Casada con dos hijitas, severa consigo y con los demás, apegada a las normas morales y de conducta, se tomó su tiempo, pero se acostó conmigo. Eso sí, sólo una vez, …. Supuestamente.
Mabel, a tenia 32 años cuando ingresó en la empresa, cabello largo castaño, rostro agradable con nariz respingona, ojos color miel, labios carnosos, tetas firmes tirando a grandes, cuerpo armonioso, culo pimpante y dos soberbias piernas.
Ni bien, comencé a tratarla me atrajo estéticamente y me agradó su manera de ser, muy tranquila, pausada al abordar distintos temas laborales, generales y, frecuentemente, refiriéndose a su familia.
Los dos dependíamos de la misma gerencia de tecnología pero nos desempeñabamos en distintos sectores hasta que, transcurrido un tiempo desde su ingreso, recibí el encargo de desarrollar una compleja aplicación especial para las gerencias comercial y administrativa. Me asignaron a Mabel para participar de la tarea dado que, además de formación profesional adecuada, ella tenía conocimiento de los requerimientos y fluido contacto con ambas gerencias.
Durante algunos meses compartimos, diariamente, varias horas, la mayoría a solas, en mi oficina o en la suya.
El proyecto fue avanzando y mis ilusiones con ella creciendo. Comencé a aprovechar toda pausa en las tareas para alagarla e insinuarme.
No obtuve más que agradecimientos a mis manifestaciones de aprecio o de admiración y la convicción de que ella sentía satisfacción, placer o agrado por mis intentos o pretensiones. Ningún indicio de que acabaría de ceder, claudicar a la tentación.
Terminada la aplicación la gerencia programó una reunión para la presentación de la misma.
Ese día Mabel se produjo con esmero y estaba más linda que nunca. Se lo dije con énfasis sin llegar a ser agresivo.
La acogida, del producto que presentamos, fue muy superior a nuestras expectativas. Hasta hubo un aplauso (insólito) y muchas palabras y gestos de aprobación.
De regreso a mi oficina, eufóricos los dos, nos abrazamos dando saltitos y …… con “premeditación y alevosía” aproveché para darle un beso, fugaz, en la boca.
Mabel se hizo para atrás, y con expresión de reproche murmuró que no lo hiciera más, que no estaba bien.
Percibí que, si bien me había mezquinado la boca, no le había desagradado el beso, repliqué que lo había hecho por dos motivos: por nuestro éxito y porque lo deseaba desde mucho tiempo.
-¿A vos te agradó o no?- le pregunté mirándola en los ojos.
Optó por irse sin contestarme. Deduje que la respuesta era sí.
En los días siguientes ella me trataba algo alejada o distante por lo ocurrido. Yo me mantuve sin hablar del tema, un par de semanas hasta que un día estábamos analizando una modificación solicitada para la aplicación. Ella me explicaba, yo sólo la miraba, cuando se dio cuenta me dijo que no le estaba prestando atención y le respondí que no.
-¡Trabajemos, Juan!!-
-No puedo-
Cerró los ojos como buscando la palabra o reproche adecuado para lo que veía venir. Le puse una mano en la nuca para evitar que me rehúya y la bese con todas las gana y necesidad de comer sus labios. Ella si bien hizo ademán resistirse no se empeñó a fondo.
-Ahora sí, puedo trabajar tranquilo-
Se sonrió y me dijo que era un tarado y fingimos seguir trabajando.
La simulación sobrevivió no más de cinco minutos. La levanté de la silla la abracé fuerte y volví a besarla. Imposible que no sintiera mi descomunal erección en su pelvis. Esta vez entreabrió los labios humedeciendo el beso.
Nos besamos varios minutos hasta que ella pareció tomar conciencia de lo que estaba ocurriendo, forcejeó para soltarse, recogió sus cosas y se fue diciendo que era una barbaridad lo que estábamos haciendo.
Difícil de explicar lo que sentí. Había abrazado y besando una hermosa mujer, deseable pero seria, que tenía marido y una familia a los que quería mucho y ella había correspondido el agasajo.
Durante la siguiente semana evitó estar a solas conmigo. Venía a mi oficina acompañada por alguien de administración o comercial (parte interesada del tema a tratar) y se retiraba con él/ella.
Hasta que un día la reunión multisectorial terminó casi sobre la hora de salida – 18:00 hs- y la “tercera persona en discordia” se retiró abruptamente alegando no sé qué urgencia. Mabel amagó salir pero yo la tomé de un brazo y cerré la puerta de la oficina.
-¿Tanto te molestó mi demostración de cariño del otro día?-
Sus ojos pasaban de fijos en los míos al piso de ahí de nuevo a los míos:
-No me molestó,…..,pero no está bien, …., pésimo por mi familia y la tuya, no debe volver a suceder-
No sé qué iba a agregar, la abrace, luego de un forcejeo más simbólico que de rechazo, nos besamos como si fuera un reencuentro después de varios meses y sentí que me besaba apasionada entonces metí la mano por debajo de su remera, me la sacó, sin decir nada la volví a meter, ella siguió diciendo “noooo” pero me dejó llegar a sus tetas y que se las manoseara, sobre el corpiño, al principio, debajo del mismo después.
Siempre debajo de la remera, ahora ambas manos, pasaron a su espalda y, mientras seguíamos boca a boca, bajaron a su cola arrastrando hacia abajo su pantalón y apretando contra mi miembro erguido su pelvis y concha.
Mucho más no podíamos progresar ahí porque si bien no quedaba nadie podía entrar el personal de limpieza y no era posible trasladar la acción a otro lado: ninguno de los dos tenía “armada” una excusa para dilatar el regreso a casa.
Nos separamos y ella se fue refunfuñando una especie de reproche para mí. Necesitaba no sentir culpabilidad por lo que hacíamos, me la trasladaba a mí.
Consciente de que era muy difícil inducirla a una “travesura” después de hora – la única chance era durante el horario de oficina-, transcurridos un par de días, después de mucho insistir, accedió almorzar conmigo a solas.
Con más deseo que certeza dejé dicho que regresaría a la oficina más tarde para un trámite y bajé a la cochera del edificio para sacar el auto e ir a la esquina convenida para que suba Mabel (no queríamos que nos vieran salir juntos por obvias razones)
Ni bien ubicada en la butaca derecha solo alcanzó a decir “hola” antes que le sellase la boca con el primer beso y mi mano izquierda le diera las caricias de bienvenida a sus tetas y piernas.
-¡ Peroooo ….queee hacessss Juannn!!! –
Se acomodó el cabello, la falda y se abrochó en cinturón de seguridad (buen síntoma: no pensaba bajarse)
-¡Vine para almorzar ….. comportate! – agregó con expresión – nada convincente – de reproche.
Anduvimos unas cuadras. Quiso saber dónde íbamos:
-¿A qué restaurante vamos, Juan?-
- Al NH Florida, San Martín casi Córdoba. –
-¿Por qué tal lejos de la Empresa? –
Arrimé al cordón de la vereda y paré el auto:
-Mabel, necesitamos desahogarnos de la atracción intensa que sentimos. –
-Pero ….¿que estas diciendo?-
-Digo que …siento un deseo vehemente por vos …. y vos no podés negar que te excitas conmigo …-
No lo negó ni apeló a que eso era “pésimo por mi familia y la tuya” ni al “ no debe volver a suceder”, etc. …
-¿Qué tiene eso que ver con el restaurante?-
-Que a 50 metros está hotel transitorio Horizonte, que no tengo ganas de almorzar, que tengo apetito por vos, que ….. vamos a estacionar el auto en el garaje del hotel -
Se quedó muda mirándome, como buscando las palabras para oponerse, pero su expresión era más de perplejidad que de rechazo.
-Juan …. nunca le fui infiel a Luis ….. nunca estuve en un hotel alojamiento …–
Me dijo que estaba loco, que no quería y que volviese a la empresa. Le respondí volviendo a besarla, breve pero intensamente (estábamos en la vía pública)
-Tranquila …. va a quedar entre nosotros dos, nadie lo va a saber –
Después de unos largos segundos, predominó su excitación venérea
-Va a ser la única vez … prométeme que no vas a seguir insistiendo –
Arranqué el motor del auto.
-Lo prometo-
Cinco minutos después estacionamos y fuimos a la recepción. El turno era de 2 horas. Pagué la tarifa y subimos al ascensor, abrazados.
-Juan … tenemos que volver a la oficina en media hora –
-Llamás por teléfono y les avisas que te surgió un imprevisto y vas a demorar -
Cuando entramos a la habitación la abrace sin darle tiempo a que dijera nada y nos besamos varios minutos. Se relajó un poco, metí mano por debajo de su camisa, esta vez no dijo nada, le saque el corpiño y quedo sólo con la camisa de la cintura para arriba.
Ahí pidió que la dejase hablar por teléfono. Se comunicó y alegó un problema con su hija Martina y que tardaría un par de horas en resolverlo.
La apoye contra la pared, abrí los botones de la camisa, le manosee las tetas y a apretarla para que sintiera la verga en su concha.
Me separé un poco, tenía los pezones rosados, grandes y bien parados y duros. Los besé y apreté entre el pulgar y el índice de mi mano izquierda. La derecha, levantada la pollera, acariciaba la tela humedecida que cubría la concha.
La llevé al borde de la cama y le bajé la pollera a los tobillos. Quedaron a la vista las dos piezas restantes del conjunto Animal Print sexy erótico(corpiño, portaligas y bombachita). Luego de un enérgico manoseo de sus glúteos, la acosté boca arriba, terminé de quitarle la pollera y di cuenta de los zapatos, portaligas y medias.
-No me desnudes, Juan, por favor – murmuró
-¿Preferis que sigamos por teléfono?-
- No me avergüences ….-
Me saque la ropa la ropa exterior, quedé en slip, me ubiqué sobre ella y comencé a besarle el cuello, las tetas y a darle mordisquitos en los pezones. Se volvía loca de placer y soltaba algunos gritos pero en tono bajo.
Bajé a la bombachita, se la fui retirando – no volvió a pedir que no la desvista - apenas le toque la concha emitió un gemido de placer. Estaba muy excitada, mojada como nunca me había pasado con otra mujer.
Tenía vello pero se veía depilada con prolijidad, los grandes labios abiertos. Completé la operación “fuera bombacha”, me ubiqué entre sus piernas abiertas y comencé a chupársela a meterle lengua y dedos en la concha. Respondió con suspiros, gemidos, contorsiones y toda manifestación vehemente de goce. Me acosté a su lado y mientras le chupaba las tetas le llevé la mano derecha sobre mi pija, cerró los ojos y la manoseó y comenzó a hacerle cariños y pasar la mano por todos lados incluso los huevos, como si fuera la primera pija que tocaba en su vida, como si hubiese estado esperando eso por años.
De pronto se incorporó, corrió el slip hacia abajo y, ni bien mi verga tiesa saltó apuntando al cielorraso, la agarró fuerte. Por un momento supuse que iba a chuparla pero no lo hizo, se volvió a acostar sin soltar la presa. O “le dio pudor o no acostumbra a hacerlo”, pensé.
-¿Qué tal lo que tenes entre mano? ¿Te gusta?- le murmuré después de un mordisco en el lóbulo de la oreja.
-¡Siii, …. Muchooo!!- suspiró.
Mientras ella me tocaba le metía y sacaba dedos en la concha y la besaba.
-Señora, cuando lo suelte, va en lugar de los dedos – le soplé al oído.
Abrió la mano al instante. Fue como si dijese “ponémela ya”
Me subí y mirándola fijo le pedí que no se le ocurriera cerrar los ojos en ningún momento.
La cara de placer que puso, mordiéndose el labio inferior, mientras le fui entrando, era impagable.
Hice una breve pausa cuando llegué a fondo, luego pegué los labios a los suyos y comenzamos a coger despacio. Ella gemía y acompañaba con alucinantes movimientos de pelvis el entra y sale:
-¿Está bien señora?-
-¡Muy bien …. Mejor que lo que imaginé! –
- …. ¡Como te siento! – agregó al rato.
Recordé que estaba cogiéndola sin preservativo – por la calentura ni le pregunté- antes de empezar.
-¿Te cuidás, muñeca? –
-¡Siiiii … no hay riesgos –
Seguí cogiéndola ahora más rápido, ardiente, lleno de pasión e impetuosamente. Los gemidos y monosílabos se volvieron grititos, exclamaciones sonoras, luego gritos de placer mientras empinaba su pelvis como procurando una penetración más profunda.
Transcurridos varios minutos de extraordinarios regocijos, disfrutamos culminaciones apoteósicas, declamadas a viva voz.
Seguimos abrazados y superpuestos, manifestando el aprecio, la admiración por las cualidades o méritos amatorios del otro.
Luego lado a lado, compartiendo almohada, conversamos.
Había tiempo para una segunda vuelta. Mabel, se negó. Al ver sus ojos brillosos comprendí que estaba “procesando” su infidelidad y preferí no insistir.
Después de higienizarnos y recordarme que esa había sido la única vez y que yo prometí no volver a proponerlo, salimos, de los hotel juntos.
Esperé que tomara un taxis y fui a buscar mi auto estacionado. Le di media hora de ventaja, como mínimo, para volver a la empresa, para no dar lugar a especulaciones.
Seguimos viéndonos en la oficina y solo me permití indagar como se sentía después de nuestro encuentro. Admitió que le había gustado, que le encantaba haberse sentido deseada y que no lo iba a olvidar nunca, pero enfatizó que no quería repetirlo.
Transcurrieron varios, demasiados para mi gusto, meses antes que yo faltara a mi palabra y Mabel tuviese una “recaída” conmigo.
Mabel, a tenia 32 años cuando ingresó en la empresa, cabello largo castaño, rostro agradable con nariz respingona, ojos color miel, labios carnosos, tetas firmes tirando a grandes, cuerpo armonioso, culo pimpante y dos soberbias piernas.
Ni bien, comencé a tratarla me atrajo estéticamente y me agradó su manera de ser, muy tranquila, pausada al abordar distintos temas laborales, generales y, frecuentemente, refiriéndose a su familia.
Los dos dependíamos de la misma gerencia de tecnología pero nos desempeñabamos en distintos sectores hasta que, transcurrido un tiempo desde su ingreso, recibí el encargo de desarrollar una compleja aplicación especial para las gerencias comercial y administrativa. Me asignaron a Mabel para participar de la tarea dado que, además de formación profesional adecuada, ella tenía conocimiento de los requerimientos y fluido contacto con ambas gerencias.
Durante algunos meses compartimos, diariamente, varias horas, la mayoría a solas, en mi oficina o en la suya.
El proyecto fue avanzando y mis ilusiones con ella creciendo. Comencé a aprovechar toda pausa en las tareas para alagarla e insinuarme.
No obtuve más que agradecimientos a mis manifestaciones de aprecio o de admiración y la convicción de que ella sentía satisfacción, placer o agrado por mis intentos o pretensiones. Ningún indicio de que acabaría de ceder, claudicar a la tentación.
Terminada la aplicación la gerencia programó una reunión para la presentación de la misma.
Ese día Mabel se produjo con esmero y estaba más linda que nunca. Se lo dije con énfasis sin llegar a ser agresivo.
La acogida, del producto que presentamos, fue muy superior a nuestras expectativas. Hasta hubo un aplauso (insólito) y muchas palabras y gestos de aprobación.
De regreso a mi oficina, eufóricos los dos, nos abrazamos dando saltitos y …… con “premeditación y alevosía” aproveché para darle un beso, fugaz, en la boca.
Mabel se hizo para atrás, y con expresión de reproche murmuró que no lo hiciera más, que no estaba bien.
Percibí que, si bien me había mezquinado la boca, no le había desagradado el beso, repliqué que lo había hecho por dos motivos: por nuestro éxito y porque lo deseaba desde mucho tiempo.
-¿A vos te agradó o no?- le pregunté mirándola en los ojos.
Optó por irse sin contestarme. Deduje que la respuesta era sí.
En los días siguientes ella me trataba algo alejada o distante por lo ocurrido. Yo me mantuve sin hablar del tema, un par de semanas hasta que un día estábamos analizando una modificación solicitada para la aplicación. Ella me explicaba, yo sólo la miraba, cuando se dio cuenta me dijo que no le estaba prestando atención y le respondí que no.
-¡Trabajemos, Juan!!-
-No puedo-
Cerró los ojos como buscando la palabra o reproche adecuado para lo que veía venir. Le puse una mano en la nuca para evitar que me rehúya y la bese con todas las gana y necesidad de comer sus labios. Ella si bien hizo ademán resistirse no se empeñó a fondo.
-Ahora sí, puedo trabajar tranquilo-
Se sonrió y me dijo que era un tarado y fingimos seguir trabajando.
La simulación sobrevivió no más de cinco minutos. La levanté de la silla la abracé fuerte y volví a besarla. Imposible que no sintiera mi descomunal erección en su pelvis. Esta vez entreabrió los labios humedeciendo el beso.
Nos besamos varios minutos hasta que ella pareció tomar conciencia de lo que estaba ocurriendo, forcejeó para soltarse, recogió sus cosas y se fue diciendo que era una barbaridad lo que estábamos haciendo.
Difícil de explicar lo que sentí. Había abrazado y besando una hermosa mujer, deseable pero seria, que tenía marido y una familia a los que quería mucho y ella había correspondido el agasajo.
Durante la siguiente semana evitó estar a solas conmigo. Venía a mi oficina acompañada por alguien de administración o comercial (parte interesada del tema a tratar) y se retiraba con él/ella.
Hasta que un día la reunión multisectorial terminó casi sobre la hora de salida – 18:00 hs- y la “tercera persona en discordia” se retiró abruptamente alegando no sé qué urgencia. Mabel amagó salir pero yo la tomé de un brazo y cerré la puerta de la oficina.
-¿Tanto te molestó mi demostración de cariño del otro día?-
Sus ojos pasaban de fijos en los míos al piso de ahí de nuevo a los míos:
-No me molestó,…..,pero no está bien, …., pésimo por mi familia y la tuya, no debe volver a suceder-
No sé qué iba a agregar, la abrace, luego de un forcejeo más simbólico que de rechazo, nos besamos como si fuera un reencuentro después de varios meses y sentí que me besaba apasionada entonces metí la mano por debajo de su remera, me la sacó, sin decir nada la volví a meter, ella siguió diciendo “noooo” pero me dejó llegar a sus tetas y que se las manoseara, sobre el corpiño, al principio, debajo del mismo después.
Siempre debajo de la remera, ahora ambas manos, pasaron a su espalda y, mientras seguíamos boca a boca, bajaron a su cola arrastrando hacia abajo su pantalón y apretando contra mi miembro erguido su pelvis y concha.
Mucho más no podíamos progresar ahí porque si bien no quedaba nadie podía entrar el personal de limpieza y no era posible trasladar la acción a otro lado: ninguno de los dos tenía “armada” una excusa para dilatar el regreso a casa.
Nos separamos y ella se fue refunfuñando una especie de reproche para mí. Necesitaba no sentir culpabilidad por lo que hacíamos, me la trasladaba a mí.
Consciente de que era muy difícil inducirla a una “travesura” después de hora – la única chance era durante el horario de oficina-, transcurridos un par de días, después de mucho insistir, accedió almorzar conmigo a solas.
Con más deseo que certeza dejé dicho que regresaría a la oficina más tarde para un trámite y bajé a la cochera del edificio para sacar el auto e ir a la esquina convenida para que suba Mabel (no queríamos que nos vieran salir juntos por obvias razones)
Ni bien ubicada en la butaca derecha solo alcanzó a decir “hola” antes que le sellase la boca con el primer beso y mi mano izquierda le diera las caricias de bienvenida a sus tetas y piernas.
-¡ Peroooo ….queee hacessss Juannn!!! –
Se acomodó el cabello, la falda y se abrochó en cinturón de seguridad (buen síntoma: no pensaba bajarse)
-¡Vine para almorzar ….. comportate! – agregó con expresión – nada convincente – de reproche.
Anduvimos unas cuadras. Quiso saber dónde íbamos:
-¿A qué restaurante vamos, Juan?-
- Al NH Florida, San Martín casi Córdoba. –
-¿Por qué tal lejos de la Empresa? –
Arrimé al cordón de la vereda y paré el auto:
-Mabel, necesitamos desahogarnos de la atracción intensa que sentimos. –
-Pero ….¿que estas diciendo?-
-Digo que …siento un deseo vehemente por vos …. y vos no podés negar que te excitas conmigo …-
No lo negó ni apeló a que eso era “pésimo por mi familia y la tuya” ni al “ no debe volver a suceder”, etc. …
-¿Qué tiene eso que ver con el restaurante?-
-Que a 50 metros está hotel transitorio Horizonte, que no tengo ganas de almorzar, que tengo apetito por vos, que ….. vamos a estacionar el auto en el garaje del hotel -
Se quedó muda mirándome, como buscando las palabras para oponerse, pero su expresión era más de perplejidad que de rechazo.
-Juan …. nunca le fui infiel a Luis ….. nunca estuve en un hotel alojamiento …–
Me dijo que estaba loco, que no quería y que volviese a la empresa. Le respondí volviendo a besarla, breve pero intensamente (estábamos en la vía pública)
-Tranquila …. va a quedar entre nosotros dos, nadie lo va a saber –
Después de unos largos segundos, predominó su excitación venérea
-Va a ser la única vez … prométeme que no vas a seguir insistiendo –
Arranqué el motor del auto.
-Lo prometo-
Cinco minutos después estacionamos y fuimos a la recepción. El turno era de 2 horas. Pagué la tarifa y subimos al ascensor, abrazados.
-Juan … tenemos que volver a la oficina en media hora –
-Llamás por teléfono y les avisas que te surgió un imprevisto y vas a demorar -
Cuando entramos a la habitación la abrace sin darle tiempo a que dijera nada y nos besamos varios minutos. Se relajó un poco, metí mano por debajo de su camisa, esta vez no dijo nada, le saque el corpiño y quedo sólo con la camisa de la cintura para arriba.
Ahí pidió que la dejase hablar por teléfono. Se comunicó y alegó un problema con su hija Martina y que tardaría un par de horas en resolverlo.
La apoye contra la pared, abrí los botones de la camisa, le manosee las tetas y a apretarla para que sintiera la verga en su concha.
Me separé un poco, tenía los pezones rosados, grandes y bien parados y duros. Los besé y apreté entre el pulgar y el índice de mi mano izquierda. La derecha, levantada la pollera, acariciaba la tela humedecida que cubría la concha.
La llevé al borde de la cama y le bajé la pollera a los tobillos. Quedaron a la vista las dos piezas restantes del conjunto Animal Print sexy erótico(corpiño, portaligas y bombachita). Luego de un enérgico manoseo de sus glúteos, la acosté boca arriba, terminé de quitarle la pollera y di cuenta de los zapatos, portaligas y medias.
-No me desnudes, Juan, por favor – murmuró
-¿Preferis que sigamos por teléfono?-
- No me avergüences ….-
Me saque la ropa la ropa exterior, quedé en slip, me ubiqué sobre ella y comencé a besarle el cuello, las tetas y a darle mordisquitos en los pezones. Se volvía loca de placer y soltaba algunos gritos pero en tono bajo.
Bajé a la bombachita, se la fui retirando – no volvió a pedir que no la desvista - apenas le toque la concha emitió un gemido de placer. Estaba muy excitada, mojada como nunca me había pasado con otra mujer.
Tenía vello pero se veía depilada con prolijidad, los grandes labios abiertos. Completé la operación “fuera bombacha”, me ubiqué entre sus piernas abiertas y comencé a chupársela a meterle lengua y dedos en la concha. Respondió con suspiros, gemidos, contorsiones y toda manifestación vehemente de goce. Me acosté a su lado y mientras le chupaba las tetas le llevé la mano derecha sobre mi pija, cerró los ojos y la manoseó y comenzó a hacerle cariños y pasar la mano por todos lados incluso los huevos, como si fuera la primera pija que tocaba en su vida, como si hubiese estado esperando eso por años.
De pronto se incorporó, corrió el slip hacia abajo y, ni bien mi verga tiesa saltó apuntando al cielorraso, la agarró fuerte. Por un momento supuse que iba a chuparla pero no lo hizo, se volvió a acostar sin soltar la presa. O “le dio pudor o no acostumbra a hacerlo”, pensé.
-¿Qué tal lo que tenes entre mano? ¿Te gusta?- le murmuré después de un mordisco en el lóbulo de la oreja.
-¡Siii, …. Muchooo!!- suspiró.
Mientras ella me tocaba le metía y sacaba dedos en la concha y la besaba.
-Señora, cuando lo suelte, va en lugar de los dedos – le soplé al oído.
Abrió la mano al instante. Fue como si dijese “ponémela ya”
Me subí y mirándola fijo le pedí que no se le ocurriera cerrar los ojos en ningún momento.
La cara de placer que puso, mordiéndose el labio inferior, mientras le fui entrando, era impagable.
Hice una breve pausa cuando llegué a fondo, luego pegué los labios a los suyos y comenzamos a coger despacio. Ella gemía y acompañaba con alucinantes movimientos de pelvis el entra y sale:
-¿Está bien señora?-
-¡Muy bien …. Mejor que lo que imaginé! –
- …. ¡Como te siento! – agregó al rato.
Recordé que estaba cogiéndola sin preservativo – por la calentura ni le pregunté- antes de empezar.
-¿Te cuidás, muñeca? –
-¡Siiiii … no hay riesgos –
Seguí cogiéndola ahora más rápido, ardiente, lleno de pasión e impetuosamente. Los gemidos y monosílabos se volvieron grititos, exclamaciones sonoras, luego gritos de placer mientras empinaba su pelvis como procurando una penetración más profunda.
Transcurridos varios minutos de extraordinarios regocijos, disfrutamos culminaciones apoteósicas, declamadas a viva voz.
Seguimos abrazados y superpuestos, manifestando el aprecio, la admiración por las cualidades o méritos amatorios del otro.
Luego lado a lado, compartiendo almohada, conversamos.
Había tiempo para una segunda vuelta. Mabel, se negó. Al ver sus ojos brillosos comprendí que estaba “procesando” su infidelidad y preferí no insistir.
Después de higienizarnos y recordarme que esa había sido la única vez y que yo prometí no volver a proponerlo, salimos, de los hotel juntos.
Esperé que tomara un taxis y fui a buscar mi auto estacionado. Le di media hora de ventaja, como mínimo, para volver a la empresa, para no dar lugar a especulaciones.
Seguimos viéndonos en la oficina y solo me permití indagar como se sentía después de nuestro encuentro. Admitió que le había gustado, que le encantaba haberse sentido deseada y que no lo iba a olvidar nunca, pero enfatizó que no quería repetirlo.
Transcurrieron varios, demasiados para mi gusto, meses antes que yo faltara a mi palabra y Mabel tuviese una “recaída” conmigo.
11 comentarios - Compañera de trabajo seria, aceptó coger.