Hola a todos, fue agradable recibir algunos mensajes privados agradeciéndome la historia que había compartido. Así que he decidido compartir otra, y en esta ocasión intentare incluir más detalles, sé que las mujeres disfrutan cada detalle, y que su imaginación es más activa que la de un hombre en cuánto a al aspecto sexual se refiere, y es que nosotros los hombres necesitamos algo visual o tangible para poder excitarnos, habiendo claramente excepciones.
La experiencia que relataré hoy es muy especial, creo que las mejores historias son aquellas que creíamos sólo se quedarían dentro de nuestra cabeza como una fantasía, pero eventualmente se volvieron una realidad.
Hace algún tiempo trabajaba en una empresa que proveía cable satelital, estando en el área de soporte técnico por teléfono no tenía mucha relación con mis compañeros de trabajo, siendo a la vez un área que rara vez atrae a miembros del sexo femenino.
Desde mi escritorio tenía la dicha de observar a lo lejos a cierta recepcionista que llenaba mi cabeza de pensamientos pervertidos, a quien en más de una ocasión había desnudado dentro de mi cabeza. Y es que Mónica tenía un cuerpo escultural, una cintura esbelta y un trasero que no tenía nada que envidiarle al de Kim Kardashian. Cada vez que pasaba a la oficina por algún encargo o a entregar papelería nadie podía disimular cómo sus miradas se quedaban pegadas a esos bellos glúteos y esas piernas bien formadas, siempre acentuadas por un par de tacones.
Era obvio que Mónica sabía cuál era su mejor atributo, y es que su atuendo consistía siempre de leggins o alguna falda pegada, rara vez dejando adivinar una diminuta tanga que hacía mis delicias cuando lograba obtener atisbos de la misma. Cuando lograbas desviar la atención de su divino trasero, se veían otros atributos agradables de apreciar, unos pechos firmes, un rostro lindo con unos labios finos pero en extremo femeninos, una mirada seductora que decía “se que me has visto la cola, y es en lo único que puedes pensar”, y un cabello largo castaño que deslizaba suavemente sobre sus hombros.
Desafortunadamente mis interacciones con Mónica no eran muy frecuentes, nuestros departamentos no se relacionaban mucho y nunca he sido lo suficientemente atrevido cómo para invitar a salir a alguien con quien no tengo ninguno tipo de relación previa. Tenía que conformarme con masturbarme con la idea de ella en mi cabeza, incluso ocasionalmente sufriendo alguna erección no deseada en el trabajo causada por las ideas que Mónica causaba dentro de mi cabeza.
Un día estaba fumando en el deck con un compañero mío, conocido de tiempo atrás por haber trabajado juntos en diferente empresa, hablábamos de lo desafortunados que habíamos sido últimamente en lo que a mujeres se refiere. Mientras discutíamos sobre quién era el más desafortunado, Mónica apareció de la nada y saludó a Adrián con un beso en la mejía y luego a mí. Para mi sorpresa hablaron cómo viejos conocidos, aunque para serles sinceros no logré poner atención ya que mis ojos giraban involuntariamente hacia la figura de Mónica intentando adivinar cómo se vería sin ropa, así que desconozco el tema de su conversación. Habrán pasado solo un par de minutos cuando ella se despidió y se retiró, aún medio ensimismado, Adrián me contó que ella había sido novia de su hermano hace algún tiempo. Adrián era un buen amigo mío, después del trabajo me invitó a salir con él y Mónica, y es que mi atracción hacia ella había sido demasiado obvia, solamente me faltó babear al verla.
Fuimos al cine, a ninguno de los tres nos gustaban mucho las fiestas. No comentaré al respecto ya que fue una salida casual, sin nada interesante sucedido, pero fue la oportunidad para conocerla un poco y de obtener su número de teléfono.
Pasaron algunos días, nos escribíamos eventualmente por whatsapp hasta que decidí invitarla a salir. Era un viernes cuando acordamos vernos, pero antes de ir a traerla me llamó al cel, me dijo que se sentía muy cansada y prefería no salir, cuando dijo esto me sentí muy mal por un momento, pero luego me dijo que si prefería podía llegar a su apartamento, pedir algo de comida y pasar la tarde juntos. Obviamente esta opción me parecía mucho más agradable y ofrecía más posibilidades para un encuentro algo más… íntimo.
Llegué a su apartamento, pequeño pero decorado como solamente las mujeres saben. Usaba ropa cómoda, una blusa floja y leggins, descalza. Déjenme comentarles, tengo una fascinación por los pies femeninos que no puedo esconder, y cuando vi los perfectos pies que no había logrado ver en detalle con anterioridad no pude evitar verlos fijamente, tanto que Mónica se dio cuenta y me pregunto si le gustaban. Eran delgados, bien formados, se veían increíblemente tersos y las uñas estaba pintadas perfectamente, parecían de revista. Le comenté un poco acerca de mi fetiche, y me dijo que me entendía, que a ella le gustaba cuidarlos mucho y todas las noches los masajeaba con crema humectante o aceite. Rápidamente ofrecí mis servicios para tal tarea, y Mónica aceptó amablemente. Esperé en el sillón viendo una película (no recuerdo cuál), mientras iba a traer algo de aceite. Cuando regresó se sentó y puso sus piernas sobre las mías, y acaricié sus hermosos pies mientras me excitaba en sobremanera. Era imposible no sentir mi erección, pero parecía disfrutar la sensación ya que movía sus piernas suavemente acariciando mi entrepierna. Me acomodé y le pregunté si le gustaría extender el masaje hacia espalda, quería hacerla sentir bien ya que me había comentado estar muy cansada. Sin dar una respuesta solamente se volteó sobre sí misma y subió su blusa dejando al descubierto su espalda, pero lo único en lo que podía concentrarme era eso… esa hermosa cola tan cerca de mí, que me pedía tocarla, besarla, morderla. Pero me contuve, me dedique a acariciar su espalda con aceite, pero poco a poco me fui acomodando hasta estar sentado sobre ella, descansando mi erección sobre la separación de sus dos hermosos glúteos. Era obvio como se estaba excitando, esos movimientos que no podía controlar me decían que quería más. Deslicé mis mandos por debajo de sus leggins y fui bajándolos despacio, como admirando un tesoro, teniendo cuidado de no remover también su tanga, ya que quería apreciar todo en detalle y dejar lo que veía grabado fielmente en mi cabeza. Tenía puesta una diminuta tanga blanca de esas que les dicen hilo, no soy muy educado en lo que a nombres de ropa interior se refiere pero puedo decirles que era hermosa. El pequeño hilo blanco se sumergía entre dos suaves y a la vez firmes glúteos. Tocarlos me llenó de euforia, sentía como la sangre hacía mi pene palpitar fuertemente pidiendo a gritos salir de mi pantalón, y no pude ignorarlo. Saqué mi miembro erecto y lo acaricié mientras admiraba lo que tenía frente a mí. Con mis dedos moví el hilo blanco hacia un lado y separé sus nalgas, un ano hermoso, pequeño y obviamente virgen se escondía dentro, más abajo pude apreciar sus labios, rosados, suaves y húmedos, muy húmedos. Acercando mi rostro lentamente mientras digería lo que veía, empecé a besar toda su cola, mordiendo incluso en ocasiones, haciéndola saltar de dolor, pero nunca me detuvo, fui cuidadoso de no lastimarla. Abriéndome camino hasta insertar mi rostro dentro de ella, la punta de mi nariz fuertemente presionada contra su ano, sus nalgas presionando mi cara y mi boca abierta llenándose con su conchita, tanto el sabor como el olor eran deliciosos. Sus jugos eran dulces y sus labios suaves, lamí y succioné locamente, quería más y más, nada me era suficiente, quería que acabara en mi boca y me llenara con sus líquidos. Y fue justo lo que pasó, mientras tenia mi lengua dentro de ella y mi labio inferior presionado contra su clítoris, estiró su mano derecha y presionó mi cabeza contra ella misma a la vez que el orgasmo se apoderaba de ella, perdiendo control de sus movimientos mientras llenaba mi boca de deliciosos jugos. Como todo buen caballero me dispuse a limpiar con mi lengua, queriendo no dejar rastros del líquido por ningún lugar, suavemente lamí su ingle y ano dejándola limpia.
Dándose la vuelta pude ver su rostro, sus mejías rojas y empapada en sudor, era obvio que el orgasmo había sido muy fuerte. Terminé de desnudarla, removiendo las leggins negras y la diminuta tanga blanca, puse sus piernas sobre mis hombros y acercando mi pelvis estando yo de rodillas procedí a introducir mi pene dentro de ella, aún estaba húmeda por dentro así que pude penetrarla fácilmente, pero a pesar de esto estaba muy estrecho, la sensación de su vagina apretando mi pene era deliciosa, sus piernas sobre mis hombros y sus pies a la par de mi rostro me permitía besarlos mientras cada vez con más fuerza la penetraba. Ahora podía ver sus expresiones mientras le daba placer, cerraba los ojos fuertemente mientras de mordía el labio inferior. Con la mano izquierda había sacado uno de sus pechos y lo apretaba fuertemente mientras el pezón escapaba entre sus dedos. Con la mano derecha sobre mi vientre controlaba la velocidad de la penetración, evitando que fuera muy rápido o muy fuerte.
Seré sincero, no pude aguantar mucho tiempo, y no lo intenté tampoco, ya había logrado darle un orgasmo con mi lengua así que no me sentía mal cuando extraje mi pene y mientras lo sujetaba firmemente libere mi semen sobre su vientre y me sorprendí cuando con sus dedos jugaba con éste, para luego llevar su mano a su boca y saborearlo.
Sin decir una sola palabra se levantó, se dirigió al baño a limpiarse, regreso con su atuendo ya en orden y se sentó en el sillón, recostándose sobre mí de manera muy cariñosa. Terminamos la velada durmiendo cómodamente, abrazados en el sillón, y afortunadamente no habría sido la última vez que nos encontramos.
Espero les haya gustado, y si tienen alguna sugerencia haganmela saber, quiero mejorar y hacerlos excitar más 😉.
La experiencia que relataré hoy es muy especial, creo que las mejores historias son aquellas que creíamos sólo se quedarían dentro de nuestra cabeza como una fantasía, pero eventualmente se volvieron una realidad.
Hace algún tiempo trabajaba en una empresa que proveía cable satelital, estando en el área de soporte técnico por teléfono no tenía mucha relación con mis compañeros de trabajo, siendo a la vez un área que rara vez atrae a miembros del sexo femenino.
Desde mi escritorio tenía la dicha de observar a lo lejos a cierta recepcionista que llenaba mi cabeza de pensamientos pervertidos, a quien en más de una ocasión había desnudado dentro de mi cabeza. Y es que Mónica tenía un cuerpo escultural, una cintura esbelta y un trasero que no tenía nada que envidiarle al de Kim Kardashian. Cada vez que pasaba a la oficina por algún encargo o a entregar papelería nadie podía disimular cómo sus miradas se quedaban pegadas a esos bellos glúteos y esas piernas bien formadas, siempre acentuadas por un par de tacones.
Era obvio que Mónica sabía cuál era su mejor atributo, y es que su atuendo consistía siempre de leggins o alguna falda pegada, rara vez dejando adivinar una diminuta tanga que hacía mis delicias cuando lograba obtener atisbos de la misma. Cuando lograbas desviar la atención de su divino trasero, se veían otros atributos agradables de apreciar, unos pechos firmes, un rostro lindo con unos labios finos pero en extremo femeninos, una mirada seductora que decía “se que me has visto la cola, y es en lo único que puedes pensar”, y un cabello largo castaño que deslizaba suavemente sobre sus hombros.
Desafortunadamente mis interacciones con Mónica no eran muy frecuentes, nuestros departamentos no se relacionaban mucho y nunca he sido lo suficientemente atrevido cómo para invitar a salir a alguien con quien no tengo ninguno tipo de relación previa. Tenía que conformarme con masturbarme con la idea de ella en mi cabeza, incluso ocasionalmente sufriendo alguna erección no deseada en el trabajo causada por las ideas que Mónica causaba dentro de mi cabeza.
Un día estaba fumando en el deck con un compañero mío, conocido de tiempo atrás por haber trabajado juntos en diferente empresa, hablábamos de lo desafortunados que habíamos sido últimamente en lo que a mujeres se refiere. Mientras discutíamos sobre quién era el más desafortunado, Mónica apareció de la nada y saludó a Adrián con un beso en la mejía y luego a mí. Para mi sorpresa hablaron cómo viejos conocidos, aunque para serles sinceros no logré poner atención ya que mis ojos giraban involuntariamente hacia la figura de Mónica intentando adivinar cómo se vería sin ropa, así que desconozco el tema de su conversación. Habrán pasado solo un par de minutos cuando ella se despidió y se retiró, aún medio ensimismado, Adrián me contó que ella había sido novia de su hermano hace algún tiempo. Adrián era un buen amigo mío, después del trabajo me invitó a salir con él y Mónica, y es que mi atracción hacia ella había sido demasiado obvia, solamente me faltó babear al verla.
Fuimos al cine, a ninguno de los tres nos gustaban mucho las fiestas. No comentaré al respecto ya que fue una salida casual, sin nada interesante sucedido, pero fue la oportunidad para conocerla un poco y de obtener su número de teléfono.
Pasaron algunos días, nos escribíamos eventualmente por whatsapp hasta que decidí invitarla a salir. Era un viernes cuando acordamos vernos, pero antes de ir a traerla me llamó al cel, me dijo que se sentía muy cansada y prefería no salir, cuando dijo esto me sentí muy mal por un momento, pero luego me dijo que si prefería podía llegar a su apartamento, pedir algo de comida y pasar la tarde juntos. Obviamente esta opción me parecía mucho más agradable y ofrecía más posibilidades para un encuentro algo más… íntimo.
Llegué a su apartamento, pequeño pero decorado como solamente las mujeres saben. Usaba ropa cómoda, una blusa floja y leggins, descalza. Déjenme comentarles, tengo una fascinación por los pies femeninos que no puedo esconder, y cuando vi los perfectos pies que no había logrado ver en detalle con anterioridad no pude evitar verlos fijamente, tanto que Mónica se dio cuenta y me pregunto si le gustaban. Eran delgados, bien formados, se veían increíblemente tersos y las uñas estaba pintadas perfectamente, parecían de revista. Le comenté un poco acerca de mi fetiche, y me dijo que me entendía, que a ella le gustaba cuidarlos mucho y todas las noches los masajeaba con crema humectante o aceite. Rápidamente ofrecí mis servicios para tal tarea, y Mónica aceptó amablemente. Esperé en el sillón viendo una película (no recuerdo cuál), mientras iba a traer algo de aceite. Cuando regresó se sentó y puso sus piernas sobre las mías, y acaricié sus hermosos pies mientras me excitaba en sobremanera. Era imposible no sentir mi erección, pero parecía disfrutar la sensación ya que movía sus piernas suavemente acariciando mi entrepierna. Me acomodé y le pregunté si le gustaría extender el masaje hacia espalda, quería hacerla sentir bien ya que me había comentado estar muy cansada. Sin dar una respuesta solamente se volteó sobre sí misma y subió su blusa dejando al descubierto su espalda, pero lo único en lo que podía concentrarme era eso… esa hermosa cola tan cerca de mí, que me pedía tocarla, besarla, morderla. Pero me contuve, me dedique a acariciar su espalda con aceite, pero poco a poco me fui acomodando hasta estar sentado sobre ella, descansando mi erección sobre la separación de sus dos hermosos glúteos. Era obvio como se estaba excitando, esos movimientos que no podía controlar me decían que quería más. Deslicé mis mandos por debajo de sus leggins y fui bajándolos despacio, como admirando un tesoro, teniendo cuidado de no remover también su tanga, ya que quería apreciar todo en detalle y dejar lo que veía grabado fielmente en mi cabeza. Tenía puesta una diminuta tanga blanca de esas que les dicen hilo, no soy muy educado en lo que a nombres de ropa interior se refiere pero puedo decirles que era hermosa. El pequeño hilo blanco se sumergía entre dos suaves y a la vez firmes glúteos. Tocarlos me llenó de euforia, sentía como la sangre hacía mi pene palpitar fuertemente pidiendo a gritos salir de mi pantalón, y no pude ignorarlo. Saqué mi miembro erecto y lo acaricié mientras admiraba lo que tenía frente a mí. Con mis dedos moví el hilo blanco hacia un lado y separé sus nalgas, un ano hermoso, pequeño y obviamente virgen se escondía dentro, más abajo pude apreciar sus labios, rosados, suaves y húmedos, muy húmedos. Acercando mi rostro lentamente mientras digería lo que veía, empecé a besar toda su cola, mordiendo incluso en ocasiones, haciéndola saltar de dolor, pero nunca me detuvo, fui cuidadoso de no lastimarla. Abriéndome camino hasta insertar mi rostro dentro de ella, la punta de mi nariz fuertemente presionada contra su ano, sus nalgas presionando mi cara y mi boca abierta llenándose con su conchita, tanto el sabor como el olor eran deliciosos. Sus jugos eran dulces y sus labios suaves, lamí y succioné locamente, quería más y más, nada me era suficiente, quería que acabara en mi boca y me llenara con sus líquidos. Y fue justo lo que pasó, mientras tenia mi lengua dentro de ella y mi labio inferior presionado contra su clítoris, estiró su mano derecha y presionó mi cabeza contra ella misma a la vez que el orgasmo se apoderaba de ella, perdiendo control de sus movimientos mientras llenaba mi boca de deliciosos jugos. Como todo buen caballero me dispuse a limpiar con mi lengua, queriendo no dejar rastros del líquido por ningún lugar, suavemente lamí su ingle y ano dejándola limpia.
Dándose la vuelta pude ver su rostro, sus mejías rojas y empapada en sudor, era obvio que el orgasmo había sido muy fuerte. Terminé de desnudarla, removiendo las leggins negras y la diminuta tanga blanca, puse sus piernas sobre mis hombros y acercando mi pelvis estando yo de rodillas procedí a introducir mi pene dentro de ella, aún estaba húmeda por dentro así que pude penetrarla fácilmente, pero a pesar de esto estaba muy estrecho, la sensación de su vagina apretando mi pene era deliciosa, sus piernas sobre mis hombros y sus pies a la par de mi rostro me permitía besarlos mientras cada vez con más fuerza la penetraba. Ahora podía ver sus expresiones mientras le daba placer, cerraba los ojos fuertemente mientras de mordía el labio inferior. Con la mano izquierda había sacado uno de sus pechos y lo apretaba fuertemente mientras el pezón escapaba entre sus dedos. Con la mano derecha sobre mi vientre controlaba la velocidad de la penetración, evitando que fuera muy rápido o muy fuerte.
Seré sincero, no pude aguantar mucho tiempo, y no lo intenté tampoco, ya había logrado darle un orgasmo con mi lengua así que no me sentía mal cuando extraje mi pene y mientras lo sujetaba firmemente libere mi semen sobre su vientre y me sorprendí cuando con sus dedos jugaba con éste, para luego llevar su mano a su boca y saborearlo.
Sin decir una sola palabra se levantó, se dirigió al baño a limpiarse, regreso con su atuendo ya en orden y se sentó en el sillón, recostándose sobre mí de manera muy cariñosa. Terminamos la velada durmiendo cómodamente, abrazados en el sillón, y afortunadamente no habría sido la última vez que nos encontramos.
Espero les haya gustado, y si tienen alguna sugerencia haganmela saber, quiero mejorar y hacerlos excitar más 😉.
3 comentarios - La Recepcionista de la cola perfecta