Había ido al Parque Rivadavia en busca de unos libros que no encontré. Miré mi reloj, tenía tiempo, decidí volverme a casa a pie. Tomé Rivadavia derecho. Hasta acá todo iba sobre ruedas, cuando llego a Yatay doblo para cruzar del otro lado de las vías. Estoy cruzando el puente desierto cuando veo del otro lado aparecer a dos personas bastante tapadas (vestían camperas grandes y gorras) en dirección contraria. No parecían ladrones ni hostiles. Al acercarme descubro que son dos tranvestis; y bastante lindas. La de la izquierda se la veía bastante delgada. El bulto en su campera delataba sus grandes pechos; lentes oscuros cubrían sus ojos y detrás de su gorra podía verse su cabello atada en una cola rubia. La de la derecha era mas caderona, tenía los ojos delineados y los labios carnosos. Su abrigo estaba tirante en el pecho, su gorra la cubría menos que la de su compañera y esto dejaba ver un corte stone castaño oscuro. Al juzgar por su atuendo supuse que no querían llamar la atención; pero cuando estacionabas la mirada en sus cuerpos por unos segundos enseguida podías adivinar sus curvas.
La rubia pasó primero y no supe nunca si me miró o no, sabiendo que esto ocurriría (gracias a sus lentes oscuros) dirigí toda mi atención a la segunda. Sonreí. Me sonrió. Tras dejarla atrás giré para mirarlas de espalda. Tenía una cola divina.
Me quedé mirándola hasta el final. Algo me dijo que girarían para ver si las miraba. Y así fue.
La morocha lo hizo y volvió a sonreír. Algo le dijo a la rubia pero no pude escuchar qué. Antes de comenzar a bajar las escaleras me hizo señas llamándome. Dude, pero estaban tan buenas que no pude resistir la tentación.
Se llamaban Sofía y Penélope, rubia y morocha respectivamente. Comenzamos a charlar, resultó ser que vivían por la zona e iban a caminar por la avenida pero no nos movimos de la primera cuadra en donde nos instalamos. Me confesaron que tenían oficios pero por esas cosas de la sociedad y los prejuicios no tenían muchas ofertas de trabajo y, por ende, terminaban trabajando en un privado propiedad de un comisario de la zona. Cruzamos al otro lado del puente y compramos un jugo de naranja en un chino a media cuadra con unas galletitas. Como el lugar donde vivían era compartido, y yo por mi lado vivo con mis padres, decidimos ir a su edificio y subir a la terraza. Comenzó a oscurecer y empezábamos sentir frio. Sofía bajó en busca de unas mantas para abrigarnos. En su ausencia nos besamos con pasión. Es que Penélope era muy linda. Su lengua era larga y la movía con decisión.
Sofía regresó con las mantas y sin sus lentes. Tenía unos hermosos ojos color miel.
-¿Qué estuvieron haciendo mientras no estuve?- Preguntó con una sonrisa pícara.
Todos reímos. Charlamos un poco más hasta que Penélope no pudo contenerse y me estampó un beso bien profundo y largo.
-¿Qué le hacés a mi amiga?- Preguntó en broma Sofía. -Yo también quiero un beso tuyo.
Nos besamos, Penélope nos interrumpió para soltar un poco de histeriqueo. Comenzaron a turnarse para besarme, ambas me acariciaban. Era evidente que eran ellas quienes controlaban la situación. En un momento advertí que me habían hecho un sandwich. Tenía a Sofía adelante y Penélope atrás.
-¿Qué te gusta hacer Tincho?- Me preguntó la morocha.
-Esto me gusta.- Respondí mientras me besaba con Sofía.
-¿Querés leche?
-¡ja! No, así estoy bien.
-Vení dale, chupamela un poco.- Dijo Penélope haciéndome agachar tomándome de la cabeza.
Se bajó el cierre del jean, debajo tenía una bombacha con dibujitos, mas apropiado para una nena que para una mujer tan sexual. Esa imagen me exitó mucho. No se veían rastros de su pene, lo llevaba muy bien oculto pero pequeño. Los sostuvo con su mano y lo introdujo en mi boca «¡Ay Pen! ¡Sos terrible! Y vos Dante se las estas chupando a mi amiga. ¡Con la misma boca con la que me besaste! ¡Jajaja!» escuché decir a Sofi.
La pija de Penélope comenzó a crecer, y a crecer en serio. Comencé a ahogarme y aproveché para sacármela de la boca y ver si realmente había crecido tanto como me parecía. Así era, no sé como pero su pija había triplicado su tamaño.
-¡Qué pija grande!- Dije cuando recuperé el aliento. Escuché la risa de Pen mientras volvía a colocarla dentro de mi boca asegurando que crecería aún más.
Sentí un roce suave por mi mejilla.
-Toma bebé, comete esta también.- Dijo Sofía ofreciéndome su verga parada.
Se las chupe a ambas, alterando su vergas en mi boca por largo rato.
-Parate. A ver que tenés vos.- Dijo Penélope. Sofía comenzó a ayudarme con mi pantalón.
-¡Epa! Vos también tenés lo tuyo.- Dijo la rubia y se agachó a comérsela.
Sofía la chupaba como los dioses, sabía hacerlo profundo y lamerme los huevos. Lo hacía tan bien que no me di cuenta cuando Penélope se agachó e hizo lo suyo con su lengua en mi cola.
Ahí estaba bajo las estrellas de Almagro recibiendo sexo oras de los dos lados, adelante y atrás...
-¿Me pongo un forrito y te la pongo?- Preguntó Penélope.
-La verdad es que la tenés muy grande, me vas a partir al medio...- Contesté.
-Vamos a hacerlo despacio.
Sofi continuaba comiéndose mi verga cuando Pen se acomodó detrás mío. Tuvimos que cambiar de posición, la rubia se colocó cerca de la pared, donde yo me apoyé para recibir esa anaconda venosa. La morocha me agarró de la cintura y despacio con cuidado comenzó a metérmela. La verdad es que fueron muy pacientes, al cabo de unos minutos ya la tenía toda adentro.
Penélope comenzó a darme duro, cada embestida era descomunal. Sofía se repartía entre mi tronco y mis huevos. La verga de la morocha era realmente dura y gruesa, podía sentir como me destrozaba el orto cada vez que la metía hasta el fondo; pronto se dio cuenta que me estaba aguantando de no gritar.
-Podés gritar tranquilo, nadie se va a dar cuenta de donde viene, ¡ah! ¿no querés? Yo te voy a hacer gritar. Levantá bien el culo.- Ordenó y le hice caso.
Así empezó a cogerme duro metiéndomela hasta los huevos. Ya no podía contenerme y comencé a gritar. A decir verdad, no veía la hora de que acabe, su verga me estaba matando. Fue un alivio poder escuchar sus gemidos, tenía tanta leche que pude sentir como eyaculaba.
Penélope gritaba con poco aire y hablaba acerca de lo bueno que había sido cogerse mi cola.
Me sacó la verga del culo y pude ver que era inmensa, aún mas que cuando la había estado chupando. El forro no llegaba a cubrir toda esa carne, en su punta se alojaba su semen (parecía muy espeso). Era muchísimo, tal vez por eso fue que lo sentí.
-¿No acabaste? ¿Sofi no lo hiciste acabar?- Preguntó sacándoselo. -Vení que te la voy a chupar yo; pero no me acabes en la boca.
-¿Querés acabar en la boca? Podés acabarme a mi.- Dijo Sofía.
Penélope la chupaba con una presión bastante adecuada y ritmo parejo.
-Acabame a mi, acabame en la cara.- Dijo Sofía todavía agachada.
Sentía el cosquilleo, comencé a respirar agitado y justo antes de disparar mi semen se pasaron mi pija una a la otra. Fue Sofi quien me hizo acabar, mi verga no dejaba de lanzar chorros de leche en la cara de la rubia. Cuando el semen se terminó pude sentir que la noche estaba muy fresca. Algo que durante el sexo no importó.
La rubia pasó primero y no supe nunca si me miró o no, sabiendo que esto ocurriría (gracias a sus lentes oscuros) dirigí toda mi atención a la segunda. Sonreí. Me sonrió. Tras dejarla atrás giré para mirarlas de espalda. Tenía una cola divina.
Me quedé mirándola hasta el final. Algo me dijo que girarían para ver si las miraba. Y así fue.
La morocha lo hizo y volvió a sonreír. Algo le dijo a la rubia pero no pude escuchar qué. Antes de comenzar a bajar las escaleras me hizo señas llamándome. Dude, pero estaban tan buenas que no pude resistir la tentación.
Se llamaban Sofía y Penélope, rubia y morocha respectivamente. Comenzamos a charlar, resultó ser que vivían por la zona e iban a caminar por la avenida pero no nos movimos de la primera cuadra en donde nos instalamos. Me confesaron que tenían oficios pero por esas cosas de la sociedad y los prejuicios no tenían muchas ofertas de trabajo y, por ende, terminaban trabajando en un privado propiedad de un comisario de la zona. Cruzamos al otro lado del puente y compramos un jugo de naranja en un chino a media cuadra con unas galletitas. Como el lugar donde vivían era compartido, y yo por mi lado vivo con mis padres, decidimos ir a su edificio y subir a la terraza. Comenzó a oscurecer y empezábamos sentir frio. Sofía bajó en busca de unas mantas para abrigarnos. En su ausencia nos besamos con pasión. Es que Penélope era muy linda. Su lengua era larga y la movía con decisión.
Sofía regresó con las mantas y sin sus lentes. Tenía unos hermosos ojos color miel.
-¿Qué estuvieron haciendo mientras no estuve?- Preguntó con una sonrisa pícara.
Todos reímos. Charlamos un poco más hasta que Penélope no pudo contenerse y me estampó un beso bien profundo y largo.
-¿Qué le hacés a mi amiga?- Preguntó en broma Sofía. -Yo también quiero un beso tuyo.
Nos besamos, Penélope nos interrumpió para soltar un poco de histeriqueo. Comenzaron a turnarse para besarme, ambas me acariciaban. Era evidente que eran ellas quienes controlaban la situación. En un momento advertí que me habían hecho un sandwich. Tenía a Sofía adelante y Penélope atrás.
-¿Qué te gusta hacer Tincho?- Me preguntó la morocha.
-Esto me gusta.- Respondí mientras me besaba con Sofía.
-¿Querés leche?
-¡ja! No, así estoy bien.
-Vení dale, chupamela un poco.- Dijo Penélope haciéndome agachar tomándome de la cabeza.
Se bajó el cierre del jean, debajo tenía una bombacha con dibujitos, mas apropiado para una nena que para una mujer tan sexual. Esa imagen me exitó mucho. No se veían rastros de su pene, lo llevaba muy bien oculto pero pequeño. Los sostuvo con su mano y lo introdujo en mi boca «¡Ay Pen! ¡Sos terrible! Y vos Dante se las estas chupando a mi amiga. ¡Con la misma boca con la que me besaste! ¡Jajaja!» escuché decir a Sofi.
La pija de Penélope comenzó a crecer, y a crecer en serio. Comencé a ahogarme y aproveché para sacármela de la boca y ver si realmente había crecido tanto como me parecía. Así era, no sé como pero su pija había triplicado su tamaño.
-¡Qué pija grande!- Dije cuando recuperé el aliento. Escuché la risa de Pen mientras volvía a colocarla dentro de mi boca asegurando que crecería aún más.
Sentí un roce suave por mi mejilla.
-Toma bebé, comete esta también.- Dijo Sofía ofreciéndome su verga parada.
Se las chupe a ambas, alterando su vergas en mi boca por largo rato.
-Parate. A ver que tenés vos.- Dijo Penélope. Sofía comenzó a ayudarme con mi pantalón.
-¡Epa! Vos también tenés lo tuyo.- Dijo la rubia y se agachó a comérsela.
Sofía la chupaba como los dioses, sabía hacerlo profundo y lamerme los huevos. Lo hacía tan bien que no me di cuenta cuando Penélope se agachó e hizo lo suyo con su lengua en mi cola.
Ahí estaba bajo las estrellas de Almagro recibiendo sexo oras de los dos lados, adelante y atrás...
-¿Me pongo un forrito y te la pongo?- Preguntó Penélope.
-La verdad es que la tenés muy grande, me vas a partir al medio...- Contesté.
-Vamos a hacerlo despacio.
Sofi continuaba comiéndose mi verga cuando Pen se acomodó detrás mío. Tuvimos que cambiar de posición, la rubia se colocó cerca de la pared, donde yo me apoyé para recibir esa anaconda venosa. La morocha me agarró de la cintura y despacio con cuidado comenzó a metérmela. La verdad es que fueron muy pacientes, al cabo de unos minutos ya la tenía toda adentro.
Penélope comenzó a darme duro, cada embestida era descomunal. Sofía se repartía entre mi tronco y mis huevos. La verga de la morocha era realmente dura y gruesa, podía sentir como me destrozaba el orto cada vez que la metía hasta el fondo; pronto se dio cuenta que me estaba aguantando de no gritar.
-Podés gritar tranquilo, nadie se va a dar cuenta de donde viene, ¡ah! ¿no querés? Yo te voy a hacer gritar. Levantá bien el culo.- Ordenó y le hice caso.
Así empezó a cogerme duro metiéndomela hasta los huevos. Ya no podía contenerme y comencé a gritar. A decir verdad, no veía la hora de que acabe, su verga me estaba matando. Fue un alivio poder escuchar sus gemidos, tenía tanta leche que pude sentir como eyaculaba.
Penélope gritaba con poco aire y hablaba acerca de lo bueno que había sido cogerse mi cola.
Me sacó la verga del culo y pude ver que era inmensa, aún mas que cuando la había estado chupando. El forro no llegaba a cubrir toda esa carne, en su punta se alojaba su semen (parecía muy espeso). Era muchísimo, tal vez por eso fue que lo sentí.
-¿No acabaste? ¿Sofi no lo hiciste acabar?- Preguntó sacándoselo. -Vení que te la voy a chupar yo; pero no me acabes en la boca.
-¿Querés acabar en la boca? Podés acabarme a mi.- Dijo Sofía.
Penélope la chupaba con una presión bastante adecuada y ritmo parejo.
-Acabame a mi, acabame en la cara.- Dijo Sofía todavía agachada.
Sentía el cosquilleo, comencé a respirar agitado y justo antes de disparar mi semen se pasaron mi pija una a la otra. Fue Sofi quien me hizo acabar, mi verga no dejaba de lanzar chorros de leche en la cara de la rubia. Cuando el semen se terminó pude sentir que la noche estaba muy fresca. Algo que durante el sexo no importó.
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