Mabel era una simple mujer con la labores de cuidar a sus hijos.
Su esposo era un auditor de un banco conocido que hacia revisiones de los mismos en todo el país. En verdad era muy buena su retribución es por ello que el matrimonió adoptó esa vida en los dos últimos años cuando la jubilación estaba próxima
En verdad Mabel, se sentía sola gran parte del día, pero sus ocupaciones les mantenían alejada del deseo sexual, y cuando aparecían esas ganas solía realizarlo en la soledad de la noche, cuando sus hijos dormían.
Una tarde de verano, la heladera dejó de funcionar su esposo se encontraba, en Salta fue Mabel la que se encargó de buscar quien subsanara la reparación, preguntado al encargado y a una mujer del 3er piso que le había ocurrido lo mismo hacia poco, pero ella hacia unos días que había salido de viaje…
Después de consultar por el costo del arreglo a varios técnicos (que su hermana y primos le mandaron), se decidió por la sencillez de un joven de San Justo con que le expresó la reparación más accesible para la reparación, más el costo del mismo, a una consulta con una amiga que conocía en San Justo,
Mabel le dijo su amiga, es un mecánico de confianza y arregló muy bien la heladera a un cliente de mi esposo.-
Y un bajo costo, fue lo que cerró el acuerdo.
Quedó en venir al otro día y así lo hizo.
Mabel desde que le vio en la mañana notó que de alguna manera ese día, no se parecería cualquier día en la vida de ella, pues ese joven había encendido algo en ella dormido por tiempo.
Era un buen personaje, algo joven pero acostumbrado al trato con simples mujeres, con un hablar correcto y seguro, que después de presentarse se dirigió sin dudar a la heladera.
Mabel sin que él, se percatara le miró gran parte del tiempo apoyada en el borde de la mesa donde almorzaban en la cocina y al final se arriesgó a mirarlo completo no solo sus actitudes, sino la vista hacia “ese lugar”.
Se le marcaba.
En segundos quitó su vista y decidida a que no, se podía perder tan fácilmente, se ocupó de sus otras cosas, retirándose de la cocina, pero ya algo excitada.
Fue así, que se dedicó, en su dormitorio a repasarlo, al tiempo Mabel pensó si ello no era más que una reacción de deseo que otra cosa, y salió a revisar el dormitorio de sus dos hijos que desde hacía dos días, estaban de veraneo por la colonia en la provincia de bs as, por una semana.
A, sí que hubiese razón en ello, al tiempo se encontraba cambiándose en su pieza la ropa de mañana simple y desatendida, por una solerita de espaldas descubierta, sin corpiño (nunca al pensarlo tiempo después lo hubiese realidad vestirme así), además de ponerse el último de sus perfumes caros, regalos de sus hijos para el día de la madre.
Evidentemente estaba decididamente acalorada…
A la hora y a un pedido del electricista ella fue a la cocina, encontrándose a ese hombre casi de frente, y ella se turbó, pero más cuando el hombre elogió su vestido y ese agradable, sabor que sé destilado de su cuerpo, ella se turbó y hasta sintió una sensación rara en su vagina, evidentemente comprendió que ese hombre la podía y ella lo aceptaría
Azorada, Mabel le contestó que era su forma de agasajar a quien le había arreglado la heladera, y ante la sorpresa de ella por esa estúpida respuesta el hombre, entendió un avance más hacia lo desconocido.
Mabel, respuesta de su sorpresa tan estúpida le ofreció una gaseosa para que se refrescara.
Ahí notó que el hombre se había parcialmente, desprendido la camisa debido al calor, lo que de inmediato le impactó, moviéndole una serie de cosquillas en ese lugar que ella ya conocía sobradamente, y que notaba que estaba mojada.
Se sonrojó aún más y el hombre comprendió pronto su turbación.
Así empezó una conversación un tanto comprometida que en ella le fue encendiendo un fuego hasta ese entonces desconocido, y al finalizar casi media hora él la tomó de la mano y le besó.
Mabel quería deshacerse de los brazos de ese hombre pero la sostenía intensamente y pronto ella se abandona abriendo su boca y recibiéndolo por primera vez.
Allí en esa cocina, él hábilmente le fue bajando los costados de su solera y por primera vez los senos de ella, recibieron las manos de ese extraño.
Ella le sacó la camisa y se dedicó a besarle mientras el hombre hábilmente le había quitado ya la totalidad del vestido y su mano se metía dentro de su bombacha encaminándose hacia su vagina que para ese entonces estaba ya empapada con sus líquidos.
Al tiempo y cuando el hombre le introduce un dedo a la entrada de su vagina ella experimenta una serie de convulsiones que le hicieron arquear su espalda y si no fuese porque el hombre la sostuvo, por la serie de orgasmos de Mabel hubiese terminado en el suelo.
Vamos a tu cama, le dijo el hombre y así Mabel parcialmente desnuda, solo con su bombacha puesta y el hombre sin la camisa, abrasados caminaron, que le separaban a su pieza.
Soy tuya, le dijo al llegar a la pieza, sé cuidadoso no me marques, él volverá mañana por la tarde y mis hijos el sábado, que él lo notará pero después hacerme gozar, amor soy tuya, hacedme sentir la más puta de las mujeres que tuviste.
A las seis de la tarde, en esa casa del barrio de Belgrano, Mabel aun dolorida recordaba esa mañana. Hacía más de media hora que se había retirado su hombre y le había hecho sentir la mujer más puta de la tierra.
Primero había descubierto que ese temor que tienen las mujeres al recibir un miembro algo pronunciado era mentira.
Ella alojó en su vagina un miembro casi el doble que la de su marido y mucho más gordo.
Al principio cuando él le embistió ella le tomó del brazo para detenerlo.
Se dedicó a guiarlo para la penetración y así a medida que su vagina iba adquiriendo la dilatación adecuada ella le permitía metérsela un poco más.
Pero cuando pensaba que esa cosa le había llegado al fin y casi a su matriz se volvió a excitar, aun él pujaba por más.
La respiración de su amante y la transpiración de ella, se confundieron en los movimientos sensuales de los dos y a ella se le produjo una serie orgasmo casi sin quererlos, orgasmos de profunda calentura y necesidad de explotar ante ese pedazo de carne palpitante en su interior.
Cuando se descargó (lo hizo dos veces en ese día) conoció y comprobó el poder de la fuerza de la eyaculación en un buen hombre joven.
Poco después y sorprendentemente cuando él se quedó a su lado ella le empezó a limpiar su miembro con su lengua.
Jamás le había realizado a nadie, ni a su marido, y se sorprendió a sí misma.
Rodeando con su lengua el sexo, subía y bajaba constantemente y delicadamente hasta que esa cosa tomó vida de nuevo.
El hombre se excitó y se levantó de la cama,
Buscó un pote de crema de mano que ella siempre tenía en la mesa de noche, Mabel intuía pero no quería imaginarse el resto de la acción
Sola, tímidamente obedeció cuando él le dijo:
Ponte en cuatro en la cama
Lo que le impactó fue cuando la empezó a imbuir con la crema su ano, desde adentro hacia fuera con sus dos dedos rústicos y gordos.
Si bien ella había practicado dos o tres veces el sexo anal, no estaba preparada todavía.
Pero nunca se puede imaginar uno cuando las cosas han de ocurrir y a Mabel le había tocado el momento.
Resistiéndose al principio, con fuerte gritos y gestos el hombre le penetró un poco, casi nada.
Mabel comprendía que al resistirse, solo aumentaría el dolor que por ese entonces que ya era grande
Cuando al ingreso total de la cabeza al haberse dilatado su ano creyó que se había acabado el dolor, pero de un empujón recibió la mitad de la pija del electricista.
Bruto, me rompiste todo el culo…
Y tratando de salirse de él, solo lograba que él, la metiera algo más y cuando lo hizo totalmente y ella se desvaneció por unos segundos.
Cuando volvió en sí, ella se encontraba unida a él, pero ahora el sufrimiento había desaparecido y hasta le pareció empezar a encontrarle placer a esa barra en sus entrañas
Él, se empezó a mover a la vez que le tocaba el clítoris, y así poco a poco ella empezó a resurgir, y al cabo de unos minutos le dijo:
Ahora acabó yo Luis, le dijo su nombre por primera vez, también acábame dentro de mi amor,…
quiero tu leche en mi cola ya que me la lastimaste bastante amor.
Al sentir el líquido de ese hombre en su culo ella estalló y al desprenderse del hombre unos minutos después aun podía sentir como se resbalaba de su ano el líquido viscoso y caliente.
Fue al baño y se bañó, no te preocupes esta la encargada ella me abrirá, Mable, me voy a casa, pero vendré a verte en la semana, y te llamare el viernes…
Mabel lo esperó esa semana la heladera andaba bien, pero él nunca más apareció en su vida, lo soñó todo ese verano, y paró definitivamente de hacerlo, en los inicio del otoño.
Pudo llamarlo pero no quería una respuesta negativa, ya él la había anticipado…
Gustavo Gabriel
Argentina.
Enero 2017
Su esposo era un auditor de un banco conocido que hacia revisiones de los mismos en todo el país. En verdad era muy buena su retribución es por ello que el matrimonió adoptó esa vida en los dos últimos años cuando la jubilación estaba próxima
En verdad Mabel, se sentía sola gran parte del día, pero sus ocupaciones les mantenían alejada del deseo sexual, y cuando aparecían esas ganas solía realizarlo en la soledad de la noche, cuando sus hijos dormían.
Una tarde de verano, la heladera dejó de funcionar su esposo se encontraba, en Salta fue Mabel la que se encargó de buscar quien subsanara la reparación, preguntado al encargado y a una mujer del 3er piso que le había ocurrido lo mismo hacia poco, pero ella hacia unos días que había salido de viaje…
Después de consultar por el costo del arreglo a varios técnicos (que su hermana y primos le mandaron), se decidió por la sencillez de un joven de San Justo con que le expresó la reparación más accesible para la reparación, más el costo del mismo, a una consulta con una amiga que conocía en San Justo,
Mabel le dijo su amiga, es un mecánico de confianza y arregló muy bien la heladera a un cliente de mi esposo.-
Y un bajo costo, fue lo que cerró el acuerdo.
Quedó en venir al otro día y así lo hizo.
Mabel desde que le vio en la mañana notó que de alguna manera ese día, no se parecería cualquier día en la vida de ella, pues ese joven había encendido algo en ella dormido por tiempo.
Era un buen personaje, algo joven pero acostumbrado al trato con simples mujeres, con un hablar correcto y seguro, que después de presentarse se dirigió sin dudar a la heladera.
Mabel sin que él, se percatara le miró gran parte del tiempo apoyada en el borde de la mesa donde almorzaban en la cocina y al final se arriesgó a mirarlo completo no solo sus actitudes, sino la vista hacia “ese lugar”.
Se le marcaba.
En segundos quitó su vista y decidida a que no, se podía perder tan fácilmente, se ocupó de sus otras cosas, retirándose de la cocina, pero ya algo excitada.
Fue así, que se dedicó, en su dormitorio a repasarlo, al tiempo Mabel pensó si ello no era más que una reacción de deseo que otra cosa, y salió a revisar el dormitorio de sus dos hijos que desde hacía dos días, estaban de veraneo por la colonia en la provincia de bs as, por una semana.
A, sí que hubiese razón en ello, al tiempo se encontraba cambiándose en su pieza la ropa de mañana simple y desatendida, por una solerita de espaldas descubierta, sin corpiño (nunca al pensarlo tiempo después lo hubiese realidad vestirme así), además de ponerse el último de sus perfumes caros, regalos de sus hijos para el día de la madre.
Evidentemente estaba decididamente acalorada…
A la hora y a un pedido del electricista ella fue a la cocina, encontrándose a ese hombre casi de frente, y ella se turbó, pero más cuando el hombre elogió su vestido y ese agradable, sabor que sé destilado de su cuerpo, ella se turbó y hasta sintió una sensación rara en su vagina, evidentemente comprendió que ese hombre la podía y ella lo aceptaría
Azorada, Mabel le contestó que era su forma de agasajar a quien le había arreglado la heladera, y ante la sorpresa de ella por esa estúpida respuesta el hombre, entendió un avance más hacia lo desconocido.
Mabel, respuesta de su sorpresa tan estúpida le ofreció una gaseosa para que se refrescara.
Ahí notó que el hombre se había parcialmente, desprendido la camisa debido al calor, lo que de inmediato le impactó, moviéndole una serie de cosquillas en ese lugar que ella ya conocía sobradamente, y que notaba que estaba mojada.
Se sonrojó aún más y el hombre comprendió pronto su turbación.
Así empezó una conversación un tanto comprometida que en ella le fue encendiendo un fuego hasta ese entonces desconocido, y al finalizar casi media hora él la tomó de la mano y le besó.
Mabel quería deshacerse de los brazos de ese hombre pero la sostenía intensamente y pronto ella se abandona abriendo su boca y recibiéndolo por primera vez.
Allí en esa cocina, él hábilmente le fue bajando los costados de su solera y por primera vez los senos de ella, recibieron las manos de ese extraño.
Ella le sacó la camisa y se dedicó a besarle mientras el hombre hábilmente le había quitado ya la totalidad del vestido y su mano se metía dentro de su bombacha encaminándose hacia su vagina que para ese entonces estaba ya empapada con sus líquidos.
Al tiempo y cuando el hombre le introduce un dedo a la entrada de su vagina ella experimenta una serie de convulsiones que le hicieron arquear su espalda y si no fuese porque el hombre la sostuvo, por la serie de orgasmos de Mabel hubiese terminado en el suelo.
Vamos a tu cama, le dijo el hombre y así Mabel parcialmente desnuda, solo con su bombacha puesta y el hombre sin la camisa, abrasados caminaron, que le separaban a su pieza.
Soy tuya, le dijo al llegar a la pieza, sé cuidadoso no me marques, él volverá mañana por la tarde y mis hijos el sábado, que él lo notará pero después hacerme gozar, amor soy tuya, hacedme sentir la más puta de las mujeres que tuviste.
A las seis de la tarde, en esa casa del barrio de Belgrano, Mabel aun dolorida recordaba esa mañana. Hacía más de media hora que se había retirado su hombre y le había hecho sentir la mujer más puta de la tierra.
Primero había descubierto que ese temor que tienen las mujeres al recibir un miembro algo pronunciado era mentira.
Ella alojó en su vagina un miembro casi el doble que la de su marido y mucho más gordo.
Al principio cuando él le embistió ella le tomó del brazo para detenerlo.
Se dedicó a guiarlo para la penetración y así a medida que su vagina iba adquiriendo la dilatación adecuada ella le permitía metérsela un poco más.
Pero cuando pensaba que esa cosa le había llegado al fin y casi a su matriz se volvió a excitar, aun él pujaba por más.
La respiración de su amante y la transpiración de ella, se confundieron en los movimientos sensuales de los dos y a ella se le produjo una serie orgasmo casi sin quererlos, orgasmos de profunda calentura y necesidad de explotar ante ese pedazo de carne palpitante en su interior.
Cuando se descargó (lo hizo dos veces en ese día) conoció y comprobó el poder de la fuerza de la eyaculación en un buen hombre joven.
Poco después y sorprendentemente cuando él se quedó a su lado ella le empezó a limpiar su miembro con su lengua.
Jamás le había realizado a nadie, ni a su marido, y se sorprendió a sí misma.
Rodeando con su lengua el sexo, subía y bajaba constantemente y delicadamente hasta que esa cosa tomó vida de nuevo.
El hombre se excitó y se levantó de la cama,
Buscó un pote de crema de mano que ella siempre tenía en la mesa de noche, Mabel intuía pero no quería imaginarse el resto de la acción
Sola, tímidamente obedeció cuando él le dijo:
Ponte en cuatro en la cama
Lo que le impactó fue cuando la empezó a imbuir con la crema su ano, desde adentro hacia fuera con sus dos dedos rústicos y gordos.
Si bien ella había practicado dos o tres veces el sexo anal, no estaba preparada todavía.
Pero nunca se puede imaginar uno cuando las cosas han de ocurrir y a Mabel le había tocado el momento.
Resistiéndose al principio, con fuerte gritos y gestos el hombre le penetró un poco, casi nada.
Mabel comprendía que al resistirse, solo aumentaría el dolor que por ese entonces que ya era grande
Cuando al ingreso total de la cabeza al haberse dilatado su ano creyó que se había acabado el dolor, pero de un empujón recibió la mitad de la pija del electricista.
Bruto, me rompiste todo el culo…
Y tratando de salirse de él, solo lograba que él, la metiera algo más y cuando lo hizo totalmente y ella se desvaneció por unos segundos.
Cuando volvió en sí, ella se encontraba unida a él, pero ahora el sufrimiento había desaparecido y hasta le pareció empezar a encontrarle placer a esa barra en sus entrañas
Él, se empezó a mover a la vez que le tocaba el clítoris, y así poco a poco ella empezó a resurgir, y al cabo de unos minutos le dijo:
Ahora acabó yo Luis, le dijo su nombre por primera vez, también acábame dentro de mi amor,…
quiero tu leche en mi cola ya que me la lastimaste bastante amor.
Al sentir el líquido de ese hombre en su culo ella estalló y al desprenderse del hombre unos minutos después aun podía sentir como se resbalaba de su ano el líquido viscoso y caliente.
Fue al baño y se bañó, no te preocupes esta la encargada ella me abrirá, Mable, me voy a casa, pero vendré a verte en la semana, y te llamare el viernes…
Mabel lo esperó esa semana la heladera andaba bien, pero él nunca más apareció en su vida, lo soñó todo ese verano, y paró definitivamente de hacerlo, en los inicio del otoño.
Pudo llamarlo pero no quería una respuesta negativa, ya él la había anticipado…
Gustavo Gabriel
Argentina.
Enero 2017
3 comentarios - Mabel, una mujer simple.