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Siete por siete (178): Todd




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Compendio I


(Para Marisol: Aunque no acostumbro a escribirte los martes por la tarde, anoche te vi tan preocupada y confundida, que me hice mi tiempo. No quise decírtelo por Skype, ya que habría sido una discusión para rato y cobardemente, me aguanté hasta refugiarme en faena para contarte toda la verdad. No le culpo, Ruiseñor, porque a pesar que nunca pareces creerme, eres una mujer bella y tu “alumno preferido” parece concordar con lo mismo. Lo único que te sugiero es que lo abordes con discreción y respeto. Honestamente, no puedo sentir celos, porque de haber tenido una maestra tan bonita como tú, tal vez me habría involucrado en avatares similares con tal de apreciarte de esa manera. Nuevamente, te pido disculpas por mi cobardía y no olvides que a pesar de todo, te amo demasiado.)
Una de las razones por las que viajo tranquilo a mi trabajo es saber que Marisol le cuesta relacionarse con hombres de su edad o mayores, por las molestas experiencias que le tocó vivir.
En cambio con niños, ella es mucho más afectiva, maternal e inocente…
Mi esposa está a cargo de la asignatura de Historia en un curso de 25 alumnos de cuarto de primaria y dada la personalidad carismática y juvenil de mi mujer, para muchos de sus alumnos es la asignatura favorita.
Pero de entre todos estos alumnos, uno de ellos constantemente destacaba en las anécdotas de mi esposa…
Todd es un muchachito rubio, de ojos celestes y mejillas sonrosadas y saludables, delgado y travieso, que ocasionalmente empezaban sus historias con que “En la tarde, Todd se cayó otra vez…” o con “Todd de nuevo se golpeó con la puerta…” u “Otra vez, las niñas le pegaron a Todd…”, por lo que para mi esposa pasó a ser una especie de “pajarillo desvalido”.
Generalmente, las historias de mi esposa terminaban con que ella abrazaba al chico por unos 10 o 15 minutos, o bien, él buscaba su abrazo y que “una vez repuesto, volvía a jugar con sus amigos”, por lo que no lo tomé en demasiada consideración.
Y a causa de nuestra pronta partida en diciembre, durante la última reunión de padres y guardianes (a la que tuve el placer de asistir en compañía de mi esposa), propuse que organizásemos una fiesta de Halloween en casa, aprovechando que salía del turno, moción que fue aceptada por el comité.
Originalmente, pensamos organizarla el 31, pero en vista que se anunciaban lluvias, acordamos moverlo al sábado pasado, de manera que pudiera descansar y preparar todo con mayor calma...
Renté un equipo de camas inflables, organicé un corralito para infantes (del que se encargó Lizzie) y pedí ayuda a Kevin y a Fio, para que me ayudaran con el asado y las golosinas, mientras que yo me encargué de los bocadillos para adultos.
La mayoría de los niños que asistieron vinieron en compañía de sus madres.
Pero a pesar que Fio llamaba la atención de los padres, tampoco les pasaba desapercibida las redondeces de mi jovencita y preciosa mujer
Marisol se vistió de manera sobria, con bermudas de mezclilla y una polera de algodón blanca (tomándose también el pelo con una cola de caballo), para poder correr sin problemas, jugueteando con sus alumnos.
Hasta que eventualmente, me presentó a la “estrella de esta historia”…
“¡Mira, Todd! ¡Él es mi esposo! ¡La persona que más amo en el mundo!” señaló mi mujer, agachándose a la altura del pequeño, muy sonriente.
Le tendí la mano de manera amistosa, pero podía notar lo mucho que yo le desagradaba por la forma en que me miraba y apenas me saludó, salió corriendo por ahí…
“¡Discúlpelo, tiene problemas sociabilizando!” dijo una hermosa mujer, de unos 35 años, rubia y delgada, con una actitud mucho más amigable que su hijo. “Mi nombre es Lina. ¡Es todo un placer!”
A Marisol le agradó bastante su gesto y me dio a entender por sus miradas y aspavientos que quería que intentase algo con ella.
Pero con la cantidad de invitadas y el rotundo éxito que tuvieron mis bocadillos vegetales, apenas me pude despegar de mi puesto.
Fue así como presencié todo…
No debieron pasar más de 3 minutos tras la “primera caída”. De alguna manera, el pilluelo chocó corriendo con una silla, armando un gran estruendo.
Mi esposa me miró, diciendo que ella se encargaba del pequeño.
“¡Disculpe las molestias! ¡Le he dicho muchas veces que sea cuidadoso, pero nunca me escucha!” se disculpó Lina, quedándose a mi lado, sin siquiera preocuparse por su hijo.
“¿Pasa esto a menudo?” pregunté, al ver que ella apenas levantaba una ceja al escuchar el barullar de su hijo.
“Bastante. Mi ex esposo y yo lo hemos llevado a varios psicólogos, porque creíamos que era un trauma por nuestra separación… pero no han encontrado nada.”
Lo que me llamó la atención fue la manera en que él abrazó a mi mujer: Mientras que Marisol lo envolvía en un abrazo completamente maternal, el pequeño bribón se acomodaba con completa normalidad sobre el pecho derecho de mi mujer, dándose el lujo de restregar su rostro sobre sus pechos, con una cara de placer que nada reflejaban los quejidos que segundos atrás daba y mientras “más y más se calmaba” el pequeño, más apretado era el abrazo de mi mujer.
Como guinda del pastel, al verlo más repuesto, mi esposa le dio un beso en la frente y una caricia en sus cabellos y lo mandó a correr otra vez.
“Creemos que lo hace para llamar la atención, porque siempre pasa cuando vienen visitas…” continuó Lina, al ver que seguía atentamente a su hijo con mi mirada.
Y de hecho, no pasaron otros 2 minutos más, donde tras correr un poco, chocó con una invitada y cayó secamente sentado.
Nuevamente, el pequeño forzó un berrinche y la mujer, claramente alterada, lo tomó en brazo y lo “acogió en su seno”…
Muy desconcertado, contemplé cómo el chiquillo le agarraba y pellizcaba el seno impunemente a la mujer…
“¡Es horrible!” prosiguió Lina, “mirando” a su hijo, pero no “observando” lo que este hacía. “Ni siquiera puedo invitar a mis amigas al departamento…”
“¿Se junta mucho con sus amigas?” consulté, notando ya el patrón…
Ella sonrió “de la otra manera”, al verme interesado por su retoño.
“No tanto como quisiera. Una vez a la semana, nada más…”
Y fue entonces que llegó el turno de Fio…
Al parecer, se habían agotado las golosinas para los niños y alcancé a divisarla caminando hacia la cocina, cuando el pequeño pervertido la embiste con tanta fuerza que ambos caen al suelo.
Nada me sorprende que el pequeño haya quedado montado a caballo del vientre de mi vecina, “haciéndose el inconsciente” sobre sus voluptuosos pechos, pero no se esperaba que su marido lo levantara con una sola mano, por lo que terminó espantado al ver el musculoso brazo de Kevin, que tras preguntarle si estaba bien, se preocupó de su esposa.
Lo que me terminó perturbando más fue que al enterarse del “nuevo accidente”, Marisol atendió al pequeño herido con otro fuerte abrazo, del cual el pequeño volvió a victimizarse…
Pero el susto que se llevó con Kevin debió calmarlo, porque se quedó algunos minutos sentados. Ya más repuesto, emprendió el vuelo como ave al acecho y Lizzie se salvó por estar cubierta por la reja que dividía a los pequeños.
Pero en vuelos rasantes por mi patio, veía cómo el pequeño bandido buscaba a sus víctimas, sin mucha suerte, ya que muchas de ellas se habían sentado, incluyendo a mi esposa.
Fue en ese momento que se dirigió a un grupo de amigas de su edad y aunque empezó a hablar con ellas de manera simpática, de a poco se fueron tornando sus miradas en más molestas y los tratos de Todd no fueron del todo caballerosos, en el sentido que las punteaba con el índice, jugueteaba con sus cabellos y hasta se atrevió a levantarle la falda a una de sus amigas.
Esta, ya cabreada con la situación, le dio un fuerte manotazo en la cara, haciendo que una vez más, el chiquillo chillara y nuevamente, mi esposa acudiera en su auxilio.
Pero en esta oportunidad, el travieso muchacho colocó su cabeza entremedio de sus pechos, sacudiéndolos como si fuese un polluelo buscando el amparo de su madre y al ver que Marisol le abrazó más fuerte, terminó posando sus manos en torno al cuello de mi esposa y nuestras miradas se encontraron…
La sonrisa que me dio era con la más absoluta malicia y a pesar que no habíamos hablado, entablamos un “duelo sin palabras”, donde yo sacaba la peor parte…
El travieso muchacho aprovechaba de besar las mejillas de mi mujer, disfrutando de mi enorme humillación, al ver cómo me ponía los cuernos y yo poco o nada podía hacer al respecto, presagiando que su palabra pesaría más contra mí.
Y una vez que mi esposa le soltó, al verlo más repuesto, Todd salió corriendo, sin parar de mirarme y sonreír, para voltear forma de 8 y abrazar a mi esposa por detrás.
Mientras que muchas madres consideraron el gesto como un acto de ternura, yo apreciaba claramente cómo aquel diablillo se prendía del trasero de mi esposa como si fuera una cola, abrazando sus piernas y posando sus manos muy cerca de su pubis, mientras que mi esposa, sin parar de reírse por verse atrapada así, acariciaba al pequeño en la cabeza para que le dejara libre y poder caminar.
Logró convencerlo para que se sentaran (Marisol estuvo jugando sanamente con sus otros estudiantes) y bebieran un refresco, a lo que el pequeño canalla vislumbró una oportunidad de oro.
Tras pedirle insistentemente si le podía ayudar a servir, el mocoso marchó a la mesa de las bebidas, me miró con bastante malicia, regresó “saltando con la botella” y al momento de destaparla mi esposa, quedó empapada de pies a cabeza.
Como si no hubiese tenido suficiente, el bandido volvió a llorar, disculpándose con mi esposa por su torpeza y tratando de abrazarla una vez más, pero Marisol, al sentirse pegajosa y expuesta (su polera se translucía como la más perfecta competencia de poleras mojadas), le intenta rehuir su abrazo.
Marisol es muy cortes y trata de hacerle el quite a los invitados e invitadas, que le piden disculpa y expresan su lástima (principalmente, los invitados, a los cuales la fiesta ha cobrado otro interés mayor), para marchar presurosa a la casa y a cambiarse.
Y es en esos momentos que, mientras intento encontrar a la apologética “manzana de la discordia”, que un presentimiento me hace atemorizar…
Le pido a Kevin que me cubra (en vista que su asado está casi listo), argumentando mi preocupación por mi mujer.
Fio me apaña y entre los 2, defienden el fuerte, mientras marcho a toda prisa a la casa…
Encontrar la puerta abierta de la cocina ya es una mala señal: Sé que por muy expuesta que se sienta, no se va a descuidar de cerrar bien, puesto que cualquiera puede ingresar al baño.
Llego a los pies de las escaleras y noto la marca barrosa de un zapato demasiado pequeño, en dirección al segundo piso…
Subo a 2 peldaños y diviso a mi “dolor de cabeza”, asomándose sigilosamente por la puerta de nuestro dormitorio…
Ya movido por la impaciencia, lo tomo por el cuello y lo jalo del marco de la puerta, sin dejarle reaccionar…
Me contempla espantado, con los ojos celestes dilatados en pavor, porque comparado con él, soy casi el doble de alto.
“Puedes poner en problemas a tu profesora, si alguien te encuentra aquí…” le susurró en voz baja.
Y los 2 escuchamos el canturreo de Marisol…
Alcanzo a divisar su reflejo por la cómoda. Ha entrado al baño y se ha sacado la polera, por lo que está en sostén. Y por su leve desaparición, imagino que también sus bermudas se han manchado, por lo que parece estar solamente en calzones.
Una vez más, aparece su figura real, mucho más cerca y palpable, doblándose lentamente para encontrar otra polera. Su colita se veía más que apetecible y la manera en que se sacudía el cabello, tras soltarse la cola de caballo, era de lo más espectacular para mí.
El mocoso, al verse más libre de mi agarre, también contempla con gran interés la belleza de mi mujer y en vista que si lo muevo, se puede largar a gritar, exacerbando más la complicadísima situación en la que me encontraba, le propongo una medida desesperada: que si guarda silencio y me espera quieto, le traeré el sostén de mi esposa, con el compromiso que él baje y no la moleste más.
Principalmente, lo hice porque no quería que viera a Marisol desnuda, ya que por revisar los cajones superiores, significaba o que se bañaría o que se cambiaría de prendas, por lo que tuve que actuar rápido.
Aparecí sigiloso y claramente, alborotado y traté de disimular lo que ocurría a mis espaldas.
“¡No tienes que preocuparte! ¡Fueron solo unas manchitas!” exclamó ella, alegre de verme.
“Si… pero se te vio todo…” respondí, tratando de interponerme al mocoso.
“¡Lo sé! ¡Qué vergüenza! ¿Eh?” preguntó, cambiando la mirada. “Todos esos papás me vieron casi desnuda…”
Como si no necesitara más complicaciones, Marisol se había calentado…
Y si hubiese tenido tiempo y si hubiésemos estado solos, me la habría comido…
Pero no era el caso.
“¡A mí me preocupa tu sostén, que no se vaya a manchar!” le dije, tomándolo de sus tirantes.
“¡Qué pícaro eres! ¡Apuesto que me seguiste de puro caliente! ¿No es así?” preguntó, agarrándome de los testículos.
“¡Vamos, Marisol!... ¡Este no es el momento!” le imploré, porque su agarre era divino…
Se colgó de mi hombro y me besó con suavidad.
“Es que te has portado tan bien… que te mereces un “regalito”…” dijo en un tono sensual, clavándome sus pechos y jugueteando con mi bragueta.
“¡No podemos!” respondí, con lágrimas en el alma. “¡Se darán cuenta!... Además, dejaste a Todd llorando…”
“¡Pero no importa! ¡Su mamá lo puede ver!” replicó ella, ignorando que su alumno nos contemplaba con un rostro desencajado nuestro espectáculo.
“¡Vamos, no protestes, porque eres una adulta!” le dije yo, sacando su sostén y tomando el que dejó de reemplazo.
Lo coloqué sobre sus copas y nos besamos una vez más. Luego, tras cubrir sus mamas, la apoyé hacia la cómoda, a lo que ella aprovechó de refregarse con su trasero.
“Pero a la noche… tienes que jugar mucho conmigo, ¿Lo prometes?” me instigó, con una voz infantil y sensual, que casi me hace ponerme a jugar con ella en ese mismo lugar.
“¡Lo prometo!” respondí, saliendo azorado y sudoroso, con el botín en mis manos.
Afuera, el mocoso me esperaba impactado…
“¡Aquí tienes! ¡Ahora baja y no molestes más!” le ordené.
Y el resto de la tarde transcurrió sin muchos incidentes. Los invitados empezaron a irse alrededor de las 6 y cuando Todd se retiró, contemplaba a Marisol con bastante admiración.
“¡Espero volver a verlo! ¡Estuvo muy delicioso todo!” agradeció Lina, cediéndome su tarjeta de contacto.
Pero alrededor de las 9, nos llegó una llamada desde su casa…
Al parecer, habrían sorprendido a Todd con su “botín de guerra” y lo confiscaron, castigándole por tomar algo que no le corresponde y se comprometieron para traer la prenda alrededor de las 10.
No sé si habría sido el padre de Todd o la pareja de Lina, pero el hombre que vino a dejar la prenda se decepcionó bastante al ver que no la recibía su dueña.
Lo más curioso, eso sí, fue al notar algunos dobleces que ni Todd ni yo le hicimos a la prenda y que tenía unas manchas de dedos que no correspondían ni a él…
Ni a mí…
Ni a mi amada esposa.


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3 comentarios - Siete por siete (178): Todd

pepeluchelopez
Jajaja que locura por una parte da risa pero queda claro todo por que lo hace y su mama debe saberlo para que evite gastar a lo wey, ese enano es de lo mas precoz, me recordó cuando me gustaba mi maestra de kinder, mas nunca abuse de nada como todd
metalchono
No sé si la mamá sabrá o no, pero el chiquillo es bastante precoz. Marisol me ha contado que a pesar que a muchas de sus compañeritas de clase les gusta cómo se ve, ocasionalmente le reclaman porque les levanta las faldas.
pepeluchelopez
Por cierto cuales fueron los bocadillos vegetales?
metalchono +1
Hice alrededor de 500 canapes con palmitos, espárragos, aceitunas, jamón y queso (que se esfumaron en un parpadeo), salchichitas pequeñas de soya (que me tuvo cociendo gran parte de la tarde), acompañados con un delicioso "guacamole", con tomates, paltas, cebollas y ajos extremadamente picados, junto con su leve toque de limón y vinagre y para complementar, espárragos cocidos, con vinagreta, los cuales les encantó a muchas de las madres (y que también me tuvo cociendo).
pepeluchelopez
@metalchono que buen menú, acá el guacamole se hace con chiles jalapeños variedad familia del aji, cebolla blanca, tomate rojo y la palta acá conocido como aguacate, limón y vinagre. Saludos
FaradayD
que buen post!
metalchono
¡Gracias! ¡Los tuyos tampoco se quedan atrás!