Tercera y última parte del relato. Pasa por los anteriores si no lo leíste.
...Dejo que, unos segundos después, me agarre del brazo y me lleve a la cocina. Que me suba a la mesada y meta los dedos de nuevo, esta vez tres… Su lengua vuelve a la carga sin darme tregua.
También dejo que mi cuerpo deje escapar los gemidos que nacen en lo más profundo de mi ser con cada embestida. Dejo que sus expertas manos se muevan más rápido y penetren más hondo. Dejo que su lengua haga movimientos más atrevidos, enroscándose y desenroscándose, abriéndose paso. Dejo que, con otra mano, clave las uñas en mi cola y apriete con fuerza acercándome todavía más.
Lentamente, dejo que mis manos bajen despacio, con algo de miedo. Que, desde arriba, agarren el pelo de ella con fuerza atrayéndola, fusionando su lengua con mi concha, una cercanía casi imposible.
Ya no soy consciente de dónde empieza mi cuerpo y dónde acaba el suyo, por eso dejo que se abandone por completo mientras me chupa, me da arañazos, y me mete los dedos.
Logró que acabe, lo logró...
El orgasmo es tan intenso que, cuando lo alcanzo, apenas soy consciente de lo que está pasando. Creo que me está llevando a la cama, no sé… Que sigue tocándome bajo las sábanas y vuelvo a subir a la cresta de otra ola de pasión húmeda. Estoy en éxtasis y en calma, agotada y temerosa, excitada y complacida. Mareada, no me ubico, pero disfruto de esta poco de paz que siento por primera vez en minutos, horas, no sé cuanto tiempo fue, ¡qué sé yo!
Afuera creo que está lloviendo.
Despego los párpados poco a poco, abro los ojos lentamente, como si la luz de la fuera a cegarme. Antes de poder ver algo, lo recuerdo todo. La recuerdo a ella. Me sobresalto y la busco en la habitación con la mirada, hasta que por fin doy con sus ojos color marrones, que parecen interrogarme. Está envuelta en una toalla blanca, acaba de salir de la ducha.
No era lluvia...
—Hubo un momento en el que estuve a punto de decir la palabra de seguridad —dice antes de hacer una pausa, con una voz distinta a la de antes. Ahora me transmite calma y calidez, aunque sigue manteniéndose a una distancia que me infunde respeto—. Te ví demasiado metida en el papel.
Me estremezco, me asusto. Era tan fácil como decir que no me gustó pero ni mi mente ni mi cuerpo querían
...Dejo que, unos segundos después, me agarre del brazo y me lleve a la cocina. Que me suba a la mesada y meta los dedos de nuevo, esta vez tres… Su lengua vuelve a la carga sin darme tregua.
También dejo que mi cuerpo deje escapar los gemidos que nacen en lo más profundo de mi ser con cada embestida. Dejo que sus expertas manos se muevan más rápido y penetren más hondo. Dejo que su lengua haga movimientos más atrevidos, enroscándose y desenroscándose, abriéndose paso. Dejo que, con otra mano, clave las uñas en mi cola y apriete con fuerza acercándome todavía más.
Lentamente, dejo que mis manos bajen despacio, con algo de miedo. Que, desde arriba, agarren el pelo de ella con fuerza atrayéndola, fusionando su lengua con mi concha, una cercanía casi imposible.
Ya no soy consciente de dónde empieza mi cuerpo y dónde acaba el suyo, por eso dejo que se abandone por completo mientras me chupa, me da arañazos, y me mete los dedos.
Logró que acabe, lo logró...
El orgasmo es tan intenso que, cuando lo alcanzo, apenas soy consciente de lo que está pasando. Creo que me está llevando a la cama, no sé… Que sigue tocándome bajo las sábanas y vuelvo a subir a la cresta de otra ola de pasión húmeda. Estoy en éxtasis y en calma, agotada y temerosa, excitada y complacida. Mareada, no me ubico, pero disfruto de esta poco de paz que siento por primera vez en minutos, horas, no sé cuanto tiempo fue, ¡qué sé yo!
Afuera creo que está lloviendo.
Despego los párpados poco a poco, abro los ojos lentamente, como si la luz de la fuera a cegarme. Antes de poder ver algo, lo recuerdo todo. La recuerdo a ella. Me sobresalto y la busco en la habitación con la mirada, hasta que por fin doy con sus ojos color marrones, que parecen interrogarme. Está envuelta en una toalla blanca, acaba de salir de la ducha.
No era lluvia...
—Hubo un momento en el que estuve a punto de decir la palabra de seguridad —dice antes de hacer una pausa, con una voz distinta a la de antes. Ahora me transmite calma y calidez, aunque sigue manteniéndose a una distancia que me infunde respeto—. Te ví demasiado metida en el papel.
Me estremezco, me asusto. Era tan fácil como decir que no me gustó pero ni mi mente ni mi cuerpo querían
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