Los gemidos de la del 3° “A” eran conmovedores.
Aunque hacían sonrojar a alguna que otra vecina cuando, demasiado atenta, los escuchaba.
Como a Marta, que un día la increpó mientras tendían la ropa: “Nena, tendrías que ser más cuidadosa cuando estás con tu novio, se escucha todo…”
Cuando la chica le respondió, pícara, “no tengo novio”, la señora no pudo disimular una gran intriga en su rostro. La del 3° “A” le develó el misterio: “Yo me masturbo, ¿usted no?”
Marta bajó la mirada, puso el último broche y se fue sin saludar. Ni una palabra más a la morocha de los gemidos…
Hasta que un día la del 3° “A” le tocó el timbre a la señora. “Marta, me mudo, esto es para vos, que lo disfrutes”. Le guiñó un ojo y le dejó una discreta bolsa de cartón y un beso en la mejilla.
Pasaron muchos meses hasta que el departamento se volvió a alquilar. Con la mudanza la señora recordó a la chica de los gemidos. Y también su regalo de despedida, que tan ofendida la había hecho sentir.
Mientras los nuevos vecinos corrían muebles, ella corrió a buscar la bolsa de cartón al fondo de su placard.
Y entonces los gemidos de Marta fueron conmovedores.
Aunque hacían sonrojar a alguna que otra vecina cuando, demasiado atenta, los escuchaba.
Como a Marta, que un día la increpó mientras tendían la ropa: “Nena, tendrías que ser más cuidadosa cuando estás con tu novio, se escucha todo…”
Cuando la chica le respondió, pícara, “no tengo novio”, la señora no pudo disimular una gran intriga en su rostro. La del 3° “A” le develó el misterio: “Yo me masturbo, ¿usted no?”
Marta bajó la mirada, puso el último broche y se fue sin saludar. Ni una palabra más a la morocha de los gemidos…
Hasta que un día la del 3° “A” le tocó el timbre a la señora. “Marta, me mudo, esto es para vos, que lo disfrutes”. Le guiñó un ojo y le dejó una discreta bolsa de cartón y un beso en la mejilla.
Pasaron muchos meses hasta que el departamento se volvió a alquilar. Con la mudanza la señora recordó a la chica de los gemidos. Y también su regalo de despedida, que tan ofendida la había hecho sentir.
Mientras los nuevos vecinos corrían muebles, ella corrió a buscar la bolsa de cartón al fondo de su placard.
Y entonces los gemidos de Marta fueron conmovedores.
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