Comparto este relato que encontré hace varios años.
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Después de esa maravillosa mañana en la playa, Paco espera volver a vivir nuevas experiencias en compañía de sus 3 maduras.
CAPÍTULOS ANTERIORES:
De vacaciones con mi madre y sus amigas [Capitulo 1]
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2 de julio por la noche.
Volvimos de la playa. Ahora todo había cambiado, la excitación que me producían aquellas maduras mujeres no, pero mi relación con ellas sí. A Maribel le gustaba mucho mi cuerpo y casi todo el tiempo anduvo dándome cachetadas en el culo.
Lo primero que hicimos era ducharnos. Maribel y Mati andaban por la casa desnuda. Era como dijo la primera: “Si ya nos has visto desnudas en la playa, nada va a cambiar por estar desnudas en casa”. Y yo también andaba con mi pene colgando, medio endurecido al verlas a ellas. Mi madre era la que aún guardaba un poco la compostura e iba vestida, nadie le reprochaba nada.
Nos íbamos duchando por turnos y entrábamos y salíamos del baño según necesitáramos, sin importarnos quién estuviera dentro. Mati pidió gel cuando se estaba duchando pues fue la primera y estaba en el mueble. Muy dispuesto, no podía ser de otra manera, entre en el baño y se lo acerqué.
Decidimos cenar fuera, así que todos nos vestimos y sobre las once andábamos por el pueblo en busca de un buen restaurante. La cena fue divertida y Maribel y Mati enfadaban a mi madre pidiéndole que esa noche dejara que durmiera con ellas.
-¡Sois unas pervertidas! – Se quejaba mi madre. - ¡Y tú también, Paco!
-Mami, es que aún soy virgen. – Le decía para enfadarla más. – No estaría mal tener dos profesoras en la primera noche ¿no? – Menos mi madre todos reíamos.
Después de cenar, caminamos por el paseo marítimo hasta que llegamos a la zona de las discotecas y pub. Producto de la excitación que había tenido Maribel en la playa, al ver tantos jóvenes allí reunidos, estaba como en celo. Agarrada del brazo de Mati cuchicheaba sobre aquel chaval o aquel otro. La verdad es que o aquella noche tenía sexo con alguien o reventaría.
Eran ya las una y cuarto de la madrugada cuando mi madre pidió volver a casa. Maribel era la única que quería seguir y convenció a Mati para que se quedaran un poco más. Mi madre y yo volvimos paseando por el paseo marítimo, en silencio. Era raro caminar con ella después de lo que había pasado aquella tarde. Verla desnuda, no, estar desnudos en la playa. La excitación que teníamos, yo al verlas a ellas y ella al ver mi pene totalmente erecto.
-Paco. – Habló por fin mi madre. – Perdona por lo que ha pasado esta tarde en la playa… - Hablaba mientras caminábamos con la mirada en el suelo. - ¡Nunca más volverá a pasar! Esta noche dormiré en el sofá…
-¡No ma…! - Me interrumpió y siguió hablando.
-¡Escúchame primero! – Me miró con ojos apenados. – Soy tu madre y estuvo mal. Me sentí… - Paró sin saber si seguir hablando. – Me sentí muy excitada al verte allí en la playa, con mis dos calenturientas amigas… Pero eso no puede ser.
-Pero dime sólo una cosa… - Detuve su caminar y agarré sus manos. - ¿Disfrutaste de aquel momento?
-Pero eso no puede ser… - Me soltó de golpe y se giró para seguir caminando.
Llegamos al apartamento y ella entró en el servicio. Se encerró allí y estuvo un rato. La oí sollozar. Se sentía mal por lo ocurrido y yo no podía darle consuelo. Unos minutos después salió del baño.
-Acuéstate en la habitación, yo dormiré en el sofá. – Me dijo.
-No mamá, durmamos en la habitación, charlemos será mejor hablarlo sin tapujos.
La agarré por la mano y la llevé hasta la habitación. Ella estaba boca arriba en su lado de la cama y junto a ella boca abajo, apoyado en mis codos.
-Mamá. – Empecé a hablarle. – Tengo que reconocerte que me excitas, esta tarde en la playa y anoche cuando dormimos abrazados. – Ella me miró e intentó hablar, pero yo le puse un dedo en los labios para que me dejara seguir. – Siempre te he visto como una mujer bonita, pero no pensé nunca en excitarme contigo… Pero lo que ha ocurrido esta tarde ha pasado de verdad. Me excité con ustedes, es lógico, sois maduras pero tenéis buen cuerpo.
-¡Pero no puede ser! – Protestó levemente. – ¡Eso es incesto!
-Sí, y yo te quiero como mi madre. Porque hayamos tenido ese momento de placer no dejo de quererte como lo que eres, mi madre. Lo que pasa es que me siento atraído por ti simplemente para tener sexo, igual que me atraen Maribel y Mati. Lo único es que tú me produces más excitación pues primero eres mi madre y segundo tengo más oportunidades de tenerte al estar más tiempo juntos. Lo que ha pasado no ha sido amor, sólo sexo…
Mi madre pensó un poco y parecía más calmada. Se puso de costado y nos mirábamos a los ojos.
-La verdad, - comenzó a hablar. – es que hacía mucho tiempo que no estaba con un hombre… En verdad desde que lo hice con tu padre. Al verte allí desnudo con las asquerosas de mis amigas me excitó… Maribel tenía razón en eso de que estaba excitada por los duro que tenía los pezones. Ya cuando vi tu pene erecto y aquella forma de lanzar semen… - Volvió a bajar la vista por la vergüenza que sentía al decir aquello. – me excitó hasta el punto de tener aquel orgasmo tan intenso…
-Pero eso sólo fue sexo… - Le dije acariciando una de sus manos. – No te sientas mal por lo que ha pasada. – Me sonrió agradecida por aquella conversación.
Por un rato nos mirábamos el uno al otro, de costado en aquella cama. La tenue luz que entraba por la ventana la volvía más hermosa y excitante de lo que nunca la había visto. Le acariciaba una mano y ella la levantó. Empezamos a jugar con nuestros dedos hasta cruzarlos y quedar palma con palma. Una dulce sonrisa se dibujó en su boca. Desenredé mis dedos y agarré su mano para llevarla a mi boca. Con delicadeza le di un beso, y después otro… y otro más.
Fui subiendo con mis besos, recorriendo todo su brazo con cada beso, acercándome cada vez más a ella hasta llegar a besar su hombro.
-Mamá ¿necesitas sexo esta noche? – Le pregunté suavemente sintiendo un temblor en el interior de mi cuerpo al escucharme decir aquellas palabras.
No dijo nada. Su mano se deslizo por mi pecho desnudo hasta llegar a mi cara. Me acarició maternalmente. Puse mi mano en su cintura y me incliné hacia ella despacio, acercando mi boca a la suya. Ella no apartaba sus ojos de mi boca hasta que a escasos centímetros, nuestros labios se entreabrieron y nos fundimos en un beso. Dejé caer mi cuerpo sobre el suyo y nos fundimos en un abrazo.
Era delicioso sentir la calidez del cuerpo de mi madre que vibraba excitada bajo el mío. Los dos nos acariciábamos por todos lados. Nunca podré describir la sensación que me produjo la primera vez que ella introdujo su lengua en mi boca. Yo no había besado así nunca, pero sentir como la lengua de ella entraba y jugaba con la mía me produjo trasladarme al frenético mundo del placer.
Me subí totalmente sobre mi madre y quedé entre sus piernas que se abrieron para recibirme deseando tener placer. Sus manos se metieron por debajo del pantalón del pijama y acariciaron mi culo disfrutando de la dureza que tomaba cuando empujaba mi sexo para restregarlo contra el suyo. Mi lengua jugaba con la suya, pasando de una boca a otra. Sentía en mi pecho sus pechos, la dureza de sus pezones que traspasaban la fina tela de la camiseta que usaba para dormir. Separé mi boca de la suya y nunca hubiera imaginado que mi madre tuviera una cara tan hermosa cuando estaba excitada y frenética de placer. Sus piernas me rodearon por la cintura y me aprisionaron contra ella.
Nuestros sexos estaban en contacto, separados solamente por las telas de nuestras ropas. Yo me agitaba, como si la penetrara. Aquel roce la estaba volviendo loca, mi pene frotaba contra su raja y presionaba su clítoris. Estaba a punto de tener su primer orgasmo conmigo. Sentí como sus uñas se clavaron en mi espalda, sus piernas me aprisionaron más y no paré de moverme para darle más placer. Su cara estaba desencajada y su boca abierta lanzaba gemidos ahogados de placer. No paraba de frotarme contra su sexo y me incliné para lamer su boca mientras ella gemía.
Me movía y sentí que llegaba mi momento. No pude decirle nada. Me tensé y solté me esperma sobre el pantalón del pijama. Nuestros flujos atravesaron las telas que nos separaban y se mezclaron, mi semen y aquel líquido que no paraba de salir del sexo de mi madre. Quedé sobre ella y descansábamos tras nuestro primer orgasmo.
-Paco, vayamos a limpiarnos al baño. – Me dijo con una suave voz mientras me acariciaba el pelo.
Nos levantamos de la cama y caminamos por el pasillo hasta el baño. Me quité el pantalón y mi pene aún estaba algo erecto y sobre todo mojado por mi semen. Ella se quitó las bragas y las colocó sobre el lavabo, abrió las piernas y se sentó en el bidé para lavarse su sexo. Tome la prenda que se había quitado, estaba totalmente empapada y el aroma de mi madre llegó hasta mi nariz. Puse las bragas sobre mi cara y sentí la humedad que contenía en la punta de mi nariz, las olí profundamente y me invadió el delicioso aroma del sexo de mi madre. Aquel olor me excitó y mi pene empezó a crecer de nuevo. Mi madre se levantó después de asearse y giró hacia mí.
-¡Ya estás otra vez liado! – Me dijo al ver como yo olía sus bragas y mi pene se volvía a endurecer. – Ven que te voy a lavar.
Me puso mirando hacia el lavabo, desnudo como estaba para que mi pene quedara dentro y poder lavarla. Ella estaba junto a mí y abrió el grifo, cogió un poco de jabón y empezó a manosear mi sexo. Lo lavó, sí, pero cada vez estaba más grande y duro. Lo enjuagó y siguió haciéndome una deliciosa paja. Sólo llevaba puesto la camiseta que usaba como pijama, le pasé el brazo por la cintura y la pegué más a mí. Con mi mano busqué su culo desnudo y empecé a acariciarlo. Mi placer aumentaba con cada sacudida que mi madre daba en mi embrutecido falo que deseaba volver a darle el semen que ella tanto deseaba. El placer que sentía me volvía loco y ya no acariciaba el redondo culo de mi madre, no, ahora mis dedos lo apretaban locamente, queriendo sentir a mi madre más cerca de mí.
Ella me miraba en el reflejo del espejo mientras yo tenía los ojos cerrado a punto de tener mi esperado orgasmo. Los abrí y pude ver el placer que mostraba su cara, disfrutaba masturbándome, teniendo mi polla en su mano, agitándola para que le diera mi líquido blanco. Subí la mano que tenía en su culo y la cogí por la nuca para forzarla a que me diera su boca. No opuso resistencia y su boca abierta se fundió con la mía, nuestras lenguas volvían a jugar la una con la otra… Mi pene vibró en su mano y supo que toda mi carga iba a salir. Aumentó el ritmo de los movimientos de su mano y mientras nuestras bocas se besaban, mi brazo la atraía más a mí y mi pene comenzó a soltar semen.
Dejó de besarme y miró como los chorros blancos caían sobre el inerte lavabo. Mis piernas temblaban por el placer que me estaba dando. Fue bajando el ritmo de aquella excitante masturbación y mi pene se convulsionaba con espasmos para vaciarse por completo.
-¡Gracias mamá! – Le dije dándole un beso en la boca.
-Para mi hijo lo mejor… - Volvimos a besarnos y nos fundimos en un abrazo apasionado. – Ya he superado los miedos que tenía al principio de la noche… Cada vez que necesites sexo estaré dispuesta a dártelo. Volvimos a la habitación y nos acostamos juntos y abrazados. Nunca dormí tan a gusto como aquella noche en la que había tenido un poco de sexo con mi madre y descansábamos en un abrazo incestuoso para mostrarnos el amor que nos teníamos.
3 de julio.
Aquella mañana de sábado desperté solo en la cama. Me levanté y caminé como si estuviera en un sueño, mi madre y yo teníamos una relación incestuosa en la que podíamos tener todo el sexo que necesitáramos.
Pasé por delante de la habitación de Maribel y Mati, la puerta estaba abierta y las dos aún permanecían dormidas. Estaban destapadas y me fijé en sus cuerpos, en sus culos sobre todo. Mati tenía un pantalón de pijama corto que le marcaba su redondo culo, Maribel tenía una camiseta y en la postura que tenía su culo quedaba a la vista, cubierto por unas bragas negras que le hacían un culo excitante. Busqué a mi madre y en el salón no estaba, pero la encontré en la cocina haciendo café.
-¡Buenos días hijo! – Me dijo con una gran sonrisa. - ¿Has dormido bien?
-¡Nunca he dormido mejor que esta noche! – Le contesté abrazándola por la espalda y besando su cuello.
-¿Quieres un café para despejarte?
-No. – La giré mientras le hablaba. – Un beso tuyo sería suficiente. Nuestros labios se unieron y nos dimos un beso leve y cariñoso.
-Y después de esto ¿quieres un café? – Me preguntó.
-Sí. – Le respondí y la besé de nuevo.
Eran la diez y media de la mañana cuando estábamos los dos tomando café en el salón y desayunando. Mati entro en la habitación con el pelo revuelto y se sentó en el sofá.
-¡Buenos días! – Dijo recostándose. - ¿Qué hay que hacer para que una se pueda tomar un café de esos?
-¡Anda Paco! – Me dijo mi madre. – Prepárale un café a Mati.
Entraba en el salón con el café para Mati cuando mi madre salía con los platos sucios que habíamos utilizado. Le coloqué el café en la mesa y Mati se sentó a tomarlo. No hablaba, simplemente se dedicaba a tomar el café y contemplar la playa desde la ventana.
Mi madre me llamó para que la ayudara a hacer la cama donde habíamos dormido por primera vez como pareja, donde habíamos tenido nuestro primer encuentro sexual. Pasamos por delante de la habitación donde Maribel dormía. Estaba boca arriba, sus piernas estaban bastante abiertas y podíamos verle perfectamente sus bragas.
-¿Te gustaría hacerlo con Maribel? – Me susurró.
La miré y la besé en la boca, no hizo falta decirle nada, comprendió que deseaba poseer a las tres. Me agarró de la mano y me llevó a la habitación. Entramos y cerró la puerta. Nos fundimos rápidamente, desesperadamente en un abrazo y nos besábamos.
-¡Para hijo! – Dijo mi madre empujándome con dificultad para separarme de ella. – ¡Ahora no es momento de esto!
Me separé de ella pero deseaba amarla sobre la cama. Entre los dos hicimos la cama y recogimos la habitación. Salimos de la habitación y nos encontramos a Maribel que iba a entrar en el baño.
-¡Buenos días! – Dijo en un tono burlesco. - ¿Qué hacíais los dos en la habitación encerrados? – Su sonrisa mostraba burla y la lujuria que le producía la idea de que madre e hijo tuvieran relaciones sexuales.
-¡Lo qué tienes que hacer es levantarte antes y no ser tan pervertida! – Le contestó mi madre entrando en la broma. - ¡Ay, espera hijo! – Se agarró a mi brazo y llevó una de sus manos bajo el vestido que se había puesto. - ¡Es que no me has dejado las bragas bien colocadas y me molestan! – Hizo como que se las colocaba y después seguimos caminando hacia el salón.
-¡Cuando menos te los esperes, tu hijo estará entre mis piernas! – Le dijo Maribel cuando pasábamos por delante de ella y me dio otra cachetada en el culo. - ¡Qué durito lo tienes hijo!
Mati estaba sentada en la terraza, mirando hacia la playa, muy pensativa. Había recogido el salón y fregado los platos que habíamos utilizado para el desayuno. No sentamos con ella.
-¿Qué te pasa Mati? – Le preguntó mi madre.
-Nada… - Contestó en principio. – Verás, anoche estuvimos por los bares. Maribel provocaba a los chavales jóvenes pero todos huían de ella… Pero todos querían follarme a mí… a mí que no soy de ese tipo de mujer…
-Mati es natural, eres joven y eres bonita… - Le comentó mi madre.
-¡Vale, pero no todo tiene que ser follar cómo conejos! – Estaba enojada y era la primera vez que escuchaba palabras soeces en la boca de Mati, una mujer tan dulce. – Pero ya me siento vieja para encontrar un hombre que me quiera no sólo para sexo…
-Mati. – Le dijo mi madre. – Aún eres joven, para nada eres una madura… cuando menos te lo esperes llegará un hombre que te amará más que ninguno…
-¡Gracias Marta! – Mati agradeció los ánimos que su amiga le daba. – Maribel es que siempre está pensando en lo mismo, en “estar llena de carne”.
-¡Ella es así! – Respondió mi madre. – Pero comprende que si tú no quieres tener sexo con cualquiera, a ella no le importa. ¡Anda! – Le dijo a Mati. – ¡No pienses en eso y vamos a hacer la comida que hoy hace un día muy bueno para ir a la playa!
Los tres nos pusimos a hacer la comida y Maribel llegó después de tomar una ducha. No preguntó y se puso a ayudarme a pelar patatas, al momento habíamos acabado. Cada una hacia una cosa a lo largo de la cocina, que era larga, pero más bien estrecha. Cada vez que tenía que ir de un lado a otro pasaba muy pegado a cada una de ellas, así que para poder dar un beso a mi madre, empecé a dárselo a todas. Así cuando mi madre, que estaba en la parte opuesta a Maribel haciendo la comida, me pedió algo para que se lo llevara, pasé por detrás de Mati, la agarré delicadamente por la cintura y le di un beso en la mejilla; cuando llegué a la altura de mi madre también se lo dí a ella.
-¡Vaya! – Protestó Maribel. - ¡Y para tu Maribel no hay nada!
Le di otro beso a mi madre y una buena cogida de culo que las otras no vieron y volví a pasar por Mati, con su beso, hasta llegar a Maribel que me ofreció su mejilla y mientras la besaba, aprovechó para tocarme el culo con su mano.
-¡Qué cariñoso es nuestro niño! – Dijo alargando todo lo posible el tener mi culo en su mano.
-Maribel. – Dijo mi madre. - ¡Ten cuidado a ver si lo vas a calentar demasiado y después que hacemos!
-¡No te preocupes! – Dijo Maribel mirando a mi madre desafiante. - ¡Me encerraré con él en la habitación para hacer la cama! A todo esto, ¿me puedes ayudar a hacer mi cama? – Me preguntó sin dejar de mirar a mi madre.
-¡Anda, déjate de tonterías! – Le contestó con un tono de madre enfadada. - ¡Haced la cama y preparaos para ir a la playa!
Maribel entendió a mi madre y los dos hicimos la cama sin más incidentes. Cuando acabamos me marché a mi habitación y me preparé para ir a la playa con mis mujeres. Salí de la habitación y Maribel ya estaba lista. Mi madre y Mati habían acabado de preparar la comida y entraron en sus habitaciones para colocarse el bañador.
Media hora después estábamos los cuatro en la orilla. Nos bañábamos y Mati decidió irse a tomar el sol junto a la sombrilla. Nosotros tres seguimos bañándonos. De vez en cuando acariciaba a mi madre bajo el agua y ella se apartaba de mí por la proximidad de Maribel.
-¡Mirad eso! – Dijo Maribel. – ¡Parece que a Mati le ha salido un pretendiente!
Un chico joven, aparentemente más joven que Mati, hablaba con ella y se sentó en la arena junto a ella. Los tres nos quedamos mirando para ver que ocurría y nuestra amiga parecía divertirse con la conversación que tenía con su nuevo amigo.
-¡A ver si se estrena de una vez la “beata”! – Dijo Maribel.
-Bueno, - habló mi madre – ella busca amor más que sexo…
-Sí, - Maribel contestó – pero con amor o sin amor al final se acaba en la cama… - Rió divertida.
Tras pasar un buen rato, más del que normalmente pasábamos, decidimos ir a comer. Al llegar a donde estaba Mati con su nuevo amigo, esta no lo presentó. Se llamaba Juan y estaba trabajando en el pueblo desde hacía unos meses aunque ese mes de julio estaba de vacaciones.
-Nosotros vamos a comer. – Dijo Maribel. - ¿Te apetece comer en casa?
-¡Gracias pero no! – Dijo Juan. – Le he pedido a Mati que coma conmigo, que yo la invitaba y estoy esperando a que se decida.
Mati estaba hablando con mi madre y después de unos minutos las dos llegaron.
-Mati se va a ir con Juan a comer, - dijo mi madre – vámonos nosotros tres a casa.
Y así lo hicimos. Mi madre, Maribel y yo marchamos a casa para comer mientras Mati y su nuevo amigo se quedaron en la playa. Durante el camino a casa, Maribel hablaba de la suerte que tenía la “beata” al haber encontrado a Juan, un tipo así es lo que ella necesitaba en ese momento, joven, de buen cuerpo y que le quitara el calor que tenía.
-¿Por qué no te buscas un hombre que te satisfaga? – Le preguntó mi madre.
-¡Hija, es que mis gustos son perversos! – Dijo ella. - ¡Me gustan jovencitos y briosos!
Después de comer y de recoger todo, los tres nos sentamos en el sofá a ver la tele durante un rato. Estábamos casi tumbados, cada una estaba a uno de mis lados y apoyaban sus cabezas sobre mí.
-¿Por qué no nos vamos a tu habitación y vemos la tele desde la cama? – Dijo mi madre ya que en la habitación de Maribel y Mati sí había televisión.
-¡Vale! – Dijimos los dos.
Apagamos la televisión del salón y nos fuimos a la cama de Maribel. Encendió el aparato y mi madre me colocó en medio de la cama. Agarró el brazo y lo colocó para poner su cabeza sobre él y abrazarme. Maribel nos miró desde los pies de la cama envidiando poder abrazarme, pero no decía nada.
-Maribel, ven y échate junto a mí. – Le dije estirando el otro brazo para invitarla a descansar junto a nosotros.
Se acurrucó junto a mí y podía sentir los cuerpos de aquellas dos maduras mujeres totalmente pegados al mío. Empecé a acariciar sus espaldas y mi madre iba cerrando los ojos y quedándose dormida. Maribel estaba demasiado excitada al tenerme tan cerca y empezó a acariciar mi pecho como jugando. Poco a poco fue bajando la mano hasta tenerla a la altura de mi vientre. Me miró a los ojos, después a mi madre que estaba dormida y después volvió a mirarme. Moví mi cabeza y le ofrecí mis labios para que me besara. Sentí su leve beso a la vez que su mano se colaba bajo el bañador y empezaba a acariciar mi pene endurecido. Me daba suaves caricias mientras mi lengua empezaba a buscar la suya en el interior de su boca.
Me encantaba sentir como su mano acariciaba mi pene. La camiseta que vestía tenía un amplio escote, no llevaba sujetador y sacó uno de sus pechos para ofrecérmelo. Se movió sin soltar mi pene y su oscuro y erecto pezón estaba a la altura de mi boca para que lo chupara. Saqué mi lengua y empecé a jugar con él. La respiración de Maribel era entrecortada por placer que le producía abusar del hijo de su amiga mientras ésta estaba allí mismo, dormida y sin darse cuenta de lo que pasaba.
Mi madre se movió y dejó de abrazarme. Maribel guardó rápidamente su pecho y soltó mi pene, asustada por que su amiga descubriera lo que hacía. Mi madre se giró para seguir durmiendo y yo le quité el brazo.
Liberado de mi madre, podía dedicar todo mi cuerpo a su amiga que estaba boca arriba esperando para volver a lo que estaba haciendo. Me coloqué de lado hacia ella, dándole la espalda a mi madre. Un brazo estaba bajo su cabeza y con la mano libre saqué de nuevo su pecho para seguir mamándole como si fuera a sacar leche con la que alimentarme.
Escuchaba la respiración entrecortada que le producía el placer de tener un joven entre sus brazos. Le saqué el otro pecho, los pechos me apuntaban con sus oscuros y erectos pezones, desafiándome a que le diera todo el placer posible a aquel cuerpo de madura lujuriosa que era Maribel.
Mi boca pasaba de un pezón a otro, mamando desesperadamente. Mi pene iba a explotar bajo mi bañador. Mientras mi madre descansaba plácidamente junto a nosotros, empecé a bajar mi mano por el pecho de mi amante hasta llegar a su vientre. Su camiseta estaba subida y empecé a tocar su sexo por encima de las bragas del bañador. Busqué el filo superior y metí mi mano en el interior.
Sus piernas se abrieron automáticamente para que pudiera tocarle por completo su húmeda raja. No me fue difícil encontrar la entrada de su vagina, estaba lanzando demasiados flujos por la excitación que tenía. Metí un dedo y sentí su clítoris endurecido. Lo floté con el dedo y ella intentaba no gemir por el placer que estaba sintiendo. Deslizaba el dedo sintiendo como se deslizaba fácilmente por su vagina, penetrándola una y otra vez. No tardó mucho en empezar a convulsionarse, con su mando en la boca intentaba evitar que se escucharan los gemidos de placer que lanzaba su garganta. La otra mano aferraba un puñado de sábana y la retorcía. Sus caderas se movían solas, deseando que mi dedo se transformara en mi pene y la penetrara profundamente.
-¡Vamos Maribel! – Mi madre asomaba por detrás de mí. - ¡Gime y goza tranquila! ¡Prefiero que tú enseñes estas cosas a mi niño a que lo haga otra guarra!
Se quitó la mano de la boca y empezó a lanzar terribles gemidos de placer, su cuerpo se agitaba y su mano agarró la mía para marcarme el ritmo de la masturbación.
-¡Mira lo que tiene mi niño aquí! – Mi madre me bajó el bañador y agarró mi pene para empezar a acariciarlo suavemente. - ¿Te gusta lo que ves?
-¡Sí… sí, la quiero dentro de mí! – Dijo Maribel.
Mi madre me separó de ella y me colocó a los pies de la cama de rodilla entre las piernas de nuestra amiga. Agarré las bragas de Maribel y empecé a quitárselas. Ella levantó las piernas para que salieran y después las abrió a ambos lados. Podía ver perfectamente su sexo, cubierto por aquellos bellos negros que franqueaban la húmeda entrada al placer.
-¡Métela aquí! – Dijo Maribel separándose los labios para ofrecerme su brillante y rosada vagina.
-¡No! – Dijo mi madre mientras su mano agarraba mi pene y continuaba masturbándome. – La primera vez que esto entre en una mujer, será en su madre.
Mientras la mano de mi madre se agitaba en mi pene y su boca me besaba y mordisqueaba la oreja, Maribel empezó a tocarse para masturbarse. Podíamos ver su sexo, en la parte superior de los labios tenía un enorme clítoris que sobresalía de entre ellos. Alargué la mano y empecé a tocárselo con el dedo gordo. Volvieron los gemidos de Maribel, con más intensidad, quería que la penetrara y estaba rabiando.
Mi madre seguía masturbándome con una mano, mientras la otra me acariciaba los testículos. No podía más, quería meterme dentro de Maribel y soltar todo mi semen, pero mi madre no me dejaba.
-¡Ya mamá, ya me viene!
Empecé a gemir acompañando a los gemidos de Maribel. Me tensé y empecé a lanzar semen. Mi madre apuntó hacia la raja de su amiga y el primer chorro dio por encima de su raja, en los pelos. Me incliné un poco y mi madre pudo apuntar mejor. Maribel mantenía su raja abierta mientras se masturbaba y la siguiente carga de semen dio de pleno en los dedos que entraban y salían en ella manchando la entrada de su vagina. Con los dedos hizo que todo el semen que caía sobre su sexo entrara dentro de su vagina. Podía ver como mi semen se mezclaba con sus flujos y eran batidos por aquellos lujuriosos dedos que tanto placer le estaba dando.
Cuando acabó de salir todo el semen, mi madre empezó a besarme. Me tumbé junto a Maribel y la besé a ella. Mi madre se echó en mí para besarme. Empecé a besar a una y otra. Allí estábamos, Maribel abierta de piernas con su sexo mojado por sus flujos y mi semen, yo en medio de ellas, besándolas apasionadamente y mi madre devolviéndome los besos y acariciando mi pene y mis testículos.
3 de julio una tarde diferente.
Eran ya las seis de la tarde cuando Maribel, mi madre y yo decidimos no ir a la playa. Después de lo que había pasado varias horas antes, besaba a mis dos mujeres cada vez que quería o ellas me lo pedían. Sobre todo Maribel que hacía mucho tiempo que no tenía sexo y a la que los jóvenes la enloquecían. Cada vez que me cogía por el pasillo tenía que darle un gran beso.
Mati no había vuelto aún. Sin duda le iría bien con su nuevo amigo. Maribel bromeaba pidiendo que Juan le hiciera perder de una vez la virginidad, pues si ella necesitaba tener sexo después de varios años separada de su marido, Mati que nunca había tenido sexo con ningún hombre estaría que reventaría.
-Maribel, no todas las mujeres necesitan la misma cantidad de sexo. – Dijo mi madre. – Y menos de forma tan pervertida como lo quieres tú.
-Lo siento Marta, pero es que me gustan los adolescentes… ¡Una es así! – Contestó su amiga. – A todo esto, ¿cuándo vamos a hacer que nuestro niño pierda la suya? – Preguntó. - ¿O es que ya la ha perdido contigo?
-Conmigo no, pero si quieres le preguntamos cuando quiere perderla, si ahora o más tarde…
En eso llamó Mati a la puerta. Venía con Juan e iba a darse un baño y a marcharse de nuevo para dar una vuelta y cenar después con él. Se la veía contenta e ilusionada como una jovencita de quince años. Tardó apenas media hora en prepararse para marcharse con su amigo. Me quedé en el salón viendo la televisión mientras mi madre y Maribel daban charla a Juan.
-¡Ya acabé! – Dijo Mati entrando en el salón. Estaba preciosa.
Se despidieron de nosotros y se marcharon. Maribel esperaba no volver a verla hasta el día siguiente tras haber perdido su virginidad.
Yo me sentía raro, totalmente excitado ante la posibilidad de tener sexo con mis dos maduras, mi madre y su amiga, pero raro. Había tenido a Maribel con su sexo totalmente abierto ante mí, mi madre me había masturbado. Me había corrido encima de la raja de nuestra amiga. Todo me excitaba demasiado, pero sentía que todo aquello me dejaba a medias, necesitaba sentir que era tener sexo completo, necesitaba penetrar de verdad a una de mis mujeres…
-¡Paco! – Escuche que mi madre me llamaba desde el baño. - ¿Puedes venir a ayudarme?
-¡Sí! – Contesté.
Caminé hasta el baño y entré. Mi madre estaba sentada en un taburete delante del bidé, donde Maribel estaba con sus piernas de par en par mostrando su sexo.
-¿Crees que te gustaría más mi sexo si no tuviera tantos pelos? – Me dijo Maribel. - ¿Te parece bien que me lo afeite tu madre?
-¡Sí…! – Contesté.
Mi madre echó crema y empezó a afeitarle el sexo con mucho cuidado. Me pedía opinión de cómo me gustaba más su maduro sexo. Al final lo tuvo totalmente depilado salvo un pequeño triángulo de pelos que le habíamos dejado en lo alto de su raja. Se lavó y se levantó para mostrarme como le había quedado.
-¡Ahora te toca a ti, Marta! – Le dijo Maribel a mi madre. - ¡Siéntate igual que yo y empiezo!
Maribel untó la espuma y dejó toda su raja sin pelos. Mi madre le pidió que a ella le dejara una hilera de pelos de un dedo de ancho desde el principio de su raja, allí donde está el clítoris y de unos cinco centímetros de larga.
-¿Qué? – Dijo mi madre colocándose junto a Maribel para que viera los sexos depilados de ambas. - ¿Te gustan como se han puesto tus mujeres?
-¡Ya lo creo! – Le contesté.
-¡Pues prepárate que ahora te toca a ti! – Dijo Maribel.
Me colocó dentro de la bañera, me hizo apoyar un pie en el filo y empezó a untar espuma por mis testículos. Empezó a afeitarme agarrando mi pene para ver bien todo. Con los toqueteos empezó a endurecerse mientras ellas tiraba hacia un lado y otro de mi escroto para dejármelos totalmente imberbe. Maribel me quitó toda la espuma que me cubría los genitales.
-¡Así me gustan los hombres! – Dijo sin dejar de acariciar mi pene. – ¡Sin pelos en los huevos y bien dura su empuñadura!
-¡Otra vez está mi pobre niño excitado! – Dijo mi madre. - ¿Qué podemos hacer con él?
-¡Llevémoslo a la cama y veremos que le podemos hacer!
Cada una me agarró por una mano y los tres caminamos desnudos por el pasillo hasta la habitación. Las rodeé a cada una con un brazo y besé primero a mi madre mientras Maribel me acariciaba, después besé a la otra y mi madre se dedicó a jugar con su lengua en mi pezón, mientras una de sus manos acariciaba mi culo. Maribel jugaba con mi lengua mientras su mano empezó a acariciar mi pene.
Mi madre me soltó el culo y sus labios me daban suaves besos por mi pecho. Poco a poco la sentía bajar por mi cuerpo hasta estar de cuclillas a mis pies. Mientras la mano de Maribel agitaba mi pene, mi madre empezó a acariciar mis endurecidos testículos con su lengua, lamiéndolos por todas partes.
-¡Qué placer lamer unos huevos sin pelos! – Exclamó. - ¡Los últimos que me comí hace ya muchos años no había tenían demasiados pelos!
-¡Pues déjame espacio que yo también quiero probarlos! – Dijo Maribel y se colocó junto a su amiga. – Su mano bajó mi prepucio y mi glande asomó ante los ojos de ellas. - ¡El pene de tu hijo está enrojecido! – Dijo Maribel pasando un dedo por mi glande. - ¡Pobrecito, estará caliente y habrá que enfriarlo!
Mi madre dejó de lamer y Maribel sacó su lengua, la colocó en la parte baja de mi pene y lo recorrió deleitándose en lamerlo poco a poco hasta que llegó a la base del glande. Su lengua empezó a jugar con el frenillo, cada movimiento de su lengua me producía descargas de sensaciones que recorrían mi espalda y nublaban mi mente, mis piernas se convulsionaban por el placer y tenía que hacer un gran esfuerzo para no caer. Se separó de mi pene.
Ahora mi madre hacía lo mismo que su amiga. Desde la base de mi pene empezó a recorrerlo hasta llegar a mi glande. Su lengua se movió rápidamente alrededor de mi enrojecido glande y yo lanzaba gemidos de placer a la vez que acariciaba las cabezas de mis dos amantes.
Maribel agarró mi pene por la parte más baja rodeándolo con dos dedos. Tiró de él para que quedara horizontal.
-¡Marta, hagamos que nuestro niño goce, lamemos cada una por un lado!
Las dos sacaron sus lenguas y se colocaron a ambos lados de mi pene endurecido. Se pegaron a la vez hasta que mi sexo quedó entre sus lenguas. Empezaron a moverse y sentía un deseo irrefrenable de lanzar mi semen. Podía verlas y ellas me miraban desde abajo. Estaban preciosas y sensuales mis dos maduras amantes. Sus cuerpo rebosaban algunas carne, pero la lujuria y el deseo que me mostraban sus ojos me encendía deseando apagar su pasión con mi líquido blanco.
Mi madre fue la primera en tragarse mi pene. Una de las veces que llegó con su lengua a mi glande, no volvió. Su boca se abrió y empezó a hacerme una mamada. Tuve que hacer un gran esfuerzo al ver como la boca de la mujer que tanto había deseado hacía desaparecer mi pene y empezaba a disfrutar del sexo con su hijo.
Maribel se colocó detrás de mí y la sentí darme pequeños bocados en mi culo. Yo estaba tenso por las caricias de la boca de mi madre y mi culo estaba duro, cosa que a Maribel la ponía más excitada aún.
Allí tenía a las dos, mi madre con mi pene entrando y saliendo de su boca; Maribel con mi culo, lamiendo y mordisqueando mis cachetes. Maribel me empujó y mi pene salió de la boca de mi madre mientras ella protestaba por aquello. Nuestra amiga me pidió que me tumbara en medio de la cama y así lo hice. Mi pene apuntaba al techo y ella se colocó a cuatro patas entre mis piernas, con una mano agarró mi pene y continuó la mamada que había empezado mi madre.
Ella, mi madre, se tumbó junto a mí y comenzó a besarme, acariciándome, ofreciéndome sus pechos para que los chupara. Llevé una mano a su sexo y ella abrió las piernas para que la tocara. Estaba totalmente empapada. Ahora no había ningún pelo que me impidiese el camino a su raja. Con un dedo separé sus labios y mi dedo se mojó de flujos cuando empezó a entrar en su vagina. Busqué su clítoris y lo encontré endurecido y deseoso de ser acariciado.
-¡Quiero chupártelo! – Le dije separando mi boca de su endurecido pezón. - ¡Déjame que te chupe tu raja!
Ella me miró a los ojos unos segundos y después hundió su lengua en mi boca excitada por la proposición que le había hecho su hijo. Podía sentir como mi pene era engullido por Maribel mientras mi madre se ponía de rodillas en la cama. Se colocó sobre mí con sus piernas abiertas y mirando hacia su amiga que no dejaba de tragar. Le agarré el culo y la moví hasta que su raja sin pelos estuvo a la altura de mi boca. Separé los cachetes de su culo y podía ver su oscuro ano. Con los dedos gordos hice que sus labios vaginales se separaran un poco y pude ver el interior mojado de su vagina. Subí la cabeza y metí mi lengua. Al momento me invadió el sabor salado de los flujos de mi madre. Moví la lengua y escuché el suave gemido que salió de su boca.
Maribel por momentos estaba más caliente, sus mamadas eran más agresivas, deseando que su boca se llenara con mi semen. Pero yo me resistía, quería disfrutar del sexo de mi madre y de la boca de su amiga. Los chasquidos de la boca de Maribel se podían escuchar perfectamente. Estaba enloquecida comiendo aquel joven pene que tanto placer le estaba dando.
-¡Después de tanto tiempo sin sexo, por fin una polla joven! – Habló rápido y volvió a tragárselo.
Las caderas de mi madre se movían descontroladamente cada vez que mi lengua recorría su raja de un lado a otro. Busqué con mi lengua su clítoris y lo encontré totalmente endurecido, esperándome. Me dediqué a jugar con él y ella empezó a lanzar gemidos de placer. Lo agarré con los labios y chupé. Sentí como su cuerpo se convulsionaba y de su boca empezó a salir gemidos aún más fuertes, sin duda se estaba corriendo sobre la cara de su hijo. Se tumbó sobre mi cuerpo y sentí como mi cara se inundaba de los flujos que su vagina lanzaba esperando ser penetrada.
-¡Dios, me estás volviendo loca! – Dijo mi madre y su cuerpo se movía sin control con cada caricia de mi lengua en su clítoris. - ¡Has conseguido que me corra con tu lengua!
-¡Pues déjamelo que yo necesito sentir lo mismo! – Dijo Maribel soltando mi pene.
Se levantó y empujó a mi madre para que se apartara y me dejara libre. Me colocó la almohada contra el respaldo de la cama y me colocó apoyado contra ella. Abrió las piernas y se colocó delante de mí. Vi como aquel triángulo de pelos que coronaba su raja se iba acercando más a mí. Sus dedos abrieron los labios para ofrecerme el interior de su vagina para que mi lengua la masturbara como un momento antes había hecho con mi madre.
Ya estaba bastante mojada y pude sentir el sabor de su sexo en mi boca. Agarró el cabecero de la cama y empujó su raja contra mi boca, como si me besara con su sexo. Mi lengua empezó a moverse por la húmeda vagina y buscaba su clítoris. Mi lengua chocó con un enorme clítoris, endurecido, vibrante de deseo, con el que jugué sintiendo en mi barbilla los flujos que fluían del interior de su vagina. Empujaba más su raja contra mí y envolví su clítoris con mis labios. En aquel gigante clítoris se podía mamar y eso hice, como antes con el pezón de mi madre, empecé a dar fuertes succiones que consiguieron arrancar gemidos de placer de mi madura amante.
Sentí como la boca de mi madre se tragaba mi pene, como su lengua jugaba con mi glande. Paré y separe a Maribel de mí para poder respirar un poco. Entre las piernas de ésta pude ver a mi madre a cuatro patas, con el culo en pompa, con sus pechos colgando y tragando mi pene.
Maribel volvió a empujar su sexo contra mi boca y me forzó a que la lamiera. De nuevo volví a mamar sobre su clítoris, chupando lo más fuerte que podía y dándole pequeños bocados con los dientes. Ella se retorcía y gemía, dando gracias a Dios por haberle conseguido una amante joven que le daba tanto placer. Chupaba y chupaba y su gemido se convirtió en un grito entrecortado y continuo cuando estaba sintiendo el orgasmo. Me empujó la cabeza de golpe y se separó de mí sin soltarse del cabecero. Sus piernas temblaban como teniendo vida propia. Con una mano empezó a flotarse sobre el clítoris y al momento de su raja salió un gran chorro. Se estaba corriendo y me estaba mojando con aquel chorro que olía a mujer en celo.
-¡Poneros a cuatro patas en el filo de la cama! – Muchas veces había visto películas porno en las que un tío penetraba a dos mujeres por detrás, con sus culos en pompa y alternando entre una y otra, aquello era una de las cosas que más me excitaban. - ¡Voy a hacer realidad una de mis fantasías! ¡Os la meteré por detrás!
Coloqué a mi madre a cuatro patas en el filo de la cama y Maribel se colocó a su lado. Allí tenía los dos culos redondos de mis amantes, entre sus piernas podía ver sus rajas mojadas. Acaricié sus culos, bajé las manos hasta tenerlas en sus rajas y las acariciaba sintiendo la humedad de sus vaginas.
-¿Estáis preparadas para que os penetre? – Les pregunté.
-¡No has visto lo mojado que está mi coño! – Dijo Maribel. - ¡A qué esperas para darme una estocada profunda con tu polla! ¡Tu madre seguro que estará loca porque la penetres!
Agarré mi pene con una mano y me acerqué al culo de mi madre. Ella me sintió y se inclinó para que su culo estuviera totalmente en pompa y me entregó su coño para que la penetrara. Me acerqué más y mi glande palpitaba por sentir el húmedo calor que brotaba de la vagina de ella. Puse mi glande entre los labios de su sexo, podía ver como mi pene era envuelto por aquellos pliegues de piel que me iban a dar tanto placer… Sonó el timbre de la puerta y asustado me retiré de mi madre.
-¿Quién será? – Dijo mi madre enfadada al no ser penetrada como era su deseo.
-¡Esperad, voy a ver! – Dijo Maribel y marchó al baño para coger la ropa que se había quitado y se la colocó para abrir la puerta.
Desde el pasillo nos hizo señas para que nos vistiéramos rápidamente y mientras lo hacíamos la escuchamos hablar.
-¡Mati! – Nuestra amiga había vuelto. - ¿Qué se te ha olvidado?
Continuará...
De vacaciones con mi madre y sus amigas [Capitulo 3]
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Después de esa maravillosa mañana en la playa, Paco espera volver a vivir nuevas experiencias en compañía de sus 3 maduras.
CAPÍTULOS ANTERIORES:
De vacaciones con mi madre y sus amigas [Capitulo 1]
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2 de julio por la noche.
Volvimos de la playa. Ahora todo había cambiado, la excitación que me producían aquellas maduras mujeres no, pero mi relación con ellas sí. A Maribel le gustaba mucho mi cuerpo y casi todo el tiempo anduvo dándome cachetadas en el culo.
Lo primero que hicimos era ducharnos. Maribel y Mati andaban por la casa desnuda. Era como dijo la primera: “Si ya nos has visto desnudas en la playa, nada va a cambiar por estar desnudas en casa”. Y yo también andaba con mi pene colgando, medio endurecido al verlas a ellas. Mi madre era la que aún guardaba un poco la compostura e iba vestida, nadie le reprochaba nada.
Nos íbamos duchando por turnos y entrábamos y salíamos del baño según necesitáramos, sin importarnos quién estuviera dentro. Mati pidió gel cuando se estaba duchando pues fue la primera y estaba en el mueble. Muy dispuesto, no podía ser de otra manera, entre en el baño y se lo acerqué.
Decidimos cenar fuera, así que todos nos vestimos y sobre las once andábamos por el pueblo en busca de un buen restaurante. La cena fue divertida y Maribel y Mati enfadaban a mi madre pidiéndole que esa noche dejara que durmiera con ellas.
-¡Sois unas pervertidas! – Se quejaba mi madre. - ¡Y tú también, Paco!
-Mami, es que aún soy virgen. – Le decía para enfadarla más. – No estaría mal tener dos profesoras en la primera noche ¿no? – Menos mi madre todos reíamos.
Después de cenar, caminamos por el paseo marítimo hasta que llegamos a la zona de las discotecas y pub. Producto de la excitación que había tenido Maribel en la playa, al ver tantos jóvenes allí reunidos, estaba como en celo. Agarrada del brazo de Mati cuchicheaba sobre aquel chaval o aquel otro. La verdad es que o aquella noche tenía sexo con alguien o reventaría.
Eran ya las una y cuarto de la madrugada cuando mi madre pidió volver a casa. Maribel era la única que quería seguir y convenció a Mati para que se quedaran un poco más. Mi madre y yo volvimos paseando por el paseo marítimo, en silencio. Era raro caminar con ella después de lo que había pasado aquella tarde. Verla desnuda, no, estar desnudos en la playa. La excitación que teníamos, yo al verlas a ellas y ella al ver mi pene totalmente erecto.
-Paco. – Habló por fin mi madre. – Perdona por lo que ha pasado esta tarde en la playa… - Hablaba mientras caminábamos con la mirada en el suelo. - ¡Nunca más volverá a pasar! Esta noche dormiré en el sofá…
-¡No ma…! - Me interrumpió y siguió hablando.
-¡Escúchame primero! – Me miró con ojos apenados. – Soy tu madre y estuvo mal. Me sentí… - Paró sin saber si seguir hablando. – Me sentí muy excitada al verte allí en la playa, con mis dos calenturientas amigas… Pero eso no puede ser.
-Pero dime sólo una cosa… - Detuve su caminar y agarré sus manos. - ¿Disfrutaste de aquel momento?
-Pero eso no puede ser… - Me soltó de golpe y se giró para seguir caminando.
Llegamos al apartamento y ella entró en el servicio. Se encerró allí y estuvo un rato. La oí sollozar. Se sentía mal por lo ocurrido y yo no podía darle consuelo. Unos minutos después salió del baño.
-Acuéstate en la habitación, yo dormiré en el sofá. – Me dijo.
-No mamá, durmamos en la habitación, charlemos será mejor hablarlo sin tapujos.
La agarré por la mano y la llevé hasta la habitación. Ella estaba boca arriba en su lado de la cama y junto a ella boca abajo, apoyado en mis codos.
-Mamá. – Empecé a hablarle. – Tengo que reconocerte que me excitas, esta tarde en la playa y anoche cuando dormimos abrazados. – Ella me miró e intentó hablar, pero yo le puse un dedo en los labios para que me dejara seguir. – Siempre te he visto como una mujer bonita, pero no pensé nunca en excitarme contigo… Pero lo que ha ocurrido esta tarde ha pasado de verdad. Me excité con ustedes, es lógico, sois maduras pero tenéis buen cuerpo.
-¡Pero no puede ser! – Protestó levemente. – ¡Eso es incesto!
-Sí, y yo te quiero como mi madre. Porque hayamos tenido ese momento de placer no dejo de quererte como lo que eres, mi madre. Lo que pasa es que me siento atraído por ti simplemente para tener sexo, igual que me atraen Maribel y Mati. Lo único es que tú me produces más excitación pues primero eres mi madre y segundo tengo más oportunidades de tenerte al estar más tiempo juntos. Lo que ha pasado no ha sido amor, sólo sexo…
Mi madre pensó un poco y parecía más calmada. Se puso de costado y nos mirábamos a los ojos.
-La verdad, - comenzó a hablar. – es que hacía mucho tiempo que no estaba con un hombre… En verdad desde que lo hice con tu padre. Al verte allí desnudo con las asquerosas de mis amigas me excitó… Maribel tenía razón en eso de que estaba excitada por los duro que tenía los pezones. Ya cuando vi tu pene erecto y aquella forma de lanzar semen… - Volvió a bajar la vista por la vergüenza que sentía al decir aquello. – me excitó hasta el punto de tener aquel orgasmo tan intenso…
-Pero eso sólo fue sexo… - Le dije acariciando una de sus manos. – No te sientas mal por lo que ha pasada. – Me sonrió agradecida por aquella conversación.
Por un rato nos mirábamos el uno al otro, de costado en aquella cama. La tenue luz que entraba por la ventana la volvía más hermosa y excitante de lo que nunca la había visto. Le acariciaba una mano y ella la levantó. Empezamos a jugar con nuestros dedos hasta cruzarlos y quedar palma con palma. Una dulce sonrisa se dibujó en su boca. Desenredé mis dedos y agarré su mano para llevarla a mi boca. Con delicadeza le di un beso, y después otro… y otro más.
Fui subiendo con mis besos, recorriendo todo su brazo con cada beso, acercándome cada vez más a ella hasta llegar a besar su hombro.
-Mamá ¿necesitas sexo esta noche? – Le pregunté suavemente sintiendo un temblor en el interior de mi cuerpo al escucharme decir aquellas palabras.
No dijo nada. Su mano se deslizo por mi pecho desnudo hasta llegar a mi cara. Me acarició maternalmente. Puse mi mano en su cintura y me incliné hacia ella despacio, acercando mi boca a la suya. Ella no apartaba sus ojos de mi boca hasta que a escasos centímetros, nuestros labios se entreabrieron y nos fundimos en un beso. Dejé caer mi cuerpo sobre el suyo y nos fundimos en un abrazo.
Era delicioso sentir la calidez del cuerpo de mi madre que vibraba excitada bajo el mío. Los dos nos acariciábamos por todos lados. Nunca podré describir la sensación que me produjo la primera vez que ella introdujo su lengua en mi boca. Yo no había besado así nunca, pero sentir como la lengua de ella entraba y jugaba con la mía me produjo trasladarme al frenético mundo del placer.
Me subí totalmente sobre mi madre y quedé entre sus piernas que se abrieron para recibirme deseando tener placer. Sus manos se metieron por debajo del pantalón del pijama y acariciaron mi culo disfrutando de la dureza que tomaba cuando empujaba mi sexo para restregarlo contra el suyo. Mi lengua jugaba con la suya, pasando de una boca a otra. Sentía en mi pecho sus pechos, la dureza de sus pezones que traspasaban la fina tela de la camiseta que usaba para dormir. Separé mi boca de la suya y nunca hubiera imaginado que mi madre tuviera una cara tan hermosa cuando estaba excitada y frenética de placer. Sus piernas me rodearon por la cintura y me aprisionaron contra ella.
Nuestros sexos estaban en contacto, separados solamente por las telas de nuestras ropas. Yo me agitaba, como si la penetrara. Aquel roce la estaba volviendo loca, mi pene frotaba contra su raja y presionaba su clítoris. Estaba a punto de tener su primer orgasmo conmigo. Sentí como sus uñas se clavaron en mi espalda, sus piernas me aprisionaron más y no paré de moverme para darle más placer. Su cara estaba desencajada y su boca abierta lanzaba gemidos ahogados de placer. No paraba de frotarme contra su sexo y me incliné para lamer su boca mientras ella gemía.
Me movía y sentí que llegaba mi momento. No pude decirle nada. Me tensé y solté me esperma sobre el pantalón del pijama. Nuestros flujos atravesaron las telas que nos separaban y se mezclaron, mi semen y aquel líquido que no paraba de salir del sexo de mi madre. Quedé sobre ella y descansábamos tras nuestro primer orgasmo.
-Paco, vayamos a limpiarnos al baño. – Me dijo con una suave voz mientras me acariciaba el pelo.
Nos levantamos de la cama y caminamos por el pasillo hasta el baño. Me quité el pantalón y mi pene aún estaba algo erecto y sobre todo mojado por mi semen. Ella se quitó las bragas y las colocó sobre el lavabo, abrió las piernas y se sentó en el bidé para lavarse su sexo. Tome la prenda que se había quitado, estaba totalmente empapada y el aroma de mi madre llegó hasta mi nariz. Puse las bragas sobre mi cara y sentí la humedad que contenía en la punta de mi nariz, las olí profundamente y me invadió el delicioso aroma del sexo de mi madre. Aquel olor me excitó y mi pene empezó a crecer de nuevo. Mi madre se levantó después de asearse y giró hacia mí.
-¡Ya estás otra vez liado! – Me dijo al ver como yo olía sus bragas y mi pene se volvía a endurecer. – Ven que te voy a lavar.
Me puso mirando hacia el lavabo, desnudo como estaba para que mi pene quedara dentro y poder lavarla. Ella estaba junto a mí y abrió el grifo, cogió un poco de jabón y empezó a manosear mi sexo. Lo lavó, sí, pero cada vez estaba más grande y duro. Lo enjuagó y siguió haciéndome una deliciosa paja. Sólo llevaba puesto la camiseta que usaba como pijama, le pasé el brazo por la cintura y la pegué más a mí. Con mi mano busqué su culo desnudo y empecé a acariciarlo. Mi placer aumentaba con cada sacudida que mi madre daba en mi embrutecido falo que deseaba volver a darle el semen que ella tanto deseaba. El placer que sentía me volvía loco y ya no acariciaba el redondo culo de mi madre, no, ahora mis dedos lo apretaban locamente, queriendo sentir a mi madre más cerca de mí.
Ella me miraba en el reflejo del espejo mientras yo tenía los ojos cerrado a punto de tener mi esperado orgasmo. Los abrí y pude ver el placer que mostraba su cara, disfrutaba masturbándome, teniendo mi polla en su mano, agitándola para que le diera mi líquido blanco. Subí la mano que tenía en su culo y la cogí por la nuca para forzarla a que me diera su boca. No opuso resistencia y su boca abierta se fundió con la mía, nuestras lenguas volvían a jugar la una con la otra… Mi pene vibró en su mano y supo que toda mi carga iba a salir. Aumentó el ritmo de los movimientos de su mano y mientras nuestras bocas se besaban, mi brazo la atraía más a mí y mi pene comenzó a soltar semen.
Dejó de besarme y miró como los chorros blancos caían sobre el inerte lavabo. Mis piernas temblaban por el placer que me estaba dando. Fue bajando el ritmo de aquella excitante masturbación y mi pene se convulsionaba con espasmos para vaciarse por completo.
-¡Gracias mamá! – Le dije dándole un beso en la boca.
-Para mi hijo lo mejor… - Volvimos a besarnos y nos fundimos en un abrazo apasionado. – Ya he superado los miedos que tenía al principio de la noche… Cada vez que necesites sexo estaré dispuesta a dártelo. Volvimos a la habitación y nos acostamos juntos y abrazados. Nunca dormí tan a gusto como aquella noche en la que había tenido un poco de sexo con mi madre y descansábamos en un abrazo incestuoso para mostrarnos el amor que nos teníamos.
3 de julio.
Aquella mañana de sábado desperté solo en la cama. Me levanté y caminé como si estuviera en un sueño, mi madre y yo teníamos una relación incestuosa en la que podíamos tener todo el sexo que necesitáramos.
Pasé por delante de la habitación de Maribel y Mati, la puerta estaba abierta y las dos aún permanecían dormidas. Estaban destapadas y me fijé en sus cuerpos, en sus culos sobre todo. Mati tenía un pantalón de pijama corto que le marcaba su redondo culo, Maribel tenía una camiseta y en la postura que tenía su culo quedaba a la vista, cubierto por unas bragas negras que le hacían un culo excitante. Busqué a mi madre y en el salón no estaba, pero la encontré en la cocina haciendo café.
-¡Buenos días hijo! – Me dijo con una gran sonrisa. - ¿Has dormido bien?
-¡Nunca he dormido mejor que esta noche! – Le contesté abrazándola por la espalda y besando su cuello.
-¿Quieres un café para despejarte?
-No. – La giré mientras le hablaba. – Un beso tuyo sería suficiente. Nuestros labios se unieron y nos dimos un beso leve y cariñoso.
-Y después de esto ¿quieres un café? – Me preguntó.
-Sí. – Le respondí y la besé de nuevo.
Eran la diez y media de la mañana cuando estábamos los dos tomando café en el salón y desayunando. Mati entro en la habitación con el pelo revuelto y se sentó en el sofá.
-¡Buenos días! – Dijo recostándose. - ¿Qué hay que hacer para que una se pueda tomar un café de esos?
-¡Anda Paco! – Me dijo mi madre. – Prepárale un café a Mati.
Entraba en el salón con el café para Mati cuando mi madre salía con los platos sucios que habíamos utilizado. Le coloqué el café en la mesa y Mati se sentó a tomarlo. No hablaba, simplemente se dedicaba a tomar el café y contemplar la playa desde la ventana.
Mi madre me llamó para que la ayudara a hacer la cama donde habíamos dormido por primera vez como pareja, donde habíamos tenido nuestro primer encuentro sexual. Pasamos por delante de la habitación donde Maribel dormía. Estaba boca arriba, sus piernas estaban bastante abiertas y podíamos verle perfectamente sus bragas.
-¿Te gustaría hacerlo con Maribel? – Me susurró.
La miré y la besé en la boca, no hizo falta decirle nada, comprendió que deseaba poseer a las tres. Me agarró de la mano y me llevó a la habitación. Entramos y cerró la puerta. Nos fundimos rápidamente, desesperadamente en un abrazo y nos besábamos.
-¡Para hijo! – Dijo mi madre empujándome con dificultad para separarme de ella. – ¡Ahora no es momento de esto!
Me separé de ella pero deseaba amarla sobre la cama. Entre los dos hicimos la cama y recogimos la habitación. Salimos de la habitación y nos encontramos a Maribel que iba a entrar en el baño.
-¡Buenos días! – Dijo en un tono burlesco. - ¿Qué hacíais los dos en la habitación encerrados? – Su sonrisa mostraba burla y la lujuria que le producía la idea de que madre e hijo tuvieran relaciones sexuales.
-¡Lo qué tienes que hacer es levantarte antes y no ser tan pervertida! – Le contestó mi madre entrando en la broma. - ¡Ay, espera hijo! – Se agarró a mi brazo y llevó una de sus manos bajo el vestido que se había puesto. - ¡Es que no me has dejado las bragas bien colocadas y me molestan! – Hizo como que se las colocaba y después seguimos caminando hacia el salón.
-¡Cuando menos te los esperes, tu hijo estará entre mis piernas! – Le dijo Maribel cuando pasábamos por delante de ella y me dio otra cachetada en el culo. - ¡Qué durito lo tienes hijo!
Mati estaba sentada en la terraza, mirando hacia la playa, muy pensativa. Había recogido el salón y fregado los platos que habíamos utilizado para el desayuno. No sentamos con ella.
-¿Qué te pasa Mati? – Le preguntó mi madre.
-Nada… - Contestó en principio. – Verás, anoche estuvimos por los bares. Maribel provocaba a los chavales jóvenes pero todos huían de ella… Pero todos querían follarme a mí… a mí que no soy de ese tipo de mujer…
-Mati es natural, eres joven y eres bonita… - Le comentó mi madre.
-¡Vale, pero no todo tiene que ser follar cómo conejos! – Estaba enojada y era la primera vez que escuchaba palabras soeces en la boca de Mati, una mujer tan dulce. – Pero ya me siento vieja para encontrar un hombre que me quiera no sólo para sexo…
-Mati. – Le dijo mi madre. – Aún eres joven, para nada eres una madura… cuando menos te lo esperes llegará un hombre que te amará más que ninguno…
-¡Gracias Marta! – Mati agradeció los ánimos que su amiga le daba. – Maribel es que siempre está pensando en lo mismo, en “estar llena de carne”.
-¡Ella es así! – Respondió mi madre. – Pero comprende que si tú no quieres tener sexo con cualquiera, a ella no le importa. ¡Anda! – Le dijo a Mati. – ¡No pienses en eso y vamos a hacer la comida que hoy hace un día muy bueno para ir a la playa!
Los tres nos pusimos a hacer la comida y Maribel llegó después de tomar una ducha. No preguntó y se puso a ayudarme a pelar patatas, al momento habíamos acabado. Cada una hacia una cosa a lo largo de la cocina, que era larga, pero más bien estrecha. Cada vez que tenía que ir de un lado a otro pasaba muy pegado a cada una de ellas, así que para poder dar un beso a mi madre, empecé a dárselo a todas. Así cuando mi madre, que estaba en la parte opuesta a Maribel haciendo la comida, me pedió algo para que se lo llevara, pasé por detrás de Mati, la agarré delicadamente por la cintura y le di un beso en la mejilla; cuando llegué a la altura de mi madre también se lo dí a ella.
-¡Vaya! – Protestó Maribel. - ¡Y para tu Maribel no hay nada!
Le di otro beso a mi madre y una buena cogida de culo que las otras no vieron y volví a pasar por Mati, con su beso, hasta llegar a Maribel que me ofreció su mejilla y mientras la besaba, aprovechó para tocarme el culo con su mano.
-¡Qué cariñoso es nuestro niño! – Dijo alargando todo lo posible el tener mi culo en su mano.
-Maribel. – Dijo mi madre. - ¡Ten cuidado a ver si lo vas a calentar demasiado y después que hacemos!
-¡No te preocupes! – Dijo Maribel mirando a mi madre desafiante. - ¡Me encerraré con él en la habitación para hacer la cama! A todo esto, ¿me puedes ayudar a hacer mi cama? – Me preguntó sin dejar de mirar a mi madre.
-¡Anda, déjate de tonterías! – Le contestó con un tono de madre enfadada. - ¡Haced la cama y preparaos para ir a la playa!
Maribel entendió a mi madre y los dos hicimos la cama sin más incidentes. Cuando acabamos me marché a mi habitación y me preparé para ir a la playa con mis mujeres. Salí de la habitación y Maribel ya estaba lista. Mi madre y Mati habían acabado de preparar la comida y entraron en sus habitaciones para colocarse el bañador.
Media hora después estábamos los cuatro en la orilla. Nos bañábamos y Mati decidió irse a tomar el sol junto a la sombrilla. Nosotros tres seguimos bañándonos. De vez en cuando acariciaba a mi madre bajo el agua y ella se apartaba de mí por la proximidad de Maribel.
-¡Mirad eso! – Dijo Maribel. – ¡Parece que a Mati le ha salido un pretendiente!
Un chico joven, aparentemente más joven que Mati, hablaba con ella y se sentó en la arena junto a ella. Los tres nos quedamos mirando para ver que ocurría y nuestra amiga parecía divertirse con la conversación que tenía con su nuevo amigo.
-¡A ver si se estrena de una vez la “beata”! – Dijo Maribel.
-Bueno, - habló mi madre – ella busca amor más que sexo…
-Sí, - Maribel contestó – pero con amor o sin amor al final se acaba en la cama… - Rió divertida.
Tras pasar un buen rato, más del que normalmente pasábamos, decidimos ir a comer. Al llegar a donde estaba Mati con su nuevo amigo, esta no lo presentó. Se llamaba Juan y estaba trabajando en el pueblo desde hacía unos meses aunque ese mes de julio estaba de vacaciones.
-Nosotros vamos a comer. – Dijo Maribel. - ¿Te apetece comer en casa?
-¡Gracias pero no! – Dijo Juan. – Le he pedido a Mati que coma conmigo, que yo la invitaba y estoy esperando a que se decida.
Mati estaba hablando con mi madre y después de unos minutos las dos llegaron.
-Mati se va a ir con Juan a comer, - dijo mi madre – vámonos nosotros tres a casa.
Y así lo hicimos. Mi madre, Maribel y yo marchamos a casa para comer mientras Mati y su nuevo amigo se quedaron en la playa. Durante el camino a casa, Maribel hablaba de la suerte que tenía la “beata” al haber encontrado a Juan, un tipo así es lo que ella necesitaba en ese momento, joven, de buen cuerpo y que le quitara el calor que tenía.
-¿Por qué no te buscas un hombre que te satisfaga? – Le preguntó mi madre.
-¡Hija, es que mis gustos son perversos! – Dijo ella. - ¡Me gustan jovencitos y briosos!
Después de comer y de recoger todo, los tres nos sentamos en el sofá a ver la tele durante un rato. Estábamos casi tumbados, cada una estaba a uno de mis lados y apoyaban sus cabezas sobre mí.
-¿Por qué no nos vamos a tu habitación y vemos la tele desde la cama? – Dijo mi madre ya que en la habitación de Maribel y Mati sí había televisión.
-¡Vale! – Dijimos los dos.
Apagamos la televisión del salón y nos fuimos a la cama de Maribel. Encendió el aparato y mi madre me colocó en medio de la cama. Agarró el brazo y lo colocó para poner su cabeza sobre él y abrazarme. Maribel nos miró desde los pies de la cama envidiando poder abrazarme, pero no decía nada.
-Maribel, ven y échate junto a mí. – Le dije estirando el otro brazo para invitarla a descansar junto a nosotros.
Se acurrucó junto a mí y podía sentir los cuerpos de aquellas dos maduras mujeres totalmente pegados al mío. Empecé a acariciar sus espaldas y mi madre iba cerrando los ojos y quedándose dormida. Maribel estaba demasiado excitada al tenerme tan cerca y empezó a acariciar mi pecho como jugando. Poco a poco fue bajando la mano hasta tenerla a la altura de mi vientre. Me miró a los ojos, después a mi madre que estaba dormida y después volvió a mirarme. Moví mi cabeza y le ofrecí mis labios para que me besara. Sentí su leve beso a la vez que su mano se colaba bajo el bañador y empezaba a acariciar mi pene endurecido. Me daba suaves caricias mientras mi lengua empezaba a buscar la suya en el interior de su boca.
Me encantaba sentir como su mano acariciaba mi pene. La camiseta que vestía tenía un amplio escote, no llevaba sujetador y sacó uno de sus pechos para ofrecérmelo. Se movió sin soltar mi pene y su oscuro y erecto pezón estaba a la altura de mi boca para que lo chupara. Saqué mi lengua y empecé a jugar con él. La respiración de Maribel era entrecortada por placer que le producía abusar del hijo de su amiga mientras ésta estaba allí mismo, dormida y sin darse cuenta de lo que pasaba.
Mi madre se movió y dejó de abrazarme. Maribel guardó rápidamente su pecho y soltó mi pene, asustada por que su amiga descubriera lo que hacía. Mi madre se giró para seguir durmiendo y yo le quité el brazo.
Liberado de mi madre, podía dedicar todo mi cuerpo a su amiga que estaba boca arriba esperando para volver a lo que estaba haciendo. Me coloqué de lado hacia ella, dándole la espalda a mi madre. Un brazo estaba bajo su cabeza y con la mano libre saqué de nuevo su pecho para seguir mamándole como si fuera a sacar leche con la que alimentarme.
Escuchaba la respiración entrecortada que le producía el placer de tener un joven entre sus brazos. Le saqué el otro pecho, los pechos me apuntaban con sus oscuros y erectos pezones, desafiándome a que le diera todo el placer posible a aquel cuerpo de madura lujuriosa que era Maribel.
Mi boca pasaba de un pezón a otro, mamando desesperadamente. Mi pene iba a explotar bajo mi bañador. Mientras mi madre descansaba plácidamente junto a nosotros, empecé a bajar mi mano por el pecho de mi amante hasta llegar a su vientre. Su camiseta estaba subida y empecé a tocar su sexo por encima de las bragas del bañador. Busqué el filo superior y metí mi mano en el interior.
Sus piernas se abrieron automáticamente para que pudiera tocarle por completo su húmeda raja. No me fue difícil encontrar la entrada de su vagina, estaba lanzando demasiados flujos por la excitación que tenía. Metí un dedo y sentí su clítoris endurecido. Lo floté con el dedo y ella intentaba no gemir por el placer que estaba sintiendo. Deslizaba el dedo sintiendo como se deslizaba fácilmente por su vagina, penetrándola una y otra vez. No tardó mucho en empezar a convulsionarse, con su mando en la boca intentaba evitar que se escucharan los gemidos de placer que lanzaba su garganta. La otra mano aferraba un puñado de sábana y la retorcía. Sus caderas se movían solas, deseando que mi dedo se transformara en mi pene y la penetrara profundamente.
-¡Vamos Maribel! – Mi madre asomaba por detrás de mí. - ¡Gime y goza tranquila! ¡Prefiero que tú enseñes estas cosas a mi niño a que lo haga otra guarra!
Se quitó la mano de la boca y empezó a lanzar terribles gemidos de placer, su cuerpo se agitaba y su mano agarró la mía para marcarme el ritmo de la masturbación.
-¡Mira lo que tiene mi niño aquí! – Mi madre me bajó el bañador y agarró mi pene para empezar a acariciarlo suavemente. - ¿Te gusta lo que ves?
-¡Sí… sí, la quiero dentro de mí! – Dijo Maribel.
Mi madre me separó de ella y me colocó a los pies de la cama de rodilla entre las piernas de nuestra amiga. Agarré las bragas de Maribel y empecé a quitárselas. Ella levantó las piernas para que salieran y después las abrió a ambos lados. Podía ver perfectamente su sexo, cubierto por aquellos bellos negros que franqueaban la húmeda entrada al placer.
-¡Métela aquí! – Dijo Maribel separándose los labios para ofrecerme su brillante y rosada vagina.
-¡No! – Dijo mi madre mientras su mano agarraba mi pene y continuaba masturbándome. – La primera vez que esto entre en una mujer, será en su madre.
Mientras la mano de mi madre se agitaba en mi pene y su boca me besaba y mordisqueaba la oreja, Maribel empezó a tocarse para masturbarse. Podíamos ver su sexo, en la parte superior de los labios tenía un enorme clítoris que sobresalía de entre ellos. Alargué la mano y empecé a tocárselo con el dedo gordo. Volvieron los gemidos de Maribel, con más intensidad, quería que la penetrara y estaba rabiando.
Mi madre seguía masturbándome con una mano, mientras la otra me acariciaba los testículos. No podía más, quería meterme dentro de Maribel y soltar todo mi semen, pero mi madre no me dejaba.
-¡Ya mamá, ya me viene!
Empecé a gemir acompañando a los gemidos de Maribel. Me tensé y empecé a lanzar semen. Mi madre apuntó hacia la raja de su amiga y el primer chorro dio por encima de su raja, en los pelos. Me incliné un poco y mi madre pudo apuntar mejor. Maribel mantenía su raja abierta mientras se masturbaba y la siguiente carga de semen dio de pleno en los dedos que entraban y salían en ella manchando la entrada de su vagina. Con los dedos hizo que todo el semen que caía sobre su sexo entrara dentro de su vagina. Podía ver como mi semen se mezclaba con sus flujos y eran batidos por aquellos lujuriosos dedos que tanto placer le estaba dando.
Cuando acabó de salir todo el semen, mi madre empezó a besarme. Me tumbé junto a Maribel y la besé a ella. Mi madre se echó en mí para besarme. Empecé a besar a una y otra. Allí estábamos, Maribel abierta de piernas con su sexo mojado por sus flujos y mi semen, yo en medio de ellas, besándolas apasionadamente y mi madre devolviéndome los besos y acariciando mi pene y mis testículos.
3 de julio una tarde diferente.
Eran ya las seis de la tarde cuando Maribel, mi madre y yo decidimos no ir a la playa. Después de lo que había pasado varias horas antes, besaba a mis dos mujeres cada vez que quería o ellas me lo pedían. Sobre todo Maribel que hacía mucho tiempo que no tenía sexo y a la que los jóvenes la enloquecían. Cada vez que me cogía por el pasillo tenía que darle un gran beso.
Mati no había vuelto aún. Sin duda le iría bien con su nuevo amigo. Maribel bromeaba pidiendo que Juan le hiciera perder de una vez la virginidad, pues si ella necesitaba tener sexo después de varios años separada de su marido, Mati que nunca había tenido sexo con ningún hombre estaría que reventaría.
-Maribel, no todas las mujeres necesitan la misma cantidad de sexo. – Dijo mi madre. – Y menos de forma tan pervertida como lo quieres tú.
-Lo siento Marta, pero es que me gustan los adolescentes… ¡Una es así! – Contestó su amiga. – A todo esto, ¿cuándo vamos a hacer que nuestro niño pierda la suya? – Preguntó. - ¿O es que ya la ha perdido contigo?
-Conmigo no, pero si quieres le preguntamos cuando quiere perderla, si ahora o más tarde…
En eso llamó Mati a la puerta. Venía con Juan e iba a darse un baño y a marcharse de nuevo para dar una vuelta y cenar después con él. Se la veía contenta e ilusionada como una jovencita de quince años. Tardó apenas media hora en prepararse para marcharse con su amigo. Me quedé en el salón viendo la televisión mientras mi madre y Maribel daban charla a Juan.
-¡Ya acabé! – Dijo Mati entrando en el salón. Estaba preciosa.
Se despidieron de nosotros y se marcharon. Maribel esperaba no volver a verla hasta el día siguiente tras haber perdido su virginidad.
Yo me sentía raro, totalmente excitado ante la posibilidad de tener sexo con mis dos maduras, mi madre y su amiga, pero raro. Había tenido a Maribel con su sexo totalmente abierto ante mí, mi madre me había masturbado. Me había corrido encima de la raja de nuestra amiga. Todo me excitaba demasiado, pero sentía que todo aquello me dejaba a medias, necesitaba sentir que era tener sexo completo, necesitaba penetrar de verdad a una de mis mujeres…
-¡Paco! – Escuche que mi madre me llamaba desde el baño. - ¿Puedes venir a ayudarme?
-¡Sí! – Contesté.
Caminé hasta el baño y entré. Mi madre estaba sentada en un taburete delante del bidé, donde Maribel estaba con sus piernas de par en par mostrando su sexo.
-¿Crees que te gustaría más mi sexo si no tuviera tantos pelos? – Me dijo Maribel. - ¿Te parece bien que me lo afeite tu madre?
-¡Sí…! – Contesté.
Mi madre echó crema y empezó a afeitarle el sexo con mucho cuidado. Me pedía opinión de cómo me gustaba más su maduro sexo. Al final lo tuvo totalmente depilado salvo un pequeño triángulo de pelos que le habíamos dejado en lo alto de su raja. Se lavó y se levantó para mostrarme como le había quedado.
-¡Ahora te toca a ti, Marta! – Le dijo Maribel a mi madre. - ¡Siéntate igual que yo y empiezo!
Maribel untó la espuma y dejó toda su raja sin pelos. Mi madre le pidió que a ella le dejara una hilera de pelos de un dedo de ancho desde el principio de su raja, allí donde está el clítoris y de unos cinco centímetros de larga.
-¿Qué? – Dijo mi madre colocándose junto a Maribel para que viera los sexos depilados de ambas. - ¿Te gustan como se han puesto tus mujeres?
-¡Ya lo creo! – Le contesté.
-¡Pues prepárate que ahora te toca a ti! – Dijo Maribel.
Me colocó dentro de la bañera, me hizo apoyar un pie en el filo y empezó a untar espuma por mis testículos. Empezó a afeitarme agarrando mi pene para ver bien todo. Con los toqueteos empezó a endurecerse mientras ellas tiraba hacia un lado y otro de mi escroto para dejármelos totalmente imberbe. Maribel me quitó toda la espuma que me cubría los genitales.
-¡Así me gustan los hombres! – Dijo sin dejar de acariciar mi pene. – ¡Sin pelos en los huevos y bien dura su empuñadura!
-¡Otra vez está mi pobre niño excitado! – Dijo mi madre. - ¿Qué podemos hacer con él?
-¡Llevémoslo a la cama y veremos que le podemos hacer!
Cada una me agarró por una mano y los tres caminamos desnudos por el pasillo hasta la habitación. Las rodeé a cada una con un brazo y besé primero a mi madre mientras Maribel me acariciaba, después besé a la otra y mi madre se dedicó a jugar con su lengua en mi pezón, mientras una de sus manos acariciaba mi culo. Maribel jugaba con mi lengua mientras su mano empezó a acariciar mi pene.
Mi madre me soltó el culo y sus labios me daban suaves besos por mi pecho. Poco a poco la sentía bajar por mi cuerpo hasta estar de cuclillas a mis pies. Mientras la mano de Maribel agitaba mi pene, mi madre empezó a acariciar mis endurecidos testículos con su lengua, lamiéndolos por todas partes.
-¡Qué placer lamer unos huevos sin pelos! – Exclamó. - ¡Los últimos que me comí hace ya muchos años no había tenían demasiados pelos!
-¡Pues déjame espacio que yo también quiero probarlos! – Dijo Maribel y se colocó junto a su amiga. – Su mano bajó mi prepucio y mi glande asomó ante los ojos de ellas. - ¡El pene de tu hijo está enrojecido! – Dijo Maribel pasando un dedo por mi glande. - ¡Pobrecito, estará caliente y habrá que enfriarlo!
Mi madre dejó de lamer y Maribel sacó su lengua, la colocó en la parte baja de mi pene y lo recorrió deleitándose en lamerlo poco a poco hasta que llegó a la base del glande. Su lengua empezó a jugar con el frenillo, cada movimiento de su lengua me producía descargas de sensaciones que recorrían mi espalda y nublaban mi mente, mis piernas se convulsionaban por el placer y tenía que hacer un gran esfuerzo para no caer. Se separó de mi pene.
Ahora mi madre hacía lo mismo que su amiga. Desde la base de mi pene empezó a recorrerlo hasta llegar a mi glande. Su lengua se movió rápidamente alrededor de mi enrojecido glande y yo lanzaba gemidos de placer a la vez que acariciaba las cabezas de mis dos amantes.
Maribel agarró mi pene por la parte más baja rodeándolo con dos dedos. Tiró de él para que quedara horizontal.
-¡Marta, hagamos que nuestro niño goce, lamemos cada una por un lado!
Las dos sacaron sus lenguas y se colocaron a ambos lados de mi pene endurecido. Se pegaron a la vez hasta que mi sexo quedó entre sus lenguas. Empezaron a moverse y sentía un deseo irrefrenable de lanzar mi semen. Podía verlas y ellas me miraban desde abajo. Estaban preciosas y sensuales mis dos maduras amantes. Sus cuerpo rebosaban algunas carne, pero la lujuria y el deseo que me mostraban sus ojos me encendía deseando apagar su pasión con mi líquido blanco.
Mi madre fue la primera en tragarse mi pene. Una de las veces que llegó con su lengua a mi glande, no volvió. Su boca se abrió y empezó a hacerme una mamada. Tuve que hacer un gran esfuerzo al ver como la boca de la mujer que tanto había deseado hacía desaparecer mi pene y empezaba a disfrutar del sexo con su hijo.
Maribel se colocó detrás de mí y la sentí darme pequeños bocados en mi culo. Yo estaba tenso por las caricias de la boca de mi madre y mi culo estaba duro, cosa que a Maribel la ponía más excitada aún.
Allí tenía a las dos, mi madre con mi pene entrando y saliendo de su boca; Maribel con mi culo, lamiendo y mordisqueando mis cachetes. Maribel me empujó y mi pene salió de la boca de mi madre mientras ella protestaba por aquello. Nuestra amiga me pidió que me tumbara en medio de la cama y así lo hice. Mi pene apuntaba al techo y ella se colocó a cuatro patas entre mis piernas, con una mano agarró mi pene y continuó la mamada que había empezado mi madre.
Ella, mi madre, se tumbó junto a mí y comenzó a besarme, acariciándome, ofreciéndome sus pechos para que los chupara. Llevé una mano a su sexo y ella abrió las piernas para que la tocara. Estaba totalmente empapada. Ahora no había ningún pelo que me impidiese el camino a su raja. Con un dedo separé sus labios y mi dedo se mojó de flujos cuando empezó a entrar en su vagina. Busqué su clítoris y lo encontré endurecido y deseoso de ser acariciado.
-¡Quiero chupártelo! – Le dije separando mi boca de su endurecido pezón. - ¡Déjame que te chupe tu raja!
Ella me miró a los ojos unos segundos y después hundió su lengua en mi boca excitada por la proposición que le había hecho su hijo. Podía sentir como mi pene era engullido por Maribel mientras mi madre se ponía de rodillas en la cama. Se colocó sobre mí con sus piernas abiertas y mirando hacia su amiga que no dejaba de tragar. Le agarré el culo y la moví hasta que su raja sin pelos estuvo a la altura de mi boca. Separé los cachetes de su culo y podía ver su oscuro ano. Con los dedos gordos hice que sus labios vaginales se separaran un poco y pude ver el interior mojado de su vagina. Subí la cabeza y metí mi lengua. Al momento me invadió el sabor salado de los flujos de mi madre. Moví la lengua y escuché el suave gemido que salió de su boca.
Maribel por momentos estaba más caliente, sus mamadas eran más agresivas, deseando que su boca se llenara con mi semen. Pero yo me resistía, quería disfrutar del sexo de mi madre y de la boca de su amiga. Los chasquidos de la boca de Maribel se podían escuchar perfectamente. Estaba enloquecida comiendo aquel joven pene que tanto placer le estaba dando.
-¡Después de tanto tiempo sin sexo, por fin una polla joven! – Habló rápido y volvió a tragárselo.
Las caderas de mi madre se movían descontroladamente cada vez que mi lengua recorría su raja de un lado a otro. Busqué con mi lengua su clítoris y lo encontré totalmente endurecido, esperándome. Me dediqué a jugar con él y ella empezó a lanzar gemidos de placer. Lo agarré con los labios y chupé. Sentí como su cuerpo se convulsionaba y de su boca empezó a salir gemidos aún más fuertes, sin duda se estaba corriendo sobre la cara de su hijo. Se tumbó sobre mi cuerpo y sentí como mi cara se inundaba de los flujos que su vagina lanzaba esperando ser penetrada.
-¡Dios, me estás volviendo loca! – Dijo mi madre y su cuerpo se movía sin control con cada caricia de mi lengua en su clítoris. - ¡Has conseguido que me corra con tu lengua!
-¡Pues déjamelo que yo necesito sentir lo mismo! – Dijo Maribel soltando mi pene.
Se levantó y empujó a mi madre para que se apartara y me dejara libre. Me colocó la almohada contra el respaldo de la cama y me colocó apoyado contra ella. Abrió las piernas y se colocó delante de mí. Vi como aquel triángulo de pelos que coronaba su raja se iba acercando más a mí. Sus dedos abrieron los labios para ofrecerme el interior de su vagina para que mi lengua la masturbara como un momento antes había hecho con mi madre.
Ya estaba bastante mojada y pude sentir el sabor de su sexo en mi boca. Agarró el cabecero de la cama y empujó su raja contra mi boca, como si me besara con su sexo. Mi lengua empezó a moverse por la húmeda vagina y buscaba su clítoris. Mi lengua chocó con un enorme clítoris, endurecido, vibrante de deseo, con el que jugué sintiendo en mi barbilla los flujos que fluían del interior de su vagina. Empujaba más su raja contra mí y envolví su clítoris con mis labios. En aquel gigante clítoris se podía mamar y eso hice, como antes con el pezón de mi madre, empecé a dar fuertes succiones que consiguieron arrancar gemidos de placer de mi madura amante.
Sentí como la boca de mi madre se tragaba mi pene, como su lengua jugaba con mi glande. Paré y separe a Maribel de mí para poder respirar un poco. Entre las piernas de ésta pude ver a mi madre a cuatro patas, con el culo en pompa, con sus pechos colgando y tragando mi pene.
Maribel volvió a empujar su sexo contra mi boca y me forzó a que la lamiera. De nuevo volví a mamar sobre su clítoris, chupando lo más fuerte que podía y dándole pequeños bocados con los dientes. Ella se retorcía y gemía, dando gracias a Dios por haberle conseguido una amante joven que le daba tanto placer. Chupaba y chupaba y su gemido se convirtió en un grito entrecortado y continuo cuando estaba sintiendo el orgasmo. Me empujó la cabeza de golpe y se separó de mí sin soltarse del cabecero. Sus piernas temblaban como teniendo vida propia. Con una mano empezó a flotarse sobre el clítoris y al momento de su raja salió un gran chorro. Se estaba corriendo y me estaba mojando con aquel chorro que olía a mujer en celo.
-¡Poneros a cuatro patas en el filo de la cama! – Muchas veces había visto películas porno en las que un tío penetraba a dos mujeres por detrás, con sus culos en pompa y alternando entre una y otra, aquello era una de las cosas que más me excitaban. - ¡Voy a hacer realidad una de mis fantasías! ¡Os la meteré por detrás!
Coloqué a mi madre a cuatro patas en el filo de la cama y Maribel se colocó a su lado. Allí tenía los dos culos redondos de mis amantes, entre sus piernas podía ver sus rajas mojadas. Acaricié sus culos, bajé las manos hasta tenerlas en sus rajas y las acariciaba sintiendo la humedad de sus vaginas.
-¿Estáis preparadas para que os penetre? – Les pregunté.
-¡No has visto lo mojado que está mi coño! – Dijo Maribel. - ¡A qué esperas para darme una estocada profunda con tu polla! ¡Tu madre seguro que estará loca porque la penetres!
Agarré mi pene con una mano y me acerqué al culo de mi madre. Ella me sintió y se inclinó para que su culo estuviera totalmente en pompa y me entregó su coño para que la penetrara. Me acerqué más y mi glande palpitaba por sentir el húmedo calor que brotaba de la vagina de ella. Puse mi glande entre los labios de su sexo, podía ver como mi pene era envuelto por aquellos pliegues de piel que me iban a dar tanto placer… Sonó el timbre de la puerta y asustado me retiré de mi madre.
-¿Quién será? – Dijo mi madre enfadada al no ser penetrada como era su deseo.
-¡Esperad, voy a ver! – Dijo Maribel y marchó al baño para coger la ropa que se había quitado y se la colocó para abrir la puerta.
Desde el pasillo nos hizo señas para que nos vistiéramos rápidamente y mientras lo hacíamos la escuchamos hablar.
-¡Mati! – Nuestra amiga había vuelto. - ¿Qué se te ha olvidado?
Continuará...
De vacaciones con mi madre y sus amigas [Capitulo 3]
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33 comentarios - De vacaciones con mi madre y sus amigas [Capítulo 2]
Grx. por pasar. 😉
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Espero pronto la siguiente parte
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te dejo mi 10
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Te dejo los punticos que me quedan + fav + reco
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Y muy morboso... me encanta! Me dejó re caliente... espero el próximo!
Gracias por compartir!
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ese gozó más que jordi el niño polla
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