Hola poringuer@s. Muchas gracias por los puntos y los comentarios recibidos en mi anterior post, me incitaron a escribir esta segunda parte de mis aventuras como putita Sissy. Espero escribir varias partes más, de este diaria íntimo, al que llamé "La nena de papi".
Día 2
Vestida con un portaligas rosa, medias del mismo color y un vestidito que apenas sí cubría mi cintura, y con mis labios pintados de un rojo intenso, mi Papi decidió que ya era la hora de poder usarme como la putita que soy. No pude siquiera terminar de colocarme el delineador en los ojos, ni de empolvar mis mejillas antes de que Papi me colocara el collar y la correa, con la cual me guiaría hacia la habitación en la cual cojería mi boca durante tantas horas. Nuestro segundo encuentro se había postergado debido a mis limitaciones como putita particular, por lo cual sentía la necesidad de satisfacer todas sus necesidades, necesitaba hacer feliz a mi papi, por lo que en el momento en que me arrodillé frente a él, y vi su enorme y fogosa verga frente a mis ojos, abalancé mi boquita hacia ella, y la introduje tanto como pude, recordando las lecciones que Papi tan gentilmente me enseñó en nuestro primer encuentro. El sabor de su verga en mis labios, en mi lengua, en mi paladar... ni siquiera podía recordar cuánto lo extrañaba. Mi mente se quedó en blanco, incluso cuando decidió subirme a la cama y ponerme aquellas ajustadas esposas, las cuales limitaban completamente la movilidad de mis manos.
-No las necesitás. El sexo oral no necesita manos- me dijo, con aquella mirada penetrante y tan llena de placer, que sólo me incitaba a chupar su verga hasta el fondo.
Mi boca se convirtió en una fábrica de lubricante, no podía dejar de humedecer aquella verga, tan deliciosa, tan hermosa, tan perfecta... Mi rol aquella tarde era el de ser su perrita, Papi jalaba de la correa, para que no parara de lamer su pija palpitante. No importaba, no quería detenerme, estaba desesperada por lamerla, por chuparla, por saborearla... habían pasado 10 días desde la última vez que la había tenido en mi boca, la necesitaba dentro de mi boquita golosa. Papi aprovechó aquel momento para tomar una serie de fotos de mi boquita saboreando su verga, adorándola.
Papi felicitaba mi trabajo y mi esfuerzo, ofreciéndome chocolates, o vertiendo crema alrededor de su verga, para poder incitar a su putita a que lamiera con más pasión aún. Mis manos apenas movibles acariciaban sus testículos, mientras mi boca petera comenzaba a entender la forma correcta de tratar a la verga de Papi. Pero él decidió que era hora de ir a la mesa, en donde arrodillada en el suelo y apoyando mi torso sobre ella, le entregaría mi colita a mi papi. Intenté presentarla como es debido, arqueando mi espalda y moviendo mis caderas, pidiendo su verga sin necesidad de decir una sola palabra, como si de una perrita en celo me tratase. Después de todo, eso era todo lo que yo era: su perrita.
Papi vertió lubricante en su verga, e introdujo su verga en mi obediente culito, estando agradecida de poder ser el juguete de Papi. Pero un solo juguete no le bastó, Papi intento insertar otro juguete dentro de mi culito, pero mi inexperiencia como putita no lo permitió. No podía verlo a los ojos, pero supe que mi Papi me miró con decepción, no pude complacerlo como él quería. Necesitaba esforzarme más, por lo cual, cuando comenzó a embestirme y a usar mi culo como quería, supe que debia participar, gemir como la perrita que era, mover mis caderas, debía servir a mi papi como él lo merecía. El collar, las pantimedias, mi boquita... nada de lo que hice hasta ese momento fue suficiente como para complacerlo, o al menos, así lo creía yo. Si no me esforzaba más, no iba a poder cumplir las expectativas que Papi tenía de mí.
Cuando Papi terminó de usar mi culito, volvimos a la cama, donde continúe chupando su deliciosa verga. Estaba desesperada, necesitaba su lechita, realmente la necesitaba... habíamos estado una hora y media juntos, y aún no había podido hacer que Papi terminara. Fue entonces cuando Papi se levantó, y me indicó que me arrodillara junto a la cama. Papi comenzó a masturbarse frente a mí, y yo, desesperada, hambrienta, saqué mi lengua, expectante del manjar que pronto llegaría a mi boca. Finalmente sentí el sabor amargo, delicioso, de su leche entrando a mi boca. Ese sabor que había esperado sentir durante los últimos diez días...
Tras media hora de charlar, Papi decidió que era hora de darle a mi boca un mejor uso, por lo cual me deslicé hacia su entrepierna, con su verga dormida. Papi me indicó que esta vez debía despertarla utilizando mis labios y mi lenguita. Comencé a succionarla, como si tuviera en mi boca un chupete, y en cuestión de segundos sentí como comenzaba a ponerse dura. Felicidad total, al saber que había logrado encender nuevamente su pasión, pero aún necesitaba darle a mi papi lo mejor de mí. Lenguita en U, labios debajo de mis dientes, comencé a chuparle la verga a mi papi como se lo merecía. Mi boca hacía tantos sonidos eróticos que parecía una exageración, pero eran producidos por mi excitación, por mi devoción hacia su pija. Usé mi lenguita para lamer su verga, mientras ésta entraba y salía de mi garganta. Papi me felicitó, dijo que estaba aprendiendo a chuparla de la mejor manera, lo cual me alegró. Succioné su verga, la chupé tanto como pude... di mi mejor esfuerzo. Entonces Papi dijo lo que su perrita tanto temía: vamos a la mesa.
Creí que nuevamente iba a terminar en mi cara masturbándose, que mi boquita no era lo suficientemente trabajadora como para hacer que su verga terminara en mi boca sin necesidad de usar sus propias manos para hacerlo. Me equivoqué, en parte. Mi boquita lo había calentado tanto, que él estaba listo para terminar mientras me cogía por mi culito. Nuevamente en la mesita, arrodillada y con el torso apoyado en ella, empinada y lista para recibir su verga, sólo que esta vez sin lubricante. Papi introdujo su pija en mi culo, dolió un poco, pero en unos segundos ya se sentía tan delicioso como siempre lo era. Papi me embistió, me cogió hasta el fondo. Sentí su pija tan adentro mío que sentí que yo misma acabaría. Mis gemidos se mezclaron con los suyos, hasta que finalmente dejó caer su torso sobre mi espalda, satisfecho, pudiendo acabar dentro mío por primera vez. Felicidad, en estado puro.
Esa tarde me fui feliz, pero algo insatisfecha, pues hasta el día de hoy recuerdo que aún debo lograr que Papi acabe en mi boquita, sin necesidad de usar sus propias manos para darme mi premio. Si quiero su lechita, debo ganármela, y debo trabajar más duro, para ser la putita que Papi se merece.
Muchas gracias por leer, mis querid@ s poringuer@s. Si este post llega a las 200 puntos, en el proximo relato subo un videito con Papi cojiendo mi boquita 🙂
Día 2
Vestida con un portaligas rosa, medias del mismo color y un vestidito que apenas sí cubría mi cintura, y con mis labios pintados de un rojo intenso, mi Papi decidió que ya era la hora de poder usarme como la putita que soy. No pude siquiera terminar de colocarme el delineador en los ojos, ni de empolvar mis mejillas antes de que Papi me colocara el collar y la correa, con la cual me guiaría hacia la habitación en la cual cojería mi boca durante tantas horas. Nuestro segundo encuentro se había postergado debido a mis limitaciones como putita particular, por lo cual sentía la necesidad de satisfacer todas sus necesidades, necesitaba hacer feliz a mi papi, por lo que en el momento en que me arrodillé frente a él, y vi su enorme y fogosa verga frente a mis ojos, abalancé mi boquita hacia ella, y la introduje tanto como pude, recordando las lecciones que Papi tan gentilmente me enseñó en nuestro primer encuentro. El sabor de su verga en mis labios, en mi lengua, en mi paladar... ni siquiera podía recordar cuánto lo extrañaba. Mi mente se quedó en blanco, incluso cuando decidió subirme a la cama y ponerme aquellas ajustadas esposas, las cuales limitaban completamente la movilidad de mis manos.
-No las necesitás. El sexo oral no necesita manos- me dijo, con aquella mirada penetrante y tan llena de placer, que sólo me incitaba a chupar su verga hasta el fondo.
Mi boca se convirtió en una fábrica de lubricante, no podía dejar de humedecer aquella verga, tan deliciosa, tan hermosa, tan perfecta... Mi rol aquella tarde era el de ser su perrita, Papi jalaba de la correa, para que no parara de lamer su pija palpitante. No importaba, no quería detenerme, estaba desesperada por lamerla, por chuparla, por saborearla... habían pasado 10 días desde la última vez que la había tenido en mi boca, la necesitaba dentro de mi boquita golosa. Papi aprovechó aquel momento para tomar una serie de fotos de mi boquita saboreando su verga, adorándola.
Papi felicitaba mi trabajo y mi esfuerzo, ofreciéndome chocolates, o vertiendo crema alrededor de su verga, para poder incitar a su putita a que lamiera con más pasión aún. Mis manos apenas movibles acariciaban sus testículos, mientras mi boca petera comenzaba a entender la forma correcta de tratar a la verga de Papi. Pero él decidió que era hora de ir a la mesa, en donde arrodillada en el suelo y apoyando mi torso sobre ella, le entregaría mi colita a mi papi. Intenté presentarla como es debido, arqueando mi espalda y moviendo mis caderas, pidiendo su verga sin necesidad de decir una sola palabra, como si de una perrita en celo me tratase. Después de todo, eso era todo lo que yo era: su perrita.
Papi vertió lubricante en su verga, e introdujo su verga en mi obediente culito, estando agradecida de poder ser el juguete de Papi. Pero un solo juguete no le bastó, Papi intento insertar otro juguete dentro de mi culito, pero mi inexperiencia como putita no lo permitió. No podía verlo a los ojos, pero supe que mi Papi me miró con decepción, no pude complacerlo como él quería. Necesitaba esforzarme más, por lo cual, cuando comenzó a embestirme y a usar mi culo como quería, supe que debia participar, gemir como la perrita que era, mover mis caderas, debía servir a mi papi como él lo merecía. El collar, las pantimedias, mi boquita... nada de lo que hice hasta ese momento fue suficiente como para complacerlo, o al menos, así lo creía yo. Si no me esforzaba más, no iba a poder cumplir las expectativas que Papi tenía de mí.
Cuando Papi terminó de usar mi culito, volvimos a la cama, donde continúe chupando su deliciosa verga. Estaba desesperada, necesitaba su lechita, realmente la necesitaba... habíamos estado una hora y media juntos, y aún no había podido hacer que Papi terminara. Fue entonces cuando Papi se levantó, y me indicó que me arrodillara junto a la cama. Papi comenzó a masturbarse frente a mí, y yo, desesperada, hambrienta, saqué mi lengua, expectante del manjar que pronto llegaría a mi boca. Finalmente sentí el sabor amargo, delicioso, de su leche entrando a mi boca. Ese sabor que había esperado sentir durante los últimos diez días...
Tras media hora de charlar, Papi decidió que era hora de darle a mi boca un mejor uso, por lo cual me deslicé hacia su entrepierna, con su verga dormida. Papi me indicó que esta vez debía despertarla utilizando mis labios y mi lenguita. Comencé a succionarla, como si tuviera en mi boca un chupete, y en cuestión de segundos sentí como comenzaba a ponerse dura. Felicidad total, al saber que había logrado encender nuevamente su pasión, pero aún necesitaba darle a mi papi lo mejor de mí. Lenguita en U, labios debajo de mis dientes, comencé a chuparle la verga a mi papi como se lo merecía. Mi boca hacía tantos sonidos eróticos que parecía una exageración, pero eran producidos por mi excitación, por mi devoción hacia su pija. Usé mi lenguita para lamer su verga, mientras ésta entraba y salía de mi garganta. Papi me felicitó, dijo que estaba aprendiendo a chuparla de la mejor manera, lo cual me alegró. Succioné su verga, la chupé tanto como pude... di mi mejor esfuerzo. Entonces Papi dijo lo que su perrita tanto temía: vamos a la mesa.
Creí que nuevamente iba a terminar en mi cara masturbándose, que mi boquita no era lo suficientemente trabajadora como para hacer que su verga terminara en mi boca sin necesidad de usar sus propias manos para hacerlo. Me equivoqué, en parte. Mi boquita lo había calentado tanto, que él estaba listo para terminar mientras me cogía por mi culito. Nuevamente en la mesita, arrodillada y con el torso apoyado en ella, empinada y lista para recibir su verga, sólo que esta vez sin lubricante. Papi introdujo su pija en mi culo, dolió un poco, pero en unos segundos ya se sentía tan delicioso como siempre lo era. Papi me embistió, me cogió hasta el fondo. Sentí su pija tan adentro mío que sentí que yo misma acabaría. Mis gemidos se mezclaron con los suyos, hasta que finalmente dejó caer su torso sobre mi espalda, satisfecho, pudiendo acabar dentro mío por primera vez. Felicidad, en estado puro.
Esa tarde me fui feliz, pero algo insatisfecha, pues hasta el día de hoy recuerdo que aún debo lograr que Papi acabe en mi boquita, sin necesidad de usar sus propias manos para darme mi premio. Si quiero su lechita, debo ganármela, y debo trabajar más duro, para ser la putita que Papi se merece.
Muchas gracias por leer, mis querid@ s poringuer@s. Si este post llega a las 200 puntos, en el proximo relato subo un videito con Papi cojiendo mi boquita 🙂
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