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Me come una verga grande.

Dejé pasar mucho tiempo antes de pensar en tener sexo después de mi pésima experiencia con mi primo, que me dejó traumada. Sin embargo, inesperadamente apareció alguien que me cimbraría todos los átomos de mi cuerpo con su hombría y su forma de hacerme el amor.


Eran vacaciones y una vecina que trabajaba en una agencia de viajes me invitó a ser edecán en un congreso de hombres de negocios que habría en un hotel de un puerto cercano a donde vivíamos; acepté sin pensarlo y me preparé para esos 4 días perfeccionando mi inglés ya que era internacional el evento. El primer día sería yo, junto con otras edecanes, responsable de recibir a los participantes y llenar unos formatos para que una buena operatividad y la eficiencia en los programas; en eso estaba en un mezzanine del hotel cuando se presentó un negro alto y feíto, de boca muy grande y con uniforme de chofer, a decirme que un tal señor Yasser venía en camino, pero no llegaría a tiempo para inscribirse, que venía él en su representación para hacer el trámite. Busqué en la lista y sí se encontraba su nombre por lo que le tomé los datos preguntando al negro, que dijo llamarse Abdel Karím, la información requerida; traía yo una blusa un tanto ajustada y hacía ver mi busto muy parado, lo cual parecía ilusionar e Abdel, que cada vez que volteaba a verlo, lo pillaba viendo hacia mis senos con ojos libidinosos y no parecía importarle y hasta le hacía gracia porque me sonreía; nos despedimos y así quedó todo, no creí que lo volvería a ver.


Pero al terminar el día laboral que salí a tomar taxi para ir al centro comercial, estaba Abdel recargado en una limusina, al parecer esperando a su jefe; desde que aparecí fijó su vista golosa en mis curvas e instintivamente empecé a contonearme más al caminar mientras me acercaba a él. Al pasar junto me hizo una reverencia y me dijo que yo era la mujer de sus sueños convertida a realidad; yo le agradecí y seguí hacia la calle donde estaban los taxis ahora moviéndome más y sintiendo su intensa mirada deseando encamarme. Al subir al auto volteé y me dijo adiós con una mano, saludándolo igual... entonces mi imaginación y mis ganas de tener hombre se combinaron para elucubrar en una posible relación con el negro trompudo: ¿qué se sintiera ser besada por ese montón de boca de gruesos labios?, ¿sería verdad que los negros tenían mucha verga?; una sonrisa de picardía se pintó en mis labios y el resto del día me convencí de que no sería mala idea probar aquel bocado de macho, aunque no era muy agradable de la cara.


Al día siguiente y con el mismo pretexto, salí después del evento a la misma hora hacia la calle y ahí estaba Abdel, ahora metido en la cajuela del auto, bajando una maleta; muy sexy y sensual me acerqué haciendo sonar fuerte los tacones logrando mi cometido, volteó y dejando la maleta en el piso, me hizo una caravana preguntándome al tiempo si le aceptaría acompañarlo esa noche a un refresco en el bar del hotel... por supuesto que acepté y quedamos de estar a una hora.


Llegado el tiempo, nos encontramos y pedimos bebidas; él un whiskey y yo mi vodka. Abdel se veía muy galán enfundado en traje, yo en vestido de una pieza que enseñaba mucho mis hombros y buena parte de mis senos. Entre plática y bebidas se fue el tiempo y llegó la relajación que la bebida y el ambiente provocan; estábamos en una mesa sentados de frente y él me tomo una mano con su manota y me acarició como si tocara una flor, con mucho cuidado. Mirándome con fuego en los ojos me solicitó que lo acompañara al cuarto de su patrón y me sorprendí, le pregunté si acaso quería hacer un trío; después de una carcajada me dijo que no, que esa noche su jefe iría pasar la noche en la playa con muchachas "de renta". Entonces asentí y le guiñé un ojo provocativamente... me llevó abrazada al cuarto y en el elevador me arrimó su cuerpo por la espalda tomando mis hombros con suavidad y respirando en mi cuello... mi piel se erizó de placer y al abrir la puerta del elevador, tomé sus manos e hice que me abrazara por la espalda entrelazando nuestras manos en mi vientre; así caminamos hasta el cuarto, el cual abrió y me cedió el paso galantemente.


Apenas adentro, me volví y lo abracé por el cuello, ofreciéndole mi boca; él me aferró contra su cuerpo, me arrimó su garrote ya muy duro y de buen bulto, y me plantó sus labios en toda mi cara, literalmente me comió con su bocota, moviendo la mía a su placer con su también gran lengua que hundía en mi boca acariciando lengua, paladar, dientes, anginas... ¡creo que me llegó hasta el estomagooooo!


Luego pasó a comerme una oreja, el cuello, los hombros, su respiración caliente me quemaba la piel y al tiempo sentía como me dejaba babeado donde iba pasando su boca; me aturdía y me sacaba hondos suspiros que parecían provenir desde la vagina, que empezaba a mojarse y a necesitar una envergada tumultuaria. Me quitó el vestido y el brasier, y al saltar mis tatas henchidas de pasión se abalanzó sobre ellas golosamente para pasar su lenguota rasposa en uno y otro seno, lo que me hacía aullar de excitación, entonces se dedicó a meterse mis tetas en su boca, que casi cabían completas y succionó con mucha fuerza; primero se me volteaban los ojos y me hacía temblar a cada embestida hasta que mis pezones protestaron del dolor y alejé su cabeza de mis tetas.


Ya mi coño iniciaba su regurgitación hacia un orgasmo y le pedí que me siguiera comiendo hacia abajo lo cual hizo sin pensar; su gran boca pasaba por mi vientre hundiendo su lengua, causándome entre placer y cosquillas que me hacían retorcerme como culebra. Perdí la noción de lo que hacía porque no me di cuenta que le hincaba las uñas en la cabeza hasta que me pidió que no lo hiciera, aproveché esa pausa para desvestirlo con rapidez ayudando él con eso; me arrodillé y al bajar su pantalón y trusa pude ver un magnífico trozo de carne negra y firme que caía por efecto de su gran peso, pues al levantarlo con mis manos supe que estaba muy pesada.
Una cabeza más gruesa que el tronco parecía una fruta suculenta y deliciosa que parecía exigirme que la mordiera y le extrajera todo su jugo y sí, me prendí como si tuviera muchos días sin alimentarme; apenas me cabía esa fruta que tenía un aroma muy fuerte a hormonas que se fue difuminando conforme yo sorbía la piel de su glande, igual de ansiosa bajé por el tronco entre lenguadas y chupadas hasta llegar donde se junta con su huevos, enormes para variar, su tubo seminal era muy abultado y seguramente saldrían chorros gruesos de semen por ahí. Pude escuchar que al lamer donde se juntan el garrote y los huevos lanzó unos gemidos gangosos y se estremecía, por lo que me dediqué a succionar justo ahí donde se une el garrote con los huevos. Él me presionó la cabeza contra su sexo y le di mordiscos y lenguazos, que ahora lo hacían rugir; entonces me paré y tomando la cabezota de su palo lo jalé rumbo a la cama, que era gigante y muy adornada.


Me recosté y me abrí de piernas esperando que me penetrara ya con su hermosísimo pene, pero no, Abdel metió su cabeza entre mis piernas y con la maestría de un experto me trabajó los labios de mi coño, haciendo pausas que me desesperaban hasta que decidió hundir su lenguota para frotar mi necesitado clítoris... y llegó un espléndido y relajante orgasmo, en medio de movimientos convulsivos y gemidos mientras mi hombre sorbía mis jugos golosamente. No terminaban mis convulsiones y levanté mis caderas, lo vi con toda la lujuria del universo exigiéndole con la mirada que me llenara de verga la vagina; entonces se dejó venir sobre mi colocando su garrote en mi entrada y me lo fue incrustando con movimientos de vaivén lentos y sinuosos de ambos. Mi vagina agradecía aquellas caricias latiendo y lanzando más jugos, mi negro me aplastó con su cuerpo e inició a bombear su miembro mientras me abrazaba y me hablaba con palabras dulces entre gemidos y ronroneos; no sé si fue un largo orgasmo o fueron muchas consecutivos mientras él me cogía cada vez más rápido, hasta que sintió que se le venía su leche, pero, extrañada yo, sacó su palo y se levantó quedando arrodillado.


El negro entonces tomó su pene y me apuntó con él mientras se masturbaba con ahínco a dos manos lo cual no llevó más que unos segundos; de su verga empezaron a salir chisguetes gordos de semen que me golpeaban en el vientre, las tetas, el cuello, la cara; era toda una lluvia de agüita blanca y caliente que me embadurnaba la piel... era excitante el espectáculo y yo con mis manos me acariciaba untándome su semen pegajoso y condensado por todo el cuerpo y la cara. Mi macho acercó su pene a mi boca, que abrí, para terminar de exprimir su tronco y me cayeran sus últimas gotas en la garganta, las que me tragué encantada de la vida. Luego se acostó sobre mí y se regodeó en mi cuerpo para embadurnarse también con la leche que me había arrojado; se revolcó en mi piel hasta que, satisfecho, se levantó dándome un gran beso.


Se acercó a un espejo de cuerpo entero y se admiró de sí mismo, como modelando para espectadores. Tomó una cámara y se tomó fotos así, en diversas posturas. Yo me extrañé, pero lo dejé ser yendo al baño a tomar una ducha, al salir, él ya estaba vestido y sonriendo pícaramente; se había puesto la ropa aún con su semen en la piel, le guiñé un ojo y me dediqué a arreglarme mientras él silbaba muy alegre. En el trayecto del elevador me llevó de nuevo abrazada por la espalda y al estar solos bajando me dijo, frotando su verga entre mis nalgas, que la siguiente noche me llevaría a otro hotel donde me atravesaría su garrote por el culo, me asusté un poco al imaginar la cabezota de su palo destrozando mi ano, pero ni modo, le sonreí coquetamente y asentí... lástima que al día siguiente su patrón tuvo que regresarse a su país de urgencia llevándose con él a ese muñeco de ébano que se dio un banquete con toda mi piel y yo me quedé ganosa de ser comida de nuevo, perdiéndonos ambos de otra fascinante revolcada.

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