Introducción
Carolina estaba perdida y no podía encontrar la salida. Lo peor era ni siquiera encontrar las palabras para articular esta pérdida, haber perdido la capacidad de darse cuenta, de articular esa pérdida. Desde el primer novio de la secundaria (un dulce, pero fugaz amor) tuvo más que parejas una sucesión de amigovios-garches que realmente no sumaron. Toda su energía estaba volcada en su carrera.
Hace poco había terminado la carrera en Letras que le había resultado, tras una recomendación de un profesor en un trabajo dentro de una editorial. En esta editorial, Caro la Seria, como le decían, consiguió trabajo como ayudante de un editor mayor, Sr. Gastón (siempre Señor, nunca Gastón), un señor casado de 60 y pico de años, dedos amarillos como sus dientes y olor a cigarrillo que había penetrado toda su ropa. Cuándo la conoció le preguntó "vos ¿no sonreís nunca?" y ella, nerviosa, sonrió falsamente. Él le dijo "mejor que no sonrías; este trabajo es lo único que nos queda como importante: sacar la verdad de las mentiras que otros escribieron" y desde ese entonces, ella se sintió contenida y guiada por el Sr. Gastón.
De a poco, al dejarse guiar, empezó a aprender de los libros: las ediciones, los papeles, qué hacer cuando la distribuidora los guardaba. Empezó a aprender de los escritores: como en general mezclaban una gran sensibilidad con un gran narcisismo y por eso muchos, los mejores, erguían templos de papel. Aprendió del Yambo, del Trochee, de cómo los persas tenían la mejor poesía amorosa. Aprendió mientras se refugiaba, sola, en los libros, bajo la mirada del Sr. Gastón.
Pero sobre todo aprendió del Sr. Gastón, hasta que a los pocos meses murió de un ACV tan repentino como inevitable. Solo al verlo en el velorio, entre el perfume de la corona de la editorial y la del Jockey Club (dado que el Sr. Gastón tenía, al parecer, no solo la imagen de tanguero) comprendió que lo amaba y lloró de tal forma que la viuda (una señora mayor, con una cara que pintada de verde hubiera sido una máscara de bruja) la sometió a un impiadoso interrogatorio.
Tras el Sr. Gastón, Caro volvió a salir con sus amigas de la facu. Merodeaban los mismos lugares, iban a las mismas fiestas de su época estudiantil que la aburrían. Con una amiga llamada Agustina con la que cursó en varios años charlaban de literatura erótica tras el éxito que ese género tuvo. Caro le contaba de los persas, y Agus del sadomasoquismo. Incluso con Agus incursionó en una fiesta BDSM en una facultad diferente a la suya. Pero todo el ambiente le resultó, para ser honesta, cansador. Gente mayor en trajes de látex pegándose con látigos y mostrando los genitales, parecían más un grupo de pacientes psiquiátricos que los personajes poderosos, seguros en su sexualidad, que esperaba de sus lecturas. ¿Existían aquellas personas que entendían que el control, el poder, era el máximo afrodisíaco? ¿Que lo importante no es ejercerlo, sino sentirlo?
Caro no encontró, en ese entonces, respuestas a sus preguntas. Un día conoció a Martín; "mis amigos me dicen Tincho", le dijo esa vez con el aire de quién imparte un secreto esotérico y ella se sintió morir un poquito adentro; luego comprendió que era ese aire lo que la hizo sentir así, no lo banal de la situación. Ese aire de saber algo que el otro no sabe, de tener cierto control.
Ese día ambos terminaron en la cama y a las pocas semanas, ya salían juntos. Martín (ya ella sentía que no le podía llamar "Tincho" sin sentirse uno de sus amigotes) era, en su opinión, mucho más atractivo que ella. Caro era delgada, pálida, de ojazos oscuros y una cierta fragilidad que recordaba a una grulla, que miraba el mundo elegantemente, con el pelo cuidadosamente cortado a la altura de su nuca, siempre en el costado de la habitación, tímida fuera de sus libros. Martín era alto, delgado y vestido como un poeta romántico. Sus ojos claros contrastaban con su pelo oscuro y siempre estaban enmarcados detrás de anteojos que no tenían aumento, pero le daban una apariencia intelectual. Su pelo era cuidadosamente descuidado y toda su apariencia daba la impresión que era un hippie que de alguna forma había conseguido modelar para marcas de ropa cara.
Pero apariencia era la palabra correcta: Martín no tenía un pensamiento propio en su cabeza; estaba construido de superficies flotantes en el espacio. Todas sus charlas eran un reciclado del discurso pseudo-intelectual de la facultad; si bien Martín era dos años mayor que Caro (quién estaba en la mitad de su veintena) no se había recibido ni pasado de tercer año. Una buena facha, junto con la seguridad que da tener una familia con varias empresas a su nombre, hacían que fuera mucho más fácil vivir como un eterno estudiante.
Esta inmadurez hacía que cada salida con él fuera un suplicio: Caro necesitaba alguien que la ordenara, que le diera una estructura, que la hiciera sentir querida, apreciada y que le permitiera sacar lo que tenía dentro. Pero Martín siempre quería, esencialmente o quedarse contándole problemas con su familia (su padre no lo tomaba en serio y su madre lo celaba) o esperaba que Caro tomara el control.
"¿A dónde querés salir hoy?" empezaría por decir (resignada) Caro.
"No sé...¿dónde tenés ganas?", retrucaba Martín.
"No sé...¿a comer?" ofrecía Caro, luego de un suspiro interno.
"No tengo mucha hambre" decía Martín.
"Ok ¿querés ir al cine?" decía Caro, cada vez mirándolo y pensando "por favor ¡tomáme, tomá el control! Lleváme a algún lado, sacáme de acá y de mí"
"No sé qué están dando" decía Martín "mejor veamos netflix" y así pasaban los días.
Pero lo peor no era eso: en su intimidad, Martín era profunda, profundamente aburrido. El sexo con él era rutinario y estaba marcado por la misma inmadurez que toda su vida poseía. La mitad de las cosas que decía eran pedido, pero tan poco virilmente formuladas que sonaban como reclamos de un nene: "¿no tenés ganas de chuparme?", "Dale, vos sabés que tenés ganas...¿no querés mirarme como trolita?" (una vez Caro quiso decirle "¿cómo tu mami?" pero se contuvo) "¿por qué no te ponés en cuatro, si tenés ganas?" y la otra mitad surgía generalmente cuándo Caro le hacía caso y se ponía en cuatro: esa posición disparaba un sinfín de preguntas: "¿Te gusta así putita?", "¿Querés más fuerte?", "¿Quién te dió así?", hasta el cansancio. Una sola vez Caro, ya hastiada de la rutina, le preguntó "¿cuál es la capital de Maldivas?" pero él o no la oyó o no la entendió. Todas sus sesiones terminaban indefectiblemente en que él acababa rápidamente, terminaba de arruinar todo con "¿Te gustó?" (a lo que ella, odiándose siempre decía "sí, me encantó"...pero ¿qué iba a decir?) y se daba vuelta para dormir.
Caro odiaba esta situación, pero sentía que no le quedaba otra. Demasiado tímida para buscar a alguien por sí sola, demasiado insegura en su sensualidad, pensando que Martín era demasiado para ella, en algún punto aceptaba y acompañaba, pero cada tanto tenía flashes de irritación: cómo hacer para salir de una trampa cuya característica peor era su asfixia amorfa.
Agustina, su amiga de salidas previas a Martín, fue la respuesta. Desde que empezó a salir con Martín no se encontraban tanto. Por otro lado, Agus tendía a desaparecer; una chica con menos prejuicios, se había operado las lolas y conseguía infinidad de hombres mayores que la invitaban a viajar. Caro siempre había pensado que eso era despreciable, mientras que secretamente envidiaba un poco su forma de captar la atención. Un día, volviendo de la facu, escucho su nombre y al darse vuelta, allí estaba Agus, que la invitaba a un café en un Starbucks. Pero esta vez la vio más serena, más segura en sí misma y se preguntaba qué había cambiado.
Agus le preguntó cómo iba todo con "Tinchín" (el sobrenombre de Martín para Agus) y al contarle, a Agus le brillaron los ojos. Le dijo "Caro, vos viste que estuve media desaparecida...conocí a alguien. Pero no es un chabón de esos que me garcho cada tanto. ¿Te acordás cuándo fuimos a las fiestas BDSM?". Riéndose, Caro le dijo "si, ni me hagas recordar... un desastre".
Pero Agus no se rio. Le dijo "bueno, vos reíte si querés...pero ¿no te gustaría un hombre que realmente te poseyera? ¿Qué te permitiera gozar sin estar preocupada, cuya única intención fuera que te liberes, que goces y que cuidara de vos mientras lo hacés?".
Caro sintió su pulso acelerarse; pero le dijo "bueno, si hay alguien así...me parece que ya tiene pareja ¿no? Me alegro por vos". Pero Agus le sonrió y le dijo "No, no es mi pareja. Pero él me enseñó a disfrutar, a gozar plenamente. Lo que vos estás buscando no es un sádico, ni un novio. Vos estás buscando un Dom, una persona que te enseñe a disfrutar de todo, que esté ahí para hacerte gozar y con el que puedas rendirte toda. Si querés, yo te puedo pasar su número...se llama Fernando y se ocupa en ayudar a gente como nosotros...no te vá a cobrar nada y es de súper confianza". Hasta ahí, Agus estaba seria, pero sonrió, con sus ojos brillando y le dijo "y aparte, zorra, ya sé que te estás mojando mientras te lo digo". Caro se sonrojó y sin poder hablar, asintió brevemente; ambas estallaron en una carcajada cómplice.
El llamado
La voz en el otro lado del teléfono sorprendió a Caro. Esperaba una voz rasposa o más seca. La voz que respondió con un breve "hola" sonaba relativamente joven y amable, no la imagen de un ejecutivo sádico que las novelas le habían hecho esperar a Caro. Con el pulso galopante y la boca seca, Caro estuvo tentada de colgar, pero se lanzó:
"Hola, soy Carolina, una amiga de Agus...ella me dió su teléfono" empezó a decir
("¿tendría que haberle dicho otra cosa? ¿pensará que soy una loca?")
La voz tomó más calidez aun cuándo dijo "Hola, Caro...¿cómo estás?"
"Bien" fue todo lo que Caro atinó a decir.
"¿Te contó Agus lo que hago?" preguntó la voz. ("está sonriendo" pensó Caro "puedo escuchar una sonrisa...¿cómo se escucha una sonrisa? No sé, pero la escucho")
"Si, más o menos" le dijo ella.
"Y decíme ¿a vos te interesa explorar esta disciplina?" preguntó la voz, de forma amable pero con una firmeza mayor, como un fondo rocoso en un lago claro.
"...sí, creo que sí" dijo Caro.
"Ok, entonces, te propongo lo siguiente: tengamos una entrevista juntos. En esta entrevista no tiene que pasar nada, pero te aconsejo que vengas como irías a una entrevista de trabajo, es decir, arreglada. Encontrémonos en un café; si vemos que ambos estamos de acuerdo, podemos ir a un lugar para tener una primera exploración, pero todo es sin compromiso, en este punto. Si vos o yo consideramos que no vamos a continuar, nos damos vuelta y nos vamos ¿te parece?"
"...ok, me parece bien" dijo Caro mientras pensaba "¿Una entrevista? No esperaba algo tan...frío".
"Ok ¿el jueves en el Starbucks de Corrientes y Saenz Peña a las 19hs está bien?" preguntó la voz.
"Ok, dale, nos vemos ahí" dijo Caro mientras pensaba "seguro que es una joda de Agus...hablamos de esto en un Starbucks y me encuentro con el tipo en un Starbucks...vá a aparecer ella".
"Caro" dijo la voz. "¿sí?”. “Esto no es una joda". Y con esas palabras, que hicieron acelerar el pulso de Caro de nuevo, la voz cortó.
El Starbucks
Caro no sabía bien que es lo que esperaba de Fernando. Su whatsapp mostraba una pintura de una señora y algo rojo. Por las descripciones de Agus, estaba en el principio de sus cuarenta, pero no sabía mucho más.
Caro se sentó igual mirando la puerta, pero debe haberse colgado porque escuchó de repente una voz, la voz que preguntaba "¿Caro?" (ella sí tenía su foto en el whatsapp, sacada para la ocasión, con el vestidito negro de falda corta que le quedaba bien y mostraba sus piernas) y miró hacia arriba, observando a Fernando.
El hombre que la miraba, sin sonreír era tenía pelo oscuro, algo canoso y una barba más canosa. De estatura media y contextura física fornida: sus brazos son largos y poderosos y sus manos encallecidas, por el ejercicio en gimnasios. Estaba vestido elegante sport, con una camisa y pantalón de vestir que marcaban su pecho fornido; a diferencia de Martín, no había nada de impostado en Fernando, era simplemente un hombre.
Caro sintió como su pulso se aceleraba mientras Fernando le pidió, con un gesto elegante de la mano, si podía sentarse. Ella asintió, un poco agitada; Martín hubiera hecho una serie de comentarios, pero un breve gesto bastaba para Fernando.
Fernando se sentó y miró a Caro por sobre el Latte que ambos traían. Al principio, no dijo nada; su mirada penetrante pareció atravesar a Caro y ella se empezó a sentir turbada. Pero justo cuando estaba a punto de levantarse, Fernando sonrió y todo el mundo pareció colapsar en él. Cuándo habló, su voz sonaba más profunda de lo que se escuchaba normalmente.
"Caro ¡qué bueno conocerte! Me alegra mucho que me haya recomendado Agus, porque veo que sós exactamente el tipo de persona sensible a la que puedo ayudar. ¿Qué sabés de Dom y Sub?"
Así, de una, pensó Caro. "No mucho, solo algo que leí".
"Ok, dejáme explicarte lo básico. No es como las películas. No soy un millonario excéntrico; si bien me vá bien económicamente, no tengo mil empresas. La relación entre el Dom y el Sub es, esencialmente, una de guía. Mi función es guiarte hasta tu propio deseo, tu propio placer y dejar que puedas entrar en contacto con él. Para eso, vamos a establecer sesiones que se llaman 'escenas'. Cada sesión será con vos y conmigo. En esas sesiones, yo te voy a ordenar que hagas cosas. Cosas que por ahí tenés ganas y cosas que no. Tus dos únicas tareas son simples: hacer lo que te ordeno y gozar. No tenés que pensar, no tenés que preocuparte en nada, simplemente, tenés que liberarte. Yo me encargo de mostrarte el camino y vos tenés que andarlo. Por ahora ¿se entiende?"
"Si, creo que sí...pero, por ejemplo, si hay una palabra de seguridad, las safe words..." empezó Caro, queriendo mostrar de que sabía de lo que hablaba.
"No" dijo Fer, con los ojos flasheando, de forma calma pero firme. "No hay safe words conmigo. Tenés que rendirte a mi criterio. Si te digo que tenés que hacer algo, lo tenés que hacer. Es mi función cuidarte y preocuparme por vos. Vos tenés que confiar que, aunque haya algo que se sienta mal o con dolor, lo hago porque sé cómo hacerte llegar al placer. Lo que vamos a hacer es hablar ahora de un contrato tácito entre ambos, en el que vos me decís que no estás dispuesta a hacer bajo ninguna circunstancia y yo lo voy a respetar. Pero fuera de eso, me perteneces en cada sesión" dijo con una mirada cada vez más intensa Fernando, inclinándose hacia ella. "Sólo hay dos formas de terminar esta relación: que yo crea que ya no tenés necesidad y que vos me desobedezcas. Si hicieras eso, ya no seríamos más Dom y Sub. ¿Estamos de acuerdo?"
Caro ya se sentía excitada...el miedo y el deseo eran cada vez mayores y escucho una vocecita más pequeña que decía "no me gusta el tema de la caca ni el pis...¿está bien eso?".
Satisfecho, Fernando se sentó de nuevo atrás en el sillón. "Si, por supuesto...y me imagino que no trabajás sola, con lo cual, no marcas que se puedan ver...¿algo más?".
Caro sintió un puntazo en el pecho cuándo dijo "marcas" pero también se sintió excitada...solo alcanzó a negar con la cabeza.
Fernando sonrió, toda la intensidad desaparecida de su mirada. De nuevo era un señor mayor que ella, que podría haber sido un amigo de su hermano mayor. Caro alcanzó a decir "una sola cosa...yo tengo un novio, bah, alguien con el que salgo..."
"No me importa" la atajó Fernando "no me interesa tu vida fuera de este contexto, ni espero que te interese la mía. Pensá en nosotros como dos personas que van a estar dedicadas puramente a explorar tu deseo, a que te liberes. Luego, lo que hagas una vez libre, es cosa tuya.".
"Ok ¿cuándo empezaríamos?" dijo Caro.
"¿Por qué no ahora? Hay un hotel a la vuelta de acá".
Ahora sí, Caro sintió dos cosas: por un lado, miedo y por el otro excitación. ¿Voy a irme con un desconocido a un hotel? Pero solo atinó a decir "¿a un hotel?"
Fernando encogió un hombro; "si, un hotel nos da seguridad. Es un lugar que, si bien no es público, tiene la ventaja de que hay otras personas, por lo que da seguridad siendo privado. Una casa privada no es seguro para ninguno de los dos y choca contra la idea de que nuestra relación solo esté signada por el placer, ¿no te parece?"
"Ah, no lo había pensado" dijo Caro.
Fer sonrió "Para eso estamos, Caro. Mi tarea es encargarme de armar la escena. La tuya de simplemente gozar" dijo Fer, frente a lo cual Caro sintió que una parte de ella se relajaba. Finalmente, alguien que estaba dispuesto a liderar.
"Nunca hay mejor momento que el ahora. Vení" dijo Fer y tomándola de la mano, la llevó hasta la puerta.
El Telo
Caro no podía creer lo que estaba haciendo; estaba en un telo con alguien que acababa de conocer. Fernando pagó la habitación (la más cara, con Jacuzzi, etc. Incluida) y hasta que entraron no se hablaron.
Caro, nerviosa, habló primero mientras él miraba la habitación "¿Me vas a atar o a poner un gag?".
Fernando la miró serio y respondió: "desde este momento, estás entrando en el espacio de sumisión. Siendo que es la primera vez, te lo voy a explicar...una vez que entramos a una habitación, vos no podés hablar sin que te hable. En este espacio yo soy el Dom. Ahora lo único que me podés llamar es Señor ¿se entiende?".
Al escuchar "Señor" Caro se sintió conmovida y tuvo un flash con el Sr. Gastón. "Sí" atinó a decir.
"Sí ¿qué?" "Sí, señor", dijo Caro, agachando la cabeza.
Una sonrisa iluminó al Señor, quién le dijo "Caro, eso me complace. Vení acá que te voy a mostrar algo".
Caro caminó lentamente, pensando que le iba a mostrar un consolador, pero de un bolsillo el Sr.sacó una gargantilla de cuero. "Cuándo hayas aprendido a ser una buena sub, te voy a dar esta gargantilla...es una marca que en ese momento sós mí sub y yo soy responsable de tu placer. Ahora, explicáme como te tocás para acabar."
"¿Qué?" atinó a decir Caro. No era la respuesta correcta y vio como el Sr.se enojaba...rápidamente quiso enmendar con "no sé, me toco...ahí".
"Date vuelta" dijo el Sr. "Si,Sr." Empezó a decir Caro cuándo él la agarró por los hombros y la hizo dar vuelta. "No es necesario que hables, Sub" le dijo. "De hecho, es mejor que no. Sólo podés gemir y responder lo que te pregunte. Asentí si entendiste" dijo el Sr.
Caro estaba confundida y cada vez más excitada...su cercanía, sin llegar a tocarla, el aliento sobre su nuca, la sensación de estar bajo su control, el pánico...eran intoxicantes...tardó un poco, pero asintió y escuchó la cálida voz de su Sr. En la oreja "muy bien, sub...muy bien". Entonces, una mano fuerte, encallecida y cálida la tomó de la nuca y otra de la cadera, llevándola casi a la rastra a un sillón que había en la habitación.
Caro sintió como su Sr.le decía "Dobláte" pero al mismo tiempo la doblaba con su mano y su peso. Ella quedó doblada sobre el sillón, con la cabeza abajo en el centro del mismo y su cola arriba. Caro sabía que de esa forma, con su corta falda, su bombacha (de encaje, negra) se vería. Luego sintió como con sus pies, el Sr. Le separaba las piernas: se sintió totalmente dominada, con miedo y excitación. Estaba entregada, con la cabeza descansando en el sillón, la cola en alto y con su Sr. Atrás, sin poder verlo.
"Mostrame así como te tocás" le dijo su Sr. Caro empezó a tocarse por encima de la bombacha y él le dijo "No, tocate mejor, ya estás mojada y te huelo desde acá".
("¿cómo me puede oler? Pensó Caro...¿se da cuenta lo caliente que estoy?)
"Metete los dedos" le dijo. Caro empezó a metérselos y a subir la cabeza, hasta que sintió que una mano se la bajaba de nuevo.
"No te dije que te podías mover" le dijo su Sr. "Es que me cansa esta post..¡Ay!" empezó a decir Caro, cuándo sintió que la nalgueaban.
"Yo te voy a decir cuándo podés hablar...seguite tocando" le dijo su Sr.
Caro se sentía cada vez más excitada, pero preocupada. El miedo estaba ganando espacio, en cada intento de mantener la postura forzada. También se daba cuenta que la sangre le subía a la cabeza, pero no quería decir nada...aunque el orgasmo al parecer no venía.
Sus dedos estaban cada vez más acalambrados, más desesperados, cuándo escuchó la voz de su Sr. Que le decía "no te vengas todavía". No doy más, pensó Caro, ya no aguanto más. Sus dedos empezaron a bajar de revoluciones, resignada a no alcanzar su orgasmo cuándo de repente sintió una mano de nuevo en su nuca y una serie de golpes en las nalgas.
"¡Tocáte! ¡Tocáte, sub!" Le dijo su Sr. Ella empezó frenéticamente: los nalgueos no eran muy dolorosos, pero su cola se estaba volviendo sensible. Empezó a tener miedo y sintió angustia, alcanzó a pensar "me voy a poner a llorar" y Caro empezó a gemir, casi de miedo cuándo escuchó la voz de su Sr. Que decía "ahora, sí, veníte Sub" y de repente sintió como el miedo, el dolor, la angustia y los nalgazos se transformaban en calor. Escuchó a alguien gritar mientras se sentía desvanecer y su último pensamiento consciente fue que esa voz era conocida...
El fin de la escena
Caro volvió a tomar conciencia en la misma posición que estaba antes, con las piernas temblando por el cansancio, doblada sobre el sillón. Un hilo de baba caía de su boca, en el asiento y el brazo del sillón estaba manchado con algo húmedo: pensó que era su acabada pero había demasiado líquido.
Su Sr.Apareció frente a ella.
"Acabaste con squirting...¿te había pasado antes?"
"...no, nunca" respondió confusa, Caro.
"Este es el fin de esta escena, Caro. Si tuviéses una gargantilla, un choker, te lo sacaría y vos sabrías que ya podés llamarme Fernando. Pero me complace este resultado: tenías tus dudas, pero vas a ser una excelente Sub." Dijo Fernando.
"¿Qué? Ya...¿está? Y ¿vos?" Dijo Caro, queriendo decir que todavía Fernando no había acabado. Pero en realidad, ella estaba filtrada: nunca se había sentido tan cansada, tan vacía y a la vez tan a gusto.
"Caro, no soy un novio. No tenés que hacerme acabar. Cuándo lo considere necesario, voy a acabar. Pero ahora, estoy acá para ayudarte y para hacerte sentir bien. Vení conmigo que te abrazo." Dijo Fer con una sonrisa cálida.
Ambos pasaron el resto del turno abrazados. Caro dormitó, entrando y saliendo del sueño. Nunca antes se había sentido tan contenida, tan plena y al mismo tiempo vacía: vacía de angustias, de sufrimiento, de reclamos y pensamientos. Intentó agarrar y tocar a Fer varias veces pero él sonrió dulcemente y solo dijo "ya vá a haber ocasión".
Caro le preguntó, mientras se estaban preparando para irse "Fernando, una sola consulta. Esto...fue increíble, pero vos hablás de liberarme. ¿Cómo el sometimiento puede llevar a liberarse?".
Fernando se quedó callado y le dijo, luego de unos momentos "Porque la verdadera libertad está libre hasta de la necesidad de ser libre".
Caro lo escuchó...lo pensó un rato, en silencio y decidió que era algo que quería experimentar.
Al final, se despidieron en la puerta del telo. Caro, turbada, sensible dijo "¿cuándo te voy a volver a ver?" y se arrepintió al momento. "Parezco una boluda de telenovela" pensó.
Pero Fernando solo sonrió y acercándose a su oído le dijo "Sub, tu entrenamiento acaba de comenzar...ahora volvé a tu casa y preparáte para nuestra próxima lección".
Carolina estaba perdida y no podía encontrar la salida. Lo peor era ni siquiera encontrar las palabras para articular esta pérdida, haber perdido la capacidad de darse cuenta, de articular esa pérdida. Desde el primer novio de la secundaria (un dulce, pero fugaz amor) tuvo más que parejas una sucesión de amigovios-garches que realmente no sumaron. Toda su energía estaba volcada en su carrera.
Hace poco había terminado la carrera en Letras que le había resultado, tras una recomendación de un profesor en un trabajo dentro de una editorial. En esta editorial, Caro la Seria, como le decían, consiguió trabajo como ayudante de un editor mayor, Sr. Gastón (siempre Señor, nunca Gastón), un señor casado de 60 y pico de años, dedos amarillos como sus dientes y olor a cigarrillo que había penetrado toda su ropa. Cuándo la conoció le preguntó "vos ¿no sonreís nunca?" y ella, nerviosa, sonrió falsamente. Él le dijo "mejor que no sonrías; este trabajo es lo único que nos queda como importante: sacar la verdad de las mentiras que otros escribieron" y desde ese entonces, ella se sintió contenida y guiada por el Sr. Gastón.
De a poco, al dejarse guiar, empezó a aprender de los libros: las ediciones, los papeles, qué hacer cuando la distribuidora los guardaba. Empezó a aprender de los escritores: como en general mezclaban una gran sensibilidad con un gran narcisismo y por eso muchos, los mejores, erguían templos de papel. Aprendió del Yambo, del Trochee, de cómo los persas tenían la mejor poesía amorosa. Aprendió mientras se refugiaba, sola, en los libros, bajo la mirada del Sr. Gastón.
Pero sobre todo aprendió del Sr. Gastón, hasta que a los pocos meses murió de un ACV tan repentino como inevitable. Solo al verlo en el velorio, entre el perfume de la corona de la editorial y la del Jockey Club (dado que el Sr. Gastón tenía, al parecer, no solo la imagen de tanguero) comprendió que lo amaba y lloró de tal forma que la viuda (una señora mayor, con una cara que pintada de verde hubiera sido una máscara de bruja) la sometió a un impiadoso interrogatorio.
Tras el Sr. Gastón, Caro volvió a salir con sus amigas de la facu. Merodeaban los mismos lugares, iban a las mismas fiestas de su época estudiantil que la aburrían. Con una amiga llamada Agustina con la que cursó en varios años charlaban de literatura erótica tras el éxito que ese género tuvo. Caro le contaba de los persas, y Agus del sadomasoquismo. Incluso con Agus incursionó en una fiesta BDSM en una facultad diferente a la suya. Pero todo el ambiente le resultó, para ser honesta, cansador. Gente mayor en trajes de látex pegándose con látigos y mostrando los genitales, parecían más un grupo de pacientes psiquiátricos que los personajes poderosos, seguros en su sexualidad, que esperaba de sus lecturas. ¿Existían aquellas personas que entendían que el control, el poder, era el máximo afrodisíaco? ¿Que lo importante no es ejercerlo, sino sentirlo?
Caro no encontró, en ese entonces, respuestas a sus preguntas. Un día conoció a Martín; "mis amigos me dicen Tincho", le dijo esa vez con el aire de quién imparte un secreto esotérico y ella se sintió morir un poquito adentro; luego comprendió que era ese aire lo que la hizo sentir así, no lo banal de la situación. Ese aire de saber algo que el otro no sabe, de tener cierto control.
Ese día ambos terminaron en la cama y a las pocas semanas, ya salían juntos. Martín (ya ella sentía que no le podía llamar "Tincho" sin sentirse uno de sus amigotes) era, en su opinión, mucho más atractivo que ella. Caro era delgada, pálida, de ojazos oscuros y una cierta fragilidad que recordaba a una grulla, que miraba el mundo elegantemente, con el pelo cuidadosamente cortado a la altura de su nuca, siempre en el costado de la habitación, tímida fuera de sus libros. Martín era alto, delgado y vestido como un poeta romántico. Sus ojos claros contrastaban con su pelo oscuro y siempre estaban enmarcados detrás de anteojos que no tenían aumento, pero le daban una apariencia intelectual. Su pelo era cuidadosamente descuidado y toda su apariencia daba la impresión que era un hippie que de alguna forma había conseguido modelar para marcas de ropa cara.
Pero apariencia era la palabra correcta: Martín no tenía un pensamiento propio en su cabeza; estaba construido de superficies flotantes en el espacio. Todas sus charlas eran un reciclado del discurso pseudo-intelectual de la facultad; si bien Martín era dos años mayor que Caro (quién estaba en la mitad de su veintena) no se había recibido ni pasado de tercer año. Una buena facha, junto con la seguridad que da tener una familia con varias empresas a su nombre, hacían que fuera mucho más fácil vivir como un eterno estudiante.
Esta inmadurez hacía que cada salida con él fuera un suplicio: Caro necesitaba alguien que la ordenara, que le diera una estructura, que la hiciera sentir querida, apreciada y que le permitiera sacar lo que tenía dentro. Pero Martín siempre quería, esencialmente o quedarse contándole problemas con su familia (su padre no lo tomaba en serio y su madre lo celaba) o esperaba que Caro tomara el control.
"¿A dónde querés salir hoy?" empezaría por decir (resignada) Caro.
"No sé...¿dónde tenés ganas?", retrucaba Martín.
"No sé...¿a comer?" ofrecía Caro, luego de un suspiro interno.
"No tengo mucha hambre" decía Martín.
"Ok ¿querés ir al cine?" decía Caro, cada vez mirándolo y pensando "por favor ¡tomáme, tomá el control! Lleváme a algún lado, sacáme de acá y de mí"
"No sé qué están dando" decía Martín "mejor veamos netflix" y así pasaban los días.
Pero lo peor no era eso: en su intimidad, Martín era profunda, profundamente aburrido. El sexo con él era rutinario y estaba marcado por la misma inmadurez que toda su vida poseía. La mitad de las cosas que decía eran pedido, pero tan poco virilmente formuladas que sonaban como reclamos de un nene: "¿no tenés ganas de chuparme?", "Dale, vos sabés que tenés ganas...¿no querés mirarme como trolita?" (una vez Caro quiso decirle "¿cómo tu mami?" pero se contuvo) "¿por qué no te ponés en cuatro, si tenés ganas?" y la otra mitad surgía generalmente cuándo Caro le hacía caso y se ponía en cuatro: esa posición disparaba un sinfín de preguntas: "¿Te gusta así putita?", "¿Querés más fuerte?", "¿Quién te dió así?", hasta el cansancio. Una sola vez Caro, ya hastiada de la rutina, le preguntó "¿cuál es la capital de Maldivas?" pero él o no la oyó o no la entendió. Todas sus sesiones terminaban indefectiblemente en que él acababa rápidamente, terminaba de arruinar todo con "¿Te gustó?" (a lo que ella, odiándose siempre decía "sí, me encantó"...pero ¿qué iba a decir?) y se daba vuelta para dormir.
Caro odiaba esta situación, pero sentía que no le quedaba otra. Demasiado tímida para buscar a alguien por sí sola, demasiado insegura en su sensualidad, pensando que Martín era demasiado para ella, en algún punto aceptaba y acompañaba, pero cada tanto tenía flashes de irritación: cómo hacer para salir de una trampa cuya característica peor era su asfixia amorfa.
Agustina, su amiga de salidas previas a Martín, fue la respuesta. Desde que empezó a salir con Martín no se encontraban tanto. Por otro lado, Agus tendía a desaparecer; una chica con menos prejuicios, se había operado las lolas y conseguía infinidad de hombres mayores que la invitaban a viajar. Caro siempre había pensado que eso era despreciable, mientras que secretamente envidiaba un poco su forma de captar la atención. Un día, volviendo de la facu, escucho su nombre y al darse vuelta, allí estaba Agus, que la invitaba a un café en un Starbucks. Pero esta vez la vio más serena, más segura en sí misma y se preguntaba qué había cambiado.
Agus le preguntó cómo iba todo con "Tinchín" (el sobrenombre de Martín para Agus) y al contarle, a Agus le brillaron los ojos. Le dijo "Caro, vos viste que estuve media desaparecida...conocí a alguien. Pero no es un chabón de esos que me garcho cada tanto. ¿Te acordás cuándo fuimos a las fiestas BDSM?". Riéndose, Caro le dijo "si, ni me hagas recordar... un desastre".
Pero Agus no se rio. Le dijo "bueno, vos reíte si querés...pero ¿no te gustaría un hombre que realmente te poseyera? ¿Qué te permitiera gozar sin estar preocupada, cuya única intención fuera que te liberes, que goces y que cuidara de vos mientras lo hacés?".
Caro sintió su pulso acelerarse; pero le dijo "bueno, si hay alguien así...me parece que ya tiene pareja ¿no? Me alegro por vos". Pero Agus le sonrió y le dijo "No, no es mi pareja. Pero él me enseñó a disfrutar, a gozar plenamente. Lo que vos estás buscando no es un sádico, ni un novio. Vos estás buscando un Dom, una persona que te enseñe a disfrutar de todo, que esté ahí para hacerte gozar y con el que puedas rendirte toda. Si querés, yo te puedo pasar su número...se llama Fernando y se ocupa en ayudar a gente como nosotros...no te vá a cobrar nada y es de súper confianza". Hasta ahí, Agus estaba seria, pero sonrió, con sus ojos brillando y le dijo "y aparte, zorra, ya sé que te estás mojando mientras te lo digo". Caro se sonrojó y sin poder hablar, asintió brevemente; ambas estallaron en una carcajada cómplice.
El llamado
La voz en el otro lado del teléfono sorprendió a Caro. Esperaba una voz rasposa o más seca. La voz que respondió con un breve "hola" sonaba relativamente joven y amable, no la imagen de un ejecutivo sádico que las novelas le habían hecho esperar a Caro. Con el pulso galopante y la boca seca, Caro estuvo tentada de colgar, pero se lanzó:
"Hola, soy Carolina, una amiga de Agus...ella me dió su teléfono" empezó a decir
("¿tendría que haberle dicho otra cosa? ¿pensará que soy una loca?")
La voz tomó más calidez aun cuándo dijo "Hola, Caro...¿cómo estás?"
"Bien" fue todo lo que Caro atinó a decir.
"¿Te contó Agus lo que hago?" preguntó la voz. ("está sonriendo" pensó Caro "puedo escuchar una sonrisa...¿cómo se escucha una sonrisa? No sé, pero la escucho")
"Si, más o menos" le dijo ella.
"Y decíme ¿a vos te interesa explorar esta disciplina?" preguntó la voz, de forma amable pero con una firmeza mayor, como un fondo rocoso en un lago claro.
"...sí, creo que sí" dijo Caro.
"Ok, entonces, te propongo lo siguiente: tengamos una entrevista juntos. En esta entrevista no tiene que pasar nada, pero te aconsejo que vengas como irías a una entrevista de trabajo, es decir, arreglada. Encontrémonos en un café; si vemos que ambos estamos de acuerdo, podemos ir a un lugar para tener una primera exploración, pero todo es sin compromiso, en este punto. Si vos o yo consideramos que no vamos a continuar, nos damos vuelta y nos vamos ¿te parece?"
"...ok, me parece bien" dijo Caro mientras pensaba "¿Una entrevista? No esperaba algo tan...frío".
"Ok ¿el jueves en el Starbucks de Corrientes y Saenz Peña a las 19hs está bien?" preguntó la voz.
"Ok, dale, nos vemos ahí" dijo Caro mientras pensaba "seguro que es una joda de Agus...hablamos de esto en un Starbucks y me encuentro con el tipo en un Starbucks...vá a aparecer ella".
"Caro" dijo la voz. "¿sí?”. “Esto no es una joda". Y con esas palabras, que hicieron acelerar el pulso de Caro de nuevo, la voz cortó.
El Starbucks
Caro no sabía bien que es lo que esperaba de Fernando. Su whatsapp mostraba una pintura de una señora y algo rojo. Por las descripciones de Agus, estaba en el principio de sus cuarenta, pero no sabía mucho más.
Caro se sentó igual mirando la puerta, pero debe haberse colgado porque escuchó de repente una voz, la voz que preguntaba "¿Caro?" (ella sí tenía su foto en el whatsapp, sacada para la ocasión, con el vestidito negro de falda corta que le quedaba bien y mostraba sus piernas) y miró hacia arriba, observando a Fernando.
El hombre que la miraba, sin sonreír era tenía pelo oscuro, algo canoso y una barba más canosa. De estatura media y contextura física fornida: sus brazos son largos y poderosos y sus manos encallecidas, por el ejercicio en gimnasios. Estaba vestido elegante sport, con una camisa y pantalón de vestir que marcaban su pecho fornido; a diferencia de Martín, no había nada de impostado en Fernando, era simplemente un hombre.
Caro sintió como su pulso se aceleraba mientras Fernando le pidió, con un gesto elegante de la mano, si podía sentarse. Ella asintió, un poco agitada; Martín hubiera hecho una serie de comentarios, pero un breve gesto bastaba para Fernando.
Fernando se sentó y miró a Caro por sobre el Latte que ambos traían. Al principio, no dijo nada; su mirada penetrante pareció atravesar a Caro y ella se empezó a sentir turbada. Pero justo cuando estaba a punto de levantarse, Fernando sonrió y todo el mundo pareció colapsar en él. Cuándo habló, su voz sonaba más profunda de lo que se escuchaba normalmente.
"Caro ¡qué bueno conocerte! Me alegra mucho que me haya recomendado Agus, porque veo que sós exactamente el tipo de persona sensible a la que puedo ayudar. ¿Qué sabés de Dom y Sub?"
Así, de una, pensó Caro. "No mucho, solo algo que leí".
"Ok, dejáme explicarte lo básico. No es como las películas. No soy un millonario excéntrico; si bien me vá bien económicamente, no tengo mil empresas. La relación entre el Dom y el Sub es, esencialmente, una de guía. Mi función es guiarte hasta tu propio deseo, tu propio placer y dejar que puedas entrar en contacto con él. Para eso, vamos a establecer sesiones que se llaman 'escenas'. Cada sesión será con vos y conmigo. En esas sesiones, yo te voy a ordenar que hagas cosas. Cosas que por ahí tenés ganas y cosas que no. Tus dos únicas tareas son simples: hacer lo que te ordeno y gozar. No tenés que pensar, no tenés que preocuparte en nada, simplemente, tenés que liberarte. Yo me encargo de mostrarte el camino y vos tenés que andarlo. Por ahora ¿se entiende?"
"Si, creo que sí...pero, por ejemplo, si hay una palabra de seguridad, las safe words..." empezó Caro, queriendo mostrar de que sabía de lo que hablaba.
"No" dijo Fer, con los ojos flasheando, de forma calma pero firme. "No hay safe words conmigo. Tenés que rendirte a mi criterio. Si te digo que tenés que hacer algo, lo tenés que hacer. Es mi función cuidarte y preocuparme por vos. Vos tenés que confiar que, aunque haya algo que se sienta mal o con dolor, lo hago porque sé cómo hacerte llegar al placer. Lo que vamos a hacer es hablar ahora de un contrato tácito entre ambos, en el que vos me decís que no estás dispuesta a hacer bajo ninguna circunstancia y yo lo voy a respetar. Pero fuera de eso, me perteneces en cada sesión" dijo con una mirada cada vez más intensa Fernando, inclinándose hacia ella. "Sólo hay dos formas de terminar esta relación: que yo crea que ya no tenés necesidad y que vos me desobedezcas. Si hicieras eso, ya no seríamos más Dom y Sub. ¿Estamos de acuerdo?"
Caro ya se sentía excitada...el miedo y el deseo eran cada vez mayores y escucho una vocecita más pequeña que decía "no me gusta el tema de la caca ni el pis...¿está bien eso?".
Satisfecho, Fernando se sentó de nuevo atrás en el sillón. "Si, por supuesto...y me imagino que no trabajás sola, con lo cual, no marcas que se puedan ver...¿algo más?".
Caro sintió un puntazo en el pecho cuándo dijo "marcas" pero también se sintió excitada...solo alcanzó a negar con la cabeza.
Fernando sonrió, toda la intensidad desaparecida de su mirada. De nuevo era un señor mayor que ella, que podría haber sido un amigo de su hermano mayor. Caro alcanzó a decir "una sola cosa...yo tengo un novio, bah, alguien con el que salgo..."
"No me importa" la atajó Fernando "no me interesa tu vida fuera de este contexto, ni espero que te interese la mía. Pensá en nosotros como dos personas que van a estar dedicadas puramente a explorar tu deseo, a que te liberes. Luego, lo que hagas una vez libre, es cosa tuya.".
"Ok ¿cuándo empezaríamos?" dijo Caro.
"¿Por qué no ahora? Hay un hotel a la vuelta de acá".
Ahora sí, Caro sintió dos cosas: por un lado, miedo y por el otro excitación. ¿Voy a irme con un desconocido a un hotel? Pero solo atinó a decir "¿a un hotel?"
Fernando encogió un hombro; "si, un hotel nos da seguridad. Es un lugar que, si bien no es público, tiene la ventaja de que hay otras personas, por lo que da seguridad siendo privado. Una casa privada no es seguro para ninguno de los dos y choca contra la idea de que nuestra relación solo esté signada por el placer, ¿no te parece?"
"Ah, no lo había pensado" dijo Caro.
Fer sonrió "Para eso estamos, Caro. Mi tarea es encargarme de armar la escena. La tuya de simplemente gozar" dijo Fer, frente a lo cual Caro sintió que una parte de ella se relajaba. Finalmente, alguien que estaba dispuesto a liderar.
"Nunca hay mejor momento que el ahora. Vení" dijo Fer y tomándola de la mano, la llevó hasta la puerta.
El Telo
Caro no podía creer lo que estaba haciendo; estaba en un telo con alguien que acababa de conocer. Fernando pagó la habitación (la más cara, con Jacuzzi, etc. Incluida) y hasta que entraron no se hablaron.
Caro, nerviosa, habló primero mientras él miraba la habitación "¿Me vas a atar o a poner un gag?".
Fernando la miró serio y respondió: "desde este momento, estás entrando en el espacio de sumisión. Siendo que es la primera vez, te lo voy a explicar...una vez que entramos a una habitación, vos no podés hablar sin que te hable. En este espacio yo soy el Dom. Ahora lo único que me podés llamar es Señor ¿se entiende?".
Al escuchar "Señor" Caro se sintió conmovida y tuvo un flash con el Sr. Gastón. "Sí" atinó a decir.
"Sí ¿qué?" "Sí, señor", dijo Caro, agachando la cabeza.
Una sonrisa iluminó al Señor, quién le dijo "Caro, eso me complace. Vení acá que te voy a mostrar algo".
Caro caminó lentamente, pensando que le iba a mostrar un consolador, pero de un bolsillo el Sr.sacó una gargantilla de cuero. "Cuándo hayas aprendido a ser una buena sub, te voy a dar esta gargantilla...es una marca que en ese momento sós mí sub y yo soy responsable de tu placer. Ahora, explicáme como te tocás para acabar."
"¿Qué?" atinó a decir Caro. No era la respuesta correcta y vio como el Sr.se enojaba...rápidamente quiso enmendar con "no sé, me toco...ahí".
"Date vuelta" dijo el Sr. "Si,Sr." Empezó a decir Caro cuándo él la agarró por los hombros y la hizo dar vuelta. "No es necesario que hables, Sub" le dijo. "De hecho, es mejor que no. Sólo podés gemir y responder lo que te pregunte. Asentí si entendiste" dijo el Sr.
Caro estaba confundida y cada vez más excitada...su cercanía, sin llegar a tocarla, el aliento sobre su nuca, la sensación de estar bajo su control, el pánico...eran intoxicantes...tardó un poco, pero asintió y escuchó la cálida voz de su Sr. En la oreja "muy bien, sub...muy bien". Entonces, una mano fuerte, encallecida y cálida la tomó de la nuca y otra de la cadera, llevándola casi a la rastra a un sillón que había en la habitación.
Caro sintió como su Sr.le decía "Dobláte" pero al mismo tiempo la doblaba con su mano y su peso. Ella quedó doblada sobre el sillón, con la cabeza abajo en el centro del mismo y su cola arriba. Caro sabía que de esa forma, con su corta falda, su bombacha (de encaje, negra) se vería. Luego sintió como con sus pies, el Sr. Le separaba las piernas: se sintió totalmente dominada, con miedo y excitación. Estaba entregada, con la cabeza descansando en el sillón, la cola en alto y con su Sr. Atrás, sin poder verlo.
"Mostrame así como te tocás" le dijo su Sr. Caro empezó a tocarse por encima de la bombacha y él le dijo "No, tocate mejor, ya estás mojada y te huelo desde acá".
("¿cómo me puede oler? Pensó Caro...¿se da cuenta lo caliente que estoy?)
"Metete los dedos" le dijo. Caro empezó a metérselos y a subir la cabeza, hasta que sintió que una mano se la bajaba de nuevo.
"No te dije que te podías mover" le dijo su Sr. "Es que me cansa esta post..¡Ay!" empezó a decir Caro, cuándo sintió que la nalgueaban.
"Yo te voy a decir cuándo podés hablar...seguite tocando" le dijo su Sr.
Caro se sentía cada vez más excitada, pero preocupada. El miedo estaba ganando espacio, en cada intento de mantener la postura forzada. También se daba cuenta que la sangre le subía a la cabeza, pero no quería decir nada...aunque el orgasmo al parecer no venía.
Sus dedos estaban cada vez más acalambrados, más desesperados, cuándo escuchó la voz de su Sr. Que le decía "no te vengas todavía". No doy más, pensó Caro, ya no aguanto más. Sus dedos empezaron a bajar de revoluciones, resignada a no alcanzar su orgasmo cuándo de repente sintió una mano de nuevo en su nuca y una serie de golpes en las nalgas.
"¡Tocáte! ¡Tocáte, sub!" Le dijo su Sr. Ella empezó frenéticamente: los nalgueos no eran muy dolorosos, pero su cola se estaba volviendo sensible. Empezó a tener miedo y sintió angustia, alcanzó a pensar "me voy a poner a llorar" y Caro empezó a gemir, casi de miedo cuándo escuchó la voz de su Sr. Que decía "ahora, sí, veníte Sub" y de repente sintió como el miedo, el dolor, la angustia y los nalgazos se transformaban en calor. Escuchó a alguien gritar mientras se sentía desvanecer y su último pensamiento consciente fue que esa voz era conocida...
El fin de la escena
Caro volvió a tomar conciencia en la misma posición que estaba antes, con las piernas temblando por el cansancio, doblada sobre el sillón. Un hilo de baba caía de su boca, en el asiento y el brazo del sillón estaba manchado con algo húmedo: pensó que era su acabada pero había demasiado líquido.
Su Sr.Apareció frente a ella.
"Acabaste con squirting...¿te había pasado antes?"
"...no, nunca" respondió confusa, Caro.
"Este es el fin de esta escena, Caro. Si tuviéses una gargantilla, un choker, te lo sacaría y vos sabrías que ya podés llamarme Fernando. Pero me complace este resultado: tenías tus dudas, pero vas a ser una excelente Sub." Dijo Fernando.
"¿Qué? Ya...¿está? Y ¿vos?" Dijo Caro, queriendo decir que todavía Fernando no había acabado. Pero en realidad, ella estaba filtrada: nunca se había sentido tan cansada, tan vacía y a la vez tan a gusto.
"Caro, no soy un novio. No tenés que hacerme acabar. Cuándo lo considere necesario, voy a acabar. Pero ahora, estoy acá para ayudarte y para hacerte sentir bien. Vení conmigo que te abrazo." Dijo Fer con una sonrisa cálida.
Ambos pasaron el resto del turno abrazados. Caro dormitó, entrando y saliendo del sueño. Nunca antes se había sentido tan contenida, tan plena y al mismo tiempo vacía: vacía de angustias, de sufrimiento, de reclamos y pensamientos. Intentó agarrar y tocar a Fer varias veces pero él sonrió dulcemente y solo dijo "ya vá a haber ocasión".
Caro le preguntó, mientras se estaban preparando para irse "Fernando, una sola consulta. Esto...fue increíble, pero vos hablás de liberarme. ¿Cómo el sometimiento puede llevar a liberarse?".
Fernando se quedó callado y le dijo, luego de unos momentos "Porque la verdadera libertad está libre hasta de la necesidad de ser libre".
Caro lo escuchó...lo pensó un rato, en silencio y decidió que era algo que quería experimentar.
Al final, se despidieron en la puerta del telo. Caro, turbada, sensible dijo "¿cuándo te voy a volver a ver?" y se arrepintió al momento. "Parezco una boluda de telenovela" pensó.
Pero Fernando solo sonrió y acercándose a su oído le dijo "Sub, tu entrenamiento acaba de comenzar...ahora volvé a tu casa y preparáte para nuestra próxima lección".
2 comentarios - Liberando el Deseo de Caro: el primer encuentro