Fiesta típica de fin de año de empresa grande: largos banquetes, abundancia de alcohol, animadores bien pagos…celebraciones montadas en un lugar enorme, en donde todas las sucursales, todos los cargos, desde el primero hasta el ultimo, se reúnen en esa especie de rito pagano, como los viejos carnavales, en donde las castas se igualan, y por lo menos por unas horas no hay jefes ni súbditos, todos relajan y liberan las presiones de un arduo año laboral. Es el momento en donde las diferencias son dejadas de lado, los problemas verdaderamente quedan de las puertas para afuera, y ese ánimo contagioso de festividad general es absorbido por cada uno de los que ahí se encuentran.
Ésta tenía un condimento más, debíamos concurrir a la fiesta disfrazados.
En verdad fue en extremo divertido ver a todo el mundo ser otro. Había algunos que no habían puesto demasiado esmero en las personificaciones, pero en líneas generales todos estaban consustanciados con la situación, más cuando unos días antes de la fiesta, a cada miembro de la empresa nos llegó un comunicado que constaba de dos puntos de carácter casi obligatorio, y por que no, de incentivación: primero, nadie podría ingresar sin caracterización, y segundo, a los mejores disfraces de la noche le corresponderían las para nada despreciables sumas de 3000, 2000, y 1000 pesos respectivamente, serían elegidos por el voto de los concurrentes, y se aclaraba que se tendría en cuenta la originalidad por sobre todas las cosas, para evitar el traje de alquiler.
De más esta decir que por la plata baila el mono, aplicándolo a este caso, por la plata se disfraza el empleado… aunque no faltaron los que al parecer la plata no les interesó, y concurrieron con antifaces pedorros, con un guardapolvo para hacer de médico o maestro, un par de Tarzán, y cosas por el estilo, aunque también, con esta tesitura minimalista, hubo una de mis compañeras que calentó a todos yendo de Eva, con una peluca larguisima sobre las tetas, y una especie de conchero con forma de hoja, que le tapaba adelante y el culo. Con eso le alcanzo para llevarse el tercer puesto… nada mal.
Yo tampoco fui demasiado original, a decir verdad, me disfrace de Jesús aprovechando el pelo largo, así que me puse una barba, una túnica, unas sandalias y le agregue una corona de espinas clavada en la frente, que estaba bastante creíble, y logre que la sangre se viera real, hecha con colorante para torta y miel, digamos que le puse pila. Hice una cruz tamaño humano de telgopor, y la forré de papel afiche color marrón. Costó bastante transportarla hasta la costanera en colectivo, pero hizo que mi Jesús se viera bien, es más, no fui el único Hijo de Dios de la fiesta, pero como consuelo me queda haber sido el más aceptable.
Las tres lucas se las llevó un loco de otra sucursal que se disfrazó de hombre ducha. Increíble, se había armado una estructura circular, rodeada por una cortina de baño, que se corría y aparecía el tipo con una bañera tapándole las bolas, un gorro de goma, y un duchador con el cual escupía agua; un genio. El segundo puesto se lo llevó un astronauta que tampoco conocía, el cual estaba correcto, pero para mi fue demasiado premio, sin merecerlo.
Mi disfraz de Jesús tubo sus adeptos, toda la noche se me acercaron a rezar todo tipo de esperpentos, monstruos, vírgenes, piratas y una gran cantidad de borrachos. Pero lo mejor fue en un momento en el que dos chicas vestidas de monjas, muy sensuales, tatuadas en los hombros, con sus espaldas descubiertas, mostrando unos latigazos muy buenos, se acoplaron a mi, y sin proponérnoslo montamos toda una representación, encarnando una gran peregrinación de bendición y salvación por el lugar. Ellas me besaban los pies, me ayudaban con la cruz, y cada tanto rompían en llanto en un verdadero Vía Crucis de sacrificio y alcohol. Nos habíamos tomado muy en serio las actuaciones, tal vez alentados por la remota idea de ganar la recompensa, tal fue así que la primera y única charla fuera de personaje, la tuvimos antes de irnos cada uno para sus casas. Nos presentamos. Se llamaban Lorena, una morocha rellenita con corte de flequillo sobre las cejas y unas tetas que le rebalsaban por la cofia religiosa, y Evelyn, con un flequillo menos pronunciado, flaquita, pero igualmente sexy.
Eran amigas y trabajaban en la sucursal de La Boca. Cuando nos despedimos, presté atención a los tatuajes que llevaban, y noté que ambas llevaban un corazón con el nombre de la otra, en una especie de pergamino. No pregunté nada, pero lo primero que imaginé fue que eran pareja. En la escueta charla que mantuvimos, descubrimos que solíamos ir al mismo lugar, un local de rock en Flores. Nos pasamos los teléfonos, y quedamos que en algún momento nos podíamos cruzar.
Pasaron unos meses sin que ninguno de los tres hiciéramos contacto. Para mí, ya era desubicado llamar, me quedé con que no les interesaban los hombres. Más allá de que eran copadísimas, de arreglar cita sería con alguien con quien tuviera alguna chance de acercamiento; yo estaba solo y, para ser sincero, lo que pretendía al salir con alguien era, por lo menos, robarle unos besos. Además ellas eran dos en su historia, qué bola me podían dar…
Una noche fui a Flores, después de casi cuatro meses de aquella fiesta de fin de año, y mientras estaba en viaje se me vinieron a la mente Lorena y Evelyn, en que podría haberlas llamado para ver si en una de esas nos cruzábamos, qué sé yo, por onda nomás, pero la verdad era que ni siquiera había pasado los teléfonos a la agenda, un colgado total.
Estaba en la cola para entrar, no se si conscientemente o no, miré para todos lados, como buscándolas… algo me decía que podían llegar a estar, pero en la entrada solamente me encontré con unos amigos, con los cuales comúnmente me cruzo en el lugar.
Una vez adentro y después de unos tragos, la sensación quedo relegada, tapada por la música que me hacía mover los pies y la cabeza al ritmo de Motorhead, Rolling Stones, L.A Guns, Pantera. Mis ojos alternaban entre las hermosas chicas que pasaban, en un ir y venir incesante, más las imágenes de shows y films que me asaltaban desde la pantalla gigante. Fui a la barra a buscar el noveno fernet, después de nadar en ese mar de cuerpos que caprichosamente, te lleva para donde quiere. Costó tanto llegar, que casi lo hice deshidratado. Tuve que tomar un gran trago para saciar la sed. En eso estaba cuando desde atrás, un par de manos suaves y perfumadas me taparon los ojos, mientras unas voces querían hacerse oír sin lograrlo. Me quedé un instante, y en el momento en el que mi cabeza se proponía proyectar un identikit de los posibles responsables de este ataque a mi visión, las manos descubrieron mis ojos, y frente a mi se materializó la imagen de una chica con flequillo, a la cual se le sumó otra desde mi espalda, y ahí el cuadro se completó, eran Lorena y Evelyn, que con gestos de algarabía me abrazaron y saludaron, como si nos conociésemos desde siempre. Una alegría inesperada me hizo sumar a ese abrazo de tres, que parecía no terminar. Después de un rato, y de terminar el vaso que tenía en la mano y pedir unos más, nos fuimos a charlar un poco más allá, donde la música y la cantidad de gente nos permitió escucharnos.
Me contaron que estuvieron esperando que las llame, ya que habían perdido mi número; hasta estuvieron averiguando en la empresa para saber cómo ubicarme, pero no tuvieron suerte. Igual no perdían las esperanzas de encontrarme en este lugar. Les conté que, como buen colgado que soy, estuve por llamarlas miles de veces, que por una cosa u otra siempre se me pasaba. Después perdí el papel donde había anotado el teléfono, aunque no había perdido la esperanza de encontrarlas. Hoy, que era el primer día que venia después de haberlas conocido, estaba expectante en cruzármelas.
Lorena, la mas gordita, tenia puesta una musculosa roja que dejaba adivinar unas tetas redondas, carentes de corpiño, y un jean azul apretadísimo que se alojaba dentro de un par de botas de cuero. Evelyn tenía puesta una remera cuello bote sin mangas, a rayas blancas y negras, larga, que hacia las veces de vestido muy corto, con unas botitas All Star negras que le daban un look bastante punk.
No sé si era porque estaba algo borracho, o porque la única vez que las había visto las vi vestidas de monjas, pero me costaba reconocerlas sin los hábitos puestos. Se los dije y nos empezamos a reír con ganas.
-Nosotras también teníamos la esperanza de encontrarte como Jesús, pero nos engañaste- y las risas continuaron hasta ahogarse en un nuevo abrazo. Ellas eran de agarrar, cariñosas. No dejaron de abrazarme, ni tampoco de tocarse entre ellas.
Como aquella noche, preste atención a los tatuajes, y volví a ver el que ambas tenían en forma de corazón con el nombre de la otra. La misma sensación me abordó, pero esta vez me animé a preguntar a que se debía. Se abrazaron por enésima vez, se dieron un beso en la mejilla y me respondieron que se amaban. Entonces les pregunte si hacia mu-cho eran pareja, y empezaron a reírse otra vez.
-Todos piensan lo mismo, no pueden comprender que somos amigas inseparables, y que nos tatuemos de pura hermandad, de auténtico amor de amigas.
Yo jamás sentí la necesidad de tatuarme, menos el nombre de un amigo, pero en ellas había verdad, y hasta creí entender sus necesidades de llevarse escritas una a la otra, más después de escucharlas. Lo hacían con tal devoción y compromiso, relatándome anécdotas desopilantes, historias de vida tan compatibles, que después de escucharlas en sus relatos de amistad y fidelidad, hasta parecía poco que se lleven tatuadas en los hombros. Vivían juntas, en la casa que Evelyn había heredado de su abuela, en Parque Patricios, desde hacía cinco años. Trabajaban juntas desde el año pasado, cuando Lorena le consiguió un puesto que había quedado vacante, en otro sector, y ya venían de compartir toda la secundaria. Se conocían de toda la vida.
Mientras las escuchaba, intentaba hacer un paralelo con mis amistades, las que mantengo desde años también, y comencé a sentir una especie de culpa por el prejuzgamiento que había hecho de su relación, me pregunté por qué mi cabeza sucia enseguida se fue para el lado de su sexualidad la primera vez que vi los tatuajes… acaso el amor hacia mis amigos también incondicional, nos convertía en parejas, en homosexuales…me sentí un estúpido sabiendo que las catalogué de antemano, y el solo hecho de trasladar la misma situación a mi vida, me hizo dar cuenta de que, más allá de que no llevo tatuado el nombre de ningún amigo, también los amo, y los llevo conmigo siempre en el corazón. Acababa de aprender algo con estas chicas... Me había puesto melancólico, mimoso, sensible. Es cierto que el estar borracho te hace brotar estos sentimientos y otros, pero me sentí vulnerable, y hasta contento de darme cuenta de que soy un tipo con sensaciones tiernas.
Las miré, me estaban mirando con sonrisas en sus labios, y como un ebrio de película, las abracé a las dos con fuerza, diciéndoles que aunque no las conocía desde siempre, las quería de verdad, casi al borde de las lágrimas. Ellas me abrazaron fraternalmente, contenedoras, maternales, me acariciaron la cabeza, la espalda, y yo no podía despegarme de sus cuellos, ocultando mi sensibilidad, abrazándolas cada vez mas fuerte, y dejando que sus cuerpos y sus manos me abriguen como a un niño, que por primera vez, se abría enteramente a los sentimientos mas puros.
Yo tenía los ojos cerrados, y me encontraba en una especie de trance. Me pararon y seguimos en la misma, amarrados como un solo cuerpo, y empezamos a movernos en el lugar, bailando ningún ritmo reconocible, llevados por el natural andar de nuestros cuerpos. No sé cuánto estuvimos así, pero el continuo acariciar de sus manos y las mías, sobre espaldas, cuello, cabeza, cintura y toda parte del cuerpo que quedase al alcance de los dedos, se fue transformando poco a poco en un incontenible fluir de sensaciones, acompasadas con cada respiración, acomodándonos a las formas que íbamos moldeando, apretándonos unos contra otros. Comencé a sentir que sus brazos apretaban con más fuerza, advirtiendo el roce de sus cuerpos con más presencia, completamente pegados al mío, identificando cada centímetro de contacto como terminales eléctricas, que ejercían en mí una energía imantada, despertando en mis caricias la intencionalidad de atraerlas aún más hacia mi fisonomía, apretarlas, olerlas, dejando escapar, como al pasar, algún tierno beso diminuto sobre las pieles de sus cuellos, sus hombros. No levantaba mi cabeza de esos sitios acogedores, perfumados, hidratados del naciente sudor de tanto apego, recibiendo también de ellas la devolución de mis insignificantes besos, en forma de apoyo de labios a mi entregado cuello, suavemente, dejando que la exhalación de sus respiraciones ericen los invisibles extremos pilosos de mi nuca, irradiando a través de mi espina dorsal, un frío hirviente que termino por quemarme en el mismo momento en que sentí sus bocas abrirse sobre mi piel, besándome húmedamente, embriagándome con sus filosas lenguas a la par, lamiéndome hasta obligarme a levantar la cabeza de mi reposo sereno.
No abrí los ojos, deje ver a mi piel sin parpadear, entregué el cuerpo y el alma a esa tormenta de sensaciones, hasta que sentí que dos manos arrebataban mi barbilla con imperativa delicadeza, hasta llegar a los suburbios de mi boca, dejando pasear un dedo por mis comisuras, que se abrieron, dando paso al abordaje de la flojedad deseable de una boca entreabierta, llena de inquieta locuacidad muda. Recién ahí abrí los ojos, y pegados a los míos, vi los de Lorena, que entre las pestañas brillaban desenfocados, mientras, en mi nuca, succiones se convertían en deliciosos mordiscos entre mis pelos atados.
Evelyn avanzó por mi cuello hasta llegar a mi boca, que apenas fue liberada por la de Lorena, ocupó de manera intempestiva, como buscando rastros de saliva de la lengua que recién se había ido.
No daba crédito a lo que estaba pasando, y mi cara debió haber pasado factura de eso cuando sus labios se despegaron de los mismos. Ambas me miraron, empezaron a reírse, como descubriéndose de una travesura. También me reí y nos abrazamos.
-¿Estás bien?- me preguntaron.
- Creo que jamás estuve mejor- respondí tratando de no exagerar.
-Si nos acompañás a casa, creo que podemos hacer algunas cosas para que puedas estar mucho mejor- escuché de Evelyn, antes de que me cerrara la boca con otro beso.
-¿Te animás a venir con nosotras pecadoras, ahora y en la hora de nuestro deleite, amén?- dijo Lorena juntando las palmas de las manos, rezando, repitiendo la acción de las manos también Evelyn.
- Hagan de mi lo que quieran- sentencie, haciéndome el crucificado, y después dejándome caer sobre ellas. Nos dimos unos piquitos los tres a la vez y salimos abrazados. Paramos un taxi y fuimos para Parque Patricios. Los tres nos sentamos atrás, me dejaron en el medio. Las tenía abrazadas por sobre los hombros, apoyadas , abrazándome por mi cintura, dándonos besitos secos cada tanto. Ellas abusaban, y jugando a que no las vea el taxista, apoyaban sus manos sobre mi bulto, a veces haciendo presión, dejando en evidencia el relieve de mi erección. El viaje se hizo corto, cuando estábamos a unas cuadras de llegar, Lorena empezó a hablarme al oído.
- No sabés como te la voy a comer, no te va a salvar ni Dios- y metía la punta de la len-gua en mi oreja, poniéndome la piel de gallina, mientras Evelyn le indicaba dónde parar al conductor, y seguía agarrándome descaradamente.
Pagué y bajamos. Al taxista se le debe haber parado, ya que no creo que no se haya dado cuenta del manoseo al que fui sometido.
La casa era un PH, al final del pasillo. Entramos a un patio, repleto de masetas con flores y plantas, al que daban cuatro puertas. Dos iban a sus respectivas habitaciones, la otra a la cocina, y la restante a un living bastante grande. Después de tour de reconocimiento, fuimos al living, acompañados por una botella de vino rescatada de la cocina. Una alfombra símil piel cubría gran parte del piso de pinotea, rodeada por unos puf grandes que se erigían apenas sobrepasando la altura del suelo. Me dijeron que me ponga cómodo, que elija algo de música, que ya venían.
Vamos a ver que entendés por ponerte cómodo, de eso va a depender tu salvación, niño Jesús…- y desaparecieron atrás de la puerta que daba a las habitaciones. No lo dudé y me desnudé, primero me había dejado el calzoncillo puesto, pero después decidí que sus palabras no me dejaban otra opción que esperarlas en bolas. Mientras me fijé qué podía poner de música, había unos discos apoyados sobre el equipo. Me sorprendió encontrar Heaven and Hell de Black Sabbath, mi disco favorito. Lo puse y me tiré sobre uno de los almohadones gigantes a disfrutar la espera. Escuchaba risas detrás de la puerta, cuchicheos inentendibles, hasta que desde la habitación escuché que reclamaban a Jesús.
-Aquí estoy hermanas, rogando a Dios no me abandone en este difícil momento.
-Esta vez no te salva ni Él- se escucho mientras se abría la puerta, y ambas salían como en procesión, con los hábitos de monja como aquella vez en la fiesta, pero sin nada aba-jo. Empecé a reírme, de calentura, mientras se me endurecía la pija de solo verlas. Me pare. Se acercaron, y se arrodillaron ante mí, besándome los pies, y dejando asomar por la posición sus culos desnudos, que quedaban parados. Me quede quieto, viendo ese espectáculo formidable, mientras empezaban a chupar los dedos de mis pies, uno por uno, uno para cada una. Desde esa posición, Lorena levantó la cabeza y dijo por suerte había entendido qué pretendían diciéndome que me ponga cómodo, y volvió a ocuparse de mis dedos. Sentía tener una pija en cada dedo. Verlas así, arrodilladas ante mí, me excitaba, y ellas lo sabían.
De a poco fueron subiendo por mis piernas, llegaron a mis rodillas, y desde ahí se agarraron de mis muslos acariciándolos, dejando subir sus manos por ambos lados, hasta que quedaron a la altura de mi pija parada. Una de cada lado fue acercándose, me apretaban el culo con fuerza, besándome debajo de los huevos, dándome lengüetazos que me hacían vibrar entero. Al unísono, empezaron a recorrerla con la boca, dejando que sus labios se toquen, acariciándose las cabezas, como invitando a la otra a que me la trague. Cuando Lorena se la metió en la boca, Evelyn se paró y empezó a besarme con furia, agarrándome la cara como impidiendo que me escape… ¡A dónde iba a ir, si estaba en el paraíso!
-Vos déjate hacer, nosotras nos encargamos de todo, y así te vas a ganar el cielo…
Me volvió a besar y después se me puso atrás, dando el lugar a Lorena, que instantáneamente se paró, dejando una mano agarrada a mi miembro, y pasándome la otra por la nuca, llevándome hacia su boca que se abría y cerraba sobre la mía.
Evelyn se sacó la cofia y se apoyó en mi espalda, fue bajando, pasando la lengua por sobre mi columna, hasta llegar a la raya del culo. Ahí se detuvo, apretándome los cachetes, separándomelos, jugando con la boca por toda la superficie. Se agachó más y se metió los huevos en la boca desde abajo, los soltó, y me recorrió desde ahí hacia arriba, ensalivándome el culo, metiéndome la lengua en el agujero, moviéndola circularmente, haciendo una suave presión que me hizo estallar de placer. Nunca me habían chupado así, tal vez si me lo hubieran dicho no hubiese aceptado, y la verdad que me habría perdido de algo increíblemente bueno. Estuvo jugando con mi culo un largo rato, mientras Lorena había bajado y estaba haciendo lo mismo con mi pija. Se miraban, asomándose por los costados, y se acariciaban sin dejar de chuparme, me tocaban desde ahí, estiran-do los brazos, llegando a mi pecho. Yo les agarraba las manos y les mordía los dedos con calentura, me estaban comiendo con una sapiencia extraordinaria, y yo no hacía otra cosa que quedarme servido, gozando a más no poder, gimiendo como un desaforado. Se pararon y quedé hecho un sanguchito, los tres desnudos completamente. Nuestras pieles se magnetizaban con cada roce, cada beso, cada mordisco. Ya no había palabras, nuestros cuerpos hablaban su idioma, en verdad ellas recitaban sobre mí su alfabeto demencial de placer incontenible, me sentía solo un objeto, y me encantaba.
No nos separábamos, comiéndonos las bocas, acariciándonos cada milímetro de cuerpo, sin importar a quién pertenecía esa piel. Éramos un solo cuerpo, un solo sexo, una sola respiración, viajando en la impermeabilidad de la carne, en la voracidad del deseo. Me besaban las dos al mismo tiempo, las tres lenguas se mezclaban en una danza de bocas jadeantes. Las masturbaba apretándoles el clítoris, metiéndoles algunos dedos que resbalaban entre sus piernas, sus cavidades, sintiendo sus caricias pero sin distinguir de quién, sin importar de quién.
En un momento, quedé solamente abrazado a Lorena, hasta que sentí que Evelyn se estaba apoyando en mí, de espalda, intentando introducirse mi pija.
-Espera que te ayudo- dijo Lorena, agarrándomela y sosteniéndola, para que de una es-tocada desaparezca en el interior, con ese culo que hacia tope contra mi cuerpo. Se sacudía como posesa, haciéndome perder el equilibrio, obligándome a sostenerme con fuerza del cuerpo de Lorena, que la tomaba de la cintura, sin dejar mi lengua de lado, trayéndola, clavándola sobre mí.
- Y, ¿cómo está la pija del Mesías?- preguntó, divertida, a Evelyn que no paraba de putear.
-Por Dios, la tiene que revienta- contestó entrecortadamente, incorporándose y quedan-do parada frente a mí. La agarré pasándole una mano por delante, y empecé a estimularle el clítoris con velocidad, haciéndola retorcer contra mi torso, entregándole la boca a Lorena, hasta que un grito desenfrenado anuncio la llegada de un orgasmo, que rebotó en mi verga, latiendo casi a los golpes.
Se la saco y se metió en mi boca, diciéndole, ordenándole a Lorena que me coja.
Lorena me hizo acostar en la alfombra. Quede panza para arriba, viéndolas besarse. Me miraron, y ambas vinieron hacia mí.
Lorena se sentó sobre mí, metiéndosela centímetro a centímetro, reteniéndome el glande en sus labios vaginales, haciéndome sentir el hervidero de su interior. Evelyn me besaba inmoralmente, hasta que se sentó sobre mi cara, mirando a su amiga, y dejando a merced de mi lengua su concha y su culo.
Sus pelos acariciaban mis pestañas, se sacudía con suavidad, convidándome a su gusto, alternativamente, sus exquisiteces, dejándome de a ratos respirar, y arremetiendo nuevamente.
-Cómeme el culo, Jesús, y bebe de mi conchita el elixir de la salvación- escuche, y empecé a girar dentro de su ano, endureciendo la lengua para abrirme paso en ese plato de amarga dulzura. Sin ver, sentía el subir y bajar de Lorena, que cada tanto se dejaba caer con todo el peso de su gordo culo, bien profundo, buscando meter lo mas posible dentro suyo, inclinándose para adelante, dar unos saltitos rápidos, y volver a sentarse con fuer-za. Las escuchaba jadear, y al imaginarlas, recreaba sus bocas en la concha de Evelyn, besándosela como a otra boca, comiéndosela con apetito carnal.
No aguantaba más, estaba por acabar y ellas me tenían atrapado, en una trampa para osos, abusando de mis extremos, sacudiéndose sobre mis armas sexuales. Un grito sincronizado, ahogado en sus gargantas, sonó. Me asomé y se estaban matando a besos, agarradas entre ellas, clavadas a mí, y fue ahí que les grité que no podía más…
-Por Dios aguanta un segundooo…- y la “o” final quedó sonando en un grito de placer compartido, ambas sacudiéndose sobre mí, desplomándose y liberándome. Me paré de un salto, las dos estaban arrodilladas, me la agarré apretándomela, y di las últimas sacudidas, pajeándome delante de ellas...
-Déjanos a nosotras que te saquemos la leche- escuche, sintiendo que sus manos empezaban a agitarme la verga con ganas. Me aguanté un poquito para poder verlas. Ambas me miraban desde abajo, con cara de pornografía, y ahí ya no pude contenerme más, sus manos sintieron que se me hinchaba inequívocamente, anunciando la llegada de un chorro espeso que saltó cayendo a la alfombra, seguido de escupidas menos copiosas, las cuales encontraron asilo en sus bocas abiertas como para el dentista, entre risas que siguieron hasta que se pararon, se apretaron contra mi, e hicieron que pruebe mi propio esperma. Nos besamos hasta que desapareció de nuestras bocas, quedando desinflados, agotados, con caras de locos los tres, locos de alegría y satisfacción.
Terminamos el vino que quedaba, y no nos vestimos.
-¿Te quedas a dormir, no?- la pregunta casi no me dejaba opción.
Les dije que si.
-Juntamos las camas y dormimos los tres juntos- dijo Evelyn.
-Perfecto- acotó Lorena, alcanzándome la botella para que tome.
-¿Te parece bien?- insistió.
Respondí que estaba encantado de poder quedarme a dormir con ellas.
-Además, mañana vas a tener que resucitar- dijo Lorena agarrándome la chota semi muerta, después de acabar- y nosotras vamos a estar ahí para ser tus apóstoles ardientes…- y echamos a reír con ganas, brindando por que así sea, ahora, en la hora de nuestra suerte. Amén.
Ésta tenía un condimento más, debíamos concurrir a la fiesta disfrazados.
En verdad fue en extremo divertido ver a todo el mundo ser otro. Había algunos que no habían puesto demasiado esmero en las personificaciones, pero en líneas generales todos estaban consustanciados con la situación, más cuando unos días antes de la fiesta, a cada miembro de la empresa nos llegó un comunicado que constaba de dos puntos de carácter casi obligatorio, y por que no, de incentivación: primero, nadie podría ingresar sin caracterización, y segundo, a los mejores disfraces de la noche le corresponderían las para nada despreciables sumas de 3000, 2000, y 1000 pesos respectivamente, serían elegidos por el voto de los concurrentes, y se aclaraba que se tendría en cuenta la originalidad por sobre todas las cosas, para evitar el traje de alquiler.
De más esta decir que por la plata baila el mono, aplicándolo a este caso, por la plata se disfraza el empleado… aunque no faltaron los que al parecer la plata no les interesó, y concurrieron con antifaces pedorros, con un guardapolvo para hacer de médico o maestro, un par de Tarzán, y cosas por el estilo, aunque también, con esta tesitura minimalista, hubo una de mis compañeras que calentó a todos yendo de Eva, con una peluca larguisima sobre las tetas, y una especie de conchero con forma de hoja, que le tapaba adelante y el culo. Con eso le alcanzo para llevarse el tercer puesto… nada mal.
Yo tampoco fui demasiado original, a decir verdad, me disfrace de Jesús aprovechando el pelo largo, así que me puse una barba, una túnica, unas sandalias y le agregue una corona de espinas clavada en la frente, que estaba bastante creíble, y logre que la sangre se viera real, hecha con colorante para torta y miel, digamos que le puse pila. Hice una cruz tamaño humano de telgopor, y la forré de papel afiche color marrón. Costó bastante transportarla hasta la costanera en colectivo, pero hizo que mi Jesús se viera bien, es más, no fui el único Hijo de Dios de la fiesta, pero como consuelo me queda haber sido el más aceptable.
Las tres lucas se las llevó un loco de otra sucursal que se disfrazó de hombre ducha. Increíble, se había armado una estructura circular, rodeada por una cortina de baño, que se corría y aparecía el tipo con una bañera tapándole las bolas, un gorro de goma, y un duchador con el cual escupía agua; un genio. El segundo puesto se lo llevó un astronauta que tampoco conocía, el cual estaba correcto, pero para mi fue demasiado premio, sin merecerlo.
Mi disfraz de Jesús tubo sus adeptos, toda la noche se me acercaron a rezar todo tipo de esperpentos, monstruos, vírgenes, piratas y una gran cantidad de borrachos. Pero lo mejor fue en un momento en el que dos chicas vestidas de monjas, muy sensuales, tatuadas en los hombros, con sus espaldas descubiertas, mostrando unos latigazos muy buenos, se acoplaron a mi, y sin proponérnoslo montamos toda una representación, encarnando una gran peregrinación de bendición y salvación por el lugar. Ellas me besaban los pies, me ayudaban con la cruz, y cada tanto rompían en llanto en un verdadero Vía Crucis de sacrificio y alcohol. Nos habíamos tomado muy en serio las actuaciones, tal vez alentados por la remota idea de ganar la recompensa, tal fue así que la primera y única charla fuera de personaje, la tuvimos antes de irnos cada uno para sus casas. Nos presentamos. Se llamaban Lorena, una morocha rellenita con corte de flequillo sobre las cejas y unas tetas que le rebalsaban por la cofia religiosa, y Evelyn, con un flequillo menos pronunciado, flaquita, pero igualmente sexy.
Eran amigas y trabajaban en la sucursal de La Boca. Cuando nos despedimos, presté atención a los tatuajes que llevaban, y noté que ambas llevaban un corazón con el nombre de la otra, en una especie de pergamino. No pregunté nada, pero lo primero que imaginé fue que eran pareja. En la escueta charla que mantuvimos, descubrimos que solíamos ir al mismo lugar, un local de rock en Flores. Nos pasamos los teléfonos, y quedamos que en algún momento nos podíamos cruzar.
Pasaron unos meses sin que ninguno de los tres hiciéramos contacto. Para mí, ya era desubicado llamar, me quedé con que no les interesaban los hombres. Más allá de que eran copadísimas, de arreglar cita sería con alguien con quien tuviera alguna chance de acercamiento; yo estaba solo y, para ser sincero, lo que pretendía al salir con alguien era, por lo menos, robarle unos besos. Además ellas eran dos en su historia, qué bola me podían dar…
Una noche fui a Flores, después de casi cuatro meses de aquella fiesta de fin de año, y mientras estaba en viaje se me vinieron a la mente Lorena y Evelyn, en que podría haberlas llamado para ver si en una de esas nos cruzábamos, qué sé yo, por onda nomás, pero la verdad era que ni siquiera había pasado los teléfonos a la agenda, un colgado total.
Estaba en la cola para entrar, no se si conscientemente o no, miré para todos lados, como buscándolas… algo me decía que podían llegar a estar, pero en la entrada solamente me encontré con unos amigos, con los cuales comúnmente me cruzo en el lugar.
Una vez adentro y después de unos tragos, la sensación quedo relegada, tapada por la música que me hacía mover los pies y la cabeza al ritmo de Motorhead, Rolling Stones, L.A Guns, Pantera. Mis ojos alternaban entre las hermosas chicas que pasaban, en un ir y venir incesante, más las imágenes de shows y films que me asaltaban desde la pantalla gigante. Fui a la barra a buscar el noveno fernet, después de nadar en ese mar de cuerpos que caprichosamente, te lleva para donde quiere. Costó tanto llegar, que casi lo hice deshidratado. Tuve que tomar un gran trago para saciar la sed. En eso estaba cuando desde atrás, un par de manos suaves y perfumadas me taparon los ojos, mientras unas voces querían hacerse oír sin lograrlo. Me quedé un instante, y en el momento en el que mi cabeza se proponía proyectar un identikit de los posibles responsables de este ataque a mi visión, las manos descubrieron mis ojos, y frente a mi se materializó la imagen de una chica con flequillo, a la cual se le sumó otra desde mi espalda, y ahí el cuadro se completó, eran Lorena y Evelyn, que con gestos de algarabía me abrazaron y saludaron, como si nos conociésemos desde siempre. Una alegría inesperada me hizo sumar a ese abrazo de tres, que parecía no terminar. Después de un rato, y de terminar el vaso que tenía en la mano y pedir unos más, nos fuimos a charlar un poco más allá, donde la música y la cantidad de gente nos permitió escucharnos.
Me contaron que estuvieron esperando que las llame, ya que habían perdido mi número; hasta estuvieron averiguando en la empresa para saber cómo ubicarme, pero no tuvieron suerte. Igual no perdían las esperanzas de encontrarme en este lugar. Les conté que, como buen colgado que soy, estuve por llamarlas miles de veces, que por una cosa u otra siempre se me pasaba. Después perdí el papel donde había anotado el teléfono, aunque no había perdido la esperanza de encontrarlas. Hoy, que era el primer día que venia después de haberlas conocido, estaba expectante en cruzármelas.
Lorena, la mas gordita, tenia puesta una musculosa roja que dejaba adivinar unas tetas redondas, carentes de corpiño, y un jean azul apretadísimo que se alojaba dentro de un par de botas de cuero. Evelyn tenía puesta una remera cuello bote sin mangas, a rayas blancas y negras, larga, que hacia las veces de vestido muy corto, con unas botitas All Star negras que le daban un look bastante punk.
No sé si era porque estaba algo borracho, o porque la única vez que las había visto las vi vestidas de monjas, pero me costaba reconocerlas sin los hábitos puestos. Se los dije y nos empezamos a reír con ganas.
-Nosotras también teníamos la esperanza de encontrarte como Jesús, pero nos engañaste- y las risas continuaron hasta ahogarse en un nuevo abrazo. Ellas eran de agarrar, cariñosas. No dejaron de abrazarme, ni tampoco de tocarse entre ellas.
Como aquella noche, preste atención a los tatuajes, y volví a ver el que ambas tenían en forma de corazón con el nombre de la otra. La misma sensación me abordó, pero esta vez me animé a preguntar a que se debía. Se abrazaron por enésima vez, se dieron un beso en la mejilla y me respondieron que se amaban. Entonces les pregunte si hacia mu-cho eran pareja, y empezaron a reírse otra vez.
-Todos piensan lo mismo, no pueden comprender que somos amigas inseparables, y que nos tatuemos de pura hermandad, de auténtico amor de amigas.
Yo jamás sentí la necesidad de tatuarme, menos el nombre de un amigo, pero en ellas había verdad, y hasta creí entender sus necesidades de llevarse escritas una a la otra, más después de escucharlas. Lo hacían con tal devoción y compromiso, relatándome anécdotas desopilantes, historias de vida tan compatibles, que después de escucharlas en sus relatos de amistad y fidelidad, hasta parecía poco que se lleven tatuadas en los hombros. Vivían juntas, en la casa que Evelyn había heredado de su abuela, en Parque Patricios, desde hacía cinco años. Trabajaban juntas desde el año pasado, cuando Lorena le consiguió un puesto que había quedado vacante, en otro sector, y ya venían de compartir toda la secundaria. Se conocían de toda la vida.
Mientras las escuchaba, intentaba hacer un paralelo con mis amistades, las que mantengo desde años también, y comencé a sentir una especie de culpa por el prejuzgamiento que había hecho de su relación, me pregunté por qué mi cabeza sucia enseguida se fue para el lado de su sexualidad la primera vez que vi los tatuajes… acaso el amor hacia mis amigos también incondicional, nos convertía en parejas, en homosexuales…me sentí un estúpido sabiendo que las catalogué de antemano, y el solo hecho de trasladar la misma situación a mi vida, me hizo dar cuenta de que, más allá de que no llevo tatuado el nombre de ningún amigo, también los amo, y los llevo conmigo siempre en el corazón. Acababa de aprender algo con estas chicas... Me había puesto melancólico, mimoso, sensible. Es cierto que el estar borracho te hace brotar estos sentimientos y otros, pero me sentí vulnerable, y hasta contento de darme cuenta de que soy un tipo con sensaciones tiernas.
Las miré, me estaban mirando con sonrisas en sus labios, y como un ebrio de película, las abracé a las dos con fuerza, diciéndoles que aunque no las conocía desde siempre, las quería de verdad, casi al borde de las lágrimas. Ellas me abrazaron fraternalmente, contenedoras, maternales, me acariciaron la cabeza, la espalda, y yo no podía despegarme de sus cuellos, ocultando mi sensibilidad, abrazándolas cada vez mas fuerte, y dejando que sus cuerpos y sus manos me abriguen como a un niño, que por primera vez, se abría enteramente a los sentimientos mas puros.
Yo tenía los ojos cerrados, y me encontraba en una especie de trance. Me pararon y seguimos en la misma, amarrados como un solo cuerpo, y empezamos a movernos en el lugar, bailando ningún ritmo reconocible, llevados por el natural andar de nuestros cuerpos. No sé cuánto estuvimos así, pero el continuo acariciar de sus manos y las mías, sobre espaldas, cuello, cabeza, cintura y toda parte del cuerpo que quedase al alcance de los dedos, se fue transformando poco a poco en un incontenible fluir de sensaciones, acompasadas con cada respiración, acomodándonos a las formas que íbamos moldeando, apretándonos unos contra otros. Comencé a sentir que sus brazos apretaban con más fuerza, advirtiendo el roce de sus cuerpos con más presencia, completamente pegados al mío, identificando cada centímetro de contacto como terminales eléctricas, que ejercían en mí una energía imantada, despertando en mis caricias la intencionalidad de atraerlas aún más hacia mi fisonomía, apretarlas, olerlas, dejando escapar, como al pasar, algún tierno beso diminuto sobre las pieles de sus cuellos, sus hombros. No levantaba mi cabeza de esos sitios acogedores, perfumados, hidratados del naciente sudor de tanto apego, recibiendo también de ellas la devolución de mis insignificantes besos, en forma de apoyo de labios a mi entregado cuello, suavemente, dejando que la exhalación de sus respiraciones ericen los invisibles extremos pilosos de mi nuca, irradiando a través de mi espina dorsal, un frío hirviente que termino por quemarme en el mismo momento en que sentí sus bocas abrirse sobre mi piel, besándome húmedamente, embriagándome con sus filosas lenguas a la par, lamiéndome hasta obligarme a levantar la cabeza de mi reposo sereno.
No abrí los ojos, deje ver a mi piel sin parpadear, entregué el cuerpo y el alma a esa tormenta de sensaciones, hasta que sentí que dos manos arrebataban mi barbilla con imperativa delicadeza, hasta llegar a los suburbios de mi boca, dejando pasear un dedo por mis comisuras, que se abrieron, dando paso al abordaje de la flojedad deseable de una boca entreabierta, llena de inquieta locuacidad muda. Recién ahí abrí los ojos, y pegados a los míos, vi los de Lorena, que entre las pestañas brillaban desenfocados, mientras, en mi nuca, succiones se convertían en deliciosos mordiscos entre mis pelos atados.
Evelyn avanzó por mi cuello hasta llegar a mi boca, que apenas fue liberada por la de Lorena, ocupó de manera intempestiva, como buscando rastros de saliva de la lengua que recién se había ido.
No daba crédito a lo que estaba pasando, y mi cara debió haber pasado factura de eso cuando sus labios se despegaron de los mismos. Ambas me miraron, empezaron a reírse, como descubriéndose de una travesura. También me reí y nos abrazamos.
-¿Estás bien?- me preguntaron.
- Creo que jamás estuve mejor- respondí tratando de no exagerar.
-Si nos acompañás a casa, creo que podemos hacer algunas cosas para que puedas estar mucho mejor- escuché de Evelyn, antes de que me cerrara la boca con otro beso.
-¿Te animás a venir con nosotras pecadoras, ahora y en la hora de nuestro deleite, amén?- dijo Lorena juntando las palmas de las manos, rezando, repitiendo la acción de las manos también Evelyn.
- Hagan de mi lo que quieran- sentencie, haciéndome el crucificado, y después dejándome caer sobre ellas. Nos dimos unos piquitos los tres a la vez y salimos abrazados. Paramos un taxi y fuimos para Parque Patricios. Los tres nos sentamos atrás, me dejaron en el medio. Las tenía abrazadas por sobre los hombros, apoyadas , abrazándome por mi cintura, dándonos besitos secos cada tanto. Ellas abusaban, y jugando a que no las vea el taxista, apoyaban sus manos sobre mi bulto, a veces haciendo presión, dejando en evidencia el relieve de mi erección. El viaje se hizo corto, cuando estábamos a unas cuadras de llegar, Lorena empezó a hablarme al oído.
- No sabés como te la voy a comer, no te va a salvar ni Dios- y metía la punta de la len-gua en mi oreja, poniéndome la piel de gallina, mientras Evelyn le indicaba dónde parar al conductor, y seguía agarrándome descaradamente.
Pagué y bajamos. Al taxista se le debe haber parado, ya que no creo que no se haya dado cuenta del manoseo al que fui sometido.
La casa era un PH, al final del pasillo. Entramos a un patio, repleto de masetas con flores y plantas, al que daban cuatro puertas. Dos iban a sus respectivas habitaciones, la otra a la cocina, y la restante a un living bastante grande. Después de tour de reconocimiento, fuimos al living, acompañados por una botella de vino rescatada de la cocina. Una alfombra símil piel cubría gran parte del piso de pinotea, rodeada por unos puf grandes que se erigían apenas sobrepasando la altura del suelo. Me dijeron que me ponga cómodo, que elija algo de música, que ya venían.
Vamos a ver que entendés por ponerte cómodo, de eso va a depender tu salvación, niño Jesús…- y desaparecieron atrás de la puerta que daba a las habitaciones. No lo dudé y me desnudé, primero me había dejado el calzoncillo puesto, pero después decidí que sus palabras no me dejaban otra opción que esperarlas en bolas. Mientras me fijé qué podía poner de música, había unos discos apoyados sobre el equipo. Me sorprendió encontrar Heaven and Hell de Black Sabbath, mi disco favorito. Lo puse y me tiré sobre uno de los almohadones gigantes a disfrutar la espera. Escuchaba risas detrás de la puerta, cuchicheos inentendibles, hasta que desde la habitación escuché que reclamaban a Jesús.
-Aquí estoy hermanas, rogando a Dios no me abandone en este difícil momento.
-Esta vez no te salva ni Él- se escucho mientras se abría la puerta, y ambas salían como en procesión, con los hábitos de monja como aquella vez en la fiesta, pero sin nada aba-jo. Empecé a reírme, de calentura, mientras se me endurecía la pija de solo verlas. Me pare. Se acercaron, y se arrodillaron ante mí, besándome los pies, y dejando asomar por la posición sus culos desnudos, que quedaban parados. Me quede quieto, viendo ese espectáculo formidable, mientras empezaban a chupar los dedos de mis pies, uno por uno, uno para cada una. Desde esa posición, Lorena levantó la cabeza y dijo por suerte había entendido qué pretendían diciéndome que me ponga cómodo, y volvió a ocuparse de mis dedos. Sentía tener una pija en cada dedo. Verlas así, arrodilladas ante mí, me excitaba, y ellas lo sabían.
De a poco fueron subiendo por mis piernas, llegaron a mis rodillas, y desde ahí se agarraron de mis muslos acariciándolos, dejando subir sus manos por ambos lados, hasta que quedaron a la altura de mi pija parada. Una de cada lado fue acercándose, me apretaban el culo con fuerza, besándome debajo de los huevos, dándome lengüetazos que me hacían vibrar entero. Al unísono, empezaron a recorrerla con la boca, dejando que sus labios se toquen, acariciándose las cabezas, como invitando a la otra a que me la trague. Cuando Lorena se la metió en la boca, Evelyn se paró y empezó a besarme con furia, agarrándome la cara como impidiendo que me escape… ¡A dónde iba a ir, si estaba en el paraíso!
-Vos déjate hacer, nosotras nos encargamos de todo, y así te vas a ganar el cielo…
Me volvió a besar y después se me puso atrás, dando el lugar a Lorena, que instantáneamente se paró, dejando una mano agarrada a mi miembro, y pasándome la otra por la nuca, llevándome hacia su boca que se abría y cerraba sobre la mía.
Evelyn se sacó la cofia y se apoyó en mi espalda, fue bajando, pasando la lengua por sobre mi columna, hasta llegar a la raya del culo. Ahí se detuvo, apretándome los cachetes, separándomelos, jugando con la boca por toda la superficie. Se agachó más y se metió los huevos en la boca desde abajo, los soltó, y me recorrió desde ahí hacia arriba, ensalivándome el culo, metiéndome la lengua en el agujero, moviéndola circularmente, haciendo una suave presión que me hizo estallar de placer. Nunca me habían chupado así, tal vez si me lo hubieran dicho no hubiese aceptado, y la verdad que me habría perdido de algo increíblemente bueno. Estuvo jugando con mi culo un largo rato, mientras Lorena había bajado y estaba haciendo lo mismo con mi pija. Se miraban, asomándose por los costados, y se acariciaban sin dejar de chuparme, me tocaban desde ahí, estiran-do los brazos, llegando a mi pecho. Yo les agarraba las manos y les mordía los dedos con calentura, me estaban comiendo con una sapiencia extraordinaria, y yo no hacía otra cosa que quedarme servido, gozando a más no poder, gimiendo como un desaforado. Se pararon y quedé hecho un sanguchito, los tres desnudos completamente. Nuestras pieles se magnetizaban con cada roce, cada beso, cada mordisco. Ya no había palabras, nuestros cuerpos hablaban su idioma, en verdad ellas recitaban sobre mí su alfabeto demencial de placer incontenible, me sentía solo un objeto, y me encantaba.
No nos separábamos, comiéndonos las bocas, acariciándonos cada milímetro de cuerpo, sin importar a quién pertenecía esa piel. Éramos un solo cuerpo, un solo sexo, una sola respiración, viajando en la impermeabilidad de la carne, en la voracidad del deseo. Me besaban las dos al mismo tiempo, las tres lenguas se mezclaban en una danza de bocas jadeantes. Las masturbaba apretándoles el clítoris, metiéndoles algunos dedos que resbalaban entre sus piernas, sus cavidades, sintiendo sus caricias pero sin distinguir de quién, sin importar de quién.
En un momento, quedé solamente abrazado a Lorena, hasta que sentí que Evelyn se estaba apoyando en mí, de espalda, intentando introducirse mi pija.
-Espera que te ayudo- dijo Lorena, agarrándomela y sosteniéndola, para que de una es-tocada desaparezca en el interior, con ese culo que hacia tope contra mi cuerpo. Se sacudía como posesa, haciéndome perder el equilibrio, obligándome a sostenerme con fuerza del cuerpo de Lorena, que la tomaba de la cintura, sin dejar mi lengua de lado, trayéndola, clavándola sobre mí.
- Y, ¿cómo está la pija del Mesías?- preguntó, divertida, a Evelyn que no paraba de putear.
-Por Dios, la tiene que revienta- contestó entrecortadamente, incorporándose y quedan-do parada frente a mí. La agarré pasándole una mano por delante, y empecé a estimularle el clítoris con velocidad, haciéndola retorcer contra mi torso, entregándole la boca a Lorena, hasta que un grito desenfrenado anuncio la llegada de un orgasmo, que rebotó en mi verga, latiendo casi a los golpes.
Se la saco y se metió en mi boca, diciéndole, ordenándole a Lorena que me coja.
Lorena me hizo acostar en la alfombra. Quede panza para arriba, viéndolas besarse. Me miraron, y ambas vinieron hacia mí.
Lorena se sentó sobre mí, metiéndosela centímetro a centímetro, reteniéndome el glande en sus labios vaginales, haciéndome sentir el hervidero de su interior. Evelyn me besaba inmoralmente, hasta que se sentó sobre mi cara, mirando a su amiga, y dejando a merced de mi lengua su concha y su culo.
Sus pelos acariciaban mis pestañas, se sacudía con suavidad, convidándome a su gusto, alternativamente, sus exquisiteces, dejándome de a ratos respirar, y arremetiendo nuevamente.
-Cómeme el culo, Jesús, y bebe de mi conchita el elixir de la salvación- escuche, y empecé a girar dentro de su ano, endureciendo la lengua para abrirme paso en ese plato de amarga dulzura. Sin ver, sentía el subir y bajar de Lorena, que cada tanto se dejaba caer con todo el peso de su gordo culo, bien profundo, buscando meter lo mas posible dentro suyo, inclinándose para adelante, dar unos saltitos rápidos, y volver a sentarse con fuer-za. Las escuchaba jadear, y al imaginarlas, recreaba sus bocas en la concha de Evelyn, besándosela como a otra boca, comiéndosela con apetito carnal.
No aguantaba más, estaba por acabar y ellas me tenían atrapado, en una trampa para osos, abusando de mis extremos, sacudiéndose sobre mis armas sexuales. Un grito sincronizado, ahogado en sus gargantas, sonó. Me asomé y se estaban matando a besos, agarradas entre ellas, clavadas a mí, y fue ahí que les grité que no podía más…
-Por Dios aguanta un segundooo…- y la “o” final quedó sonando en un grito de placer compartido, ambas sacudiéndose sobre mí, desplomándose y liberándome. Me paré de un salto, las dos estaban arrodilladas, me la agarré apretándomela, y di las últimas sacudidas, pajeándome delante de ellas...
-Déjanos a nosotras que te saquemos la leche- escuche, sintiendo que sus manos empezaban a agitarme la verga con ganas. Me aguanté un poquito para poder verlas. Ambas me miraban desde abajo, con cara de pornografía, y ahí ya no pude contenerme más, sus manos sintieron que se me hinchaba inequívocamente, anunciando la llegada de un chorro espeso que saltó cayendo a la alfombra, seguido de escupidas menos copiosas, las cuales encontraron asilo en sus bocas abiertas como para el dentista, entre risas que siguieron hasta que se pararon, se apretaron contra mi, e hicieron que pruebe mi propio esperma. Nos besamos hasta que desapareció de nuestras bocas, quedando desinflados, agotados, con caras de locos los tres, locos de alegría y satisfacción.
Terminamos el vino que quedaba, y no nos vestimos.
-¿Te quedas a dormir, no?- la pregunta casi no me dejaba opción.
Les dije que si.
-Juntamos las camas y dormimos los tres juntos- dijo Evelyn.
-Perfecto- acotó Lorena, alcanzándome la botella para que tome.
-¿Te parece bien?- insistió.
Respondí que estaba encantado de poder quedarme a dormir con ellas.
-Además, mañana vas a tener que resucitar- dijo Lorena agarrándome la chota semi muerta, después de acabar- y nosotras vamos a estar ahí para ser tus apóstoles ardientes…- y echamos a reír con ganas, brindando por que así sea, ahora, en la hora de nuestra suerte. Amén.
8 comentarios - Amén
Hasta a mi me dieron ganas 🤤🤤🤤🤤
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