Esta es una nueva historia que escribí en estos días. Es parte de una serie más larga, pero quería ir posteando pequeños adelantos.
Mr.Techo
Personajes
Carolina: una chica delgada, de cabello rubio oscuro y ojazos grises. De 22 años, Mide 1.56cm, hasta hace poco estudiaba danza (clásica, primero y luego jazz) lo que le da un aire elegante, pero se viste de forma simple (zapatillas, remeras, jeans) lo cual le resta puntos. Tuvo un hijo a los 19 con un compañero de la secundaria llamado Hernán que era el típico chico malo: escapaba de todas las clases y vendía droga (nada duro, principalmente marihuana) en los recreos. Termino cayendo en prisión cuándo atraparon a su proveedor y ahí se metió en más líos, lo cual hace que pase los próximos ocho a diez años adentro.
El hijo de ambos, Nicolás, es un niño hermoso y precoz; tiene la apostura y fortaleza del padre, pero los rasgos toscos de Hernán se ven dulcificados por la elegancia de Carolina.
Gerardo: 48 años, es el dueño y director de una clínica en la zona norte del Gran Buenos Aires. Está divorciado de dos ex esposas de mismo nombre: María, aunque como la segunda es María Ignacia la llama Nacha desde que se separaron, cosa que ella odia.
Es padre de cinco hijos: Fernanda y Facundo con la primera María, Ignacio, Diego y Ludmila con la segunda.
Relativamente bajo (1.68m) es de contextura delgada y tiene rasgos distinguidos: el pelo castaño claro ya está salpicado por canas, cuida su barba candado y su vestimenta, que podríamos describir como smart dress: zapatos, pantalones de vestir, camisas elegantes, un saco y siempre un reloj que hace juego.
Si bien es de un carácter un tanto melancólico, no deja que esto se interponga en su trabajo. Tiene un trato cordial, pero un tanto distante, insistiendo constantemente en los honoríficos; poca gente le dice otra cosa que “Dr. Gutiérrez”. Internamente está un poco deprimido: tiene un costado artístico, la pintura, que poco explora. También se siente solo, pero sus dos ex esposas lo han cansado y resignado un poco en el campo amoroso. Salvo algún encuentro de carácter puramente sexual con colegas en congresos, no tiene relaciones sentimentales.
El primer encuentro
Caro entró al despacho del doctor, al escuchar el golpe de algo contra el suelo. Al entrar lo vio al Dr. Gutiérrez agachado, recogiendo los pedazos de un cenicero de vidrio que al parecer había lanzado contra la pared.
Cuándo el Dr. la vio entrar, varias emociones pasaron por su rostro; ira, seguido de vergüenza. Caro vio el cansancio, la frustración de ese hombre tan paciente en cada gesto.
Él sonrió cansinamente y le dijo “Viste, aún los doctores nos enojamos”.
Caro sintió una puntada viendo a ese hombre tan fuerte, tan seguro de sí mismo en ese estado tan vulnerable. Se acercó a él y se puso en cuclillas a juntar los pedazos de vidrio roto, sin decir nada.
Al terminar de juntarlos se los dio y por un momento, sus manos se rozaron; el contacto electrizó a Caro. Era la primera vez desde el apretón de manos del primer día que lo tocaba y de nuevo sintió la fuerza en esas manos elegantes. Al mirarlo, sintiéndose que se ruborizaba, la sorprendió ver en sus ojos un fuego; fuego de ira, pero también de deseo.
Turbada, Caro se paró y para no mirarlo se puso a enderezar un cuadro que había sido movido al parecer por el cenicero. El Dr. malinterpretó eso como disgusto y luego de haber tirado los restos de vidrio en el cesto, le dijo con dolor en su voz “Srta. Carolina, le pido mil disculpas. Esto…es muy vergonzoso, perdón” y se dejó caer en su sillón de cuero detrás del escritorio.
Caro se sintió conmovida y dando la vuelta al escritorio, se paró a su costado. Él no la miraba, estaba mirando la zona dónde el cenicero había volado, por lo que ella le habló a su perfil. “Dr…¿qué le pasó?” preguntó con voz sincera.
“Mi ex…mi segunda ex, Nacha..nada, está haciendo problemas para la clínica” respondió cansinamente y sin mirarla. “Ella recibió su parte cuando nos divorciamos, pero ahora se volvió a poner en pareja con un gerente del PAMI”.
Al escuchar eso, Caro sintió una puntada; se imaginaba por dónde vendría la cuestión. Si bien nunca había conocido a la Sra. Nacha, todo el mundo la había descrito con una sola palabra: interesada. Y ahora estaba en pareja con un gerente del PAMI: el principal proveedor estatal de la clínica y uno famoso por el grado de corrupción que imperaba en sus filas.
“Ella quiere alguna participación en la clínica de nuevo” confirmó sus temores el Dr. “Si no, junto a su pareja van a bloquear algunos pagos y nos van a llevar a la ruina”.
“Pero, eso ¿no es ilegal?” dijo Caro.
“Si, si se puede probar” dijo el Dr. “Pero el Pami tiene una historia de tanta burocracia que siempre tardan en pagar y por lo tanto, siempre estamos debiendo correr para poder hacer nuestros pagos internos. Ellos no tienen que hacer mucho: simplemente con que hagan que los pagos se atrasen un par de meses más, aduciendo problemas burocráticos es suficiente para ponernos en problemas”
El Dr. se inclinó sobre el escritorio, escondiendo la cabeza en sus manos. Desde ese refugio dijo “La verdad…no entiendo por qué lo hace. Ella se llevó su parte, su buena tajada, cuándo nos separamos. Y nos separamos porque me engañaba con un médico de acá…yo siempre la amé, pero las mujeres siempre han querido lo peor para mí”.
Caro sintió como su corazón se partía. Se inclinó y poniendo una mano en su barbilla (”qué linda es su barba” pensó) levanto su cabeza y dijo “esta mujer no”. Lo miró y le dio un beso dulce.
Fue un segundo, de un impulso y al darse cuenta, espantada, se echó para atrás. “Di…disculpe Dr…disculpe, no debería haber hecho eso…” llegó a decir hasta que él se levantó como una fiera y…la agarró de su espalda, atrayéndola a sí, para estamparle primero un beso suave. Al ver que ella le respondía él se alejó un poco, la miró intensamente y le dio un beso profundo en su boca.
Ese beso era larguísimo…había hambre en ese beso, un hambre reprimida que se sentía en sus dientes, en su lengua. Caro se apretó contra él; era tan delgado que ella lo pudo abrazar sin problemas y se aplastó contra su pecho, mientras se sentía humedecerse.
El beso pareció durar para siempre; pero en un momento el Dr. se alejó y mirándola le dijo “desde que entraste acá quiero hacerte esto”. Ella se sintió derretirse, más cuándo él le besó el cuello, mordiéndoselo suavemente.
Las manos del Dr. bajaron por su espalda, acariciándola y tomándola fuertemente de la cola. En esas manos había solo hambre, deseo. Ella intentaba acariciarlo, pero él le dijo firmemente “no, dejáme a mí” y la dio vuelta. Apoyándola desde atrás, una de sus manos le acariciaba sus pequeñas tetas; Caro sentía que sus pezones iban a atravesar la remera. La otra mano, habilidosamente le desabrochó el pantalón y le acarició la bombacha.
“Estás mojadísima” dijo él con una mezcla de sorpresa y placer. “Si, yo también quiero esto hace tiempo” dijo Caro, con una sonrisa “¿Querés que te la chupe?”. “No, te quiero partir al medio” le dijo él.
Caro se calentó mucho; que alguien tan fino y elegante se calentara así con una chica como ella…la llenaba de placer. Ahí le salió su faceta competitiva: ahora quería ser la mujer que le volara la cabeza. Alejándose coquetamente, se paró al otro lado del escritorio, sacándose las zapatillas y el jean mientras iba.
Mirándolo sobre el hombro, cerró la puerta con la trabaja y apoyándose en ella empezó un meneo sensual. El Dr. no aguantó mucho; la fue a buscar y dándola vuelta, la besó de nuevo salvajemente.
Ella aprovechó que la aplastó contra la pared para montarse sobre él, cruzando sus piernas tras la espalda del Dr. Este estaba buscando algo, le dijo “dame un segundo, no tengo forros”. Ella le mordió el cuello y le dijo “yo tomo la pastilla, no hay problema…dáme, dáme tu pija ahora” mientras con su mano intentaba bajarle la cremallera.
El Dr. volvió a comerle la boca, mientras con la mano izquierda la sostenía de su cola firme y la derecha se bajaba la cremallera. “¿Cómo será su pija?” pensó Caro…”todavía no la vi y ya me la va a meter”.
La respuesta llegó a los pocos segundos: era fina, pero larga. Estaba durísima y ella sintió, mientras él la hacía bajar para ensartarla, como se abría paso en su vagina. Aunque estaba mojadísima, le dolió un poco. Hacía demasiado tiempo que no se la cogían como Dios manda…pero ahora se la iban a coger así. El Dr. estaba demasiado caliente; en cuánto sintió que le entró, empezó a salir y entrar profundamente. Iba lento, pero Caro le costaba acostumbrarse a tal Sr. Pija.
Algo el Dr. debe haber percibido, porque aflojó el ritmo y empezó a mordisquearle las orejas, un punto débil para Carolina. Ella se arqueó y sintió como el calor comenzaba a subirle desde el estómago hacia arriba…realmente necesitaba esta cogida. Ella empezó a ayudarlo, con sus piernas empujándolo más adentro y los dos se miraron mientras él estaba dentro suyo. Carolina se sintió mareada de deseo, sentía cada centímetro de su pene caliente dentro de ella y se sentía que iba a acabar muy rápido. Pero también sabía que, si bien era delgada, él se iba a cansar, por lo que desenganchó las piernas y lo llevó de la mano frente a su escritorio. Sin decir nada, se acostó sobre el mismo boca abajo, sacando la cola y abriendo sus piernas.
El Dr. quedó extasiado al ver esa visión: su secretaria, doblada en su escritorio, esperando que la penetre. Se arrodilló detrás de ella y su lengua lamió toda su concha, desde su entrada hasta su clítoris. Metiendo unos dedos en su vagina, lamió y jugó con su clítoris mientras su barba rascaba los labios de su concha.
Caro no pudo contenerse; se vino, intentando no gemir demasiado para no llamar la atención. Pero el Dr. se dio cuenta, dado que sus piernas temblaron. En cuánto hubiera terminado de temblar, lentamente se incorporó y desde atrás la penetró. De esa forma, empezó a bombearla contra el escritorio; agarró las muñecas de Caro con sus manos y las extendió de forma que Caro quedaba totalmente a su merced, clavada sin piedad.
Caro sabía que el Dr. no iba a durar mucho; sentía su resoplido en la nuca y como su pene se estremecía dentro de ella. Mirándolo sobre su hombro, con su mejor cara de acabadora excitada le dijo, con voz sensual “Dr…¿me deja que me toque, así acabo de nuevo?”. Él no podía creer lo perra que estaba resultando su secretaria; le soltó la mano derecha, que ella raudamente dirigió a su clítoris.
Empezó a tocarse y de la calentura que tenía, a los pocos momentos estaba acabando de nuevo. El Dr. soltó su otra mano y sus dedos fueron a la boca de Caro; ella los chupó desesperada y al empezar a venirse los mordió, causándole un poco de dolor.
Este dolor, mezclado con la calentura hizo que el Dr. se viniese como un torrente dentro de Caro; hacía tiempo que necesitaba esto. Caro sintió como la leche caliente la inundaba y de hecho, salía de su vagina colmada. En cuánto el Doctor se levantó, ella raudamente se dio vuelta y se arrodilló frente a él, tomando su pija en la mano.
Caro lo miró; él estaba ahí arriba, con la cara de satisfacción más grande que le hubiera visto. Lentamente, de forma deliberada, ella sacó la lengua y empezó a recorrer su pene como un helado. Era como lo imaginó: largo y fino. Lo limpió totalmente y le dijo, con voz de gatita satisfecha “Dr…me encanta su pija y su leche, espero que quiera darme más”.
Él la miró desde arriba, primero serio, pero una sonrisa se le dibujo. “Caro” le dijo y ella sintió alegría; era la primera vez que la había tuteado. “Caro, estoy seguro que, si te gusta, siempre puedo darte más”.
“Me encantaría, Dr.” dijo ella con una sonrisa. Lentamente se incorporó y recogió su ropa; se puso rápidamente el jean (dado que nunca se había sacado la bombacha) y las zapatillas. El Dr. cansado se había dejado caer en la silla de los pacientes y ella se sentó sobre sus piernas; pasó sus brazos sobre los hombros de él y le dio un tierno beso en la mejilla.
“Pero Dr. quiero que sepa algo” le dijo ella. “Yo tenía ganas de esto desde que lo vi, pero no quiero que se sienta culpable. Sé que soy su secretaria, así que no quiero hacerle problemas, si esto le va a traer conflictos…”
Al Dr. se le dibujó una sonrisa “Caro” le dijo “no puedo creer mi suerte; que a mi edad, una chica como vos se fije en mí”.
Caro se sonrojó “Dr…yo no puedo creer que un hombre formado y elegante como usted quiera estar conmigo”.
El Dr. se sonrojó y le dijo “No te hagas problema; sós una gran secretaria, pero también sós una mujer dulce…esto fue algo que los dos queríamos, pero pensálo; si para vos esto va a ser un problema, prometo nunca volverte a tocar o hablar de esto”.
“No, no, yo quiero…” empezó a decir ella.
“No” la interrumpió gentil, pero firmemente el Dr. “Pensálo en estos días…si tenés ganas, el viernes te invito a cenar, una salida en serio”.
Caro se sintió sonrojar. Salir con un hombre así, no con los chicos inmaduros que ella salía era una fantasía de ella…con alguien sofisticado, con alguien seductor, que la supiera tratar. “Si, por supu..” empezó a decir ella.
“El viernes, Caro. Confirmáme el mismo viernes…hoy es martes, no falta tanto. Hacélo por mí” le dijo él.
Caro se mordió el labio y asintió. Ahora ¿cómo iba a aguantar hasta el viernes?
Mr.Techo
Personajes
Carolina: una chica delgada, de cabello rubio oscuro y ojazos grises. De 22 años, Mide 1.56cm, hasta hace poco estudiaba danza (clásica, primero y luego jazz) lo que le da un aire elegante, pero se viste de forma simple (zapatillas, remeras, jeans) lo cual le resta puntos. Tuvo un hijo a los 19 con un compañero de la secundaria llamado Hernán que era el típico chico malo: escapaba de todas las clases y vendía droga (nada duro, principalmente marihuana) en los recreos. Termino cayendo en prisión cuándo atraparon a su proveedor y ahí se metió en más líos, lo cual hace que pase los próximos ocho a diez años adentro.
El hijo de ambos, Nicolás, es un niño hermoso y precoz; tiene la apostura y fortaleza del padre, pero los rasgos toscos de Hernán se ven dulcificados por la elegancia de Carolina.
Gerardo: 48 años, es el dueño y director de una clínica en la zona norte del Gran Buenos Aires. Está divorciado de dos ex esposas de mismo nombre: María, aunque como la segunda es María Ignacia la llama Nacha desde que se separaron, cosa que ella odia.
Es padre de cinco hijos: Fernanda y Facundo con la primera María, Ignacio, Diego y Ludmila con la segunda.
Relativamente bajo (1.68m) es de contextura delgada y tiene rasgos distinguidos: el pelo castaño claro ya está salpicado por canas, cuida su barba candado y su vestimenta, que podríamos describir como smart dress: zapatos, pantalones de vestir, camisas elegantes, un saco y siempre un reloj que hace juego.
Si bien es de un carácter un tanto melancólico, no deja que esto se interponga en su trabajo. Tiene un trato cordial, pero un tanto distante, insistiendo constantemente en los honoríficos; poca gente le dice otra cosa que “Dr. Gutiérrez”. Internamente está un poco deprimido: tiene un costado artístico, la pintura, que poco explora. También se siente solo, pero sus dos ex esposas lo han cansado y resignado un poco en el campo amoroso. Salvo algún encuentro de carácter puramente sexual con colegas en congresos, no tiene relaciones sentimentales.
El primer encuentro
Caro entró al despacho del doctor, al escuchar el golpe de algo contra el suelo. Al entrar lo vio al Dr. Gutiérrez agachado, recogiendo los pedazos de un cenicero de vidrio que al parecer había lanzado contra la pared.
Cuándo el Dr. la vio entrar, varias emociones pasaron por su rostro; ira, seguido de vergüenza. Caro vio el cansancio, la frustración de ese hombre tan paciente en cada gesto.
Él sonrió cansinamente y le dijo “Viste, aún los doctores nos enojamos”.
Caro sintió una puntada viendo a ese hombre tan fuerte, tan seguro de sí mismo en ese estado tan vulnerable. Se acercó a él y se puso en cuclillas a juntar los pedazos de vidrio roto, sin decir nada.
Al terminar de juntarlos se los dio y por un momento, sus manos se rozaron; el contacto electrizó a Caro. Era la primera vez desde el apretón de manos del primer día que lo tocaba y de nuevo sintió la fuerza en esas manos elegantes. Al mirarlo, sintiéndose que se ruborizaba, la sorprendió ver en sus ojos un fuego; fuego de ira, pero también de deseo.
Turbada, Caro se paró y para no mirarlo se puso a enderezar un cuadro que había sido movido al parecer por el cenicero. El Dr. malinterpretó eso como disgusto y luego de haber tirado los restos de vidrio en el cesto, le dijo con dolor en su voz “Srta. Carolina, le pido mil disculpas. Esto…es muy vergonzoso, perdón” y se dejó caer en su sillón de cuero detrás del escritorio.
Caro se sintió conmovida y dando la vuelta al escritorio, se paró a su costado. Él no la miraba, estaba mirando la zona dónde el cenicero había volado, por lo que ella le habló a su perfil. “Dr…¿qué le pasó?” preguntó con voz sincera.
“Mi ex…mi segunda ex, Nacha..nada, está haciendo problemas para la clínica” respondió cansinamente y sin mirarla. “Ella recibió su parte cuando nos divorciamos, pero ahora se volvió a poner en pareja con un gerente del PAMI”.
Al escuchar eso, Caro sintió una puntada; se imaginaba por dónde vendría la cuestión. Si bien nunca había conocido a la Sra. Nacha, todo el mundo la había descrito con una sola palabra: interesada. Y ahora estaba en pareja con un gerente del PAMI: el principal proveedor estatal de la clínica y uno famoso por el grado de corrupción que imperaba en sus filas.
“Ella quiere alguna participación en la clínica de nuevo” confirmó sus temores el Dr. “Si no, junto a su pareja van a bloquear algunos pagos y nos van a llevar a la ruina”.
“Pero, eso ¿no es ilegal?” dijo Caro.
“Si, si se puede probar” dijo el Dr. “Pero el Pami tiene una historia de tanta burocracia que siempre tardan en pagar y por lo tanto, siempre estamos debiendo correr para poder hacer nuestros pagos internos. Ellos no tienen que hacer mucho: simplemente con que hagan que los pagos se atrasen un par de meses más, aduciendo problemas burocráticos es suficiente para ponernos en problemas”
El Dr. se inclinó sobre el escritorio, escondiendo la cabeza en sus manos. Desde ese refugio dijo “La verdad…no entiendo por qué lo hace. Ella se llevó su parte, su buena tajada, cuándo nos separamos. Y nos separamos porque me engañaba con un médico de acá…yo siempre la amé, pero las mujeres siempre han querido lo peor para mí”.
Caro sintió como su corazón se partía. Se inclinó y poniendo una mano en su barbilla (”qué linda es su barba” pensó) levanto su cabeza y dijo “esta mujer no”. Lo miró y le dio un beso dulce.
Fue un segundo, de un impulso y al darse cuenta, espantada, se echó para atrás. “Di…disculpe Dr…disculpe, no debería haber hecho eso…” llegó a decir hasta que él se levantó como una fiera y…la agarró de su espalda, atrayéndola a sí, para estamparle primero un beso suave. Al ver que ella le respondía él se alejó un poco, la miró intensamente y le dio un beso profundo en su boca.
Ese beso era larguísimo…había hambre en ese beso, un hambre reprimida que se sentía en sus dientes, en su lengua. Caro se apretó contra él; era tan delgado que ella lo pudo abrazar sin problemas y se aplastó contra su pecho, mientras se sentía humedecerse.
El beso pareció durar para siempre; pero en un momento el Dr. se alejó y mirándola le dijo “desde que entraste acá quiero hacerte esto”. Ella se sintió derretirse, más cuándo él le besó el cuello, mordiéndoselo suavemente.
Las manos del Dr. bajaron por su espalda, acariciándola y tomándola fuertemente de la cola. En esas manos había solo hambre, deseo. Ella intentaba acariciarlo, pero él le dijo firmemente “no, dejáme a mí” y la dio vuelta. Apoyándola desde atrás, una de sus manos le acariciaba sus pequeñas tetas; Caro sentía que sus pezones iban a atravesar la remera. La otra mano, habilidosamente le desabrochó el pantalón y le acarició la bombacha.
“Estás mojadísima” dijo él con una mezcla de sorpresa y placer. “Si, yo también quiero esto hace tiempo” dijo Caro, con una sonrisa “¿Querés que te la chupe?”. “No, te quiero partir al medio” le dijo él.
Caro se calentó mucho; que alguien tan fino y elegante se calentara así con una chica como ella…la llenaba de placer. Ahí le salió su faceta competitiva: ahora quería ser la mujer que le volara la cabeza. Alejándose coquetamente, se paró al otro lado del escritorio, sacándose las zapatillas y el jean mientras iba.
Mirándolo sobre el hombro, cerró la puerta con la trabaja y apoyándose en ella empezó un meneo sensual. El Dr. no aguantó mucho; la fue a buscar y dándola vuelta, la besó de nuevo salvajemente.
Ella aprovechó que la aplastó contra la pared para montarse sobre él, cruzando sus piernas tras la espalda del Dr. Este estaba buscando algo, le dijo “dame un segundo, no tengo forros”. Ella le mordió el cuello y le dijo “yo tomo la pastilla, no hay problema…dáme, dáme tu pija ahora” mientras con su mano intentaba bajarle la cremallera.
El Dr. volvió a comerle la boca, mientras con la mano izquierda la sostenía de su cola firme y la derecha se bajaba la cremallera. “¿Cómo será su pija?” pensó Caro…”todavía no la vi y ya me la va a meter”.
La respuesta llegó a los pocos segundos: era fina, pero larga. Estaba durísima y ella sintió, mientras él la hacía bajar para ensartarla, como se abría paso en su vagina. Aunque estaba mojadísima, le dolió un poco. Hacía demasiado tiempo que no se la cogían como Dios manda…pero ahora se la iban a coger así. El Dr. estaba demasiado caliente; en cuánto sintió que le entró, empezó a salir y entrar profundamente. Iba lento, pero Caro le costaba acostumbrarse a tal Sr. Pija.
Algo el Dr. debe haber percibido, porque aflojó el ritmo y empezó a mordisquearle las orejas, un punto débil para Carolina. Ella se arqueó y sintió como el calor comenzaba a subirle desde el estómago hacia arriba…realmente necesitaba esta cogida. Ella empezó a ayudarlo, con sus piernas empujándolo más adentro y los dos se miraron mientras él estaba dentro suyo. Carolina se sintió mareada de deseo, sentía cada centímetro de su pene caliente dentro de ella y se sentía que iba a acabar muy rápido. Pero también sabía que, si bien era delgada, él se iba a cansar, por lo que desenganchó las piernas y lo llevó de la mano frente a su escritorio. Sin decir nada, se acostó sobre el mismo boca abajo, sacando la cola y abriendo sus piernas.
El Dr. quedó extasiado al ver esa visión: su secretaria, doblada en su escritorio, esperando que la penetre. Se arrodilló detrás de ella y su lengua lamió toda su concha, desde su entrada hasta su clítoris. Metiendo unos dedos en su vagina, lamió y jugó con su clítoris mientras su barba rascaba los labios de su concha.
Caro no pudo contenerse; se vino, intentando no gemir demasiado para no llamar la atención. Pero el Dr. se dio cuenta, dado que sus piernas temblaron. En cuánto hubiera terminado de temblar, lentamente se incorporó y desde atrás la penetró. De esa forma, empezó a bombearla contra el escritorio; agarró las muñecas de Caro con sus manos y las extendió de forma que Caro quedaba totalmente a su merced, clavada sin piedad.
Caro sabía que el Dr. no iba a durar mucho; sentía su resoplido en la nuca y como su pene se estremecía dentro de ella. Mirándolo sobre su hombro, con su mejor cara de acabadora excitada le dijo, con voz sensual “Dr…¿me deja que me toque, así acabo de nuevo?”. Él no podía creer lo perra que estaba resultando su secretaria; le soltó la mano derecha, que ella raudamente dirigió a su clítoris.
Empezó a tocarse y de la calentura que tenía, a los pocos momentos estaba acabando de nuevo. El Dr. soltó su otra mano y sus dedos fueron a la boca de Caro; ella los chupó desesperada y al empezar a venirse los mordió, causándole un poco de dolor.
Este dolor, mezclado con la calentura hizo que el Dr. se viniese como un torrente dentro de Caro; hacía tiempo que necesitaba esto. Caro sintió como la leche caliente la inundaba y de hecho, salía de su vagina colmada. En cuánto el Doctor se levantó, ella raudamente se dio vuelta y se arrodilló frente a él, tomando su pija en la mano.
Caro lo miró; él estaba ahí arriba, con la cara de satisfacción más grande que le hubiera visto. Lentamente, de forma deliberada, ella sacó la lengua y empezó a recorrer su pene como un helado. Era como lo imaginó: largo y fino. Lo limpió totalmente y le dijo, con voz de gatita satisfecha “Dr…me encanta su pija y su leche, espero que quiera darme más”.
Él la miró desde arriba, primero serio, pero una sonrisa se le dibujo. “Caro” le dijo y ella sintió alegría; era la primera vez que la había tuteado. “Caro, estoy seguro que, si te gusta, siempre puedo darte más”.
“Me encantaría, Dr.” dijo ella con una sonrisa. Lentamente se incorporó y recogió su ropa; se puso rápidamente el jean (dado que nunca se había sacado la bombacha) y las zapatillas. El Dr. cansado se había dejado caer en la silla de los pacientes y ella se sentó sobre sus piernas; pasó sus brazos sobre los hombros de él y le dio un tierno beso en la mejilla.
“Pero Dr. quiero que sepa algo” le dijo ella. “Yo tenía ganas de esto desde que lo vi, pero no quiero que se sienta culpable. Sé que soy su secretaria, así que no quiero hacerle problemas, si esto le va a traer conflictos…”
Al Dr. se le dibujó una sonrisa “Caro” le dijo “no puedo creer mi suerte; que a mi edad, una chica como vos se fije en mí”.
Caro se sonrojó “Dr…yo no puedo creer que un hombre formado y elegante como usted quiera estar conmigo”.
El Dr. se sonrojó y le dijo “No te hagas problema; sós una gran secretaria, pero también sós una mujer dulce…esto fue algo que los dos queríamos, pero pensálo; si para vos esto va a ser un problema, prometo nunca volverte a tocar o hablar de esto”.
“No, no, yo quiero…” empezó a decir ella.
“No” la interrumpió gentil, pero firmemente el Dr. “Pensálo en estos días…si tenés ganas, el viernes te invito a cenar, una salida en serio”.
Caro se sintió sonrojar. Salir con un hombre así, no con los chicos inmaduros que ella salía era una fantasía de ella…con alguien sofisticado, con alguien seductor, que la supiera tratar. “Si, por supu..” empezó a decir ella.
“El viernes, Caro. Confirmáme el mismo viernes…hoy es martes, no falta tanto. Hacélo por mí” le dijo él.
Caro se mordió el labio y asintió. Ahora ¿cómo iba a aguantar hasta el viernes?
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