Juro que lo que sigue es el relato de una vivencia real, a la que dio comienzo con una deslealtad, el marido de la amiga de mi esposa, caliente con ésta que no le “hizo asco” a la propuesta deshonesta.
Al entrar, un lunes, en casa, algo más temprano que de costumbre de regreso del trabajo, recordé que había olvidado responder a un llamado de un colega de otro departamento de la empresa.
Mi esposa Mariela, no estaba a la vista. Supuse que estaría en el jardín o en el pequeño invernadero que tenemos en él, por lo que decidí hacer la llamada mientras esperaba que viniese. Al pulsar el botón del teléfono inalámbrico Panasonic – de 3 internos - que encontré sobre la mesita del living, caí en cuenta que ella estaba en la planta alta manteniendo una conversación telefónica con su amiga Liliana. ¡Y qué conversación!
-¡…que hijo de puta. No te lo puedo creer….!!!- Era la voz de Liliana.
- Créelo. Además vos misma te diste cuenta, por eso me llamaste. ¡O no?– le respondió Mariela
- Si veo cómo se le “cae la baba” cada vez que te tiene a tiro. Pero de ahí a que te propusiera, “de frente march”, coger con él no lo creí capaz. –
- Bueno…no lo juzgues tan mal a Ricardo….yo hice muy poco para frenarlo cuando empezó a insinuarse. Digamos que me largó los galgos y yo ….. se los acaricié.–
Silencio prolongado. En el otro extremo de la línea se estaba procesando la última “confesión”. Yo, en el interno invasor de la comunicación privada entre amigas, acusé el impacto impensado. ¡¡Mi esposa…… !!!
- Vos…Voss…¿Te lo queres coger? – me interrumpió la voz de Liliana.
- Si no lo paré en seco……- reconoció Mariela. O sea, obvio o “más claro echale agua”
Nueva pausa. La voz remota volvió alterada e incrédula.
-……..bueno, esto sí que es de locos…..mi marido y mi mejor amiga me quieren cagar…¡ qué par de pájaros los dos!!-
- Tranquila, no lo tomés a la tremenda…..después de todo, vos ya lo adornaste a tu Ricardito, así que él… -
- ¡Clarooo! Ojo por ojo decis….y vos ¿no tenés a otro para tus calenturas?….desde ya andá tomando nota que yo no me voy a quedar en el molde…..vos te volteas a mi marido y yo me encamo con Juanchi…. -
-ya me di cuenta que “no le haces asco” y, por lo que semblanteo, a él le va a encantar entreverarse con vos –
Otra vez silencio. Liliana retomó la conversación en tono conciliador.
- La verdad no sé qué decirte. Te conozco el pedigrí pero, con esta, me agarraste desprevenida.-
- ¡Bueno, no te enojes por tan poca cosa! Vamos a tomar un café….mañana voy a verte y charlamos. ¿Siii? –
- Dale te espero. ¿Podes a la 4:00?-
- Siiii. Hasta mañana loca. Un beso –
Quedé desconcertado por la revelación: A Mariela se le había despertado el deseo de “agarrar viaje” con la propuesta indecorosa del marido de la amiga y no parecía afectarle que ésta, le pagase con la misma deslealtad.
A ese punto era obvio que Mariela estaba decidida a transgredir. Molesto y perplejo, salí al jardín. Si bien para mí la exclusividad no era (ni es) una prioridad a rajatabla, estaba choqueado por la liviandad con que ella admitía que yo intimara con otra como moneda de cambio para saciar el apetito que le había despertado otro hombre.
Necesitaba tiempo para reorganizar mi cabeza. Con el aire fresco recapacité que estaba, y sigo estándolo, convencido que no decidimos sentir algo por alguien, que la excitación emocional es algo “que pasa” y no algo que “se hace”. Eso sí, cuando consideramos pasar a la acción entran en juego convicciones de responsabilidad individual, de ética, de principios heredados, de compromiso con la pareja, de roles sociales.
Del mismo modo, que si el reclamo de la carne es tan intenso que pasa por todos esos filtros, creía, y continuo creyéndolo, que es “contranatural” reprimirlo.
Somos un cuerpo con alma y, si todas las objeciones de ésta, no alcanzan para rechazar el reclamo de los sentidos, ni la impulsión de los genitales, no debemos sofocarlo. Sólo extremar cuidados en no afectar la pareja. Esto último era lo único que tenía para reprocharle a Mariela. No lo iba a hacer por dos razones, no podía delatar mi intromisión en su conversación privada y, pensándolo bien, me resultaba atractiva la perspectiva de intimar con Liliana.
Ya distendido y asumida la casi inevitabilidad del resultado de los instintos exacerbados de mi esposa, volví a entrar al living comedor y, desde allí, anuncié, a viva voz, que estaba en casa.
Mariela, por más que me empeñé en el escrutinio, me recibió con cara, expresiones, gestos y palabras habituales. Nada que delatase la más leve turbación por su reciente charla, confesión telefónica con la amiga.
- Hola Juanchi. ¡Qué bueno que hoy no te retrasaste!!! - y se fundió conmigo en un beso impresionante, preludio de acción híper erótica en la cama, después de cenar. Ella (tal vez su amiga también) deseaba calmar los hervores sexuales con su pareja políticamente correcta. Y así fue esa noche.
A partir del día siguiente me intrigaba saber a qué arreglo llegarían las dos mujeres en su encuentro de esa tarde y, en consecuencia, como Liliana actuaría para concretar la devolución de “favores” a la amiga ya que, de cómo Mariela armaría su festín de apetitos con Ricardo, no era algo en que yo podía intervenir.
Transcurrieron cuatro días sin novedades. El quinto, sábado, salí de compras (unos herrajes para reparar el portón del garaje) y me encontré por casualidad (descarto que Mariela le avisara por donde estaba yo) con Liliana.
Nunca sabré si ella tenía un plan y el encuentro le simplificó lograr el objetivo
- ¡Holaaaaaa! ¿qué tallll? -
- ¡Hola! Yo bien y ¿vos? -
- Yo excelente! Qué lindo encontrarte. ¡Tenía ganas de verte! –
- Hablas como si no nos hubiésemos visto en meses y no hace más de 3 o 4 días que estuviste en casa –
-¿Tan poco? ¿Tenes tiempo para invitarme a un café? –
Por supuesto que, presintiendo lo que “se traía entre manos” si o si disponía de tiempo.
En el bar, no tardaron en precipitarse los acontecimientos. Después de unas pocas generalidades, Liliana movió la primera pieza de la “partida”:
- ¡Sabes que, últimamente, estoy pensando seguido en vos?-
Con la ventaja de saber de antemano a que apuntaba, “no anduve con vueltas”
- Yo desde bastante tiempo atrás, pienso en vos. Lo que me frenó, hasta hoy, es que sos amiga de Mariela y casada por añadidura.-
- Ni Ricardo ni Mariela tienen porque enterarse y ya lo dice el proverbio: ojo que no vé….-
No cabían ya nuevas fintas ni nuevos vericuetos verbales, era el momento de concretar:
- Escuchame, Mariela, esta tarde, sale de compras con la hermana y la madre. ¿Vos cómo te ves para encontrarnos a partir de las tres y media o cuatro? ¿Podes?-
- ¡Siiiii que puedo!!! –
Ricardo iba a ir a la cancha a ver un partido. Ella tenía, tiempo sin necesidad de justificarlo, por lo menos, hasta las siete y media u ocho
- Hecho entonces ¿Nos vemos aquí, antes? –
- Dale -
Nos despedimos con un beso en las mejillas.
A la tarde llegamos al bar con 10 minutos de diferencia. No tomamos nada; salimos en busca del hotel a 15 minutos de viaje en mi auto.
No fue necesario decir nada al entrar a la habitación, nos zambullimos en un mar de besos fogosos mientras las cuatro manos buscaban ávidamente encontrar las partes, del otro cuerpo, que importan.
Ella tenía un vestido ligero que, casi enseguida, se lo levanté, le desabroché el corpiño blanco que liberó las tetas pero quedó colgado de los breteles. El calzón del mismo color, fue lo primero que perdió. Al mismo tiempo su mano se introdujo en mi pantalón, directamente en procura del pene, enhiesto y palpitante y sus dos compañeros. Ni bien logró sacarlos al aire libre se agachó para besar y lamer verga y testículos.
Mientras estaba en eso, le subí el vestido hasta el cuello, la obligué a soltar sus presas, levantar los brazos y le quité totalmente el vestidido y corpiño. Quedó completamente desnuda y expuesta. Sin que opusiese resistencia alguna, hice que se incorporara y mis manos y dedos exploraron las tetas, nalgas, los labios, clítoris y el interior de la concha. Las suyas hicieron lo propio con mis genitales.
La penetración se hizo cada vez más deseada por los dos y cada vez más inminente y, yo, salvo verga y testículos estaba aun completamente vestido.
Liliana no quiso saber de seguir demorando la cogida; comenzó a desvestirme precipitadamente: camisa, pantalón y slip quedaron tirados en el piso. Los zapatos también, a pesar que no aflojé los cordones para no distraer las manos del dulce reconocimiento del cuerpo, hermoso, que tenía enfrente.
Desconsideradamente y sin prudencia la arrojé sobre la cama, me ubiqué entre sus piernas, abiertas de par en par, ensarté la verga lo más adentro posible en sus entrañas y me aboqué al cadencioso entra y sale que tanto nos gusta a hombres y mujeres, complementado con besos en su boca y besos y caricias en sus tetas sudorosas.
El goce era soberbio y exteriorizado, por ella, con movimientos sensuales acompasados a los míos al penetrarla y, a poco de comenzado el bombeo, se le soltó la lengua:
-¡Que buena verga, tenes guacho …!!-
- ….. me llega bien adentro …. me la haces sentir bien profunda …. -
Despues de otras por el estilo, se acabaron las frases hilvanadas y comenzó a emitir suspiros y gemidos de placer, ora suaves ora profundos, monosílabos y frases entrecortadas: “¡iiiiiihh!!!” “¡aaaahhh!!,…..” “¡asiiiii….asiiiii….asiiiiii…Juanchi!!!…” “¡Uhhhyyyy como te sientoooo!..” “¡miiiiiii…Diossssssss!!!”… ¡qué buenoooo!!!... ”¡Seguí,…seguí,….seguíiií!!!!” y rápidamente llegó su primer orgasmo, prolongado, convulsivo con contracciones involuntarias de los músculos del cuerpo y, particularmente intensas en los internos de la vagina.
Seguí cogiendo, por supuesto, hasta llegar a mi orgasmo, con una eyaculación que parecía sin término o fin, en la profundidad de su cueva.
Todavía abrazados, riéndonos, con mi verga flácida dentro de ella, intercambiamos halagos, loas al placer experimentado y alabando la calidad amatoria del otro.
Nos separamos y quedé exhausto sobre el colchón mientras ella, una vez recuperadas las las pulsaciones normales, fue a higienizarse y recomponerse.
Al regresar del baño amagó juntar sus prendas para vestirse.
Me opuse, la abracé para impedírselo:
- Nada de eso. Tenemos tiempo no te apures a vestirte. – le susurré.
Liliana argumentó que teníamos “cartón lleno” en deslealtades, bajezas e indecencias para un solo día.
No sabía que yo sabía y pretendió que yo pensase que sentía pesar por haber quebrantado la fidelidad y lealtad con el marido y la amiga, mi esposa.
No me costó demasiado esfuerzo, después de higienizarme, convencerla de volver a la cama. Disfrutamos de una segunda cogida, tan satisfactoria o más que la primera.
Cuando llegué a casa, Mariela, aún no había regresado de su salida. Como suele hacerlo siempre que sale de compras, una vez que volvió, me mostró sus adquisiciones, entre ellas un conjunto de corpiño y bombacha, blancos, de una conocida marca de lencería.
-Después de cena me lo pruebo, me decis como me queda y, tal vez, voy a dejarte que me lo saques vos. – murmuró sugerente.
A pesar del ajetreo vespertino con Liliana, mi miembro reaccionó, como el mejor, a la solicitación (excitación) del hermoso cuerpo, protegido por el nuevo conjuntito blanco y de la cara también hermosa y sugestiva de mi esposa. Lo ensarté lo más adentro posible, tanto o más desconsideradamente de lo que había hecho a la tarde con su amiga.
Comenzó como una deslealtad de mi mujer y del marido de su amiga y terminó en un intercambio, consentido por 3 de los 4 involucrados – nunca supe si Ricardo llegó a enterarse -, no “blanqueado”, esto es nunca, hasta donde yo sé, revelado, ni admitido.
El “desempeño” de Liliana conmigo fue (es) impecable. Lástima que no puedo saber si Ricardo estuvo a la altura y viceversa, si Mariel, le sació el apetito sexual que dio comienzo a todo este enredo/experiencia. Si lo hizo en un solo acto – antes o después de Liliana conmigo - o en entregas.
Pensándolo bien: ¿Qué importancia tiene?
Con Liliana, convinimos, que no estaría mal una segunda vuelta. Por el momento está pendiente.
Al entrar, un lunes, en casa, algo más temprano que de costumbre de regreso del trabajo, recordé que había olvidado responder a un llamado de un colega de otro departamento de la empresa.
Mi esposa Mariela, no estaba a la vista. Supuse que estaría en el jardín o en el pequeño invernadero que tenemos en él, por lo que decidí hacer la llamada mientras esperaba que viniese. Al pulsar el botón del teléfono inalámbrico Panasonic – de 3 internos - que encontré sobre la mesita del living, caí en cuenta que ella estaba en la planta alta manteniendo una conversación telefónica con su amiga Liliana. ¡Y qué conversación!
-¡…que hijo de puta. No te lo puedo creer….!!!- Era la voz de Liliana.
- Créelo. Además vos misma te diste cuenta, por eso me llamaste. ¡O no?– le respondió Mariela
- Si veo cómo se le “cae la baba” cada vez que te tiene a tiro. Pero de ahí a que te propusiera, “de frente march”, coger con él no lo creí capaz. –
- Bueno…no lo juzgues tan mal a Ricardo….yo hice muy poco para frenarlo cuando empezó a insinuarse. Digamos que me largó los galgos y yo ….. se los acaricié.–
Silencio prolongado. En el otro extremo de la línea se estaba procesando la última “confesión”. Yo, en el interno invasor de la comunicación privada entre amigas, acusé el impacto impensado. ¡¡Mi esposa…… !!!
- Vos…Voss…¿Te lo queres coger? – me interrumpió la voz de Liliana.
- Si no lo paré en seco……- reconoció Mariela. O sea, obvio o “más claro echale agua”
Nueva pausa. La voz remota volvió alterada e incrédula.
-……..bueno, esto sí que es de locos…..mi marido y mi mejor amiga me quieren cagar…¡ qué par de pájaros los dos!!-
- Tranquila, no lo tomés a la tremenda…..después de todo, vos ya lo adornaste a tu Ricardito, así que él… -
- ¡Clarooo! Ojo por ojo decis….y vos ¿no tenés a otro para tus calenturas?….desde ya andá tomando nota que yo no me voy a quedar en el molde…..vos te volteas a mi marido y yo me encamo con Juanchi…. -
-ya me di cuenta que “no le haces asco” y, por lo que semblanteo, a él le va a encantar entreverarse con vos –
Otra vez silencio. Liliana retomó la conversación en tono conciliador.
- La verdad no sé qué decirte. Te conozco el pedigrí pero, con esta, me agarraste desprevenida.-
- ¡Bueno, no te enojes por tan poca cosa! Vamos a tomar un café….mañana voy a verte y charlamos. ¿Siii? –
- Dale te espero. ¿Podes a la 4:00?-
- Siiii. Hasta mañana loca. Un beso –
Quedé desconcertado por la revelación: A Mariela se le había despertado el deseo de “agarrar viaje” con la propuesta indecorosa del marido de la amiga y no parecía afectarle que ésta, le pagase con la misma deslealtad.
A ese punto era obvio que Mariela estaba decidida a transgredir. Molesto y perplejo, salí al jardín. Si bien para mí la exclusividad no era (ni es) una prioridad a rajatabla, estaba choqueado por la liviandad con que ella admitía que yo intimara con otra como moneda de cambio para saciar el apetito que le había despertado otro hombre.
Necesitaba tiempo para reorganizar mi cabeza. Con el aire fresco recapacité que estaba, y sigo estándolo, convencido que no decidimos sentir algo por alguien, que la excitación emocional es algo “que pasa” y no algo que “se hace”. Eso sí, cuando consideramos pasar a la acción entran en juego convicciones de responsabilidad individual, de ética, de principios heredados, de compromiso con la pareja, de roles sociales.
Del mismo modo, que si el reclamo de la carne es tan intenso que pasa por todos esos filtros, creía, y continuo creyéndolo, que es “contranatural” reprimirlo.
Somos un cuerpo con alma y, si todas las objeciones de ésta, no alcanzan para rechazar el reclamo de los sentidos, ni la impulsión de los genitales, no debemos sofocarlo. Sólo extremar cuidados en no afectar la pareja. Esto último era lo único que tenía para reprocharle a Mariela. No lo iba a hacer por dos razones, no podía delatar mi intromisión en su conversación privada y, pensándolo bien, me resultaba atractiva la perspectiva de intimar con Liliana.
Ya distendido y asumida la casi inevitabilidad del resultado de los instintos exacerbados de mi esposa, volví a entrar al living comedor y, desde allí, anuncié, a viva voz, que estaba en casa.
Mariela, por más que me empeñé en el escrutinio, me recibió con cara, expresiones, gestos y palabras habituales. Nada que delatase la más leve turbación por su reciente charla, confesión telefónica con la amiga.
- Hola Juanchi. ¡Qué bueno que hoy no te retrasaste!!! - y se fundió conmigo en un beso impresionante, preludio de acción híper erótica en la cama, después de cenar. Ella (tal vez su amiga también) deseaba calmar los hervores sexuales con su pareja políticamente correcta. Y así fue esa noche.
A partir del día siguiente me intrigaba saber a qué arreglo llegarían las dos mujeres en su encuentro de esa tarde y, en consecuencia, como Liliana actuaría para concretar la devolución de “favores” a la amiga ya que, de cómo Mariela armaría su festín de apetitos con Ricardo, no era algo en que yo podía intervenir.
Transcurrieron cuatro días sin novedades. El quinto, sábado, salí de compras (unos herrajes para reparar el portón del garaje) y me encontré por casualidad (descarto que Mariela le avisara por donde estaba yo) con Liliana.
Nunca sabré si ella tenía un plan y el encuentro le simplificó lograr el objetivo
- ¡Holaaaaaa! ¿qué tallll? -
- ¡Hola! Yo bien y ¿vos? -
- Yo excelente! Qué lindo encontrarte. ¡Tenía ganas de verte! –
- Hablas como si no nos hubiésemos visto en meses y no hace más de 3 o 4 días que estuviste en casa –
-¿Tan poco? ¿Tenes tiempo para invitarme a un café? –
Por supuesto que, presintiendo lo que “se traía entre manos” si o si disponía de tiempo.
En el bar, no tardaron en precipitarse los acontecimientos. Después de unas pocas generalidades, Liliana movió la primera pieza de la “partida”:
- ¡Sabes que, últimamente, estoy pensando seguido en vos?-
Con la ventaja de saber de antemano a que apuntaba, “no anduve con vueltas”
- Yo desde bastante tiempo atrás, pienso en vos. Lo que me frenó, hasta hoy, es que sos amiga de Mariela y casada por añadidura.-
- Ni Ricardo ni Mariela tienen porque enterarse y ya lo dice el proverbio: ojo que no vé….-
No cabían ya nuevas fintas ni nuevos vericuetos verbales, era el momento de concretar:
- Escuchame, Mariela, esta tarde, sale de compras con la hermana y la madre. ¿Vos cómo te ves para encontrarnos a partir de las tres y media o cuatro? ¿Podes?-
- ¡Siiiii que puedo!!! –
Ricardo iba a ir a la cancha a ver un partido. Ella tenía, tiempo sin necesidad de justificarlo, por lo menos, hasta las siete y media u ocho
- Hecho entonces ¿Nos vemos aquí, antes? –
- Dale -
Nos despedimos con un beso en las mejillas.
A la tarde llegamos al bar con 10 minutos de diferencia. No tomamos nada; salimos en busca del hotel a 15 minutos de viaje en mi auto.
No fue necesario decir nada al entrar a la habitación, nos zambullimos en un mar de besos fogosos mientras las cuatro manos buscaban ávidamente encontrar las partes, del otro cuerpo, que importan.
Ella tenía un vestido ligero que, casi enseguida, se lo levanté, le desabroché el corpiño blanco que liberó las tetas pero quedó colgado de los breteles. El calzón del mismo color, fue lo primero que perdió. Al mismo tiempo su mano se introdujo en mi pantalón, directamente en procura del pene, enhiesto y palpitante y sus dos compañeros. Ni bien logró sacarlos al aire libre se agachó para besar y lamer verga y testículos.
Mientras estaba en eso, le subí el vestido hasta el cuello, la obligué a soltar sus presas, levantar los brazos y le quité totalmente el vestidido y corpiño. Quedó completamente desnuda y expuesta. Sin que opusiese resistencia alguna, hice que se incorporara y mis manos y dedos exploraron las tetas, nalgas, los labios, clítoris y el interior de la concha. Las suyas hicieron lo propio con mis genitales.
La penetración se hizo cada vez más deseada por los dos y cada vez más inminente y, yo, salvo verga y testículos estaba aun completamente vestido.
Liliana no quiso saber de seguir demorando la cogida; comenzó a desvestirme precipitadamente: camisa, pantalón y slip quedaron tirados en el piso. Los zapatos también, a pesar que no aflojé los cordones para no distraer las manos del dulce reconocimiento del cuerpo, hermoso, que tenía enfrente.
Desconsideradamente y sin prudencia la arrojé sobre la cama, me ubiqué entre sus piernas, abiertas de par en par, ensarté la verga lo más adentro posible en sus entrañas y me aboqué al cadencioso entra y sale que tanto nos gusta a hombres y mujeres, complementado con besos en su boca y besos y caricias en sus tetas sudorosas.
El goce era soberbio y exteriorizado, por ella, con movimientos sensuales acompasados a los míos al penetrarla y, a poco de comenzado el bombeo, se le soltó la lengua:
-¡Que buena verga, tenes guacho …!!-
- ….. me llega bien adentro …. me la haces sentir bien profunda …. -
Despues de otras por el estilo, se acabaron las frases hilvanadas y comenzó a emitir suspiros y gemidos de placer, ora suaves ora profundos, monosílabos y frases entrecortadas: “¡iiiiiihh!!!” “¡aaaahhh!!,…..” “¡asiiiii….asiiiii….asiiiiii…Juanchi!!!…” “¡Uhhhyyyy como te sientoooo!..” “¡miiiiiii…Diossssssss!!!”… ¡qué buenoooo!!!... ”¡Seguí,…seguí,….seguíiií!!!!” y rápidamente llegó su primer orgasmo, prolongado, convulsivo con contracciones involuntarias de los músculos del cuerpo y, particularmente intensas en los internos de la vagina.
Seguí cogiendo, por supuesto, hasta llegar a mi orgasmo, con una eyaculación que parecía sin término o fin, en la profundidad de su cueva.
Todavía abrazados, riéndonos, con mi verga flácida dentro de ella, intercambiamos halagos, loas al placer experimentado y alabando la calidad amatoria del otro.
Nos separamos y quedé exhausto sobre el colchón mientras ella, una vez recuperadas las las pulsaciones normales, fue a higienizarse y recomponerse.
Al regresar del baño amagó juntar sus prendas para vestirse.
Me opuse, la abracé para impedírselo:
- Nada de eso. Tenemos tiempo no te apures a vestirte. – le susurré.
Liliana argumentó que teníamos “cartón lleno” en deslealtades, bajezas e indecencias para un solo día.
No sabía que yo sabía y pretendió que yo pensase que sentía pesar por haber quebrantado la fidelidad y lealtad con el marido y la amiga, mi esposa.
No me costó demasiado esfuerzo, después de higienizarme, convencerla de volver a la cama. Disfrutamos de una segunda cogida, tan satisfactoria o más que la primera.
Cuando llegué a casa, Mariela, aún no había regresado de su salida. Como suele hacerlo siempre que sale de compras, una vez que volvió, me mostró sus adquisiciones, entre ellas un conjunto de corpiño y bombacha, blancos, de una conocida marca de lencería.
-Después de cena me lo pruebo, me decis como me queda y, tal vez, voy a dejarte que me lo saques vos. – murmuró sugerente.
A pesar del ajetreo vespertino con Liliana, mi miembro reaccionó, como el mejor, a la solicitación (excitación) del hermoso cuerpo, protegido por el nuevo conjuntito blanco y de la cara también hermosa y sugestiva de mi esposa. Lo ensarté lo más adentro posible, tanto o más desconsideradamente de lo que había hecho a la tarde con su amiga.
Comenzó como una deslealtad de mi mujer y del marido de su amiga y terminó en un intercambio, consentido por 3 de los 4 involucrados – nunca supe si Ricardo llegó a enterarse -, no “blanqueado”, esto es nunca, hasta donde yo sé, revelado, ni admitido.
El “desempeño” de Liliana conmigo fue (es) impecable. Lástima que no puedo saber si Ricardo estuvo a la altura y viceversa, si Mariel, le sació el apetito sexual que dio comienzo a todo este enredo/experiencia. Si lo hizo en un solo acto – antes o después de Liliana conmigo - o en entregas.
Pensándolo bien: ¿Qué importancia tiene?
Con Liliana, convinimos, que no estaría mal una segunda vuelta. Por el momento está pendiente.
4 comentarios - Comenzó como una deslealtad y terminó en intercambio.
me gusto mucho!