Esta es la historia de Paula, una chica que a los 19 años la curiosidad la empieza a llevar por experiencias nuevas que cada vez resultan ser más intensas. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 14: Tarde romántica
A los pocos días me crucé con Nicolás y Lucila en el palier del edificio y la naturalidad con la que ellos se manejaron me tranquilizó muchísimo. “¿Todo bien?” me preguntó ella y yo con tranquilidad le dije que sí para luego devolverle una sonrisa. Ellos siguieron hablando como si nada hubiese pasado y cuando estábamos por llegar al 5to piso me invitó a que vaya el sábado a su casa, ya que iban a festejar con unos amigos el cumpleaños de Nicolás.
- Algo tranqui vamos a hacer.- Me dijo mientras él miraba en silencio.- Pizas, sándwiches, unas cervezas, nada del otro mundo. Si querés venite. ¡Eso sí! No esperes que pase de nuevo lo del finde pasado. Este sábado déjamelo para mi.- Agregó riéndose y abrazando a su novio que también se rió con el comentario.
Sin saber que hacer, le dije que tenía que organizarme pero que seguramente me juntaba con mis amigas. Ellos salieron del ascensor y yo seguí hasta mi casa sorprendida por la normalidad con la que Lucila había hablado del tema. Pero cuando me puse a pensar un poco más, me di cuenta de que no era nada descabellada su forma de actuar, después de todo el sexo para ellos era una forma de divertirse y pasarla bien.
Distinto era para Leonel, que cada día que pasaba se volvía más insistente con que estemos juntos y con que nos teníamos que ver. No me molestaba, al contrario me encantaba que quisiera pasar más tiempo conmigo, pero sentía que en cualquier momento se venía la pregunta y yo estaba pasando por una etapa de mi vida que quería atravesar soltera para poder disfrutarla al máximo. Estaba descubriendo cosas nuevas en mí, sexo con mujeres, tríos, animarme a jugar con el semen del hombre, calentar solo por calentar, cosas que un año atrás ni me hubiese imaginado posibles de hacer. No quería dejar de lado ese estilo de vida para ponerme de novia.
Ese sábado terminé juntándome con él y salimos a comer algo, cosa que me sirvió de excusa para no ir a un cumpleaños donde temía sentirme incómoda. El problema fue que Leonel se apresuró en todo momento y antes de que llegara la comida me terminó preguntando si quería ser su novia. Su sonrisa era divina, su rostro perfecto, me moría de ternura de verlo así. Pero mi silencio se hizo notar y enseguida cambió su cara por una de desilusión.
- Dejá. No contestes nada.- Dijo y miró hacia un costado.
- ¡No! Escuchame.- Le dije yo tomándolo de la mano.- En este momento no sé muy bien que quiero. Me encanta estar con vos y me gusta que estemos juntos, pero eso no significa que esté lista para ponerme de novia. Quiero que nos sigamos viendo, que nos sigamos divirtiendo, que sigamos teniendo el increíble sexo que tenemos,- sonrió por un segundo.- que sigamos hablando de la manera en la que lo hacemos. Es decir, quiero que sigamos como estamos.
- Está bien.- Me dijo y a pesar de que la respuesta pareció conformarlo bastante, noté la desilusión en su mirada.
En los siguientes días tuve que hacer muy buena letra con él pues sentí que lo había desilusionado con mi respuesta. Le cancelé varias juntadas a mis amigas ya que coincidían con el tiempo en el que podía verme con Leonel. “Chicas, le dije que no quería ser su novia. Entiéndanme” les explicaba por mensaje cuando les decía que ese día tampoco podía verlas a ella. “Y si no querés ser su novia, por qué tenés que verlo todos los días?” preguntó Antonella con mucha razón. El problema era que no podía decirle a ellas que a su vez estaba experimentando con mujeres y teniendo tríos con mis vecinos.
Los sueños y las imágenes con otras chicas se habían hecho más frecuentes, mucho más después de que con Lucila “practicáramos” por una semana lo que íbamos a hacer para regalarle a Nicolás. Las imágenes se metían en mi mente de manera cada vez más claras y los sueños eran mucho más intensos. Mis deseos se intensificaron al punto de que me encontré buscando en internet videos de lesbianas o de mujeres tocándose. Mi cerebro ya no sabía que pensar.
A su vez me encantaba mirar a ciertos hombres por la calle. Cada vez que me cruzaba con un chico que me llamaba la atención, me quedaba mirándolo como tonta y fantaseando con él, pensando cómo podía llegar a ser en la cama, que tan fuerte podría ser el sexo con él y tratando de averiguar el tamaño de su miembro. Todas esas cosas que nunca pensé que alguna vez se iban a cruzar por mi mente, se cruzaban con mayor frecuencia y lograban sacarme una sonrisa. La puritana y santa que vivía en mi cabeza parecía haberse dormido plácidamente, pues se había dejado de cuestionar muchas cosas.
Comenzado Septiembre, Leonel se había vuelto mi prioridad número uno y eso le hacía pensar a él que definitivamente mi cabeza se había aclarado y que yo quería ser su novia. Sin embargo antes de que volviera a hacerme la pregunta y de que yo le volviera a decir que no, me animé a aclararle de ante mano que me encantaba como veníamos llevando la relación. Eso pareció desilusionarlo un poco nuevamente y comenzó a cuestionarme si de verdad quería estar con él. “Obvio que quiero” le respondí por mensaje pero no parecía suficiente. “Es más, este sábado quiero que vengas a casa aprovechando que mis viejos salen y tengamos una cena romántica” le escribí después y para agregarle algo de sensualidad le comenté: “Y quién sabe? Capaz que después podamos hacer algo romántico en la cama”
Así, después de que mis viejos se fueran al casamiento del hijo de un amigo de ellos, le dije que viniera a casa y a la media hora estaba sentado en el sillón del living. Había preparado una comidita tranquila, teniendo en cuenta de que estaba relativamente fresco se me ocurrió hacer unas pastas con salsa y de postre un mus de chocolate como para endulzar un poco el asunto. Después del plato principal y de degustar el postre dándole de comer un poquito a él en la boca, nos acostamos en el sillón a ver una película que tan solo duró unos minutos.
- ¿Vamos a la pieza?- Le propuse y él aceptó enseguida.
Nos levantamos y lo tomé de la mano para llevarlo despacito hasta mi habitación. Entró y descubrió que arriba de la cama había un pañuelo celeste y uno rosa. “¿Y eso?” me preguntó al ver que estaban acomodados sobre el colchón y que no eran simplemente para guardar. “Una pequeña sorpresita” le respondí yo con una sonrisa picarona y pude notar que el no saber que podía llegar a pasar le subió un poco la temperatura a Leonel. Me paré en seco frente a su cuerpo y tomándolo de la cara lo besé suavemente para después regalarle una nueva sonrisa mientras lo miraba a los ojos
- Se me ocurrió que podemos jugar un ratito a escondidas.- Le dije y lo llevé hasta la cama y lo senté al lado de los pañuelos.- Yo te tapo los ojos a vos,- Comencé explicándole mi idea y tomando el pañuelo celeste.- vos me tapas los ojos a mí,- agarré el pañuelo rosa.- y dejamos que todo se de por el tacto. ¿Te gustaría probar?
- ¡Obvio que sí!- Dijo él más que convencido y me dio un beso muy apasionado.
Se sacó la remera y tocándole un poco el cuerpo y la cabeza, le coloqué el pañuelo celeste para que no pudiera ver. “Nada” dijo él cuando le pregunté si distinguía algo de lo que sucedía frente a sus ojos. Después me levanté y me saqué rápido la ropa, quedándome con un corpiño y una bombacha y fui a apagar la luz mientras él esperaba acostado en la cama. Volví a su lado y me senté sobre sus piernas y me puse el pañuelo rosa. De golpe, todo quedó a oscuras.
Agaché mi cuerpo y tocándolo suavemente con las manos, encontré sus labios y comencé a besarlo despacito. Los besos eran bien suaves y húmedos. Sus manos se posaron rápidamente en mi espalda y al descubrir que ya me había sacado la ropa, noté que esbozaba una leve sonrisa. Empezó a tocarme lentamente mientras que nos seguíamos besando y empecé a sentir que algo se iba poniendo duro en sus pantalones. Despacito comencé a bajar un poco por su cuello y debajo de sus orejas, para seguir así el camino hasta terminar con mi boca encima de su cintura. Le desabroché el pantalón y se lo bajé junto con el bóxer para sentir como su pija chocaba contra mi cara.
La tomé con mi mano y después de unos besos y tocarla unos segundos, me la metí en la boca. La sensación que daba jugar en la oscuridad era totalmente excitante. Podía percibir cada uno de sus movimientos, como su verga palpitaba en mis labios y su respiración lenta que se hacía cada vez más profunda. Iba jugando con su pija y mi boca, chupándola despacio y después rápido, lamiéndole la puntita y metiéndomela hasta el fondo, pasándole la lengua de arriba hacia abajo y viceversa. Todo completamente a oscuras, dejándonos llevar por los otros sentidos que parecían haberse agudizado.
Después me levanté, volvimos a besarnos y él me pidió que me acostara a su lado. Escuché como se terminó de sacar la ropa y se recostó sobre mi cuerpo. Tras darnos unos besos húmedos, él empezó a bajar por mi cuerpo haciendo un recorrido similar al que yo había hecho antes. Me desprendió del corpiño y lamió mis tetas, para luego seguir bajando con sus labios por mi cintura y dar un salto hasta mis piernas. Me dio unos cuantos besos por encima de la bombacha y una vez que esta estuvo bastante mojada, me la sacó.
Empezó a lamer mi conchita y enseguida sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Era como si el placer se hubiese multiplicado ahora que había perdido el sentido de la vista. Todas mis emociones se concentraban entre mis piernas, en mi concha, donde Leonel jugaba con su lengua. La movía a máxima velocidad, de un lado al otro, de arriba a abajo, saboreando con sus labios mi clítoris. No pude evitar lanzar un gemido al notar como mis piernas temblaban tras el movimiento de su lengua. Era muchísimo más estimulante que las otras veces y eso me volvía loca. Llevé mis manos a mis tetas y las apreté con fuerza, presionándome los pezones para sentir un mayor placer.
Cuando se levantó comprendí que mi idea había dado en el blanco. El hecho de tener los ojos tapados había creado un ambiente caliente y sensual que nos había subido muchísimo la temperatura a los dos. Leonel se recostó encima de mí y ni bien se acomodó, metió su pija en mi conchita provocándome un gemido de placer absoluto. Sus brazos me abrazaron y sus labios tocaron los míos al mismo tiempo que su cintura empezó a moverse.
Comenzó a cogerme con ganas, moviéndose con fuerza y clavándose en mi cuerpo con pasión. Su verga entraba y salía de mi concha a toda velocidad. Escuchaba el ruido de su respiración agitada en mi oído y eso me ponía más caliente de lo que ya estaba. Él podía oír mis gemidos y eso lo calentaba al punto de que cada vez me cogía más fuerte. Nuestros cuerpos rozaban y se agitaban con el movimiento. Podía sentir el calor que este emanaba y como su transpiración se trasladaba a mi piel.
Al cabo de un rato, nos dimos vuelta y terminé quedando yo sentada arriba de Leonel. Tras acomodarme dándole la espalda, tiré mi cuerpo un poco hacia adelante y comencé a mover la cintura hacia arriba y hacia abajo. Las manos de Leonel enseguida se posaron sobre mi cola, la cual apretó con ganas recorriendo mis cachetes con sus dedos. Un cachetazo firme llegó de sorpresa y me provocó un gritito y un pequeño salto. Acto seguido sus dedos empezaron a abrirse camina hasta que uno llegó a mi culito y lo fue masajeando hasta que lo abrió con tranquilidad.
- ¿Vos querés darme por la colita?- Le pregunté poniéndole voz sensual y su respuesta afirmativa no tardó en llegar.
Me acomodé en cuatro contra el borde y agarrándolo de la mano, lo ayudé a que se acomodara detrás de mí. Tardamos unos segundos en volver a conectarnos, ya que los dos teníamos los ojos tapados, pero una vez que estuvimos listos yo tenía sus dedos sobre mi cola y su pija adentro de mi concha. Volvía a darme placer y a sacarme gritos y gemidos con cada azote de su cuerpo contra el mío. Leonel se había entusiasmado muchísimo con la idea de tener sexo anal y me cogía bien fuerte mientras que con sus manos me iba abriendo el culito. Una vez que tuve dos de sus dedos adentro, le pedí por favor que me metiera la pija.
Comenzó a cogerme suavemente por la cola. Tenía que arrancar despacio para que todo se dilatara, pero enseguida mi culo se acostumbró a su pija hermosa y lo empezamos a hacer bien duro. Sus manos me tomaban fuertemente por la cintura mientras que sentía como salía y entraba toda su verga de mi cuerpo y como me partía al medio. Yo gritaba como una perra, de manera exagerada y pidiéndole más y más a medida que él me iba cogiendo. No me importaba que alguno de los vecinos pudiera oírnos, pues yo solo quería disfrutar junto a Leonel de lo que estábamos viviendo.
- ¡Dale Leo, cógeme la cola!- Le gritaba y él se emocionaba y me daba lo más fuerte que podía.
Mis manos se sujetaban a las sábanas como dos garras, mientras que mi mente se esforzaba por vivir la situación en color. Todo era negro, pero a su vez era tremendamente excitante. Podía sentir como cada milímetro de su pija entraba en lo más profundo de mi culito, causándome un placer inmenso y como sus manos me agarraban con fuerza de la cintura. El ruido de sus caderas chocando contra mi cola y el de mis gemidos se mezclaban y cada tanto se oía como yo le pedía “más y más pija en la cola”. El orgasmo era inevitable.
Llegó justo cuando Leonel me estaba cogiendo lo más duro que podía. Una ola de placer invadió todo mi cuerpo y me hizo acabar de una manera única, provocando que me conchita se mojara toda y que mi acabada empezara a caer por mis piernas. La locura me invadió y me saqué la venda para poder actuar mejor y más rápido. Lo empujé hacia atrás y lo fui a buscar agachándome frente a su cuerpo. Tomé su pija con mi mano y empecé a pajearlo bien rápido. Abrí la boca y esperé unos segundos.
La leche le Leonel fue saliendo de su pija como el disparo de un arma y terminó por todos lados. La presión con la que salía despedida era tal, que además de llenarme la cara, el pecho y el cuello, fue a parar también a la cama y el piso. Una gran cantidad de semen fue cayendo por todos lados y mientras él respiraba agitadamente, yo me divertía chupando lo que le había quedado en la cabecita de la pija.
- ¡No podés hacerme acabar así!- Me dijo una vez que se sacó el pañuelo y nos acostamos en la cama.
- ¡Y vos tampoco podés hacerme acabar de la manera en la que lo hiciste! Me mojaste toda, mi amor.- Le dije acostándome sobre su pecho y dándole un beso.
Nos quedamos callados y tratando de bajar las pulsaciones que se habían generado después de coger de esa manera. Sentía como su tórax se levantaba y volví a bajar a medida que su respiración se iba calmando. Su mano se había posado sobre mi pelo y me lo acariciaba con delicadeza. “Este chico es increíble boluda, ¿qué esperas para ponerte de novia con él?” dijo de golpe mi yo más tradicionalista que hacía tiempo que parecía haberse ido. Entonces la yo curiosa y extrovertida se levantó y la golpeó por última vez: “Podrá ser increíble, pero si hay algo que me encanta, es chupar una rica concha”. La otra yo cayó muerta al fin.
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