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Detrás de la lente (parte 1)

Las tardes de verano en la casa de mi amiga Natalia eran fabulosas. El parque, la piscina, todas las comodidades. Realmente era como estar de vacaciones.
Mi nombre es Laura. Tengo 35 años, la misma edad que Natalia, con la diferencia de que yo estoy separada hace tiempo y ella en cambio sigue felizmente casada.
Su esposo es un hombre que le lleva 15 años. Delgado, 1,65 , realmente nunca entendí como había conseguido conquistar a Natalia. Natalia con su metro sesenta no era alta pero la armonía de su cuerpo era especial. Morena, piernas torneadas por la práctica del baile desde pequeña, un trasero respingón, y un par de senos pequeños pero firmes, con unos pezones grandes que llamaban la atención. Todo esto lo digo de verla en los vestuarios que compartimos a través del tiempo y que fueron muchos, tengan en cuenta que somos compañeras desde la secundaria.
Yo, en cambio soy rubia, 1,70, tengo buen cuerpo pero algunos kilitos de mas que realmente no me acomplejan para nada.
La cuota alimentaria que me pasa mi ex, me alcanza para vivir mas que bien. Tengo mi departamento en el centro, mi auto, y tiempo para dedicarme a mi hobby preferido que es el video. Me encanta filmar escenas de la naturaleza, de la vida cotidiana, a desconocidos y en esto se me va el tiempo que tengo libre entre viajes y tareas. Natalia, en cambio, pasa mas tiempo en su casa, sola la mayoría de las veces, porque su esposo es un adicto al trabajo. Tiene una empresa de nuevas tecnologías y vive sentado en su PC cuando está en casa, y si no en su oficina. Se va a la mañana temprano y vuelve a la noche. Los fines de semana se queda en casa y sigue trabajando allí.
Fue una de esas tardes que estábamos tomando sol al costado de la piscina, donde Natalia, bastante cansada me comentó que estaba harta de la manía de su marido por el trabajo.
- Bueno Natalia, pero gracias a eso vives de primera, dije conciliadora.
- esto no es vivir. Nunca tiene un minuto para mí. Te diré entre nosotras. Hace meses que no tenemos sexo y las últimas veces fueron lamentables porque Richard ( que así se llama su esposo) tiene ya problemas de erección seguramente debido al stress. La verdad que nunca fue un semental pero ahora no encuentro mas ningún desahogo con él, dijo muy seria.
En la punta del parque, allá lejos se veía al jardinero que estaba arreglando unas matas que separaban los lotes. Era un hombre moreno, de no menos de 50 años, con la piel curtida por el trabajo al aire libre. Nunca antes lo había visto.
- ¿ Quién es ese? Le pregunté a Natalia. Ella se levantó un segundo para mirar y volvió a recostarse en la reposera.
- Eneas, el nuevo jardinero que contrató mi marido. Es un hombre muy tranquilo y callado. El problema es que junto con él viene su hijo que se encarga de la piscina. Es un joven bastante insolente y con facha de pandillero. Ya le dije a Richard que no me gustaba nada, pero el como conoce al padre me dice que son buena gente. En fin, que puedo hacerle.
En ese momento se oyó el chirrido de los goznes de la puerta lateral del parque, y por ella entró un joven alto con un físico seguramente de gimnasio y con una sonrisa sobradora se acercó hasta nosotras.
- Buenas tardes Sras.,dijo como si nos hiciera un favor.
Natalia levantó la cabeza.
- Ah, David, como estás, dijo volviendo a recostarse.
- Quisiera saber a que hora estará libre la piscina para poder hacer el mantenimiento semanal.
- En un rato iremos con mi amiga a tomar algo y te dejamos trabajar .
- Bueno, iré a ayudar a mi padre mientras tanto. Hasta luego y tengan cuidado con el sol, dijo sin dejar de sonreir arteramente.
Natalia nada dijo.
Luego de un rato, me pidió que fuéramos a tomar algo así dejábamos trabajar al mozalbete y se iba y nos dejaba tranquilos. Evidentemente su presencia no le causaba ninguna gracia.
Nos levantamos y nos fuimos hacia la casa. En mi espalda sentí la mirada lasciva del muchacho. Cuando entramos, Natalia cerró con la traba.
- Por que cierras? Pregunté extrañada.
- Es que a este delincuente no le tengo ninguna confianza.
Por la ventana podíamos ver como trabajaba en la piscina. Al rato se quitó su remera pues hacía mucho calor y quedó a la vista un cuerpo trabajado y brilloso por la transpiración.
- Tu dirás lo que quieras, pero la verdad que no está nada mal, dije, sonriendo.
- Si te gustan los pandilleros, dijo Natalia mientras tomaba su jugo, pero cuéntame en que andas.
- Pues estoy esperando una nueva cámara de video de alta definición y visión nocturna que es la gloria. Podré conseguir imágenes mucho mejores.
- Me alegro que te diviertas con eso. Yo, la verdad, que no le encuentro la gracia.
- Tu nunca le encuentras la gracia a nada. Ya verás cuando te enseñe como funciona, dije sonriendo

La semana siguiente era el aniversario de casada de Natalia, e iba a hacer una reunión en su casa. Unos días antes recibí mi cámara y pensé entonces en jugarle una broma esa noche cuando fuera a su casa.
Por la tarde temprano cargué mi equipo, al cual le había adosado un micrófono de distancia y al llegar a su casa entré por un terreno baldío que había al lado y me acomodé entre las plantas que servían de linderas entre ambas propiedades, además del tejido existente, y ubicando mi cámara me dispuse a filmar y grabar todo lo que ella hiciera, para luego a la noche obsequiarle la película como regalo de aniversario.
Richard estaba acostado en la reposera, casi dormido. Grabé todo el entorno, acerqué la imagen del hombre, la alejé, y en ese momento Natalia salió de la casa con una botella de champan y dos vasos. Traía puesta una de sus habituales bikinis que solo su cuerpo permitía usar.
Se sentó al lado de su marido, y de pronto comenzó a acariciarlo suavemente en el pecho, para luego bajar su mano hasta llegar a su entrepierna. Richard comenzó a suspirar.
- Que bueno, sigue, sigue, dijo entre dientes.
Y Natalia siguió, hasta terminar por desenfundar la verga todavía floja de su marido. Por un minuto pensé dejar de filmar escenas tan íntimas, pero luego pensé que a Natalia le encantaría tenerla de recuerdo.
Comenzó a masturbarlo y consiguió que se endureciera un poco. La verdad que no era nada del otro mundo . La mano de Natalia rodeaba todo el tronco y sobresalía apenas su cabeza. Calculando el tamaño de la mano de mi amiga, podía concluir con muy poco error que esa verga no medía mas de 12 cms.
Mi amiga se veía totalmente fuera de sí. Era cierto que la abstinencia la tenía trastornada. Se la veía excitada. Por fin se metió la verga de su esposo en la boca y Richard comenzó a gemir de placer. Richard metió una de sus manos entre sus piernas.
- Eso perra, eso. Que bien la chupas, sigue, sigue, decía entre gemido y gemido.
No pasó ni un minuto cuando sonó el celular de Richard.
Mientras Natalia seguía con la fellatio, el atendió.
- Hola, y ese hola fue suficiente para que Natalia dejara su tarea y mostrara una cara de decepción digna de un cuadro.
- Si, entiendo. Bueno, voy para allá. Y colgó.
- ¿ Cómo que vas para allá? ¿ Después de meses sin sexo y vas a dejarme así? Dijo Natalia enojada.
- Disculpa querida, pero un virus ha entrado en nuestros programas y nuestros clientes estan entrando en pánico.
- Yo estoy en pánico. Necesito sexo, mi amor. Deja al virus tranquilo, dijo tratando de volver a masturbarlo, pero Richard rápidamente se levantó y se acomodó la ropa.
- Querida, no tardaré ni una hora. Voy a la oficina y regreso y seguimos. No te olvides que hoy es nuestro aniversario. Quiero que quedes satisfecha como nunca, le dijo mientras se alejaba hacia la casa.
Me dio pena mi amiga. Se sentó en la reposera, y se sirvió una copa de bebida que bebió de un sorbo. A esta siguió otra y con la tercera se escuchó el auto de Richard que salía del garaje. Siguió allí sola y en cuestión de minutos, la botella se había terminado. Natalia estaba claramente mareada, y se recostó boca abajo en la reposera, quedando inconsciente por la borrachera, ya que ella casi nunca tomaba alcohol.
La última toma que hice la mostraba desparramada boca abajo en la reposera con sus piernas separadas, y con la tanga de la bikini corrida por el magreo de su esposo. Se veía perfectamente su sexo prolijamente depilado. Ya iba a retirarme cuando su gesto me indicó que estaba soñando, y en sueños comenzó a acariciarse. Un acercamiento permitía ver que su sexo estaba totalmente empapado, brillante por sus líquidos.
Un ruido conocido me sobresaltó. Alguien había abierto la puerta lateral del parque. Pensé que era Richard que volvía mas rápido que lo previsto y esperé lo que ocurriera. Ahora si la cosa se pondría interesante. Nunca me imaginé que tanto.
Busqué con mi cámara a Richard y sorpresivamente me topé con el jardinero y su hijo, que seguramente los habían hecho venir hoy especialmente para dejar todo en orden para la reunión de la noche.
Los dos venían en silencio sin prestar atención al entorno. Seguramente muchas veces habían visto a Natalia tomando sol, ya que le encantaba hacerlo, pero esta vez era diferente.

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