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Víctor, el futuro médico - 7° parte

Te dejo los links de todo el relato:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2984753/Victor-el-futuro-medico---1-parte.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/2984758/Victor-el-futuro-medico---2-parte.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/2984778/Victor-el-futuro-medico---3-parte.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/2984800/Victor-el-futuro-medico---4-parte.html
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http://www.poringa.net/posts/relatos/2987030/Victor-el-futuro-medico---6-parte.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/2987757/Victor-el-futuro-medico---7-parte.html
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http://www.poringa.net/posts/relatos/2991976/Victor-el-futuro-medico---9-parte.html

http://www.poringa.net/posts/relatos/2992000/Victor-el-futuro-medico---10-parte.html



Ese lunes, 9 de octubre, llegaba a su fin. Estaba a punto de acostarme e intentaba recordar todo lo sucedido. Recordé que ese día me había levantado con la seguridad de que me encontraría con Víctor a la tarde, y finalmente me encontré cogiendo con Susana durante la mañana y teniendo por la tarde a ambos como novios míos. Demasiado para un solo día. Pensando en todo lo acontecido permití que el sueño me venciera.
 
El martes a primera hora de la tarde Susana me comunica que su madre ya estaba al tanto de nuestra relación. Que en la cena del día anterior los primos le contaron que yo era el novio de ambos. Mi interés era saber cómo le había caído la noticia. Aparentemente, luego de un primer momento de sorpresa y cierto estupor, ellos con su arrebato y complicidad a la vez, lograron entusiasmarla a Marta con la idea de una relación entre tres. Susana me contó que finalmente estaba tan contenta con ellos, como así también conmigo. Que en cuanto pudiera me felicitaría en persona.
- “¿Por qué no vienes? Mi madre los martes llega alrededor de las cuatro, verdaderamente tiene muchas ganas de verte y felicitarte. Además podríamos estar juntos y solitos un par de horas.”
 
Sin pensarlo demasiado me fui a su casa. En no más de quince minutos estuve allí. La primera sesión de besos en el sofá duro más de treinta minutos. Nos comenzamos mutuamente a desvestir y como no podía ser de otro modo terminamos cogiendo. Ella, conociéndose a sí misma y sabiendo que cada vez que tenía un orgasmo su concha era un mar de jugos, busca en el baño un toallón y lo extiende sobre el sofá. Me aclara:
- “Es para que no tengamos que limpiar todo después.”
 
Me chupo la verga con mucha pasión mientras yo le metía dedos dentro de su concha. Me coloque encima de ella y gracias a los jugos de su vagina la penetración fue fácil y profunda de una sola arremetida. El primer polvo duro cerca de diez minutos, ella tuvo dos orgasmos que la hicieron gritar. Al finalizar me pedía coger de nuevo. Le pedí que me dejara ir al baño para poder mear. Cuando volví al comedor tuve una visión única. El culo de Susana apuntándome, ella se había colocado en cuatro patas sobre el sofá con su hermoso orto lo más arriba que pudo. No pude dejar de exclamar:
- “¡Guauuu…! ¡Qué hermoso culo para llenarlo de verga…!”
- “¡Y de leche…!”, agregó Susana.
 
Me coloqué detrás de ella y directamente le apunte al ojete con mi lengua. Cuando sintió la punta de mi lengua en su culo, gimió profundamente y comencé mi tarea de intentar dilatárselo. Con los dedos de mi mano derecha inicié un jugueteo dentro de su vagina, y con mi otra mano intenté alcanzarle las tetas. Se plegó sobre su abdomen para facilitarme la tarea. Cuanto más jugaba con su vagina y sus pezones, más jugos brotaban de su concha. Mis dedos mojados por sus jugos los empecé a meter dentro de su culo para apurar la dilatación. Me implora:
- “Dale, ya está listo mi culo. ¡Métemela ya mismo…!”
- “¿Tu culo es virgen?”
- “Si, y quiero que seas tú quien me lo rompa.”
- “Lo haremos despacio, no quiero lastimarte.”
 
Acerque la cabeza de mi verga a la puerta de su culo y presioné para que entre toda la cabeza. Susana pego un pequeño grito y me pidió que siguiera. Su esfínter apretaba con fuerza, le solicite que se relajará porque así nos iba a doler a ambos y nos costaría gozar. De a poco fui sintiendo como ella dejaba de hacer fuerza. Pude entonces avanzar un poco más, se la metía un par de centímetros y me frenaba. Le preguntaba cómo se sentía y ella me decía cuando seguir metiéndosela. Calculo que habrían pasado más de cinco minutos hasta que al final toda mi verga estaba dentro de ella. Le vuelvo a decir:
- “Cuando termines de relajarte y estés cómoda comenzaremos. Avisame cuando vos quieras.”
 
Pasó un minuto y me suplica que comience. El bombeo lo comencé despacio esperando que ella se acoplara al ritmo que estaba imponiendo. En un comienzo el mete y saca era de un par de centímetros. Ambos comenzamos a aumentar el ritmo hasta que encontramos el adecuado. Se la sacaba hasta la mitad y se la metía hasta el final. Su mano izquierda, que junto con la derecha la ayudaba a sostenerse en cuatro patas, la mete dentro de su concha justo antes de que tuviera un orgasmo. Empapada en sus jugos me la ofrece, y con mi lengua le chupo y le limpio los dedos. Eso me puso todavía más caliente y acelere mucho más el ritmo hasta que ella pego un grito cuando sintió mi leche caliente inundándole las tripas. Susana también acababa de tener un nuevo orgasmo. Se recostó sobre el sofá y yo sobre la espalda de ella esperando que mi verga abandonara ese precioso culo que me había hecho gozar muchísimo.
 
Susana observa la hora y me dice:
- “Dentro de la próxima media hora llegará mi madre. Vistámonos y arreglemos este desastre.”
 
El desastre era lo mojado que estaba el toallón. Por suerte no se había ensuciado el sofá. Nos vestimos, prendimos el televisor y nos seguimos besando hasta que llegó Marta. Estábamos tan ensimismados en nuestros besos de lengua que no escuchamos cuando Marta abrió la puerta con sus llaves, ni cuando cerró la puerta cancel.
- “¿A ver si esos pololos me vienen a saludar?”, nos sorprendió.
- “Discúlpanos, no te escuchamos entrar.”, se levantó Susana y le dio un beso en la mejilla.
- “Como me iban a escuchar si estaban bien trenzados. ¿Y tú no me piensas saludar?”
 
Me levante y le di un beso en la mejilla, pero Marta me abrazo y mientras me devolvía el beso en mi mejilla me dice:
- “Abrázame fuerte. Estoy contentísima que tú seas el novio de Susana, cuando te vi la primera vez me pareciste el adecuado para ella. También me pone contenta que lo hagas feliz a Víctor, él ha sufrido mucho y necesita alguien que lo quiera bien.”
 
Durante todo ese monologo acompañado de un abrazo interminable, las enormes tetas de Marta se refregaban contra mi pecho. No lograba darme cuenta si lo estaba haciendo a propósito o que,exactamente. Por un momento supuse que nos daríamos un beso, debido a la cercanía de sus labios con los míos. Traté de quitarme esas ideas de la cabeza, sobre todo porque estaba iniciando una relación amorosa con su hija. Siguió refregando sus tetas contra mí y pude notar que sus pezones comenzaron a erguirse y mi verga también, tanto se endureció, que cuando Marta noto mi pija contra su vientre, me miro con cierta lujuria y se separó de mí. Luego,dirigiéndose a su hija le ordena:
- “Vente pa’ aquí y abracemos los tres. Me hace muy bien que ustedes sean felices.”
 
Eran las cuatro de la tarde, les informe que como mucho me quedaría hasta pasadas las cinco. Marta decide que era la hora de hacer una buena merienda y nos encaminamos hacia la cocina. Cuando llegó la hora de irme y me estaba despidiendo de Susana en la puerta de calle, vemos llegar a Víctor. Nos repartimos besos entre los tres y me en caminé a tomar el colectivo con rumbo al profesorado.
 
Para poder estar con ambos, tuve que aprenderme muy bien los horarios de todos. La casa estaba vacía todas las mañanas, menos los lunes, que era el día franco de Susana. Ella de martes a sábados trabajaba desde las ocho de la mañana y hasta las doce del mediodía, en una casa de modas por la zona de Av. Cabildo, y además los sábados lo hacía también en el horario de cuatro de la tarde a ocho de la noche. Llegaba de trabajar alrededor de la una menos cuarto de la tarde.
 
Víctor tenía guardias en el Hospital Fernández todos los lunes, miércoles y viernes desde las siete de la mañana y hasta la una de la tarde. Los martes, jueves y sábados cursaba en la Facultad de Medicina de la UBA, desde las ocho de la mañana y hasta las cuatro de la tarde. Tenía algunos horarios libres en el medio pero no le convenía moverse de allí. De la guardia llegaba a su casa alrededor de la una y media de la tarde, y de la facultad nunca antes de las cinco de la tarde.
 
Marta, que trabajaba realizando la limpieza en diversas casas y cobrando por horas, no estaba nunca entre las ocho de la mañana y las cuatro de la tarde. Por las mañanas trabaja en dos casas hasta el mediodía; a una de ellas concurría los lunes, miércoles y viernes, y a la otra los martes y jueves. Por las tardes iba a cinco casas diferentes, una cada día de la semana, desde la una y hasta las tres de la tarde.
 
A partir de ese día tuve que crearme una “rutina” para poder encontrarme durante la semana con mi novio o mi novia. Los lunes, miércoles y viernes por las tardes nos seguíamos encontrando en el Botánico con Víctor, y si llegaba a llover en su casa. En cada encuentro al aire libre siempre me chupaba un par de veces la pija. Si por el contrario teníamos que refugiarnos en su casa, en la intimidad de su habitación, además de una buena chupada de verga, le chupaba el orto a Víctor y le refregaba mi verga en su culo sin llegar a la penetración. Todavía no se había decidido a perder su virginidad. Con Susana siempre los encuentros eran en su casa. Concurría allí todos los martes y jueves por la tarde, a veces cogíamos, y otras solo me chupaba la verga y yo le devoraba la concha hasta que llegara su madre, en ocasiones nos metíamos en su habitación y en otras nos quedábamos en el sofá del comedor. Los lunes iba a su casa bien temprano, a sabiendas que estaríamos solos hasta el mediodía, y esos días siempre cogíamos. Nunca utilizábamos forros, ella prefería gozar sin el roce del preservativo. Susana me ofrecía su culo, cuando transitábamos días en que había riesgo que quedara embarazada y mientras le duraba la regla (como se decía por esos años). Ahora las mujeres no tienen problemas en decir que están con la menstruación, todavía me causa gracia cuando alguna vieja decía que fulanita andaba con “el asunto”.
 
Los días se sucedían durante ese mes de octubre. Durante esas semanas me había cruzado con Marta tan solo dos veces. Me remarcaba permanentemente lo contenta que estaba por ser yo, y no otro, el novio de su hija y de su sobrino. La última vez que la vi, me invito para que el último sábado de octubre (día 28) estuviera cenando con ellos ya que festejarían los 25 años de Víctor, que cumpliría el día anterior. Por supuesto acepté la invitación. Mis relaciones con Susana y Víctor marchaban cada día mejor. Nos seguíamos conociendo y ellos aceptaban ser “el otro” o “la otra” del triángulo que formábamos. Pronto vendría la época de exámenes tanto para Víctor como para mí. Todos sabíamos que de una u otra forma los exámenes condicionarían un poco nuestros encuentros.
 
Lo que por un lado nos alegraba a todos, por el otro nos preocupaba. Los dictadores Videla y Pinochet redoblaban sus respectivas apuestas bélicas por culpa de un fallo arbitral británico, en el cual tres islas del Atlántico Sur en la desembocadura del Canal de Beagle, hasta ese momento argentinas, pasarían a ser chilenas. El problema no era solamente a quien terminarían perteneciendo esos tres islotes, sino la posibilidad de que se rompiera el principio bioceánico que había caracterizado la relación histórica de ambos países, Argentina en el Atlántico Sur y Chile en el Pacífico Sur. El fallo arbitral al entregarles esas islas a los chilenos les permitía una salida al Océano Atlántico directamente. La dictadura argentina rechazó el fallo y se comenzó a hablar seriamente de la posibilidad de una guerra.
 
Yo me había salvado por número bajo de hacer la Colimba (Servicio Militar, para los que no vivieron esos años), pero casi todos mis amigos que nacieron como yo en 1959 y estaban “bajo bandera” (como se decía en esa época), empezaron de a poco a ser movilizados por sus respectivos regimientos hacia diferentes puntos de Cordillera de los Andes. Para Víctor, Susana y Marta el problema era mayor todavía. Eran extranjeros en el país, todos chilenos de nacimiento y como si fuera poco se habían exiliado de la dictadura de Pinochet. Había que esperar los acontecimientos.
 
La rutina que había armado con los horarios iba funcionando. Con Susana cogíamos en casi todos los encuentros y dependiendo los días de su período, le llenaba de leche la concha o el culo. Cuando no cogíamos me la chupaba hasta vaciarme las bolas, y yo me empalagaba con los jugos de su vagina. Víctor seguía sin entregarme el culo y se saciaba con mi leche. En su casa me dejaba “cogerlo” sin penetración hasta que ambos desparramábamos leche por toda la habitación.
 
Hacía ya dos semanas que estábamos de novios/novias, era el lunes 23. Me levante bien temprano para ir a pasar toda la mañana con Susana cogiendo. Cambie de camino desviándome por Av. Santa Fe, para comprar una docena de medialunas en La Bordalesa de la calle Oro. Cuando llegué Susana me dice:
- “¿Qué temprano que llegaste? Hace apenas diez minutos que me dejaron sola.”
- “Es que traje medialunas para desayunar con vos y poder estar más tiempo juntos, no te olvides que a la tarde me espera Víctor.”
 
Desayunamos, tirándonos besos uno al otro, con miradas provocativas en las que nos mordíamos el labio inferior, que hicieron que la calentura de ambos fuera incrementándose. Lavamos rápidamente las tazas del café con leche, y luego que Susana colocó un toallón sobre el sofá, comenzamos a besarnos y a desvestirnos. Todavía no eran las nueve de la mañana y estábamos practicando un sesenta y nueve hermoso. Yo debajo con mi cabeza hacia el lado del baño no paraba de chuparle la concha, y ella sobre mi cuerpo con su cabeza hacia la cocina devorándose mi verga. Perdimos noción del tiempo. Ella tuvo un orgasmo que trate de beberme todos los jugos que brotaban de su vagina, yo acabé dentro de su boca y pudo beberse toda mi leche. Ninguno se detuvo en la tarea. Tal era la calentura que seguimos chupándonos mutuamente. Mi verga cobro nueva vida y ambos nos dábamos cuenta que estaba próximo un nuevo orgasmo de uno y otro. Ninguno se percató de la presencia de Marta en el comedor, hasta que Susana levantó la vista y grito al tiempo que se puso de pie:
- “¿Mamá, que haces aquí a esta hora?”
 
El susto que me pegue por el grito de Susana, hizo que me levantara como un resorte con mi verga apuntando al techo. Susana tomo el toallón y se envolvió el cuerpo, yo apenas podía con mis manos tapar mi brutal erección. Marta nos pide que nos vistamos y agrega:
- “Les pido disculpas, debí habérmelo imaginado que en mi ausencia ustedes estarían juntos.”
 
Susana recogió su ropa y se metió en su habitación para vestirse, yo hacía malabares para esconder mi verga de la vista de Marta. Ella no dejaba de mirarme la verga. Hasta me pareció notar en su mirada que estaba disfrutando del espectáculo. Se mordisqueaba los labios y no paraba de mirar mi pija. Decidí ofrecerle el entretenimiento que estaba buscando. Comencé a vestirme solamente el torso y además me puse las medias y las zapatillas. Me ubique de tal manera que Marta tuviera siempre ante su vista a mi verga apuntándole. Finalmente termine de vestirme. Incluso cuando ya estaba con el pantalón de gimnasia y se notaba mi erección, Marta seguía con su mirada en mi bulto. Con ademanes bien definidos, acomodé mi verga y mis bolas por encima del pantalón, y apreté el mismo contra mi cuerpo para que se notara claramente el contorno de mi pija. No dejaba de relamerse son el espectáculo que le había estado ofreciendo.
 
Ya totalmente vestido me deshice en disculpas para con Marta. Ella a su vez me retrucaba diciendo que era ella quien se debía disculpar y que nos daría una explicación del porque se encontraba allí. Cuando Susana salió de su habitación, Marta nos pidió que nos sentáramos en el mismo sofá que nos había descubierto desnudos. Ella tomo asiento en una de las poltronas y nos dijo casi llorando:
- “Estoy acá porque me he quedado sin trabajo. En cuanto llegue a lo de Doña Amelia, la señora a quien le hago la limpieza los lunes, miércoles y viernes, me informó que no me necesitaba más. Que como la fábrica donde trabajaba el marido acababa de cerrar sus puertas, con el consecuente despido del personal, se veían obligados a restringirse en ciertos gastos. Me pago lo que me debía y me dijo que por ahora no fuera más, que si me necesitaba me volvería a llamar. Y aquí estoy.”
- “Marta te pido mil disculpas en nombre de los dos.”, le dije y continúe.
- “Sé que te hemosf altado el respeto a vos y a tu hogar. Me voy, creo que es lo correcto.”, y dirigiéndome a Susana que estaba terriblemente muda.
- “Te llamo por teléfono mañana a la tarde, sabes que te quiero.”
 
Marta me impidió mi llegada a la puerta cancel y nos dice:
- “Ustedes se quieren, de hecho se estaban brindando amor y placer mutuamente cuando llegué. Soy yo la que les debe pedir disculpas por interrumpirlos. Eduardo te pido que no te vayas, quédate el tiempo que quieras con Susana. Yo me iré a cambiar de ropa, y ustedes vayan a la habitación a terminar lo que habían empezado.”
 
Intercambiamos miradas con Susana y fuimos a su habitación. Fue difícil volver a recrear el clima. Dentro de la habitación a lo único que atinamos fue a sentarnos en el borde de la cama en silencio durante varios minutos. Después de un rato me senté con mi espaldac ontra la pared y mis piernas atravesado la cama de Susana. Ella recostó suc abeza sobre mis piernas y se estiro sobre la cama. Nos tomamos de nuestras manos derechas y con mi izquierda le acariciaba el largo cabello negro. En determinado momento ella giró su cuerpo de forma de tal que nos podíamos ver al os ojos. Como si algo mágico nos conectará los dos al mismo tiempo nos abrazamos y nos dimos un beso en el que nuestros labios y nuestras lenguas no se separaron por más de cinco minutos. Volvimos a calentarnos como antes pero tácitamente habíamos decidido no coger ese día, pero si entendíamos que debíamos finalizar lo que nos interrumpieron. La recuesto sobre la cama, le levanto la falda del vestido que tenía puesto, le bajo la bombacha hasta quitársela y le empiezo a chupar la concha con desesperación. Ella se apura a acomodar el toallón por debajo de su pelvis para evitar ensuciar el acolchado. Le besé, le mordisqueé y le chupé, los labios externos e internos de su concha, me apoderé de su clítoris y logré sacarle dos impresionantes orgasmos que me inundaron la boca y que con mucho placer me los bebí por completo. Me subí sobre ella y la bese mezclando nuestras salivas con los jugos de su concha. Mi verga estaba durísima y ella la sentía contra su cuerpo. Saborear sus propios jugos la puso muy caliente a Susana, que poco menos me arranco el pantalón y el slip para apoderarse de mi pija de un solo bocado. Trabajo con sus labios y su lengua con tal maestría que la eyaculación estaba casi lista. Dándose cuenta de lo que vendría, acomodó mi verga en su garganta para recibir tres fuertes descargas que se las tragó como pudo. Nos volvimos a besar y nuestras bocas tenían sabores extraños, producto de mi leche y su flujo además de nuestras salivas.
 
Almorzamos temprano los tres. Marta se entera que iría a encontrarme con Víctor en el Jardín Botánico. Salimos juntos ya que ella debía ir a su trabajo de la tarde y tratando de ser amable le pido que me deje acompañarla hasta la parada de su colectivo a tres cuadras de allí.Caminamos los primeros metros casi con nuestros brazos pegados, ella del lado de la pared y yo del lado de la calle. Antes de llegar a la esquina, me toma del brazo y reclina su cabeza sobre mi hombro. Girando levemente mi vista hacia la izquierda y teniendo en cuenta la posición de ella, creí estar en el paraíso. Podía verle todo el escote y sus preciosas y turgentes tetas. Estuve tentado a darle un beso en la boca. Nos despedimos en la parada del colectivo con un beso en la mejilla.
 
Pase la tarde con Víctor en e lBotánico y no le conté nada de lo sucedido durante la mañana. Al día siguiente (martes) estuve a la tarde con Susana hasta la llegada de Marta. Cuando me despido para irme, Marta le ordena a su hija que lave algunos platos sucios que habían quedado en la mesada de la cocina y es ella la que me acompaña hasta la puerta y me dice:
- “Me gustaría que mañana me vengas a hacer compañía durante la mañana. ¿Podrás venir?”
- “Supongo que sí. ¿Pasó algo?”
- “Quisiera que conversemos sobre tu relación con Susana y con Víctor.”
- “No te preocupes, vendré temprano.”
 
Le doy un beso en la mejilla, pero ambos (consciente o inconscientemente) movimos nuestras caras y nuestras comisuras de los labios se tocaron. Fue muy claro que ambos sentimos un shock eléctrico que nos hizo tomarnos de las manos y volver a repetir el beso. Esta vez fue en la mejilla pero sin soltamos las manos. Me fui presuroso al profesorado.




(Continua en: “Víctor, el futuro médico - 8° parte”)

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2 comentarios - Víctor, el futuro médico - 7° parte

Tsukuru +1
Ufffff, tremendo!
SaskatchewanTatu +1
Acabo de subir la 8° parte...