La empresa había ganado un concurso de precios, del Estado, por la provisión de servidores con sistema operativo Unix de un fabricante, con el que se había cerrado el contrato de representación, a partir de ese negocio. En el sector ingeniería estábamos en “ayunas” sobre las particularidades del software de la marca. El plazo de entrega no nos dejaba mucho margen de tiempo para desarrollar la aplicación para el cliente.
El gerente designó a Alicia Pxxx y a mí, Juan, los dos más experimentados en ese tipo software, para viajar a California a tomar un curso intensivo de dos semanas – 10 días hábiles –
Alicia era una mujer alta, muy joven y bonita, de cabello negro, piel blanca, ojos cafés, labios carnosos, senos y culo respingones y firmes, piernas torneadas y gracia en el semblante y en el trato.
Tenía su único hijo, menor de un año, pidió que, viajase con ella y su madre, para cuidarlo. Dada la premura le concedieron lo requerido, nada habitual. De llevar, yo, mi esposa y 2 hijos, ni hablar.
Viajamos los cuatro y nos alojamos en el mismo hotel Hyatt Regency Santa Clara 4 estrellas.
La primera semana transcurrió sobre carriles bastante normales: desayunos juntos Alicia y yo, luego capacitación. Almuerzos y cenas los cuatro. Por las tardes compartimos algunas salidas turísticas con el auto alquilado. Cuando ellas decidían ir de shopping, me quedaba en el hotel, leyendo o viendo TV.
A partir del desayuno del primer viernes tuve la sensación de torcimiento o comba de lo que venía recto y plano: sus miradas y gestualidad me perturbaron el orden y sosiego.
Pensé en una mala jugada de mi imaginación, pero la noche del sábado (y las seis siguientes) comprobé lo acertado de mis apreciaciones.
A los postres de la cena, ella dio “el puntapié inicial”, en presencia de la madre y el nene:
-¡Juaaann! Tengo un “matete de aquellos” con los device files. ¿Si te voy a ver, después de acostar a Luisito, me ayudas? –
Me intrigó porque no había pedido apoyo durante la mañana o la tarde de un día no laborable y si lo hacía por la noche. Por supuesto accedí
-¡Graciasss! Te llamo y nos juntamos –
En efecto, telefoneó alrededor de las 20:00 hs y eligió el lugar:
-Hola Juannn, voy para allá- y cortó. Allá era donde yo estaba, o sea mi cuarto.
Se vino con una carpeta y un look sexy y a la moda: shorts amarillos sueltos, a media pierna, blusa con mangas largas, semitransparente blanca bordada, que dejaba entrever su piel de la cintura hacia arriba, excepto las tetas cubiertas por el corpiño también blanco, montada en zapatos de tacones altos y lápiz labial rojo en los labios carnosos, como toque sensual extra. En síntesis, lucía sexy sin parecer vulgar, o lo que es lo mismo se insinuaba sin mostrar. Pero, evidentemente, no era un look para, sólo, evacuar dudas técnicas sino más bien para que yo centrara toda la atención en sus piernas y curvas.
Nos sentamos, lado a lado, en el escritorio que daba al ventanal de la habitación y de espaldas a la enorme cama “King Size” de ese hotel.
Tras, dos o tres preguntas y respuestas – sin repreguntas – resultó patente, manifiesto, que el objetivo de la visita no eran dudas.
Su mirada y la mía hablaban, diciéndonos en silencio, ella su deseo de entrega amorosa, yo mi lujuria. La tomé de las manos y sentí su temblor, mix de deseo, pudor natural y complejas sensaciones. La besé tiernamente, tratando de borrar la vacilación de su alma, le acaricié la pierna derecha, bien arriba, debajo del short bien cerca del sexo, luego una teta, sin percibir oposición. Los nuevos besos fueron carentes de pudor y recato. Nos levantamos y la guíe hasta al lado de la cama.
Uno por uno, separé los botones de los ojales y le quité su blusa. Ella hizo lo propio con mi camisa. Enseguida fue el turno del corpiño. Su piel y la mía estaban ardiendo. Acometí con besos y caricias en el cuello y hombros, deslicé sensualmente las manos por sus brazos y manos, luego subí hacia las axilas para después rodear los senos por los costados externos y acariciarlos suavemente, como si mis dedos y manos fueran plumas o terciopelo.
Alicia suspiraba, gemía y murmuraba a media voz.
La tumbé en la cama, le quité zapatos y, shorts y bombacha de un solo tirón, ella abrió las piernas dejándome ver su delicioso sexo sin vello.
Me quité zapatos, pantalón y slip, me acosté a su lado y mis manos atrevidas lujuriosas y suaves resbalaron por sus mejillas, su boca, sus brazos, sus pechos, su vientre, sus piernas, sus nalgas y todos los recovecos de su entrepiernas.
Ella hizo un alto en los suspiros, gemidos y monosílabos de aprobación, rodeó con su mano mi verga enardecida y pidió, casi imperiosamente, lo que entendió que tenía derecho:
-¡Vení ….. haceme sentirte adentro!!!!-
En un destello de lucidez, le aclaré que no tenía preservativo.
-No importa ….. estoy tomando la píldora …. dale … vení …-
No me lo hice repetir. Le estampé un beso en la boca, mientras mi verga tiesa se fue introduciendo en lo más profundo de su vagina que estaba ardiendo. Comencé con un entra y sale lento, su boca entreabierta ahogó un gemido y buscó mis labios en un beso ávido, de lengua, que me transmitió su calentura, su satisfacción y me inundó con la deliciosa sensación de poseerla. Me moví más rápido, el bombeo se tornó intenso, feroz no sé cuantos minutos. Su arqueo de columna, sus movimientos, complementarios a los míos, se intensificaron, percibí cómo la humedad de su sexo aumentaba, generando con nuestro vaivén un chasquido morboso y primitivo que invadía mis sentidos ya de por sí aturdidos por el destello de sus ojos, sus gemidos y sus gritos.
Hasta que el mundo pareció girar incontrolable y una gran parte de mi esencia se me escapó para ir a llenarle lo más recóndito de su intimidad. Más que un orgasmo casi simultáneo con el de ella, fue una comunión de cuerpos y almas, de dos seres que gozaron al unísono, encontrándose en el cénit del tipo de sensaciones corporales que arrasan la razón, el entendimiento y el sentido común.
Cabeza a cabeza n la misma almohada, recuperando el ritmo de pulsaciones normales, Alicia susurró entre dientes:
-Ni yo sé cómo fue que sucedió esto. …. no tengo noción de cómo me encamoté contigo, pero trastornaste mis días …. Soy consciente que esto es indecente, prohibido pero no me importa ….. -
De pronto levantó el tono de su voz:
-¡Uhyyy!! ….. me tengo que ir …. Mi madre me está esperando ….-
Se incorporó, vistió apresuradamente sin higienizarse ni retocarse el maquillaje, me dio un último beso:
-Te veo mañana en el desayuno – y salió, olvidando su carpeta.
En el desayuno, almuerzo y cena del domingo, los ojos de la madre de Alicia, lanzaban “llamaradas” de condena. No dijo ninguna palabra, al respeto del “crimen” perpetrado por la hija y yo la noche anterior. Ni falta que hacía con esas miradas y semblante de reprobación.
Para mi sorpresa y regocijo, de nuevo alrededor de las 20:00 hs Alicia golpeó a la puerta de mi cuarto. Vino vestida con shorts blancos, blusa negra ajustada con escote moderado, y zapatos negros tacos altos. Lucía elegante y sexi
-¡Hola, permiso!- entró sin esperar respuesta y fue a sentarse al borde de la cama.
-¡Vos no te das idea del sainete que me armó mi mamá anoche!!! –
Era imposible que la madre no se “avivase”: había regresado a su habitación, tarde, sin arreglarse el peinado ni el maquillaje después de casi dos horas de salvajadas – los labios habían perdido todo el rouge rojo- y sin la carpeta del curso de capacitación.
-Al final admití que había hecho el amor con vos y ….. le dije que lo iba a seguir haciendo, todas las noches y que, pobre de ella, si abría la boca cuando volvamos a casa. Perdoname si lo hice sin consultarte pero ….. me sacó de casillas …. además la idea me re-gusta ¿Vos que decís?-
-¡Yooo? ¡Feliz de la vida! …. anoche tuvimos tantos momentos memorables …. que es un sueño revivirlos noche tras noche-
Su mirada húmeda de deseo, cargada de promesas de delicias, me encendió. Minutos después, volvimos a ser el mismo amasijo de pieles, labios, lenguas y sexos de la noche precedente. Ella, con el pelo alborotado, resollando gritaba mi nombre y sus manos buscaban el agarre de la sábana como temiendo salir volando de este mundo, a pesar de estar debajo de mí, que, por ella, me sentía donde nunca creí que se podía llegar.
Sin la responsabilidad de retornar, Alicia, a su cuarto en tiempo prudencial, el festín de apetitos y pasión desbocada se prolongó hasta pasada la medianoche, con variedad de sexo – oral, vaginal y anal – y pluri-cogidas. Con excepción de la del viernes siguiente, fue la más extendida de la serie de las 7 noches, de enajenación ilícita de los sentidos, compartidas con ella, porque en la clase del día siguiente, costó una barbaridad prestar la debida atención, por falta de horas de sueño.
Fueron 7 las noches e incontables orgasmos los que hemos disfrutado. Sólo una la mañana en la que hemos amanecido lado a lado, la del último sábado, día del viaje de regreso a Buenos Aires.
Cerrando los ojos vuelvo a sentir su piel sobre mi cuerpo. Sus tetas aplastándose en mi pecho mientras estaba arriba y manejaba la penetración. Sus gritos de placer que intentaba callar con mis besos. Sus labios recorriendo mi sexo, mi lengua haciéndola estremecer de placer. Fue extraordinario lo que me ha pasado, en la semana, sin dudas.
Abro los ojos y veo a la madre, con el crío en brazos, dedicándome miradas fugaces pero amigables. Creo que me ha aceptado como amante de su hija. Eso me tranquiliza. La “vieja” no va a ser escollo para los encuentros venideros con Alicia, para los besos que aún nos estamos por dar, para las caricias que nos estamos guardando, para los orgasmos pendientes, para las vivencias que nos esperan, para las fantasías por realizar.
Mi valija llegó primero que la última de las de ellas. Aprovecho para despedirme – no quiero verme en el compromiso de presentarles mi esposa y mis hijos que me están esperando en el hall. Sería demasiado cínico de mi parte. -
El gerente designó a Alicia Pxxx y a mí, Juan, los dos más experimentados en ese tipo software, para viajar a California a tomar un curso intensivo de dos semanas – 10 días hábiles –
Alicia era una mujer alta, muy joven y bonita, de cabello negro, piel blanca, ojos cafés, labios carnosos, senos y culo respingones y firmes, piernas torneadas y gracia en el semblante y en el trato.
Tenía su único hijo, menor de un año, pidió que, viajase con ella y su madre, para cuidarlo. Dada la premura le concedieron lo requerido, nada habitual. De llevar, yo, mi esposa y 2 hijos, ni hablar.
Viajamos los cuatro y nos alojamos en el mismo hotel Hyatt Regency Santa Clara 4 estrellas.
La primera semana transcurrió sobre carriles bastante normales: desayunos juntos Alicia y yo, luego capacitación. Almuerzos y cenas los cuatro. Por las tardes compartimos algunas salidas turísticas con el auto alquilado. Cuando ellas decidían ir de shopping, me quedaba en el hotel, leyendo o viendo TV.
A partir del desayuno del primer viernes tuve la sensación de torcimiento o comba de lo que venía recto y plano: sus miradas y gestualidad me perturbaron el orden y sosiego.
Pensé en una mala jugada de mi imaginación, pero la noche del sábado (y las seis siguientes) comprobé lo acertado de mis apreciaciones.
A los postres de la cena, ella dio “el puntapié inicial”, en presencia de la madre y el nene:
-¡Juaaann! Tengo un “matete de aquellos” con los device files. ¿Si te voy a ver, después de acostar a Luisito, me ayudas? –
Me intrigó porque no había pedido apoyo durante la mañana o la tarde de un día no laborable y si lo hacía por la noche. Por supuesto accedí
-¡Graciasss! Te llamo y nos juntamos –
En efecto, telefoneó alrededor de las 20:00 hs y eligió el lugar:
-Hola Juannn, voy para allá- y cortó. Allá era donde yo estaba, o sea mi cuarto.
Se vino con una carpeta y un look sexy y a la moda: shorts amarillos sueltos, a media pierna, blusa con mangas largas, semitransparente blanca bordada, que dejaba entrever su piel de la cintura hacia arriba, excepto las tetas cubiertas por el corpiño también blanco, montada en zapatos de tacones altos y lápiz labial rojo en los labios carnosos, como toque sensual extra. En síntesis, lucía sexy sin parecer vulgar, o lo que es lo mismo se insinuaba sin mostrar. Pero, evidentemente, no era un look para, sólo, evacuar dudas técnicas sino más bien para que yo centrara toda la atención en sus piernas y curvas.
Nos sentamos, lado a lado, en el escritorio que daba al ventanal de la habitación y de espaldas a la enorme cama “King Size” de ese hotel.
Tras, dos o tres preguntas y respuestas – sin repreguntas – resultó patente, manifiesto, que el objetivo de la visita no eran dudas.
Su mirada y la mía hablaban, diciéndonos en silencio, ella su deseo de entrega amorosa, yo mi lujuria. La tomé de las manos y sentí su temblor, mix de deseo, pudor natural y complejas sensaciones. La besé tiernamente, tratando de borrar la vacilación de su alma, le acaricié la pierna derecha, bien arriba, debajo del short bien cerca del sexo, luego una teta, sin percibir oposición. Los nuevos besos fueron carentes de pudor y recato. Nos levantamos y la guíe hasta al lado de la cama.
Uno por uno, separé los botones de los ojales y le quité su blusa. Ella hizo lo propio con mi camisa. Enseguida fue el turno del corpiño. Su piel y la mía estaban ardiendo. Acometí con besos y caricias en el cuello y hombros, deslicé sensualmente las manos por sus brazos y manos, luego subí hacia las axilas para después rodear los senos por los costados externos y acariciarlos suavemente, como si mis dedos y manos fueran plumas o terciopelo.
Alicia suspiraba, gemía y murmuraba a media voz.
La tumbé en la cama, le quité zapatos y, shorts y bombacha de un solo tirón, ella abrió las piernas dejándome ver su delicioso sexo sin vello.
Me quité zapatos, pantalón y slip, me acosté a su lado y mis manos atrevidas lujuriosas y suaves resbalaron por sus mejillas, su boca, sus brazos, sus pechos, su vientre, sus piernas, sus nalgas y todos los recovecos de su entrepiernas.
Ella hizo un alto en los suspiros, gemidos y monosílabos de aprobación, rodeó con su mano mi verga enardecida y pidió, casi imperiosamente, lo que entendió que tenía derecho:
-¡Vení ….. haceme sentirte adentro!!!!-
En un destello de lucidez, le aclaré que no tenía preservativo.
-No importa ….. estoy tomando la píldora …. dale … vení …-
No me lo hice repetir. Le estampé un beso en la boca, mientras mi verga tiesa se fue introduciendo en lo más profundo de su vagina que estaba ardiendo. Comencé con un entra y sale lento, su boca entreabierta ahogó un gemido y buscó mis labios en un beso ávido, de lengua, que me transmitió su calentura, su satisfacción y me inundó con la deliciosa sensación de poseerla. Me moví más rápido, el bombeo se tornó intenso, feroz no sé cuantos minutos. Su arqueo de columna, sus movimientos, complementarios a los míos, se intensificaron, percibí cómo la humedad de su sexo aumentaba, generando con nuestro vaivén un chasquido morboso y primitivo que invadía mis sentidos ya de por sí aturdidos por el destello de sus ojos, sus gemidos y sus gritos.
Hasta que el mundo pareció girar incontrolable y una gran parte de mi esencia se me escapó para ir a llenarle lo más recóndito de su intimidad. Más que un orgasmo casi simultáneo con el de ella, fue una comunión de cuerpos y almas, de dos seres que gozaron al unísono, encontrándose en el cénit del tipo de sensaciones corporales que arrasan la razón, el entendimiento y el sentido común.
Cabeza a cabeza n la misma almohada, recuperando el ritmo de pulsaciones normales, Alicia susurró entre dientes:
-Ni yo sé cómo fue que sucedió esto. …. no tengo noción de cómo me encamoté contigo, pero trastornaste mis días …. Soy consciente que esto es indecente, prohibido pero no me importa ….. -
De pronto levantó el tono de su voz:
-¡Uhyyy!! ….. me tengo que ir …. Mi madre me está esperando ….-
Se incorporó, vistió apresuradamente sin higienizarse ni retocarse el maquillaje, me dio un último beso:
-Te veo mañana en el desayuno – y salió, olvidando su carpeta.
En el desayuno, almuerzo y cena del domingo, los ojos de la madre de Alicia, lanzaban “llamaradas” de condena. No dijo ninguna palabra, al respeto del “crimen” perpetrado por la hija y yo la noche anterior. Ni falta que hacía con esas miradas y semblante de reprobación.
Para mi sorpresa y regocijo, de nuevo alrededor de las 20:00 hs Alicia golpeó a la puerta de mi cuarto. Vino vestida con shorts blancos, blusa negra ajustada con escote moderado, y zapatos negros tacos altos. Lucía elegante y sexi
-¡Hola, permiso!- entró sin esperar respuesta y fue a sentarse al borde de la cama.
-¡Vos no te das idea del sainete que me armó mi mamá anoche!!! –
Era imposible que la madre no se “avivase”: había regresado a su habitación, tarde, sin arreglarse el peinado ni el maquillaje después de casi dos horas de salvajadas – los labios habían perdido todo el rouge rojo- y sin la carpeta del curso de capacitación.
-Al final admití que había hecho el amor con vos y ….. le dije que lo iba a seguir haciendo, todas las noches y que, pobre de ella, si abría la boca cuando volvamos a casa. Perdoname si lo hice sin consultarte pero ….. me sacó de casillas …. además la idea me re-gusta ¿Vos que decís?-
-¡Yooo? ¡Feliz de la vida! …. anoche tuvimos tantos momentos memorables …. que es un sueño revivirlos noche tras noche-
Su mirada húmeda de deseo, cargada de promesas de delicias, me encendió. Minutos después, volvimos a ser el mismo amasijo de pieles, labios, lenguas y sexos de la noche precedente. Ella, con el pelo alborotado, resollando gritaba mi nombre y sus manos buscaban el agarre de la sábana como temiendo salir volando de este mundo, a pesar de estar debajo de mí, que, por ella, me sentía donde nunca creí que se podía llegar.
Sin la responsabilidad de retornar, Alicia, a su cuarto en tiempo prudencial, el festín de apetitos y pasión desbocada se prolongó hasta pasada la medianoche, con variedad de sexo – oral, vaginal y anal – y pluri-cogidas. Con excepción de la del viernes siguiente, fue la más extendida de la serie de las 7 noches, de enajenación ilícita de los sentidos, compartidas con ella, porque en la clase del día siguiente, costó una barbaridad prestar la debida atención, por falta de horas de sueño.
Fueron 7 las noches e incontables orgasmos los que hemos disfrutado. Sólo una la mañana en la que hemos amanecido lado a lado, la del último sábado, día del viaje de regreso a Buenos Aires.
Cerrando los ojos vuelvo a sentir su piel sobre mi cuerpo. Sus tetas aplastándose en mi pecho mientras estaba arriba y manejaba la penetración. Sus gritos de placer que intentaba callar con mis besos. Sus labios recorriendo mi sexo, mi lengua haciéndola estremecer de placer. Fue extraordinario lo que me ha pasado, en la semana, sin dudas.
Abro los ojos y veo a la madre, con el crío en brazos, dedicándome miradas fugaces pero amigables. Creo que me ha aceptado como amante de su hija. Eso me tranquiliza. La “vieja” no va a ser escollo para los encuentros venideros con Alicia, para los besos que aún nos estamos por dar, para las caricias que nos estamos guardando, para los orgasmos pendientes, para las vivencias que nos esperan, para las fantasías por realizar.
Mi valija llegó primero que la última de las de ellas. Aprovecho para despedirme – no quiero verme en el compromiso de presentarles mi esposa y mis hijos que me están esperando en el hall. Sería demasiado cínico de mi parte. -
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