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Sin excusas

He tenido sexo con mi madre durante mucho tiempo, pero debo admitir que como en toda relación sexual todo no nos basta.
Puede que suene desviado y aberrante, pero cuando uno tiene sexo habitualmente con una mujer, aun siendo su propia madre, el deseo del sexo anal se convierte en una meta.
Le dije a mi madre lo que quería hacer y ella respondió con suavidad si me lo quieres hacer hazlo con ternura.
Abrió sus piernas como una uve y apoyo una almohada en sus caderas para que el culo quedara más a mi vista. Me dijo jamás pude ser penetrada por el dolor que me causaba la pija de tu padre, y tú la tienes más grande y gruesa. Por eso te repito, si me lo quieres hacer hazlo con la mayor ternura.
Escupí mi glande con la saliva espesa de la calentura y apoye la punta en la virola de su culo y cuando mi madre la sintió dejo que entrara suavemente en su ano. Cuando respingaba para atrás para avanzar un poco más hacia adentro mi madre acompaño la retirada permitiendo que entrara un poco más.
Estrecho, el culo se presentaba muy prieto para mi poronga enloquecida. Al volver hacia adelante la firmeza de las caderas de mi madre permitieron que el tronco entero de mi pija estuviera dentro de su ano.
Mientras con una mano se masturbaba el clítoris y con la otra se masajeaba una teta, yo iba y venía por su culo sin que ella dijera nada.
Cuando estaba por acabar vi en su rostro una mueca de dolor y su mano que se posaba sobre mi vientre como pidiendo que pare, pero ya era tarde, como una jauría de perros la leche corría a su interior desaforada.
Cuando sintió el chorro de leche entrando en su caverna su rostro cambio y se dio cuenta que al último sacudón mío le sacaba del orto el choto.
Respiro profundo y llevo las dos manos a separar sus nalgas para permitir que de orto cayere la leche con la que luego se empezó a esparcir por toda las tetas el vientre y la boca.
Mama, gozaba, yo recaí sobre su hombro y me quede dormido.

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