Contando ya con la información aportada por Chuky, ese mismo martes me levanto con toda la calentura a flor de piel. No solo tengo ganas de coger, sino que tengo ganas de coger con Bigote. Quiero cogerme a ese hombre, supongo que a ustedes les debe pasar lo mismo cuando se calientan con una mina. Podrán aparecer conchas para todos los gustos, pero hasta que no prueben esa no van a parar. A mí me pasaba lo mismo con Bigote, quería, ansiaba su pija.
Previamente le había pedido el auto a mi marido, ya que la idea era aparecerme en su taller como cualquier otra clienta, como si el encontrarnos fuera obra del destino.
Aviso a la Compañía que voy a llegar un rato más tarde y me dirijo a su taller, con la concha ya pulsándome de calentura.
No conozco demasiado la zona, así que voy consultando constantemente el GPS.
Al doblar en Warnes aminoro la velocidad, recibiendo alguna puteada de los que vienen embalados de atrás. Ninguno me dice: "Andá a lavar los platos", porque sino le hubiera contestado: " Mejor que eso, me voy a chupar una buena pija ". Ante semejante declaración creo que no hubieran podido hacer otra cosa que cerrar la boca.
A esa altura de Warnes estamos al 1400, el taller de Bigote está en la vereda par, así que me voy fijando en los distintos talleres y negocios, atenta a la numeración. Y ahí lo veo, con el letrero que dice " Partes de carrocería " al frente. Tengo que dar la vuelta porque está de la mano contraria, pero por suerte, cuando llego, no veo que haya ningún auto adentro.
Me estaciono en la puerta y bajo, con lentes oscuros y el pelo recogido, para que no me reconozca de entrada, ya que la gracia está en que sea una sorpresa.
Entro al taller y lo veo detrás del mostrador, hablando por celular. También hay un chico acomodando unos neumáticos que me mira como si nunca hubiese visto una mujer.
Sin reconocerme todavía le dice a su interlocutor que tiene una clienta, que luego lo llama. Corta la llamada y tras saludarme, me pregunta muy cortésmente:
-¿En qué puedo ayudarla?-
Le explico el problema que tiene el auto, en realidad le invento uno, ya que hacía poco que mi marido le había hecho una revisión completa.
-Me va a disculpar pero de eso no nos ocupamos, pero si quiere puedo recomendarle a alguien, está en ésta misma cuadra- me dice mientras rebusca en un tarjetero -Si le dice que va de parte nuestra, le aseguro que va a recibir una excelente atención- añade tendiéndome la tarjeta.
La agarro y sacándome al mismo tiempo los lentes, le digo como desilusionada:
-Ok, si vos no podés, espero que esa persona sí pueda ayudarme-
-¡Mariela!- exclama reconociéndome enseguida.
Éste por lo menos se acordaba de mi nombre.
-Perdoname, es que con los lentes no te reconocí- se disculpa y saliendo de detrás del mostrador, se me acerca y me saluda con un beso en la mejilla.
-Es una lástima que no puedas ayudarme, porque...-
-No, si puedo ayudarte- se apresura en corregirme -No me especializo en motores, pero soy mecánico, claro que puedo darte una mano-
-¿Solo una?- le replico sugestiva.
Solo atina a reírse, pidiéndome luego la llave del auto para que su ayudante pueda entrarlo al taller. Cúando ya está dentro levanta el capó y comienza a revisarlo.
-¿Que problema me dijiste que tenía?- pregunta todo experto, mirando aquí y allá.
-Ninguno, en realidad no tiene nada- le respondo, sincera.
Estoy al igual que él inclinada bajo el capó, mis pechos amontonados bajo el escote de la camisa.
- No entiendo- repone incorporándose y mirándome intrigado.
-¿En serio no entendés?- replico aún inclinada, mis tetas en primer plano, palpitando de emoción.
Me siento la protagonista de una mala película porno y me encanta.
Mira hacia dónde está su ayudante, aún acomodando los neumáticos y me consulta:
-¿Debería decirle a Lucho que se vaya?-
-Sería lo mejor, a menos que tengas ganas de otra fiestita- asiento.
Le dice a su ayudante que se vaya a dar una vuelta, que va a cerrar el taller por un rato.
El chico no pone ningún reparo, agarra su mochila y se retira, no sé si sabiendo que su jefe le va a medir el aceite a la clienta que acaba de llegar.
Mientras él baja la cortina, yo me sitúo junto al almanaque de una mina en bolas que está colgado a un costado del mostrador.
-¿Cuales te gustan más?- le pregunto, agarrándome las tetas por encima de la ropa y comparándolas con las del almanaque.
-¡Las tuyas Mamita, las tuyas toda la vida!- asiente agarrándose el paquete y viniendo hacia mí con una mirada de "te cojo toda".
Me quito el saco del uniforme, me desabrocho la camisa y soltando el botoncito delantero del corpiño, le vuelco mis tetas frente a la cara.
-¿Éstas?- le vuelvo a preguntar, conteniéndolas apenas con mis manos.
-¡Sí, éstas!- exclama apretándomelas con tantas ganas que me deja los dedos marcados por un buen rato.
Sin soltarme las gomas, busca mi boca con su lengua y me besa con mucha saliva y ruido de por medio.
-Espero que Pablo no se enoje por tocarle la mercancía- comenta con las manos bien adosadas a mis pechos.
-Pablo está en Tucumán, así que ni se va a enterar- le confío -Además la mercancía es mía y me la toca quién yo quiera-
Deslizo una mano por entre nuestros cuerpos y acariciándole la tercera pierna, agrego incitante:
-Y por lo que parece no soy la única a la que le gusta que le toquen la mercancía-
-¡Sí Mamita, mirá lo que tengo para que me toqués!- me dice pelando la pija y sacudiéndola ostentosamente.
Ya la tenía parada, creo que se le paró desde el mismo instante en que se dio cuenta que era la misma del cumpleaños de su amigo.
-Tengo todo esto para vos, ¿te gusta?-
-¡Me encanta!- asiento, agarrándola y estrujándosela, sintiendo esa fuerza vital bullir en su interior.
Ahí mismo, arrinconada como me tiene contra ese típico almanaque de gomería, me pongo de cuclillas y me meto su verga en la boca. El sabor de su calentura me inunda el paladar, intenso, fragante, irresistible.
-¡Ahhhhh... Siiiiiii... Como te gusta chuparla, bebé... Uhhhhhhhh... Que rica boquita tenés...!- exclama eufórico, las piernas bien separadas, las manos apoyadas contra aquel explícito muestrario de tetas.
Me la como entera, hasta que los pelos me rozan los labios, masticando y saboreando cada pedazo, untándola de saliva con la lengua, sintiendo en toda su extensión ese furioso palpitar que desde ya me sugiere los placeres más suntuosos y exquisitos.
Así como está, toda hinchada y enrojecida, me la pongo entre las tetas y le hago una violenta paja, haciéndole saltar gotitas de leche por doquier.
Vuelvo a chupársela, comiéndome todas esa espumita que se le junta en la cabeza, la cuál saboreo con el mayor de los gustos.
Desesperado, con las venas de la pija latiéndole a mil por hora, me la saca de la boca y despejando de un manotazo todo lo que hay encima del mostrador, clama a los gritos:
-¡Subite que te la quiero poner ya!-
Me levanto y empiezo a desvestirme, haciendo un strip solo para sus ojos. Ya totalmente desnuda, dejando la ropa amontonada en el piso, me siento en el borde del mostrador, con las piernas bien abiertas, el tajo de mi entrepierna lanzando llamaradas de pasión.
Bigote se agacha y me chupa con suma delectación, haciéndome cosquillas con los bigotes, sorbiéndome los labios y el clítoris con una intensidad que me hace temblar como si estuviese conectada a un cable de alta tensión.
Luego del sorbeteo, me pasa la lengua arriba y abajo, como delineando ese vértice de placer que me late con unas ganas irresistibles. Entonces se levanta, con la pija dura y crecida, y me la refriega a todo lo largo, untando con la punta ese espeso fluido que ya había empezado a corroerme por dentro.
-Te quiero coger así, a pelo- me dice, acomodándome la cabeza entre los gajos.
-¡Cogeme..., cogeme toda!- le digo, sintiendo como esa vibrante hinchazón se va introduciendo en mí.
Ya no me importa nada, la calentura es demasiada como para esperar esos pocos segundos que le tomaría ponerse un preservativo.
Ni había terminado de aceptar su pedido que ya lo tengo adentro, duro, caliente, mojado, imponente en todo sentido.
Eso era lo que quería, lo que venía buscando, tener esa pija dentro mío, llenándome, arrancándome esas ganas que venía acumulando desde que Chuky me había dicho dónde encontrarlo.
Me muevo con él, fuerte, enérgicamente, chocando nuestros cuerpos cada vez que me la mete bien adentro. Por supuesto que mientras nos cogemos, también nos besamos, con la lengua, con toda la boca, bebiéndonos el aliento del otro, dejando que nuestros labios resbalen por sobre un reguero de saliva.
Él todavía está con la ropa puesta, el pantalón caído a la altura de los tobillos, así que cuando me la saca para quitárselo y estar más cómodo, aprovecho y me bajo del mostrador.
-¿Adonde vas?- pregunta sorprendido mientras se saca toda la ropa.
-Es el auto de mi marido, quiero que me cojas ahí- le digo toda sensual e incitante, caminando hacia el taller.
-¡Te cojo dónde quieras!- exclama corriendo tras de mí con la pija echando fuego.
El capó ya está tibio, así que me recuesto sobre el mismo, apoyada de brazos, y echando la cola hacia atrás. Cierro los ojos y me dejo llevar por los sentidos, sintiendo como me la va metiendo, volviéndome a llenar con suficiencia y vigor, contagiándome esa hermosa calentura que desde ese punto vital se extiende por toda mi anatomía.
La concha se me hace agua ante ese recio y presuntuoso avance, me mojo como la puta que soy, deshaciéndome en una clamorosa letanía de suspiros y jadeos.
Agarrándome de la cintura Bigote me bombea con una fuerza intimidante, rematando cada penetración con un enérgico empujoncito final que me desquicia y aturde.
-¡Sí... Así... Dale... Dale...!- le digo, agarrándole la mano con que me aferra de la cintura e incitándolo a que me reviente los ovarios.
Pijazo tras pijazo, me garcha sobre el capó del auto de mi marido, como si estuviéramos en un vídeo porno. "Lujuria en el taller mecánico", "Rápidos y lujuriosos", o " Marita, Bigote y un polvo sobre ruedas". Pónganle el nombre que quieran, pero la excitación de saberme ahí, en un ámbito enteramente machista, con fotos de minas en bolas y el denso olor a grasa y motores, me desata por completo, convirtiéndome en una máquina de coger perfectamente lubricada, con todos mis orificios puestos al servicio de esa perforadora humana que parece dispuesta a encontrar las profundidades más recónditas de mi cuerpo.
Éste sin duda era otro Bigote, más activo, más arrollador, avasallante, pleno de potencia y vigor. Quizás la noche del Gangbang haya estado cohibido por la presencia de los demás, pero ahora estaba como un motor fuera de borda, a mil por hora, dispuesto a agrandarme los agujeros más de lo que ya los tengo.
Había iniciado con mi boca, y ahora le aplicaba a mi concha el proceso de agrandamiento, entrando y saliendo, removiéndola como una batidora cúando estaba adentro, haciéndome sentir en todo momento la fuerza de un verdadero animal.
Cuando me la saca, tras haberme casi desfondado, intenta avanzarme por el culo, pero lo freno corriéndome para un costado. Todavía quiero seguir sintiéndolo por el conducto principal, así que lo agarro de la mano y rodeando el auto lo llevo al asiento delantero.
Abro la puerta y hago que se siente tras el volante, con las piernas hacia afuera, la pija erecta rebosando calentura. Entonces me le siento encima, el cuerpo prácticamente fuera del coche, sujetándome por un lado de la puerta y del otro de la carrocería.
-¡Ahhhhhhhhhhh...!- me estremezco al sentir como se hunde en mí, fuerte y vigoroso, rebosante de testosterona.
Él me sujeta de la cintura, pero soy yo la que maneja el ritmo, subiendo y bajando, moviendo el culo como una coctelera, para sentir aún más nítidamente esa pulsante energía que demuele todas mis defensas.
Estoy un rato así, cabalgándolo sin freno, hasta que me levanto y abro la puerta de atrás. Me meto un par de dedos en el culo y me lo dilato apropiadamente, para luego recostarme boca abajo en el asiento trasero, las piernas hacia afuera, los pies apoyados en el suelo.
Bigote viene tras de mí y me la manda a guardar de un solo empuje, quedándose un rato ahí, agrandándome el ojete a puro encule.
Grito, chillo y hasta me refuerzo de placer, dejándome taladrar hasta lo indecible, sintiendo que me revuelve los intestinos por dentro con cada combazo.
Me fulmina, me tritura, me aniquila, haciendo de mi culito el centro de todos sus ataques. Ataques que por supuesto disfrutó como la mejor de las putas.
Entre agónicos jadeos lo siento preparándose ya para la descarga, poniéndose más duro y gordo todavía.
-¡Te acabo adentro, putita..., te lleno el culo de leche!- me dice con ese tonito de pervertido que usan todos cuándo están a punto de venirse.
-¡Siiiiiiiii..., llenámelo hijo de puta, llenámelo de guasca!- le grito del mismo modo, sintiendo casi de inmediato como una tromba láctea me llena todo el orto.
Nos quedamos un momento ahí, él sobre mí, disfrutando tan pletórica disolución.
Sin embargo yo no había acabado todavía, me había mojado sí, pero faltaba mi orgasmo, el que quería echarme junto a Bigote. Así que mientras él aún trataba de reponerse de aquella deliciosa agonía, me escabulló por debajo de su cuerpo y haciendo que se tienda de espalda a lo largo del asiento trasero del coche, me pongo a chuparle la pija con todas mis ganas, tratando de mantenerla bien alzada pese a la reciente descarga. Gracias a mis labios, lengua y pechos, que también colaboran en tan loable tarea, consigo mantener al tope esa preciada dureza que aún deseaba seguir disfrutando.
Luego de una buena mamada, me le subo encima y guiándole la pija con mi propia mano, me la meto en la concha, iniciando un entusiasta y sostenido sube y baja.
-Sos la única mina que me arrancó dos polvos seguidos..., la otra noche y... ¡AHORA!- me dice entre roncos gruñidos a la vez que su cuerpo se tensa preparándose para un nuevo estallido.
Pero esta vez no dejo que me acabe adentro, ni bien termino de gozar mi propio polvo y sintiendo aún en mi interior esos ramalazos de placer, me salgo de encima suyo y tras sacudirle violentamente la poronga, me la meto en la boca, recibiendo en mi paladar lechazo tras otro. Me lo trago todo, sorbiendo hasta la última gota de semen, mirándolo en todo momento a los ojos, mientras hago con mi boca esos ruiditos lúbricos que tantos les gusta.
-¡Toda, toda la guasca bebé, sí, tragátela toda!- exclama con la voz pastosa, como de borracho.
Y por supuesto que me la trago toda, exprimiéndole bien las pelotas, relamiéndome gustosa al sentir como la savia natural de su hombría se va derramando lenta y espesamente por mi garganta. Pero aunque ya no hay más que tragar, no le suelto la pija todavía, sigo atada a ella, lamiendo y besando esa carne pringosa y turgente que de a poco empieza a perder su imponente supremacía.
Luego, ya fuera del taller, dejo el auto en un lavadero, para que le quiten el olor a sexo que parece haberse impregnado en el tapizado, y me voy a la Compañía en un taxi.
Llego como es habitual luego de haberte echado un polvo de película porno, con la sonrisa de oreja a oreja, con la satisfacción sexual más intensa dibujada en la cara.
-Mmmhhh, parece que tu marido no te dejaba salir de la cama, ¿que pasa, están de aniversario?- me dice una de mis compañeras, sacándome al vuelo que vengo de echarme un muy buen polvo.
-Algo así- le respondo.
Obvio que no iba a decirle que venía de que me midieran el aceite en un grasiento taller de la avenida Warnes. Supongo que si se lo decía pensaría que era una broma, y si me creía, estoy segura que jamás entendería el por qué. Aunque la verdad es que yo tampoco lo entiendo, solo sé que me gusta y mientras mi cuerpo me empuje a vivir esos momentos dignos de una Pornstar, no pienso resistirme.
Previamente le había pedido el auto a mi marido, ya que la idea era aparecerme en su taller como cualquier otra clienta, como si el encontrarnos fuera obra del destino.
Aviso a la Compañía que voy a llegar un rato más tarde y me dirijo a su taller, con la concha ya pulsándome de calentura.
No conozco demasiado la zona, así que voy consultando constantemente el GPS.
Al doblar en Warnes aminoro la velocidad, recibiendo alguna puteada de los que vienen embalados de atrás. Ninguno me dice: "Andá a lavar los platos", porque sino le hubiera contestado: " Mejor que eso, me voy a chupar una buena pija ". Ante semejante declaración creo que no hubieran podido hacer otra cosa que cerrar la boca.
A esa altura de Warnes estamos al 1400, el taller de Bigote está en la vereda par, así que me voy fijando en los distintos talleres y negocios, atenta a la numeración. Y ahí lo veo, con el letrero que dice " Partes de carrocería " al frente. Tengo que dar la vuelta porque está de la mano contraria, pero por suerte, cuando llego, no veo que haya ningún auto adentro.
Me estaciono en la puerta y bajo, con lentes oscuros y el pelo recogido, para que no me reconozca de entrada, ya que la gracia está en que sea una sorpresa.
Entro al taller y lo veo detrás del mostrador, hablando por celular. También hay un chico acomodando unos neumáticos que me mira como si nunca hubiese visto una mujer.
Sin reconocerme todavía le dice a su interlocutor que tiene una clienta, que luego lo llama. Corta la llamada y tras saludarme, me pregunta muy cortésmente:
-¿En qué puedo ayudarla?-
Le explico el problema que tiene el auto, en realidad le invento uno, ya que hacía poco que mi marido le había hecho una revisión completa.
-Me va a disculpar pero de eso no nos ocupamos, pero si quiere puedo recomendarle a alguien, está en ésta misma cuadra- me dice mientras rebusca en un tarjetero -Si le dice que va de parte nuestra, le aseguro que va a recibir una excelente atención- añade tendiéndome la tarjeta.
La agarro y sacándome al mismo tiempo los lentes, le digo como desilusionada:
-Ok, si vos no podés, espero que esa persona sí pueda ayudarme-
-¡Mariela!- exclama reconociéndome enseguida.
Éste por lo menos se acordaba de mi nombre.
-Perdoname, es que con los lentes no te reconocí- se disculpa y saliendo de detrás del mostrador, se me acerca y me saluda con un beso en la mejilla.
-Es una lástima que no puedas ayudarme, porque...-
-No, si puedo ayudarte- se apresura en corregirme -No me especializo en motores, pero soy mecánico, claro que puedo darte una mano-
-¿Solo una?- le replico sugestiva.
Solo atina a reírse, pidiéndome luego la llave del auto para que su ayudante pueda entrarlo al taller. Cúando ya está dentro levanta el capó y comienza a revisarlo.
-¿Que problema me dijiste que tenía?- pregunta todo experto, mirando aquí y allá.
-Ninguno, en realidad no tiene nada- le respondo, sincera.
Estoy al igual que él inclinada bajo el capó, mis pechos amontonados bajo el escote de la camisa.
- No entiendo- repone incorporándose y mirándome intrigado.
-¿En serio no entendés?- replico aún inclinada, mis tetas en primer plano, palpitando de emoción.
Me siento la protagonista de una mala película porno y me encanta.
Mira hacia dónde está su ayudante, aún acomodando los neumáticos y me consulta:
-¿Debería decirle a Lucho que se vaya?-
-Sería lo mejor, a menos que tengas ganas de otra fiestita- asiento.
Le dice a su ayudante que se vaya a dar una vuelta, que va a cerrar el taller por un rato.
El chico no pone ningún reparo, agarra su mochila y se retira, no sé si sabiendo que su jefe le va a medir el aceite a la clienta que acaba de llegar.
Mientras él baja la cortina, yo me sitúo junto al almanaque de una mina en bolas que está colgado a un costado del mostrador.
-¿Cuales te gustan más?- le pregunto, agarrándome las tetas por encima de la ropa y comparándolas con las del almanaque.
-¡Las tuyas Mamita, las tuyas toda la vida!- asiente agarrándose el paquete y viniendo hacia mí con una mirada de "te cojo toda".
Me quito el saco del uniforme, me desabrocho la camisa y soltando el botoncito delantero del corpiño, le vuelco mis tetas frente a la cara.
-¿Éstas?- le vuelvo a preguntar, conteniéndolas apenas con mis manos.
-¡Sí, éstas!- exclama apretándomelas con tantas ganas que me deja los dedos marcados por un buen rato.
Sin soltarme las gomas, busca mi boca con su lengua y me besa con mucha saliva y ruido de por medio.
-Espero que Pablo no se enoje por tocarle la mercancía- comenta con las manos bien adosadas a mis pechos.
-Pablo está en Tucumán, así que ni se va a enterar- le confío -Además la mercancía es mía y me la toca quién yo quiera-
Deslizo una mano por entre nuestros cuerpos y acariciándole la tercera pierna, agrego incitante:
-Y por lo que parece no soy la única a la que le gusta que le toquen la mercancía-
-¡Sí Mamita, mirá lo que tengo para que me toqués!- me dice pelando la pija y sacudiéndola ostentosamente.
Ya la tenía parada, creo que se le paró desde el mismo instante en que se dio cuenta que era la misma del cumpleaños de su amigo.
-Tengo todo esto para vos, ¿te gusta?-
-¡Me encanta!- asiento, agarrándola y estrujándosela, sintiendo esa fuerza vital bullir en su interior.
Ahí mismo, arrinconada como me tiene contra ese típico almanaque de gomería, me pongo de cuclillas y me meto su verga en la boca. El sabor de su calentura me inunda el paladar, intenso, fragante, irresistible.
-¡Ahhhhh... Siiiiiii... Como te gusta chuparla, bebé... Uhhhhhhhh... Que rica boquita tenés...!- exclama eufórico, las piernas bien separadas, las manos apoyadas contra aquel explícito muestrario de tetas.
Me la como entera, hasta que los pelos me rozan los labios, masticando y saboreando cada pedazo, untándola de saliva con la lengua, sintiendo en toda su extensión ese furioso palpitar que desde ya me sugiere los placeres más suntuosos y exquisitos.
Así como está, toda hinchada y enrojecida, me la pongo entre las tetas y le hago una violenta paja, haciéndole saltar gotitas de leche por doquier.
Vuelvo a chupársela, comiéndome todas esa espumita que se le junta en la cabeza, la cuál saboreo con el mayor de los gustos.
Desesperado, con las venas de la pija latiéndole a mil por hora, me la saca de la boca y despejando de un manotazo todo lo que hay encima del mostrador, clama a los gritos:
-¡Subite que te la quiero poner ya!-
Me levanto y empiezo a desvestirme, haciendo un strip solo para sus ojos. Ya totalmente desnuda, dejando la ropa amontonada en el piso, me siento en el borde del mostrador, con las piernas bien abiertas, el tajo de mi entrepierna lanzando llamaradas de pasión.
Bigote se agacha y me chupa con suma delectación, haciéndome cosquillas con los bigotes, sorbiéndome los labios y el clítoris con una intensidad que me hace temblar como si estuviese conectada a un cable de alta tensión.
Luego del sorbeteo, me pasa la lengua arriba y abajo, como delineando ese vértice de placer que me late con unas ganas irresistibles. Entonces se levanta, con la pija dura y crecida, y me la refriega a todo lo largo, untando con la punta ese espeso fluido que ya había empezado a corroerme por dentro.
-Te quiero coger así, a pelo- me dice, acomodándome la cabeza entre los gajos.
-¡Cogeme..., cogeme toda!- le digo, sintiendo como esa vibrante hinchazón se va introduciendo en mí.
Ya no me importa nada, la calentura es demasiada como para esperar esos pocos segundos que le tomaría ponerse un preservativo.
Ni había terminado de aceptar su pedido que ya lo tengo adentro, duro, caliente, mojado, imponente en todo sentido.
Eso era lo que quería, lo que venía buscando, tener esa pija dentro mío, llenándome, arrancándome esas ganas que venía acumulando desde que Chuky me había dicho dónde encontrarlo.
Me muevo con él, fuerte, enérgicamente, chocando nuestros cuerpos cada vez que me la mete bien adentro. Por supuesto que mientras nos cogemos, también nos besamos, con la lengua, con toda la boca, bebiéndonos el aliento del otro, dejando que nuestros labios resbalen por sobre un reguero de saliva.
Él todavía está con la ropa puesta, el pantalón caído a la altura de los tobillos, así que cuando me la saca para quitárselo y estar más cómodo, aprovecho y me bajo del mostrador.
-¿Adonde vas?- pregunta sorprendido mientras se saca toda la ropa.
-Es el auto de mi marido, quiero que me cojas ahí- le digo toda sensual e incitante, caminando hacia el taller.
-¡Te cojo dónde quieras!- exclama corriendo tras de mí con la pija echando fuego.
El capó ya está tibio, así que me recuesto sobre el mismo, apoyada de brazos, y echando la cola hacia atrás. Cierro los ojos y me dejo llevar por los sentidos, sintiendo como me la va metiendo, volviéndome a llenar con suficiencia y vigor, contagiándome esa hermosa calentura que desde ese punto vital se extiende por toda mi anatomía.
La concha se me hace agua ante ese recio y presuntuoso avance, me mojo como la puta que soy, deshaciéndome en una clamorosa letanía de suspiros y jadeos.
Agarrándome de la cintura Bigote me bombea con una fuerza intimidante, rematando cada penetración con un enérgico empujoncito final que me desquicia y aturde.
-¡Sí... Así... Dale... Dale...!- le digo, agarrándole la mano con que me aferra de la cintura e incitándolo a que me reviente los ovarios.
Pijazo tras pijazo, me garcha sobre el capó del auto de mi marido, como si estuviéramos en un vídeo porno. "Lujuria en el taller mecánico", "Rápidos y lujuriosos", o " Marita, Bigote y un polvo sobre ruedas". Pónganle el nombre que quieran, pero la excitación de saberme ahí, en un ámbito enteramente machista, con fotos de minas en bolas y el denso olor a grasa y motores, me desata por completo, convirtiéndome en una máquina de coger perfectamente lubricada, con todos mis orificios puestos al servicio de esa perforadora humana que parece dispuesta a encontrar las profundidades más recónditas de mi cuerpo.
Éste sin duda era otro Bigote, más activo, más arrollador, avasallante, pleno de potencia y vigor. Quizás la noche del Gangbang haya estado cohibido por la presencia de los demás, pero ahora estaba como un motor fuera de borda, a mil por hora, dispuesto a agrandarme los agujeros más de lo que ya los tengo.
Había iniciado con mi boca, y ahora le aplicaba a mi concha el proceso de agrandamiento, entrando y saliendo, removiéndola como una batidora cúando estaba adentro, haciéndome sentir en todo momento la fuerza de un verdadero animal.
Cuando me la saca, tras haberme casi desfondado, intenta avanzarme por el culo, pero lo freno corriéndome para un costado. Todavía quiero seguir sintiéndolo por el conducto principal, así que lo agarro de la mano y rodeando el auto lo llevo al asiento delantero.
Abro la puerta y hago que se siente tras el volante, con las piernas hacia afuera, la pija erecta rebosando calentura. Entonces me le siento encima, el cuerpo prácticamente fuera del coche, sujetándome por un lado de la puerta y del otro de la carrocería.
-¡Ahhhhhhhhhhh...!- me estremezco al sentir como se hunde en mí, fuerte y vigoroso, rebosante de testosterona.
Él me sujeta de la cintura, pero soy yo la que maneja el ritmo, subiendo y bajando, moviendo el culo como una coctelera, para sentir aún más nítidamente esa pulsante energía que demuele todas mis defensas.
Estoy un rato así, cabalgándolo sin freno, hasta que me levanto y abro la puerta de atrás. Me meto un par de dedos en el culo y me lo dilato apropiadamente, para luego recostarme boca abajo en el asiento trasero, las piernas hacia afuera, los pies apoyados en el suelo.
Bigote viene tras de mí y me la manda a guardar de un solo empuje, quedándose un rato ahí, agrandándome el ojete a puro encule.
Grito, chillo y hasta me refuerzo de placer, dejándome taladrar hasta lo indecible, sintiendo que me revuelve los intestinos por dentro con cada combazo.
Me fulmina, me tritura, me aniquila, haciendo de mi culito el centro de todos sus ataques. Ataques que por supuesto disfrutó como la mejor de las putas.
Entre agónicos jadeos lo siento preparándose ya para la descarga, poniéndose más duro y gordo todavía.
-¡Te acabo adentro, putita..., te lleno el culo de leche!- me dice con ese tonito de pervertido que usan todos cuándo están a punto de venirse.
-¡Siiiiiiiii..., llenámelo hijo de puta, llenámelo de guasca!- le grito del mismo modo, sintiendo casi de inmediato como una tromba láctea me llena todo el orto.
Nos quedamos un momento ahí, él sobre mí, disfrutando tan pletórica disolución.
Sin embargo yo no había acabado todavía, me había mojado sí, pero faltaba mi orgasmo, el que quería echarme junto a Bigote. Así que mientras él aún trataba de reponerse de aquella deliciosa agonía, me escabulló por debajo de su cuerpo y haciendo que se tienda de espalda a lo largo del asiento trasero del coche, me pongo a chuparle la pija con todas mis ganas, tratando de mantenerla bien alzada pese a la reciente descarga. Gracias a mis labios, lengua y pechos, que también colaboran en tan loable tarea, consigo mantener al tope esa preciada dureza que aún deseaba seguir disfrutando.
Luego de una buena mamada, me le subo encima y guiándole la pija con mi propia mano, me la meto en la concha, iniciando un entusiasta y sostenido sube y baja.
-Sos la única mina que me arrancó dos polvos seguidos..., la otra noche y... ¡AHORA!- me dice entre roncos gruñidos a la vez que su cuerpo se tensa preparándose para un nuevo estallido.
Pero esta vez no dejo que me acabe adentro, ni bien termino de gozar mi propio polvo y sintiendo aún en mi interior esos ramalazos de placer, me salgo de encima suyo y tras sacudirle violentamente la poronga, me la meto en la boca, recibiendo en mi paladar lechazo tras otro. Me lo trago todo, sorbiendo hasta la última gota de semen, mirándolo en todo momento a los ojos, mientras hago con mi boca esos ruiditos lúbricos que tantos les gusta.
-¡Toda, toda la guasca bebé, sí, tragátela toda!- exclama con la voz pastosa, como de borracho.
Y por supuesto que me la trago toda, exprimiéndole bien las pelotas, relamiéndome gustosa al sentir como la savia natural de su hombría se va derramando lenta y espesamente por mi garganta. Pero aunque ya no hay más que tragar, no le suelto la pija todavía, sigo atada a ella, lamiendo y besando esa carne pringosa y turgente que de a poco empieza a perder su imponente supremacía.
Luego, ya fuera del taller, dejo el auto en un lavadero, para que le quiten el olor a sexo que parece haberse impregnado en el tapizado, y me voy a la Compañía en un taxi.
Llego como es habitual luego de haberte echado un polvo de película porno, con la sonrisa de oreja a oreja, con la satisfacción sexual más intensa dibujada en la cara.
-Mmmhhh, parece que tu marido no te dejaba salir de la cama, ¿que pasa, están de aniversario?- me dice una de mis compañeras, sacándome al vuelo que vengo de echarme un muy buen polvo.
-Algo así- le respondo.
Obvio que no iba a decirle que venía de que me midieran el aceite en un grasiento taller de la avenida Warnes. Supongo que si se lo decía pensaría que era una broma, y si me creía, estoy segura que jamás entendería el por qué. Aunque la verdad es que yo tampoco lo entiendo, solo sé que me gusta y mientras mi cuerpo me empuje a vivir esos momentos dignos de una Pornstar, no pienso resistirme.
26 comentarios - Bigote...
Besos!
Buen post, hoy no me quedan puntos, mañana te doy diez
-¿Éstas?- le vuelvo a preguntar, conteniéndolas apenas con mis manos"
"empiezo a desvestirme, haciendo un strip solo para sus ojos"[/i]
Como me calienta cuando las hembras "se ofrecen" así, ue delicia!!
"sorbiéndome los labios y el clítoris con una intensidad que me hace temblar como si estuviese conectada a un cable de alta tensión"[/i]
Estas son el tipo de frases con estos detalles son lo que hacen diferentes y únicos tus relatos a cualquier otro (a), y eso a mi me encanta!!
"...convirtiéndome en una máquina de coger..."[/i]
[b}Esta frase refleja con toda exactitud lo que tu eres en tus exquisitas "garche-aventuras" jajaja
EXCELENTE relato querida como ya nos tienes acostumbrados, a los que como yo, me he hecho adicto a tus "aventuras" sexuales.
Oye, cuantos de los del Gang Bang, te queda aún por "comerte" de nuevo? jajaja
Otro buen nombre para la peli porno sería "La Gomería del Placer" jajaja
FELICITACIONES linda, por este delicioso relato!! 👏 👏 +10
Besitos preciosa!!💋
LEO
Salen puntos!!