En lo que llevo acumulado de tiempo vivido, puedo expresar con seguridad que, he vivido buenas experiencias sexuales, así como malas, regulares, sorpresivas, extasiantes e incluso algunas con un ligero toque de miedo.
Cómo parte de esta nueva experiencia de relatar mis pasados y presentes sexuales espero poder lograr un vínculo con algunos de los que se toman el tiempo de leer, y sino al menos lograr que unos pocos disfruten de mis relatos.
Como primer vestigio, no podría remontarme a otra memoria, más que a aquella lejana en la cual tuve mi primer encuentro con la diosa sexual de poder infinito.
Recuerdo haber tenido en mi ser alrededor de 19 años, ya que en ese tiempo vivía con mi tía, su esposo y sus dos hijos; mi prima, la cual tenía mi misma edad, y mi primo, menor que yo. Como es normal en un chico de esta edad, mis pensamientos estaban la mayor parte del tiempo enfocados en cumplir la gran hazaña (como la llamaba en aquel momento) de tener algún tipo de contacto sexual con alguna mujer o chica de mi edad que fuera tan benévola de apiadarse de mi ser y despojarme de la fogosidad e hiperactividad que tomaba posesión de mis manos, pene y cuerpo en general.
En aquel tiempo recuerdo sentirme atraído en desmedida por mi tía. Aquella mujer morena, alta, de piernas gruesas y trasero macizo; sus lechos no eran para nada grandes, pero cuando te sonreía y apreciabas sus carnosos labios que brillaban bajo su fina nariz, eso no importaba, ya que sabias que si esos deliciosos labios se posaban en la punta de tu falo llameante aunque fuera por sólo 1 segundo, estabas destinado a derretirte en su boca.
Lo que era peor aún, era el hecho que mi cuarto quedaba junto al de mi tía y su esposo, y por las noches podía escuchar como este la hacía gozar. Me la imaginaba con las piernas abiertas a más no poder, mientras el pene de mi tío la empalaba una y otra vez en su delicadamente rasurada vagina. Mi miembro de inmediato se erguía y no me quedaba más remedio que masturbarme imaginando que yo era quien estaba en ese momento penetrando a mi querida tía, haciéndola gemir, haciéndola gritar. Haciéndola pedir más.
Cuando me quedaba solo en casa, recuerdo claramente el ir confiado hasta la canasta de ropa sucia y buscar cuidadosamente los calzones, cacheteros, hilos, tangas o como quieras llamarlos; pertenecientes a mi tía. Hoy en día, pienso que es algo un poco enfermizo, pero si te puedo confesar algo en confianza puedo decir con seguridad… que me encantaba. ¡Adoraba! El olor que dejaba su vagina en la tela; ese olor a mujer, a lujuria, a pasión, a sexo. Disfrutaba el ponerlos en mi rostro y aspirar fervorosamente para que aquél aroma se impregnara en mis fosas nasales, disfrutaba imaginar que la tenía sentada en mi rostros meneando sus morenas caderas mientras los jugos de su rica pepa salpican mis mejillas. Esas ocasiones me llevaban a las masturbaciones más ricas que tenía por aquellos días.
Un día de tantos ya estaba cansado de que esto fuera una fantasía quería hacerlo real, quería saborear las nalgas de mi tía, mi querida tía. Entonces se me ocurrió una idea, tal vez torpe, pero para mí en en ese entonces era genial.
Iba a hacerme el dormido, mientras que mi verga erecta iba a sobresalir se “sin intención” de mi pantaloneta. Ese día en la casa solo estábamos mi tía, mi prima y yo. Mi prima estaba dormida en su recamara y mi tía haciendo oficio como de costumbre. Este era el momento, debía hacerla notar que la cabeza de mi pene sobresalía de mis shorts antes de que tomara su siesta de la tarde. De esta manera se excitaría y en lugar de irse sola para su cuarto a dormir; me invitaría a acompañarla en su lecho y tal vez al menos me acariciarla con sus delicadas manos y sus uñas pintadas. Y tal vez sólo tal vez, me dejaría acariciarla a ella un poco...tan sólo un poco.
Ja! Tonto yo…. En qué cabeza cabía que mi tía, esa mulata de fogoso cuerpo, de cabello negro rizado y negro como la noche iba a sentirse atraída por un pene de un chico con yo que seguramente no se comparaba con los variados grandes y gordos que ya había saboreado en su vida. Pasó a mi lado mientras yo yacía acostado en el sillón haciéndome el dormido y con mi pene salido… y ni siquiera se detuvo a observar. Ni siquiera una mirada… ni una sola rápida mirada.
Me sentí destruido, ahora sabía que jamás podría estar con ella, jamás la podría saborear, ni tan siquiera observar su cuerpo desnudo. Mi vida transcurrirá sin saber cómo lucían sus pezones. Abran sido grandes y oscuros? O pequeños y sobresalientes?... jamás lo sabría.
Ella terminó de hacer su quehaceres y se retiró normalmente a su recamara a dormir su rutinaria siesta de la tarde, mientras que yo, aún seguía tendido pensando en lo miserable que era mi vida.
Pero...tal vez la vida tenía algo diferente planeado para mi, algo que hasta ese día nunca había pasado por mi mente. Mientras seguía lamentandome por la indiferencia de mi querida Tía, alguien se había acercado a mí silenciosamente. Tan silenciosamente que no me percate que se encontraba frente a mi hasta que habló para sacarme de mi trance.
“hola, se le está saliendo algo ahí” me dijo mi prima con su tierna voz.
Avergonzado me subí la pantaloneta rápidamente, escondiendo mi erección que aún permanecía palpitante a pesar de la decepción.
“¿En que momento llego usted?”. Le pregunté
“Acabo, ¿por que?” me pregunto en respuesta.
“No por nada, solo preguntaba”
“¿Seguro que solo preguntaba?” me dijo. “¿cree que no le vi la verga saliendosele de los pantalones o que?”
Fue entonces cuando mi cerebro despertó, y me pregunté a mi mismo, ¿será posible?.
“Parece que la vio muy bien”. Le dije.
“¿Y si la vi qué?” me dijo sacando pecho. Ese pecho que hasta ahora notaba lo grande que se había vuelto.
“le preguntó por qué sí vio, y le gustó, tal vez quiera tocar. Digo yo, para que pruebe”
“¿y no le dice a mi mamá?” me preguntó mordiéndose la uña del dedo índice.
“prima, como cuando éramos pequeños y hacíamos una travesura. A nadie le voy a decir”
Y gracias cerebro por despertar en ese momento y ayudarme con mis deseos.
Despacito, como una niña curiosa se hincó frente a mí. Y suavemente posó su mano derecha sobre mi pantaloneta justo donde se encontraba mi pene duro y hambriento. Volvió a ver hacia atrás dónde se encontraba el cuarto de mi tía para verificar que estuviera cerrado y no fuera a salir y sorprendernos. Cuando estuvo segura volvió a verme directo a los ojos y ahí me conquistó. Al verla así me di cuenta lo mucho que se parecía ahora a su bella madre, el mismo color de piel, los mismos ojos y los mismos labios carnosos. Y si a eso le sumamos que para su edad ya había desarrollado un buen par de pecho.
Lentamente me bajó los pantalones hasta las rodillas y abrió más los ojos cuando me vio el pene goteando. Se mordió los labios. Ya la tenía.
“Está un poquito peludita” me dijo calladita.
“si un poquito” le dije.
Con sus dedos acarició el largo de mo trozo, tanteando la piel, el prepucio, la cabeza e incluso mis huevos. Estaba en la gloria, era como si mi tía (con 20 años menos) los estuviera haciendo ella misma. Con su mano derecha la agarró de una manera gentil y suave y la levantó un poco. Luego acercó su carita morena y se puso mi ponga entre sí labio superior y su nariz. La olió por alrededor de dos minutos, de arriba a abajo, de abajo hacia arriba. Le encantaba como olía, lo pude ver en su rostro.
“Pruebala” le dije.
“¿Y si me hace daño?” me preguntó.
“con la lenguita” le dije.
Me obedeció, sacó su lengüita y con la puntita, rozó mi puntita. Yo suspiré. Ella siguió, le gustó, le encantó, cuando me di cuenta ya se la había metido a la boca. Su lengua se movía incesante dentro. Solo paraba para sacra y olerla una vez más. Luego se la volvía a meter. Allí fue donde aprendió a hacerlo. Y yo fui al primero que se la chupó, siempre estaré orgulloso de eso.
“me gusta” me dijo la nena.
“a mi también” le dije.
De pronto sentí que empezó a mordisquear el tronco de mi pene ligeramente. Pensé “con esa edad y hace esto”. No quería que parara y ella no quería parar, quería atragantarse, quería olerla más. Pero qué podía hacer un chico como yo antes semejante mamada. Solo una cosa. Correrme en su cara.
Disparado el líquido brotó de la punta de mi agradecido pene, blanco y vizcoso aterrizó en sus labios, sus mejillas y su frente. No se lo tragó, ya que eso si no estaba dispuesta a hacer, y para ser honestos no sabíamos en ese entonces que dicha acción era posible.
Como si nada hubiera pasado se levantó, se fue al baño y se limpió. Mientras yo y mi pene descansabamos más que satisfechos en el sillón dónde intente seducir a mi Tía y terminó mamandome mi prima.
Aquella fue mi primera experiencia sexual, una memoria que desencadenó a mi animal sexual interno. Una memoria que nunca le permitiré olvidar.
Gracias prima.
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Espero seguir contándote mis memorias sexuales más adelante. Nos vemos.
Cómo parte de esta nueva experiencia de relatar mis pasados y presentes sexuales espero poder lograr un vínculo con algunos de los que se toman el tiempo de leer, y sino al menos lograr que unos pocos disfruten de mis relatos.
Como primer vestigio, no podría remontarme a otra memoria, más que a aquella lejana en la cual tuve mi primer encuentro con la diosa sexual de poder infinito.
Recuerdo haber tenido en mi ser alrededor de 19 años, ya que en ese tiempo vivía con mi tía, su esposo y sus dos hijos; mi prima, la cual tenía mi misma edad, y mi primo, menor que yo. Como es normal en un chico de esta edad, mis pensamientos estaban la mayor parte del tiempo enfocados en cumplir la gran hazaña (como la llamaba en aquel momento) de tener algún tipo de contacto sexual con alguna mujer o chica de mi edad que fuera tan benévola de apiadarse de mi ser y despojarme de la fogosidad e hiperactividad que tomaba posesión de mis manos, pene y cuerpo en general.
En aquel tiempo recuerdo sentirme atraído en desmedida por mi tía. Aquella mujer morena, alta, de piernas gruesas y trasero macizo; sus lechos no eran para nada grandes, pero cuando te sonreía y apreciabas sus carnosos labios que brillaban bajo su fina nariz, eso no importaba, ya que sabias que si esos deliciosos labios se posaban en la punta de tu falo llameante aunque fuera por sólo 1 segundo, estabas destinado a derretirte en su boca.
Lo que era peor aún, era el hecho que mi cuarto quedaba junto al de mi tía y su esposo, y por las noches podía escuchar como este la hacía gozar. Me la imaginaba con las piernas abiertas a más no poder, mientras el pene de mi tío la empalaba una y otra vez en su delicadamente rasurada vagina. Mi miembro de inmediato se erguía y no me quedaba más remedio que masturbarme imaginando que yo era quien estaba en ese momento penetrando a mi querida tía, haciéndola gemir, haciéndola gritar. Haciéndola pedir más.
Cuando me quedaba solo en casa, recuerdo claramente el ir confiado hasta la canasta de ropa sucia y buscar cuidadosamente los calzones, cacheteros, hilos, tangas o como quieras llamarlos; pertenecientes a mi tía. Hoy en día, pienso que es algo un poco enfermizo, pero si te puedo confesar algo en confianza puedo decir con seguridad… que me encantaba. ¡Adoraba! El olor que dejaba su vagina en la tela; ese olor a mujer, a lujuria, a pasión, a sexo. Disfrutaba el ponerlos en mi rostro y aspirar fervorosamente para que aquél aroma se impregnara en mis fosas nasales, disfrutaba imaginar que la tenía sentada en mi rostros meneando sus morenas caderas mientras los jugos de su rica pepa salpican mis mejillas. Esas ocasiones me llevaban a las masturbaciones más ricas que tenía por aquellos días.
Un día de tantos ya estaba cansado de que esto fuera una fantasía quería hacerlo real, quería saborear las nalgas de mi tía, mi querida tía. Entonces se me ocurrió una idea, tal vez torpe, pero para mí en en ese entonces era genial.
Iba a hacerme el dormido, mientras que mi verga erecta iba a sobresalir se “sin intención” de mi pantaloneta. Ese día en la casa solo estábamos mi tía, mi prima y yo. Mi prima estaba dormida en su recamara y mi tía haciendo oficio como de costumbre. Este era el momento, debía hacerla notar que la cabeza de mi pene sobresalía de mis shorts antes de que tomara su siesta de la tarde. De esta manera se excitaría y en lugar de irse sola para su cuarto a dormir; me invitaría a acompañarla en su lecho y tal vez al menos me acariciarla con sus delicadas manos y sus uñas pintadas. Y tal vez sólo tal vez, me dejaría acariciarla a ella un poco...tan sólo un poco.
Ja! Tonto yo…. En qué cabeza cabía que mi tía, esa mulata de fogoso cuerpo, de cabello negro rizado y negro como la noche iba a sentirse atraída por un pene de un chico con yo que seguramente no se comparaba con los variados grandes y gordos que ya había saboreado en su vida. Pasó a mi lado mientras yo yacía acostado en el sillón haciéndome el dormido y con mi pene salido… y ni siquiera se detuvo a observar. Ni siquiera una mirada… ni una sola rápida mirada.
Me sentí destruido, ahora sabía que jamás podría estar con ella, jamás la podría saborear, ni tan siquiera observar su cuerpo desnudo. Mi vida transcurrirá sin saber cómo lucían sus pezones. Abran sido grandes y oscuros? O pequeños y sobresalientes?... jamás lo sabría.
Ella terminó de hacer su quehaceres y se retiró normalmente a su recamara a dormir su rutinaria siesta de la tarde, mientras que yo, aún seguía tendido pensando en lo miserable que era mi vida.
Pero...tal vez la vida tenía algo diferente planeado para mi, algo que hasta ese día nunca había pasado por mi mente. Mientras seguía lamentandome por la indiferencia de mi querida Tía, alguien se había acercado a mí silenciosamente. Tan silenciosamente que no me percate que se encontraba frente a mi hasta que habló para sacarme de mi trance.
“hola, se le está saliendo algo ahí” me dijo mi prima con su tierna voz.
Avergonzado me subí la pantaloneta rápidamente, escondiendo mi erección que aún permanecía palpitante a pesar de la decepción.
“¿En que momento llego usted?”. Le pregunté
“Acabo, ¿por que?” me pregunto en respuesta.
“No por nada, solo preguntaba”
“¿Seguro que solo preguntaba?” me dijo. “¿cree que no le vi la verga saliendosele de los pantalones o que?”
Fue entonces cuando mi cerebro despertó, y me pregunté a mi mismo, ¿será posible?.
“Parece que la vio muy bien”. Le dije.
“¿Y si la vi qué?” me dijo sacando pecho. Ese pecho que hasta ahora notaba lo grande que se había vuelto.
“le preguntó por qué sí vio, y le gustó, tal vez quiera tocar. Digo yo, para que pruebe”
“¿y no le dice a mi mamá?” me preguntó mordiéndose la uña del dedo índice.
“prima, como cuando éramos pequeños y hacíamos una travesura. A nadie le voy a decir”
Y gracias cerebro por despertar en ese momento y ayudarme con mis deseos.
Despacito, como una niña curiosa se hincó frente a mí. Y suavemente posó su mano derecha sobre mi pantaloneta justo donde se encontraba mi pene duro y hambriento. Volvió a ver hacia atrás dónde se encontraba el cuarto de mi tía para verificar que estuviera cerrado y no fuera a salir y sorprendernos. Cuando estuvo segura volvió a verme directo a los ojos y ahí me conquistó. Al verla así me di cuenta lo mucho que se parecía ahora a su bella madre, el mismo color de piel, los mismos ojos y los mismos labios carnosos. Y si a eso le sumamos que para su edad ya había desarrollado un buen par de pecho.
Lentamente me bajó los pantalones hasta las rodillas y abrió más los ojos cuando me vio el pene goteando. Se mordió los labios. Ya la tenía.
“Está un poquito peludita” me dijo calladita.
“si un poquito” le dije.
Con sus dedos acarició el largo de mo trozo, tanteando la piel, el prepucio, la cabeza e incluso mis huevos. Estaba en la gloria, era como si mi tía (con 20 años menos) los estuviera haciendo ella misma. Con su mano derecha la agarró de una manera gentil y suave y la levantó un poco. Luego acercó su carita morena y se puso mi ponga entre sí labio superior y su nariz. La olió por alrededor de dos minutos, de arriba a abajo, de abajo hacia arriba. Le encantaba como olía, lo pude ver en su rostro.
“Pruebala” le dije.
“¿Y si me hace daño?” me preguntó.
“con la lenguita” le dije.
Me obedeció, sacó su lengüita y con la puntita, rozó mi puntita. Yo suspiré. Ella siguió, le gustó, le encantó, cuando me di cuenta ya se la había metido a la boca. Su lengua se movía incesante dentro. Solo paraba para sacra y olerla una vez más. Luego se la volvía a meter. Allí fue donde aprendió a hacerlo. Y yo fui al primero que se la chupó, siempre estaré orgulloso de eso.
“me gusta” me dijo la nena.
“a mi también” le dije.
De pronto sentí que empezó a mordisquear el tronco de mi pene ligeramente. Pensé “con esa edad y hace esto”. No quería que parara y ella no quería parar, quería atragantarse, quería olerla más. Pero qué podía hacer un chico como yo antes semejante mamada. Solo una cosa. Correrme en su cara.
Disparado el líquido brotó de la punta de mi agradecido pene, blanco y vizcoso aterrizó en sus labios, sus mejillas y su frente. No se lo tragó, ya que eso si no estaba dispuesta a hacer, y para ser honestos no sabíamos en ese entonces que dicha acción era posible.
Como si nada hubiera pasado se levantó, se fue al baño y se limpió. Mientras yo y mi pene descansabamos más que satisfechos en el sillón dónde intente seducir a mi Tía y terminó mamandome mi prima.
Aquella fue mi primera experiencia sexual, una memoria que desencadenó a mi animal sexual interno. Una memoria que nunca le permitiré olvidar.
Gracias prima.
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Espero seguir contándote mis memorias sexuales más adelante. Nos vemos.
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