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La kinesiologa Marta y el pibe de la moto

Desde muy chico siempre anduve en moto. Creo que a los 17 años, después de haber trabajado unos meses, junté todo el dinero y me compré una moto usada. Aprendí a repararla y a dejarla lo más lista posible, para que nunca fallara.
A medida que pasaban los años fui cambiando a mejores modelos, cuando por fin cumplí los 21, con el dinero que me habían regalado para el cumpleaños más el valor de mi moto usada, pude comprarme la primer moto 0km, di un anticipo y lo demás en cuotas.
En esa época trabajaba con 2 locales haciendo delivery y entre el sueldo y las propinas, ganaba mucho dinero. Seguía viviendo con mis padres y la plata me sobraba. Un día tranquilo, estaba yendo a la casa de un amigo, cuando venía por una avenida, en un cruce con una calle común, un auto no me vio y me chocó. Realmente no recuerdo mucho, solo un golpe y cuando me desperté estaba en el hospital.
Estuve internado casi un mes allí. Me tuvieron que operar la pierna derecha, dos veces. Finalmente me dieron el alta, con la pierna enyesada. Estuve casi otro mes en casa, entre videojuegos y la computadora. Algunos amigos y amigas venían a visitarme pero la verdad era que estaba cansado de estar siempre solo en casa.
Finalmente me sacaron el yeso y el médico me dijo que iba a pasar un largo tiempo de rehabilitación para que mi pierna recuperara todo el movimiento. A mí me seguía doliendo, y entonces el médico me recomendó que un kinesiólogo vaya a mi casa ya que era más fácil que si yo me tenía que trasladar a la clínica.
Llegó el primer día, tocan el timbre y con las muletas, porque aún no podía caminar bien, fui abrir la puerta. Allí apareció Marta, una kinesióloga, hermosa por donde se la mire. Entre 40 y 45 años. Una cola muy parada y unos pechos muy vistosos. Vino en jean, bastante ajustado, y una camisa con un escote que permitía mirar. Se presentó y me pidió un lugar para cambiarse. Le mostré el baño y se fue a cambiar. Yo estaba con un short deportivo, y una remera. Salió con un uniforme de enfermero, y me pidió que me ubicara en la cama más baja de la casa, ya que los primeros ejercicios tenían que ser muy despacio.
Marta venía cada día por medio. O sea 3 veces por semana. Cada día que pasaba nos íbamos haciendo más amigos. Me contaba cosas de su flia, y yo le contaba cosas mías. Mi progreso de la pierna se vio al primer mes de que había comenzado la kineo con ella. Me sentía animado, pero más por Marta. Me volvía loco, y no podía dejar de mirar pelis pornos de maduras. Realmente me excitaba demasiado pensar que me podía coger semejante mina, casada y con hijos.
Un día, me acuerdo que entro Marta a casa, y vino con un jean, que le marcaba hasta las venas. Era impresionante lo que le marcaba ese jean. Siempre con sus camisas escotadas y ese día, parecía que se había puesto más perfume. Yo estaba loco. Ese día no me había masturbado y estaba que explotaba. Me pide entrar al baño para cambiarse y le sugiero que lo haga en mi habitación, a lo que me responde que era muy picaron y que no había drama de cambiarse en el baño.
Comenzó la rutina de los ejercicios, y en un momento se agacha a tocarme el talón, y se puso en una posición como si fuese en 4. Tenía el conjunto que usan los enfermeros de color verde, y se le bajó un poco, mostrando el borde de la tanga muy chiquita de color violeta que tenía puesta. En cuanto se levantó y me ayudo a sostener la pierna, yo le digo que le quedaba muy lindo el color violeta, y me puse rojo como un tomate. Ella se quedó pensando, no había entendido porque el color violeta, hasta que se dio cuenta. Ella seguía con sus manos agarrando mis mulos, para ayudarme con el ejercicio. Entre mi vergüenza por lo que dije, ella que se reía, la ubicación de sus manos, y su hermoso perfume, me excité. Simplemente se me paró la pija. Imaginen con un short de fútbol… como evitar que se note?? Imposible.
Ella se dio cuenta, y me dijo: ´´que te pasó?? Eso es por mí?? ´´
Allí nomás la abracé y comencé a besarla. Ella al principio se quedó quieta, se dejaba besar, hasta que permitió el paso de mi lengua, y comenzó a besarme ella también. Era un intercambio de lenguas, muy apasionado. Yo estaba muy al palo. Ella parecía que también porque puso una mano en mi nuca y otra en mi espalda, recorriéndola. Me apretaba contra ella. Sentía su conchita subiendo y bajando sobre mi pija. Pasó su mano que iba por mi espalda, hacia delante, tocándome el bulto, y pajeandome por encima del pantalón. Yo estaba que explotaba en cualquier momento. Era increíble esa sensación de pensar la mina que me iba a coger. Se arrodilló y me bajó el pantalón y el bóxer, mi pija quedó durísima, le comenzó a pasar la mano, acariciando como tratando de explorar cada centímetro, hasta que la agarró firme, y se la metió en la boca. Entre su mano, su lengua, su boca y su saliva, nunca había sentido mi pija tan dura como hasta ese momento. Realmente era una experta con su boca. Estuvo unos 5 minutos arrodillado, hasta que no aguanté más y le exploté y ella sin sacarla, se tragó TODO. No solo eso, sino que cuando se la sacó, estaba limpia como nunca. Se encargó de dejarla lo más limpia posible.
Yo me tuve que sentar en la cama, porque nunca me habían hecho un pete tan espectacular. Ella se limpiaba la boca, y me preguntó: ´´te gustó pendejo??´´
Ella fue al baño, y regresó cambiada, cosa que me llamó la atención. Agarró sus cosas y me dijo: ´´bebé por ser la primera vez, estuvo muy bueno. Pero vayamos despacio. No quiero perder mi trabajo´´.
Se fue y yo quedé sin entender. Ella quería pero no quería. Era muy rara la situación. Esa noche le mandé un whatsapp agradeciéndole. Que realmente me gustaba y quería pasar lindos momentos con ella. Solo recibí una respuesta: cuando vaya de nuevo lo hablamos personalmente.
Acá me quedo esperando a pasado mañana que va a venir para seguir con las sesiones de kinesiología.

2 comentarios - La kinesiologa Marta y el pibe de la moto

FreddySab +1
Una foto
cuervoarg
Es una historia, no es real. Me gusta escribir. 👍