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Sucedió un verano en Brasil.

Ambos matrimonios, coincidimos en la misma playa y en departamentos ubicados en edificios contiguos, en el sur de Brasil.
Ellos Irene y Pedro provenientes de Entre Ríos, nosotros Romina y Julio de Buenos Aires, con dos hijos adolescentes cada pareja.
Las dos mujeres, altas, espigadas, caras bonitas y de rasgos delicados, excelencia en las proporciones y medidas del cuerpo, posiblemente ya no califiquen para tapas de revistas masculinas por maduritas (alrededor de 40 años). Ambas de buen genio y agradables en el trato.
Los dos varones, por separado habíamos percibido (por un sinnúmero de indicios concretos) que, consciente o inconscientemente, nuestras esposas tenían leves apetencias cruzadas. Esto es Romina, mi mujer, con él e Irene, su esposa, conmigo.
Fantasear erótico era cuasi-inevitable pero nada hacía conjeturar que se concretaría y como. Los cuatro nos comportábamos con corrección.
Los cuatro chicos organizaron una visita a un gran parque acuático (Porto Das Aguas) distante unos kilómetros de donde nos encontrábamos. Entre traslados, de ida y vuelta en transporte público – ninguno tenía edad para manejar – y estadía estimamos que demorarían unas seis horas en regresar.
Quedamos, esa tarde en la playa, las dos parejas. Romina y Pedro estaban dándose un baño de mar, Irene y yo bajo las sombrillas contiguas.
-Los críos lo van a disfrutar a lo grande- comenté.
La contestación fue impensada.
-Nosotros también estamos de vacaciones y nos merecemos un aliento, un soplo de viento fresco en nuestros hábitos. –
Algo intuí pero, “por si las moscas” fui cauteloso.
-¿En qué estás pensando?-
- Realizar una fantasía libertina, por ejemplo. Mirá, yo te gusto, no me digas que no y vos a mí me inquietás, digamos. A Pedro y Romina le sucede lo mismo. La conexión surgió con el tiempo ¿Tenemos que seguir ignorando nuestras fantasías, los cuatro? -
-¿Me estás proponiendo un intercambio? ¿No es mucho?-
- Oscar Wilde dijo: “La mejor manera de librarse de una tentación es de sucumbir ante ella” ¿Vos agarras viaje?-
No lo rechacé, más bien, elípticamente lo di como posible.
-¡Por casualidad, Pedro le está sugiriendo lo mismo a Romina?-
Dirigí la mirada al mar y vi los dos, de pie con el agua a las rodillas, charlando.
-No, a lo sumo, le está “dorando la píldora”. Yo me encargo del “guisado”.-
Se puso de pie y, con gestos, hizo que salieran del agua y se acercaran.
-¿Qué les pasa a ustedes? – preguntó, sonriendo, Romina.
-¿Vamos a aprovechar que los chicos están divirtiéndose allá lejos, para divertirnos también nosotros?-
-¿Ehhhh?¿Y cómo?- inquirió Romina, con expresión de intriga.
Pedro, con cara de póker, se delataba que sabía cómo venía la mano (ya tenían experiencias swinger, según supe más tarde.)
- Podríamos tomar alcohol o comer torta de chocolate o, mejor, darnos un revolcón non santo. Entre las bombas de calorías y estrenar partenaire sexual ¿Qué placer culpable te va a hacer menos daño? –
A Romina se le borró la sonrisa de la cara. Me miró incrédula de mi expresión, serena, y cómplice.
-¿Vos arreglaste esto?- me enrostró. No podía creer que no lo hubiese hablado antes con ella.
-¡No, claro que no! Irene lo propone y …. si vos te animás, …yo acompaño.-
-Vamos a subir al departamento, chicos, y vemos que sucede- intervino Irene.
-Si dale vamos – reforzó Pedro y tomó de la cintura a Romina, que ofreció una breve, ligera y superficial resistencia, en dejarse llevar.
Estaba casi todo dicho.
En el ascensor, Irene, dio un paso más, me tomó la cara entre las manos y me “comió la boca” sin que hubiese objeción alguna de los otros dos implicados.
En el departamento los hechos se precipitaron: Irene me tomó de una mano y, virtualmente, me arrastró al dormitorio principal. Se sentó en la cama matrimonial y, sin preámbulo, me bajo la malla de baño. Saltó erguida mi verga:
-¡Mi Dios qué lindo abadejo me pesqué! – murmuró y se lo metió a la boca, iniciando una soberbia mamada.
En el cuarto de al lado, algo más demorados, también entraron en acción: me llegaban, nítidos, los gemidos y suspiros de Romina. Deduje que Pedro le estaba “trabajando” la concha con boca y lengua. La única que gemía y suspiraba era ella.
Puesto que no quería acabar con la mamada, hice que Irene soltara su presa, le saqué las dos prendas de la bikini y pasé a devolverle gentilezas orales y alabanzas a su sexo, con alusión a fauna marina:
-¡Que rica almeja hay en esta playa!-
Cuando la estimé satisfecha del sexo oral, me fui ubicando entre sus piernas abiertas
Busqué sus labios, mientras le enfundaba mi verga, ella disparó su lengua dentro de mi boca. Sabía que ella toma anticonceptivos, se lo había oído comentárselo a Romina Comencé a bombear lentamente pero sin pausas. Su “reacción” a mi acción, con movimientos sensuales a los míos al penetrarla, era el disfrute soñado. Ella, a su vez, atrapada en un torbellino de placer pronto se soltó y comenzó a manifestar su estado de gran satisfacción sexual, con suspiros y gemidos, ora suaves ora profundos, monosílabos y frases entrecortadas soltadas a media voz: “¡iiiiiihh!!! ¡aaaahhh!!, …..¡asiiiii….asiiiii….asiiiiii…Julito!…” “¡Uhhhyyyy como te sientoooo! ….. ¡miii…Diosssss!!!” … ”¡Seguí,…seguí,….seguíiií!!!!”
Con mínimas variantes llegamos a las contracciones de su orgasmo, del mío y al miembro “derrumbado”, luego de soltar hasta el último vestigio de semen en el interior de su concha. Nos separamos y quedé exhausto sobre el colchón mientras ella, una vez recuperado el ritmo normal de las pulsaciones, fue a higienizarse, luego yo la imité.
Estábamos conversando e intercambiando mimos y caricias – algunas libidinosas-, desde unos largos minutos, cuando del otro cuarto, nos llegaron inconfundibles sonidos de humanos cogiendo a full.
Imprevistamente, para mí, Irene se levantó y me pidió que hiciese otro tanto.
-Vení-
Esta vez me llevó de la mano al otro cuarto. En una de las dos camas de una plaza, Pedro le estaba dando a Romina, en pose cucharita, con fuerza impetuosa y ella acompañaba de modo ardiente y lleno de pasión.
No los perturbó nuestra intrusión.
Irene me empujó sobre la cama restante, se trepó sobre mí, se introdujo mi pene y comenzó una tremenda cabalgata. El ambiente era un mix de gemidos, suspiros y frases entrecortadas.
De pronto Irene, hizo que girara mi cabeza hacia la izquierda. Mi mirada se encontró con la de Romina tendida de costado y cogida por atrás por Pedro, que le trabajaba el clítoris con una mano. Su expresión era de goce genuino pero se la ingenió para, entre gemidos y suspiros, enviarme un beso y modular con los labios un “te quiero”.
Potenciados por lo inédito de la experiencia, el resto de los polvos fue un desmadre. Antes de quedar yo mismo atrapado en un torbellino de sensaciones entreví a Romina, cambiar a “patitas al cielorraso, luego debajo de Pedro que le entraba y salía brutalmente y la sentí exteriorizar su gozo: “¡Ufffff!, ¡Ayyyyy! ¡Siiiiiiii! ¡Otra …. vez …mi cojudo divino! … ¡Mamitaaa … que buenooo!”, etc..
Llegó mi turno, la volteé a Irene, me ubiqué encima de ella, la penetré y a cogerla con desmesura. Dejé de percibir lo que sucedía en la cama de al lado.
Las culminaciones en ambas camas, no simultáneas pero separadas por tan solo por algunos segundos , fueron en pose misionero y orgasmos gritados, a cuatro voces, como para enterar al resto de los inquilinos del edificio.
Seguimos superpuestos, abrochados (con mi mitad del broche perdiendo temple) y con respiración y pulsos acelerados.
Las charla post-cogidas, fueron con gran abundancia de elogios mutuos:
-¡Qué divino me cogiste, Pedrito!!…..¡gocé un vagón!!…..- agradecía Romina
-¡Lo mismo digo Romina….ni imaginé el volcán que tenés entre las piernas!!-
Irene, que seguía en el timón de la travesura, se expresó en forma indirecta:
-¡Si que nos teníamos ganas! Más que echarse un par de polvos fueron verdaderas salvajadas. Divinas pero salvajadas!-
-Perdón por lo que a mí me toca, pero los anfitriones fueron ustedes. Si pretendían algo chirle, tipo “mate lavado” deberían haber puesto, en la puerta, un aviso como se estila en las botellas de alcohol: “Coger con moderación”- le repliqué con ironía.
Nos reímos con ganas, los cuatro.
-Tal vez los chicos ya estén por regresar, vamos a poner un poco de orden, por las dudas ¿No les parece? - Dijo Romina, se levantó, recogió las dos piezas de su bikini. Hice otro tanto, con mi short de baño. Tal vez había lugar para una tercer cogida pero nos despedimos.

De regreso a nuestro departamento, después de higienizarnos, un poco en broma un poco por inquietud la “chicaneé” a Romina:
-¡Por lo que vi y oí, parece que Pedro te transportó al país de las maravillas! ¿Tan bueno es?-
No tardó más que unos segundos en replicar:
-¡Claro que me hizo gozar, y como! Ni siquiera fue una traición, fue otra cosa, y punto. No tuvo que ver con mi marido – que sólo estaba enterado. Afectó a mi y otra persona en un delicioso momento. La verdad que sí. Me encantó. Pedro es un animal fifando, no te da tregua: acaba y, cuando crees que vas a descansar un rato, lo tenés de nuevo adentro y con bríos –
Me miró desafiante y agregó:
-Vos no te quedaste atrás con Irene, pero ¿sabes qué? ¡Yo te amo y el sexo con vos no tiene parangón! Quiero creer que a vos te sucede lo mismo conmigo –
-¡No te quepa la menor duda! Pero, coincido con vos: estuvo bueno jugar, por una vez más, en el rol de matrimonio libidinoso con otro, tanto o más lujurioso. Irene te arrebata los sentidos y verte, simultáneamente, clavada por otro, llevó al extremo el goce físico.-
Fue nuestra primera vez compartiendo habitación, cogiendo al unísono, con la pareja cruzada.

Para nosotros los humanos comunes, lo malo, a veces, nos da placer y, por lo tanto, resulta bueno.
Darse un revolcón, non santo, no deja secuelas, trastornos ni lesiones en tu cuerpo.
Fue una linda experiencia libertina.
Una más a la fecha, no la última.

Esa noche nos regalamos la tercera cogida del día. Fue como una explosión de sensaciones ardientes y aditivas. Otra salvajada, aunque legal.
Comprobado: no hay como el sexo con el valor agregado del amor.

3 comentarios - Sucedió un verano en Brasil.

GeryPame
Excelente relato. Van 10 puntos