentra bien... (exclamó en tono de alivio)… ¡No, mi amor! ¡Es solo un decir!... (Dijo mucho más tensa)… ¡No necesitas venir!... solo basta una buena mano que la vigile…- comentó, mirándome con malicia y acariciándome el tronco suavemente, para que no perdiese el entusiasmo.
El morbo podía más en mí y le pedí, punteándola, que me chupara.
Sus ojos se dilataron y sus mejillas enrojecieron, pero su boca y su lengua estaban tentándose…
Mientras escuchaba aburrida lo que su marido le hablaba, discretamente fue introduciéndose el glande en la boca…
Solo un poco. Luego, otro poco más…
•¿Que qué estoy comiendo?- preguntó tensa, mirándome a los ojos y relamiéndose sus labios pegajosos…
-¡Helado!- musité mis palabras.
•¡Un delicioso helado, amor!- respondió sonriente, para volver a resumir un poco más.- ¿Qué? ¿Por qué? ¡Yo no estoy resfriada!... y es mi favorito, con salsa de chocolate…
Empezó a sorberlo de una manera desequilibrada, que seguramente podía escucharse por el teléfono…
•¡Mhm!... ¡Es exquisito!... ¡Es un enorme helado, solo para mí!...- señalaba ella, muy contenta.- ¡Deberías verlo! ¡Es enorme!
Lamía con mucho agrado, de cabeza a base…
•¡Y la crema, amor, es maravillosa!... ¿Qué?... ¿He dicho salsa?- replicó ella, sorprendida en su mentira, pero sin dejar de probarlo.- Es que tiene ambas cosas… y un sabor exquisito, que no puedo parar de comerlo…
Siguió lamiendo con descaro, probablemente tan prendida como yo, mientras su marido le seguía hablando al teléfono…
•¡Sí, amor!... ¡Te entiendo! ¡No trabajes tanto! ¡Y lamento no acompañarte esta noche, pero Gertie me necesita!... ¡Sí, lo sé!... (Esbozó otra sonrisa maliciosa)… ¡Llámame a las 11!... ¡Seguro que estaré sola en la cama!... ¡Adiós!
Y colgó, para disfrutarme de una manera voraz. Siguió tragando con gran entusiasmo, hasta el punto de atragantarse con ella.
Masajeaba mis testículos con suavidad, besándolos de forma esporádica. Pero aunque no lo crean, no quería acabar en su boca…
Cuando se la retiré, Hannah hizo un gesto de molestia…
-Oye… ¿Todavía quieren tener un bebe?
Su rostro se tornó pálido, pero aun así, se apoyó en la cama, en posición de perrito…
•¡Estamos intentando!... no hemos tenido suerte…
-Pues… tendrás que tomarte algo…- le dije, introduciendo la punta sobre su ardiente grieta.- no quiero darte un hijo…
Ella dio un suave suspiro…
•¡Te entiendo!... Marisol y las pequeñas… debe ser difícil…- me respondía, a medida que me meneaba con mayor cadencia.
En mis adentros, sonreía pensando si supiese sobre mi jefa Sonia…
•¡Con Dougie… no lo podemos hacer así!- me contó, sumergida en éxtasis.- Él no llega…
Embestí con mayor entusiasmo, al sentir que mi ego desbordaba de satisfacción y orgullo… y ella, desbordaba de salvaje placer.
Para nosotros, no había posiciones prohibidas, ni lugares vetados.
Si Hannah es ahora una maravillosa ninfa sexual, los méritos son de mi exclusividad absoluta…
Conmigo, conoció el placer oral y anal. También, no lo hacíamos en el dormitorio solamente, sino que en la camioneta o en el baño y el morbo delicioso de hacerlo a escondidas de su perfecto esposo...
Le enseñé a masturbarse y a quererse. Le enseñé el gusto por dar mamadas y por tragarse corridas (algo que Douglas todavía sigue disfrutando). Que el sexo no necesariamente cuenta de límite de tiempo y que el orgasmo no solamente se alcanza a través de la vagina o empleando un pene…
A gozar tanto, como de ser una puta, cuando yo o ella quería, al igual que de ser princesa, de la misma manera…
Tal vez, la única salvedad en comparación con Marisol, era que nunca había participado en un trio sexual. Pero al recordar la manera que aceptó el acalorado beso de mi esposa, tras la última visita relámpago para su primer aniversario de matrimonio y con su mismo esposo, delante de ella, era algo que seguramente podría aguantarlo.
Empecé a clavársela más profundo y ella ronroneaba placentera…
•¡Mhm!... ¡Nunca… hicimos esto!... ¡Nunca…así!...
En realidad, no estaba seguro. Incluso, su estilo favorito es el “Doggy style” (que por supuesto, su marido desconoce) y si bien lo hacíamos, la ponía en 4 patas sobre la cama.
Pero en este caso, creo darle la razón, porque permanecía de pie y solo apoyaba los brazos, algo que en la cabaña hubiese sido un tanto difícil, por la falta de espacio.
El cansancio le hacía relajar las rodillas y ocasionalmente, agacharse, siguiendo la gravedad, lo que tornaba toda la experiencia más placentera.
Pero sin lugar a dudas, lo que más disfrutaba de ella, era que seguía siendo estrecha y que a pesar que la nueva posición restringía el pleno alcance de mi falo, aun así, alcanzaba a palpar su útero.
•¡Oh, no!... ¡Estás llegando!- exclamó, tan sorprendida como yo por el inesperado hallazgo.
Y es que si bien, de esa manera simplemente la tanteaba, era como un obsesivo juego de emboque para mí, donde no quería soltar mi carga hasta que lograse encajarla, lo que a ella le ocasionaba un inmenso placer, cada vez que intentaba, rozaba y fallaba y volvía a intentar.
Eventualmente, como a todo hombre (o tal vez, como los pocos afortunados en mi posición), me puse serio, afirmé fuertemente su cintura y la apuñalé con mi miembro, clavándolo con fuerza y hostigamiento.
Soltó un sonoro alarido y le ocasionó un potente y largo orgasmo, a medida que me drenaba finalmente en su interior…
-¡Oh, Hannah!... ¡Deberás tomarte algo!... ¡Deberás tomarte algo!- repetía yo, una y otra vez, mientras recuperaba la respiración, pensando que de una manera parecida, había embarazado a Sonia.
Ella, por su parte, permanecía lacia sobre la cama, con mi falo aun enterrado en su ser.
Luego de unos minutos, nos despegamos y volteó radiante, al ver que una vez más, no había disminuido.
•¿Quieres… más?- preguntó, entre jubilosa y agotada.
-Hannah… ha sido medio año que no te veo. ¡Por supuesto que quiero más!
Me acosté sobre ella y la besé con pasión. No tardé mucho tiempo en insertarla otra vez y empezar a menearme de esa manera.
Ella sabía que esa es mi pose favorita y también, a ella le encantaba. Puede ser simple y tan ordinaria como para cualquiera, pero que yo la ejecutase y que me replegara hasta los confines de su sexo, era algo que disfrutaba por montones.
Nos besábamos con hambre y con locura y apretujaba y succionaba sus estimulados pezones con posesión y lujuria.
Sus senos eran míos, porque yo los encontraba deliciosos y porque me recordaban a mi Marisol de antaño, por lo que tenía autoridad para morderlos, chuparlos y pellizcarlos a mi gusto y según el placer de Hannah.
Mis movimientos eran frenéticos y esa larga cabellera, que entremezclaba su propio aroma, con el aroma de la transpiración, del cansancio de la oficina y del tenue perfume, se me hacía una esencia tan antojadiza y entusiasta, que con mayor afán devoraba la mitad inferior de su oreja, sumergiéndola en cada vez, un mayor placer.
La tercera ronda nos sorprendió con ella arriba, en esa pose de vikinga/valquiria que dominaba todo a su alrededor. Se meneaba con gracia y sensualidad, acariciándose el cuello, como si el placer fuese demasiado intenso para poderlo tolerar.
Y en la cuarta, sin embargo, fue tal vez la más ruin, porque embestía sin descanso a través de su apretado agujerito trasero y ella, estimulándose descaradamente el clítoris y la vagina, mientras sorpresivamente, su celular volvía a vibrar y a encender y a apagar sus luces…
-¡Lo siento, Douglas!- le dije, riéndome al manifestar mis pensamientos.- ¡Tu esposa no puede contestar… porque tiene un enorme pene en su ano!
Por supuesto, ella también se rió y se excitó una vez más con los gigantescos cachos de su marido…
Y en la quinta, (porque sí, al igual que me da con Marisol a solas, con Hannah también tuve deseos de una quinta vuelta) fue más relajada, donde nuestros movimientos eran más que nada por disfrutar de la gula.
•Gertie es real, ¿sabes?- me contó, mientras ella se meneaba suavemente sobre mí.- Eli (el hermano mayor de Hannah) tiene instalado un GPS en mi automóvil y revisa constantemente mis pasos…
-¿Por qué?- pregunté, sorprendido.
Ella solo sonrió…
•Él y mi hermano Dan saben que ya no amo a Douglas y como te dije, si Douglas se va, puede hacerle daño a la empresa de Padre…- sentenció con tristeza.
-Pero, también podría monitorearlo a él, ¿No crees?- pregunté, tratando de subirle los ánimos.
Me dio una sonrisa más triste todavía…
•No tanto como quisiera…
Ahí comprendí que ella también sabía lo mismo que Marisol y yo descubrimos el verano pasado: Que Douglas le era infiel. Tal vez, no en la brutalidad que sabíamos nosotros, donde su propia cuñada era una de sus amantes. Pero no por eso, menos doloroso.
-¿Y todavía lo amas?- le pregunté, acariciándola tiernamente.
Su triste sonrisa se coronó con unas pocas lágrimas…
•¡No lo creo!- respondió, sorpresivamente, más alegre.- Tal vez, me gusta… pero si yo lo amara… (me miró profundamente, con esos hermosos ojos celestes) ¿Qué siento yo por ti?
Le conté a Marisol que también me puse a llorar y sorpresivamente, mi esposa también. En el fondo, amo a Hannah profundamente, porque me recordaba a Marisol de joven y verla así de atrapada y desvalida, me enternecía.
No era necesario que le explicase esa sensación desagradable de impotencia. Que me habría encantado estar también libre para ella y socorrerla. Pero mucho más allá del buen sexo, amo a mi esposa y no tengo ganas de dejarla.
El único consuelo que podía darle a Hannah eran solo miserables horas, para llenarla de felicidad…
Sin embargo, para Hannah, esta nueva actitud de engañar a su esposo le estaba gustando, porque no tardó mucho en sonreír, luego de nuestro prolongado y último orgasmo.
•Pero como te contaba, Eli revisa mi GPS, así que Gertie me sugirió que dejara mi auto en su casa y viniera a encontrarte, tomando un Uber… y ¡Aquí me ves!- señaló, con ese encanto tan maravilloso con el que compartíamos en la cabaña.
Nos besamos un poco más. Eran casi las 2 de la mañana y aunque no lo quisiéramos, los 2 teníamos que madrugar…
-Solo un detalle has olvidado en tu misión de agente secreto… - le comenté, jugando con su nariz.
•¿Cuál?
-Que debes cambiarte de ropa en tu casa…- sonreí, de forma traviesa.- Sino, por tu alegría de mañana y tus ropas, descubrirán en tu trabajo que estuviste en malos pasos…
Nos besamos otro poco más y aunque lo intentamos, los 2 estábamos demasiado agotados para hacer el amor una vez más, por lo que nos acurrucamos y dormimos por casi 4 horas.


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2 comentarios - 6 meses después… (II)

kramalo +1
muy bueno...!! Sigue..?
metalchono
¡Por supuesto! Aparte de la que acabo de publicar, estimo que quedan 2 partes más. ¡Muchas gracias por comentar!
pepeluchelopez
Fiuuu sin palabras. Gratamente recibidas las emociones