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Se viene un fin de semana largo y queremos huir de la ciudad. Alquilamos una cabaña en Entre Ríos, por cábala para pasarla bien y porque nos trae buenos recuerdos. Fuimos a unas termas poco conocidas pero que en las fotos se veían muy atractivas. Era un complejo nuevo, muy moderno y cómodo.
Un cordón de cabañas rodeaba el grupo de piscinas y nos ubicamos en una que miraba al Este. Lo pedí expresamente porque me gusta ver el sol de la mañana bien temprano.
Cuando terminamos de acomodar los bolsos salimos a dar un paseo a pie por el parque para relajarnos en este paraíso. Al cruzar la puerta observo que en la tienda aledaña hay un Mitsubishi Eclipse GST 1998 rojo, inmaculado. Si bien no soy un tuerca fanático, no levanto bandera por ninguna marca en especial, soy un gran admirador del arte automotriz. Quede embobado con ese auto. Me mataba la intriga por quién sería el dueño. Recorrimos un poco y al volver el auto ya no estaba.
Preparamos nuestros trajes de baño y nos inmiscuimos en las aguas calientes. El traje de Ludmila era muy señido a su cuerpo y dejaba notar el relieve de lo que intentaba tapar. Sus pezones como agujas resaltaban en su corpiño y la canaleta de su raja pedía relleno. Nos excitamos mucho en el agua y decidimos retornar a nuestros aposentos. Nuevamente estaba ese bólido japonés al lado de mi iluso auto nacional. Llegamos a nuestra puerta y una morocha de pelo ondulado sale a la vereda. Era Mariela, esposa de Adrián, los mismos vecinos que tuvimos en el último viaje a Entre Ríos.
L- ¡Mariela! Hola, como estas?
M- ¡Hola Ludmila! Como andan? Te ves hermosa! Y cambiaste de marido? Este se ve más lindo que el de la última vez! Ja ja ja!
F- Pero que linda coincidencia. Adrián está?
M- Si, ya te lo llamo.
Él sale y nos saludamos con mucha alegría.
F- Asique esta máquina es tuya?
A- Si, la estamos disfrutando lo más que podemos porque ya le queda poco con nosotros. Estamos pensando en buscar familia para el año próximo y no creo que me entre la sillita para un bebé atrás.
F- Está hermoso el bicho.
A- Si, es un maquinon.
F- Que les parece si cenamos juntos?
L- Si, sería genial!
M- Dale. Nosotros vamos un ratito al agua porque recién nos acomodamos y venimos a ayudarlos.
F- No se preocupen. Nosotros nos ocupamos y después arreglamos.
Salimos a comprar algo p la parrilla y para acompañar. Rozando las 22 ya estábamos disfrutando de una picada y luego se vendría el asado. Con Ludmila cruzabamos miradas para decidir si tocar el tema o no de la última vez que los encontramos teniendo sexo en el balcón. Ellos la pasaban tan bien y nos calentaron tanto que terminamos haciendo el amor en nuestra habitación.
La charla era muy amena y en la sobremesa mi señora decidió dar el primer paso.
L- Asique quieren ser padres para el año que viene. Y saben como se hacen los bebés?
M- Jajaja! Si, estuvimos investigando un poco. Pero todavía no abandoné las pastillas. Es para más adelante.
L- Saben que no es tan sencillo que prenda la semilla? Tanto la mujer como el hombre tienen que estar super excitados y en la fecha de ovulación. Pero realmente lo más importante es que la chica lo esté pasando bomba! Yo si no fuese por las píldoras quedaría embarazada a cada rato. Jajaja!
A- Sabemos que hay que buscar la fecha de la ovulación pero no que haya que ser tan efusivos.
Yo sabía por donde venía la mano...
F- Hay que ser muy respetuosos en este punto. No es un polvo y nada más. La mujer tiene que acabar mil veces y el hombre la tiene que llenar de semen, bien hasta el fondo, para que todas las balas estén disponibles para no errar el tiro. Sólo un espermatozoide prende y hay que asegurarse. Además la mujer después tiene que adoptar ciertas posturas para evitar que la lechona se le salga enseguida. Y hay que mantenerla caliente, asique el futuro papá tiene su buena cuota de trabajo también.
L- A ver, vengan para el living.
Ellos se ubicaron en el sillón grande de 3 cuerpos y con mi esposa nos ubicamos en los individuales enfrente.
L- A ver Adrián, cómo la calentas a tu señora? La besas, la acaricias, le hablas al oído, le decis cosas chanchas?
A- Si, le hago masajes para que se relaje, la beso.
L- Dale, andá haciendo.
Se acomodan mejor en el sillón y comienza su romanticismo.
M- Y ustedes nos van a mirar?
F- Al ser mayores que ustedes tenemos un poco más de experiencia y queremos asegurarnos de que lo hagan bien. En donde los veamos medios flojos los guiamos para que sepan como se hace.
Era una invitación a que hagamos nuestra parte o sino el pudor podría más y haría que se fueran. Ludmila se pasó a mi sillón y se sentó sobre mis piernas. Nos empezamos a besar como si nadie hubiera allí con nosotros. Nos removiamos los cabellos y apretabamos nuestros rostros. Yo baje una mano y le agarré una de sus tetas. Ella me quitó la mano inmediatamente.
L- No, hay que ayudarlos a ellos, cierto? Entonces vamos más lento.
La joven pareja nos miraba y ya no controlaban sus manos. Se recorrían entreros y friccionaban sus partes más sensibles. Tanta calentura empezó a hacer efecto y Adrián le sacó la blusa a su mujer. Ella hizo la propio con la remera del muchacho para igualar condiciones. A su vez, nosotros les copiamos para que sepan que los estábamos acompañando.
Los besos siguieron inundando el lugar y las respiraciones fuertes comenzaron a oírse. Mariela y Adrián se arrodillaron sobre el mullido mueble y se trenzaron en lucha contra sus ropas. Con furia se sacaron todo y quedaron completamente desnudos. Ni un sólo vello cubría sus cuerpos esculturales. Se saborearon enteros hasta que con cierta malicia frenaron.
M- Y? Los profes nos siguen?
Nosotros habíamos quedado relegados y nos pusimos a tono. Todos en nuestra máxima naturaleza y sin tapujos. Los hombres nos sentamos y ellas se ocuparon de nuestros miembros. Frente a frente nos regocijabamos y compartíamos el placer. No sólo de ver al otro disfrutando de una buena mamada de su respectiva esposa, sino apreciando los cuartos traseros que nos brindaban esas bellas mujeres. Mi compañero con la mano me invita a compartir el sillón y mi señora lo ve. Ella sonríe y me ubico a su lado. La cara de Mariela se expresa sorprendida. Parecía que se había olvidado que estábamos en el mismo ambiente. Sonríe y comienzan una competición de pistoneo con sus bocas. Que espectáculo más maravilloso teníamos delante. Era un placer elevado a la enésima potencia. Adrián estaba que se venía y Mariela no aflojaba en su trabajo. Ludmila que se dio cuenta, soltó mi pija y separó a su compañera de la suya.
L- Pará que lo vas a hacer acabar y esto recién empieza. Agarra la de mi marido que tenés para entretenerte un rato.
Era tal la calentura que teníamos que todos estuvimos de acuerdo en que era la mejor opción.
Nunca había imaginado intercambiar a mi mujer con otra pareja. Pero lo que estábamos viviendo se dio con tanta naturalidad que debía aprovecharse al 100%, era realmente único y hermoso. Verla a Ludmila comerse ese pedazo con tanta delicadeza, dando una maestría en sexo oral, con un pingo que inclusive era un poco más grande que el mío, me estaba volando la cabeza. Y cómo no tener en cuenta el bombonazo que tenía prendido de mi miembro, que se lo devoraba desaforadamente! Una mujer increíblemente bella que quería ganarse la aprobación de sus profesores interinos.
Cuando lo creyó conveniente mi amada indicó el pase a otra actividad. Ahora ellas estarían al mando y los machos con las rodillas en el piso nos debíamos ocupar de sus cavidades. Tal como veníamos en parejas quedamos, intercambiados. Ambas separaron sus piernas tanto como sus músculos le permitieron y nos dieron vía libre para comernos esos manjares.
Yo comencé mi labor con besos en los muslos y me fui acercando de a poco al platillo principal. Para cuando di el primer lenguetazo mi colega ya le colaba dos dedos a mi esposa y le succionaba el clítoris como un desquiciado. Yo me adentre a degustar ese boton mágico con mucho amor y dedicación.
Quería llevar a Mariela al orgasmo bien despacio para que lo disfrute como un viaje en una góndola de Valencia. Quería que acabara con dulzura como una princesa encantada.
Un gemido brusco de mi mujer acompaña un retorcijon de su cuerpo mientras con una mano sujeta de los pelos la cabeza de su amante alejándolo de su concha.
L- Afloja un poco con la rudeza que lo que necesitamos es placer con calma, no como unos locos. Así no funciona. Mira como hace Federico.
Infle mi pecho con orgullo y seguí atendiendo a mi morocha. Noté como me observaba mi par y retomó su labor. Los suspiros suaves le indicaban que ahora si iba por buen camino, usando sólo su lengua para llenar de placer la cavidad de mi esposa. Así estuvimos hasta que ambas mujeres, tomadas de la mano, acabaron en conjunto.
Con nuestras caras empapadas nos levantamos y nuestras reinas se dieron vuelta. Apoyaron sus rodillas sobre el asiento y sus manos sobre el respaldar del amplio sillón, dejando sus colas en lo alto. Tomamos sus caderas y arrancamos con la penetración en esas vaginas bien lubricadas. Llevabamos el compás al unísono como si lo hubiéramos ensayado previamente. Alguna que otra palmada impactaba en esos glúteos carnosos. La imagen de esas curvas ante nuestros ojos era un deleite sin igual pero a mi gusto la tetas de estas hermosas mujeres requerían mayor atención.
Me detuve, tomé la mano de mi compañera de ocasión y la lleve para la cama. Atrás nos siguieron Ludmila y Adrián unidos de la misma forma.
En medio de besos apasionados ubique desde un costado de la cama a Mariela boca arriba y la agarré de sus piernas. Nuestros compinches hicieron lo mismo desde el lado opuesto, por lo que ambas mujeres quedaron con sus cabezas una al lado de la otra. Apuntamos nuestras herramientas al portal que nos ofrecían y retomamos la actividad. Tener esos pechos bacilantes enfrente me llevó la calentura a tope. Comencé a masajearselos y ella aprisionaba mis manos con las suyas para que no se los suelte.
Ya habíamos retenido lo suficiente nuestro nectar en nuestros huevos y era hora de dejarlo salir. El ritmo de las embestidas aumentó de sendos lados hasta el punto en que los dos machos alfa penetramos hasta lo más profundo y allí expulsamos todo lo que teníamos para este par de bellezas.
Exaustos nos retiramos y nos dejamos caer a un costado. Ludmila le explicaba a su instruida que debia sujetarse las piernas hacia arriba y aguardar así unos minutos. Este era el momento en que nosotros las debiamos mantener calientes pero en serenidad. Acariciabamos sus cabellos, las besabamos por doquier con pequeños piquitos y les decíamos cosas lindas. Pasados unos minutos nos reincorporamos, ellas fueron a limpiarse al baño primero, los muchachos las seguimos y volvimos a vestirnos. Nuestros vecinos se fueron para su cabaña y nosotros tras un merecido descanso en la ducha nos fuimos a dormir.
Continuará...
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1 comentarios - Apasionante reencuentro (VII)