Esta es la historia de Paula, una chica que a los 19 años la curiosidad la empieza a llevar por experiencias nuevas que cada vez resultan ser más intensas. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 6: El nuevo vecino
Mi noche de Navidad con Santiago podría decirse que marcó un antes y un después en mi vida sexual. Hasta ese momento solo me había acostado con Lucio (sin contar mi noche con Noemí) y no me había atrevido a hacer muchas cosas en la cama. Santiago fue el primer chico casi desconocido con el que tuve sexo casual por una noche y nunca más. Sin embargo tan solo dos semanas después de que estuve con él conocí a alguien que fue mucho más importante, por lo que en realidad, el antes y el después en mí vida lo marcó él: Nicolás.
El año siguiente arrancó con mucho calor y con el deseo de unas vacaciones en la playa que se hicieron esperar hasta la segunda quincena de Enero. Por lo que para pasar el calor, la pileta del solárium del edificio donde vivo era lo más lindo que había. El edifico es de diez pisos con dos departamentos en cada piso y un solárium bastante chico, pero con una pileta que en el verano se suele llenar de gente por la tarde. Sin embargo a la mañana está bastante tranquilo y por ende a mí me gusta bajar a tomar algo de sol mientras leo un libro o escucho música y paso el tiempo tomando colorcito para las vacaciones.
La última semana del año vimos bastante movimiento en el edificio: al 5to A se estaba mudando un nuevo vecino. La primera vez que lo vi fue cuando nos estábamos yendo el 24 a la casa de mis tíos. Yo salí con mi shorcito y mi remera cortita del ascensor y me lo crucé en el palier, entrando unas cajas con sus cosas al ascensor. “Hola” lo saludé y me quedé sorprendida al verlo. ¡Era hermoso! Con 30 años, se paraba delante de mí un morocho de pelo cortito, ojos verdes, labios preciosos y carita divina. Además tenía un cuerpo que se veía muy bien, con brazos anchos y musculosos, piernas trabajadas y una cola parada y firme. ¡Divino!
- Hola. ¿Cómo andas?- Me dijo dejando las cajas en el ascensor y volviendo al palier para agarrar otras cajas.- Nicolás.- Se presentó y me miró esperando que yo hiciera lo mismo.
- ¡Ah hola! Paula.- Le dije algo distraída por la forma en la que su brazo se flexionaba al levantar una de las cajas de cartón.- Vivo en el 10mo A. ¿Vos te mudás al 5to verdad?- Le pregunté siguiéndole la conversación y tocándome el pelo.
- Sí. Sí.- Me dijo dejando nuevamente las cajas en el ascensor y limpiándose las manos para extenderme una y saludarme.- Un gusto.
Después de ese día, parecía que el destino quisiera que Nicolás y yo no encontráramos todo el tiempo. Al día siguiente nos volvimos a ver en el palier cuando salí con Antonella a comprar un helado; después me lo crucé dos días más tarde en el solárium cuando estaba viendo con un técnico de donde iban a colgar el aire acondicionado de su pieza; el 31 a la mañana lo vi entrando algunos muebles con un amigo y no pude evitar quedarme mirándolo algo atontada. Era oficial, mi nuevo vecino me gustaba mucho.
La historia empezó el primer sábado de Enero a la mañana, en el solárium. Como de costumbre yo había bajado a tomar sol a eso de las 10 de la mañana aprovechando para tostarme un poquito más para esa noche, y para mi sorpresa él bajó unos minutos más tarde. “Hola” me saludó sentándose en una reposera uno poquito más allá de donde yo estaba. “¿Vos eras la chica del 10mo verdad?” me preguntó y con una risita tonta le dije que sí. “Paula” le recordé antes de que me preguntara mi nombre.
- ¡Gracias! Soy bastante malo con los nombres.- Me dijo.- Pero ya está, el tuyo me lo voy a acordar. “Paula: la chica bonita del 10mo”.- Dijo recostándose sobre la reposera y yo volví a reír con una risa tonta.
Se sacó la remera y el sol se reflejó sobre su pecho divino. Nicolás era muy musculoso, con un cuerpo excelentemente trabajado y con unas abdominales, pectorales y bíceps que se hacían notar. ¡Estaba para el crimen! Y pareció darse cuenta de que no podía evitar mirarlo ya que enseguida sacó conversación. “¿Y qué haces Pau? ¿Estudias?” me preguntó. “Sí, sí. Kinesiología” le dije y él empezó a ponerse protector y parecía que la baba se me iba a caer en cualquier momento. “¡Mirá vos, qué bueno! Yo vivo contracturado” dijo riéndose mientras se pasaba algo de protector por el brazo y resaltaba sus músculos.
- Yo soy contador.- Me dijo al ver que yo no le preguntaba nada.- Trabajo de administrativo en una empresa de seguros hace ya varios años. Algo aburrido. ¿Y estás de novia Pau?
- No. No.- Le contesté rápido siguiendo impactada por su cuerpo.
- ¡Qué bueno!- Me dijo él dándose cuenta de lo que pasaba.- Nos vamos a llevar bien entonces. ¿Querés protector o ya te pusiste?- Me preguntó después.
- Ya me puse.- Le dije enseguida pero al instante me di cuenta de que no era la respuesta que él esperaba.- Pero ahora me toca de espalda y siempre se me complica. ¿Me ponés vos?
Ese fue el comentario que él quería escuchar. Nicolás se levantó y se sentó en la reposera que estaba al lado de la mía mientras yo me daba vuelta y me sacaba el pelo de la espalda. “Esperá” le dije al ver que él se echaba un poco de protector en la mano y me desabroché la parte de arriba de la bikini utilizando como excusa de que si no lo hacía siempre me quedaba la marca. Entonces Nicolás acercó su mano a mi cuerpo y me empezó a ponerme protector.
Sus manos comenzaron sobre mis hombros y despacito iban bajando haciendo dibujos en forma de círculos sobre mi espalda. No dejaba ninguna parte sin cubrir, poniéndose un poco más de protector en las manos y volviendo a mi cuerpo de manera suave pero bien intensa. Cerré los ojos y sentía una sensación muy extraña que iba desde mis pies hasta mi cabeza y algo morboso pero sexual se apoderó de mí. “En la cintura poneme bien que ahí nunca llego” le dije y sus dedos siguieron bajando por mi cuerpo hasta llegar bien arriba de mi malla. Sin que me diera cuenta mis piernas se fueron abriendo lentamente a medida que Nicolás me seguía poniendo protector en la parte baja de la espalda.
- ¿En la cola te ponés, Pau?- Me preguntó pero antes de que le contestara él ya se estaba echando protector en la mano para untármelo en mi cuerpo.
- Sí, sí. Poneme.- Le dije entonces sin poder creer lo que estaba sucediendo.
Automáticamente sentí una mezcla de frío y calor a causa del protector y de su mano que me tocaba mi cuerpo. Comenzó en forma circular por uno de los cachetes y siguió por el otro pasando sus dedos de manera bien intensa por la raya de mi cola. Callada, dejé que él siguiera haciendo lo que quería por encima de mi piel. Estaba totalmente entregada a sus manos y saber que si alguien se asomaba por la ventana podía vernos me volaba la cabeza. Comenzaba a excitarme mucho.
Entonces sus dedos empezaron a irse por la entre mis piernas y sentía como hacían presión sobre mi culito y segundos después sobre mi concha. Abrí un poco más mis piernas y él corrió despacito la malla hacia un costado para empezar a tocarme la conchita. Al principio fue solo con un dedito, que de forma suave y lenta se abrió lugar hasta llegar a los labios de mi concha. No podía creer lo que estaba pasando, era algo que no me esperaba en absoluto, y sin embargo me encantaba lo que sucedía pues me hacía sentir tan puta que me calentaba mucho más. Su dedo empezaba a abrirse camino entre mis labios. De a poquito iba entrando en mi cuerpo…
De golpe sentimos como la puerta del solárium se abría y él automáticamente sacó su mano de ahí y yo cerré mis piernas. Abrí los ojos y un segundo después pude ver como la señora del 7mo piso entraba al solárium con una revista en la mano y una toalla en la otra. “Hola” la saludamos los dos al mismo tiempo y ella nos saludó después. Giré la cabeza y miré a Nicolás y pude ver el deseo y las ganas con las que se había quedado en su rostro. Como pude me acomodé la malla y él se recostó sobre la reposera y nos quedamos completamente callados.
La señora del 7mo se sentó al lado mío y empezó a preguntarme sobre mi familia por lo que entablamos una conversación un poco forzada que yo trataba de seguir con la idea de hacer como que nada había pasado. A los pocos minutos Nicolás agarró las cosas, me guiñó un ojo y nos dijo a las dos que se iba un rato a su casa. Casi al instante, después de que cerró la puerta, me sonó el celular indicando que me había llegado un mensaje. “Hola chicas, hacemos algo hoy a la noche?” preguntaba Noemí en el grupo de WhatsApp de la facultad.
- Es mi mamá, me dice que suba a darle una mano con unas cosas de la casa.- Le mentí a la señora del 7mo y enseguida agarré mis cosas y salí caminando en malla, apurada hacia el palier del edificio para encontrarme con Nicolás en la puerta del ascensor.
- ¡Que buena cola que tenés Pau!- Me dijo una vez que estábamos tirados en la cama de su casa con el aire prendido a full.
El se acostó encima de mí y yo lo envolví con mis brazos y mis piernas en un beso que se notaba que se había hecho esperar. La calentura que me habían generado sus dedos rozando mi espalda, mi cintura, mi cola y después mi concha, era la misma que le había generado a él mis curvas. El beso era bien fogoso, totalmente caliente, de esos en los que te comen la boca con ganas, mientras tanto sus manos iban como locas por todo mi cuerpo, sacándome la bikini en tan solo cuestión de segundos.
Sus labios fueron directo a mis tetas y las lamió bien rápido para después seguir bajando por mi pancita hasta mis piernas. Sumergió su cabeza en mi concha y empezó a chuparla con ganas. Se notaba que le encantaba hacerlo y pude sentir un placer casi instantáneo en cuando su lengua tocó mi piel y sus manos se posaron en mis muslos. Un cosquilleo atravesó todo mi cuerpo al momento en que me empezó a chupar la concha y siguió hasta que terminó.
Estábamos los dos muy calientes, sin embargo llegué a decirle que se ponga un preservativo que sacó casi mágicamente de la mesita de luz. Se lo puso y enseguida apoyó su pija sobre la puerta de mi conchita y comenzó a meterla. Er hermosa y bien grande, de unos 20 centímetros y muy gorda, la más sorprendente que había visto hasta el momento y era algo increíble. Se sentía muy bien entrando y saliendo de mi cuerpo y me provocaba un placer inmenso la forma en la que Nicolás se movía, con una sensualidad latente y una fuerza pasional.
Me cogió por un buen rato así, hasta que después me dio vuelta y me puso en cuatro sobre el colchón. “Esta cola quería ver” dijo dándome un chirlo que me provocó un grito de dolor y placer al mismo tiempo. Introdujo nuevamente su pija en mi concha y no pude contener un gemido de placer que ahogué mordiendo la almohada. Nicolás apoyó sus manos sobre mi cintura y empezó a cogerme bien fuerte en cuestión de segundos. Se sentía muy placentero, una satisfacción inmensa recorría mi cuerpo a medida que me penetraba cada vez más duro. “¡Que buena cola!” insistió y volvió a darme un chirlo que me puso más loca de lo que ya estaba. Quería gritar pero no podía, tenía que contener mis gemidos mordiendo la almohada y apretando bien fuerte las sábanas con mis manos. Pero su pija me estaba calentando muchísimo, me encantaba como entraba y salía de mi cuerpu y como su cintura chocaba sobre mi cola causando un ruido seco que se oía por toda la habitación.
- ¡Sí Pau, sí!- Gritó él y empezó a darme aún más duro.
Necesitaba gritar, necesitaba descargar toda esa emoción sexual que tenía acumulada desde que nuestras miradas se cruzaron apenas llegó al solárium. Entonces solté la almohada y pegué un grito inmenso de placer que se debió escuchar por toda la casa y un instante después me invadió un orgasmo hermoso que concluyó con Nicolás emanando unos gemidos de placer al mismo tiempo que acababa y volví a golpearme la cola con su mano.
- ¡Qué lindo que fue cogerte Pau!- Me dijo una vez que se levantó y se fue al baño a tirar el forro.
Yo me quedé recostada sobre la cama disfrutando del placer que me había provocado mi nuevo vecino y cuando lo vi volver no pude contener una sonrisa culpable. Todo transpirado, con sus músculos marcados, su cuerpo bronceado y su pija inmensa colgando entre sus piernas. ¿Podía ser Nicolás el amante que necesitaba? Se acostó al lado mío y me apretó bien fuerte la cola para después preguntarme que hacía esa noche.
- Salgo con mis amigas.- Le dije al recordar el mensaje de Noemí y suponer que seguro las chicas habían armado algo para esa noche.
- Bueno, salí y disfrutá.- Me dijo el relajándose.- Pero en la semana quiero que nos volvamos a encontrar preciosa. No sé si me puedo resistir a esa cola.- Agregó pegándome nuevamente un chirlo.
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